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Sombras De Luna Y Acero

El Comienzo de la Misión

En una zona del reino, a Amaris, Beta de su manada, fue informada de que debía unirse a la guardia del Señor Feudal de Amanecer

Los hombres lobos estaban ocultos de las personas comunes, solo la realeza más grande conocía de su existencia y los protegían, su señor, el Rey, les ordena proteger la zona central de Amanecer de rebeldes. Amaris habia sido criada en la ciudad central, la capital del reino, junto a los guardias personales del rey para cumplir sus órdenes

Amaris empaco sus cosas junto a su manada, su arco y sus flechas en el equipaje más delicado, pues además de guardia, era cazadora. Se subió al carruaje junto a sus hermanos de arma y partieron hacia la zona más central del reino, una comarca dirigida por el antiguo general del rey convertido en señor feudal que era fundamental para el comercio del reino

Era su misión proteger al señor feudal y aquella zona y su misión debía completarse con su vida, toda su mente se enfocó en proteger Amanecer de los rebeldes y si moría en el intento, así debía ser porque así le habían enseñado. En el camino, se apoyó en el carruaje, observando de reojo a algunos de sus compañeros que estaban abrazados, esperando que el viaje continuara

Su corazón se llenó de añoranza. Habían sido bendecidos con un mate. Una de ellas era una bruja, no una mujer loba, pero su gran Diosa Selene les había concedido la transformación también, más débil que a sus descendientes, pero ahora eran como ellos

Los lobos venian directamente del enorme y amoroso corazon de su diosa, la ama y señora de la noche, protectora de la naturaleza y las bestias pacíficas

Ella también deseaba un mate, sea un lobo como ella, un brujo o un hombre tigre, ella solo deseaba que fuese de su mundo, que la entendiera y la aceptara y rogaba que no fuese un humano que no entendería todo lo que significaba para ella

Pensando en su mate, con la mano en el corazón, se durmió mirando la luna llena donde su diosa descansaba todos los días

Al otro lado del reino, en una comarca próspera y llena de vida, un hombre salía de un campamento de bandidos sonriendo por lo logrado. Su espada aún tenía sangre de aquellos que lucraban con la vida de los demás

Sus ojos verdes brillaban a la luz de la luna, pero a diferencia de Amaris, para él la luna no era nada especial, pues su dios era diferente a la diosa de la luna, su dios era aquel que poseía el fuego y la luz. Así que no le rindió respetos mientras caminaba de vuelta al camino donde su fiel corcel le esperaba

Otro dia, otro campamento caido, otra fortuna ganada y mas fama a su nombre, cada dia era una aventura donde conocia lugares nuevos, peligros enormes y grandes recompensas ademas de mujeres hermosas, pues la vida es para disfrutar y gozar, no para atarse como un caballo a un poste

El llamado del destino

Amaris vendía sus presas en el mercado del pueblo, 5 conejos, 1 alce adulto que había cazado en el camino a la que sería su nueva casa. El mercado de Amanecer es enorme, con muchas tiendas colocadas en fila a las afueras de la ciudad amurallada que es donde vivían los nobles

Desde aquí se ven los enormes muros blancos con detalles amarillos que dan honor al nombre del pueblo capital. a su alrededor había cientos de casas de madera y adobe que los ciudadanos comunes usaban para vivir. Amaris termino la venta consiguiendo 1 moneda de oro y 25 de bronce

50 de bronce hacen 1 de plata y 25 de plata hacen 1 de oro. El alce estaba gordo y su piel, intacta. La flecha había impactado directamente en el ojo del gran animal así que eso aumento su precio de las normales 20 a 25, mientras que cada conejo valía 5 de bronce cada uno

Una buena caza. Guardo las monedas de plata en su bolsillo y camino tranquilamente entre la gente pensando que necesitaba para su día. Habían pasado al mercado antes de presentarse al señor feudal que pronto serviría, para refrescarse y comprar lo que quisieran y vender lo que habían cazado en el camino en el caso de Amaris

Se sentía ansiosa y no podía sentirse así

Ella es una mujer loba, una hija de la noche que fue bendecida por la diosa Selena para transformarse en un enorme lobo negro. Aunque claro, aquello era un secreto y si se ponía ansiosa, su loba interior también lo haría y eso era algo que no quería

Amaris se detuvo un momento frente a un puesto de especias, inhalando profundamente el aroma del mercado. La mezcla de olores—carne fresca, panes recién horneados, hierbas y tierra húmeda—le recordaba los mercados de su propio hogar, pero había una diferencia palpable en el aire de Amanecer. Este lugar vibraba con una energía que no existía en su aldea. El bullicio de la gente, los gritos de los mercaderes, los sonidos metálicos de las herrerías cercanas… Todo era más grande, más ruidoso, más vibrante.

A pesar de que su manada se había dispersado por el mercado para sus propios negocios, Amaris nunca se sentía verdaderamente sola. Su naturaleza de beta implicaba que siempre estaba conectada con los suyos. A través de miradas y gestos discretos, aseguraba que todos estuvieran donde debían. Su manada confiaba en ella para guiarlos, y aunque no era la alfa, su posición como beta era esencial para mantener la estructura y la armonía del grupo.

El zumbido de la gente a su alrededor comenzaba a afectarla. Sentía el leve hormigueo en su piel, el signo de que su loba interior estaba inquieta. Tomó una respiración profunda, centrándose en la calma que la luna siempre le traía. No podía permitirse un momento de debilidad, no aquí, no ahora.

Mientras continuaba caminando por el mercado, una sensación extraña la asaltó. Era un tirón en el estómago, algo primitivo y ancestral, una fuerza magnética que la atraía en una dirección. Al principio lo ignoró, atribuyéndolo al estrés del viaje y las responsabilidades que pronto asumiría como guardia del señor feudal. Pero el tirón se hizo más fuerte, más insistente, como si algo o alguien la estuviera llamando.

Amaris se detuvo en seco y cerró los ojos, permitiendo que sus sentidos de loba tomaran el control. Escuchó el murmullo de la multitud, pero hubo un latido más fuerte, más intenso, que cortaba todo el ruido. Era un ritmo que reconoció en lo más profundo de su ser, aunque nunca lo había escuchado antes. Su "Mate".

Su corazón se aceleró. La palabra resonó en su mente, en su sangre. El vínculo que los lobos bendecidos por Selene compartían con sus mates era sagrado. Un lazo inquebrantable que los unía no solo en cuerpo, sino en alma. Había escuchado historias de cómo los lobos sentían ese llamado por primera vez, cómo el mundo cambiaba cuando sus miradas se cruzaban, pero nunca imaginó que lo experimentaría de esta manera: repentino, poderoso, inevitable.

Su cuerpo comenzó a caminar hacia la fuente de ese tirón en contra de su voluntad, cada paso pesado con la anticipación de lo que vendría. El mercado continuaba a su alrededor, la vida seguía, pero para Amaris, el mundo había cambiado. Todo estaba a punto de cambiar.

Finalmente, lo vio.

Estaba inclinado sobre una mesa en un pequeño puesto de apuestas, con una sonrisa traviesa en su rostro mientras hablaba con un grupo de hombres. Su cabello oscuro y desordenado le caía en mechones sobre la frente, y sus ojos, de un verde profundo, brillaban con un fuego que parecía no tener fin. Había algo despreocupado y salvaje en él, algo que gritaba libertad.

Amaris sintió que sus pies se clavaban en el suelo, como si sus piernas se negaran a moverse. Su loba interior rugía en reconocimiento. "Mate", susurró en su mente, y por un instante, sintió que el aire se detenía.

Él levantó la vista, sus ojos encontrando los de Amaris a través de la multitud, y el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. El bullicio del mercado desapareció, el tiempo mismo pareció detenerse, y solo quedaron ellos dos, conectados por un lazo invisible.

Él entrecerró los ojos, como si tratara de entender qué era lo que lo había llamado a mirarla, pero había algo en su mirada que indicaba que también lo sentía. No de la misma manera que ella, tal vez, pero lo suficiente como para que supiera que Amaris no era una mujer cualquiera.

Amaris se armó de valor y dio un paso adelante, forzando a sus pies a moverse. Sentía su corazón latir en sus oídos, un tambor constante que acompasaba sus pasos. No podía retroceder ahora. Su destino estaba sellado.

Cuando llegó lo suficientemente cerca, El hombre se enderezó y la miró con una mezcla de curiosidad y desconcierto. Él no podía saber quién era ella, qué significaba para él, pero sus instintos le decían que esta mujer no era como las demás.

—¿Qué te trae por aquí, cazadora? —preguntó con una sonrisa pícara, sus palabras impregnadas de confianza y despreocupación.

Amaris mantuvo su rostro impasible, aunque por dentro su loba luchaba por salir, deseando marcarlo como suyo en ese mismo instante. No podía dejarse llevar por sus instintos, no ahora, no cuando estaba tan cerca de asumir su nueva posición como guardia. La lealtad hacia su manada y su deber debían ser lo primero, además, era humano, no un hombre lobo como ella.

—He venido con mis compañeros —respondió Amaris, su voz firme pero controlada—. Nos uniremos a la guardia del señor feudal.

Él la observó durante unos segundos, como si estuviera evaluando cada palabra, cada gesto. Luego, inclinó la cabeza ligeramente, un gesto casi desafiante.

—La nueva guardia al servicio del señor feudal, ¿eh? Parece que la vida en Amanecer se pondrá más interesante.

Amaris no respondió de inmediato. Estaba demasiado ocupada intentando calmar a su loba, que se agitaba cada vez más bajo su piel. Quería huir de él, pero al mismo tiempo, deseaba acercarse, olerlo, marcarlo. Era una lucha constante entre su deber y su deseo. Le habían dicho que el señor Feudal les estaba llamando justo ahora por rebeldes y no podía desconcentrarse de aquello

—No somos como los demás guardias —dijo finalmente, sus palabras cargadas de una advertencia que él parecía ignorar o, peor aún, disfrutar.

Sonrió, esa sonrisa fácil y despreocupada que parecía formar parte de su esencia.

—Eso puedo verlo. No eres como ninguna otra persona que haya visto antes.

Amaris frunció el ceño ante sus palabras. Sabía lo que era, sabía lo que él representaba para ella, pero él no lo sabía. No todavía. El vínculo era unilateral en ese momento, una carga que solo ella llevaba. Pero con el tiempo, él lo sentiría también. Selene se aseguraría de ello.

—Nos veremos pronto —dijo Amaris, tratando de mantener la compostura mientras daba un paso hacia atrás, alejándose de él.

No hizo ningún intento por detenerla, pero sus ojos nunca abandonaron los de ella mientras se retiraba. Amaris se giró y comenzó a caminar de nuevo por el mercado, intentando mantener la respiración bajo control. Su loba rugía dentro de ella, frustrada por la distancia, pero Amaris sabía que ahora no era el momento.

No podía permitirse el lujo de ceder a sus deseos. No todavía. Tenía una misión, un deber que cumplir, y no podía dejar que este hombre—su mate—se interpusiera en su camino.

Pero en lo profundo de su ser, sabía que, tarde o temprano, el destino los uniría de nuevo. Y cuando eso sucediera, nada podría detenerla. Ella tomaría a su mate para si misma

Amaris continuó caminando, pero ya no veía el mercado con los mismos ojos. Todo había cambiado. Había encontrado a su mate. O, mejor dicho, su mate la había encontrado a ella. Y en ese momento, supo que su vida nunca volvería a ser la misma.

Encuentros Reveladores

Amaris continuó su marcha por el mercado, sus sentidos más alerta de lo habitual. El tirón de su loba interior todavía vibraba en su sangre, un recordatorio constante de lo que acababa de ocurrir. Había encontrado a su Mate, pero él no lo sabía. Y, por ahora, debía mantenerlo así. Nadie, ni siquiera ese hombre, podía descubrir su verdadera naturaleza.

Para los habitantes de Amanecer y el resto del reino, Amaris era simplemente una cazadora habilidosa, una guerrera entrenada con la guardia del rey. Nadie debía saber que los descendientes de Selene caminaban entre ellos, ocultos tras la fachada de la humanidad. Los hombres lobo, herederos de la diosa de la luna, eran una raza secreta que había aprendido a mezclarse entre los humanos, esperando el momento adecuado para alzar su lealtad a la nobleza que les otorgaba refugio.

Amaris respiró hondo mientras continuaba alejándose del mercado. Sabía lo que significaba encontrar a su Mate, había escuchado las historias de otros lobos: el poder del vínculo, cómo transformaba la vida de un lobo cuando lo sentía por primera vez. Pero no estaba preparada para lo que acababa de ocurrir. Ese hombre, el desconocido con la sonrisa fácil y los ojos intensos, era su Mate. Y lo peor de todo: no podía permitir que lo supiera hasta que ella estuviera libre de su misión.

El tirón en su pecho seguía allí, implacable. Caminó más rápido, necesitaba espacio, aire, tiempo para pensar. No podía arriesgarse a que la reconociera. No aún. Su loba rugía, deseando regresar, pero Amaris la controlaba con firmeza. Sabía lo que estaba en juego, y su manada dependía de su discreción.

Finalmente, llegó a las afueras del mercado, donde los árboles comenzaban a aparecer en el paisaje, una bienvenida calma que ayudó a mitigar la tensión que sentía. Necesitaba alejarse, aunque fuera solo por un momento. El sonido de la multitud se desvanecía, y la naturaleza que rodeaba la ciudad la abrazaba en su silencio.

Sin embargo, antes de que pudiera relajarse por completo, sintió unos pasos detrás de ella. Su cuerpo reaccionó al instante, girándose con rapidez y colocando una mano sobre la empuñadura del cuchillo en su cintura.

—Tranquila —dijo una voz masculina, familiar

Era él, el desconocido del mercado.

Amaris lo observó acercarse con cautela, su cuerpo tenso. El hombre llevaba una sonrisa juguetona, como si nada en el mundo pudiera afectarlo. Pero sus ojos, esos penetrantes ojos verdes, parecían analizar cada movimiento de ella. Y eso la puso aún más en guardia. Su loba parecía complacida porque la siguió pero ella estaba alerta

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, esforzándose por mantener su voz controlada. No podía permitirse mostrar ninguna debilidad. No podía mostrar como deseaba lanzarse sobre él y arrancarle la ropa

Él se encogió de hombros con una expresión despreocupada.

—Te vi alejarte del mercado y me dio curiosidad —respondió con naturalidad—. Parece que no te gusta mucho el bullicio.

Amaris sintió su irritación crecer. No necesitaba a este hombre siguiéndola cuando su mente estaba confusa, pero tampoco podía permitirse ser brusca con él y alejarlo, su loba nunca se lo perdonaría. Selene lo había marcado como su Mate, y aunque él no lo sabía, Amaris debía mantener las apariencias por ahora, ya después lo tendría para ella.

—El mercado es demasiado ruidoso para mí hoy —respondió con cautela, manteniendo su distancia—. A veces, uno necesita un poco de paz.

Él asintió, sus ojos nunca apartándose de los de ella. Había algo en su mirada que la hacía sentir vulnerable, expuesta, como si pudiera ver más allá de su fachada humana.

—Paz, ¿eh? —repitió él con una ligera sonrisa—. Bueno, aquí fuera la encontrarás, supongo.

Amaris se mantuvo en silencio, sin querer dar más información. No estaba acostumbrada a que la siguieran de esa manera, y menos aún a que alguien se sintiera tan cómodo desafiando su espacio personal. Pero el vínculo que sentía hacia él complicaba las cosas. Su loba quería acercarse, reconocerlo como suyo, pero Amaris sabía que no era posible. No ahora.

—Debes tener cuidado a quién sigues —advirtió ella, entrecerrando los ojos—. Algunos no apreciarán tanta curiosidad.

Él soltó una carcajada suave, como si la amenaza apenas lo tocara.

—Eso es lo que me han dicho. Pero no me asusto fácilmente.

Amaris apretó los labios. El descaro de este hombre la confundía tanto como la atraía. Era obvio que no era un simple campesino. Algo en su porte, en la forma en que se movía con una libertad que solo unos pocos podían permitirse, le indicaba que no pertenecía a la misma clase de personas que frecuentaban el mercado. Tal vez un mercenario o un aventurero. Lo que fuera, debía tener cuidado.

—¿Y por qué me sigues a mí? —preguntó ella finalmente, buscando información. No era normal que alguien la siguiera sin motivo aparente.

Él se detuvo por un momento, como si considerara su respuesta.

—Supongo que me llamó la atención la forma en que te mueves —dijo él, encogiéndose de hombros—. Hay algo diferente en ti. No eres como los demás.

Amaris sintió un leve escalofrío. ¿Había notado algo? No, no podía ser. Se había cuidado de no mostrar ningún signo de su verdadera naturaleza. Aun así, su instinto le decía que este hombre era más perspicaz de lo que aparentaba.

—No soy diferente a los demás —replicó ella, manteniendo su tono frío—. Solo soy una cazadora que ha venido a servir al señor feudal.

Él la observó, y por un momento, pareció que iba a decir algo más, pero en lugar de eso, sonrió de nuevo.

—Lo que tú digas, cazadora.

Amaris lo observó con cautela. No le gustaba que supiera tanto sin ella haber dicho nada, pero tampoco podía arriesgarse a levantar más sospechas. Necesitaba desviar la conversación.

—¿Y tú? ¿Qué haces aquí, además de seguir a desconocidas?

La sonrisa del hombre se amplió, y esta vez hubo un destello de travesura en sus ojos.

—Oh, ya sabes. Solo paso el tiempo. Cazar recompensas, disfrutar de la vida… cosas simples.

Amaris supo en ese instante que estaba tratando con alguien peligroso. Un cazador de recompensas. Eso explicaba su actitud despreocupada y su habilidad para moverse entre la multitud sin llamar la atención. No era el tipo de hombre que debía interesarle, pero el vínculo que sentía hacia él no podía ser ignorado. Eran conocidos por ser arrogantes pero buenos luchadores

—Tal vez deberías volver a tu caza —dijo ella, dando un paso hacia atrás—. No quiero que pierdas ninguna recompensa por mi culpa.

Él inclinó la cabeza, como si considerara sus palabras, pero no hizo ningún movimiento para irse. En su lugar, dio un pequeño paso hacia adelante, acortando la distancia entre ellos.

—Quizá lo haga, pero primero me gustaría saber tu nombre.

Amaris se quedó en silencio, manteniendo su expresión neutral. No podía darle más información, no ahora. Pero sabía que no sería la última vez que lo vería

—Eso no es algo que necesites saber —dijo finalmente, dándose la vuelta para caminar de regreso al mercado.

Él no la detuvo, pero la observó mientras se alejaba. Amaris sintió su mirada en su espalda, pesada y llena de curiosidad. Sabía que este hombre no la dejaría en paz tan fácilmente. Había algo entre ellos, algo que él no entendía pero que ella sí. El vínculo estaba allí, esperando ser reconocido.

Mientras se adentraba nuevamente en el bullicio del mercado, Amaris supo que su vida en Amanecer no sería tan tranquila como esperaba. Había encontrado a su Mate, pero el precio de ese descubrimiento era aún incierto. Y en su mundo, los secretos podían ser tan peligrosos como las bestias que cazaba.

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