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En Esta No Se Pudo

Capítulo 1

He oído muchas veces, que uno se enamora de verdad una sola vez en la vida, pues creo que esto no es cierto, o al menos espero que no lo sea.

Imaginen alguien que se enamoro a edad temprana, y amó con locura, pero, simplemente un día dejó de hacerlo, en ese caso ¿Pasaría el resto de su vida sin estar verdaderamente enamorado? ¿Sin poder amar de nuevo con esa intensidad? No sería justo vivir así.

Pues yo creo que el amor llega, y puede hacerlo muchas veces, y de muchas maneras, pero también creo que, así como empieza, termina. Porque todo lo que comienza, tiene que tener un final. Y los finales son tristes, y duelen, pero son necesarios, es parte de la vida.

Y a veces cuesta entender que algo ya no da para más, solo queda llorar, soltar y respirar profundo, y entender que en esta vida no, que tal vez hay muchas más, y en algunas de esas el escenario es distinto, pero en esta, no.

Luna era un chica soñadora, pero con los pies bien puestos sobre la tierra, había aprendido desde chiquita que nada se conseguía fácilmente, y que tenía que luchar para cumplir sus sueños. Supongo que cuando creces en un hogar donde el dinero no sobra y todo se consigue con mucho esfuerzo y sacrificio, te crias de esa manera.

Cristopher era un chico sin preocupaciones, una familia bien posicionada le había permitido tomarse la vida de forma más calmada. No había aprendido el significado de tener que sacrificarse para conseguir algo, pero de todas maneras, era una persona buena, con un corazón hermoso, y unas ganas enormes de amar.

—Ni siquiera me nota. — Soltó Luna, bastante frustrada con la situación, llevaba meses enamorada en secreto de Cristopher. —Me siento un fantasma cuando estoy a su lado.

—Pero si ni siquiera has intentado hablarle. — Su amiga le alcanzó una bandeja llena de galletas. —Nunca va a notar tu presencia así,—Luna y Camila habían comenzado a trabajar el mismo día en el café, y desde entonces, su amistad había crecido, día tras día.

Cristopher solía merendar con sus amigos luego de cada entrenamiento siempre en el mismo lugar, lugar dónde Luna trabajaba hacía ya dos años, dos largos años en los que solo se había limitado a observarlo en secreto.

—Pero si tomo su pedido todos los días, y me aseguro de siempre darle las porciones más grandes. —Protestó, dando un pisotón al suelo. —Le dedico mi mejor sonrisa, y tú más que nadie sabes lo que me cuesta hacer eso.

—Lo normal, eso es lo que hacen las meseras. — Soltó Camila. —Excepto eso de darle siempre la porción más grande. — Comenzó a reír, negando con la cabeza.

—Es que se ve hambriento. — Sonrió mirando hacia la dirección que él se encontraba, y podía jurar que por unos instantes, sus miradas se encontraron. Roja, roja como un tomate se había puesto en cuestión de milisegundos. Sacudió la cabeza con negación, sabía que ese pequeño contacto visual no significaba nada, y estaba segura de que él aún no la había ni notado.

Luego de eso, Luna se apresuró a servir a los demás clientes, intentando sacudirse la sensación de que Cristopher la había visto de verdad por primera vez, no quería engañarse pensando que esto era así, le resultaba más fácil pensar que no la habia notado. Pero no podía evitar mirar hacia su mesa de vez en cuando, donde él reía con sus amigos, sin siquiera una mirada en su dirección.

—¿Estás bien? — Preguntó Camila, mientras servía una pequeña taza de café.

—Los nervios me están matando— Admitió Luna, secándose las manos sudadas en el delantal. — Sabes cómo me pongo cuando él está aquí, no puede ni pensar bien.

—Deberías hablarle —Insistió Camila.— No pierdes nada, es un chico común y corriente, no el rey de Inglaterra Luna.

Luna suspiró, sabiendo que su amiga tenía un poco de razón en lo que decía. Pero ¿cómo se suponía que debía acercarse a él? ¿Y si la rechazaba?

Christopher era el chico más lindo que Luna había visto en su vida, o al menos, a ella le parecía así, su piel blanca y su cabello negro la volvían loca de remate, y eso era solo el principio, porque si mencionaba su hermosa sonrisa y sus hombros anchos, estaba completamente perdida.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad, el café se llenó y Luna no pudo parar ni un segundo, ya estaba cansada y los pies le dolían, pero sabía que le quedaba poco para marcharse a casa. Ya quedaban pocos clientes en el café, y afuera ya estaba oscureciendo.

—Cariño, voy a dejar ordenado el depósito. —Soltó Camila, mientras lavaba sus manos. —¿Puedes quedarte y cobrar?— Asintió sonriente, prefería quedarse en la caja, así al menos podía sentarse unos minutos.

Luna estaba tratando de ignorar la presencia de Cristopher en el lugar, pero no podía evitar que sus ojos miraran en dirección a su mesa de vez en cuando, no podia controlarlo, era más fuerte que ella. De repente vio como Cristopher se levantaba de su asiento y comenzaba a caminar en dirección hacia donde ella se encontraba. Su corazón latía con fuerza, estaba segura de que si le bajaban el volumen a la música, todos los presentes en el lugar, iban a poder escucharlo latir. Él nunca se acercaba a pagar la cuenta ¿Por qué justo tenía que hacerlo hoy?

—¿Cuánto le debo? — Preguntó Cristopher, sonriendo. Incluso de cerca su sonrisa se veía aún más hermosa.

Luna tartamudeó, nerviosa. —Eh... un momento, por favor. —Comenzó a poner muchos números sin sentido en la calculadora, y tuvo que borrar como cinco veces la cuenta.

—¿Necesitas ayuda? —Se inclinó hacia ella, un poco curioso ante la situación. — Si quieres puedo hacerlo. — Christopher estiró la mano para tomar la calculadora, y sus dedos se rozaron.

Luna se sintió electrocutada, ese pequeño contacto físico había servido para que todos sus sentidos se alterarán, y si segundos antes, no sabía que era lo que estaba haciendo, pues ahora mucho menos.

—No, no, estoy bien. —Se forzó a sonreír. —Te lo aseguro, en un momento le cobro.

Cristopher la miró con curiosidad. Él sabía que a veces solía despertar ese tipo de reacciones en las mujeres, pero ella, realmente lo había sorprendido, y por un momento sintió pena por la vergüenza que debía estar pasando la chica.

—¿Segura? Parece que estás un poco... —Se detuvo, sin terminar la frase.

Luna se puso roja, por segunda vez en el día, pero esta vez sentía sus mejillas arder, como nunca antes.

—Sí, estoy bien. — Volvió a escribir los números en la calculadora. — Solo un poco cansada, pero ya le cobro.

Cristopher la observó en silencio, contextura pequeña, cabellos color castaños claros, y unos rizos que según él, se veian bien definidos, pero no había nada que la hiciera especial, aunque, tenía que admitir que era linda.

Luna podía sentir los ojos de él clavados en ella, y eso, la horrorizaba.

Cristopher sonrió. Era más que obvio que él provocaba todo eso en la chica y eso, le gustaba. —Bueno, entonces. ¿Cuánto le debo?— Volvió a preguntar.

Luna intentó recobrar la compostura y hablar con normalidad. —Son... 15 dólares. —Le entregó el ticket.

Cristopher pagó y Luna lo vió dejar propina en el tarrito del mostrador.

—Gracias. —Se inclinó un poco hacia ella, sabía que esto la haría poner aún más nerviosa, pero le divertia la situación—. Eres muy amable.

Luna se sintió confundida.

—De nada. —Se forzó a sonreír. — Los esperamos pronto por aquí.

Se quedó paralizada, procesando lo que acaba de pasar mientras veía como todos se iban del lugar.

Cuando Camila regresó al lugar, Luna la abrazó con fuerza, todavía un poco aturdida por toda la situación.

—¿Qué pasa? —preguntó Camila, preocupada, parecía que su amiga acababa de ver un fantasma. — ¿Te encuentras bien?

—Creo que me estoy volviendo loca, o peor, creo que el corazón se me va a salir del lugar en cualquier momento —Dijo Luna, sin aliento—. Él vino a pagar la cuenta y... y me tocó la mano, sin querer obvio, pero me tocó en fin.

Camila soltó una pequeña risita, le divertia toda la situación, y creía que su amiga exageraba.

—¿Y qué pasó? —preguntó, curiosa.

Luna se ruborizó.

—Me puse nerviosa, tartamudeé... fue un desastre. — Confesó, sintiéndose aún más tonta.

—Eso es porque estás enamorada —dijo, sonriendo. —Pero respira profundo chica, a veces temo que te dé un paro cardíaco.

Luna negó con la cabeza.

—No es eso —Mintió—. No estoy enamorada, no puedes enamorarte de alguien que no sabes absolutamente nada.

Camila la miró fijamente.

—Luna, sabes que la única opción es hablarle —Soltó, seria—. No puedes seguir así.

Luna suspiró.

—Tienes razón —admitió—. Pero ¿y si me rechaza?

Camila la abrazó.

—No importa —dijo—. Al menos no vas a quedarte con la duda, y en todo caso, el se perdería tener una persona tan increíble en su vida.

Luna sonrió, no estaba segura de hacerlo de todas maneras.

—Gracias Cami—Dijo—. Eres la mejor amiga del mundo.

Ambas se dirigieron hacia la salida del café, y se despidieron como de costumbre, estaban cansadas, el día habia sido largo y agotador.

Capítulo 2

Luego de un breve viaje en autobus, Luna al fin pudo llegar a su casa. Dentro estaba todo demasiado tranquilo, no podía escuchar a ninguno de sus hermanos gritar por toda la casa, por lo tanto asumió que ya deberían estar durmiendo. Lo que sí podía oír eran unas cuantas voces viniendo desde la sala, y como había visto afuera estacionado el auto de sus tíos, asumía que estaban junto a sus padres, tal vez bebiendo algo, en fin era fin de semana y era algo que solían hacer a menudo.

Estaba tan cansada, que por un momento sintió ganas de subir a su habitación y no tener que ver a nadie más, pero, sabía que no era muy educado de su parte, así que por más que realmente no tenía ganas, se dirigió a la sala.

—Luna cariño, no te oímos llegar. — su madre dejó la copa sobre la pequeña mesa y se levantó para saludarla. Todos los presentes miraron en su dirección. — ¿Tienes hambre? Dejé algo de comida para ti en el horno.

—Hola. —Luna hizo un saludo general, y luego se acercó a sus tíos para saludarlos debidamente. — Si gracias, seguramente en un rato vaya a cenar.

— Cuéntanos ¿Cómo te fue hoy en el trabajo? —Preguntó su tío amablemente.

—Oh bien, mucha gente pero lo normal. —Respondió luna, deseando estar en su habitación de una vez por todas.— Por suerte ya mañana no tengo que ir.

—Es verdad, había olvidado que mañana no trabajabas. — Su madre meditó unos segundos antes de volver a hablar. — A luna se le dan muy bien las matemáticas, no lo había recordado antes, pero ella podría ir a explicarle a Alejandro, no creo que le moleste realmente y mañana no tiene que ir al café.

Iba a matar a su madre.

—Oh luni eso sería increíble. — Odiaba que la llamaran así, y odiaba todavía más que arruinaran su día de descanso. Ni siquiera habían esperado que ella contestara simplemente habían asumido que era un "sí".

—Está bien lo haré. —No podía negarse, eso le llevaría a tener una discusión con su madre y realmente no tenía ganas.

Su padre miraba en dirección a su madre, él también iba a matarla, ya sabía que a Luna no le gustaba que hicieran planes por ella, y realmente a veces parecía ser el único que la entendía, pero también sabía que él no iba a querer iniciar una discusión.

—Entonces no se diga más mañana te esperamos en casa, te haré un pastel de manzana para que meriendes. — Soltó su tía sin dejar de sonreír.

—Genial, mañana nos vemos. —Soltó Luna sin ninguna emoción en su voz. —ahora si no les molesta, voy a retirarme a mi habitación.

Luego de despedirse, y de dedicarle a su madre una mirada de pocos amigos, Luna se marchó a su habitación. Estaba tan cansada que simplemente se quedó dormida

A la mañana siguiente, se despertó y bajó a desayunar como de costumbre, no había nadie en la casa y lo agradeció, quería estar sola al menos un momento. El resto del día se le pasó volando, antes de darse cuenta ya estaba de camino a casa de sus tíos.

El lugar no estaba lejos de donde Luna vivía, era un viaje de sólo 30 minutos en autobús, pero se volvía un fastidio cuando no tenías ganas de ir.

—Ay cariño viniste. — Soltó su tía al abrir la puerta y ver que ella ya estaba ahí. —Creí que no tenías ganas y que no ibas a venir.

Por un momento se planteó ser sincera y decirle que realmente no quería estar ahí, pero no podía hacerlo, su madre la mataría.

—No me molesta realmente. —Sonrío lo más dulcemente que podía. —¿Dónde está Alejandro? —Preguntó una vez dentro de la casa.

—En el sótano con un amigo, te están esperando. — Soltó sin más. —Cuando le dije que ibas a venir a explicarle, le gustó tanto la idea que invitó a uno de sus amigos que también necesita un poquitito de ayuda, espero que no te moleste.

Luna quiso gritar por un momento ¿En qué momento se había vuelto profesora? Es que a veces la familia se aprovechaba de la amabilidad.

—No, está bien. —Mintió. Ya estaba en el lugar no podía simplemente irse, así que haría todo lo más rápido posible y luego regresaría a descansar a su casa. —Voy a bajar al sótano.

—Genial, cualquier cosa que necesites me avisas. —Su tía sonría, parece que no se daba cuenta en absoluto de lo fastidiosa que era, o si se daba cuenta, lo disimulaba muy bien.

Luna conocida de memoria del lugar, así que dicho esto, caminó hacia las escaleras del sótano y bajó. Conocía a su primo muy bien y realmente la agradaba, no se veían mucho simplemente porque los dos tenían gustos distintos y amigos distintos, pero realmente le tenía aprecio.

—Eres un tramposo de mierda. —Escuchó como su primo se quejaba. —Dijiste que nada de poderes, y a la primera que me descuido los usas.

—Hola, ya estoy aquí. — gritó Luna antes de terminar de bajar, sabía que estaban jugando a los videojuegos y esperaba que los dejaran de una vez y le prestaran atención.

—Luni. — Su primo sabía cuánto odiaba que la llamaran así, pero de todas maneras siempre lo hacía para fastidiarla.

Luna iba a quejarse pero cuando terminó de bajar las escaleras, se encontró de frente con su primo y con él. Una sensación de calor le invadió todo el cuerpo, de todas las personas del mundo, nunca imagino que se iba a tratar de él, al principio el chico pareció no darse cuenta, pero, cuando Luna vio la sonrisa que se dibujaba en su rostro, entendió que él la recordaba.

—¿Ella nos va a explicar? —Preguntó Cristopher divertido. —Amigo, realmente tenía ganas de aprobar.

—Bien, yo me voy. — Luna giró sobre sus pies y comenzó a subir las escaleras.

—No espera. — Su primo la tomó del brazo. — ¿Ustedes dos se conocen?

—Si claro ayer nos conocimos. —saltó Christopher. —¿Te acuerdas que te conté una situación con una cajera que no podía cobrarme?

—Te dije que estaba cansada. — Protestó Luna, sintiéndose muy avergonzada. —Y no nos conocimos ayer, trabajo hace dos años en el mismo lugar y te atiendo todos los días. —Soltó, sintiéndose un poco herida.

—Ah. —Christopher pareció meditarlo por unos segundos. —No, realmente no me acuerdo de tí.

—No la molestes ya te dijo que estaba cansada. — Su primo la defendió. — Luna es increíble con las matemáticas.

—Bien, si tú lo dices. —Soltó mirando fijamente a la chica.

Luna sentía que cada vez se hacía más y más chiquitita. No sabía qué era lo que le dolía más, que él cuestionara su inteligencia, que se burlara de ella, o que no la haya notado ni una sola vez en los últimos dos años. Quería irse, quería desaparecer, quería esconderse bajo las mantas de su cama y no salir nunca más. Se sentía avergonzada, se sentía enferma, pero no podía simplemente ponerse a llorar, eso le daría más motivos a Christopher para burlarse de ella.

—Bien podrían mostrarme qué es lo que necesitan. —Luna caminó hasta una pequeña mesa que había en el lugar tomó una silla y se sentó. — Mientras más rápido terminemos esto mejor.

Su primo tomó una pila de cuadernos y se los alcanzó, al menos él sí estaba cooperando, y se estaba tomando en serio la ayuda de Luna.

La siguiente hora se había pasado muy lenta, ella había tratado de explicarles todo lo que querían saber, sin siquiera hacer contacto visual con Christopher, pero de todas maneras podía sentir su mirada clavándose en ella, esto la ponía nerviosa, muy nerviosa la verdad, pero se había armado de valor para demostrar todo lo que sabía y que él no pudiera burlarse.

—Un momento voy al baño. —Su primo se levantó de su asiento y salió del lugar sin decir nada más.

—Disculpa. — Soltó Christopher de repente. —No quise ofenderte, se nota que si eres buena en esto.

Luna no quiso mirarlo, no porque se sintiera ofendida o porque estuviera molesta con él, simplemente porque le gustaba mucho y verlo de cerca la volvía loca.

—No importa. —Soltó queriendo sonar lo más despreocupada posible. —No pasa nada.

—A veces hago chistes, o comentarios que no suenan tan bien. —él continúo hablando. —Me disculpo nuevamente.

Antes de que Luna pudiera contestar su primo volvió al lugar, así que, lo que quedó de la tarde solo se dedicó a explicarles ejercicios matemáticos, aunque cada vez que debía dirigirse hacia Christopher, no podía evitar que los nervios la consumieran.

Capítulo 3

Luego de que ambos chicos terminaran de realizar todos los ejercicios que Luna les había dado, esta consideró que ya no había más nada que pudiera hacer por ellos y que podía marcharse al fin.

—Bien creo que eso es todo por hoy, yo ya debo marcharme. — Luna se levantó de su asiento y ambos chicos la imitaron. — Les deseo suerte a los dos.

—Gracias Luni. — Su primo se apresuró a juntar todos los libros esparcidos sobre la mesa.

—Yo también debo regresar a casa ya. —Soltó Christopher, mirando el reloj en su muñeca. —Ya es tarde y mañana debo despertar temprano.

—Bien nos vemos mañana. —Soltó Alejandro, sin prestarles demasiada atención. A Luna le pareció una falta de respeto que ni siquiera la acompañara a la salida, pero, realmente no iba a darle importancia, solo quería irse a su casa de una vez por todas.

Christopher y Luna subieron las escaleras en silencio, él iba por delante, y ella, no pudo evitar notar su espalda. Era la primera vez que lo tenía tan cerca, y le encantaba cada vez más.

Cuando llegaron a la sala notaron que no había nadie en casa, ni siquiera estaba su tía para despedirse de ellos, pero, supuso que así era mejor, podía irse de una vez por todas.

—¿Vives muy lejos de aquí?— Preguntó Christopher, tomando su chaqueta y su mochila.

—Como a 30 minutos en autobús. —Respondió Luna, queriendo sonar lo más calmada posible. Le era difícil no ponerse nerviosa sabiendo que estaba sola con él.

—Ah bastante lejos en realidad.— Christopher miró a través de la ventana. —Está oscuro afuera, te acompañaré hasta la parada. — Abrió la puerta de entrada e hizo una mueca como para que Luna saliera por ella.

—No es necesario realmente. —Se apresuró a responder. —No te preocupes, conozco bien la zona, no va a pasarme nada, ni tampoco tengo miedo.

—Nunca se sabe qué clase de loco puedes cruzarte por ahí. — Respondió él, mirandola fijamente. —No me cuesta nada acompañarte y voy a hacerlo.

Luna sabía que lo correcto era decirle que no, que no se preocupara, que todo estaba bien, y agradecerle por la amabilidad, pero se moría de ganas, mierda que se moría de ganas. Era su oportunidad, era su oportunidad de que él supiera más de su existencia.

—Está bien. — Soltó al fin. —Solo espero que el colectivo llegue rápido, así no te demoro demasiado.

—No te preocupes por eso, yo vivo muy cerca de aquí. — Christopher salió por la puerta y Luna lo imitó.

Estaba nerviosa, sentía que sus manos temblaban, y por más que le daba vueltas en su cabeza, una y otra vez a la situación, no sabía qué hacer, no sabía qué decir, estaba en silencio, por primera vez Luna, se había quedado sin palabras.

—No sabía que eras tan buena en matemáticas. — Soltó Christopher, era obvio que estaba buscando un tema de conversación. —O al menos no fue la impresión que me diste ayer.

—Sí bueno, realmente la primera impresión no importa. — Soltó ella, no iba a decirle que él la ponía nerviosa. —Prefiero quedarme con las últimas, ahí es cuando realmente conoces a alguien.

—Si, tienes un punto. —Él sonrió. Ella le parecía interesante.

—¿De dónde conoces a mi primo?— Luna sabía que tenía que preguntar algo, si no, él iba a cansarse de tratar siempre de buscar un tema de conversación. —No sabía que eran amigos.

—Es raro realmente no sé bien cómo empezó nuestra amistad, no nos llevamos muy bien al principio. —Soltó una carcajada, y Luna sintió que les temblaron las piernas. — Tu primo es muy competitivo y yo también.

—¿Pero van a la misma preparatoria no?—Preguntó, no quería que la conversación con él terminara, era su oportunidad de conocerlo, era la oportunidad que había estado esperando hasta el momento.

—Claro. —lo miró por primera vez a los ojos, y no puedo evitar pensar en lo hermosos que eran. —¿Tú en qué preparatoria estudias? no te he visto.

—De todas maneras no creo que pudieras recordarme. —Soltó, todavía le dolía que él no pudiera recordarla, y que ni siquiera le haya prestado atención en los últimos dos años.

—Eres bastante cruel. —Soltó. — No suelo prestarle atención a la gente en la calle. —Se defendió.

—No pasa nada, tampoco es como que tuvieras que prestarme atención. — Dijo luna, aunque por dentro se moría porque él lo hiciera. — Estoy en la universidad.

—¿Qué?— Christopher frenó en seco y la observó confundido. — Tú no eres mayor que yo.

—No, pero de todas maneras estoy en la universidad. — Luna elevó ambos hombros. —me salté dos años en la primaria.

—Oh increíble. —él comenzó a caminar nuevamente y Luna lo siguió. —Eres una mini genio.

—No creo serlo. — Luna sonrío. —Creo que tenía demasiado tiempo libre cuando era chica.

—¿Esta es la parada del autobús?— Preguntó Christopher sentándose en el banco antes de que Luna pudiera responder.

—Si, si lo es. —Luna tomó asiento a su lado. Y lo observó. Incluso con la poca luz de la noche él se veía hermoso.

Lo vio rebuscar en su mochila y se sorprendió bastante cuando sacó de esta una caja de cigarros y un encendedor. No porque él no tuviera edad para hacerlo, sino porque creía que él era un atleta.

—No puedes llevarte bien con Dios y con el diablo. —Soltó Luna, sin pensar en sus palabras. —¿Lo sabes?

—Lo sé, no es necesario que me lo recuerdes. —Su respuesta tan tajante la incomodó, pero sabía que se lo merecía por meterse en cosas que no le correspondían.

—Bien. —Dijo secamente.

—Perdón Luni.—Odiaba que la llamaran así, pero que él lo dijera, la volvía loca. —Solo lo hago cuando estoy nervioso, y estoy teniendo unos días un poco complicados.

—Pues lee un libro, a mí me ayuda. — Ella sabía que él no era de los que leían un libro, pero no sabía qué más decirle.

—No me gusta leer. — Soltó, llevándose el cigarro a la boca.

—Pues canta, una vez leí que eso ayuda con los nervios. — De repente la conversación le parecía graciosa.

—Se me da fatal cantar. — respondió Christopher, mirándola a los ojos.

—Sal a correr, puede ayudarte a liberar energías. — Rodó los ojos.

—Te aseguro Luni que correr no me hace falta. — Le regaló una sonrisa. —lo hago todos los días.

—Besa a alguien, no sé. — Luna sintió como sus mejillas se encendían después de decir esto. —Pero creo que hay maneras más saludables de pasar los nervios.

—No tengo a nadie a quién pudiera besar en este momento, y justo ahora estoy nervioso. —Luna sintió que se hacía chiquitita en el banco, no sabía si de la vergüenza, o porque él no la consideraba una opción. —Me tiene nervioso el examen de mañana, tiene que irme bien, porque si no entro a la universidad, mi carrera de atleta se va a ver afectada.

—¿Tienes que ir a la universidad para poder ser un atleta?— Preguntó Luna, no tenía mucha idea sobre el tema.

—No, pero mi madre va a matarme. — Soltó una carcajada. —No es que me importe realmente la universidad, desde chico tengo en claro que quiero ser de grande, pero es un trato que hice con mis padres, primero los estudios, luego el básquet.

—Va a irte bien, tienes que tenerte un poco de fé. — Luna trató de consolarlo, aunque realmente no sabía si iba a irle bien. —Y si necesitas ayuda, puedes pedirmela.

—¿Qué estudias en la universidad?— Preguntó Christopher. —Me da curiosidad saber qué es lo que estudia una mini genio.

—Ingeniería química. — Soltó Luna sin más. Estaba tan nerviosa que no se sentía capaz de mantener una conversación, y temía que él pensara que era una aburrida.

—¿Cómo haces para estudiar algo así y trabajar al mismo tiempo? —Preguntó sorprendido.

—Realmente no lo sé. — Sonrió. — Aunque la verdad es que sí termino muy cansada.

—Creo que ese es tu autobús. — Ambos se levantaron del asiento y miraron en la dirección que venía. — Lo es ¿No?

—Creo que sí. —ella no quería irse, quería detener el tiempo y quedarse, seguir hablando con él de cosas que no tenían mucho sentido, y aunque sabía que no estaba teniendo la mejor conversación de su vida, quería que durara un poco más. —Gracias por acompañarme.

—No hay de qué, Gracias a ti por ayudarme hoy, la próxima vez que nos veamos, te cuento cómo me fue. — Le regaló una última sonrisa.

Luna cómo pudo subió al autobús, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para que las piernas le funcionaran. Por fin había podido hablar con él, por fin había podido conocer un poco de él, al fin Christopher la había notado, y eso la hacía muy feliz.

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