...SEBASTIAN:...
Mi familia estaba cenando cuando entré al comedor de la mansión.
— Sebastian — Dijo mi padre cuando quise pasar de largo hacia el pasillo, me detuve en seco y giré mi vista hacia él, forzando una expresión serena.
Estaba sentado en el extremo de la mesa, como el digno marqués que era.
— Dígame.
— ¿Qué modales son esos? — Reprendió mi madre, en el lado derecho de la mesa — Siéntate a cenar.
— Tuve un día largo, necesito irme a descansar.
— ¿Hablaste con el Conde Lean? — Insistió mi padre, limpiando su boca con una servilleta.
No deseaba casarme todavía, pero mi padre me estaba presionando con eso, no esperó ni dos días después de llegar de mi viaje a Hilaria para empezar a hostigar mi paciencia con un casamiento urgente. En mi ausencia, él organizó un baile para las nuevas debutantes de la temporada y como era de esperarse empezó a echarle el ojo a las posibles futuras nueras que quería para mí, puso especial atención en las hermanas menores del Conde Roster, solo por la razón de que tuvo una larga amistad con el padre fallecido de los Roster.
Mi padre me quería ver casado antes de fallecer, no es que tuviera enfermo, pero su voluntad era que yo tomara el título de marqués estando casado y si era posible con herederos, para asegurarse de que yo cumpliera con mis responsabilidades.
No es que fuese un irresponsable o libertino, es que le dedicaba más tiempo a mis investigaciones de campo.
La única razón por la que abordé al Conde Lean en uno de los clubes de caballeros fue para complacer a mi padre.
— De hecho, vengo de reunirme con él.
Mi hermano pequeño Leandro estaba enfrascado puro en comer, tomando todos los bocados de la mesa, si seguía así, terminaría por reventar.
— ¿Con quién se casará mi hermano? — Preguntó con la boca llena de carne y papas— ¿Con la del bastón?
Fruncí el ceño ¿La del bastón? El conde no mencionó nada de eso.
— ¡No hables con la boca llena! — Siseó mi madre, enojada — ¡Comportate!
Mi hermano no hizo el menor caso, siguió masticando con prisa.
— La Señorita Eleana Roster no es la mejor opción — Comentó mi padre — Pero, es la mayor.
— El Conde Lean aprobó mi petición para casarme con ella — Dije, de pie junto a la mesa — ¿Por qué dices qué no es la mejor opción?
— Porque esa pobre señorita está casi lisiada — Mi madre hizo un gesto de pena — Carga con un bastón para poder caminar. No es por menospreciar, pero no es buena candidata para esposa, dudo que pueda cargar con un bebé. Estuvo toda la celebración sentada en una esquina.
Tal vez el conde no lo comentó para que yo no rechazara la propuesta. No me importaba en lo absoluto, al fin y al cabo solo iba a casarme para cumplir con mi deber y con la voluntad de mi padre.
— Cásate con ella, le estarías haciendo un favor a esa pobre chica, dudo mucho que tenga suerte en encontrar a otro pretendiente, lo importante es que está en edad fertil — Concluyó mi padre, lanzando una mirada a mi madre.
— ¿Cómo harás para cargar con semejante cosa? Además de discapacitada, está pasada de peso — Criticó mi hermano, como si él estuviera en buena forma.
— ¡Cierra la boca, Leandro, más vale que empieces a moderar tu forma de hablar, me hiciste pasar pena frente a los invitados de la celebración! — Gruñó el marqués, con mirada severa.
— Lo siento — Dijo él, con indiferencia, sin dejar de comer.
— Yo me retiro a mis aposentos, mañana tengo que ir a la mansión a presentarme ante la Señorita Eleana Roster y a organizar lo del compromiso.
— Mucha suerte con eso, no te preocupes, todo saldrá bien — Me deseó mi madre, con una sonrisa en los labios.
...****************...
Me levanté más temprano de lo normal, antes de partir a la mansión Roster decidí organizar mi libreta con las anotaciones que hice durante mi viaje.
Dejé mi escritorio limpio y con el ayuda de cámara me alisté para la cita. Hoy conocería a la que sería mi esposa y aunque no era algo que me emocionaba, me sentía ansioso.
Me coloqué un traje oscuro, con un pañuelo y chaleco gris, ajusté mi sombrero y mi abrigo.
Salí de la mansión antes de que mi padre me visualizara, el lacayo ya tenía preparado un carruaje.
Prefería montar, pero como se trataba de mi primer encuentro con la familia Roster, quería dar una buena impresión.
El carruaje se detuvo después de unos minutos frente a una mansión de dos pisos, con inmensos jardines y flanqueada por un bosque extenso que llamó mucho mi atención.
Bajé del carruaje cuando el lacayo abrió la puerta para mí y subí las escaleras de la mansión.
Toqué y un mayordomo abrió la puerta.
Abrí mi boca para hablar.
— Adelante.
El Conde Lean ya tenía preparado el recibimiento.
Entré a la mansión, encontrando un amplio vestíbulo color caoba, con un estilo conservado, pinturas familiares en las paredes y una amplia escalera.
El Conde Lean estaba en medio del vestíbulo.
Me quité el sombrero.
Me dió la bienvenida e hice una reverencia.
Observé hacia las dos personas que se hallaban con él.
— Mi lord, supongo que esta es su familia — Dije, observando a la señora de cabello rojo y rostro maduro y luego a la señorita que estaba de pie junto a ella.
Era una mujer hermosa, de cabellos castaños rizados y cuerpo un poco voluminoso, con grandes curvas, pero lo que llamó mi atención fue el bastón en su mano, apoyado en la alfombra.
Di por hecho que ella era mi futura esposa.
— Soy la Condesa Elena Roster — Se presentó la doña, haciendo una reverencia — Viuda del Conde Morgan Roster — Elevó su mano hacia mí y le dí un beso en el dorso.
— Un honor conocerla, yo soy Lord Sebastian Mercier.
Dirigí mis ojos a la señorita.
— Encantada de conocerlo, mi lord, soy Eleana Roster, soy la mayor de las hermanas del Conde Lean — Se presentó, haciendo un intento de reverencia, a pesar de llevar bastón lo hizo muy bien.
Le dí una sonrisa cálida.
Eleana Roster.
Entonces ella si era mi futura esposa, la idea no me desagradaba en lo absoluto, de hecho la señorita me pareció sumamente encantadora.
— Es un placer conocer a tan hermosa señorita y a la que será mi futura esposa.
Hizo un gesto tenso.
El Conde Lean se aclaró la garganta.
— Disculpe, pero ella no es la señorita de la que le hablé.
No comprendí absolutamente nada, mi confusión y mi vergüenza por lanzar aquel piropo se hicieron notar.
— ¿Ah, no? Disculpe mi confusión, señorita.
La observé, parecía nerviosa, de hecho el conde también lo estaba e intuí que algo más estaba pasando.
— No es de importancia.
— La señorita está en la sala de té, es mi hermana pequeña.
Se suponía que iba a casarme con la mayor y que era lo que correspondía, pero al parecer el conde había cambiado los planes sin consultarme antes.
— Pero, usted mencionó que sería la mayor de sus hermanas.
El conde se sonrojó, estaba apenado.
— Temo que hubo una confusión, la señorita Eleana ya está comprometida.
¿Comprometida? Mi padre había dicho que aquella señorita no tendría suerte para conseguir ningún pretendiente debido a su condición, no era posible que de un día para otro su hermano la comprometiera, más cuando me dió su palabra.
El conde Lean me estaba ocultando algo más, ni siquiera mencionó ningún compromiso cuando nos reunimos.
Me sentí decepcionado, más cuando la Señorita Eleana me pareció encantadora.
— Mi hermana recientemente fue presentada en sociedad, pero está preparada para asumir su deber — Continuó el conde, mientras mi mente divagaba en lo que estaba ocurriendo.
Él me guió hacia la sala de té y su familia nos siguió.
Una señorita de cabellos rojos ondulados recogidos en un tocado, se levantó de un sillón donde se hallaba sentada.
Me tensé al verla.
Era una criatura muy hermosa, de piel blanca y ojos claros, con un vestido esmeralda recatado.
Yo no era un hombre de urgencias, pero mi miembro dió un respingo.
Noté que todos parecían tensos cuando nos acercamos.
La sonrisa que tenía la señorita se borró al verme y supe que ella no tenía la misma impresión de mí.
— ¿Quién es él? — Su melodiosa voz suave me hizo volver a sentir un tirón en mi masculinidad, pero mi desconcierto aumentó, eso significaba que esa señorita no estaba informada — ¿Dónde está...
— Lord Mercier, quiero presentarle a su futura esposa, Emiliana Roster — Su hermano la interrumpió y supe que algo andaba mal.
La expresión de la señorita se llenó de irritación y confusión. Todos se quedaron en silencio y me sentí sumamente incómodo.
— Hija, querida, saluda al joven — La condesa cortó el silencio, forzando una sonrisa amigable.
La señorita tragó con fuerza, parecía tener náuseas.
— No comprendo.
— Lord Sebastian Mercier será el hombre con el que te cases — El Conde Lean lo dijo con un tono autoritario.
La Señorita Emiliana giró sus ojos hacia su hermana, las pupilas se le humedecieron con dolor y su hermana también pareció sentir lo mismo.
— ¿Qué? ¿Cuándo lo decidieron? — Su voz perdió fuerza, empezó a temblar.
— Ayer, le he hablado a Sebastian de ti y se a mostrado encantado.
El conde mintió de nuevo, me habló de sus hermanas, pero estuvo más enfrascado en la mayor. ¿Por qué rayos estaba haciendo algo así? No quería estar involucrado en ningún matrimonio forzado y menos participar en lo que estaba tramando aquella familia para esa pobre señorita.
Aunque, no podía arruinarlo, ya que yo fui el que abordó al conde y si rechazaba aquella oportunidad dejaría la reputación de su familia en tela de juicio. Además, si llegaba a la mansión de mi padre habiendo rechazado el compromiso, él me daría un sermón y hasta podría me desheredar.
Mi padre era fiel a las costumbres, yo debía cumplir mi compromiso, independientemente del cambio del conde.
Tal vez esa señorita se metió en un lío, tal vez su dignidad estaba manchada y necesitaban casarla para que la reputación de la familia no se viera afectada.
Así que me aclaré la garganta.
— Señorita Emiliana, perdone lo imprevisto del asunto, pero soy una persona que no duda en dar sus pasos y de acuerdo con lo que me dijo su hermano, usted está dispuesta a casarse, le prometo que será muy agradable para ambos — Dije, siguiendo la corriente al conde, pero esa señorita pareció indiferente a mis palabras.
— No, hubo una equivocación...
Su voz tenía tono amargo.
— No hay equivocación, entiendo que necesitas tiempo — Me percaté de la mirada discreta de advertencia que le dió su hermano — Ya puedes retirarte mientras organizamos la fecha del compromiso.
La señorita se marchó de forma impetuosa, chocando su hombro con el de su hermana y ella le siguió enseguida, tambaleándose con su bastón.
Lean Roster me dió una sonrisa despreocupada.
— Perdone, Lord Sebastian...
— No tiene que ocultar nada, dígame ¿Por qué está forzando a su hermana a casarse conmigo? ¿Por qué cambió sus planes y me ocultó lo que verdaderamente tenía pensado hacer? — Lo confronté y su madre asintió con la cabeza hacia él.
— Disculpe que haya actuado de esa forma, pero supongo que es mi deber contarle mi cambio de parecer.
— Lord Sebastian, no quisimos engañarlo — Dijo la condesa, muy apenada.
— ¿Por qué hicieron algo así?
— Le pido que no comente esto con nadie — Dijo Lean, ondeando su mano hacia el sillón para que me sentara, decidí hacerle caso y tomé asiento.
— Dígame y después decidiré si reservarlo solo para mí.
La condesa caminó hacia la vitrina y sirvió dos copas con vino, se acercó y nos las entregó.
Bebí, esperando a que el conde hablara.
— En un principio si tenía planeado entregarle a mi hermana mayor, pero surgió un imprevisto y es que Emiliana estaba recibiendo cartas a escondidas e incluso planeaba fugarse con el que se las enviaba.
— ¿Por qué no la casaste con ese hombre?
El conde se tensó.
— Porque se trata del Duque Dorian Fodewor.
Me estremecí de solo escuchar ese nombre.
Era un sujeto despiadado que trabajaba para la tirana de la reina Vanessa. El duque era un asesino, torturador e incluso se rumoreaba que asesinó a su propio padre.
Todos en el reino le temían.
— Estamos haciendo esto para proteger a mi hija — Dijo la condesa — Ese hombre no tiene buenas intenciones con Emiliana y la única forma de librarla de ese ser es un matrimonio, usted es buen prospecto.
— Por favor, Lord Sebastian, entienda mis razones.
Los observé a ambos.
— Acepto y descuiden, no mencionaré nada.
Emiliana Roster:
...EMILIANA:...
Siempre soñé con casarme con alguien por el que sintiera amor. No quería un matrimonio arreglado, porque no quería soportar ser infeliz el resto de mi vida, a la sombra de un esposo que solo me viera como una yegua para crías. Aún no era presentada ante la sociedad cuando conocí al duque Dorian Fodewor.
Decidí ir a la modista con mi madre, en la ciudad del puerto. En una de las calles, mientras compraba una botana junto, sentí una mirada y me giré, a unos pocos metros se encontraba el hombre más hermoso que había visto, tenía el cabello largo y suelto de forma salvaje sobre sus hombros, ropas negras y una mirada misteriosa, su piel era blanca y su cuerpo fornido.
Me quedé petrificada al principio, cuando él se acercó, preocupada por mi madre, observé a un lado, pero ella se había alejado para mirar unas flores en un puesto.
Empezó a hablarme, con esa voz melodiosa me dijo quien era y que estaba encantado con mi belleza.
Se presentó como duque y le di mi nombre.
— ¿Es usted de por aquí? — Preguntó, mientras sus ojos se quedaban fijos en mi rostro, me sentí sumamente nerviosa, aquella era la primera vez que un hombre se me acercaba.
— Si, mi casa está a unas horas de camino.
— Su apellido me suena ¿Es familia del fallecido duque Morgan?
— Soy su hija.
Alzó las cejas, sorprendido — Oh, eso significa que usted es una señorita de clase alta.
— Digamos que sí.
Jugó con su hermoso cabello y sus labios gruesos se entre abrieron.
— ¿Usted está debutando?
Casi me estremecí por su forma tan directa de ser.
— No, aun no tengo mi primer baile, pero ya tengo la mayoría de edad — Dije, emocionada, no era para menos, había pescado la atención de un duque sin mucho esfuerzo.
— Es usted muy hermosa — Me sonrojé — Perdone que sea tan directo y poco sutil, pero me ha interesado su persona, estoy buscando esposa y no cualquier esposa, quiero a una por la que sienta al menos una pisca de emoción. Al verla, sentí eso — Me evaluó, con emoción en su mirada y sentí mi corazón acelerarse.
— Temo que va muy rápido, si quiere conquistarme tiene que hacerlo de la forma adecuada, no en plena calle — Dije, con postura segura.
— Tiene razón, pero tiene que saber que yo no soy un duque de buena reputación — Confesó y me tensé, sintiéndome un poco decepcionada — Trabajo para la reina Vanessa, soy uno de sus carniceros ¿Si sabe a lo que me refiero? — Negué con la cabeza — Si la reina me ordena matar, lo hago.
Eso significaba que el duque no sería aceptado por mi familia. Especialmente, por mi hermano mayor, quien era mi tutor.
Los duques tenían prestigio, pero al saber que era un asesino sabía que su título no tendría validez para Lean, mis pretendientes debían ser de buena familia y cuando debutara pretendía atraer la atención de alguno de ellos.
— Disculpe, pero no puedo aceptar sus pretensiones — Hice ademán de alejarme.
— Espere, señorita — Dijo y giré mi rostro para observarlo — Entiendo que le asuste, pero yo no le haré daño — Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones — Le escribiré.
— ¿Cómo?
— Cartas, podemos conocerlos mediantes ellas mientras usted se prepara para debutar.
— Mi hermano no recibirá cartas y menos de usted — Fruncí el ceño.
— Descuide, su hermano no tiene que saberlo.
No sonaba muy convencida, el duque se marchó sin esperar respuesta y me quedé muy pensativa con nuestro encuentro.
Después de eso, pasó una semana y mientras estaba el jardín leyendo, escuché un silbido.
Observé a todos lados.
Alguien hizo un gesto, del otro lado de la puerta se rejas que usaban los jardineros para botar los restos de ramas y hojas secas cuando podaban.
El jardín daba un bosque.
Antes no había un muro, pero después de que Eleana llegó toda sucia y con el bastón roto, mi padre decidió levantarlo.
Me aproximé, desconfiada.
Un sirviente que no era de la casa estaba del otro lado.
— ¿Es usted la Señorita Emiliana?
Asentí con la cabeza.
Me tendió un sobre entre las rejillas.
— Es para usted.
La tomé y empecé a abrirla.
— Vendré a recoger su respuesta mañana.
Se marchó sin siquiera dejarme hablar.
La carta era el duque.
Empecé a leerla, notando que su letra era hermosa y los versos que escribió mucho más. Volvió a presentarse, usando palabras hermosas describió su primera impresión sobre mí y no pude evitar sonreír.
Corrí adentro y entré en mi habitación para responder a la carta.
No fue la única.
Los sobres empezaron a ocupar el cajón de mi escritorio, enamorándome cada día más y llenando mi corazón de una ilusión inmensa.
El duque Dorian era todo un poeta y en cada carta empecé a necesitarlo cada vez más.
La fecha de la celebración llegó, sería en la mansión del Marqués Lorenzo y por medio de la carta puse en aviso al duque, para poder reencontrarme con él.
Iría con mis hermanos, pero no pensaba mencionarles nada, el duque sería quien abordaría a mi hermano, pero no en la celebración, aquella era una forma para hacer creer que allí fue nuestro primer encuentro y que Lean no sospechara nada de que llevaba tiempo hablando por cartas con el duque.
Sabía que no sería fácil lidiar con Lean y menos con sus prejuicios.
Al terminar los bailes me reuní con Dorian en uno de los balcones, donde me mencionó que pediría mi mano, pero lamentablemente no contaba con que Eleana me descubriera y que se lo tomara tan mal.
Al final accedió a guardar el secreto y me tranquilicé.
En la siguiente carta Dorian mencionó que si era necesario fugarnos para estar juntos, estaría dispuesto a hacerlo.
...****************...
— Emiliana, alístate, vendrá un pretendiente a pedir tu mano — Me informó Lean días después del baile, en el comedor.
— ¿En serio? — Me emocioné como tonta.
— Así es — Dijo, de forma seria.
Tenía que ser Dorian, él era el único pretendiente que tenía.
Estaba tan felíz y emocionada que fui a despertar a Eleana para contarle lo sucedido, casi no la dejé hablar, pero estaba segura que sería Dorian.
Mi hermana no lo arruinó, ella guardó el secreto y gracias a eso, Dorian vendría a verme.
Me marché a mi habitación para alistarme con ayuda de una de las sirvientas, me coloqué un vestido verde y recogí mi cabello.
Mi madre entró en la habitación.
— Espera en la sala de té, nosotros recibiremos al invitado — Dijo, con una sonrisa débil, aunque me percaté de que parecía tensa.
— Está bien — Me observé en el espejo.
A Dorian le iba a gustar mi apariencia, en aquel balcón, casi estuvo a punto de besarme.
Salí, muy animada hacia el salón y tomé asiento, con mis manos sudando dentro de los guantes de encajes.
Mi familia entró después de varios minutos y me levanté rápidamente.
No era Dorian.
Había un hombre muy diferente entrando.
Era un hombre de cabellos negros y ojos azules, un completo desconocido.
Era mi futuro esposo.
Mi familia me entregó a un hombre que ni siquiera conocía, pero lo que más me dolió fue que Eleana me traicionara.
Al verla a los ojos, supe que ella lo había hecho.
Ni siquiera asimilé nada después de que mi hermano me informara que le había dado el permiso a ese hombre para casarme.
Me retiré apenas Lean lo ordenó.
Sentí a Eleana siguiéndome y apuré el paso.
— ¡Emiliana, por favor, detente! — Suplicó, sin poder soportar mi marcha.
Decidí detenerme y enfrentarla.
No pude evitarlo, la furia y el dolor me hicieron darle una bofetada que hizo eco por todo el pasillo.
Se le salieron las lágrimas por el golpe.
— ¡Me has traicionado, confié en tu palabra! — Grité, derramando lágrimas — ¿Por qué me has hecho esto? Arruinaste mi oportunidad de ser felíz.
Sollozó.
— Hermana... Entiende, ese hombre es un asesino, un...
— ¡Cállate, yo lo sabía y no me importaba en lo más mínimo, creí que eras más razonable, pero ya veo que no, eres igual que Lean, juzgas a la gente, como si las conocieras! — Grité, sintiendo una horrible sensación en mi pecho — ¡Eras diferente, conocías el peso del prejuicio, pero tu misma te comportas como todo el montón de idiotas que te tacharon de anormal y te despreciaron!
Negó con la cabeza entre sollozos.
— ¡Eso no es cierto, ese hombre me hizo algo en el pasado y por eso hice lo que debía hacer, protegerte de él! — Gritó, su voz se rompió.
No, no podía creerle, no cuando orquestó con mi hermano y mi madre aquel compromiso con ese hombre que no había visto en mi vida.
Estaba dolida y ardida, así que no me importó clavarle algunas flechas.
— ¡Eres una mentirosa, una envidiosa, estás celosa de que tenga más atención de los chicos que tú y por eso estás inventando eso, a pesar de que siempre recibiste los mimos y las atenciones de nuestra familia, yo jamás te traicioné, ni te hice ningún mal, pero tú me haz clavado una daga por la espalda y nunca te lo perdonaré! — Sentí el odio arder en mis ojos — ¡Mi hermano y tú, están muertos para mí!
Me alejé y escuché como su bastón caía al suelo.
Estaba segura de que Dorian vendría a salvarme.
...****************...
No escapé, confiaba en que Dorian vendría a buscarme, a evitar el compromiso y el casamiento.
No salí de la habitación, observé por la ventana como los sirvientes vigilaban el jardín y hacían rondas cerca del muro.
Resoplé, aquello obviamente era obra de Lean.
Registré mis cajones y aunque mis cartas estaban allí sabía que Eleana las había registrado.
La muy desgraciada no le importó hacer esfuerzo de subir las escaleras para arruinar mi futura vida con el duque.
No me importaba, el duque vendría, de eso estaba segura.
Mi madre entró varias veces a la habitación, después de que yo se lo permitiera.
— Entiende, Emiliana, es por tu bien — Dijo, con suavidad, viendo como volvían a salir las lágrimas de mis ojos — Puede que ahora te cueste aceptarlo, pero Lord Sebastian es un buen hombre, es apropiado para ti.
— No... Tu no entiendes... Jamás podrías entenderlo, te casaste con mi padre sin amarlo... — Abracé mi almohada.
Ella suspiró — Pero, terminé amándolo.
— Yo no podré amar a otro hombre que no sea Dorian.
— ¿Estás segura que amas a ese hombre? — Me preguntó — Tal vez solo fue una ilusión, tu primera ilusión y por eso...
— Vete, por favor, no quiero hablar con nadie — Dije, dándole la espalda.
Mi madre respiró con fuerza — De acuerdo, te dejaré sola.
— No quiero que nadie más me moleste.
Dorian llegaría en cualquier momento, sabía que sí.
La puerta volvió a sonar después de unos minutos, pero no me moví de la cama.
— ¡Soy Eleana, por favor, abreme la puerta, quiero hablar contigo!
— ¡Lárgate! — Grité, sintiendo furia de nuevo — ¡Ya debes estar satisfecha! ¿Esto era lo que querías? ¡Ahora soy una prisionera y me casarán con un desconocido! ¡Dorian vendrá a salvarme!
— ¡Entiende, por favor, ese desconocido te tratará mejor que el duque, tal vez fue amable para ganarse tu confianza...
— ¡Cierra la boca, el duque me salvará de este compromiso!
...****************...
Dorian no llegó, el día del compromiso llegó y me alistaron a la fuerza, bajé al jardín donde se llevaría a cabo la celebración.
La familia del tal Lord Sebastian estaban presentes y también había una música de ambiente que solo agradó mi tristeza.
Eleana no estaba, supuestamente se hallaba enferma, pero sabía que era solo una mentira.
Lord Sebastian estaba sentado en uno de los bancos y se levantó al verme.
Su mirada me recorrió, pero lo ignoré completamente cuando se acercó.
— Buenos días, señorita Emiliana, está usted muy hermosa.
Lo dudaba, tenía rostro demacrado de tanto llorar, el maquillaje no podía disimularlo por completo.
No le contesté y apretó su mandíbula.
Su padre empezó la ceremonia, dando unas palabras, pero yo estaba atenta a la entrada, esperando la llegada de Dorian.
Fue el turno de Lean de hablar y mi inquietud se agrandó.
Lord Sebastian sacó los anillos.
— Deme la mano, señorita Emiliana.
Lo dudé, mi hermano abrió los ojos como platos cuando me quedé quieta, sin reaccionar.
El día de la boda, seguramente Dorian vendría ese día.
Me consolé con eso.
Entregando mi mano al lord.
Él me colocó el anillo y después fue mi turno.
El resto de la velada permanecí callada.
...****************...
Salí del carruaje, con un incómodo vestido y un velo antiguo. A mí familia no le importó en lo absoluto vestirme con la misma prenda que usó mi madre para casarse, adelantaron la boda con tal de separarme definitivamente de Dorian.
Pero, sabía que él la impediría.
Dorian no podía olvidarse de mí.
Él me amaba.
Eleana estaba junto a la entrada de la capilla.
— Hermana, debes estar saltando de la alegría — Siseé, sin poder soportar verla allí con su rostro muy lavado, me provocaba golpearla con el ramo de flores — Oh, lo siento, olvidé que no puedes saltar — Observé su bastón — Sabes, es lo único que me alegra, saber que nunca podrás tener una vida normal y que tal vez hayas desperdiciado la única oportunidad que tenías de contraer matrimonio.
Lo sabía, me enteré a última hora que Lord Sebastian era el hombre con el que mi hermana se casaría.
No me importó verla dolida por mi comentario, yo que jamás me metí con ella, nunca la desprecié, siempre le quise y por eso me dolía tanto. Ella había arruinado la oportunidad que tenía para tener una boda diferente, para casarme con amor, con lo que casi ninguna mujer podía contar.
— Lo único que agradezco de esto es que me di cuenta de la clase de familia que son...
Mi hermano me reprendió.
Observé hacia las colinas antes de entrar.
Dorian, va a venir.
Pero, me equivoqué.
Dorian no llegó.
...SEBASTIAN:...
Me estaba cuestionando el haberme casado, con esa señorita. En la boda casi sale corriendo, estaba tan desesperada por huir que giraba su atención hacia la entrada de la iglesia, podía verlo e incluso se quedó un momento en silencio cuando el sacerdote hizo la pregunta. Yo no era ciego, ni tonto, la señorita estaba sufriendo, su semblante era apagado y su rostro un poco pálido, en sus párpados se notaban las huellas de las lágrimas. Deseé que dijera que no, pero en lugar de eso aceptó.
Al final, tuvo más peso el deber.
Debía querer demasiado al duque, a pesar de ser toda una rata, ella parecía amarlo.
Me volví a cuestionar si era lo correcto.
Lo sentía, pero yo tenía que cumplir con mi palabra y el duque no era más que un asesino que seguramente ni siquiera tenía buenas intenciones con ella. Era una ingenua si creía que ese hombre la amaba, solo le endulzó el oído, de eso estaba seguro.
De haberla querido, se hubiera presentado.
Yo, en cambio, nunca le faltaría el respeto.
Mis padres estuvieron muy contentos cuando les mencioné que no sería con la señorita Eleana que me casaría, sino con la menor de ellas y les mencioné que la mayor ya estaba comprometida, como Lean me pidió decirles.
Nos dirigimos a mi propiedad después de la boda, había dos carruajes, uno con las pertenencias de la señorita y otro en el que íbamos en completo silencio.
Ella se sentó al frente, quitándose el velo y dejándolo en su regazo.
El vestido que llevaba tenía grandes hombreras y estaba cubierto hasta el cuello.
Su cabello estaba recogido con peinetas.
La única piel que dejaba ver era la de su rostro pálido y sutilmente maquillado.
Yo en cambio eligí un traje plateado con azul, tenía el cabello peinado hacia atrás, pero no tenía mucho valor el haberme arreglado para la ocasión.
La señorita Emiliana actuaba como si yo no existiera, como si estuviera sola en el carruaje, no recordaba que me hubiese dirigido la palabra aunque fuese una sola vez.
No es que me importara, pero ahora estábamos casados.
Ella debía aceptarlo, el matrimonio de los nobles solía ser siempre por conveniencia, casi nunca había una pareja enamorada frente al altar, pero la señorita parecía estar pasando por algo inconcebible.
Me aclaré la garganta para hablar, harto de su silencio y su indiferencia.
— Señorita Emiliana, si queremos que esto funcione, debemos poner de nuestra parte — Dije, aflojando el pañuelo de mi cuello.
Por fin me observó, sin ninguna expresión.
— Yo no quería casarme.
— La mayoría no lo quiere — No pude evitar sonar irónico y pareció irritada, su pequeña nariz se arrugó un poco — Pero, ya es un hecho, estamos casados.
— Ninguna persona de esta sociedad le verá lo malo a casar a una pobre mujer a la fuerza con un desconocido — Sus ojos grises se llenaron de fuego — Menos un hombre.
Como si yo tuviera toda la culpa.
— Solo cumplo con mi palabra, señorita, puede que no lo vea o que me acuse, pero si yo no hubiese acudido, usted estaría en una delicada posición ahora.
— Estaría como siempre — Gruñó, frustrada — En mi casa, sin estar atada a un matrimonio.
No seguí discutiendo, no quería empezar con mal pie mi vida de casado.
El carruaje entró en mi propiedad, una extensa tierra llana, en el centro de la tierra estaba mi mansión, una arquitectura de tres pisos, de paredes de mármol y ventanas en arco.
Debido a mis negocios yo había ampliado la fortuna de mi padre y ahora tenía mis propias arcas repletas, eso sin sumar la dote de la dote de mi esposa, dinero que no iba a tocar.
El lacayo abrió la puerta y salí, pisando el patio de la casa.
Me giré, extendiendo mi mano hacia la señorita, ella dudó por un momento, pero la tomó y bajó del carruaje.
Se zafó rápidamente y subimos las escaleras.
Ordené a los sirvientes de la entrada bajar el equipaje, mientras le presentaba a Emiliana como mi esposa, a pesar de su disgusto, fue muy educada con todo el personal, correspondiendo a los saludos con gratitud.
Entramos al vestíbulo.
— Le enseñaré la mansión...
— ¿Dónde están mis aposentos? — Me interrumpió.
— Alis, haz el favor de guiar a mi esposa hacia los aposentos — Le ordené a una de las doncellas.
— Como ordene, mi lord. Por aquí mi lady — La sirvienta subió las amplias escaleras y Emiliana la siguió.
Me quedé observando como la señorita se alejaba.
Al parecer mi matrimonio no sería nada fácil.
...EMILIANA:...
La mansión se sentía tan ajena y comprendí que me costaría adaptarme.
Era gigantesca y con pasillos amplios.
La doncella me llevó hacia el segundo piso, hasta el final del pasillo donde había dos puertas, una al lado de la otra. Abrió la de la derecha y entré con ella.
— Esta es su habitación.
Tenía tonos claros, una pequeña sala y la amplia cama con cojines color gris, fundas color marfil. Había una amplia ventana al frente y al lado una cómoda con un enorme espejo.
Nada parecido a mi habitación.
Había una chimenea y también un ropero grande.
— ¿Le preparo un baño? — Preguntó la doncella.
— Sí, muchas gracias.
Ella entró por una puerta mientras me sentaba a la orilla de la cama, empecé a quitarme los accesorios y las incómodas zapatillas.
A Dorian debió pasarle algo, él no pudo abandonarme, no cuando me escribió todas aquellas cartas que aún llevaba conmigo.
Observé el anillo en mi mano después de quitarme los guantes.
Hubiese sido tan felíz a su lado.
No me importaba en lo más mínimo si era un asesino, pero todo quedó como una mera ilusión y ahora, era tarde, yo estaba casada con un completo extraño.
— El baño ya está listo.
— ¿Y mis pertenencias?
— Las traerán enseguida, le escogeré algo para que se lo ponga para cenar con Lord Sebastian.
Si pudiera quedarme encerrada allí para siempre, lo haría.
Caminé hacia el baño y me quité el resto de la ropa, después me sumergí en la bañera, cerrando mis ojos, suplicando que fuese un mal sueño.
Al salir, ya estaban mis pertenencias acomodadas en el armario.
La doncella me ayudó a vestirme y me peinó frente a la cómoda.
— Tiene un cabello hermoso, mi lady.
— Gracias, Alis.
— A mi lord le gustará como se ve.
Quise volver a llorar, pero me contuve.
— Listo, está preciosa.
Me dejó el cabello suelto, con dos trenzas recogidas en lo alto de mi cabeza.
El vestido que usaba era de casada, con un escote un poco pronunciado en el pecho. No quise molestar a la doncella para cambiar el vestido que eligió para mí, así que tomé una pañoleta del armario y me la coloqué para cubrir mi piel.
La doncella me observó extrañada, pero decidió guiarme sin cuestionar hacia el comedor.
Era un lugar amplio, con una enorme mesa y varias sillas, los candelabros iluminaban la estancia.
Lord Sebastian estaba sentado en el extremo y se levantó.
Apartó una silla cercana para mí.
Me aproximé, para no ser grosera acepté el asiento que me ofreció.
Volvió a sentarse y los sirvientes nos sirvieron la cena.
Observé a mi esposo, notando por primera vez que no era un hombre desagradable a la vista, tenía el cabello negro, peinado hacia atrás, llevaba una barba recortada adornando su mandíbula marcada, sus cejas era pobladas y espesas pestañas adornaban sus ojos azules claro.
Tenía hombros anchos y brazos gruesos que se marcaban en su camisa blanca. Lo que sugería que hacía ejercicios, como Lean.
La nuez en su garganta se movió cuando tragó un sorbo de vino.
Lo lamentaba, pero yo no tenía ojos para nadie más.
— No sabía que era hijo del Marqués Mercier, él fue amigo de mi padre — Dije, tomando mi tenedor para empezar a comer, no tenía apetito, pero en los últimos días no comí bien — Pensé que Lorenzo tenía un solo hijo.
El joven obeso que vimos el día de la celebración.
— Suelo viajar siempre, por eso no soy muy conocido por la nobleza.
Eso significaba que no teníamos que convivir todos los días, me sentí un poco aliviada.
— Entiendo.
Empezó a comer y también di algunos bocados.
— Estoy ocupado la mayoría del tiempo, necesitaré que se encargue de la casa.
— Lo haré, empezaré mañana mismo— Me preparé toda mi vida para asumir mi papel de esposa y señora de la casa, en lo segundo sería más dedicada.
Al menos así me distraería de mi infortunio destino.
Sus ojos azules se giraron hacia mí, pero no comentó nada.
Comí solo un poco — Quisiera retirarme a los aposentos, me siento un poco cansada.
— No comió casi nada — Observó mi plato.
— No tengo apetito.
— Debería comer más — Presionó, pero me levanté.
— Con permiso, mi lord.
Salí del comedor y me marché directo a mi habitación.
...****************...
Estaba durmiendo cuando sentí como la puerta se abría.
Abrí mis ojos y me senté sobre la cama.
Al principio no reconocí mi entorno, pero recordé lo sucedido y me tensé por completo.
Me puse de pie de un salto cuando una luz de candelabro se aproximó dentro de la habitación.
Me alejé lo suficiente cuando un hombre entró.
No, no era un hombre.
Era lord Mercier.
La luz del candelabro iluminó su rostro y parte de su cuerpo.
Me tensé cuando noté que estaba cubierto solo por un albornoz.
Retrocedí asustada, tratando de cubrir mis ropas de cama, con mis brazos.
— ¿Qué rayos hace aquí? — Siseé, alterada.
Se quedó inmóvil, con el rostro desconcertado.
— Vengo a consumar el matrimonio.
Me estremecí, con el corazón acelerado del susto.
Mi madre ni siquiera me explicó que era lo que sucedía dentro de los aposentos, pero el resultado de eso eran los bebés. Trató de explicarme antes de la boda, pero yo estaba tan enojada y dolida que no quise saber.
No sabía que lord Sebastian vendría hoy mismo.
— ¿Cómo dice?
Se aproximó y quise correr cuando dejó el candelabro sobre la mesita.
Se acercó a mí y me tensé más.
Tenía miedo y más cuando pegó su cuerpo al mío, me tensé cuando me rodeó con sus brazos.
Sentí algo muy grande y duro, contra mi abdomen, era como un bulto.
¿Qué era eso?
Me separé, asustada.
— ¿Qué sucede? — Me preguntó, con su voz más ronca de lo normal.
— No... ¿Qué le sucede a usted? — Pregunté, mi voz salió temblorosa.
Él tensó sus hombros y apretó la mandíbula.
— ¿Sabe lo qué se hace en los aposentos de los matrimonios?
— ¿Bebés?
— Ese es el resultado, me refiero al proceso — Se incomodó un poco, observando mi rostro y sentí mis mejillas arder.
— No... Se que hay una unión, pero no entiendo como pasa... — Me avergoncé más, cuando su mirada se oscureció, su cabello estaba alborotado, rozando su frente y más cuando se pasó una mano por el cabello.
Se aproximó nuevamente y me tensé.
— ¿Usted se ha tocado? — Preguntó y fruncí el ceño.
— ¿A qué se refiere con que me he tocado?
Él me evaluó de una forma intensa — ¿No... No sabe...
Me sentía cada más confundida y me abracé a mí misma.
— ¿Qué quiere decir con eso?
— Tenemos que consumar el matrimonio — Se desató el nudo del albornoz. ¿A caso iba a desnudarse? Mi miedo aumentó y más cuando abrió su bata.
Tenía un pecho con vellos esparcidos y unos músculos marcados en los pectorales y el abdomen.
Mi mirada no pudo evitar bajar hacia la extraña... Era algo largo que se erguía hacia arriba y mi miedo aumentó, no sabía porque, pero lo de la unión empezó a encajar con semejante cosa larga y enorme.
¿Dónde iba a introducir eso? ¿En qué parte de mi cuerpo? Mi miedo aumentó, eso seguramente me dolería mucho.
— ¡No quiero! — Me alejé rápidamente — ¡No puedo hacer algo así con usted! — Le di la espalda, sentí sus pasos descalzos en el suelo y se detuvieron a centímetros de mí.
— ¿Cómo que no puede? ¿Está en su ciclo?
No entendí nada ¿Qué tenía que ver mi ciclo con... Esto me estaba haciendo sentir muy incómoda. La cosa grande y larga que salía después de las líneas de su abdomen...
— No quiero.
— Escuche, señorita Emiliana, usted tiene que entender que nosotros somos esposos y que tenemos un deber que cumplir — Dijo, con una voz muy autoritaria.
— Yo no puedo cumplir con ese deber.
— ¿Por qué no?
— Porque no me gusta — Dije, girando mi cuerpo hacia él.
El lord se quedó un momento en silencio, observando mi rostro desde su altura con una expresión disgustada.
— Es mi derecho como esposo y es su deber como esposa — Gruñó.
— ¿Piensa obligarme? — Elevé una ceja y me crucé de brazos, su ceño se frunció y cubrió su desnudes.
— No, no haré algo así, jamás.
— Entonces, ya no hay nada más de que hablar, haga el favor de retirarse — Señalé la puerta interna que había usado para entrar.
— Si no es hoy, entonces será mañana o pasado mañana.
Negué con la cabeza.
— No voy a entregarme a un hombre que no ame y que nunca amaré.
Lord Sebastian Mercier:
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