Elías era un niño común y corriente, de esos que a menudo se pierden en el ruido del mundo. Vivía en un pequeño pueblo donde las nubes grises parecían colgar sobre las calles como un manto pesado, y la vida transcurría sin mucha emoción. Su abuela, una mujer de gran corazón y vasta imaginación, solía contarle historias de reinos lejanos donde la magia danzaba en el aire, pero esas historias eran solo susurros lejanos para Elías, atrapado en su monotonía.
Sin embargo, a pesar de su vida ordinaria, había algo en Elías que lo hacía especial. Su curiosidad era como un fuego, una llama que ardía en su interior, iluminando los rincones oscuros de su mente. Los sueños que lo visitaban cada noche eran su escape, mundos llenos de maravillas y criaturas fantásticas, pero también de sombras que parecían moverse en la penumbra. En esos sueños, siempre había un portal, un umbral entre lo conocido y lo desconocido, que lo llamaba con una voz suave pero insistente.
Una tarde, mientras la lluvia tamborileaba contra el tejado de su casa, Elías subió al desván, un lugar lleno de telarañas y objetos olvidados, donde las sombras se arrastraban como criaturas curiosas. Entre cajas cubiertas de polvo y recuerdos perdidos, sus ojos se posaron en un espejo antiguo, con bordes de plata que parecían desvanecerse en la penumbra. El marco estaba adornado con rostros distorsionados, como si cada uno estuviera atrapado en una risa silenciosa, sus ojos vacíos observando a Elías.
El espejo no era solo un objeto; era un umbral, una puerta a lo extraño y lo maravilloso. El reflejo de Elías se distorsionó, como si se tratara de un eco de un mundo donde el tiempo se retorcía y las reglas de la realidad se desvanecían. En un susurro casi inaudible, el espejo comenzó a hablarle, una voz rasposa que parecía venir de un lugar lejano y desconocido.
—“Bienvenido a Sombravelo, querido niño,” decía la voz, resonando en la habitación como un canto melancólico. “Todo lo que deseas y temes se encuentra al otro lado.”
Pero en los rincones oscuros de la mente de Elías, una sombra crecía. No era solo la emoción de la aventura; era el miedo, esa sensación que arrastra la piel y paraliza el corazón. Había escuchado historias sobre espejos que devoran almas, sobre mundos donde los sueños se tornan pesadillas, y ahora, con el corazón acelerado, se preguntó: ¿qué pasaría si la oscuridad que acecha en sus pesadillas se deslizara a través del espejo?
Aun así, había algo en el reflejo que lo atraía. Tal vez era la posibilidad de escapar de su vida, de los ecos de la soledad que lo perseguían. Sin pensarlo dos veces, alargó la mano hacia el espejo. La fría superficie del cristal se iluminó con un destello momentáneo, como si el espejo supiera lo que deseaba. Pero la advertencia estaba allí, sutil, casi inaudible: "No todo lo que brilla es oro, y no todos los sueños son dulces."
El espejo tembló, y antes de que Elías pudiera retractar su mano, una ráfaga de aire gélido lo envolvió, llevándose consigo el aire de la habitación. Un sonido ensordecedor llenó sus oídos, como el rugido de un mar embravecido, y de repente, el mundo se desvaneció.
Cuando Elías abrió los ojos, ya no estaba en su desván. Se encontraba en un bosque surrealista, donde los árboles se alzaban como guardianes de un secreto antiguo. Las hojas brillaban con un resplandor sobrenatural, y el cielo, de un púrpura profundo, estaba salpicado de estrellas danzantes. Un aire fresco y fragante llenaba sus pulmones, y el sonido de risas lejanas resonaba como música en el viento.
—"Has cruzado el umbral," murmuró una voz a sus espaldas. Elías se dio la vuelta, encontrando a una criatura singular: un cuervo con plumas deshilachadas y ojos rojos brillantes que lo observaban con una curiosidad inquietante.
El cuervo se movía con gracia, aunque su figura era inquietante, como un personaje de un cuento que se ha salido de su página. Sonrió con un aire de complicidad y un toque de locura, como si guardara un secreto que ni él mismo comprendía.
—“Soy Nox, el guardián de este lugar,” dijo el cuervo, su voz un susurro rasposo que parecía resonar en las sombras. “Sombravelo te ha llamado. Aquí, los sueños y las pesadillas son uno solo, y lo que has buscado en tu corazón te será revelado.”
Elías sintió una mezcla de temor y asombro. Este nuevo mundo estaba vivo, y aunque su belleza era hipnótica, había algo en el aire que le susurraba que no todo era lo que parecía.
Mientras Nox hablaba, Elías sintió un escalofrío recorrer su espalda, como si la sombra de la Niebla Devora-Sueños lo estuviera acechando desde las profundidades del bosque. La alegría de su llegada a este nuevo mundo se mezcló con un pálido eco de advertencia, recordándole que lo desconocido siempre guarda secretos oscuros.
—“Prepárate, Elías. Lo que encuentres aquí cambiará todo lo que creías saber sobre ti mismo,” dijo Nox, mientras el bosque parecía cobrar vida a su alrededor, susurros flotando entre los árboles como si las sombras tuvieran su propia historia que contar.
Y así, con el eco de los sueños y el aliento del miedo envolviéndolo, Elías dio su primer paso hacia el misterio de Sombravelo, sin saber que cada elección que hiciera lo llevaría más lejos de su hogar, y más cerca de enfrentar las sombras que acechaban tanto en este mundo como en su corazón.
Elías miró a su alrededor, fascinado y aterrorizado por lo que veía. Sombravelo era un lugar donde la magia parecía fluir a través de cada hoja y cada susurro del viento. A su alrededor, el bosque estaba lleno de vida: criaturas fantásticas danzaban entre las sombras, algunas brillando con una luz suave y cálida, mientras que otras parecían fusionarse con la oscuridad, ocultando secretos en sus ojos.
Nox, el cuervo, le sonrió con una extraña mezcla de complicidad y malicia.
—"Elías, este bosque tiene memoria. Aquí los sueños se manifiestan y las pesadillas se disfrazan de amigos. Debes tener cuidado."
A medida que caminaban, Elías sintió que cada paso lo sumergía más en un mundo donde lo extraño y lo maravilloso coexistían. No podía evitar pensar que, si alguna vez había tenido dudas sobre su propia valentía, ahora enfrentaría pruebas que pondrían a prueba su corazón.
Entre las sombras de los árboles, Elías vio a una criatura con la forma de un zorro, pero su pelaje era de un azul profundo y sus ojos, dos espejos que reflejaban las estrellas. Tenía orejas puntiagudas y una larga cola que parecía moverse como una serpiente enredada. A su alrededor, el aire chisporroteaba con energía mágica, como si el zorro estuviera hecho de los mismos sueños que poblaban la mente de Elías.
—“¡Hola, pequeño humano!”— dijo el zorro con un tono juguetón. Su voz sonaba como una melodía a medio tono, y cada palabra que pronunciaba parecía hecha de risas y ecos. —“Soy Fennel, el cazador de sueños. He venido a guiarte.”
Elías sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en la mirada de Fennel le decía que no podía confiar completamente en él. Aun así, su curiosidad lo llevó a aceptar la oferta.
Sin embargo, en el fondo de su mente, Elías no podía evitar pensar en lo que había escuchado sobre las criaturas de Sombravelo. Había historias sobre seres que aparentaban ser amigos, pero que, en realidad, llevaban a los incautos a trampas mortales. Y, por supuesto, la advertencia de Nox resonaba en su mente: “No todo lo que brilla es oro.” ¿Podría Fennel ser uno de esos seres engañosos?
El zorro parecía notar su indecisión. —“No temas, joven viajero. Aquí, en este bosque, todo es posible. Los sueños son reales, pero la verdad puede ser aún más extraña. A veces, uno debe perderse para encontrarse a sí mismo.” Su sonrisa se amplió, y por un instante, Elías tuvo la impresión de que el zorro conocía algo profundo sobre su corazón, algo que él aún no comprendía.
Fennel comenzó a moverse, su cuerpo deslizándose con elegancia a través del paisaje que parecía cambiar con cada paso. El bosque estaba lleno de murmullos: hojas susurrando secretos, ramas que crujían como si compartieran historias de antiguos viajeros perdidos. Elías lo siguió, atrapado en una mezcla de miedo y fascinación.
Juntos, Elías y Fennel se adentraron más en el bosque, y pronto se encontraron en un claro donde una extraña luz llenaba el aire. Aquí, los árboles tenían formas humanas, sus ramas extendiéndose como brazos, mientras que el suelo estaba cubierto de flores que brillaban con colores iridiscentes. En el centro del claro, una fuente emanaba un líquido dorado, que parecía brillar con una luz propia.
—“Esta es la Fuente de los Recuerdos,” dijo Fennel, sus ojos chispeantes. —“Los que beben de ella pueden recordar lo que han olvidado, pero también deben enfrentarse a lo que han perdido.”
Elías se acercó a la fuente, sintiendo una extraña atracción. La idea de recuperar sus recuerdos olvidados lo intrigaba, pero también le generaba miedo. Su mente se llenó de imágenes de su vida antes de Sombravelo: su abuela, sus sueños solitarios y, sobre todo, el miedo que lo había acompañado desde que era pequeño.
La luz de la fuente iluminaba el claro, creando sombras que danzaban de forma siniestra entre los árboles. De repente, un susurro llegó a sus oídos, una melodía suave y melancólica que parecía provenir de la fuente. Las flores comenzaron a moverse como si respondieran a la música, creando un espectáculo encantador y perturbador.
—“A veces, los recuerdos son más peligrosos de lo que parecen,” advirtió Fennel, sus ojos destilando sabiduría y travesura. —“Pero si decides beber, asegúrate de estar preparado para lo que pueda surgir.”
Elías se sintió atraído por el líquido dorado, sus pensamientos girando como hojas arrastradas por el viento. ¿Qué pasaría si recordara todo? Pero la pregunta resonó en su mente, y al mismo tiempo, una voz interna le advirtió que no todos los recuerdos eran bonitos. En el fondo, había sombras que lo acechaban, como monstruos esperando a que diera un paso en falso.
El temor se mezcló con el deseo, y por un momento, Elías se sintió abrumado. La fuente podría ofrecerle respuestas, pero ¿a qué precio? ¿Estaba preparado para enfrentar las verdades que podrían surgir, incluso si eso significaba recordar momentos de dolor y pérdida?
Un escalofrío le recorrió la espalda cuando se dio cuenta de que lo que había dejado atrás en su hogar podría ser más que simple nostalgia; era el peso de su propia historia, las sombras de sus temores que lo habían seguido durante años. La tentación de acercarse era fuerte, pero el temor de lo que podría descubrir lo paralizaba.
—“Elige con cuidado, joven viajero,” dijo Fennel, sus ojos fijos en Elías con una intensidad casi palpable. —“A veces, lo que buscamos en nuestros recuerdos puede ser la última clave para abrir las puertas de la verdad, o un camino hacia la perdición.”
Con el corazón latiendo con fuerza, Elías miró la fuente, sintiendo el calor del destino en su pecho. ¿Sería valiente y se aventuraría a recordar, o se quedaría en la seguridad de su ignorancia? La decisión lo acechaba como una sombra, y el bosque, con su belleza inquietante, parecía esperarlo.
—“El verdadero viaje comienza aquí,” pensó, mientras el murmullo del bosque se convertía en un canto, llamándolo hacia un futuro que ya no podía evitar.
Elías sintió el peso de la mirada de Fennel mientras se acercaba a la Fuente de los Recuerdos, la luz dorada brillando intensamente en su mente. Cada latido de su corazón resonaba como un tambor de guerra, un recordatorio de que la decisión que estaba a punto de tomar podría cambiar su vida para siempre. La melodía suave y melancólica que emanaba de la fuente envolvía el claro, creando una atmósfera de ensueño, pero también de inquietud.
Con un profundo suspiro, se acercó un poco más. El líquido dorado burbujeaba con una vitalidad casi hipnótica, reflejando imágenes distorsionadas de su vida: risas compartidas con su abuela, momentos de soledad y sueños que parecían al alcance de la mano. ¿Podría realmente enfrentar todo aquello que había intentado olvidar?
—“Recuerda, Elías,” interrumpió Fennel, su voz grave y melodiosa, “beber de la fuente no solo es recordar, también es aceptar. Lo que está oculto en tus recuerdos podría traer dolor, pero también puede liberarte.” Las palabras del zorro resonaron en su mente, recordándole que las sombras del pasado eran parte de su historia, una historia que aún no había terminado de contar.
Elías miró hacia el cielo púrpura que se extendía sobre él, donde las estrellas danzaban como luces titilantes. En ese instante, recordó las historias de su abuela, aquellas que le hablaban de la valentía y del poder de enfrentar los propios miedos. La voz suave de ella llenó su mente, como un eco del pasado: “A veces, querido mío, debes enfrentarte a la oscuridad para encontrar la luz.”
Su corazón palpitaba con fuerza, y, finalmente, se dio cuenta de que no podía seguir huyendo de sus recuerdos. La curiosidad y el deseo de entender quién era realmente lo empujaban hacia adelante. Sin pensarlo más, se inclinó hacia la fuente y sumergió sus manos en el líquido dorado. La sensación fue electrizante, como si la energía pura de sus sueños y sus temores fluyera a través de él.
Cuando llevó el agua a sus labios, un torrente de imágenes y sensaciones lo envolvió. Vio a su abuela sonriendo, un brillo de amor y calidez en sus ojos. Pero, de repente, esa imagen se desvaneció, y fue sustituida por el recuerdo de noches solitarias, la sombra de un miedo que siempre había estado presente en su vida. Vio cómo la soledad lo abrazaba, cómo se sentía atrapado en un mundo que parecía no tener lugar para él.
—“¡No!”— exclamó Elías, sintiendo que el dolor lo atravesaba como un rayo. Pero antes de que pudiera retirarse, el líquido dorado lo absorbió más profundamente en la vorágine de sus recuerdos. Se encontró en un mar de emociones, y cada ola era más fuerte que la anterior. Imágenes de risas y lágrimas se entrelazaban, formando un mosaico de su vida. La lucha interna entre el dolor y la alegría se volvió abrumadora.
De repente, una sombra emergió del fondo de su mente: la Niebla Devora-Sueños. Era una figura oscura y amorfa que se movía con rapidez, un monstruo que se alimentaba de sus miedos. Con su presencia, Elías sintió cómo los ecos de su soledad cobraban vida, susurrándole que nunca sería suficiente, que siempre estaría atrapado en la oscuridad.
—“¡Eres solo un niño perdido!”— resonó una voz profunda y sombría desde la niebla, llenando el aire con un frío gélido. —“Nadie te espera, nadie te quiere.”
El corazón de Elías se detuvo por un instante. Pero en medio de ese abismo, una chispa de valentía encendió su alma. Se acordó de las historias de su abuela, de los héroes que siempre encontraban la manera de vencer a las sombras. La luz de la fuente lo envolvía, y, a través de la bruma oscura, vio el rostro de su abuela sonriendo. Fue un recordatorio de que el amor y la memoria podían ser su fuerza, no su debilidad.
—“No tengo miedo de ti,” gritó Elías, sintiendo que su voz resonaba con un nuevo poder. —“Soy más que mis miedos. Soy el eco de mis sueños y la esperanza de mi corazón.”
Con cada palabra, la sombra retrocedió, debilitándose frente a su determinación. Las imágenes de su vida comenzaron a transformarse, y en lugar de dolor, comenzaron a brillar con una luz renovada. La Niebla Devora-Sueños se desvaneció, llevándose consigo los ecos de sus inseguridades.
Cuando finalmente se retiró de la fuente, Elías se sintió diferente. Aunque las sombras aún podían acechar, había encontrado una fuerza dentro de sí que nunca supo que tenía. A su lado, Fennel observaba con una mezcla de sorpresa y aprobación, sus ojos chispeando como si compartiera el triunfo.
—“Has elegido bien, joven viajero,” dijo el zorro, su voz cargada de admiración. —“Ahora has dado el primer paso hacia tu verdadera aventura. Aquí, en Sombravelo, te espera un destino lleno de desafíos y descubrimientos.”
Elías sonrió, sintiéndose más ligero, como si una carga hubiera sido levantada de su corazón. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero también estaba lleno de posibilidades. La luz de la fuente aún brillaba en su mente, recordándole que los recuerdos, incluso los más dolorosos, podían transformarse en poder.
Con un nuevo propósito, Elías miró hacia el sendero que se adentraba más en el bosque, su corazón latiendo con fuerza. Estaba listo para enfrentar lo que viniera, decidido a descubrir no solo los secretos de Sombravelo, sino también los de su propio ser.
—“Adelante,” murmuró, dando un paso hacia el misterio que lo aguardaba. Y así, con el eco de sus sueños y el fuego de su valentía, comenzó el verdadero viaje de Elías.
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