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Ecos De Eos

Capítulo 1: El Día en que el Cielo Cayó

El cielo de Solis estaba más oscuro de lo habitual esa noche, cubierto por una manta de nubes que apenas dejaba escapar el brillo de las estrellas. Era una ciudad que nunca dormía; sus luces de neón, sus edificios imponentes y el constante murmullo de gente llenaban el ambiente. Pero esa noche, todo se detuvo cuando algo mucho más brillante que la luna se deslizó sobre el horizonte.

Desde el techo de su edificio, Axel, de 17 años, miraba al cielo, completamente absorto por lo que veía. A su lado, su hermana pequeña, Maia, de solo 12 años, se agarraba nerviosa a la barandilla, sus ojos reflejando la misma luz que llenaba el firmamento. El cometa, un enorme destello de luz dorada y roja, cruzaba el cielo lentamente, como si desafiara las leyes del tiempo y el espacio.

"Axel, ¿crees que sea peligroso?" La voz de Maia temblaba, y aunque intentaba sonar tranquila, no podía ocultar el miedo en sus palabras.

Axel no respondió al principio, demasiado absorto en la imagen frente a ellos. Era algo fuera de lo común, algo que solo se veía una vez en la vida. Pero algo en el aire lo incomodaba, algo que no podía explicar. Sentía una energía pesada, como si el mundo estuviera conteniendo la respiración. Finalmente, respondió: "No lo sé... pero se siente... extraño."

El cometa continuaba su curso, su estela iluminando la ciudad como si fuera de día. Las calles, normalmente llenas de ruido y movimiento, estaban ahora en completo silencio. Todos miraban al cielo, asombrados, temerosos de lo que podría significar. Algunas personas sacaban fotos con sus teléfonos, otras rezaban en voz baja, pero nadie se movía. El fenómeno celestial había paralizado a Solis.

"Le llamaron 'Eos'," dijo Axel, recordando lo que había leído en las noticias esa misma mañana. "Dijeron que era un cometa antiguo, uno que aparece solo cada miles de años... Algunos creen que anuncia un cambio, el amanecer de una nueva era."

Maia lo miró, sus ojos brillantes. "¿Un cambio? ¿Qué tipo de cambio?"

Axel se encogió de hombros, sin poder ofrecer una respuesta satisfactoria. No era alguien que creyera en presagios o señales del destino, pero esa noche, algo dentro de él susurraba que todo estaba a punto de cambiar, y no necesariamente para mejor. Miró a su hermana, que seguía fascinada por la luz en el cielo, y sintió una punzada de preocupación.

El cometa Eos se fue desvaneciendo lentamente, su cola de fuego extinguiéndose a medida que se alejaba hacia el horizonte. Con él, parecía que también desaparecía la energía inquietante que había llenado el aire. Pero cuando todo volvió a la normalidad, Axel no pudo evitar sentir que nada volvería a ser igual.

"Deberíamos bajar ya," dijo finalmente, sacudiendo la sensación de inquietud. "Es tarde."

"Está bien," respondió Maia, aunque seguía mirando hacia el cielo, esperando ver algo más. Pero no hubo nada. Solo el cielo nocturno, vacío y silencioso.

Esa noche, Axel tuvo problemas para conciliar el sueño. Su mente vagaba entre pensamientos confusos: el cometa, la energía en el aire, la sensación de que algo estaba a punto de ocurrir. Intentó calmarse, diciéndose que todo eran imaginaciones suyas, que el cometa no era más que un evento astronómico espectacular, pero nada más. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, algo gritaba que no estaba en lo correcto.

El sonido de un trueno lo despertó abruptamente. Miró hacia la ventana de su habitación, esperando ver una tormenta, pero no había nubes en el cielo. Todo estaba en calma, demasiado en calma. Se levantó lentamente, sintiendo una presión en el pecho, como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto denso de repente. Caminó hacia el cuarto de Maia, asegurándose de que estuviera bien. La encontró profundamente dormida, ajena a la extraña sensación que lo rodeaba.

Axel decidió salir al balcón una vez más. Tal vez el aire fresco lo ayudaría a despejar su mente. Pero cuando abrió la puerta y sintió el frío de la noche en su piel, algo lo detuvo en seco.

Un destello cegador iluminó el horizonte. Era como si el cometa hubiera regresado, pero esta vez, su luz era aún más intensa, más cercana. Axel se agarró a la barandilla, su corazón latiendo con fuerza mientras veía cómo el cielo comenzaba a rasgarse. Una grieta luminosa se abrió en el firmamento, y del centro de esa grieta, algo cayó a la Tierra. No un cometa, no una estrella, sino una roca negra, enorme, envuelta en llamas, que descendía a una velocidad increíble.

Axel lo vio todo como en cámara lenta. La roca atravesó el cielo y se estrelló en las afueras de la ciudad, en un campo abierto. El impacto fue devastador. La tierra tembló bajo sus pies, y una onda expansiva recorrió Solis, sacudiendo los edificios y apagando las luces. Axel cayó de rodillas, el ruido ensordecedor del impacto llenándole los oídos.

En el caos que siguió, solo podía pensar en una cosa, el cometa no era una señal del amanecer de una nueva era. Era el principio del fin.

Capítulo 2: Los Despertados

Al Dia siguiente, las noticias se propagaron rápidamente por Solis. Era como si una chispa hubiera encendido la mecha del caos. La gente despertó con habilidades que desafiaban la lógica: desde el control del fuego hasta la manipulación del tiempo. Algunos, como Axel, se vieron atrapados en un torbellino de emociones y confusión. ¿Qué significaba todo esto? La pregunta lo atormentaba, y cada día se sentía más perdido.

Axel descubrió sus habilidades de la peor manera posible. Mientras caminaba por el mercado, un niño pequeño, huyendo de su madre, tropezó y cayó al suelo. Axel se agachó para ayudarlo, sintiendo una extraña energía fluir por sus manos. De repente, un calor intenso recorrió su cuerpo y, cuando miró, vio que sus dedos brillaban con una luz dorada. Sin poder controlar la situación, una pequeña llamarada brotó de su mano, iluminando la confusión que lo rodeaba.

Gritos de sorpresa llenaron el aire. La multitud se apartó, algunos mirándolo con asombro, otros con miedo. Axel sintió que el mundo se le venía encima. Gritó y apartó la mano, pero el daño ya estaba hecho. Había revelado su poder ante los demás, y la presión de las miradas lo abrumó. Regresó a casa, su mente llena de preguntas.

Esa noche, atrapado en su habitación, intentó entender su nuevo don. Se sentó en el suelo, rodeado de libros y papeles, y se concentró en lo que había sentido en el mercado. Después de varios intentos fallidos, logró que una luz dorada surgiera de sus manos nuevamente. Esta vez, se dio cuenta de que no solo podía generar fuego; también podía sentir la vibración del aire a su alrededor, el agua fluyendo y la electricidad en el ambiente. Era como si estuviera en sintonía con todos los elementos. Pero había un precio, cada vez que utilizaba su poder, una parte de él parecía desvanecerse. Su cuerpo se debilitaba, como si la energía le estuviera robando tiempo de vida.

A la mañana siguiente, Axel salió a las calles de Solis, decidido a aprender más sobre sus habilidades y a entender lo que estaba ocurriendo. Las noticias de la noche anterior llenaban el aire; la gente hablaba de los nuevos poderes que habían despertado. Sin embargo, la atmósfera era tensa. Algunos ya se habían agrupado en facciones, buscando protegerse y dominar a los demás. Axel sintió un escalofrío recorrerle la espalda al darse cuenta de que el mundo que conocía se desmoronaba a su alrededor.

Mientras se adentraba en el bullicio de la ciudad, Axel escuchó un grupo de jóvenes discutiendo en un rincón del parque. Eran conocidos de su escuela: dos de ellos eran Elementales, Camila y Lucas, capaces de manipular el fuego y el agua. Otro era un Psíquico, Hugo, un chico que había destacado en las clases por su astucia. La conversación giraba en torno a la creciente violencia entre las facciones. Axel se acercó, sintiendo la necesidad de entender más.

"Si no nos unimos, nos aplastarán," decía uno de los Elementales, su voz tensa. "No podemos permitir que los Psíquicos nos controlen como si fuéramos sus marionetas."

"Pero, ¿a quién debemos unirnos?" respondió Hugo, el Psíquico, con desdén. "No podemos confiar en nadie. Cada grupo busca dominar a los demás. Esto solo va a terminar en guerra."

Camila frunció el ceño. "Los Meta ya están actuando como si fueran superiores a todos. Se creen los próximos líderes porque pueden alterar sus cuerpos a voluntad."

Lucas, que hasta ahora había permanecido en silencio, se cruzó de brazos. "Los Tecnomantes también son un problema. Cada día que pasa, mejoran sus implantes y controlan más máquinas. Si seguimos así, nos convertirán en sus esclavos digitales."

Axel se quedó en la penumbra, escuchando. Sabía que debía hacer algo. No podía dejar que el miedo y la división dominaran su ciudad. Necesitaba encontrar a otros que compartieran su deseo de paz, pero ¿cómo detener una guerra que parecía inevitable?

Un paso detrás de él lo hizo girar. Kai, su amigo de toda la vida, se encontraba a pocos metros de distancia. "Axel, te estaba buscando. Esto está fuera de control. Tenemos que encontrar una forma de detenerlo."

Axel asintió, sintiendo que la gravedad de la situación pesaba en su pecho. No podían hacer esto solos. Necesitarían más que coraje para enfrentarse a las facciones y evitar que Solis se destruyera a sí misma.

Kai y Axel se separaron del grupo para ir a investigar por sus propios medios, mientras los Elementales irian a investigar en su faccion."A donde iremos?" Preguntó Kai." A la ciudad,"

Respondió Axel, que estaba determinado en parar esta guerra inevitable.

Capítulo 3: Los Tecnomantes

Axel no podía quitarse las palabras de Kai de la cabeza mientras ambos caminaban hacia el corazón de la ciudad. Los edificios parecían cada vez más imponentes, sombras frías que los envolvían mientras se adentraban en el territorio de los Tecnomantes. Desde que el impacto del cometa Eos había sacudido Solis, las facciones se habían apoderado de la ciudad, dividiendo el territorio como si fueran señores feudales de un mundo antiguo. Las calles, una vez vibrantes y llenas de vida, ahora estaban marcadas por patrullas de cada grupo que reclamaba su dominio. Los Tecnomantes habían fortificado su espacio en la antigua zona industrial, donde controlaban la tecnología que aún quedaba en pie, mejorándola, combinando carne y máquina de formas que desafiaban la naturaleza.

"Esto ya no es Solis," murmuró Axel, mirando cómo los drones zumbaban sobre sus cabezas. "Cada día que pasa, todo cambia más."

Kai asintió en silencio, su expresión endurecida. Había pasado tanto tiempo desde que ambos habían recorrido las mismas calles despreocupadamente, soñando con un futuro lejos de la monotonía de su vida. Ahora ese futuro se había convertido en una pesadilla tangible. Cada esquina escondía un peligro, y el caos parecía devorar lo que quedaba de la civilización. Kai, con su habilidad de aumentar su velocidad, había aprendido a moverse rápido entre las facciones, actuando como un mensajero entre aquellos que aún no se habían unido a ninguna facción.

"Necesitamos respuestas," dijo Axel, mientras sus pensamientos se acumulaban. "No sabemos lo suficiente sobre los Tecnomantes, ni sobre lo que realmente está ocurriendo en Solis. ¿Y si todo esto es parte de algo más grande?"

Kai lo miró de reojo. "Los Tecnomantes son impredecibles, pero tienen recursos. Si logramos entrar en su base, tal vez podamos aprender algo."

Axel no pudo evitar sentir una punzada de duda. Entrar en el territorio de los Tecnomantes no sería fácil. Cada uno de ellos estaba fusionado con la tecnología de alguna manera, ya fuera a través de prótesis cibernéticas, mejoras en el cerebro, o el control remoto de máquinas. Su capacidad para manipular todo lo digital los hacía peligrosos, pero también les daba acceso a la información que nadie más tenía. Sabían cómo moverse entre los sistemas, infiltrarse en los bancos de datos que aún quedaban activos, y recolectar secretos.

Antes de que pudieran decidir su siguiente paso, una figura emergió de una esquina oscura. Era un hombre joven, de unos veinte años, con un brazo completamente metálico que zumbaba con energía. Su rostro tenía cicatrices y su expresión era de desconfianza.

"¿Qué buscan en nuestro territorio?" preguntó con voz áspera, sus ojos clavados en ellos.

Axel dio un paso adelante, sin querer mostrar debilidad. "Necesitamos hablar con uno de los tuyos. Sabemos que tienen información sobre lo que está ocurriendo en Solis. Solo queremos respuestas."

El Tecnomante soltó una risa seca. "Respuestas. Eso es lo que todos buscan, pero no saben cómo formular las preguntas correctas." Sus ojos brillaron con un destello peligroso. "Si de verdad están dispuestos a pagar el precio, tal vez pueda llevarlos con alguien que tenga lo que buscan. Pero nada es gratis aquí."

Kai entrecerró los ojos. "¿Qué precio?"

El hombre señaló el brazo de Axel, que aún estaba ligeramente iluminado por la energía dorada que recorría su cuerpo. "Tu poder. Necesitamos probarlo. Ver si eres digno de la información que deseas."

Axel sintió una oleada de incomodidad. No confiaba en este hombre, y mucho menos en sus intenciones, pero sabía que no tenían otra opción. Si querían respuestas, tendrían que arriesgarse. Sin decir nada más, asintió.

El Tecnomante sonrió de manera siniestra y giró sobre sus talones, llevándolos por un camino serpenteante entre las ruinas de los viejos almacenes. A medida que avanzaban, Axel pudo ver cómo el lugar había sido transformado. Las antiguas fábricas, antes desmoronándose, ahora estaban llenas de cables y maquinaria que zumbaban con energía. Las estructuras metálicas parecían extenderse como venas por todo el lugar, conectando diferentes edificios y creando un laberinto tecnológico.

Finalmente, llegaron a una gran puerta de acero que se abrió con un chirrido. Detrás de ella, una sala enorme se extendía ante ellos, llena de pantallas y terminales, con figuras sentadas detrás de cada una, monitoreando el mundo exterior. En el centro de la sala, una mujer alta con implantes visibles en su rostro los esperaba. Su mirada fría los recorrió antes de hablar.

"Mi nombre es Vera," dijo con voz metálica. "Soy la líder de los Tecnomantes, sé por qué están aquí."

Axel sintió un escalofrío. ¿Cómo podía saberlo?

"Nosotros vemos todo lo que pasa en Solis," dijo Vera, respondiendo a su expresión de sorpresa. "Controlamos los flujos de información, los movimientos de cada facción. Pero solo compartimos lo que sabemos con aquellos que lo merecen."

"¿Y cómo probamos que lo merecemos?" preguntó Kai, su voz cargada de desafío.

Vera sonrió de manera calculada. "Es simple. Sobrevivan."

Con un chasquido de sus dedos, la sala se separó y comenzó a llenarse de drones. Las luces parpadearon y un zumbido ominoso llenó el aire. Axel y Kai se miraron, sabiendo que habían sido arrastrados a una trampa. Las máquinas se acercaban, y no había forma de salir sin pelear.

Axel estaba listo y no podía permitirse el lujo de dudar. Para descubrir la verdad detrás de las facciones y detener el caos que consumía a Solis, tendría que enfrentarse a lo peor de la ciudad... y sobrevivir.

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