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La Venganza

Capitulo I El regreso

Punto de vista de Lucía

He vuelto después de cinco años, sumergida en un mar de recuerdos y rencores, lista para ejecutar la venganza que he planeado con meticulosidad. Ya no soy la misma muchacha a la que engañaron; he transformado mi dolor en fuerza y mi sufrimiento en determinación.

[Flashback]

Recuerdo aquel día, hace cinco años, cuando la traición me atravesó como un puñal. La risa de mis amigos resonaba en mis oídos mientras la verdad se desnudaba ante mí: aquellos a quienes consideraba familia eran los mismos que habían conspirado a mis espaldas. La luz del sol se desvaneció y, en su lugar, una oscuridad profunda se instaló en mi corazón.

[Regreso al presente]

Ahora, de pie en la misma sala donde todo comenzó, siento cómo los ecos del pasado me envuelven. Las paredes aún guardan susurros de secretos, pero esta vez soy yo quien tiene el control. He aprendido a jugar sus cartas, a moverme entre sombras y luces; sé que cada paso que doy me acerca más a mi objetivo.

El reloj marca la hora exacta; es el momento de actuar. La niña ingenua que solía ser se ha convertido en una mujer decidida. No solo busco justicia; busco recuperar lo que es mío y desmantelar el imperio de mentiras que construyeron sobre mis cenizas.

Las imágenes del pasado me impulsan hacia adelante: cada lágrima derramada y cada noche sin dormir me han llevado hasta aquí. Y aunque el camino esté lleno de peligros, estoy lista para enfrentar lo que venga. Esta vez no habrá engaños.

“Señora, todo está listo; puede ocupar esta casa cuando usted lo desee”. La voz de mi asistente me trajo de vuelta al presente, sacándome de mis más oscuros recuerdos.

“Hoy mismo tomaré posesión de mi casa. Prepara todo para que traigan mis cosas. Es hora de reaparecer ante mis enemigos”. Mi voz era tan fría como mis sentimientos, sin piedad.

Salí de la casa donde una vez fui feliz con mis padres; los recuerdos llegaban a mí como una ráfaga de viento que envolvía cada parte de mi ser. A lo lejos vi la mansión de la familia Lombardi, Sebastián Lombardi, quien más daño me hizo en esta vida.

[Flashback]

“Eres la mujer más hermosa que jamás conocí y hoy me has hecho el hombre más feliz del mundo al entregarte a mí por primera vez”, dijo Sebastián mientras aún estábamos en la cama de aquel hotel.

“No me vayas a romper el corazón; te amo y quiero estar siempre a tu lado”, respondí tan enamorada, con muchos miedos en mi cabeza.

“Eso no pasará jamás; en un mes nos casaremos y serás mía para toda la vida”. Sebastián se escuchaba tan decidido que nunca imaginé lo que pasaría después.

[Regreso al presente]

Sacudí esos recuerdos de mi mente; solo podía permitirme recordar la manera tan despiadada en la que todos se burlaron de mí y cómo los Lombardi me quitaron todo lo que tenía, incluyendo a mis padres. Ese amor que una vez tuve por Sebastián únicamente se transformó en el más grande odio; nunca le perdonaré lo que me hizo. Ahora sufrirá como lo hice yo todos estos años; ahora sabrá lo que se siente ser humillado y tener a todos señalándote.

El aire estaba cargado de tensión mientras me acercaba a la mansión de los Lombardi. Cada paso resonaba como un tambor en mi pecho, un recordatorio de que este era el momento que había estado esperando. La fachada imponente de la casa me miraba con desdén, como si supiera que estaba a punto de desatar una tormenta.

Al entrar, la opulencia del lugar me golpeó. Todo lo que alguna vez soñé tener estaba en cada rincón, pero ahora nada más era un recordatorio del dolor que había soportado. Mis manos se cerraron en puños, y sentí cómo la rabia burbujeaba en mi interior. La familia Lombardi había construido su fortuna sobre las cenizas de mi felicidad.

“Lucía”, una voz familiar cortó el aire. Era Sebastián, con su sonrisa arrogante y esa mirada que solía derretir mi corazón. Pero ahora, esa misma mirada me llenaba de desprecio. “No esperaba verte aquí”.

“Y yo no esperaba volver a este lugar lleno de mentiras”, respondí con frialdad, sintiendo cómo cada palabra se deslizaba como veneno.

Él se acercó, intentando tocarme como si nada hubiera pasado. “Ha pasado mucho tiempo, podemos hablar...”

“No hay nada que discutir”, interrumpí, mi voz firme y clara. “Hoy es el día donde tú y tu familia conocerán las consecuencias de sus acciones”.

Sebastián frunció el ceño, y vi cómo la confusión daba paso al miedo en sus ojos. Era un placer ver cómo su confianza comenzaba a desmoronarse. “¿Qué planeas hacer?”

“Desmantelar todo lo que han construido”, respondí sin dudarlo. “Desde este momento, la familia Lombardi no tendrá paz. Te haré recordar cada instante del dolor que me causaron”.

Las risas y murmullos de los invitados en la mansión se apagaron al escuchar mi declaración. Me di cuenta de que había llegado el momento de revelar mis cartas. Con un movimiento decidido, saqué un pendrive del bolsillo y lo levanté como si fuera un trofeo.

“Esto contiene pruebas irrefutables de sus crímenes”, continué, disfrutando cada palabra. “Desde fraude hasta traiciones; todo está aquí”.

Las miradas se volvieron hacia Sebastián, quien palideció al comprender lo que eso significaba para él y su familia. Mi venganza no solo sería personal; sería pública.

“¿Crees que puedes hacer esto sin consecuencias?” Su voz tembló mientras intentaba recuperar su compostura.

“Las consecuencias son lo que menos me preocupa ahora”, respondí con una sonrisa gélida. “Hoy empieza mi venganza y tu caída”.

La tensión era palpable en el aire mientras los murmullos comenzaban a fluir entre los presentes, todos ellos cómplices o testigos del daño infligido durante años. Sabía que esta batalla apenas comenzaba, pero estaba lista para luchar.

Con cada segundo que pasaba, sentía cómo el poder regresaba a mis manos. La niña ingenua ya no existía; ahora era una mujer decidida a reclamar su vida y su honor.

Capitulo II Recuerdos

Punto de vista de Sebastián

Estaba en una reunión en casa de mis padres, estábamos compartiendo con la familia de mi esposa Amelia Santos, ella había estado conmigo en los momentos más difíciles y me ayudó a superar mis heridas del pasado. Está era una ocasión especial, ya que Amelia me había dicho que estaba esperando a nuestro primer hijo, estaba emocionado y quería tirar la casa por la ventana.

“Felicitaciones hijos, esta es una gran noticia”. Levantó su copa Alfredo Santos, mi suegro.

“Gracias, señor”. Respondí alzando mi vaso de whisky.

“Mi nieto será un niño bendecido, nuestras familias están en su mejor momento, así que su llegada terminara de forjar nuestros lazos”. Intervino mi padre Gulliermo Lombardi.

Mientras tanto mi madre Lucrecia Pernía y mi suegra Celina Rosas hablaban muy emocionadas con Amanda; sin embargo, yo no podía disfrutar del todo este momento, había algo que no me permitía ser feliz, el recuerdo de aquella joven hermosa de mirada tierna y voz dulce invadía mi mente. El recuerdo de Lucía me atormentaba todos los días, ella era pura e inocente y yo tomé esa pureza y la destroce sin piedad, pero tenía que hacerlo, tenía que ayudar a mi familia ya que los Casanova nos habían desfalcado y casi nos dejan en la ruina, tanto a mi familia como a la familia de Amanda.

La conversación a mi alrededor se convertía en un murmullo lejano mientras mi mente vagaba hacia aquel pasado que tanto intentaba olvidar. La risa y los brindis parecían burlarse de mis pensamientos oscuros. A pesar de la alegría que me rodeaba, el peso de mis decisiones me oprimía el pecho.

“¿Todo bien, Sebastián?” me preguntó Amelia, interrumpiendo mis cavilaciones. Su mirada llena de preocupación me hizo sentir culpable. Ella merecía toda mi atención en este momento especial.

“Sí, claro. Solo pensaba en el futuro”, respondí con una sonrisa forzada, intentando ocultar la tormenta interna que me asediaba.

“Es un futuro brillante”, dijo ella, tomando mi mano y apretándola suavemente. “Nuestro hijo será muy afortunado de tenerte como padre.”

Su fe en mí fue un bálsamo momentáneo, pero la sombra de Lucía seguía acechando. Recordaba su risa contagiosa y cómo iluminaba cualquier habitación con su presencia. Había sido un error inexcusable dejarla atrás, pero la presión familiar y la necesidad de proteger a los míos siempre habían prevalecido.

Mientras Alfredo compartía historias sobre su propia paternidad, sentí un nudo en el estómago. ¿Cómo podía ser un buen padre cuando había arrastrado tanto dolor a lo largo de mi vida? La culpa me carcomía por dentro. Había tomado decisiones difíciles para salvar a mi familia, pero ¿a qué precio?

“Sebastián, ¿quieres compartir algo?” me preguntó mi madre con una mirada inquisitiva. Su tono era suave, pero sabía que ella había notado mi distracción.

“Solo... estoy agradecido por tenerlos a todos aquí,” dije finalmente, buscando una salida diplomática. “No podría pedir una mejor familia.”

Las palabras sonaron vacías incluso para mí, pero al menos había desviado la atención momentáneamente. En ese instante, decidí que debía enfrentar mis demonios si quería ser el padre que Amelia y nuestro hijo merecían.

La noche avanzó entre risas y abrazos, y aunque el recuerdo de Lucía seguía presente en mi mente, empecé a vislumbrar un camino hacia la redención. Quizás podría encontrar una manera de reconciliar mi pasado con el futuro que tanto anhelaba construir junto a Amelia y nuestro bebé.

Cuando al fin pensé que dejaría el pasado atrás, este me golpeó con una gran fuerza. Escuchamos que llamaron a la puerta principal, pensamos que sería Sara mi hermana mayor quien vendría a casa a visitarnos junto con su esposo e hijos, pero todos nos llevamos una gran sorpresa cuando vimos aparecer ante nuestros ojos al pasado, a Lucia Casanova, ¿acaso es un sueño?, pensé. Nunca imaginé que la volvería a ver, estaba más hermosa que nunca, aunque su mirada era fría y llena de odio.

“Lucia”, le dije llamando su atención. Quise acercarme a ella y sacarla de casa de mis padres, pero ella me miró con tanto resentimiento que me hizo alejar.

Saco un pendrive y dijo que ahí estaban las pruebas de lo que nosotros habíamos hecho a su familia, palidecí al escuchar sus palabras, si era cierto lo que decía todo el mundo se enteraría de lo que hicimos hace años. No podía permitir que algo así pasará, eso sería nuestra ruina total.

Después de decir algunas palabras más, Lucia salió de la mansión Lombardi con mucha confianza, ella no estaba solamente amenazando, sabía que estaba hablando muy en serio. Decidí ir tras de ella, quería saber que era eso que quería hacer, no mire atrás y salí de la casa.

Logré alcanzarla cuando estaba saliendo de la propiedad. La tomé del brazo y la hice detener. “¿Qué pretendes?, ¿Por qué regresaste?”.

Lucia miró con desprecio la mano que sostenía su brazo, un escalofrío recorrió mi columna vertebral y por instinto la solté.

“Creí que he sido clara, he vuelto para recuperar lo que ustedes me robaron y para hacerlos pagar por todo lo que le hicieron a mi familia y a mí, tú pagarás por la humillación que me hiciste, pero sobre todo pagarán la muerte de mis padres. Creyeron que se salieron con las suyas, pero he vuelto con mucha más fuerza que antes y los acabaré uno a uno, empezando por ti. Te tengo una sorpresa preparada y desearás nunca haberte metido conmigo”. Sus palabras estaban llenas de odio y de desprecio, su mirada ya no era la de esa niña inocente a la que lastime, ahora era una mujer llena de odio y resentimiento.

“¿De qué hablas?, ¿a qué sorpresa te refieres?”, pregunté confundido.

“Espera y verás”. Se dio la vuelta para irse, pero mi astucia fue mucho más rápida, así que la agarre nuevamente del brazo y la atrajo hacia mí, ella me miró con desprecio y llena de ira mi ordeno que la soltara. No quise hacerlo, así que la pegue más a mi cuerpo, empezó a forcejear, pero mi fuerza era mucho mayor que la de ella.

Capitulo III Rumores

Lucía seguía forcejeando conmigo; sin embargo, yo no quería soltarla. Algo estaba despertando en mí: esa necesidad de tenerla nuevamente entre mis brazos y hacerla mía una vez más.

“¡Suéltame, bastardo! ¿Qué crees que estás haciendo?”, gritó con frialdad.

“Pensé que te había olvidado, pero ahora me doy cuenta de que te deseo como el primer día”.

“Déjate de ridiculeces. Te exijo que me sueltes”.

Intenté besarla a la fuerza, pero una voz familiar me hizo reaccionar. Era el imbécil de Dimitri Ivanov, un socio de mi familia.

“No te metas en esto. No es tu asunto”, le dije, lleno de arrogancia.

“La señorita te ha pedido que la sueltes. Si ella no quiere que la toques, entonces sí es mi incumbencia. No permitiré que la fuerces a nada”. Dimitri me miró con desprecio. Este descuido mío le dio la ventaja a Lucía, quien me pateó fuertemente en mis partes sensibles, obligándome a soltar mi agarre sobre ella.

“En tu miserable vida vuelvas a tocarme. Me das asco y te desprecio. Como te lo dije antes, no me detendré ante nadie; ustedes serán destruidos aunque se me vaya la vida en ello”. Lucía se dio la vuelta y caminó hacia un auto negro estacionado a las afueras de lo que una vez fue la mansión Casanova. El auto arrancó en cuanto ella subió y se perdió en el horizonte, dejándome adolorido y bajo la mirada burlona de Dimitri.

“Siempre eres tan inoportuno”, le reclamé mientras trataba de recuperarme del golpe.

“Nunca imaginé que fueras un abusador de mujeres”, respondió mientras sacaba un cigarro de su bolsillo.

“No sabes de lo que hablas. Esa mujer es más peligrosa de lo que piensas. Si no te hubieras entrometido, ahora mismo estaría domándola”, dije con determinación.

“Si quieres creer que domarás a esa fiera, entonces te deseo suerte”. Dimitri se burlaba de mi situación; ese sujeto no terminaba de caerme bien, pero ¿qué podía hacer si era socio de mi padre?

“La familia se encuentra reunida en este momento, así que mejor lárgate”, le dije con desprecio.

“Tu padre me citó hoy, así que permiso”, respondió echándome a un lado.

“¡Espera! No puedes entrar así, lo que está en juego aquí es más grande de lo que piensas”, le grité mientras intentaba detenerlo, pero él ya había cruzado la puerta. Mi mente estaba en un torbellino de emociones; por un lado, la ira por lo que había pasado con Lucía me consumía, y por otro, la preocupación por lo que Dimitri podría decir en la reunión familiar.

Decidí seguirlo, no podía permitir que hablara sin control sobre lo que había sucedido. Al entrar al gran salón, vi a mi padre y a otros miembros de la familia mirarme fijamente. La atmósfera era tensa, como si el aire estuviera cargado de secretos y resentimientos no expresados.

“¿Qué está pasando aquí?” preguntó mi padre al ver mi expresión.

“Dimitri está hablando de Lucía, y no creo que le dé la versión correcta de los hechos”, respondí mientras me acercaba a ellos.

Dimitri se giró hacia mí con una sonrisa burlona. “Tu hijo tiene una forma muy particular de abordar las relaciones, señor Lombardi. Tal vez debería considerar un enfoque más... respetuoso”.

“¡Cállate!” le grité, sintiendo cómo la rabia me subía por el cuerpo. “No sabes nada sobre ella ni sobre lo que realmente ocurrió”.

“Y tú tampoco pareces saber mucho sobre ti mismo”, replicó Dimitri con frialdad. “¿Crees que puedes salirte con la tuya porque eres un Lombardi? La gente empieza a hablar y no siempre a tu favor”.

Mi padre frunció el ceño, claramente interesado en escuchar más. “¿Qué quieres decir con eso?” preguntó.

Dimitri sacó su teléfono y comenzó a mostrar algunos mensajes y fotos. “Hay rumores en la ciudad sobre cómo tratas a las mujeres que te rodean. Esto podría dañar mucho más que tu reputación”.

Sentí el sudor frío recorrer mi espalda mientras miraba a mi padre, quien parecía cada vez más decepcionado. “Lucía no es solo una mujer más para mí, todos aquí sabemos lo que ocurrió hace cinco años, así que no me miren como si el culpable de todo fuese yo”, intenté defenderme, pero mis palabras sonaron vacías incluso para mí.

“Parece que deberías pensar bien en tus acciones antes de actuar impulsivamente”, dijo Dimitri con una voz llena de satisfacción.

La tensión en el ambiente era palpable; todos los ojos estaban fijos en mí, esperando alguna respuesta o defensa válida. Pero lo único que podía pensar era en Lucía y cómo había dejado escapar una oportunidad para recuperar lo que alguna vez tuvimos.

“Necesito salir”, dije finalmente y me di la vuelta sin esperar respuesta. Caminé hacia la puerta decidido a encontrarla antes de que fuera demasiado tarde.

Mientras salía, sentí el peso de las miradas tras de mí, pero no me importaba; solo quería rectificar mis errores y demostrarle a Lucía que aún había algo entre nosotros que valía la pena luchar.

Sé que mi esposa estaba presente en aquella sala y que la reunión familiar se debía a que pronto sería padre, pero ahora necesitaba aclarar las cosas con Lucia, necesitaba saber que era eso que tenía, con que pruebas contaba para acabarnos.

Mientras salía de la mansión me puse a pensar en esos rumores que se cernian sobre mí, cosas que no eran ciertas, yo nunca trataría mal a una mujer y mucho menos la obligaría a estar conmigo, tenía tantas cosas que aclarar parecía que todo se estaba confabulado en mi contra.

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