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Lazos De Fuego Y Hielo

Prólogo

En un reino donde el poder y la clase gobernaban la vida de sus habitantes, la historia de amor entre el príncipe Patrick y la sirvienta Amber fue un desafío a las reglas no escritas que dividían a la nobleza del pueblo.

Helvard una ciudad bañada por el frío y la crudeza del invierno, parecía ofrecer una nueva oportunidad para Amber y sus hermanos. Ellos habían llegado del sureste, escapando de la miseria, el hambre, y el sufrimiento de un pasado oscuro que deseaban dejar atrás.

El viaje había sido largo y agotador, marcado por tormentas implacables y un frío penetrante que parecía arañar sus almas. Pero al llegar a Helvard, el consejo del pueblo les ofreció refugio y empleo, un trato simple a cambio de su arduo trabajo.

Para sus hermanos, eso significaba trabajos físicos en el pueblo, pero para Amber, el destino la colocó como sirvienta personal del príncipe Patrick.

Patrick, un joven príncipe con un temperamento frío y una arrogancia que lo aislaba del mundo, vivía confinado en su propia tragedia: una invalidez que lo mantenía alejado de las guerras y conquistas que debían haber sido su destino. Mientras el reino lo veía como un príncipe roto, Patrick ocultaba bajo esa fachada una voluntad de hierro y un corazón que, a pesar de sus propias barreras, anhelaba algo más.

Sin embargo, su destino cambiaría cuando a Amber se le asignara la tarea de cuidar al príncipe, un hombre distante y cruel que no tenía reparos en hacerle la vida imposible.

A pesar de la indiferencia que él mostraba hacia su sufrimiento, Amber pronto descubrió que debajo de la dureza de Patrick, había más de lo que el mundo veía.

Lo que comenzó como una relación llena de tensiones, con Patrick desquitando su frustración con Amber, fue transformándose en algo mucho más complejo. En la soledad de las habitaciones del castillo, mientras Patrick la atormentaba con órdenes arbitrarias y palabras mordaces, surgió una conexión inexplicable.

Amber, a pesar de todo, comenzó a ver al hombre detrás del príncipe, al guerrero atrapado en su propia prisión. Y Patrick, aunque no lo admitiera, encontró en ella una presencia que lo inquietaba y, a la vez, lo reconfortaba.

Pero los lazos entre ellos no estaban destinados a florecer en paz. La familia de Amber enfrentaba sus propios peligros, especialmente con la amenaza de Ethan, un hombre poderoso que comenzaba a controlar el reino desde las sombras.

Amber, atrapada entre el caos que vivía su hermana Jessica y el creciente afecto que sentía por Patrick, debía tomar decisiones que podrían cambiar su vida para siempre. Su hermano David, ferozmente protector y crítico, no entendía por qué su hermana se permitía enamorarse de un hombre que solo podía traerle más dolor.

A medida que los días pasaban, Patrick comenzó a obsesionarse con Amber. Su frialdad inicial cedió ante el fuego del deseo que sentía por ella, pero esa pasión lo empujó hacia una oscuridad peligrosa.

Sin que Amber lo supiera, el príncipe vigilaba cada uno de sus movimientos, consumido por celos irracionales y una necesidad de poseerla que lo alejaba aún más de la cordura.

Mientras tanto, Amber, dividida entre el deber hacia su familia y el peligroso romance con el príncipe, se encontraba atrapada en un dilema que solo podía acabar en tragedia.

“Lazos de Fuego y Hielo” es la historia de un amor prohibido en tiempos de guerra y traición, donde el fuego de la pasión choca con el frío del deber.

En un reino que se desmorona bajo el peso de las ambiciones, Patrick y Amber se enfrentan a las reglas de una sociedad que no perdona, arriesgándolo todo por una relación que podría destruirlos o salvarlos, mientras las llamas del conflicto se avivan a su alrededor.

Capitulo 1

Un día, caminaba con mis dos hermanos por un bosque tenebroso y frío. Buscábamos un lugar donde construir una vida mejor; el ambiente era muy fresco para nosotros, ya que proveníamos de una región cálida.

El invierno se acercaba y necesitábamos encontrar un refugio adecuado para no congelarnos.

La desesperación comenzaba a apoderarse de nosotros.

Nuestro hermano mayor, fuerte, alto y delgado, con cabello castaño como el nuestro, empezaba a mostrarse inquieto. Él se encargaba de cazar, mientras que mi hermana y yo lo ayudábamos a preparar la comida. Sin embargo, nuestra mayor preocupación era el frío.

Mi hermana y yo éramos muy unidas, pero nuestro hermano tenía un carácter violento que a veces nos atemorizaba. Nos pegaba, y nosotras solo bajábamos la cabeza, sin atrevernos a enfrentarlo, ya que él era nuestro sostén.

Era atento, pero también excesivamente sobreprotector, lo que nos hacía sentir en ocasiones como si viviéramos en una prisión.

Mi hermana, un año mayor que yo, era delgada y, al igual que yo, tenía el cabello rizado. Vestíamos con harapos y no estábamos preparadas para el invierno, pero decidimos arriesgarnos.

Al avistar un pueblo grande, nos impresionó. Sus banderas con lobos que ondeaban y había muchas personas caminando por las calles. El lugar pertenecía a los Wolkers, y al ver señales de vida, intercambiamos miradas de felicidad y, con precaución, comenzamos a adentrarnos.

Agarradas del brazo y temblando de frío bajo nuestras capas de mala calidad, seguimos a nuestro hermano.

Nos dio tranquilidad notar que nadie nos prestaba mucha atención, todos estaban concentrados en sus quehaceres. Así que nuestro hermano nos llamó rápidamente para que lo siguiéramos a un edificio grande donde se atendían todo tipo de peticiones.

Allí, nuestro hermano solicitó un alojamiento, pidiendo al menos un techo y comida. A cambio, se nos pidió que trabajáramos y fuéramos leales al rey del norte. Nos pareció un trato sencillo, así que aceptamos y nos asignaron labores.

A mi hermana Jessica le encomendaron trabajar con las damas que cosían telas y hacían ropa. A mi hermano David, le asignaron el cuidado del ganado, mientras que a mí no sabían qué tarea darme, así que dos ancianos de la corte se acercaron.

—¿Sabe leer y escribir, señorita? —preguntó uno de los ancianos.

—Sí —respondí.

—¿Ha cuidado de personas anteriormente?

—Sí, pero no por mucho tiempo.

—Mmm, le haremos saber qué trabajo le daremos.

Mis hermanos comenzaron a preguntarse qué tareas tendrían, mientras yo me cuestionaba por qué aún no me habían asignado una. Cuando llegamos a nuestra nueva casa, era pequeña y contaba con solo dos habitaciones.

Jessica y yo dormiríamos en una, mientras David ocuparía la otra.

Nos acomodamos, frotando nuestras manos para entrar en calor mientras David buscaba madera.

Cuando logró encender la pequeña chimenea, rápidamente nos arrinconamos a su alrededor para calentarnos, mientras mi hermana y yo conversábamos sin parar.

—Bueno, ya que nosotros trabajaremos, tú te encargarás de todo lo relacionado con la casa —me dijo David.

—Y te ayudaremos si falta algo —continuó mi hermana, apoyando su mano en mi hombro, lo que no agradó a David.

Después de descansar, mi hermano salió a comprar algo de carne con el poco dinero que nos quedaba de nuestro viaje.

Cuando regresó, Jessica y yo comenzamos a cocinar mientras David revisaba la estructura de la casa para asegurarse de que estaba lista para el duro invierno y las lluvias.

El lugar solía ser frío y oscuro, y habíamos notado que llovía con frecuencia.

Al compartir la comida, nos reímos de varias anécdotas sobre nuestro hermano. Luego, cada uno se retiró a su habitación para preparar nuestras duras camas.

Jessica y yo nos quedamos juntas en la habitación, encendiendo velas y cerrando las ventanas. El lugar era tan frío que temíamos pasar una mala noche, pues no estábamos preparadas. Sufrimos mucho durante la noche y no quería pensar en cómo se sentiría David.

Al ver que hacía tanto frío, mi hermano nos invitó a dormir cerca de la chimenea, tirando nuestras sábanas al suelo. Así, los tres, uno al lado del otro, pudimos dormir más abrigados, aunque un poco incómodos; lo importante era que sobrevivimos esa noche.

Antes del amanecer, me levanté para preparar el desayuno para mis hermanos antes de que salieran a sus nuevos trabajos. Yo me encargué de barrer el suelo, quitar las telarañas y limpiar las ventanas.

De repente, alguien tocó a la puerta. Era uno de los ancianos de la corte.

—Saludos, hemos encontrado un nuevo trabajo para usted, señorita. Es un asunto delicado, así que si está de acuerdo, ¿puedo pasar? —preguntó.

—¡Claro! —me moví a un lado para dejarle paso.

Capitulo 2

Cuando estábamos dentro, le ofrecí té al consejero, pero rechazó la oferta y me pidió que me sentara.

—Debo decirte que el trabajo que quiero ofrecerte es muy complicado… porque se trata del príncipe.

—El joven quedó inválido de las piernas desde los catorce años, tras una caída desde lo alto, así que no puede volver a caminar. Necesita una compañera que lo ayude con todo: comida, baño y cualquier cosa que requiera.

—No será fácil, porque él no es sencillo, entre tú y yo. Ha tenido varias sirvientas, y su carácter ha empeorado con cada una.

—¿Y eso por qué? —pregunté, intrigada.

—Es obvio. Es un joven apuesto, casi un adulto, mientras sus hermanos luchan en batallas, conquistan tierras y tienen muchas mujeres y herederos. Él, en cambio, solo puede estudiar, asistir al consejo, cabalgar y tomar decisiones.

—¿Y por qué no tiene mujer?

—Por su condición… sus partes también han perdido la sensibilidad —me interrumpió, dejándome sorprendida.

—Tú decides. Si quieres aceptar la oferta, bien; si no, también tengo otra, pero esta paga es buena. Si fallas, tendrás que buscar otro empleo.

—Yo… —no sabía qué decir, ya que me daba miedo cuidar de alguien cuya vida estaría en mis manos.

—Solo es durante el día. Si decides aceptar, infórmame cuanto antes para poder presentarte, porque si no te apuras, temo que alguien más ocupará tu puesto —dijo, levantándose para irse.

Me despedí y, al cerrar la puerta tras ella, me recosté y me quedé pensando.

Era una decisión complicada, pero la paga era buena, así que mejor lo consultaría con mis hermanos primero.

Cuando llegaron, se dieron un baño y les serví la cena. Antes de que ellos contaran cómo les había ido en su día, decidí hablar.

—Hermanos, el consejero vino hoy y me ofreció un empleo.

—¿Y? ¿Qué te dijo? —preguntó David ansioso, adelantándose a Jessica.

—La oferta es para cuidar al príncipe, ya que está inválido...

—¡Pues ya está! ¡Tómala! Te pagarán mejor que a nosotros —interrumpió mientras comía, y mi hermana y yo lo miramos sorprendidas.

—¿Qué?! ¡Mañana mismo a primera hora irás! Y también harás el desayuno porque... tú todavía estás fresca. A nosotros parece que nos dieron una paliza —dijo, haciéndome reír junto a mi hermana.

—¿Y si lo hago mal?

—Entonces buscas otro. No será el fin de tus días —continuó comiendo.

Me sentí triste por la decisión que mi hermano había tomado por mí, así que comí incómoda, sabiendo que no podía cuestionar mucho a David, o de lo contrario, podría llevarme un moretón en la cara al día siguiente.

El frío seguía igual, así que dormimos cerca de la chimenea, incómodos. Al amanecer, recogí todo y preparé el desayuno, para después irme también.

Fui al mismo lugar donde el consejero y le dije que consideraba el trabajo si aún estaba disponible.

Él me preguntó si estaba segura y, en el camino, me indicó que debía llamarle "Lord" y que no lo mirara demasiado.

Me explicó que tenía cambios de humor repentinos y que, sin importar lo que hiciera, debía ser respetuosa. Si no le agradaba, me despediría o amenazaria con mi muerte.

Asentí a todas sus instrucciones, lo que me puso muy nerviosa. Al ingresar al castillo, que no era muy grande en comparación con otros, hice reverencia cada vez que el anciano me decía hasta llegar a la habitación.

—¿Lista? —preguntó el anciano antes de tocar.

—Sí.

Al entrar, el príncipe estaba comiendo con su madre a su lado, que en ese momento no sabía quién era. Hice una reverencia al igual que el anciano.

—Mi Lord, mi Lady —dijo el consejero.

Pude apreciar en ese momento la belleza del príncipe, sus ojos verde-azulados, aquellos que siempre le habían parecian tan lejanos y superiores, sus hermosas pecas y su hermoso cabello negro ondulado.

Al no recibir respuesta del príncipe, su madre y él me miraron.

—¿Qué? —pregunté, mirando a los tres. El anciano me tiró del brazo y me dijo que debía decir lo mismo que él.

—Pero si usted ya lo dijo —susurré, lo que hizo que el príncipe soltase una pequeña risa, ahogándose. El consejero me dio un codazo y, apresurada, repetí.

—Mi Lord y… mi Lady —hice otra reverencia.

—¿Se burla de nosotros? Nos traes a una... a una, no sé qué es, porque se ve que no es de aquí y no tiene modales —dijo el príncipe molesto, dejando su comida a un lado.

—Perdóneme, mi señor, pero ella dijo que sabe leer y escribir, además de que tiene experiencia cuidando a personas. Ella vino buscando trabajo directamente y pensamos que sería una señal de los dioses, ya que no tuvimos que buscar a otra sirvienta. Además, mírela. Se ve decente, no huele mal y al menos se ha recogido el cabello —dijo el consejero con un argumento persuasivo.

Al escuchar esto, el príncipe le pidió a su madre que se moviera un momento y lanzó la comida al suelo, dejándonos sorprendidos.

—¿Hijo, qué haces? —preguntó su madre.

—Madre, sé lo que hago. Limpia eso, sirvienta, a ver si al menos lo haces bien.

Yo, ofendida y avergonzada, busqué un paño húmedo que había en la habitación y comencé a restregar el piso de rodillas.

—Procedo a retirarme, Lord Patrick y Lady Macalistes —dijo el consejero, y se fue, dejándome sola con temor.

—Madre, estaré bien. Deja que ella empiece a hacer su trabajo.

—Pero… —trató de responder su madre.

—Tranquila... vete. —Su madre le agarró el rostro y le dio un beso en la frente, antes de irse mirándome con desdén.

Al quedarnos solos, continué restregando el suelo para terminar lo más rápido posible.

—¿Vas a estar ahí todo el día restregando eso? Avanza —dijo molesto—. ¿Cuál es tu nombre, sirvienta? En realidad, no me importa, pero si haces algo mal, debo saber tu nombre para maldecirlo. —Me enojaba su actitud, pero recordé lo que me había dicho el consejero.

—Mi nombre es Amber.

—¿De dónde vienes? ¿Vienes sola? —preguntó.

—Vengo de una tribu llamada Mursi, del este.

—¿Y qué haces aquí, tan lejos? ¿Eres una ladrona?

—Nos moríamos de hambre, así que mi hermano, mi hermana y yo decidimos buscar un mejor estilo de vida.

—Qué aburrido —dijo, tomando un libro para leer, mientras yo lo miraba con tristeza, ya que eso era lo único que podía hacer.

—¡¿Qué?! —preguntó enojado al notar que lo observaba, mientras seguía restregando el suelo.

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