Olivia Lancaster observaba las luces de la ciudad desde el amplio ventanal de la oficina de su padre, sintiendo el peso de la decisión que estaba a punto de tomar. El aire estaba cargado de tensión, de palabras no dichas y promesas vacías. Su familia, una vez poderosa, ahora se encontraba al borde del abismo, y la única salida era el hombre que estaba sentado frente a ella, Ethan Montgomery.
—Acepto —susurró, sus palabras rompiendo el silencio como una sentencia.
Ethan levantó la mirada, sus ojos fríos y calculadores se clavaron en los de Olivia. No había emoción en su rostro, solo un control férreo que ella no entendía, pero que la aterraba de alguna manera. Él era un hombre acostumbrado a ganar, y en ese momento, ella se dio cuenta de que acababa de entregarse al lobo.
—Sabes lo que implica este acuerdo —su voz era baja, casi seductora, pero Olivia percibió la amenaza detrás de sus palabras.
Ella asintió, luchando por mantener la compostura. Sabía que este matrimonio no era más que una transacción. Su padre necesitaba a Ethan para salvar la empresa familiar, y Ethan, por alguna razón que ella no alcanzaba a comprender, necesitaba casarse con ella.
—Esto no es un matrimonio de amor —continuó él, inclinándose ligeramente hacia adelante—. No habrá sentimientos, no habrá expectativas románticas. Seremos esposos de nombre, y nada más.
Olivia tragó saliva, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. No esperaba menos de él. Sabía que estaba entrando en un acuerdo frío y calculado, pero lo que no sabía era cuán profundas eran las sombras que envolvían a Ethan Montgomery.
—Entiendo —dijo, levantando la barbilla con determinación.
Ethan sonrió, una sonrisa peligrosa, como si supiera algo que ella no.
—Perfecto. Entonces, hay un par de condiciones más que debemos discutir.
El corazón de Olivia se detuvo por un segundo. ¿Condiciones? Nadie le había hablado de condiciones adicionales. Pensó que el trato era claro: un matrimonio para salvar la empresa. Pero la forma en que Ethan la miraba, como si estuviera esperando a que ella cayera en una trampa, la inquietaba profundamente.
—¿Qué condiciones? —preguntó con la voz tensa.
Ethan se levantó de su silla y caminó hacia ella con pasos lentos y calculados. Se detuvo a pocos centímetros de ella, lo suficientemente cerca como para que Olivia sintiera el calor de su cuerpo, pero sin llegar a tocarla.
—No te preocupes —dijo suavemente, su voz un susurro cargado de intención—. Lo descubrirás a su debido tiempo.
Y en ese momento, Olivia supo que acababa de firmar un acuerdo mucho más peligroso de lo que había imaginado.
Olivia sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras Ethan se alejaba con una calma inquietante, como si el destino de ambos ya estuviera escrito en piedra y solo él conociera el final. Quería preguntar más, saber qué secretos escondía ese hombre, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Algo en él la intimidaba, y aunque su naturaleza era desafiar cualquier barrera, esta vez se encontraba en un terreno completamente desconocido.
Ethan se detuvo frente al escritorio, apoyando las manos con firmeza sobre la madera pulida.
—Mañana habrá una conferencia de prensa —continuó, como si lo que acababa de decir no fuera motivo suficiente para encender las alarmas en su mente—. Anunciaremos nuestro compromiso. Quiero que vistas algo apropiado. A partir de ahora, serás la Sra. Montgomery, y mi esposa debe parecer... convincente.
Olivia apretó los puños, resistiendo el impulso de replicar. No era una mujer acostumbrada a que le dijeran qué hacer, y menos por alguien que apenas conocía. Pero el destino de su familia dependía de esa farsa. Estaba vendiendo su libertad por el bienestar de los Lancaster, y aunque detestaba admitirlo, no podía permitirse un solo error.
—No soy un trofeo, Ethan —dijo finalmente, con la voz controlada—. No me gusta que me traten como un adorno.
Ethan levantó una ceja, divertido.
—Lo descubrirás pronto, Olivia. No quiero un trofeo. Te elegí por razones mucho más importantes.
Sus palabras, aunque dichas con aparente ligereza, dejaron a Olivia más confundida. ¿Qué razones podían llevar a un hombre como él a elegirla? No era ingenua. Sabía que en su mundo las alianzas matrimoniales eran cuestiones de poder, de dinero o de estatus. Pero algo en la forma en que él lo había dicho hacía que sintiera que había más bajo la superficie.
—Y cuando sea el momento adecuado —añadió, inclinándose hacia ella con una mirada intensa que la dejó sin aliento—, sabrás exactamente por qué te necesito en mi vida.
Antes de que Olivia pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, Ethan se enderezó y caminó hacia la puerta, dándole la espalda con esa arrogancia que parecía innata en él.
—Prepárate para lo que viene —dijo sin volverse—. Este matrimonio será todo menos sencillo.
Olivia respiró hondo mientras caminaba hacia el lujoso salón donde tendría lugar la primera reunión oficial con Ethan Montgomery. Aunque ya habían firmado los documentos, este sería el primer encuentro desde que todo se había sellado. El ambiente en la sala era denso, como si la atmósfera cargada presagiara lo que estaba por venir. Cada paso resonaba contra el mármol, y con cada uno, su corazón latía más rápido.
Cuando las puertas se abrieron, lo vio al otro lado del salón. Ethan, impecable como siempre, con un traje negro que resaltaba su imponente presencia. Estaba de pie junto a una ventana, de espaldas a la entrada, observando la ciudad como si fuera suya. A su alrededor, la luz del atardecer se derramaba suavemente, pero incluso esa calidez no podía penetrar la frialdad que emanaba de él.
Sin volverse, habló, su voz grave y controlada llenando la habitación.
—Puntual. Lo aprecio —dijo, finalmente girándose para enfrentarla. Sus ojos oscuros la recorrieron de arriba abajo, no con deseo, sino con una evaluación calculada que hizo que Olivia se sintiera más como un objeto que como una persona.
Ella mantuvo la cabeza en alto, decidida a no dejarse intimidar. No iba a ser otra marioneta en su juego. Pero la forma en que él la miraba, como si ya supiera todas sus debilidades, la inquietaba profundamente.
—Es importante, ¿no? —respondió ella, con un tono que buscaba igualar su frialdad—. Para alguien tan obsesionado con el control.
Ethan sonrió, pero no había humor en su expresión. Era una sonrisa vacía, afilada, como si disfrutara del desafío que veía en sus palabras.
—¿Control? —repitió, dando un paso hacia ella—. No es eso lo que busco, Olivia. Lo que quiero es mucho más profundo que eso.
Olivia sintió un escalofrío en su interior. La distancia entre ellos se redujo hasta que apenas unos pocos centímetros los separaban, pero en lugar de calidez, lo único que sintió fue una barrera invisible, fría y distante. Como si, a pesar de estar tan cerca, hubiera un abismo imposible de cruzar.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres, Ethan? —preguntó, con la esperanza de obtener alguna pista sobre las verdaderas motivaciones de este hombre que ahora era su esposo.
Ethan mantuvo la mirada fija en sus ojos, sus labios curvándose ligeramente.
—Lo descubrirás con el tiempo. Pero recuerda una cosa —dijo, su voz bajando hasta un susurro—: nada en este matrimonio será lo que aparenta ser.
Las palabras de Ethan quedaron suspendidas en el aire, y Olivia sintió que había caído en una trampa de la que sería difícil escapar. La frialdad entre ellos era casi palpable, como si ambos jugaran un juego peligroso, donde el primero en mostrar sus cartas perdería.
Sin decir más, Ethan se apartó, caminando hacia el bar del salón. Sirvió una copa de whisky y la sostuvo en la mano, observando el líquido con un interés ausente.
—Esta no es una relación de iguales, Olivia —añadió, sin mirarla—. No te equivoques. Solo hay una forma de que esto funcione: bajo mis términos.
Olivia sintió que su cuerpo se tensaba ante sus palabras, pero no dejó que su inseguridad se reflejara en su rostro. No podía dejar que Ethan viera sus dudas, sus miedos. No podía ceder terreno tan pronto.
—Eso lo veremos —respondió con una frialdad calculada, dispuesta a no dejar que él dictara todas las reglas.
Ethan levantó la copa hacia ella en un brindis silencioso.
—Me gusta tu espíritu —murmuró—. Será interesante ver cuánto dura.
Y en ese momento, Olivia supo que estaba comenzando una batalla silenciosa, una lucha por el control en un matrimonio donde nada sería lo que parecía.
Olivia observaba a Ethan desde el otro lado del salón, midiendo cada uno de sus movimientos. Aunque él no la miraba directamente, cada gesto suyo transmitía una seguridad aplastante. Estaba claro que estaba acostumbrado a obtener lo que quería, y eso incluía a ella. Pero Olivia no era una mujer fácil de someter, y aunque las circunstancias la obligaban a estar allí, no iba a ceder sin antes defender lo poco que le quedaba de independencia.
Decidida, cruzó el salón, cerrando la distancia entre ambos. Podía sentir su corazón latir con fuerza, pero no era el nerviosismo lo que la dominaba; era la ira silenciosa. Había accedido a este matrimonio por obligación, por su familia, pero eso no significaba que Ethan pudiera controlarla como si fuera un peón más en su juego.
—Si crees que puedes dictar las reglas de esta relación sin contar conmigo, estás equivocado, Ethan —dijo, deteniéndose frente a él con el mentón alzado. Su voz era firme, aunque sabía que estaba caminando sobre terreno peligroso—. Puede que esto sea un acuerdo, pero no soy una marioneta.
Ethan la miró con esos ojos oscuros que parecían ver a través de ella. Durante unos segundos, no dijo nada, simplemente la estudió, como si evaluara cuánto podía presionarla antes de que ella se rompiera. Pero Olivia no era alguien que se rompiera fácilmente. Él lo sabía. Y quizá por eso, una chispa de algo parecido a admiración brilló en sus ojos.
—No lo eres —concedió al fin, tomando un sorbo de su whisky antes de dejar el vaso sobre la mesa cercana—. Pero no te equivoques, Olivia. Este matrimonio... —su voz bajó, volviéndose más peligrosa—. Tiene sus reglas. Reglas que yo establezco. Y aunque no seas una marioneta, tampoco serás quien tome las riendas.
Olivia sintió que su estómago se revolvía, pero no retrocedió. Había esperado encontrarse con un hombre difícil, pero la frialdad de Ethan, esa calma calculada con la que pronunciaba cada palabra, la ponía en alerta. Estaba claro que él no solo quería controlarla; quería quebrarla poco a poco, hasta que aceptara su lugar en su vida. Pero ella no iba a permitir que eso ocurriera.
—No sé qué tipo de mujeres has tenido antes —dijo, sin apartar la mirada—, pero te aseguro que yo no soy como ellas.
Ethan soltó una risa baja, casi inaudible, y dio un paso hacia ella, cerrando aún más el espacio entre ambos. Olivia sintió su aliento cálido contra su piel, y aunque su instinto le gritaba que se apartara, no lo hizo.
—De eso estoy muy consciente —murmuró, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Por eso te elegí.
Olivia se estremeció ante sus palabras. No sabía exactamente por qué la había elegido, pero lo que estaba claro era que había mucho más en juego de lo que ella comprendía. Y mientras lo miraba, con la luz tenue del salón reflejándose en su rostro cincelado, entendió que Ethan Montgomery no era simplemente un hombre poderoso que deseaba un matrimonio de conveniencia. Era mucho más peligroso que eso.
—Espero que estés preparada —añadió él, sin apartar la mirada—, porque este es solo el comienzo.
Olivia sabía que acababa de entrar en una batalla de voluntades, una donde cada movimiento debía ser calculado. Y aunque Ethan tenía el control en ese momento, ella no se iba a rendir sin pelear. Si él quería un desafío, lo tendría.
La tensión en el aire era casi palpable mientras Olivia y Ethan se miraban en silencio, atrapados en una conversación no dicha. Llevaban horas discutiendo sobre los detalles del acuerdo, y cada palabra parecía ser una batalla por el control. Sin embargo, había algo más que simplemente poder entre ellos. Algo más oscuro, más intenso, que amenazaba con romper las barreras que ambos habían levantado cuidadosamente.
Olivia estaba al borde de su límite. Todo este matrimonio forzado, la frialdad de Ethan, y la presión de mantener la fachada la estaba desgastando. Nunca había sido una mujer que se dejara vencer por las circunstancias, pero ahora sentía que cada fibra de su ser estaba tensada al máximo. Y justo cuando pensó que no podía soportar más, sucedió.
Estaban en la biblioteca de la mansión, y la atmósfera pesada se sentía asfixiante. Ethan estaba de pie, observándola con esa mirada calculadora que siempre la desarmaba. Ella, furiosa por su actitud implacable, dio un paso hacia él, decidida a enfrentarlo de una vez por todas.
—¿Por qué haces esto? —preguntó Olivia, su voz cargada de emoción contenida—. ¿Por qué insistes en controlarlo todo? ¿Es solo un juego para ti?
Ethan la observó en silencio, sus ojos oscuros fijos en los de ella. Durante un largo momento, no dijo nada, pero la intensidad de su mirada le robaba el aliento. Había algo más en esos ojos que frialdad. Había dolor, oculto bajo capas de indiferencia, y aunque Olivia no lo comprendía del todo, lo sentía en lo más profundo.
De repente, él dio un paso hacia ella, tan rápido que Olivia apenas tuvo tiempo de reaccionar. Sus cuerpos estaban tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de él, el olor embriagador de su colonia mezclado con algo más, algo crudo y masculino.
—¿Por qué te importa tanto? —murmuró Ethan, su voz baja, casi un susurro, pero cargada de una emoción que Olivia no había oído antes.
Antes de que pudiera responder, antes de que pudiera siquiera pensar en lo que estaba ocurriendo, sucedió. En un movimiento inesperado, Ethan la tomó por la cintura y la acercó hacia él, y sus labios se encontraron en un beso rápido, intenso, completamente fuera de lugar.
El mundo alrededor de Olivia pareció detenerse. Todo el control que había intentado mantener, toda la frialdad que había tratado de emular frente a él, se desvaneció en ese instante. Sus labios estaban sobre los de ella, firmes pero suaves, robándole la cordura. Y aunque cada parte de su mente le gritaba que lo empujara, que se alejara, su cuerpo reaccionaba de manera diferente. Lo deseaba. Ese pensamiento la golpeó con fuerza, tanto como el beso en sí.
Por un segundo, Olivia cedió al momento, sus manos se aferraron a su camisa, arrugándola en el proceso, mientras el calor del cuerpo de Ethan envolvía cada rincón de su ser. Pero tan rápido como empezó, terminó. Ethan se apartó, su respiración entrecortada, como si el beso lo hubiera tomado por sorpresa tanto como a ella.
Olivia, aún aturdida, dio un paso atrás, llevándose una mano a los labios. Su mente estaba hecha un caos. ¿Qué acababa de pasar? No era parte del acuerdo. No era parte del plan.
—Eso no debía ocurrir —murmuró Ethan, su voz ronca, sus ojos fijos en los de ella con una mezcla de confusión y deseo reprimido.
Olivia sintió un nudo en el estómago. Sabía que él tenía razón. Aquel beso no formaba parte del frío acuerdo que habían sellado. Era una chispa de algo que ninguno de los dos había planeado, algo que amenazaba con hacer que todo se desmoronara. Y, sin embargo, algo en lo más profundo de su ser no podía evitar desear que volviera a suceder.
—No —respondió ella, aún con el corazón desbocado—. No debía, pero lo hiciste.
Ethan la miró, su expresión endureciéndose de nuevo, como si volviera a ponerse la máscara de frialdad que siempre llevaba. Pero Olivia ya había visto lo que había detrás de ella, aunque fuera solo por un momento. Y ahora, todo había cambiado.
Ethan se alejó un paso más, frotándose la mandíbula mientras trataba de recuperar la compostura. El silencio en la habitación era denso, cargado de una tensión que antes no había existido. Olivia seguía inmóvil, con los labios todavía vibrando por el impacto del beso, tratando de entender qué había pasado entre ellos. No era solo el contacto físico; había algo más profundo, algo que no podía permitirse sentir.
—Esto no cambiará nada —dijo Ethan al fin, su tono seco, casi como una advertencia. Era evidente que estaba luchando por mantener el control, aunque por un instante lo había perdido.
—¿No cambiará nada? —Olivia soltó una risa amarga, sin poder contenerse—. Ethan, acabas de besarme. ¿Realmente crees que las cosas seguirán igual?
Ethan se giró bruscamente hacia ella, su mirada oscura clavada en la de Olivia. En sus ojos había una tormenta contenida, un deseo que estaba haciendo lo posible por reprimir, pero también algo más: miedo. No del tipo que mostraba abiertamente, pero estaba allí, enterrado bajo capas de arrogancia y control.
—No era mi intención —admitió en voz baja, como si las palabras le costaran más de lo que estaba dispuesto a mostrar—. Fue un error.
El corazón de Olivia dio un vuelco. Un error. ¿Eso era lo que pensaba de lo que acababa de suceder? Quizá ella debería sentir lo mismo, tratar de verlo como un simple desliz en medio de un matrimonio sin sentido, pero no podía. El beso había despertado algo en ella, algo que no sabía si podía ignorar tan fácilmente.
—¿Un error? —repitió, con una mezcla de incredulidad y dolor en su voz—. Entonces, ¿me vas a besar cada vez que cometas un error, Ethan?
Él apretó los labios, sin responder de inmediato. Sus ojos se oscurecieron aún más, y por un instante, pareció que iba a decir algo, algo importante. Pero en lugar de eso, se dio la vuelta, caminando hacia la puerta sin mirar atrás.
—Esto no se repetirá —dijo en voz baja, sin volverse—. No voy a dejar que nos desviemos del acuerdo.
Y con esas palabras, Ethan salió de la habitación, dejándola sola, con el eco del beso todavía grabado en su piel. Olivia cerró los ojos por un momento, luchando contra la mezcla de emociones que la invadían. Sabía que debería sentirse aliviada de que él hubiera decidido poner fin a aquello antes de que fuera demasiado tarde. Pero en lo más profundo de su corazón, una pequeña parte de ella deseaba que ese beso no fuera el último.
Porque ahora, lo sabía. Ethan Montgomery no era solo el hombre frío y calculador que había creído conocer. Y ese descubrimiento, más que cualquier otra cosa, era lo que más la asustaba.
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