Gael Kim observaba la fiesta desde una esquina, oculto en las sombras de su propia fama. Aunque era el dueño del edificio en el que se celebraba el evento, nadie conocía su rostro. Para la mayoría, Gael era solo un nombre, una leyenda entre empresarios, pero mantenía su anonimato con firmeza. La verdad era lo que más valoraba, y prefería mantenerse alejado de los focos mediáticos.
Vestía un traje negro a medida que acentuaba su impresionante físico, y su rostro, perfectamente esculpido, atraía miradas en cuanto se acercaba a alguien. Sin embargo, lo que más destacaba de él era su aura. Todos podían sentir la fuerza que emanaba de su presencia. Aunque amable y cortés, Gael era un hombre que imponía respeto sin esfuerzo. Pero esa noche, había algo más en el aire. Una sensación de que algo cambiaría.
Al otro lado de la sala, Jinwoo Lee entró como una tormenta silenciosa. Su presencia no pasó desapercibida, y muchos invitados se alejaron ligeramente al sentir su frío control. A diferencia de Gael, Jinwoo no ocultaba su rostro ni su poder. Su empresa controlaba buena parte de Corea, tanto en el mundo de los negocios como en las sombras. Era un hombre de palabra firme y control absoluto, y cualquiera que desafiara su autoridad pagaba el precio.
Los ojos de Jinwoo vagaban por la multitud, aunque su mente ya estaba calculando las estrategias que necesitaba para la próxima adquisición. Era frío, metódico, y la amabilidad no era un lujo que se permitía. Mientras avanzaba entre los invitados, sus hombros anchos y su cuerpo musculoso parecían repeler a cualquiera que se acercara demasiado. Pero esa noche, algo lo detuvo.
Sus ojos se encontraron con los de Gael, y por un segundo, el tiempo pareció detenerse. Ninguno de los dos dijo una palabra, pero la conexión fue innegable. La tensión entre ambos no era solo física; había una energía inexplorada, un reconocimiento mutuo que ninguno podía explicar.
Gael sintió un ligero escalofrío recorrer su columna, una sensación que rara vez experimentaba. Algo en ese hombre, en ese desconocido al otro lado de la sala, despertaba en él una curiosidad que no podía ignorar. Sin embargo, el Gama sabía que las primeras impresiones podían ser engañosas.
Jinwoo, por su parte, sintió un inesperado interés. Él, que siempre había considerado a los demás como meras piezas en su juego de poder, encontraba algo en ese hombre que desafiaba su fría lógica. Algo más profundo, algo peligroso.
Y aunque no lo sabían en ese momento, ese encuentro marcaría el inicio de un viaje que cambiaría sus vidas para siempre
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establece una atmósfera intrigante al presentar a dos protagonistas cuyas vidas han sido moldeadas por el poder, el éxito y la soledad. A través de un encuentro fortuito, Gael y Jinwoo experimentan una conexión inmediata que los desestabiliza, mostrando que, a pesar de sus fortalezas exteriores, ambos son vulnerables cuando se trata de emociones que no pueden controlar. Este capítulo invita a reflexionar sobre cómo el destino puede actuar de manera inesperada, incluso en las vidas de aquellos que creen tener todo bajo control. Los primeros indicios de atracción sugieren que, a lo largo de la novela, el poder, el control y el misterio se entrelazarán con emociones profundas, desafiando la percepción que cada uno tiene de sí mismo y del otro.
El aire fresco de la noche soplaba suavemente sobre el balcón del salón de eventos, donde Gael había escapado por unos momentos. Necesitaba espacio para pensar, para procesar lo que había sucedido. Aquella mirada que compartió con Jinwoo le dejó una inquietud que no lograba sacudir. Era raro que alguien lograra penetrar su calma usual, pero ese hombre, con su porte dominante y enigma latente, lo había sacudido de una forma que no entendía.
Gael no creía en el destino. Había construido su imperio desde cero con esfuerzo, sin depender de nadie. Ser conocido como "El Gama" no era algo que buscó, sino que simplemente había sucedido gracias a sus habilidades y su instinto para los negocios. Pero, por primera vez en mucho tiempo, sentía que algo más allá de su control estaba moviéndose en su vida. Y eso le molestaba.
En el interior, Jinwoo también se encontraba en una encrucijada interna. Nunca se permitía distracciones, y mucho menos emociones. Su vida estaba estrictamente controlada, y así lo había querido siempre. Las emociones eran un lujo que no podía permitirse en su posición, mucho menos con la responsabilidad de su familia y su imperio. Sin embargo, esa breve conexión con Gael había dejado una marca. Había algo en él, algo que lo desafiaba y lo atraía al mismo tiempo. Pero Jinwoo era demasiado calculador como para actuar impulsivamente.
A medida que la noche avanzaba, ambos se sumergieron en sus pensamientos, hasta que una voz familiar rompió la calma de Jinwoo.
—Seo-jun, ¿qué haces aquí? —preguntó Jinwoo sin voltear. Reconocía esa arrogante voz en cualquier lugar.
Seo-jun era uno de sus principales rivales en el mundo empresarial, un hombre astuto y sin escrúpulos que siempre estaba al acecho de cualquier oportunidad para debilitar a Jinwoo. Aunque no tenía la fuerza o el control que Jinwoo había construido, su capacidad para manipular situaciones a su favor lo convertía en una amenaza constante.
—Jinwoo, siempre tan serio —respondió Seo-jun con una sonrisa socarrona—. Me pregunto si alguna vez disfrutarás de una noche como esta, sin estar pensando en tus estrategias o en cómo aplastarnos a todos.
Jinwoo no respondió de inmediato, aunque su mirada fría atravesaba a Seo-jun. Sabía que este encuentro no era casual; Seo-jun nunca hacía nada sin un propósito oculto.
—No tengo tiempo para tus juegos —dijo Jinwoo finalmente, cortando el silencio.
—Claro, claro... Pero déjame darte un consejo, amigo mío —continuó Seo-jun, ignorando el tono gélido de Jinwoo—. Ten cuidado con quién te cruzas esta noche. Hay muchas personas aquí que no son lo que parecen. Quizá incluso alguien esté acercándose a ti sin que te des cuenta.
Jinwoo apretó los puños ligeramente, una señal de que Seo-jun había tocado un nervio. No le gustaba la insinuación de que alguien más podría tener ventaja sobre él, especialmente después del encuentro con Gael. Pero no permitiría que Seo-jun viera eso.
Mientras tanto, Gael regresaba al interior del salón justo a tiempo para ver cómo Seo-jun se alejaba de Jinwoo con una sonrisa maliciosa en su rostro. Aunque no sabía exactamente qué había sucedido, el ambiente entre ambos hombres era palpable. Gael, siempre alerta, percibía las dinámicas de poder mejor que nadie, y lo que vio no le gustó.
Sin embargo, antes de que pudiera analizar más, Minji, una mujer de una belleza impresionante pero con una mente afilada y peligrosa, apareció frente a él.
—Gael, me alegra verte por aquí —dijo Minji con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Minji había estado rondando en los círculos de poder desde hacía años, utilizando su carisma y su ambición para escalar en la sociedad. Era alguien que Gael conocía bien, pero nunca había confiado. Sabía que Minji siempre tenía un objetivo oculto en mente, y era conocida por usar cualquier medio para lograr lo que quería.
—Minji —respondió Gael con cortesía, aunque mantenía cierta distancia—. Pensé que estabas en Londres. ¿Qué te trae de vuelta?
—Negocios, por supuesto —respondió ella, pero sus ojos se deslizaron hacia Jinwoo por un breve momento antes de regresar a Gael—. Pero no se puede hacer negocios sin una buena compañía. Y tú, querido Gael, siempre has sido alguien interesante con quien conversar.
Gael mantuvo su postura tranquila, pero sabía que Minji estaba planeando algo. No era casualidad que ella estuviera aquí la misma noche que Jinwoo. Y aunque no sabía exactamente qué estaba sucediendo, sentía que algo mucho más grande estaba en juego.
El destino de todos los presentes se entrelazaba lentamente, y mientras la tensión aumentaba en la sala, Gael y Jinwoo ignoraban que sus caminos estaban más conectados de lo que podían imaginar.
Jinwoo no podía dejar de pensar en la mirada que había intercambiado con Gael. Desde que lo vio, algo se había removido dentro de él, algo que no lograba entender. Su mente, siempre fría y analítica, estaba enredada en pensamientos sobre ese hombre. Aunque trataba de centrarse en su trabajo y en los juegos de poder que dominaba, esa breve conexión seguía acosándolo. Nadie le había afectado de esa manera antes, y la sensación lo incomodaba.
Mientras tanto, en el otro extremo de la ciudad, Gael regresaba a su hogar, un elegante pero sencillo apartamento en el corazón de Seúl. Para alguien con su riqueza, podría haber vivido en cualquier mansión de lujo, pero prefería la simplicidad y el anonimato. Sin embargo, su mente también estaba inquieta. El rostro de Jinwoo lo perseguía, y aunque no entendía por qué, sabía que lo que había ocurrido en aquella gala no era algo común.
Esa noche, el insomnio fue su única compañía. Gael se paseaba de un lado a otro de su habitación, incapaz de despejar su mente. Nunca se había dejado afectar por nadie tan rápidamente, mucho menos por un hombre al que apenas conocía. Pero algo en Jinwoo lo había impactado profundamente, como si, de algún modo, sus destinos estuvieran entrelazados.
Al día siguiente, ambos hombres se sumergieron en sus respectivos mundos. Jinwoo estaba encerrado en su oficina, revisando los últimos movimientos de su empresa y planeando una adquisición que lo posicionaría aún más arriba en el poder económico de Corea. No permitía distracciones; sin embargo, cada tanto, su mente vagaba hacia Gael.
Mientras tanto, Gael se encontraba en una reunión con su equipo directivo, discutiendo los próximos pasos para su empresa. Aunque participaba activamente, su mente no estaba completamente en el presente. Cada tanto, un destello de la noche anterior volvía a su mente, interrumpiendo su habitual enfoque.
Ambos estaban acostumbrados a tener el control absoluto de sus vidas, pero ahora se encontraban luchando contra un sentimiento que no podían explicar. Gael, aunque amable y cordial en su trato, no permitía que nadie se acercara demasiado a su verdadera esencia. Jinwoo, frío y calculador, había levantado muros impenetrables a su alrededor, y aquellos que se atrevían a cruzarlos pagaban el precio.
Pero esa noche en la gala, algo había cambiado. Ninguno de los dos sabía que estaban destinados a cruzarse nuevamente.
Esa misma tarde, mientras Jinwoo revisaba un informe, su asistente le informó que tenía una reunión con un posible inversor que prefería mantenerse en el anonimato. A Jinwoo no le sorprendía, ya que muchos empresarios ricos evitaban revelar su identidad, especialmente cuando trataban con alguien tan influyente como él.
Cuando el reloj marcó las cuatro de la tarde, Jinwoo estaba sentado en una sala de reuniones privada, esperando a su misterioso inversor. Los minutos pasaban lentamente hasta que la puerta se abrió, y ahí, de pie frente a él, estaba Gael.
El impacto fue inmediato. Ninguno de los dos dijo una palabra al principio. Gael, con su habitual elegancia y presencia imponente, avanzó hacia la mesa con una calma que desmentía el torbellino de emociones que sentía por dentro. Jinwoo, por primera vez en mucho tiempo, se sintió desestabilizado. Su mirada fría intentó descifrar al hombre que tenía delante, pero lo único que logró fue aumentar la atracción que había comenzado la noche anterior.
—No esperaba que fueras tú —dijo Jinwoo, finalmente rompiendo el silencio.
—Yo tampoco —respondió Gael con una leve sonrisa, aunque sus ojos mantenían la seriedad—. Parece que nuestros caminos se cruzan de nuevo.
Ambos tomaron asiento, sabiendo que la reunión que estaba por comenzar no sería como las demás. Las dinámicas de poder, control y deseo empezaban a entrelazarse de una manera que ninguno de los dos había anticipado. Aunque sus razones para estar allí eran estrictamente profesionales, ambos sabían que lo que sucediera en esa sala marcaría un antes y un después en sus vidas.
Gael tomó la palabra con su habitual calma, pero había una tensión en el aire que ninguno de los dos podía ignorar.
—He estado siguiendo tus movimientos en el mercado —dijo Gael—. Creo que tenemos intereses comunes, y tal vez podamos colaborar.
Jinwoo lo observó en silencio por un momento antes de responder. Estaba acostumbrado a las negociaciones duras, pero esta vez, la tensión que sentía no provenía del trato que estaban discutiendo, sino de algo mucho más profundo.
—No suelo trabajar con gente que no conozco —respondió Jinwoo fríamente, aunque sabía que había algo más detrás de esa afirmación.
Gael lo miró directamente a los ojos, desafiando su respuesta con la misma fuerza que había sentido en su primera mirada. Ambos hombres estaban jugando un juego peligroso, no solo por el control que buscaban en el mundo empresarial, sino por las emociones que comenzaban a surgir entre ellos.
Y aunque ninguno lo reconocería en ese momento, el destino ya había decidido unirlos.
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