Lorena tiene treinta años, es una hermosa mujer de cabellos y ojos negros, se casó con Alberto Calle cuando tenía veinte años, ha sido una esposa cariñosa, dedicada al hogar y a su esposo, no ha sido capaz de darle un hijo y eso es algo que siempre ha lamentado.
Mañana cumplen diez años de casados, y está dejando todo listo para la celebración, como cada año ha querido hacer algo especial, y en este último ha optado por decorar con algunas orquídeas, solo que está buscando una especial para sus bodas de aluminio; solo que cerca de donde vive no las venden, así que ha tenido que tomar el metro para ir a una florería que ha visto en unos anuncios en las redes sociales y que le ha parecido muy interesante.
Cuando Lorena ingresó se quedó mirando las luminarias de la florería, son idénticas a las que tiene en la sala de su casa; camina tranquilamente cuando un niño de aproximadamente cinco años con ojos marrones claros pasa por su lado corriendo hasta tropezar con ella.
Lorena le sonríe, es increíble que se parezca tanto a su esposo Alberto.
- "Lo siento, Betito es un niño muy travieso", dijo la joven que lo perseguía; llevó al niño con ella, con destino a la trastienda.
Lorena seguía mirando las flores, aunque sintió cierta melancolía, supuso que aquel pequeño niño probablemente se llamaba Alberto, por el diminutivo, se quedó pensando que era tan parecido a su esposo, que si ella hubiese podido darle un hijo, tal vez luciría así y se llamaría de esa manera; ese era un tema que sentía doloroso.
Cuando alejó aquellos pensamientos, Lorena se quedó mirando unas orquídeas Cymbidium, que le parecieron hermosas, son muy parecidas a las que su esposo le obsequió cuando le pidió matrimonio.
- "Me gustaría llevar estas orquídeas", expresó Lorena a una vendedora.
La vendedora se apresuró en acomodar las orquídeas mientras Lorena fue a la caja a pagar la compra; pasó la tarjeta y firmó el ticket.
Cuando le devolvió el ticket a la cajera vio una foto del pequeño que había visto corriendo, soplando la vela de su torta de cumpleaños; a aquel pequeño se le formaban los mismos hoyuelos que a su esposo, extraña coincidencia se dijo a sí misma.
- "Es un niño muy vivaz, ¿es de alguna de ustedes?", preguntó Lorena, era una sensación extraña que le pedía averiguar más de aquel pequeño.
- "Es el hijo de la dueña de la florería, ha tenido que ir al médico, para un control de embarazo y nos ha dejado cuidando al pequeño", respondió la cajera.
El móvil de la cajera suena, le pide un momento a Lorena, porque tiene que responder la llamada.
- "Sí, señora, Beto está bien, como siempre está muy inquieto, porque pregunta por ustedes. (Su interlocutora dice algo) Sí, señora, no se preocupe, el pasaje del señor Alberto está comprado, justo los tengo en mis manos", manifestó la cajera, pero cuando trató de cortar la llamada, el pasaje se le cayó, y como hoja al viento caía bailando sobre el piso.
Lorena amablemente levantó el pasaje, pero se quedó perpleja al ver el nombre del pasajero, Alberto Calle, acaso podría ser una homonimia, y fue casi como un instinto mirar el número del documento de identidad, no podia ser posible, es el mismo número de su esposo.
- "Gracias por recogerlo", dijo la cajera tomando el pasaje de la mano de Lorena.
- "Disculpe, ¿el señor Alberto Calle es familiar de la dueña?", preguntó Lorena de manera muy nerviosa.
- "Lo siento, pero eso es información personal", respondió la cajera.
Lorena sacó su móvil, y le mostró la foto de su esposo a la cajera.
- "¿Es la misma persona?", consultó Lorena con la poca tranquilidad que le quedaba.
La vendedora que ya había venido con las orquídeas se quedó mirando con la cajera; podían notar que la mujer que había venido a comprar había palidecido de repente.
- "Es el esposo de la señora, padre del pequeño que tropezó con usted", manifestó la vendedora.
Lorena retrocedió, se podía notar la angustia con solo ver sus labios temblorosos, le costaba respirar ante lo evidente, su mundo estaba desvaneciéndose ante sus ojos, sus diez años de matrimonio no eran nada, el hombre que amaba tenia otra familia, con un hijo de cinco años y otro por venir. Era imposible detener las lágrimas que brotaron de sus ojos y nublaron su visión, era imposible no sentir el corazón roto. La traición calaba en el alma y dejaba una estela de desolación.
...Lorena Castillo...
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...Saludos cordiales a todos, empiezo una nueva historia de amor, espero que les guste. Es importante para mí que dejen sus comentarios y darle "Me gusta"👍👍👍 en cada capítulo. Siempre estaré agradecida por sus regalitos 🎁🎁🎁 y votos🗳️🗳️🗳️....
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Gabriel Larrea tiene treinta y siete años, no es en extremo apuesto, pero tiene una elegancia que puede resultar muy atractiva, ha incursionado en la política; logrando ser parlamentario, su partido político lo ha convencido de que puede ser un gran candidato presidencial; sin embargo, los estudios realizados para la intención de voto, muestran resistencia al hecho de ser un padre soltero, al que le han atribuido una serie de aventuras que en la mayoría de los casos han sido fabricadas y nada reales; puesto que nunca ha presentado una pareja formal.
...Gabriel Larrea...
- "Señor Larrea, llamaron de su casa, las niñas lo volvieron hacer, la nueva niñera se ha retirado en el acto de la vivienda, y por ahora doña Margarita ha calmado a las pequeñas con su plato favorito", le avisó Diana, su asistente personal.
Gabriel tiene dos pequeñas, Samantha y Alexandra, tienen siete años, son unas niñas hermosas y extremadamente traviesas, quieren profundamente a su padre, pero en el fondo desean el amor maternal que ellas se imaginan. La madre de las pequeñas murió en un asalto violento que sufrieron, cuando regresaban de una velada nocturna y las pequeñas tenían tres años, ese día se quedaron con la niñera y su madre nunca regreso, de ahí detestan el termino de niñera para cuidarlas.
Ese violento asalto y la impotencia de no haber podido evitar la muerte de su esposa, y que lo mandó al hospital por un largo periodo, fue lo que motivó a Gabriel a incursionar en la política para reducir la inseguridad ciudadana; y es en ese rubro donde más se ha enfocado en su labor legislativa, en un afán de sentirse menos culpable por no haber podido hacer nada para salvar a su esposa.
...Samanta y Alexandra Larrea...
- "Esa agencia nunca me envía niñeras competentes, mis hijas son niñas amorosas con mucha energía, que ninguna niñera ha sabido focalizar, voy a buscar otra agencia que me envíe mejores empleadas", manifestó Gabriel incómodo, poniéndose su saco.
- "Afortunadamente, hoy no hay ninguna reunión, sus asesores están trabajando en el nuevo proyecto de ley, haré que se lo remitan al correo", manifestó Diana.
- "Gracias Diana, así tenga que revisarlo a la medianoche, me aseguraré de que el proyecto de ley quede perfecto, es importante poder convencer al resto de parlamentarios", expresó Gabriel, para luego despedirse de su asistente.
Debía ir de inmediato a su casa, necesita encontrar pronto a una persona que pueda entender a sus hijas y las pueda cuidar, la mujer que salió despavorida era la octava niñera que renunciaba en el último año.
Cuando su padre llegó a casa, las pequeñas se colgaron del cuello de Gabriel, quien no tuvo más remedio que alzar a ambas, mientras ellas lo miraban con ternura.
- "Papi, ya somos grandes", dijo Samantha.
- "Las niñas grandes no necesitan niñera", expresó Alexandra con un puchero.
- "Las niñas grandes no pegan con chicle el cabello de las personas; ni echan jalea en sus zapatos. Ustedes necesitan a alguien que las ayude, doña Margarita y doña Norma son personas muy mayores para cuidarlas todo el tiempo", manifestó Gabriel, mientras sus pequeñas agachaban la cabeza reconociendo que se habían excedido un poco.
- "Mis amigas no tienen niñera, tienen mamá", replicó Samantha.
- "Su mamá está en el cielo, ya se los dije", expresó Gabriel con cariño, aunque nota ya se esa explicación no parece ser suficiente para las pequeñas.
- "Pero queremos una en la tierra, ¿no nos puedes conseguir una mamá para siempre?", consultó Alexandra, haciendo un puchero y poniendo una mirada tierna.
- "Algún día cariño, lo siento, papá algún día encontrará una mamá para ustedes. Las amo mucho, mis amores", expresó Gabriel, abrazando a sus hijas.
- "Te amamos, papi", expresan ambas hermanas. Las pequeñas anhelan tener lo que ven en otras compañeras de clase, una madre amorosa, que nunca se vaya de su lado.
Gabriel siente una terrible frustración cada vez que siente la pena de sus hijas de no tener a su madre al lado, no han podido gozar la ternura y la calidez que brinda con naturalidad el amor más sublime que existe.
No obstante, él se niega a volver a enamorarse, tiene ya bastantes preocupaciones en la cabeza, vive inquieto por la seguridad de las pequeñas, tiene miedo de no poder proteger a alguien más, por eso mantiene distancia, parece frío e indiferente, aún cuando una mujer provoca en él algún tipo de interés; nada lo suficientemente fuerte que le provoque acercarse.
No ha aparecido en la vida de Gabriel Larrea, la mujer que logre que él se vuelva a enamorar sinceramente; sin embargo, eso está a punto de cambiar.
Alberto Calle es ingeniero y tiene cuarenta años, debido a su profesión ha viajado constantemente por todo el país, tiene ojos marrones claros y cabello castaño, el pasar de los años le han ido consumiendo el atractivo que poseía en su juventud, pero cree que sigue siendo irresistible.
...Alberto Calle...
Él conoció a Lorena por ser compañera de clases de su hermana menor; era en esencia una chica muy hermosa, y aunque la estuvo enamorando mientras ella estaba en la escuela, recién empezó a salir con ella cuando cumplió la mayoría de edad; dos años después se casó con ella.
Sus padres murieron cuando ella era muy pequeña, y vivía con su tía materna, quien era su única familia; no tenía mucho dinero, para ir a una universidad, aún así pudo estudiar secretariado ejecutivo, pensaba ir a la universidad con el dinero que lograra ahorrar mientras trabajaba.
Aunque trabajó durante el primer año de matrimonio, Alberto le pidió que dejara de hacerlo, porque empezarían a intentar tener un hijo, y era mejor que estuviera tranquila y preparando todo en casa; mudándose lejos de la capital donde siempre había vivido Lorena, dejando atrás a la única familia que poseía y a sus amigos.
Lamentablemente, así pasaron los años y Lorena no lograba quedar embarazada, cuando fueron al médico, le indicaron que la posibilidad de quedar embarazada naturalmente era casi nula, quizás con alguna técnica de fecundación asistida; sin embargo, eso resultaba bastante oneroso.
Aunque Lorena insistió en ponerse a trabajar, para juntar el dinero necesario. Alberto le aseguró que ahorraría para ello, que ella era muy joven y que en un par de años tendrían el dinero necesario; pasaron los años y nunca hubo suficiente dinero.
Hace seis años, en uno de sus viajes de trabajo, Alberto conoció a Paulina Del Valle, una mujer que si bien no era de rostro agraciado, tenía una forma de ser bastante seductora; Alberto terminó cediendo al deseo, y terminó entablando una relación con Paulina. Empezando su doble vida en dos ciudades diferentes, asegurándose de que ninguna de las mujeres supiese la existencia de la otra.
Lorena no sabe ni como logró llegar a su casa después de enterarse del engaño de su esposo, ella en toda su vida no había tenido ojos para otro que no fuera él, su vida entera giraba en torno a él. Ella está sentada en el piso de la bañera abrazando sus piernas y dejando que el agua de la ducha cayera sobre su cuerpo; sentir que con los mismos labios que Alberto besaba a esa otra mujer también la besaba a ella le dolía, que con las mismas manos que acariciaba a la otra venía luego a acariciarla le repudiaba, tener que asimilar que después de hacerle el amor a otra volviera a su cama le resultaba asqueroso.
- "Lorena llora toda esta noche, solo tienes permitido llorar por él esta noche, luego vas a enterrar este amor, vestirte de dignidad, exigirle el divorcio y que se largue de tu vida, ¿entiendes Lorena?, se acabó, se acabó todo", se dijo a sí misma en voz alta, como un mantra que tenía que repetirse una y otra vez para tomar valor y ejecutar la acción que había planificado.
El dolor de la traición era punzante, desgarrador, la decepción y la tristeza es con que se reviste el alma al enterarte, como un grito interno desesperado que busca salir, que desespera y desconcierta; aquel nudo en el estómago, como si un vacío se apoderara de todo el cuerpo y el suelo bajo los pies desapareciera y empezaras a caer en un abismo sin fin.
Esa noche Lorena lloró, por aquel amor que se desmoronó de un momento a otro ante sus ojos, lloró por los años de su vida que dio con todo su ser, lloró por la vida que vio pasar y que ahora quedaba reducida a nada.
Siete de la mañana, en el décimo aniversario de su matrimonio con Lorena, Alberto Calle abre la puerta de su casa; ayer le mandó un mensaje diciendo que ya estaba viajando y que estaría temprano en casa, aunque aparecía como que había sido visto, pero ella nunca respondió el mensaje, como ya era tarde cuando lo envío solo se imaginó que estaba molesta.
Cuando Alberto avanzó por la sala, se topó con dos maletas, le resultó extraño, no había globos, decoraciones, no estaba lleno de flores, y una Lorena emocionada llenándole de besos.
Solo en la mesa de centro las orquídeas que Lorena compró ayer y que la llevaron a conocer la doble vida de su esposo.
- "Las compré en Florería 'Mi maravilloso jardín' creo que conoces perfectamente a la dueña", dijo Lorena bajando despacio las escaleras.
Alberto abrió los ojos de sorpresa, como podía Lorena conocer ese lugar, qué tanto sabe de su otra mujer, qué debe hacer se pregunta, qué tanto sabe Lorena de su doble vida y de todo lo demás en que la ha engañado.
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