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Hechizando Al Jefe.

Prólogo.

Adelaida
Adelaida
Dalila… Dalila¿cómo pudiste?
Dalila
Dalila
Adelaida, por favor, no lo hagas más difícil de lo que ya es.
Adelaida
Adelaida
¿Difícil? Me acosté anoche pensando en que mañana me casaría, y ahora descubro que ustedes... ¡Tú y Edgardo! ¡Mi prometido! ¿Cómo tuviste el descaro de...?
Dalila
Dalila
No fue planeado. No quería hacerte daño, pero… pasó. No sé qué más decirte.
Adelaida apretaba la soltura de su falda con fuerza, sus manos temblaban mientras las lágrimas brotaban sin control. Aún no podía procesar cómo su propia hermana le había hecho eso.
Edgardo
Edgardo
Adi, escucha, por favor. Podemos hablar de esto. No quería que lo supieras de esta manera…
Adelaida
Adelaida
¡No me llames así! ¿Y de qué manera querías que lo supiera, Edgardo? ¿Cuando ya estuvieras casado conmigo mientras seguías con Dalila a mis espaldas? ¡Eh!
Edgardo
Edgardo
No es lo que piensas…
Adelaida
Adelaida
¡Es exactamente lo que pienso! Vi sus mensajes, las fotos... Y sabes lo que es peor, que de bocas ajenas supe de todo esto. Así que, no hay excusas. Me engañaste… ¡con mi propia hermana!
Edgardo se quedó en silencio, incapaz de encontrar una justificación. Sabía que no había forma de reparar el daño que había causado.
Dalila
Dalila
Adelaida, no quiero que me odies… Yo… te amo, eres mi hermana, pero no puedo controlar lo que siento por Edgardo.
Adelaida sintió una punzada en el pecho al oír esas palabras. Lo que sentía ya no era solo traición, sino una profunda sensación de pérdida. Su hermana menor, su confidente, había cruzado una línea que no tenía retorno.
Adelaida
Adelaida
Ya lo controlaste, Dalila.
Adelaida
Adelaida
Controlaste cómo destruir todo lo que yo tenía. Lo que ustedes tenían.
Adelaida
Adelaida
Pero bueno, solamente te diré esto y que te quede bien claro... No quiero volver a saber nada de ustedes. Ni de ti, ni de Edgardo. ¿Me escuchaste?
Edgardo
Edgardo
Adelaida, espera…
Adelaida
Adelaida
No. Todo se acabó. Te amé con el alma, te entregué todo de mí, y aún estaba dispuesta a más con tal de hacerte feliz, sin embargo no signifiqué absolutamente nada para ti.
Dalila
Dalila
Adi, hermana, perdóname por favor...
Dalila trata de abrazar a su hermana, pero ésta se suelta y la empuja echándola sobre el sofá.
Inmediatamente, Edgardo la asiste.
Adelaida
Adelaida
No te deseo lo malo, Dalila. Pero ojalá, que esto que me hiciste no te pese algún día.
Dalila
Dalila
Yo... Yo...
Empezó a llorar y sollozar aún más fuerte.
Adelaida
Adelaida
Larguénse de mi casa. Ya no los quiero aquí.
Edgardo, indignado por la petición. Se pone de pie y amenazante se planta frente a Adelaida.
Edgardo
Edgardo
¡Esta es mi casa! ¡Cómo te atreves!
Adelaida
Adelaida
No. ¡Es mi casa, mi propiedad. Para eso lo pusiste a mí nombre. Ahora, toma a la zorra de mi hermana, y lárgate carajo!
El susodicho, sorprendido por el tono con el que le había hablado. Exhala con frustración, y por mucho que quisiera seguir echándole la contra. Al final, decide tomar del brazo a Dalila y llevársela a rastras hasta la puerta.
Adelaida no los miró salir. La puerta se cerró con un sonido sordo.
Adelaida
Adelaida
¿Por qué?... Por qué a mí...
Murmuró una vez se quedó sumida bajo en el silencio que le ofrecía, el espacioso y sofisticado salón.
¿Cómo habían sido capaces de hacerle esto? Ella, que había confiado ciegamente en ambos.
Adelaida
Adelaida
Yo lo amaba...
El dolor en su pecho era tan agudo que apenas podía respirar. Quería gritar, golpear algo, pero solo podía llorar. Se sentía sola, vacía. Todo lo que había construido, la vida que había planeado, se había esfumado.
Adelaida
Adelaida
Y ahora que voy a hacer... (reflexiona)
Entonces, entre el caos de sus pensamientos, recordó algo. Días atrás, había comprado los boletos de avión para la luna de miel. Francia. Era el viaje de sus sueños, el viaje que había planeado con Edgardo. Pero ahora, Edgardo ya no era parte de esos planes. Sin embargo, la idea de huir de todo lo que conocía, de escapar del dolor, comenzaba a parecerle tentadora.
Adelaida
Adelaida
Francia... Es cierto.
Podía irse, desaparecer, y nadie tendría que saberlo. No necesitaba decirle nada a nadie.
Y sin pensarlo más, optó por esa única oportunidad. Al fin y al cabo, sólo se tenía a sí misma. Sabía que, sus familiares jamás estarían de su lado, incluso la obligarían a casarse con su ex, sólo para mantener las apariencias y a Dalila, le darían plena libertad de hacer lo que quisiera, porque era la mimada de todo y todos
Así que, no tenía nada que perder.
Francia la esperaba, con un nuevo comienzo allí.

CAP 1: La mansión De La Lune.

Adelaida caminaba de un lado a otro frente a la enorme mansión.
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El aire fresco de la campiña francesa la envolvía, pero no le ayudaba a calmar la tormenta que se agitaba en su interior. Sus zapatos apenas tocaban el suelo de grava mientras su mente repasaba, una y otra vez, cómo había llegado a ese punto.
La opulencia del lugar la intimidaba, y cada paso que daba, aumentaba su frustración. ¿De verdad iba a entrar ahí para convertirse en limpiadora? Antes de que todo se desmoronara, era una renombrada editora, una mujer con un futuro prometedor. Si se hubiera casado con él...
El pensamiento de su exnovio la hizo detenerse en seco. Él, junto a su hermana, le habían arrebatado esa vida perfecta.
Adelaida
Adelaida
Es verdaderamente ridículo. No debería estar aquí.
Se dijo, mientras fruncía el ceño, observando la mansión de nuevo.
Era un palacio moderno, imponente, rodeado de extensos jardines y árboles que parecían querer ocultar el lugar del resto del mundo. Todo en esa propiedad hablaba de lujo, de una vida tan distante a la que ahora vivía, que le resultaba casi insoportable. Había llegado a Francia huyendo, pero lo que la esperaba no era precisamente el paraíso que había imaginado.
Adelaida
Adelaida
Es tan patético. (Pensó)
Justo en ese momento, mientras dudaba entre tocar el timbre o regresar corriendo al modesto apartamento de su amiga Iris, una figura se acercó desde la casa. Un hombre mayor, vestido con un impecable traje negro y con el cabello canoso, caminaba con la elegancia y seguridad de quien lleva años trabajando en un lugar como ese. Al llegar a la entrada, la miró directamente.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
Buenos días, Señorita. ¿Usted es la nueva limpiadora?
Preguntó el hombre, con un tono amable pero firme.
Adelaida parpadeó, sorprendida. ¿Tan obvio era?. Aunque su ropa no era particularmente humilde, tampoco estaba a la altura de la opulencia que irradiaba la mansión.
Adelaida
Adelaida
Buen día, Señor. Eh... Sí. Bueno... Vine por la recomendación de una amiga
Respondió nerviosa, sin saber si debería mentir o ser honesta.
El mayordomo asintió con un gesto de aprobación
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
Perfecto. Estábamos esperándola. Por favor, pase.
Dicho esto, abrió el portón de hierro con un movimiento elegante y le hizo un gesto para que lo siguiera.
Adelaida lo siguió, aún en estado de duda, sintiendo cómo el ambiente de la mansión la envolvía más y más con cada paso. Una vez dentro, la extravagancia que la abrumó. El suelo de mármol relucía bajo sus pies, las paredes estaban adornadas con obras de arte que parecían sacadas de un museo y los techos eran tan altos que hacían eco de sus pasos.
Adelaida
Adelaida
Todo aquí es... impresionante.
Murmuró, si poder evitarlo.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
Sí, la mansión De La Lune tiene una larga historia de refinamiento. Mi señor cuida cada detalle.
Respondió el mayordomo con orgullo.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
Por cierto, mi nombre es Rick Dubois. Y cómo lo habrá notado, soy el mayordomo principal de esta casa. He trabajado para el señor De La Lune durante muchos años, pero pronto me retiraré.
Adelaida
Adelaida
No entiendo...
El rostro de Rick se suavizó un poco.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
A lo que me refiero, es que estamos buscando a alguien que no solo haga los quehaceres, sino que también se encargue de asistir al señor en sus asuntos personales. En pocas palabras, que tome mi lugar.
Adelaida lo miró, sorprendida.
Adelaida
Adelaida
¡Woah!. Suena a algo que no sería tan fácil
Rick asintió.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
El puesto es más complejo de lo que parece, pero nada que no pueda aprender.
Adelaida
Adelaida
¿Y cómo es él?
Preguntó Adelaida, más por curiosidad que por otra cosa. No sabía nada de su nuevo jefe, solo que era un doctor millonario, y que mejor que aprovechar esa oportunidad para saber un poco.
El mayordomo sonrió, pero su expresión se mantuvo profesional.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
El señor Bonnet es un hombre reservado. No es muy sociable ni le gusta involucrarse demasiado con el personal, pero es extremadamente educado y... particular con sus cosas.
El mayordomo la miró de reojo.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
Creo que se adaptará bien a su forma de ser, siempre y cuando respete su espacio.
Adelaida asintió, sin saber qué esperar. ¿Qué tipo de hombre sería ese tal Bastian De La Lune? No tardaría en averiguarlo.
[>>>>]
Finalmente, después de recorrer la casa, Rick la llevó a una sala más acogedora, donde se sentaron. El mayordomo comenzó a explicarle con más detalle cómo funcionaba el trabajo y qué se esperaba de ella. Le contó que, además de las tareas habituales de limpieza, tendría que asistir al señor en algunas cuestiones personales, desde organizarle los horarios hasta atender ciertas necesidades puntuales.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
No tiene de qué preocuparse. Yo estaré aquí unos días más para enseñarle todo. Después el resto ya es cuestión de acostumbrarse.
Intentó tranquilizarla.
Adelaida se recargó en la silla, procesando toda la información. Sintió un nudo en el estómago. ¿Qué clase de lugar era ese? Sin embargo, no tenía muchas opciones. Regresar a Los Ángeles no era viable. Había vendido su casa antes de venirse a Francia, y lo poco que le quedaba de sus ahorros se estaba agotando rápidamente. Necesitaba de este trabajo.
Adelaida
Adelaida
Bueno... Si solo se trata de eso, puedo hacerlo.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
¿Segura?
Adelaida
Adelaida
¿Habría que hacer algún otro papeleo o trámite? Digo, es que estamos muy lejos de la ciudad... Usted sabe...
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
No. Con el currículum que envío por correo hace unos días es más que suficiente, Señorita.
La referida respiró hondo. ¿Qué más podía hacer? Así que asintió lentamente.
Adelaida
Adelaida
De acuerdo. Acepto el trabajo.
El mayordomo genuinamente complacido, le sonrió con satisfacción.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
Excelente, señorita Gutiérrez. Le prepararé su habitación. Deberá mudarse lo antes posible, ya que el señor prefiere que su personal viva dentro de la mansión. Él le indicará más detalles acerca de su sueldo, días libres, etcétera.
Eso sí que la tomó desprevenida, tenía en mente que pagaría taxi cada vez que volviera allá y acá, pero por lo visto era solo idea suya. Mudarse a esa casa implicaría una gran transición, para toda su rutina.
Adelaida
Adelaida
Sí. Muchas gracias por la oportunidad.
Mayordomo. Rick Dubois.
Mayordomo. Rick Dubois.
No, el gusto es nuestro. Le avisaré a mi señor que se estará instalando desde esta noche.
Adelaida
Adelaida
Claro.
Y dicho esto, acordó el horario en el que llegaría con sus cosas y se retiró de ahí.
Tenía tantas cosas en las que pensar. Tantas preguntar por hacer. Tanto que planear. Asimismo, la necesidad de salir adelante era la motivación más grande que tenía ahora mismo y no le sobraba otra cosa que, adaptarse como todo este tiempo había intentado hacer.
Una mansión alejada de mundo, más, una vida sirviendo a otro. No parecía tan malo.

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