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CÓMO DOMÉ A UN INFIEL

EL DESCUBRIMIENTO

Hoy, justamente hace un año, mi mundo se desplomó en menos de un minuto. Recibí una llamada telefónica que le dio un giro de 180 grados a mi vida. Fue un cambio total con respecto a la dirección que llevaba hasta ese momento.

Mi Gabriele, mi amado esposo, me estaba siendo infiel en ese momento luego de cinco años de feliz matrimonio y dos de noviazgo. Yo nunca sospeché de alguna infidelidad pues Gabriele lo era todo para mi. Éramos el uno para el otro.

Mi mejor amigo, mi apoyo, el padre y esposo más abnegado. El amante más complaciente, dulce y romántico. ¿Cómo era posible que tuviera otra? ¿En qué momento me engañaba si cuando no estaba en casa estaba trabajando, ya sea con sus padres o volando pues es piloto comercial?

Por otra parte, no había la posibilidad de que la secretaria que me llamó me estuviera mintiendo, pues en primer lugar ella es una mujer seria y muy madura. Y lleva un buen tiempo trabajando para esa compañía.

En segundo lugar, me dio datos precisos fáciles de comprobar. No se iba a exponer a un despido por estar inventando cosas tan graves. Aún a riesgo de meterse en problemas, ella decidió que era hora de hablar y por eso con plena seguridad me llamó.

Sentía en mi estómago arder en una mezcla de emociones tales como la ira, tristeza, confusión y desconfianza. Yo lo amaba tanto y confiaba en él plenamente. Me había hecho a la idea de que “estaríamos juntos hasta la muerte”. Y ahora aquella frase dicha el día de nuestra boda, ya no tenía sentido.

¿Qué iba a hacer luego de recibir aquella llamada? Habían dos personas que a partir de ahora serían mi paño de lágrimas: Mi madre y mi mejor amiga. Las llamé y les pedí venir de inmediato a casa.

Le pedí a la señora que trabaja en mi casa, cuidar de mis dos pequeños. Darles de comer, cuidarlos y dejarme hablar a solas en el despacho de la casa sin interrupciones. Mientras llegaban esas dos mujeres lloré, lloré de dolor y de frustración.

Mirando desde la ventana del despacho hacia la parte trasera de mi casa me hacía las mil y una preguntas. ¿Por qué? ¿En qué fallé si yo solo vivo para él, para nuestros hijos? ¿Desde cuándo me engañaba? ¿La amaba más que a mi? ¿Era con ella así como lo es conmigo? ¡Qué agonía tan desesperante! ¡Qué sensación de pérdida tan dolorosa!

Definitivamente yo no estaba preparada para enfrentar una situación de tal magnitud. Creo que nadie en el mundo se prepara para recibir un derechazo a su felicidad, a su paz, a su tranquilidad. Y sin embargo acá y en cualquier parte del mundo ahorita mismo millones están siendo traicionados cruelmente. No seré yo la primera en enfrentar un fracaso matrimonial, un rechazo a su entrega más pura y leal. Una patada a su confianza y a su amor.

Mientras el mundo sea mundo siempre van a existir la infidelidad y las traiciones. Tanto hombres como mujeres no valoramos a quien tenemos al lado. Si se presenta alguno con algo que nos atrae quitamos ese freno que nos impide ser leales y empieza el flirteo.

Si a veces no se dio la infidelidad no es porque los dos se hayan retenido sino porque a uno no le gustó algo del otro. Afortunado el cónyuge que se salvó. ¡Qué tristeza! Hoy día, quizás más que nunca, hay mucho coqueteo. En las películas, series, publicidad eso es lo que vende: La provocación insinuante.

Y yo que pensaba que mi Gabriele era incapaz de mirar a otra como me mira a mi. Pensé que solo tenía ojos para mi, como me lo demostró cuando intentó conquistarme durante dos años. Durante ese tiempo vivió para enamorarme hasta que lo logró.

No quiero imaginarlo haciendo eso por otra mujer. No quiero imaginarlo haciendo el amor con otra. ¡No, no, no esto no puede estar pasando! ¡Oh Dios, que esto sea una pesadilla y esté por despertar! Mi Gabriele es solo mio y yo soy de él.

En cuanto entraron mi madre y mi amiga Omaira, les pedí sentarse y escucharme con mucha paciencia pues el asunto no era solo que me escucharan llorar y lamentarme sino tomar decisiones dignas, propias de una mujer inteligente, discreta y prudente, como me había sentido siempre.

El objetivo de esta conversación según creía yo, era encontrar mis fallas, repararlas y recuperar el amor de mi vida. Recuperar al padre de mis hijos. Retenerlo en casa con mi amor, no podía visualizar mi vida sin él. Haría lo que fuera para que se alejara de aquella cruel mujerzuela que me lo quería arrebatar. l

—Madre, Omaira, me acabo de enterar que Gabriele me es infiel.

—¡Hija! No puede ser, Gabriele te adora. Yo no lo diría con tanta firmeza, hay gente muy chismosa que le molesta la felicidad de los demás. Gabriele es muy guapo, piloto, un caballero, buen padre. ¡No creas todo lo que te digan hija! Ten cuidado, no vayas a botar por la borda un matrimonio tan hermoso.

—Milena, pienso igual que tu madre. En el tiempo que llevo conociendo a Gabriele solo lo he visto enamorado como un loco de ti. Te admira, te complace en todo, adora sus hijos. Se ha enfrentado a tanta gente por ti. Se casó contigo a pesar de la oposición de su familia. No, no lo veo ni remotamente siéndote infiel. Yo de ti, averiguaría muy bien lo que está sucediendo.

—Madre, Omairita, yo pienso igual que ustedes, sin embargo la llamada de la secretaria también es un hecho. No es un invento. Al igual que ustedes, tengo tanta evidencia del amor de Gabriele que me es difícil aceptar la posibilidad de una infidelidad. ¡Pero esa llamada! ¿Desean beber algo?

—Sí hija, sirvenos un trago doble o triple. Esto no se aguanta a palo seco y va para largo esta conversación.

—Madre, quién iba a imaginar que yo, tu hija mayor, nacida en la pequeña ciudad de Masaya, a 28 kilómetros de Managua en Nicaragua, iba de grande a ser una arquitecta con sueños grandes. ¿Recuerdas todo lo que sufrimos para poder pagar mis estudios?

—¡Por supuesto hija! Tu padre y yo solo teníamos un rancho con algunos animales. Mientras tu y tu hermano cursaron estudios básicos pudimos pagar. El problema fue cuando decidiste ir a la Universidad. Era muy costosa y no podríamos comprarte una computadora ni alguna otra cosa que te pidieran.

—¿Y entonces cómo hicieron Milena para pagarte tus estudios?

—Verás querida Omaira amiga mia, toda mi familia: primos, tíos, abuelos y vecinos sabiendo de esta necesidad y para agradecer a mis padres a quienes amaban tanto, se reunían todos los meses y allí en una cajita dejaban su contribución y siempre era suficiente.

— Así por casi cinco años. Mi casa siempre estaba llena de gente que venía en busca de consejos, de huevos, de leche, de frutas y mis padres los llenaban de amor y cuidados. Gracias a todos ellos culminé con éxito mi carrera. Luego para agradecer y devolver toda esta bondad me comprometí gratis con toda esta gente para trabajar para ellos. Así, por un largo tiempo restauré sus casas, remodelé y reparé el pueblo, impartía gratis lecciones de matemáticas o albañilería.

—Luego de casi dos años, sentí el deseo de dejar Nicaragua e ir, ya sea a los Estados Unidos, o a Italia. Había estudiado inglés e italiano, por lo cual estaba preparada para ampliar mis horizontes. Con un dolor muy grande pero con las alas dispuestas a volar me decidí por Italia. Y así llegué un día a este país, sin imaginar todo el cúmulo de cosas tanto feas como buenas que me esperaban al llegar a este país.

EL COMIENZO

—Madre, Omaira, permítanme ir a ver si todo está bien con los niños. Le diré a Merceditas que vaya preparando el almuerzo. Un segundo.

—¡Todo bien!

—Hija, Omaira y yo queremos saber qué te dijo exactamente la secretaria respecto a Gabriele. ¿Cómo es que está segura que él te está traicionando?

—Ya voy a llegar a esa punto queridas mías. Lo que pasa es que no quiero llegar a esa parte hasta no entender cómo es que mi vida llegó al punto donde me encuentro hoy.

—Quiero entender dónde me equivoqué. Por qué mi matrimonio solo duró cinco años y cómo es que no vi que se había abierto un hueco por donde se escapó el amor de mi esposo y yo no logré detenerlo.

—Milena no te culpes, bien sabes que en estos casos los dos son culpables, no solo uno. Recuerda que soy abogada, que fui juez en Brasil. Aunque no ejerzo mi profesión acá en Italia, la ley y los preceptos legales los tengo muy claros. Eres mi mejor amiga y estaré a tu lado dándote toda la orientación necesaria para que salgas bien librada de lo que se te viene encima.

—Gracias Omairita. Por supuesto que te voy a necesitar. Pero primero lo voy a intentar todo para reconquistar a Gabriele. Y lo que quiero ahorita es hacerme un autoanálisis, ver en retrospectiva mi propia vida, “observar hacia atrás” cómo llegué a este caótico día.

—Un flashback Milena, quieres interrumpir la realidad presente para permitirte ver algo significativo del pasado que te ayude a entender cómo es que no viste la infidelidad de Gabriel. ¿Es eso lo que quieres en definitiva?

—Sí. . Cuando me decidí venir a vivir en Italia, recordé que en Managua tenía una profesora que me contó que su hija Jenny, una chica de mi edad, vivía en Firenze (Italia). La llamé y ella me dio su número de teléfono.

—Me presenté ante Jenny y nos hicimos muy buenas amigas. Ella me explicó todo lo que yo debía saber de Italia en ese momento. Y hasta me ofreció su casa para que yo fuera a vivir allí cuando lo decidiera.

—¡Cuánto lloré cuando salí de Nicaragua! Dejar mis viejitos, la familia, los vecinos, el rancho. Eso dolió mucho. Todo el vuelo lo pasé llorando. Tomé valor cuando aterrizamos en Roma, y luego debía tomar otro vuelo a Firenze.

—¡Qué sorpresa me llevé cuando llegué al edificio donde supuestamente vivía Jenny! No era su casa, era su trabajo. Me hizo esperar como dos horas sentada en una escalera hasta que un sobrino de la viejita que ella cuidaba, se marchara.

—Entré en silencio, con mucho cuidado de no hacer ruido para que la viejita no me viera. Pasé directo al cuarto donde dormía Jenny. Allí pasé un mes. Jenny me llevaba el desayuno, el almuerzo y la cena al cuarto.

—Cuando venía el sobrino debía permanecer escondida en el cuarto hasta que éste se fuera. A veces yo salía todo el día por la calle y regresaba muy tarde en la noche cuando la viejita ya se había dormido.

—Finalmente después de un mes, conseguí un trabajo. Cuidar una viejita a la que no le funcionaban las pernas. Debía en las mañanas cambiarle el pañal ya sea orinado o con caca, lavarla y ponerle uno limpio.

—Luego cargarla y ponerla sobre una silla de ruedas y llevarla a desayunar. Después debía bañarla, limpiar la casa y cocinar. Todo este proceso me deprimía. Haber estudiado 5 años arquitectura en la mejor universidad de Nicaragua para terminar haciendo esto en Italia.

—El problema no era la atención o los difíciles cuidados a una persona anciana, eran sus familiares, quienes nunca estaban contentos con el trabajo. Siempre había una crítica, mal pagada y la libertad coartada.

—Un trabajo era peor que el otro. Yo no era muy buena cocinera y ahora debía lucirme con platillos folkloricos: lasagna, raviolis, gnocchis, tortelines, y pare usted de contar. Poco a poco y en medio de tanto stress fui aprendiendo a deleitar el paladar de mis patrones.

-Hija, nunca nos habías contado con tanto detalle tu llegada a Italia. Sabía que había sido difícil, pero muchas cosas no las sabía.

—Así es madre. Para qué contarles esto y tantas otras cosas desagradables que pasé. Total, eso ya no me interesa, es agua pasada. Luego de un año más o menos te conocí querida Omaira.

—Recuerdo aquel domingo, era mi día libre y estaba sentada en unas sillas cerca del duomo de Firenze. Un hombre muy simpático con una gran cámara fotográfica se me acercó y me pidió permiso para fotografiarme.

—Al inicio me negué pero cuando me explicó y me dejó ver evidencia de que era de una agencia de modelos, acepté. Me pagó muy bien y me dio su tarjeta. Apenas pude ir me acerqué y pude comprobar que era cierto.

—Ese día te conocí Omaira, me pareciste muy bella y una gran persona. Nos volvimos desde entonces muy buenas amigas y de eso ya van como ocho años.

—¡Es cierto Milena! Recuerdo como todos los hombres que te veían te querían comer con la mirada. Pensé: ¡Dios, si esta chica se lanza al Miss Universo indiscutiblemente gana, qué preciosa!

—Jajajajaja ¡qué exagerada Omaira!

—No miento, fuiste sin una gota de maquillaje, al contrario de mi, y te veías angelical, dulce y bellísima al natural.

—Lo cierto madre es que nuestras vidas cambiaron a partir de aquel encuentro. Empezamos a ganar buen dinero y no teníamos que cuidar más ancianos, ni encerrarnos en un hogar que no era nuestro.

— Alquilamos un apartamento en una bella zona. Y modelábamos de vez en cuando. Lo malo eran ciertos hombres que se querían aprovechar de su status para obligarnos a tener sexo con ellos. Pero nosotras aprendimos rápido a ponerlos en su lugar.

—compartiendo con tantas modelos conocimos la parte sucia del modelaje. Mujeres anoréxicas, drogadas, muchas intentaban el suicidio a muy corta edad. Tantas de ellas abortaban continuamente, sufrían de enfermedades venereas… y muchísima depresión.

—Me prometí a mi misma que me iba a hacer respetar. Que no iba a perder los valores que había aprendido en casa. Y me sentí muy bien contigo Omaira porque tú pensabas igual que yo.

—Es cierto, eso fue lo que más nos unió.

—Y entonces llegó el día donde fuimos invitadas a modelar para una Casa de Modas en Milán , la tienda “Alberta Ferretti”, la madre de mi Gabriele Ferretti. Y allí comenzó mi historia con el que sería mi esposo.

GABRIELE SE PRESENTA

La tienda “Alberta Ferretti” era o es, muy elegante. Omaira y yo nos sentíamos intimidadas pues no éramos modelos profesionales, éramos simples novatas con ganas de salir adelante en un mundo donde poco nos sabíamos manejar.

Al contrario de nosotras, las demás modelos desfilaban como pez en el agua. Yo algunas veces tropecé, se me torció un pie, se me iba hacia un lado la ropa y muchas veces quise salir corriendo. Pero no desistimos.

Tuvimos que soportar la burla de ciertas modelos por el simple hecho de que éramos latinas. Algunos de los propietarios de la familia Ferretti nos despreciaban y no nos tomaban en cuenta cuando había que seleccionar una modelo en especial.

Al llegar al apartamento cansadas, con hambre, veíamos por YouTube lecciones de pasarela y así poco a poco fuimos agarrando el ritmo. Nos aconsejábamos la una a la otra y éramos muy perfeccionistas. Después de unos meses no lo hacíamos tan mal.

En uno de esos días que preparábamos una pasarela, escuché mucha algarabía pues habían entrado a la tienda unos pilotos. Casi toda la familia y el personal se les fue encima para abrazarlos y besarlos con mucha emoción.

Omaira y yo continuamos nuestra preparación sin dar mucha importancia a los recién llegados. Todo se detuvo por un par de horas para dar atención a los caballeros. Las modelos parecían locas dando brincos alrededor de ellos. Daban pena.

Cuando terminó el desfile nos dijeron que nos dirigiéramos a un restaurante cercano para compartir una cena con los recién llegados. Omaira y yo nos miramos y sin decirnos nada, decidimos no ir.

Cuando estábamos por tomar un taxi uno de los pilotos se dirigió a mi preguntándome por qué me iba, le respondí que estaba cansada y no me Interesaba la cena. —¿Y si te invito yo personalmente preciosa? —Igual me voy, gracias. Y me fui.

A partir de aquel día este piloto comenzó su coqueteo e invitaciones para tener sexo. No lo puedo negar que era hermoso, pero me molestaba el hecho de que pensara que porque éramos latinas éramos fáciles y nos íbamos a derretir con su sonrisa.

A Omaira también la acosaban los demás pilotos. Al final, cansados del rechazo nos empezaron a tratar con mucha indiferencia y hasta groseramente.

Uno de esos días, me dirigía hacia los baños. Había desfilado un traje enterizo y me estaba haciendo pipí. Por ir apresurada tratando de desabrocharme la blusa desesperadamente no vi la persona que venía de frente a mi.

Nos chocamos, él venía mirando su celular, se le cayó y de paso me tumbó al suelo. Cuando me dio su mano para ayudarme a levantar no pude evitar ver fijamente sus hermosos ojos azules.

Él bajó su mirada a mi pecho y se sonrió pícaramente. Al mirarme recordé que no tenía sostén y que llevaba abierta la parte de arriba del traje. Mis senos habían quedado al descubierto por la caída. De inmediato me cubrí, pedí perdón y salí corriendo hacia el baño. Primer encuentro con Gabriele.

Las invitaciones a distintos eventos y fiestas eran continuas. Allí corría droga, licor y mucho sexo. Omaira y yo evitábamos asistir a estas juergas. Pero hubo un día que tuvimos que asistir, era obligación.

Allí conocí a un paisano nicaragüense muy simpático, era médico y vivía en las afueras de Milán. Comenzamos a bailar y a conversar muy divertidamente. Desde la pista de baile pude observar aquellos ojos azules que me habían impactado y pude ver que él también me miraba fijamente.

Cuando me cansé de bailar, le pedí a Manuel, el médico nicaragüense, que nos sentáramos. El se fue a buscar algunas bebidas. Omaira bailaba y yo me quedé sola. En eso vi que el dueño de los ojos azules vino hacia mi y me pidió bailar con él.

Me llevó a la pista y me tomó en sus brazos. Me miraba fijamente y yo lo evitaba. Entonces se acercó a mi oído y me dijo: ¡Eres muy bella! ¡Me encantaría conocerte mejor!

Le pregunté y ¿cómo en qué sentido te gustaría conocerme mejor? En todos. Para empezar quiero besarte. Desde que vi tus hermosos senos solo pienso en ellos. Deben ser muy dulces como su dueña. ¿Cómo te llamas ricura?

—Milena

—Milena, qué lindo nombre. Sabes, este hotel tiene una excitante habitación que nos está esperando. Ven conmigo, te haré todo lo que quieras hermosa muñeca! No solo quiero besar tus hermosos senos, te quiero besar toda, completica. ¿Qué me dices pequeña?

—Te digo que no estoy interesada ni en ti, ni en tus besos. Te digo que no me gusta tu melosería y tu ridiculez. Me quiero sentar y no me vuelvas a invitar a bailar porque no aceptaré. ¡Permiso!

¡Estúpido! Creyó que porque es muy guapo iba a caer rendida a sus pies. Todos son igualitos, cortados con la misma tijera. Unas palabritas muy sexys y ya está, creen que la mujer cayó rendida, lista para llevar a la cama. Pues no, te equivocaste bombón.

Días después tuve un dolor de cabeza muy fuerte. Tomé un analgésico pero no me calmó, así que le dije a Omaira que me iba a recostar en un diván donde solíamos descansar. Esperaba que media hora después me sintiera mejor.

Pasaron los minutos pero me seguía sintiendo mal, hasta tenía ganas de vomitar. En ese momento sentí que alguien entró a la habitación, pensando que era Omaira, le dije que me sentía muy mal. —Creo que me voy al hotel Omaira, no soporto este dolor.

Una voz varonil me respondió —Ven, yo te llevo al médico, allí te hacen algunos exámenes y te tratan el dolor de cabeza. No es normal cómo te sientes.

Sorprendida abrí los ojos para ver al dueño de los ojos azules dándome su mano. —No, no, no gracias, no es para tanto. Ya se me pasará, es cuestión de reposar otros minutos. Gracias, por favor déjame sola.

—Ven, no seas terca. El hospital está cerca y allí tengo algunos conocidos. Te atenderán enseguida. Me tomó por los brazos y me ayudó a levantarme. Salimos de la tienda de modas, me ayudó a sentarme en su carro, me puso el cinturón de seguridad y fuimos al hospital.

En efecto, me atendieron de inmediato. Me hicieron varios análisis, radiografías, electrocardiograma y me pusieron un calmante por la vena. Casi al instante empecé a sentir alivio.

Me mandaron a comprar algunas medicinas, él salió y regresó con todo lo que me habían recetado. Con mucha delicadeza me ayudó a levantarme de la camilla y salimos del hospital. Me pidió la dirección del hotel donde nos estábamos quedando y me llevó para allá.

Al llegar le agradecí su gentileza y salí del carro. Me acompañó hasta la entrada y me pidió tomarme el día para reposar. Me explicó que era hijo de Alberta Ferretti, que se llamaba Gabriele y que explicaría el motivo por el cual no me quedé para desfilar ese día.

—Espero que para mañana estés bien Milena. Cuídate, descansa.

Me tomó el rostro con sus manos, me besó la frente y se marchó.

¡Guauuu! Qué amable el bombón, pero ni creas que con eso ya me conquistaste. Tus tretas baratas me las conozco todas. Los hombres como tú por acostarse con una mujer son capaces de fingir una amabilidad que están muy lejos de sentir.

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