...Aspen....
Mí mente no maquinaba.
Ahí estaba yo, luego de diez años de matrimonio con el que creí que era el amor de mí vida.
Luego de haber tenido un hijo juntos.
Ahí estaba, firmando los papeles de divorcio.
No debería estar tan sorprendida.
Désde un principio, nunca hubo amor por parte de mí ahora ex-esposo.
Recuerdo que lo conocí un quince de abril, el día del cumpleaños N°16 de mí hermana mayor, Dakota.
Él estaba ahí por ella.
Lo cuál era lógico, ya que eran mejores amigos.
Bueno, "amigos", ya que él siempre había estado enamorado de mí hermana.
Me enamoré a primera vista.
Simplemente lo ví y supe que era él con quién quería estar por el resto de mí vida.
Pero, aquél deseo fue unilateral.
Ya que para él; yo no era más que un estorbo.
Y ahora, aquí estoy yo, divorciada del hombre que amé.
Mientras él corre a los brazos de la mujer que siempre ha amado.
Corrió hacia Dakota.
¿Y yo? Quedé sola, con mí pequeño hijo, Calen.
...****************...
...Aspen....
Incluso luego del divorcio, sigo amándolo.
Aziel Bradford, para mí ha sido todo.
Mientras conducía hacia la que alguna vez fue mí hogar, no pude evitar recordar nuestro matrimonio.
Él nunca fue amable, cariñoso, ni si quiera fue cordial.
Sólo mantenía las apariencias delante de amigos; familiares; y delante de nuestro hijo.
Siempre me odió.
Ésto se debe a qué mí hermana mayor también me odia.
Entré a mí antigua casa, dirigiéndome hacia la sala.
Allí pude ver a Aziel, jugando con nuestro hijo.
Se me encogió el corazón.
Saber que la familia con la había soñado ahora estaba rota, no era algo fácil de asimilar.
Incluso si nunca hubo amor por parte de Aziel, de algún modo congeniabamos. O, quizás, todo estuvo en mí cabeza.
Observé a aquél hombre que amé, aquél con quién compartí diez años de mí vida. Aquél por quién aún suspiro.
Su cabello negro como la noche oscura sin luna, sus ojos azules como el océano profundo, los tatuajes que se asoman por su pecho, debajo de su camisa.
Todo él es perfecto, es un hecho innegable.
Pero, todo él nunca me perteneció. Ésta casa; éste matrimonio; incluso ésta familia; todo debió haber sido para Dakota.
Eso es lo que dicen mis padres y mis hermanos. Incluso es algo que mí propio esposo me dijo cuando nos casamos.
Lo tengo muy claro en mí memoria.
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—Calen, es hora de irnos. –Hablé suavemente–.
Mí hijo, tan pronto como me oyó salió corriendo hacia mis brazos, con una hermosa sonrisa que sólo me regalaba a mí.
No importa lo que los demás digan, Calen es mí hijo. Independientemente de a quién ame su padre, sigo siendo la madre de Calen.
—¡Mami! ¡Llegas tarde! –Se quejó mí pequeño–.
Acaricié suavemente su rostro, mientras él se inclinaba ante mis caricias.
—Lamento haber tardado tanto, amor, mami tenía cosas que hacer. –Expliqué–.
Levanté la vista para encontrarme con unos ojos fríos, que me observaban con indiferencia. Aquéllos ojos crueles que aún me causan tanto dolor.
Claro, siempre era así.
Siendo sincera, la verdad no recuerdo que Aziel me haya dedicado si quiera una mirada amable.
Pero, ya nada de eso importa ahora.
—Amor. –Dirigí mí atención a mí hijo–. Despídete de tu padre, tenemos que irnos.
Mí pequeño refunfuñó, pero obedeció.
—Adiós papi. –Dijo abrazando a su padre–.
—Te veré el fin de semana, campeón. –Le alborotó el cabello–.
Tomé la mano de mí niño y salimos de la que alguna vez fue nuestra casa.
Lo subí al auto, aseguré el cinturón de seguridad para que no hubiera accidentes.
Y, justo cuando me dirigí al asiento del piloto, Aziel me llamó.
—Aspen. –Su voz gélida y ronca me hizo temblar, mis ojos buscaron los suyos, con esperanza–.
Anhelando que se arrepintiera, que nos pidiera quedarnos incluso si sólo era por una noche.
Mantuve la calma.
—¿Sí?.
Él seguía tan frío e inaccesible como siempre.
Incluso luego de años, nunca cambió.
—Espero que tengas en claro que ésto es lo mejor. –Comenzó–. No te amo, nunca te amé y nunca voy a amarte. –Mi corazón comenzó a romperse con cada una de sus duras palabras–. Cómo bien sabes, amo a Dakota. Fue un error embarazarte y haberte convertido en mí esposa, porque ese lugar que ocupaste, siempre le perteneció a tu hermana.
Quería llorar.
¿Por qué siempre era así?
No sólo él.
Todos mis amigos, familia, todos siempre adulaban a Dakota. Mientras que yo era una sombra sin valor.
Crecí en ese tipo de ambiente.
Viendo como mis padres y hermanos amaban a Dakota.
Ella era la segunda hija mayor, luego de nuestro hermano mayor, Luke.
Mis padres siempre habían querido una hija y, cuándo Dakota nació, enloquecieron.
No sólo era hermosa, era perfecta.
Una bebé rubia con profundos ojos azules. Ella era la princesa de la familia y, muy pronto creció para convertirse en toda una belleza.
Luego, vine yo.
Papá y mamá no querían más hijas mujeres, porque no querían que ninguna niña opacara a su princesa.
Es por eso que cuando supieron que era mujer, toda su ilusión se fue por el desagüe.
Mamá y papá me hicieron aún lado.
Mí hermano mayor, Luke, ya tenía una relación estrecha con Dakota, así que tampoco se me acercó. Nunca me trató mal, simplemente actuó como si yo no existiera.
Dakota, apesar de su rostro angelical, siempre fue mala conmigo.
Se encargaba de que nuestros padres me regañaran.
Hizo que nuestros primos y tíos me odiaran.
Me acusó de robar el collar especial de mí abuela, lo que causó que hasta mis abuelos me hicieran aún lado.
Luego, mamá volvió a quedar embarazada.
Ésta vez eran dos niños gemelos.
Todos estaban extasiados, hasta yo.
Siempre quise tener hermanos menores. Así que traté de ser la mejor hermana mayor del mundo.
Cuándo los gemelos, Kyle e Ethan nacieron, los cuidé, jugué con ellos. Les leía cuentos para dormir, hasta hacíamos pijamadas juntos.
Todo eso fue hasta que Dakota hizo de las suyas y muy pronto, los gemelos también comenzaron a odiarme.
Así que, nunca tuve a nadie a mí lado.
Ni si quiera a mí esposo.
Nunca fui yo, siempre fue Dakota.
Mis ojos fueron a mí hijo, mí dulce niño que me ama.
Sonreí levemente.
Al menos, dentro de ésta oscura realidad, tengo a mí pequeño rayo de luz.
Mis ojos regresaron a Aziel, quien continuaba hablando.
—Así que, te pido, que de ahora en adelante te quites de la cabeza la idea de que volveremos a estar juntos. Porque no pasará. Tan pronto como Dakota regrese a casa, la haré mí esposa. –Me informó–. Te digo ésto, porque me guste o no, eres la madre de Calen. Tendremos que seguirnos viéndonos aunque me cause asco. Así que, de ahora en adelante, mantén tu distancia de mí y de mí futura esposa. –Sentenció–.
Maldito hijo de puta.
¿Diez años juntos y así me trata?
Subí a mí auto sin decir nada.
Y así me fui con lo único que tenía, mí hijo.
...Aspen....
Luego del divorcio, me vi en la obligación de comprar una nueva casa.
Por suerte, Aziel no se negó a darme la mitad de lo que me correspondía por tantos años de matrimonio.
Al menos con ese dinero pude comprar una casa pequeña pero bonita.
Al llegar, mí niño salió corriendo hacia adentro, lo seguí.
Y mientras él jugaba, yo comenzaba a ordenar algunas cajas que quedaron sueltas.
Mientras lo hacía, no pude evitar recordar las palabras de Aziel.
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Comencé a llorar en silencio, no quería que mí hijo me escuchara.
Cuándo me calmé, busqué mí teléfono y llamé a mí mamá.
Sonó una, dos y tres veces.
Pero, mamá nunca contestó.
Llamé a papá, y el resultado fue el mismo.
Llamé entonces a Luke, y nada.
Llamé a los gemelos y tampoco atendieron.
No debería sorprenderme.
Su hija acaba de divorciarse pero, ni si quiera son capaces de atender una maldita llamada.
Sequé mis lágrimas, y me recompuse, regresando con mí hijo.
Pero, sigo recordando, es algo que no puedo evitar.
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¿Es que éstos diez años juntos no significaron nada para él?
Evidentemente no.
Para él, sólo fui un error.
Un error que terminó en un embarazo no deseado.
Recuerdo perfectamente aquél día, él primer y único día que Aziel me tocó.
Fue exactamente hace diez años atrás, cuando yo apenas tenía diecisiete años de edad.
Mí hermana y Aziel tenían una relación en aquél entonces. Aunque nada formal.
Dakota tenía veinte años, mientras que Aziel acababa de cumplir veinticinco.
Aquél día, me encontraba mirando televisión en la sala, cuando escuché a mí hermana bajar con sus maletas hechas, seguida por Aziel, quien intentaba con todas sus fuerzas evitar que se fuera.
Aquél diálogo entre esos viejos amantes sigue grabado en mí mente.
La forma en la que Aziel suplicaba que no lo abandonaran.
La manera tan cruel en que Dakota le dijo que no lo amaba, todo estaba intacto en mí memoria.
Resulta que mí hermana, sólo había utilizado a Aziel, mientras que él estaba ciegamente enamorado de ella.
Y, cuando Dakota encontró al hombre de sus sueños, decidió irse con él.
Aquél hombre era un italiano, el único que logró hacer que la inalcanzable Dakota cayera a sus pies.
Así fue como mí hermana se fue, dejando atrás los corazones rotos de todos, en especial, el de Aziel.
Esa misma noche, Aziel vació por completo el bar que estaba en la oficina de mí padre.
Bebió hasta más no poder.
Todavía escucho sus lamentos.
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<
<
Todas esas palabras y más.
Palabras que a mí nunca me dijo.
Esa noche, me acerqué a él.
Se veía como un perro abandonado, su precioso rostro repleto de lágrimas.
Sus ojos rojos de tanto beber.
Su voz ronca de tanto gritar y suplicar.
Me dolió tanto verlo así.
Lo ayudé a estabilizarse, y traté de llevarlo a la habitación de invitados para que pudiera descansar pero, incluso así, él seguía llorando.
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Repetía una y otra vez.
Estaba tan ebrio, que en el momento en que lo puse en la cama, finalmente me miró.
Y todo lo que pudo ver, fueron mis ojos.
Ojos azules oscuros como zafiros.
El mismo color de ojos que Dakota.
Él estiró su mano hacia mí rostro, y con la mayor suavidad del mundo, acarició mí mejilla.
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Había soltado en un susurro.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, él no me estaba viendo a mí, estaba viendo a mí hermana. Y eso me rompió el corazón.
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Comentó y luego me abrazó.
El aroma a alcohol me inundó, causándome rechazo.
Pero, antes de poder alejarlo, Aziel estampó sus labios con los míos en un beso apasionado.
Ese fue mí primer beso.
Intenté apartarlo, pero no me dejó hacerlo.
Sabía que debía seguir intentando alejarlo, sabía que no me estaba mirando a mí. Pero, no pude hacerlo.
Finalmente el hombre que amaba me estaba prestando atención y yo no quería que el momento terminara.
Así fue como me entregué a él.
Me entregué por completo.
Primer beso, primera vez, primer todo.
Cuando desperté al otro día, estaba feliz.
Pero, mí felicidad no duró mucho.
Ya que cuando Aziel despertó, me observó con confusión y asco.
<<¿Qué demonios haces aquí, Aspen?>>.
Todavía recuerdo lo gélida que era su voz al referirse a mí.
Todo lo opuesto a cuando hablaba con Dakota.
Cuándo se dió cuenta de lo que habíamos hecho, me odió aún más.
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Su acusación, luego de años, aún duele.
Porque fue cierto, sabía que él pensó que yo era Dakota. Y me aproveché de eso.
Gracias a mis acciones, papá me echó de casa.
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Esas fueron las palabras de mí padre, mientras me echaba a la calle.
Mis hermanos, madre, abuelos, todos fueron testigos de como mí padre me repudiaba. Ninguno hizo nada para evitarlo.
Todos me miraban con asco, como si fuera la peor basura pisando la tierra.
Luego de eso, me quedé en casa de mi mejor amiga, Carolina.
Ella es la única que sabe lo mala que es Dakota.
La única que sabe cuan crueles e indiferentes han sido todos conmigo.
Ella fue la única que nunca me dió la espalda.
Había pasado una semana y fue ahí cuando supe que estaba embarazada.
Busqué a Aziel, tanto sus padres como sus hermanos me cerraron la puerta en la cara, llamándome <
¿Cómo se atrevían?
Intenté regresar a casa, pero ni si quiera los sirvientes me dejaban pasar.
Entonces, no me quedó otra opción que ir a la universidad de Aziel.
Cuándo le dije lo del bebé, no me creyó.
<
Eso fue lo que dijo.
Con el corazón roto, regresé dónde Carolina.
Comencé a trabajar pues el próximo año debía ingresar a la universidad.
Luego de ocho meses, Aziel llegó a la casa de Carolina, buscándome.
Resulta que su abuelo supo de mí embarazo, y lo obligó a casarse conmigo por el bien del bebé.
Es por eso que nos casamos.
Nunca hubo amor de su parte.
Nunca lo hubo y nunca lo habrá.
...Aspen....
Incluso luego de nuestro matrimonio, Aziel nunca cambió.
Siempre fue frío, indiferente, cruel, etc.
Bebía todo el tiempo, y cada que se emborrachaba, lloraba susurrando el nombre de <
Me partía el corazón ver a mí esposo llorar por otra mujer.
Pero, ¿Qué se puede esperar? Yo misma me busqué ésto.
Afortunadamente, apesar de su negativa inicial, fue muy buen padre con Calen.
Hay muchas cosas que me constan, una de ella es el amor de Aziel por nuestro hijo.
Vivimos juntos por diez años. Diez años en los que nunca me tocó; acarició y dónde tampoco dijo ni una sola palabra amable.
Días de la madre, días de la mujer, navidad, año nuevo, cumpleaños, todo eso y nunca recibí ni una sola tarjeta de su parte.
Siempre recibí sólo dos.
Una tarjeta de Carolina y la otra de Calen.
Juro que hice todo lo que estuvo a mí alcance para poder llevar bien nuestro matrimonio.
Aprendí a cocinar sus comidas favoritas, comidas que nunca probó.
Aprendí a hacer las cosas del hogar aún teniendo sirvientes.
Estudié, me recibí y mí esposo ni si quiera fue a mí ceremonia de graduación.
Ni mí esposo, ni nadie.
Sólo Carolina y mí hijo.
Nadie más.
Aún así, tenía la esperanza de que un día Aziel despertara y me viera a mí.
Quería que viera a Aspen Voinescu.
Que reconociera mí presencia, mí esfuerzo, pero eso nunca pasó.
Tanto era su odio hacia mí, que dormíamos en camas separadas.
Su familia era igual, no me querían porque según ellos yo era una <
Una mujerzuela que se metió en la cama del novio de su hermana.
Creo que es bastante obvio que hasta la familia de mí esposo prefería a Dakota.
Pero, aún así, trataron bien a mí hijo.
En éstos diez años traté de al menos entablar una relación con mí familia. Quería que conocieran a mí hijo. Pero, una vez más, me cerraron la puerta en la cara.
Es por eso que ahora me sorprende su repentino llamado.
Es el cumpleaños N°80 de mí abuelo, y acaban de invitarme.
Me quedé anonadada cuándo vi la invitación.
Quiero decir, me han estado evitando por una década. ¿Y ahora me invitan a una celebración? ¿Qué estaba pasando?
Aún así estaba feliz, por fin podría tener la relación familiar que siempre quise.
Mí hijo quedó con Carolina, así que fui sola a la casa de mí infancia.
El lugar estaba repleto, muchos autos lujos, los sirvientes iban y venían.
Estaba nerviosa, tenía emociones encontradas.
—Viniste. –Escuché una voz masculina detrás de mí, volteo y era mí hermano mayor, Luke–.
No lo veía hace años, y me emocioné.
—¡Hermano! –Sonreí de forma genuina–.
Intenté abrazarlo pero me detuvo.
Pude sentir mí cara roja de vergüenza, pero me controlé.
—Lo siento, me dejé llevar. –Comenté, tímidamente–.
Él soltó una risa amarga.
—Que conveniente para ti, siempre <
Fruncí el ceño, iba a preguntar a que se refería.
Pero, antes de que pudiera hacerlo, escuché la voz de mí padre, quien le hablaba a los invitados.
—Muchas gracias a todos por venir al cumpleaños número ochenta de mí padre. –Agradeció y sus ojos se posaron en mí, antes de apartar la mirada–.
Él sonrió a la multitud.
—Y muchas gracias también por venir al compromiso de mí hija mayor, Dakota. –Anunció y yo me quedé en shock–.
<<¿Mí hermana había vuelto?>>
<<¿Se iba a casar? ¿Con quién?>>
<
Cómo si mí padre hubiera leído mis pensamientos, se hizo aún lado, dejando ver a mí ex-esposo, abrazando a mí hermana.
Mí corazón se hizo añicos ante la vista.
Podía sentir las lágrimas acumulándose en mis ojos.
Dakota notó ésto y sonrió. Tomó la corbata de Aziel y lo besó con pasión, un beso que fue correspondido al instante.
Ambos estaban en su propia burbuja, mientras todo mí mundo se caía en pedazos.
—Espero que disfrutes la vista, Aspen. –Luke habló–. Ésto es lo que debió ser désde el principio, siempre fue Dakota, nunca fuiste tú. Sólo fuiste una zorra que se acostó con el novio de su hermana. Te embarazaste tratando de atar a Aziel a ti, pero no lo lograste. Porque tan pronto como Dakota volvió, Aziel se divorció de ti y le propuso matrimonio a ella.
Mis lágrimas comenzaron a caer, mientras seguía observando el beso. Por mucho que quisiera apartar la vista, no pude.
—Dime, ¿Qué se siente que finalmente recibas tu merecido? –Comentó Luke, burlándose de mí dolor–.
Todo ésto había sido planeado.
Volteé y sólo pude ver los rostros de mis familiares que me observaban con la misma burla.
Lo hicieron a propósito para lastimarme.
No lo soporté más y salí corriendo de lugar.
—¡ASPEN!.
Pude escuchar la voz de mí padre gritando mí nombre, pero no me detuve.
Subí a mí auto y comencé a conducir lo más rápido que pude.
No podía dejar de llorar.
En mí mente se reproducía ese beso, ese maldito beso.
Pensé en mí matrimonio y en lo horrible que había sido.
Todo fue horrible, desde el momento en que nací, nada había sido bueno. Pensé que habían cambiado, pero no fue así. Nunca va a ser así.
Lloré, mientras conducía seguía llorando.
No sabía adónde iba.
No me detuve.
No fue hasta que escuché una bocina y de repente todo se volvió negro.
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