*Capítulo 1
"María" Gómez era una joven de 25 años que irradiaba una belleza única. Su cabello rubio y sedoso caía en cascada por su espalda, destacando su piel morena y suave. Sus ojos verdes brillantes, como esmeraldas, reflejaban una profundidad y sensibilidad que atraía a todos los que la conocían.
Su figura esbelta y elegante, con curvas suaves y proporcionadas, era el resultado de su pasión por el baile y el ejercicio. María se movía con gracia y confianza, como si su cuerpo fuera un instrumento perfectamente afinado.
Pero más allá de su belleza física, María poseía una belleza interior que la hacía resplandecer. Su sonrisa cálida y genuina podía iluminar una habitación, y su risa melodiosa era música para los oídos.
María era una persona apasionada y creativa, con un corazón lleno de amor por la vida y por los demás. Su inteligencia y curiosidad la llevaban a explorar nuevos intereses y a aprender constantemente.
En su hogar, María se rodeaba de objetos que reflejaban su personalidad: libros de poesía, cuadros de arte, y música clásica. Su espacio era un refugio de paz y serenidad, donde podía escapar del estrés y la presión del mundo exterior.
Ese día, María se estaba preparando para una noche especial. Se estaba vistiendo para asistir a una exposición de arte en la ciudad, donde esperaba encontrar inspiración para su próximo proyecto periodístico.
Mientras se maquillaba y se peinaba, María se sentía emocionada y expectante. No sabía qué la esperaba esa noche, pero estaba lista para enfrentar cualquier aventura que se presentara.
Su teléfono sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Era su mejor amiga, Sofía.
—Hola, María. ¿Estás lista para la exposición? —preguntó Sofía.
—Sí, casi —respondió María—. ¿Quieres venir conmigo?
—Lo siento, no puedo —dijo Sofía—. Tengo un compromiso familiar. Pero prometo que mañana quiero todos los detalles.
—Trato hecho —dijo María, sonriendo.
María colgó el teléfono y se miró en el espejo por última vez. Estaba lista para enfrentar la noche.
Con un suspiro de confianza, María salió de su departamento y se dirigió hacia la galería de arte, sin saber que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
Capítulo 2
La Noche de la Exposición
María llegó a la galería de arte y se sorprendió por la cantidad de gente que había acudido al evento. La música suave y el murmullo de las conversaciones llenaban el aire. María se deslizó entre la multitud, admirando las obras de arte que colgaban de las paredes.
De repente, sintió una presencia detrás de ella. Se giró y vio a un hombre alto y atractivo, con cabello castaño y ojos azules profundos, sonriendo ligeramente.
Era Alejandro con 28 años era todo un máster en negocios era el ceo de una de las más importantes empresas,. Ese día estaba hay por que era un fanático en el arte.
—Disculpa, ¿te importa si me quedo aquí? —preguntó el hombre, señalando el espacio junto a María.
María se sintió intrigada por su voz suave y su sonrisa enigmática.
—No, por supuesto —respondió, sonriendo ligeramente.
El hombre se colocó junto a María y ambos admiraron la pintura que tenían frente a ellos. María sintió una conexión instantánea con él, como si hubieran conocido antes.
—Me encanta esta obra —dijo el hombre, rompiendo el silencio—. La forma en que el artista captura la luz y la sombra es impresionante.
—Sí, es increíble —coincidió María—. Me recuerda a la forma en que la vida puede ser oscura y luminosa al mismo tiempo.
El hombre se giró hacia María, sorprendido por su comentario.
—Eres una mujer muy perceptiva —dijo, sonriendo—. Me gustaría saber más sobre ti.
María se sintió atraída por su mirada intensa y su sonrisa seductora.
—Me llamo Mariana —dijo, extendiendo su mano.
—Alejandro —respondió él, estrechando su mano.
Y así comenzó una noche que cambiaría la vida de María para siempre.
Capítulo 3:
María y Alejandro continuaron admirando la exposición de arte, sumergidos en una conversación fluida y emocionante. María se sentía como si hubiera conocido a Alejandro durante años, no solo minutos.
—Me encanta la forma en que ves el mundo —dijo Alejandro, sonriendo—. Eres una persona muy interesante, Mariana.
Mientras hablaba, Alejandro pensaba:
"¿Quién es esta mujer? Es como si hubiera estado esperándola toda mi vida. Su sonrisa, su risa, su forma de ver el mundo... todo es perfecto. Pero hay algo más, algo que no puedo explicar. Una conexión profunda, como si nuestros alma estuvieran unidas."
María se ruborizó ligeramente, sintiendo una conexión profunda con Alejandro.
—Gracias —respondió—. Me siento igual contigo. Tu perspectiva es fascinante.
Alejandro pensó:
"¿Será posible que ella sienta lo mismo? ¿Que haya encontrado a alguien que entiende mi mundo? No puedo creerlo. Pero tengo que saber más sobre ella."
Mientras continuaban hablando, María notó que Alejandro parecía estar estudiándola, como si tratara de descubrir un secreto oculto. Su mirada intensa la hacía sentirse vulnerable, pero también intrigada.
—¿Qué te trae a esta exposición? —preguntó María, intentando cambiar de tema.
—Estoy buscando inspiración para un proyecto —respondió Alejandro—. Y tú, ¿qué te trae aquí?
María sonrió.
—Estoy buscando inspiración para un artículo —dijo—. Quiero escribir sobre el arte y su impacto en la sociedad.
Alejandro pensó:
"Un artículo sobre arte... eso es perfecto. Puedo ayudarla con eso. Y quizás, solo quizás, pueda descubrir más sobre ella."
Mientras continuaban hablando, María notó que la galería comenzaba a cerrar. Alejandro se dio cuenta también y se puso de pie.
—¿Quieres que te acompañe a casa? —preguntó, sonriendo.
María dudó por un momento, pero luego asintió con la cabeza.
—Sí, gracias —respondió.
Salieron de la galería y caminaron por las calles tranquilas de la ciudad. María se sentía cómoda con Alejandro, como si hubieran conocido durante años.
—Gracias por la noche —dijo María, sonriendo—. Ha sido increíble.
Alejandro sonrió también.
—El placer es mío —respondió—. Me gustaría repetirlo pronto.
María se sintió emocionada.
—Me gustaría —respondió.
Alejandro se detuvo frente a la puerta del edificio de María.
—Buenas noches —dijo, sonriendo.
María sonrió también.
—Buenas noches —respondió.
Alejandro se inclinó y besó la mejilla de María. Su contacto fue suave y cálido, pero María sintió un escalofrío.
"Hasta pronto", pensó Alejandro. "Pronto descubriré todos tus secretos
."María entró en su edificio, aún sonriendo por la noche que había pasado con Alejandro. Se sentía emocionada y expectante, pensando que había encontrado a alguien especial.
Pero mientras subía en el ascensor, comenzó a sentir una pequeña decepción.
"¿Por qué no me pidió mi número?", pensó. "¿No quiere verme de nuevo?"
María se encogió de hombros, intentando sacudir la sensación de desilusión.
"Quizás no estaba interesado", pensó. "O quizás solo quería pasar una noche agradable."
Pero mientras se cambiaba y se preparaba para dormir, María no podía sacar a Alejandro de su mente.
"¿Por qué me besó la mejilla?", pensó. "¿Fue solo una cortesía o hubo algo más detrás de ese beso?"
María suspiró, sintiendo que había estado construyendo castillos en el aire.
"Debería olvidarme de él", pensó. "No voy a verlo de nuevo."
Pero mientras se acostaba, María no podía evitar sentir una pequeña esperanza.
"Quizás", pensó, " nos volvamos a encontrar
María sonrió para sí misma, sintiendo que la esperanza era lo último que se perdía.
Capítulo 4
...María se sorprendió al ver el nombre de Alejandro en la pantalla de su teléfono.
—Hola —dijo Alejandro, con una voz cálida y familiar—. ¿Cómo estás?
María se sintió emocionada.
—Estoy bien —respondió—. ¿Y tú? ¿Cómo conseguiste mi número?
Alejandro se rió.
—Bueno, confieso que tuve un poco de ayuda —dijo—. Resulta que Sofía, tu amiga, es una vieja amiga mía.
María se sorprendió.
—¿Sofía? —repitió—. ¿Cómo la conoces?
—Nos conocimos en una fiesta hace unos años —explicó Alejandro—. Y anoche, después de dejarte en tu edificio, la llamé para preguntarle sobre ti.
María se rió.
—Sofía es una traicionera —dijo, sonriendo.
Alejandro se rió también.
—Bueno, creo que solo quería ayudar —dijo—. Y yo aproveché la oportunidad para pedirle tu número.
María se sintió emocionada.
—Me alegra que lo hicieras —dijo.
...María y Alejandro estaban disfrutando de su almuerzo en un restaurante acogedor. La conversación fluía con facilidad y María se sentía cada vez más cómoda en presencia de Alejandro.
De repente, la puerta del restaurante se abrió y un hombre alto y moreno entró. María reconoció inmediatamente a su ex novio, Luis.
Luis se acercó a su mesa, con una expresión de enfado en su rostro.
—María, ¿qué estás haciendo? —preguntó, su voz elevada.
María se sintió incómoda.
—Luis, ¿qué pasa? —respondió, intentando mantener la calma.
—¿Qué pasa? —repitió Luis—. ¿Qué pasa es que te veo con otro hombre?
Alejandro se puso de pie, su expresión tranquila pero firme.
—Creo que deberías calmarte —dijo—. No hay nada que justifique este comportamiento.
Luis se volvió hacia Alejandro.
—¿Y tú quién eres? —preguntó, desafiante.
—Soy Alejandro —respondió—. Un amigo de María.
Luis se rió.
—Un amigo —repitió—. No te creo.
María se puso de pie, su voz firme.
—Luis, ya hemos terminado. No tienes derecho a aparecer aquí y montar una escena.
Luis se enfureció aún más.
—Tú siempre has sido mía —dijo—. No puedes simplemente pasar a otra persona.
Alejandro se interpuso entre Luis y María.
—Creo que es hora de que te vayas —dijo, su voz firme.
Luis se volvió y se marchó, dejando a María y Alejandro en un silencio incómodo.
...María y Alejandro estaban sentados de nuevo en el restaurante, después de la escena con Luis.
María se sintió incómoda, sabiendo que Alejandro había visto una parte de su pasado que ella hubiera preferido mantener oculta.
—Lo siento —dijo María, finalmente—. No esperaba que eso pasara.
Alejandro se tomó su mano.
—No tienes que disculparte —dijo—. Pero ¿quieres hablar sobre lo que pasó?
María asintió.
—Luis y yo estuvimos saliendo durante tres años —empezó—. Al principio, todo parecía perfecto. Pero con el tiempo, se volvió controlador y posesivo.
Alejandro escuchó atentamente.
—Me decía que no podía salir con mis amigas, que no podía vestirme de cierta manera —continuó María—. Me hizo sentir como si no fuera lo suficientemente buena para él.
Alejandro apretó su mano.
—Lo siento mucho —dijo—. Nadie merece ser tratado de esa manera.
María se sintió aliviada al compartir su historia con Alejandro.
—Pero lo peor fue cuando empecé a creer que era culpa mía —dijo—. Que si hubiera sido una mejor pareja, él no habría necesitado controlarme.
Alejandro se inclinó hacia ella.
—Eso no es cierto —dijo—. La culpa es siempre del que abusa, nunca de la víctima.
María se sintió agradecida por las palabras de Alejandro.
—Gracias por entender —dijo.
Pero de repente, Alejandro se puso serio.
—María, ¿te das cuenta de que eso puede haber dejado cicatrices? —preguntó.
María asintió.
—Sí, lo sé —dijo—. A veces siento que no soy lo suficientemente buena para nadie.
Alejandro la miró fijamente.
—Eso no es cierto —dijo—. Eres increíblemente valiosa y mereces ser amada sin condiciones.
María se sintió emocionada por las palabras de Alejandro, pero también se dio cuenta de que aún tenía inseguridades.
—¿Y si no puedo confiar en mí misma? —preguntó.
Alejandro sonrió.
—Entonces confía en mí —dijo—. Estoy aquí para ti.
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