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La Tercera En Discordia

Prólogo, Simoné

Simoné, ya me cansé de que siempre me dejes plantado, Charly le salió al encuentro.

Pues si no te gusta, aquí terminamos. Entiende que soy una mujer muy ocupada, fue la respuesta de Simoné, a ella le gustaba que los hombres derraparan por ella.

Ella era una mujer sumamente hermosa, cabello rubio y ojos azules, nada le pedía a la vida, pues lo tenía todo.

La mayoría de los muchachos que la conocían la cortejaban, pero ella no le hacía caso a ninguno.

Charly y ella se habían conocido en un antro, y al momento ambos se gustaron. Llevaban una relación tormentosa porque a ella le gustaba divertirse con sus amigas y amigos que eran demasiados.

Muchas veces lo relegaba a segundo plano y eso a él le molestaba mucho, pero se tenía que aguantar porque la amaba a pesar de todo y no la quería dejar.

Simoné no sabía lo que era el amor, ella no estaba enamorada de Charly, le gustaba, eso sí, pero enamorada, ¡ni loca!, como ella misma decía.

En el trabajo la habían elegido para representar a la empresa, ya que era la más hermosa.

A raíz de eso, ella se crecía cada vez más y era muy déspota con sus compañeros.

Sin embargo, con todo y ese carácter de amargura, ella era muy querida en esa empresa. Cosa que aprovechaba hasta su máxima potencia, para ser una mujer malcriada y agresiva con sus compañeros de trabajo.

A sus 25 años, ella era gerente de producción en la empresa "Modas y Textiles Flores (MOTEFLO)".

Había logrado terminar su carrera y era muy reconocida en esa empresa, además, de ser muy eficiente.

Su jefe inmediato, René Torres, estaba muy contento con su trabajo, más no así con su actitud.

Simoné, por favor, te pido que seas más accesible con los clientes y con tus compañeros.

Pero, ¿qué queja tiene de mí, si no ha visto cómo se llena de clientela?

Sí, pero ya van varios que se han quejado de tu mala actitud. No queremos perder clientes, ¿verdad?

Sí, señor como usted diga.

Simoné, aquí te queremos mucho, pero queremos a una mujer radiante y que sepa tratar a la gente, no queremos a una mujer déspota ni malcriada.

Sí, señor, aunque esa no ha sido mi intención.

Bueno, es todo lo que te quería decir, regresa a tu trabajo, por favor.

"De seguro mis compañeros fueron con el chisme, pero van a ver, se van a acordar de mí". "Sobre todo esa Nancy, que es tan envidiosa. Ya quisiera ella estar en mi lugar".

Simoné entró a su oficina y vio un hermoso ramo de rosas en su escritorio.

¿Quién me habrá dejado esto aquí?, oh,

tiene una tarjeta, la checaré.

"Para la mujer más hermosa sobre la tierra, te amo; Charly".

"Ay, ese Charly no quita el dedo del renglón, pero ya me está hartando". "Aunque no puedo negar que las flores son hermosas".

Simoné tenía mucho trabajo, por lo tanto, no podía pensar en nada más.

El resto de la tarde se dedicó a trabajar y a leer papeles, firmar, etcétera.

Cuando salió, después de terminado su trabajo, Charly la estaba esperando el lobby.

Charly, ¿qué haces aquí?, pensé que ya te habías ido.

Te estoy esperando mi amor, te invito a cenar, ¿aceptas?

Sí, pero no quiero ir a cualquier restaurante, quiero ir al mejor restaurante de la ciudad.

Sí, mi amor. Lo que tú digas. Charly sabía que no tenía suficiente dinero para un restaurante de lujo, pero con tal de que su novia no lo dejara era capaz de pedirle dinero al mismo diablo. Esa vez fue su madre la que lo sacó de apuros dándole una buena cantidad de dinero para que llevara a su novia a cenar.

Aunque no eran ricos, sí tenían lo suficiente para vivir cómodamente. Solo que Simoné exigía más de lo que él ganaba.

Su madre ya le había advertido sobre esto, pero él no entendía razones porque estaba muy enamorado de ella.

Lástima que ella solamente lo estaba usando.

.

.

Martín y Teresa Mier, los padres de Simoné, trataban de hacerla entrar en razón diciéndole que si seguía con esa actitud lo único que iba a lograr era llenarse de odio y que sus amigos la odiaran con el tiempo.

Claro, ella no les hacía caso porque se creía inmune a todo eso. Ella sabía que con un solo chasquido de los dedos tendría a toda la gente comiendo de su mano.

Tenía una posición privilegiada, aunque no eran millonarios, pero sí se podían dar ciertos lujos.

Además, como Simoné era la gerente general de producción ganaba suficiente dinero para vestirse ella. No daba dinero a su casa porque sus padres no le exigían, ellos decían que mientras se mantuviera no habría ningún problema.

En lugar de eso, ellos, en ocasiones le daban dinero a ella cuando necesitaba algo.

Era una muchacha muy mimada, como hija única que era sus padres la tenían demasiado chiflada.

De niña no le llamaron la atención cuando ella se portaba mal, y ahora se había convertido en una mujer déspota, caprichosa y voluntariosa.

Varios de sus compañeros de trabajo ya se habían hartado de su mala actitud, y solo esperaban que ella se fuera de ahí.

Pero como a Simoné eso le venía valiendo cinco, seguía en su mala actitud.

Se creía tocada de Dios. La mamá de los pollitos.

"Autora"... Queridos lectores: esta novela es completamente ficticia. Todos los lugares, personajes, nombres, son completamente sacados de la mente de su servidora. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Les mando saludos desde mi querido México a todas partes de donde nos leen, muchas gracias por leer mis historias.

Espero que les guste y pues, espero también sus comentarios buenos o malos, no importa.

Un abrazo muy fuerte a todos ustedes que nos leen.

Una chica encantadora

Los desplantes de Simoné seguían su curso. No se medía, pero como el jefe la quería mucho porque ella sabía hacer su trabajo muy bien le perdonaba todo. Además de ser hermosa.

Nancy, una chica de la misma edad que Simoné la odiaba y siempre le buscaba pleito.

¿Te crees mucho porque estás en un lugar privilegiado, porque el jefe te quiere mucho?, le dijo ella.

Yo no me creo mucho, simplemente sé lo que valgo, y si tú no tienes el mismo éxito que yo, es porque eres una pelagatas.

A mí no me digas pelagatas, tú eres una ofrecida arrastrada que nomás andas lamiéndole las botas al mero jefe, para que te tenga de reina en este lugar.

Eso quisieras, chulita, pero yo me he ganado mi puesto a pulso, porque para eso me quemé las pestañas estudiando.

Y ahora vete a trabajar si no quieres que te despida. Simoné tenía agallas y no dejaba que nadie se le quisiera trepar ella se podía defender sola.

A Nancy no le quedó más remedio que irse a sus labores, pero buscaría una oportunidad para hacerle ver su suerte.

Simoné era muy exigente y a todos sus trabajadores los tenía marcando el paso.

Ellos le obedecían al 100 porque no querían tener dificultades en su trabajo.

Simoné había corrido ya a dos de ellos por quererse alebrestar.

No una llamada la sacó de sus ocupaciones y de sus pensamientos.

¿Diga?

Hola, mi amor, soy Charly. Estoy acá en mi oficina, ya casi termino mi trabajo, pasaré por ti en 15 minutos.

Charly, ¿por qué no te adelantas a la casa de mi mamá, y yo te alcanzo allá?, ahorita tengo mucho trabajo y no voy a salir por el momento.

Mi amor, ¿por qué siento que me estás dando largas?, dijo Charly, un poco decepcionado por la actitud de su novia.

No, mi amor, te aseguro que no te estoy dando largas. De verdad tengo mucho trabajo.

Está bien, no te preocupes, si quieres nos podemos ver mañana.

Claro que sí, mi amor, nos veremos mañana. Bye. Simoné cortó la comunicación. No quería que Charly se diera cuenta de lo fastidioso que le resultaba contestar su llamada. Cada día la desesperaba más que él quisiera manejar su vida. Bueno, al menos así lo veía ella.

En cambio, Charly pensaba que ella ya no lo quería porque cada vez le ponía más trabas a su relación.

.

.

Al día siguiente, Charly esperaba a Simoné a la salida del edificio donde trabajaba.

Ella iba acompañada de otro amigo, y al ver a Charly se despidió de él.

Bueno, ahí está mi novio, nos vemos mañana.

Charly se acercó a ella, ¿quién es ese tipo?

Trabaja aquí mismo. Tal vez te lo hayas topado alguna vez.

No lo había visto nunca, dijo Charly, muerto de celos.

No hablemos más de él, ¿a dónde vamos a ir hoy?, le preguntó ella muy melosa.

Te llevaré a mi casa, mi mamá hizo una comida especial para ti.

¿A tu casa?, pero, yo quería ir al restaurante "dos ríos", el que está por Cumbres.

No, mi amor, ahí la comida está muy cara, pero te aseguro que mi madre es la mejor chef que hay en la ciudad.

Bueno, pues, vamos.

Pero la próxima vez me llevas al "dos ríos".

Está bien, amor. En la mente de Charly se dibujaron muchos signos de pesos.

Pero aún así no se le quitó el buen humor. Por tener a una mujer como Simoné, valía la pena cualquier sacrificio, aunque eso significara quedar en la ruina.

Simoné lo sabía, por eso le pedía cualquier cosa por extravagante que pareciera.

A Charly le estaba costando cada vez más su relación con ella.

Pero aún así no pensaba dejarla, la amaba tanto que en su mente no cabía esa posibilidad.

Cuando llegaron a la casa de él, sus padres recibieron a Simoné con mucha alegría, cosa que incomodó a Simoné.

"De seguro ellos quieren que me case con Charly, pero quien sabe si yo me quiera casar".

Mamá ella es Simoné, mi novia, y ella es mi madre, y él mi padre.

Mucho gusto señores.

María Clara los invitó a pasar al comedor.

La comida está lista, si gustan pasar.

Gracias, señora.

Llámame María Clara.

Está bien, María Clara.

La comida estaba muy rica, Simoné, muy a su pesar, disfrutó mucho la comida.

Le quedó muy rica la comida, María Clara, gracias.

No estás para saberlo ni yo para contarlo, pero te diré que yo hago banquetes para bodas y XV años. Incluso bautizos y toda clase de ceremonias.

Charly tosió como invitando a su madre a callarse.

Pero ella sentía que ya se había encaminado y no paró de hablar, así, Simoné supo todo lo que hacían los padres de su novio.

Creo que ya hablé de más, dijo María Clara soltando una risilla nerviosa.

No se preocupe, señora, es muy interesante lo que me ha contado. Me agrada su sencillez.

Gracias por tu visita, espero que vuelvas pronto.

Claro que sí, María Clara, vendré seguido a verla.

Charly salió de allí con su novia del brazo.

Gracias, amor, te portaste a la altura. Te amo. Mis padres quedaron encantados contigo.

Y yo con ellos. Tus padres son adorables.

¿Te parece si vamos a otro lugar?, le propuso él.

Bueno, dijo ella.

Charly la llevó a un hotel, no era de lujo, pero si estaba muy cómodo y limpio.

Ahí le direon rienda suelta a la pasión.

A ella le gustaba mucho Charly, pero no estaba enamorada de él.

Pero el sexo con ese hombre tan guapo le gustaba mucho.

Hicieron de todo, en ese campo él llenaba todas las expectativas de Simoné. Ella se sentía transportada al cielo. Las caricias y besos de Charly eran fabulosas.

Cada beso de él recorriendo su cuerpo la hacían estremecer de pasión. Y viceversa.

Ambos personajes disfrutaban mucho el uno del otro.

Ella tenía un cuerpo muy bermoso, era seductora y encantadora.

Y él tenía su cuerpo muy bien trabajado. Charly iba al gym dos veces por semana. Le gustaba lucir saludable en cuerpo y mente.

Muchas chicas suspiraban por él, pero él solo tenía ojos para Simoné.

La Nancy

Nancy se metió a la oficina donde estaba Simoné, llegó tan temprano que nadie se dio cuenta de eso.

Abrió la computadora...

En ella estaban todos los datos que Simoné había sacado el día anterior, que debían entregarse a más tardar a las 3 de la tarde de ese mismo día.

"Con un solo botón, todos estos datos se perderán", pensó Nancy, con una sonrisa diabólica en sus labios.

Del dicho pasó a la acción... ¡Clic! "Listo. Ahora sí se las verá negras con el jefe". Yo ya tengo todo lo necesario para poder resolver este problema, de seguro le quitaré el puesto a esa loca.

Más tarde... René mandó llamar a Simoné a su oficina.

Dígame, jefe.

¿Ya tienes el reporte de los acreedores?, de esos reportes depende que nos vaya mejor en nuestra empresa.

Sí señor, enseguida se la paso por el correo.

Apúrate, ya no tenemos mucho tiempo que digamos. Los accionistas ya no tardan en llegar.

Sí, señor, en el acto.

Simoné era la gerente general, pero aún así tenía que rendir cuentas a René. La empresa marchaba bien gracias a la eficacia de Simoné.

Ella no se podía dar el lujo de que las cosas marcharan mal. Por eso le echaba muchas ganas a su trabajo.

A checar su computadora vio con sorpresa que todos los datos que tenía guardados ahí habían sido borrados en su totalidad.

Dios mío, ¿qué pasó aquí?, se preguntaba.

Hola, Simoné, ¿hablas sola?

Nancy, no tengo tiempo para atenderte estoy muy apurada.

Bueno, tal vez te puedo ayudar.

¿Qué te sucede?, dijo Nancy con una inocencia tal que Simoné cayó en la trampa.

Se me borraron todos los datos de la computadora y necesito ese balance urgentemente, ya no tardan de llegar los accionistas y necesitamos esos papeles.

¿Se te olvida que tú me mandaste una copia de esos papeles para que los engargolara e hiciera varios juegos con ellos?, dijo Nancy mirando hacia arriba como si no le diera demasiada importancia.

Nancy, me has salvado la vida, ¿y dónde están?

Nancy sacó varios juegos y se los enseñó, Pero antes de que Nancy los tomara, los hizo a un lado, diciéndole: no tan rápido, muñeca, necesito otro favor a cambio.

Está bien, ¿qué es lo que quieres?, pero rápido porque urgen esos papeles, dijo Simoné, apremiándola.

Quiero que me subas de puesto, porque aquí donde estoy no voy a progresar nada.

Está bien déjame ver dónde te puedo acomodar, pero por ahora dame los papeles porque los necesito muchísimo.

Está bien, pero si me haces una trastada te juro que te vas a arrepentir.

Claro que no, yo soy de palabra.

Simoné tomó las carpetas y entró al salón donde ya estaban reunidos los accionistas.

La junta se realizó sin ningún contratiempo.

Al día siguiente, Simoné ya le tenía su puesto a Nancy.

Serás la jefa de relaciones humanas, ¿te parece bien?

Ay, por supuesto que sí, muchas gracias.

Bueno, pues ya vete, porque hay muchas cosas que hacer aún.

El día transcurría sin mayor incidente, pero de pronto una llamada la sacó de sus ocupaciones.

Señorita Simoné, le habla su mamá por la línea 4.

Gracias Paty. (Paty era su asistente personal).

¿Mamá, qué pasa?

Hija, te hablo del hospital, tu padre tuvo un infarto, necesito que te vengas inmediatamente.

En este mismo momento salgo para allá, mamá no te preocupes.

Nancy, ¿puedes hacerme el favor de cubrirme?, necesito ir al hospital, mi papá sufrió un infarto.

Claro que sí, no te preocupes por nada yo me haré cargo.

Ella, a su vez dejó encargada a su asistente, cualquier duda me consultas, ¿está bien?

Nancy se sentía como transportada al cielo en ese puesto de Simoné.

"¿A poco no me veo mejor que ella en este puesto?".

Señorita Simoné, venga a mi oficina, por favor, le dijo René a través del conmutador que tenía en su oficina.

Nancy, ni tarda ni perezosa se presentó al lado de René.

Dígame, señor

¡Hey! ¿Dónde está Simoné?

Tuvo que salir con urgencia.

Está bien, regrese a su puesto.

Nancy, lejos de trabajar se la pasaba mandando mensajes a todos sus amigos.

Ese día había estado muy tranquilo.

Como Nancy ya conocía todo el manejo de lo que hacía Simoné no le fue difícil ponerse al corriente. Quería hacer méritos a ver si René le quitaba el puesto a Simoné y se lo daba a ella.

No perdía para nada la oportunidad de cumplir su sueño.

Jefe, ¿necesita que le traiga café?

Sí, por favor, me siento muy cansado.

Nancy fue por el café y se lo puso en su escritorio, después, ella, muy sutil le aflojó la corbata.

René no opuso resistencia. Se dejó mimar por esta mujer, aunque no era tan atractiva como Simoné por lo menos tenía lo suyo.

Nancy, muy sutilmente había llegado al lugar donde quería.

Se metió con él al pequeño privado que tenía en su oficina y pasó lo que tenía que pasar.

Nancy lo transportó al cielo con sus besos y caricias que le gustaron bastante. René le correspondió en todo su esplendor.

Cuando la pasión hubo terminado él le dijo: esto no debió haber pasado. Espero que no lo comentes con nadie más. Ni siquiera con Simoné.

No te preocupes, nadie lo sabrá. Pero prométeme que seguiremos viéndonos así a escondidas.

Está bien, pero no quiero que esto se sepa.

Nadie lo sabrá, pero, ¿qué tal si repetimos?, y diciendo esto se le lanzó a los brazos, buscando sus labios desesperadamente.

Él la tomó en sus brazos y la llevó a su pequeño privado de nuevo.

Ahí la despojó de su ropa, ya que ella se había vestido.

La besó apasionadamente por todo su cuerpo.

Ella se dejaba querer y solamente se arqueaba llena de placer.

Los labios de él le quemaban todo el cuerpo.

A su vez ella hacía lo propio.

Parecía que no habían tenido sexo en mucho tiempo.

De pronto René se levantó y le dijo a Nancy:

Ya, vete a tu lugar de trabajo, tengo que terminar algunos asuntos.

Nancy se vistió rápidamente y se acomodó la ropa, salió del despacho.

En su cara se notaba su triunfo.

"Lo demás será más fácil", se dijo. "Esto es pan comido"...

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