Joarah González
Me sentía como una fugitiva. Saliendo de México a toda prisa, dejando atrás todo lo que conocía, huía de un hombre que me perseguía, sin entender la verdadera razón de su obsesión por tomarme como su esposa, mi padre también estaba de acuerdo con tal absurdo, amo a mi padre con todas mis fuerzas, pero no podía aceptar un acuerdo matrimonial, no soportaba ser parte o heredera de un cártel, pero crecí en un ambiente tan corrupto y sucio, pero nunca me casaría sin amor, así que huí sin pensar en nada más. En cuanto llegué al aeropuerto de Sicilia, cogí el móvil con manos temblorosas y llamé a la única persona que conocía allí: mi amiga Alice.....
Ella contestó rápidamente al ver mi nombre en la pantalla.
- ¡Hola, Joarah! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal estás? - preguntó Alice, la familiaridad de su voz me trajo un breve consuelo.
- Alice, estoy en Sicilia. Acabo de llegar. No sabía cómo decírtelo, pero ahora que estoy aquí, necesito tu ayuda -respondí, intentando contener las lágrimas.
- ¿Estás en Sicilia? Ahora mismo voy a recogerte. No te preocupes, espérame allí y no salgas del aeropuerto, por favor -dijo Alice, la urgencia en su voz era evidente.
Colgué el teléfono y me senté, abrazándome los brazos en busca de algo de consuelo. El aeropuerto era grande y concurrido, pero me sentía completamente sola y asustada.
El miedo a que Emmanuel Gonzales me encontrara hacía que mi corazón latiera sin control. Cada cara desconocida que me cruzaba me parecía una amenaza.
Los minutos pasaron como horas hasta que por fin vi a Alice. Al verla, me levanté rápidamente y corrí a abrazarla, sintiendo un momentáneo alivio.
- Me busca Emmanuel López. Mi padre quiere que me case con él, pero yo no le quiero y tengo miedo de que me encuentre -confesé, con la voz entrecortada por la desesperación.
Alice parecía sorprendida y preocupada, pero antes de que pudiera replicar, intervino un hombre que estaba a su lado.
- Emmanuel es mi amigo. Tengo un asunto que tratar con él", dijo mirándome con una mezcla de curiosidad y seriedad.
Sentí un escalofrío. ¿Quién era este hombre y por qué se relacionaba con Emmanuel?
- ¿Quién es usted? - pregunté, intentando mantener la calma.
- Soy Adriano, el marido de tu amiga -respondió, sujetando la cintura de Alice de forma protectora-.
- Adriano, no le digas nada a tu amiga de que Joarah está en Sicilia -suplicó Alice, la tensión en su voz era inconfundible.
Adriano suspiró profundamente antes de responder.
- Lo siento, preciosa, pero no puedo hacerlo. Emmanuel tiene sed de sangre y no soporta las mentiras. Si se lo oculto, podría acabar cortando lazos con mi mafia. A mi padre no le haría ninguna gracia, ya que su padre y el mío son grandes amigos -explicó Adriano, con tono firme.
Me invadió la desesperación. Sentí que el suelo se hundía bajo mis pies.
- Entonces me iré a otro país. No puedo dejar que destruya mi vida -dije, con la voz casi convertida en un susurro.
Adriano me miró con expresión más suave.
- Puede parecer un mal hombre, pero no te haría esto. Emmanuel tiene un hijo y su mujer murió al dar a luz, al menos eso cree todo el mundo. Para ser sincera, no me había dado cuenta de que intentaba volver a casarse. Entiendo por qué quiere casarse contigo, ya que tienes un gran parecido con la madre de su hijo. - dijo.
- Mi padre es su pareja. Los dos decidieron que el matrimonio le daría poder sobre todo el cártel de la droga, ya que mi padre es viejo y yo no quiero dirigir el negocio familiar -le expliqué, sintiendo el aplastante peso de la situación sobre mis hombros.
"¿Soy tan parecida a su mujer como para que me persiga y fuerce un matrimonio que no quiero?", pienso mientras me pregunto adónde podría ir para estar a salvo de un hombre tan poderoso que tiene a Ciudad de México en el punto de mira.
Las manos.
Sigue...
Joarah González
Aún estaba temblando cuando Adriano se acercó. El pavor de estar en territorio desconocido, huyendo de un hombre al que apenas conocía, me tenía en alerta constante. Alice me cogió de las manos, intentando tranquilizarme.
- Adriano, necesito ayudar a mi amigo. Con o sin tu ayuda, no puedo darle la espalda", dijo Alice con firmeza.
- "De acuerdo, preciosa. Ayudaré a tu amiga", respondió resignado.
Nos dirigimos al coche de Adriano, con las piernas temblándome y el corazón latiéndome con fuerza. Cuando llegamos al aparcamiento, casi se me para el corazón al ver a Emmanuel allí de pie, esperándonos.
Un escalofrío me recorrió la espalda y se me revolvió el estómago. Me sentí paralizada.
- ¿Creías que no te encontraría? ¿Crees que soy un cazador que tiene que ir en busca de su presa? - dijo Emmanuel, con la voz aguda como el hielo.
— Emmanuel, está asustada. No la asustes, si no tendrás que buscarla siempre -dijo Adriano, intentando calmar la situación-.
- No sé qué te motivó a venir a Sicilia. No creas que busco una esposa que huya. Nuestro matrimonio es algo profesional. No siento nada por ti. Si tienes miedo de que tu vida sea un martirio, seré el primero en anular el acuerdo con tu padre - dijo Emmanuel con frialdad, mirándome fijamente.
Alice se acercó y me susurró al oído:
- Amigo, creo que dice la verdad.
Mi mente estaba revuelta, pero sabía que no tenía otra opción.
- Está bien, Emmanuel. Iré contigo, pero espero que te atengas a lo que acabo de oír y que tus palabras no sean falsas -dije, intentando mantener la voz firme mientras me acercaba a él.
Emmanuel subió al coche y yo hice lo mismo a regañadientes. Condujimos hasta un hotel de Sicilia en silencio.
- Creía que hoy volvíamos a México -dije bajándome del coche a la entrada del hotel.
- Como he dicho antes, no he venido a buscarte. Tengo algunos asuntos de los que ocuparme. Quiero que te prepares y estés lista en dos horas -dijo sin siquiera mirarme.
Fuimos a recepción y Emmanuel sacó dos tarjetas de acceso a las habitaciones. Me dio una y dijo:
- Sube, prepárate y no llegues tarde. En dos horas estaré en la puerta de la habitación para recogerte.
- No tengo ropa para esto. ¿Cómo voy a salir contigo? - pregunté, intentando no mostrar mi creciente pánico.
- Sube, Joarah. Espero que no vuelvas a escaparte. No voy a buscarte. Además, eres adulta, deja que tu padre te solucione las cosas -dijo, alejándose de mí.
Suspiré, sintiendo una mezcla de rabia y frustración.
- Vaya, qué hombre más seco -murmuré para mis adentros, mientras subía al dormitorio. Las dos horas siguientes transcurrieron en un torbellino de emociones encontradas. Me cambié de ropa unas tres veces, había un perchero de dos metros lleno de vestidos y conjuntos, la cama estaba repleta de lencería, joyas y cajas de tacones esparcidas por el pasillo de aquella enorme habitación de hotel, terminé de arreglarme cuando faltaban unos minutos para que él apareciera, aunque me sentía hermosa aún intentaba recomponerme. El miedo seguía ahí, pero sabía que tenía que afrontar la situación. Cuando Emmanuel llamó a la puerta de la habitación, yo estaba preparada, al menos en apariencia.
Cuando abrí la puerta, me encontré con sus ojos fríos e implacables. No sabía qué esperar, pero estaba decidida a afrontar lo que viniera.
- Estoy preparada -dije, intentando sonar segura de mí misma.
Se limitó a asentir y empezamos a caminar juntos para enfrentarnos a lo que fuera.
Se limitó a asentir y empezamos a caminar juntos para enfrentarnos a lo que fuera que nos esperaba esa noche.
Continúa...
Joarah González
Cuando llegamos al casino, sentí que todos me miraban. La gente parecía sorprendida, algunos incluso asustados. Al principio pensé que tal vez me había arreglado demasiado, pero luego recordé vagamente lo que Adriano, el marido de Alice, había dicho sobre mi parecido con la difunta esposa de Emmanuel.
En el coche, de vuelta al hotel, mi curiosidad no me dejaba callar.
- ¿Qué me estás ocultando? - pregunté, con la tensión evidente en mi voz.
- ¿Ocultarme? - respondió arqueando una ceja.
- Me di cuenta de cómo me miraban algunas personas en aquel acto en el casino. Parecían sorprendidos por mi presencia. ¿Qué has difundido sobre mí? ¿Dijisteis que era un terrorista o un mafioso? - continué, tratando de mantener la calma.
Era la primera vez que veía sonreír a Emmanuel, y en ese momento no se contuvo y dejó escapar una carcajada.
- ¿De qué te ríes? - pregunté, irritada.
- Te voy a contar todo lo que escondo en cuanto lleguemos al hotel -dijo, todavía con una sonrisa en la cara.
El camino de vuelta me pareció interminable, pero pronto llegamos al hotel. Subí a la habitación de Emmanuel, decidida a averiguar qué escondía. Empezó a tomar unas copas y yo, para calmar mis nervios, bebí también.
Después de la tercera copa, por fin empezó a hablar.
- La gente cree que eres mi mujer, desaparecida para algunos, muerta para otros. Pero para mí, está viva. No me importa que me haya dejado. La gente cree que la estoy buscando, otros que he asumido la pérdida. Pero yo sé dónde está y por qué decidió dejar a su marido y a su hijo. Prefiero fingir que simplemente ha desaparecido. El dolor sólo es mayor cuando lo alimentamos.
- Vaya, ¿tanto me parezco a ella? - pregunto con incredulidad.
- Digamos que demasiado, ya que sois gemelas -confesó.
- ¿Gemelas? No tengo ninguna hermana. ¿Cómo podría tener una gemela? - pregunté, confusa. Tal vez fuera el alcohol o la impactante revelación, pero estaba desconcertada.
- Hay secretos que tu padre no ha revelado sobre tu vida. Cuando eras joven, tus padres decidieron separarse. Cada uno se quedó con una de las hijas. Ahora ya lo sabes", me explicó.
- ¿Qué quieres de mí? - pregunté con la voz temblorosa.
- ¿Qué quiero de ti? - preguntó, acercándose y arrinconándome contra la pared. - Quiero que te cases conmigo, que seas la madre de mi hijo.
- Yo no soy tu mujer. ¿Quieres engañarte y engañar a tu hijo? ¿Quieres que finja ser mi hermana? ¡No lo haré! - dije, tratando de apartarme.
Emmanuel se acercó a la puerta antes de que pudiera salir y dijo
- No quiero que finjas ser ella. Quiero que seas tú. Mi hijo necesita una madre. No tienes que fingir, pero necesito que me prometas que no harás lo que hizo su madre. Puedo darte lo que quieras, pero si no te casas conmigo, tu padre lo perderá todo. Cree que le salvarás de todas sus deudas conmigo.
- Yo no te quiero. ¿Cómo voy a casarme con un hombre al que ni siquiera he besado? - respondí, con voz casi de susurro.
Emmanuel me tiró de la cintura y me besó, llevándome a la cama. Sus labios recorrieron mi cuello hasta llegar a mis pechos, mientras paseaba sus manos por mi cuerpo, haciéndome gemir.
- Para", dije entre gemidos.
- No parece una petición -murmuró, sin dejar de tocarme.
Me hacía gemir incontrolablemente, sin ni siquiera tener sexo. Lamenté haber estado bebiendo, pero no sentir la inexplicable experiencia que él me había provocado.
Con un enorme esfuerzo, aparté su mano de mi cintura y le empujé.
- Puedes intentarlo, pero no voy a acostarme contigo -dije, intentando recuperar el control.
Me alejé, mareada, hacia
- No soy tu mujer. ¿Quieres engañarte y engañar a tu hijo? ¿Quieres que finja ser mi hermana? ¡No haré eso! - dije, tratando de escapar.
Emmanuel se acercó a la puerta antes de que pudiera irme y dijo:
- No quiero que finjas ser ella. Quiero que seas tú. Mi hijo necesita una madre. No tienes que fingir, pero necesito que me prometas que no harás lo que hizo su madre. Puedo darte lo que quieras, pero si no te casas conmigo, tu padre lo perderá todo. Cree que le salvarás de todas sus deudas conmigo.
- Yo no te quiero. ¿Cómo voy a casarme con un hombre al que ni siquiera he besado? - respondí, con voz casi de susurro.
Emmanuel me tiró de la cintura y me besó, llevándome a la cama. Sus labios recorrieron mi cuello hasta llegar a mis pechos, mientras paseaba sus manos por mi cuerpo, haciéndome gemir.
- Para", dije entre gemidos.
- No parece una petición -murmuró, sin dejar de tocarme.
Me hacía gemir sin control, sin ni siquiera tener sexo. Lamenté haber estado bebiendo, pero no sentir la inexplicable experiencia que él me había provocado.
Con un enorme esfuerzo, aparté su mano de mi cintura y le empujé.
- Puedes intentarlo, pero no voy a acostarme contigo -dije, tratando de recuperar el control.
Caminé mareada hacia mi habitación. Nada más llegar, me quité el vestido y las bragas, entré en el cuarto de baño y encendí la ducha. Dejé que el agua fría cayera sobre mi cuerpo, intentando apagar el fuego que él había encendido en mí.
Sigue...
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