...“La madrugada de hoy se reportó una nueva desaparición. La décimo quinta víctima del mes es una joven de doce años."...
Agencias de seguridad publica y privada se sumaron a las imparables investigaciones con el fin de hallar algún indicio del responsable, sin embargo, tanto esfuerzo seguía sin rendir sus frutos.
...“Incremento de nevadas detienen las búsquedas."...
Poco a poco, la ciudad de Holdes sumó un total de 52 desapariciones en lo que iba de enero a marzo. La resistencia del invierno mantuvo a los habitantes cautivos en sus hogares con el motivo perfecto, nadie querría exponerse a una hipotermia... O a ser uno más en la estadística.
...“Mandatarios extranjeros envían agentes de criminalística para colaborar con la investigación."...
El apoyo externo resultó en vano. Llegara quien llegara terminaría de la misma manera que la policía local; ojeras tenues y vistas enrojecidas como si tuvieran lágrimas de sangre a punto desbordarse; trajes desarreglados y una higiene cuestionable. Cientos de funcionarios presentaron su renuncia al laborioso caso para conservar su cordura y fueron contados quienes perdieron la vida de manera inexplicable.
...“Las redes sociales se inundan de internautas con teorías paranormales basándose en leyendas urbanas de la ciudad portuaria.“...
Temerle a algo desconocido los empujaba a crear respuestas por más incoherentes e insostenibles que fueran.
^^^3 de Marzo, 1973^^^
^^^Holdes, capital de Hiuston^^^
^^^3: 33 am.^^^
El milagro por el que los ciudadanos rezaban incansablemente apareció vistiendo túnicas negras y una cruz dorada bordada en el centro. Aquel desconocido, acompañado de diez seguidores, tenían sombreros puntiagudos sobre sus cabezas y de éste caía un velo casi transparente dejando poco expuesto del rostro de los portadores.
Un grupo seleccionado del gobierno vigiló al grupo durante una semana y aunque se desconoce los cuándo y cómo, lograron disminuir la cifra de desapariciones.
A diferencia de las películas que tras resolver el misterio atrapan al culpable, las víctimas aparecen con vida y triunfan volviéndose coaches motivacionales, estos no contaron con la misma fantasía.
— Den el aviso. Nadie verá a las víctimas.
Mientras más se negaba la policía, más brutales se volvieron las protestas contra quienes cumplían su función de proteger al gobierno: policías, generales, almirantes, tenientes. Tales ataques cobraron la vida de inocentes.
Bajo la orden de la esperanza y futuro de Holdes, se autorizó las visitas con un máximo de cinco personas por cada victima, no sin antes dejar sus firmas en un papel.
Antes de lo previsto, surgió el problema que talvez quisieron evitar desde el principio.
...“Se registró un aumento sin precedentes en centros psiquiátricos y escasea ayuda psicológica profesional.“...
.........
La madera crujía lentamente al ser consumida por una chispa de fuego que iba creciendo conforme se expandía en la chimenea.
— Voy a admitirlo, siento nervios.
— ¿Sabes por qué prometí quedarme frente a ti?
— ¿Por qué te gusta lucirte? —sonrió.
— Soy tu escudo y distracción. Lo que significa debes huir si las cosas se salen de control.
— Qué pesimista. Saldremos bien, no le des más vueltas.
— Los niños...
— Detente.
— ... No pueden...
— ¡Escúchame bien, nadie va a tocarlos! ¡Esos malditos nos deben mucho, demasiado en realidad! —la persona en frente miró al suelo. Carraspeó al notar que alzaba su tono de voz y decidió calmarse—. No pienses en nada más, iré a arreglar todo para viajar.
— Tienes razón —la exhalación cobró forma de nube en el frío ambiente, después sonrió—. Voy por los-
— Ja, ja, ja, déjalo, yo me haré cargo. Están bajo mi cuidado hoy día, ¿cierto?
— Sí, es cierto corazón.
49 años después...
^^^13 de diciembre del 2022^^^
^^^Holdes, capital de Hiuston^^^
¿Existirá alguien que no ame lo cotidiano y lo habitual? Le agradecería al de arriba no conocerlo nunca, ¡nunca podría yo vivir sin eso!
Despertar temprano, preparar mis clases de pilates mientras bebo litros de agua –beneficiosos para el organismo y la piel–, hacerme un desayuno con alguna receta de internet y luego salir a tiempo para encontrarme mi amiga e irnos a la universidad mientras hablamos de nuestro día. Iría a clases y luego regresaría a mi casa con dos objetivos en mente: tareas domésticas y escolares.
Mi tiempo libre se va en trabajar para una prestigiosa cafetería llena de abogados, licenciados y porqué no, arquitectos. Tras limpiar todo y dejar el ambiente con un fresco olor a lavanda vuelvo a casa para ver alguna serie que esté en tendencia. Antes de caer profundamente dormida dejaría preparada una libreta cerca de mi cama con mis tareas importantes del día siguiente.
Y seguir haciendo mismo una y otra y otra vez, deseando la eternidad para los días de confort.
— ¿Otra vez no puedes ir a la fiesta? Vamos, nunca aceptas nada —mi amiga usó algo de protesta e insistencia.
— Tengo trabajo, lo siento —sonreí con nervios.
A juzgar por la forma en la que relajó su entrecejo y emitió una risilla supe que lo entendía.
— No te preocupes, debe ser difícil vivir sola ¡Ah, pero mañana es mi cumpleaños, más te vale venir! —apuntó sus ojos y luego los míos en señal de vigilancia—. Estás en la cuerda floja, señorita.
— ¡Claro, todo mi día es para ti!
Me juré a misma hacer lo imposible por asistir a su cumpleaños con el mejor regalo que jamás se haya visto y, compensarle de alguna manera los incontables rechazos. Sí, amo tanto la rutina que rechazaría todo tipo de planes que no estén escritos en mi libreta con anticipación.
La luminosidad de los alumbrados navideños prometían dejarme buenos momentos si salía a comprarlos para decorar mi apartamento y el de Roxan. El gentío que se acumulaba en las entradas de los almacenes comenzaba a inquietarme, no había persona que no llevara puesto alguna prenda blanca: chaquetas, bufandas, guantes, gorros con pompones en la corona, carteras, etc.
Lo que fuera blanco me causaba un temor mínimo e irracional, pero hasta entonces podía soportarlo y tratar de superar ese obstáculo para conseguir luces doradas, sí, todo por unas luces. Entre una amplia variedad de diseños opté por el cableado con focos en forma de hojas de árboles y estrellitas.
Dos pasos más y me iría de allí con la autoestima reparada: pagar y recibir mi compra.
Justo antes de tomar el paquete, la persona atrás de mi dejó caer algo al suelo. Volteé de inmediato para recogerlo y fue entonces que lo escuché.
El llanto de un bebé.
Una veinteañera se veía ajetreada cargando a su bebé, los juguetes y las monedas de su cartera. El pequeño lloraba mientras tiraba todo al suelo con manos y pies. Definitivamente era un berrinche a ojos de los demás y de la madre misma, pero no para mí. Mucho menos para mi habilidad.
El espectro de un niño más grande se posó frente al bebé e intentó cargarlo usando sus manos llenas de cicatrices abiertas de donde había empezado a brotar flores amarillas. Agua verdosa y olor a tierra emanaron de él como si estuviera a las orillas de un lago salado.
— ¡Hey, señorita, es su turno!
Oí el grito de la cajera e intenté recoger el biberón, balanceándose todavía.
¡No toques las cosas de mi hermano!
De inmediato alejé la mano y salí corriendo a toda prisa del almacén.
Lo que ví en ese momento era de un blanco puro, desconocido, solitario. Cada paso se convirtió en el sonido más ensordecedor y de repente, me convertí en un roedor con un tintineante cascabel atado al cuello, cada pisada hacía que la rueda diera vueltas y vueltas con el mismo escenario blanquecino de fondo.
Alguien que ama la rutina y lo cotidiano debería sentirse en paz con aquel escenario mental. Pero si es así, si yo era así, ¡¿por qué sigue siendo tan angustiante?! ¡¿Por qué ella amaba algo tan escalofriante como esto?!
— Eli, Eli, vamos, reacciona.
Una voz suave y tranquila me trajo de vuelta al presente. Olía a pan recién horneado con una cubierta de mantequilla derretida.
— ¿D-Dagan?
— Así es pequeña, acertaste —nunca conocí mejor calmante que su voz, su nombre y el olor de sus preparaciones.
Las puntas platinadas de su cabello teñido estaban desordenadas y húmedas, tuvo que pasarse la mano varias veces para quitar algo de agua.
— Pareces papel, vamos a comer algo y luego podrás dormir un-
— Dagan, necesito saberlo, por favor —no podía mirarlo—. Algo de mi pasado, lo que sea…
Me sabía de memoria su respuesta. Primero diría que no hay nada que recordar, luego diría que viví en un pueblo dedicado a la agricultura entre Holdes y Galis; que mis pasatiempos eran caminar entre los matorrales y escalar árboles. Que odiaba los insectos y los mariscos, además tenía una severa alergia al polen.
— También amabas que todo fuera planeado, odiabas cuando algo cambiaba y siempre hacías las mismas rutinas.
Sí, así eran las cosas con las que Eliana vivió. Pero en algún punto perdió lo único que tenía desde su nacimiento, sus recuerdos. Ahora ella no está más y yo tengo que continuar la vida que dejó por si decide regresar luego de algún tiempo.
— Escuché que tendrás una nueva compañera en la cafetería.
La delicadeza con la que servía el café me hizo preguntarme por qué nunca le ofrecen trabajo en la cafetería, pero la pregunta que hice fue diferente.
— ¿Cómo es que siempre te enteras de todo? Digo, trabajas al otro lado mundo y a nadie de Gold le caes bien.
Se le formó una sonrisa hacia abajo para después reír.
— No sé qué decir —alzó los hombros fingiendo inocencia.
Si está evasivo es difícil sacarle una palabra. Con la cercanía que acumulamos en dos años ya me tomaba ciertas libertades: saquear su refrigeradora, apoderarme de su cama si así lo quería o tomar el control de la televisión e ignorarlo.
..."Ahora, pasando a noticias del segmento especial. Retos virales de internet ponen en alerta a la policía debido a la hipnosis que se practican en gente sin hogar a cambio de dinero. A continuación, alguno de los vídeos."...
Los diez primeros segundos del vídeo mostraron cómo gente de baja economía caían en una especie de hipnosis luego de que influencers le mostraran un simple trozo de papel con una letra cursiva, casi ilegible. De inmediato hacían todo lo ordenado, desde romper parabrisas usando nada más los puños o hacer volteretas evidentemente peligrosas.
Dagan comentó los vídeos como un grupo de mocosos intentando llamar la atención. Parloteó sin descanso sobre los castigos que deberían aplicarse y el método con el que debería trabajar la policía además de las normas según las plataformas de internet para disminuir casos como esos.
Esa noche dejé de darle vueltas a la posibilidad de que algo anormal estuviera atrás del caso.
Pero claro, a la mañana siguiente ya en mi apartamento, mientras cumplía mi exigente lista mañanera, supe que no sería así.
— Señora, ya le dije que no sé de qué habla —sostuve la puerta tan fuerte como podía, impidiendo que una mujer descalza entrara.
— No, no, no, no —lo frenético de sus palabras igualaba la inestabilidad de su mirar en el suelo—. Ella me dijo que tú los viste llevárselo. Dímelo.
Su hablar era bajo e inquietante, me clavó la sensación de estar siendo observada y si algo de lo que le decía la alteraba, haría un caos con lo que escondía en su mano. Más eso no sucedió, porque el caos volví a ser yo cuando vi su rostro y lo que sostenía no era mortal.
— Ábrelo. Déjame buscarlo.
La mujer de anoche y el biberón que pertenecía a su bebé. Parte de un rostro azulejo se asomó por detrás y la macabra sonrisa que tenía dejó al aire que no solo su exterior con heridas poseían flores, sino que nuevos brotes aparecían entre sus negros dientes. El solo ver a la mujer desorientada, me transmitió ese instinto maternal e hizo que mis palabras salieran solas.
— Yo iré por él.
Pronuncié antes de cerrar la puerta y ver mi organizada libreta por última vez.
— Lo siento Eliana, no seré tú este día.
Límite, frontera o simplemente, el más allá.
No me había tomado el tiempo de darle un nombre apropiado al espacio de donde provenían varias almas perdidas, sin nombres y únicamente poseyendo un recuerdo pasado. Su atadura a este plano es el arrepentimiento o el dolor, sin embargo, esas no son más que conjeturas mías por mi corto contacto con ellos.
Si Eliana tenía esta habilidad desde niña, no sería extraño su repentina pérdida de memoria. Y aunque a Dagan le sienta mal oírme referirme a ella como alguien ajena a mi, no puedo creer que seamos la misma persona con emociones tan contradictorias.
No importa cuánto amara lo cotidiano y rutinario, me aterra.
Si sus prendas eran blancas, las mías negras.
Si su cabello era largo, el mío es corto.
Y, sobre todo, nuestra diferencia se revela en una sola emoción secundaria.
"Solía ser temerosa, prefería no arriesgarse hacia nada peligroso".
Me gustaría presumir mi falta de miedo ante lo desconocido como toda persona normal, pero solo el hecho de ver mi cuerpo tendido de espalda me hacía replantearme el significado de "valentía" y el ligero pensamiento de que tal vez quien soy ahora es la personalidad que a Eliana le habría gustado tener.
Parte del aire que respiraba apestaba a humedad y desinfectante barato. Lo sabía porque en la cafetería solíamos ser selectivos al momento de decidir el mejor aroma para nuestros clientes.
El ambiente se distorsionaba, similar a ver el agua desplazarse rápidamente en líneas curvas sobre el cristal. De un momento a otro, el perchero que había clavado en la puerta dejó de sostener mis abrigos para ser parte de un columpio improvisado por quienes jugaban él.
— ¿Oh? ¡Miren, esa chica salió de la nada!
La imagen frente a mis ojos no era la de tiernos y sanos niños llenos de felicidad en los ojitos. Seis o cinco espectros voltearon la cabeza a noventa grados, un crujido seco salió acompañado de un chorro de agua de sus bocas. La sonrisa que se les formó me erizó la piel.
— ¿Quién los trajo aquí? —pregunté mirando al perchero y las cadenas oxidadas que colgaban de él—. ¿A quien están siguiendo?
Compartieron miradas, encogieron los hombros y los brazos.
— Solo jugamos.
Haber hecho una pregunta más pudo cruzar la raya del escenario que menos he querido imaginar, porque ¿qué sucedería si entienden que han muerto? Con su inocencia deben pensar en esto como un largo y extraño sueño; no soy nadie para mediar en ello.
— ¿Vieron a alguien más aquí?
Titubearon.
— Sin contar a la maestra, nadie más.
Parte del aire húmedo y el desinfectante fueron desapareciendo hasta cederle sitio a un concentrado olor a tierra con ciertos rastros de alguna fragancia dulce. En cuestión de segundos, los niños frente a mi, desaparecieron al igual que el escenario de mi habitación.
Un bosque. Un ancho e infinito verde me rodeaba, flores amarillas y árboles en su máximo esplendor parecían ser las especies nativas. Y aunque había dejado de ver a los niños, todavía podía percibir sus voces.
Todo tenía un costo. Y si quería escuchar lo que decían, debía reforzar cada nervio para que no terminase estropeado con los sonidos de mi nuevo entorno.
¡Whoa, maestra, trajo un bebé!
A quién llamaron "maestra" hizo una pregunta.
¿Alguien pasó por aquí?
Los pequeños describieron cada acción mia como si desde el principio lo hubieran memorizado para contárselo con lujo de detalles. Incluso describieron mi olor corporal, aunque no ví venir su respuesta...
¿Olía igual a nosotros?
Sí, como el bosque al que nos lleva, ¿no vivirá cerca también?
No imagino la cantidad de dudas que esos pequeños podían tener, pero ni siquiera ellos o ese otro ente podrían igualar las mías. Pero estaba claro que no sería la única duda del día, tarde o noche cuando, con suave y calmada, el ente volvió a hablar.
Pequeños, a partir de hoy, el bebé será uno de nosotros. Seguiremos y seguiremos creciendo hasta que seamos una gran familia feliz, ¿les gusta eso?
La habilidad empezaba a debilitarse, mi cuerpo físico empezaba a enviarle señales a mi cuerpo espectral: agujeros negros de bordes neón se extendían rápidamente por mi pecho. Nunca me expongo tan abiertamente a lo desconocido, pero esta vez fue la excepción. Una gran excepción.
Estoy buscando a una vieja amiga, si vuelven a ver a alguien así... Asegúrense de no dejarla ir.
Con esa última línea, la mancha en mi pecho escaló con rapidez hacia mi rostro provocando un colapso visual entre mi espacio actual y el anterior.
— ¡Eliana, abre la puerta! ¡¿Me escuchas?! ¡Voy a derribarla!
Ese grito acompañado del fuerte estruendo de la puerta al caer frente a mi fue como un recordatorio del porqué no debían existir excepciones.
— ¡¿Qué ocurre contigo?! —grité alarmada— ¡Estoy en pijama, al menos puedes esperar a que me cambie!
El cabello desaliñado y lo agitado de su pecho indicaba que había corrido hasta ahí desde donde sea que estuviera.
— La policía está afuera, reportaron a una mujer extraña en el barrio —se acomodó el cabello y, preocupado, siguió—. Acaba de suicidarse.
— ¿Qué? Dagan, déjame cambiarme.
— Bien, estaré afuera.
Actúe con tranquilidad hasta poder agarrar algo del armario junto a mi cama y poder encerrarme en el baño.
En ese corto segundo, observé cómo los niños se abalanzaron sobre la mujer y sin piedad, desgarraron su piel como si se tratase de papel.
Aunque la mayor duda seguía siendo...
— ¿Quién demonios era ella? —pregunté frente al espejo circular, mirando fijamente mi rostro. Me incliné un poco e intenté verme de perfil aún con el cabello cubriendo mis ojos. Temblé cuando vi lo que ahora era un flashback de la imagen final—. ¿Por qué se parece a mi?
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