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Susurros Del Más Alla | Ecos Del Pasado

Sombras en la oscuridad

El sol ya había desaparecido hacía rato, y la luna empezaba a teñir el cielo de un azul profundo, iluminando tenuemente la ciudad. Elliot caminaba hacia su casa con paso tranquilo. El sonido de las hojas moviéndose por el viento le hacía compañía en aquella noche fresca, y su mente vagaba entre los recuerdos del día. Las clases, los amigos, y esa constante sensación de que algo estaba a punto de cambiar en su vida.

Había algo diferente esa noche, aunque no supiera qué. Lo sintió en el aire al salir de la universidad y en la forma en que el viento susurraba su nombre de una manera casi íntima. Como si estuviera destinado a escuchar algo importante.

Llegó a su casa, una vieja casa que había pertenecido a su familia por generaciones. Cada rincón tenía una historia, y cada sombra parecía guardar un secreto. Elliot siempre había sentido una conexión con ese lugar, pero también un vago malestar que nunca había sabido explicar. Cerró la puerta detrás de él y dejó caer la mochila en el suelo. El silencio era más denso de lo normal.

Subió las escaleras hacia su habitación, pasando por el largo pasillo lleno de cuadros familiares. Cada rostro parecía observarlo mientras avanzaba, como si quisieran advertirle algo. Se detuvo frente a su puerta, la abrió y se congeló en el umbral.

Una figura, apenas visible bajo la luz pálida de la luna, estaba de pie junto a la ventana. Al principio pensó que era su reflejo, pero pronto se dio cuenta de que esa sombra no era suya. No se movía. No respiraba. Simplemente estaba allí, observando el paisaje nocturno.

El corazón de Elliot dio un vuelco. ¿Quién era esa persona? ¿Cómo había entrado sin hacer ruido?

—¿Quién…? —empezó a decir, su voz temblando.

La figura se giró lentamente, y en ese instante, Elliot supo que no era un intruso cualquiera. El rostro del joven frente a él era pálido, con una serenidad inquietante, como si la vida se le hubiera escapado hacía mucho tiempo. Sus ojos, vacíos y al mismo tiempo llenos de tristeza, se clavaron en los de Elliot.

—Blake —dijo la figura, con una voz suave, casi un susurro.

Elliot sintió un escalofrío recorrerle la espalda. A pesar de la calma aparente de ese joven, había algo en su presencia que lo hacía sentirse atrapado. Era como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto más denso, más frío.

—¿Cómo…? ¿Cómo has entrado aquí? —preguntó Elliot, tratando de mantener la calma, aunque su corazón latía con fuerza.

El chico, Blake, no respondió de inmediato. Simplemente siguió observándolo, como si lo estuviera evaluando. Entonces, con un ligero movimiento de cabeza, señaló hacia la ventana.

—No lo sé —admitió Blake finalmente—. Solo sé que no debería estar aquí… pero no tengo a dónde más ir.

Elliot parpadeó, tratando de procesar lo que estaba escuchando. Algo no cuadraba. Este chico… parecía real, pero había algo en su tono, en su forma de moverse, que lo hacía parecer casi irreal, como un eco de alguien que ya no estaba.

—¿Qué quieres decir con que no deberías estar aquí? —preguntó Elliot, dando un paso hacia adelante, aunque cada fibra de su cuerpo le gritaba que mantuviera la distancia.

Blake bajó la mirada, y por un instante, pareció vacilar.

—Estoy… atrapado. Aquí. En este mundo. No sé por qué, pero no puedo dejarlo. No hasta que lo descubra —murmuró.

Elliot sintió un nudo formarse en su estómago. La manera en que Blake hablaba… era como si no perteneciera a ese lugar, como si estuviera desafiando las leyes naturales de la vida y la muerte. Pero algo en su expresión, en su vulnerabilidad, le hizo sentir lástima.

—¿Y qué necesitas descubrir? —preguntó Elliot, con más suavidad.

Blake levantó la vista, sus ojos tristes y cargados de una profundidad que Elliot no podía comprender del todo.

—La verdad sobre lo que me pasó. Cómo morí.

Esas palabras golpearon a Elliot como una ráfaga de viento helado. Todo su cuerpo se tensó al escuchar la revelación. Un fantasma. Estaba hablando con un fantasma.

El silencio que siguió fue abrumador, como si el mundo entero se hubiera detenido en ese momento. Elliot no sabía qué pensar, qué hacer. Parte de él quería correr, alejarse de ese ser que desafiaba toda lógica, pero otra parte… una parte más profunda, más curiosa, lo mantenía firme en su lugar.

—¿Por qué yo? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.

Blake lo miró fijamente, su expresión suavizándose apenas.

—No lo sé. Solo sé que cuando te vi… supe que podrías ayudarme.

Elliot sintió que algo dentro de él cambiaba en ese instante. Ya no era simplemente el chico normal que había sido esa mañana. Algo lo conectaba con ese ser en frente de él, y aunque no entendía por qué, sabía que no podría ignorar esa llamada. Blake necesitaba su ayuda, y Elliot sentía una extraña obligación de brindársela.

—Está bien —dijo, casi sin pensarlo—. Te ayudaré.

Blake no sonrió, pero por un momento, su expresión pareció relajarse. Luego, como si las sombras volvieran a cubrirlo, desapareció de la vista de Elliot, dejando solo un susurro en el aire.

—Gracias…

Elliot se quedó solo en su habitación, mirando el espacio vacío donde Blake había estado, con más preguntas que respuestas. Pero una cosa era segura: su vida acababa de cambiar para siempre.

Elliot permaneció quieto, su respiración aún acelerada mientras procesaba lo que acababa de suceder. El fantasma, Blake, había desaparecido como si nunca hubiera estado allí, pero el frío en el ambiente y el peso de sus palabras seguían flotando en el aire. ¿Qué significaba todo eso? ¿Cómo podía ayudar a un fantasma a descubrir la verdad sobre su muerte?

"Estoy atrapado... hasta que lo descubra."

Las palabras resonaban en su cabeza mientras miraba alrededor de su habitación en busca de algún rastro tangible que confirmara lo ocurrido. Pero no había nada. Ninguna señal de que alguien, vivo o muerto, hubiera estado allí hacía unos momentos.

Finalmente, se dejó caer en su cama, con la mirada perdida en el techo. Intentaba ordenar sus pensamientos, pero solo lograba sumar más confusión. ¿Por qué él? No había nada en su vida que sugiriera que podría lidiar con algo tan fuera de lo común.

Mientras se debatía entre la incredulidad y la necesidad de respuestas, el sonido de su teléfono vibrando lo sacó de su trance. Era un mensaje de Lilith.

Lilith: "¿Todo bien? Te vi un poco raro hoy. ¿Nos vemos mañana?"

Elliot esbozó una pequeña sonrisa ante la preocupación de su mejor amiga. Aunque nunca le había contado sobre la extraña sensación que siempre lo acompañaba en su casa, Lilith era una de las pocas personas en las que confiaba completamente. Pero esta vez, no sabía cómo empezar a explicarle lo que acababa de vivir.

Respondió con un simple "Sí, todo bien. Mañana hablamos", sabiendo que el verdadero problema no podía explicarlo en un mensaje.

Suspiró y se levantó, dándose cuenta de que quedarse despierto no le traería ninguna claridad. Se cambió de ropa y se metió en la cama, esperando que el sueño le brindara algún tipo de alivio o respuestas. Sin embargo, en lo profundo de su ser, sabía que este era solo el comienzo de algo mucho más grande. Algo que lo involucraría de maneras que aún no comprendía.

 

A la mañana siguiente, Elliot despertó con la extraña sensación de que lo sucedido la noche anterior no había sido un sueño. Durante el desayuno, las imágenes de Blake seguían frescas en su mente. El rostro pálido, la tristeza en su mirada, y esa desconcertante revelación. Aunque su lógica quería aferrarse a la idea de que todo fue un malentendido, había una parte de él que sabía la verdad.

Salió de la casa más tarde de lo habitual, su mochila colgada al hombro mientras caminaba hacia la universidad. Por suerte, su primera clase era algo que podía manejar sin prestar demasiada atención, ya que su mente seguía atrapada en los eventos de la noche anterior. Había tantas preguntas, y ninguna respuesta. ¿Cómo iba a descubrir cómo murió un fantasma? ¿Y si realmente lo había soñado?

—¡Elliot! —una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.

Era Lilith, con su característico andar rápido y su energía siempre vibrante. Se acercó a él, estudiando su rostro con una ceja levantada.

—¿Estás bien? Ayer te veías... no sé, raro.

Elliot forzó una sonrisa, tratando de aparentar normalidad.

—Sí, sí. Solo un poco cansado, nada más.

Lilith lo observó por unos segundos más, claramente dudando de su respuesta. Pero en lugar de insistir, le dio un golpecito en el hombro.

—Bueno, si algo te pasa, me cuentas, ¿vale? Para eso estamos los amigos.

Elliot asintió agradecido, aunque en su interior sabía que aún no estaba listo para compartir lo que había vivido. No todavía.

Durante las siguientes horas, Elliot intentó concentrarse en las clases, pero cada vez que cerraba los ojos o se distraía un momento, la imagen de Blake volvía a aparecer en su mente. Necesitaba respuestas, y pronto.

Cuando la última clase terminó, decidió que tenía que empezar a investigar. La idea de buscar información sobre fantasmas o experiencias sobrenaturales lo hacía sentir un poco ridículo, pero si Blake era real, había una verdad que debía descubrir.

Se dirigió a la biblioteca de la universidad, un lugar donde sabía que podía encontrar algo más allá de los recursos convencionales. Se había cruzado más de una vez con libros antiguos en los rincones polvorientos de la biblioteca, aquellos que hablaban de leyendas locales y fenómenos inexplicables.

Mientras pasaba entre los estantes, su atención fue captada por un libro grueso, encuadernado en cuero y con el título casi borrado por el tiempo: Los Ecos del Más Allá. Lo sacó cuidadosamente y lo abrió, explorando las páginas amarillentas que parecían al borde de desintegrarse. Las primeras páginas hablaban sobre almas errantes, espíritus que no podían encontrar paz y quedaban atrapados en este mundo. Pero una frase en particular llamó su atención.

"Un alma queda atrapada en el limbo cuando su vida fue interrumpida de manera abrupta y sin sentido. Estas almas buscan desesperadamente la verdad, y solo cuando la descubren, pueden finalmente descansar."

Elliot sintió un escalofrío mientras leía. Esto tenía que ser sobre Blake. Estaba convencido. Cerró el libro y lo guardó en su mochila. Sabía que tenía que ayudar a Blake a descubrir esa verdad, aunque no tuviera idea de cómo.

Mientras caminaba hacia la salida de la biblioteca, su teléfono vibró nuevamente. Era un mensaje de Damián.

Damián: "Voy al bosque esta noche. ¿Vienes conmigo?"

Elliot frunció el ceño. Damián solía salir por las noches, pero algo en ese mensaje le dio una mala espina. Sin embargo, quizás esa salida podría darle un respiro de los pensamientos que lo acosaban.

Elliot: "Sí, te veo en casa y salimos juntos."

Tal vez esa caminata nocturna ayudaría a aclarar su mente, o al menos distraerlo.

Sombras del pasado

La noche era profunda cuando Elliot y Damián se adentraron en el bosque. Las ramas crujían bajo sus pies, y el aire frío de septiembre se filtraba entre los árboles. Caminaban en silencio, como solían hacerlo. Damián siempre prefería la tranquilidad del bosque, especialmente cuando el mundo parecía demasiado ruidoso o abrumador para él. Para Elliot, esas caminatas nocturnas eran una oportunidad para desconectar, pero esa noche, su mente estaba demasiado ocupada con la aparición de Blake y lo que eso significaba.

Damián caminaba unos pasos por delante, su figura apenas visible bajo la tenue luz de la luna. Elliot lo observaba en silencio. A pesar de los comportamientos extraños de su mejor amigo, siempre había sentido una conexión especial con él. Damián, con su mezcla de frialdad e inocencia, era un enigma para muchos, pero para Elliot, era simplemente una parte vital de su vida.

—Has estado distraído hoy —dijo Damián de repente, rompiendo el silencio mientras seguía caminando sin voltear la cabeza.

Elliot se tensó ligeramente. Sabía que Damián era muy perceptivo, aunque pocas veces lo demostrara abiertamente. A veces, parecía que podía leer los pensamientos de las personas, especialmente los de Elliot.

—Solo ha sido un día raro —respondió Elliot con naturalidad—. No es nada.

Damián se detuvo abruptamente y giró sobre sus talones, mirándolo directamente. Sus ojos oscuros lo observaban con esa intensidad casi perturbadora que solo él podía lograr.

—No me mientas, Elliot. —Su voz era baja, pero firme—. Sabes que puedes contarme cualquier cosa.

Elliot sintió una punzada de culpabilidad. Damián siempre había sido sincero con él, y aunque sabía que algunas cosas debían mantenerse en secreto, parte de él quería desahogarse. Después de todo, ¿quién más podría creerle?

—Está bien… —dijo finalmente—. Anoche… vi algo. O mejor dicho, a alguien.

Los ojos de Damián se estrecharon, pero no dijo nada. Simplemente se cruzó de brazos, esperando a que Elliot continuara.

—Era un chico… o al menos eso parecía —siguió Elliot, mientras buscaba las palabras adecuadas—. Su nombre es Blake. Apareció en mi habitación, pero no es… normal. Es un fantasma.

Damián no se movió, ni siquiera parpadeó. Mantuvo su mirada fija en Elliot, como si estuviera analizando cada palabra.

—¿Un fantasma? —preguntó finalmente, con una extraña mezcla de interés y escepticismo.

—Sí. Me dijo que está atrapado aquí, que necesita descubrir cómo murió para poder descansar en paz. Y… creo que me pidió ayuda.

Damián no respondió de inmediato. Se quedó en silencio por un momento, su expresión imperturbable. Luego, una ligera sonrisa, apenas perceptible, se formó en sus labios.

—Eso suena… interesante. —Su tono era más ligero, pero aún había algo oscuro en su forma de hablar—. ¿Y qué planeas hacer al respecto?

Elliot se encogió de hombros, inseguro de cómo responder. Parte de él esperaba que Damián se riera o descartara la historia como una tontería, pero la reacción de su amigo lo dejó desconcertado.

—No lo sé. Supongo que intentaré ayudarlo, pero no tengo idea de por dónde empezar.

Damián lo miró fijamente por un momento más, luego se giró y continuó caminando por el sendero oscuro del bosque.

—Supongo que tendrás que averiguarlo —dijo en voz baja, su tono volviéndose distante—. Siempre hay algo que descubrir cuando te adentras lo suficiente en la oscuridad.

Elliot lo siguió en silencio, sintiendo una extraña inquietud en el aire. Algo sobre la forma en que Damián había respondido lo hizo sentir incómodo. Como si supiera más de lo que dejaba ver.

---

De regreso en casa, Elliot se sentía agotado, tanto mental como físicamente. Después de despedirse de Damián, subió las escaleras hasta su habitación, esperando que una buena noche de sueño lo ayudara a procesar lo que había pasado.

Pero tan pronto como cerró la puerta de su habitación, supo que no estaría solo.

Blake estaba allí, de pie junto a la ventana, observando la luna con esa expresión serena y distante. Parecía estar esperando a Elliot, como si nunca se hubiera ido.

—Has vuelto —dijo Elliot, tratando de sonar calmado.

Blake se giró lentamente, con esa misma tristeza en sus ojos que Elliot recordaba de la noche anterior.

—Nunca me fui —respondió Blake en un susurro—. Estoy atado a este lugar. A ti.

Elliot frunció el ceño, intentando comprender lo que eso significaba.

—¿Por qué a mí? ¿Por qué apareciste en mi vida?

Blake bajó la mirada, como si la respuesta fuera demasiado difícil de verbalizar.

—No lo sé. Solo sé que hay algo en ti… algo que me llamó. Tal vez puedas ayudarme a descubrir lo que realmente me pasó.

Elliot respiró hondo. La situación seguía siendo surrealista, pero había algo en Blake que despertaba su compasión. No era solo un espíritu perdido; había una vulnerabilidad en él que Elliot no podía ignorar.

—Está bien —dijo Elliot, decidido—. Te ayudaré. Pero necesito que me cuentes todo lo que recuerdas. ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Qué fue lo último que pasó antes de morir?

Blake suspiró, volviendo su mirada hacia la luna.

—No recuerdo mucho… solo fragmentos. Sé que fue en esta ciudad, hace un año. Estaba solo, buscando algo… o a alguien. Pero no recuerdo quién o qué era. Todo lo que sé es que hubo un accidente. Una caída. Después… oscuridad.

Elliot se acercó un poco más, intentando conectar los puntos.

—¿Dónde fue el accidente? Tal vez podamos empezar por ahí.

Blake lo miró fijamente, con un destello de tristeza en sus ojos.

—No estoy seguro. Solo sé que fue cerca del río. Eso es todo lo que recuerdo.

El río. Elliot sabía que había un antiguo puente abandonado cerca del río, un lugar donde muchos evitaban ir, ya que había rumores de que estaba maldito. Pero si Blake había muerto allí, tal vez ese sería el primer lugar donde buscar respuestas.

—Mañana iremos al río —dijo Elliot, más para sí mismo que para Blake—. Tal vez encontremos algo.

Blake no respondió, pero una sombra de esperanza pareció cruzar su rostro por un breve momento antes de desvanecerse nuevamente en su usual expresión triste.

Elliot sabía que el camino hacia la verdad no sería fácil, pero estaba decidido a ayudar a Blake, no solo para liberar su espíritu, sino también para comprender por qué su vida se había cruzado con la de un fantasma en primer lugar.

Y así, con el peso de esa misión sobre sus hombros, se dejó caer en la cama, sabiendo que el día siguiente podría cambiar todo.

Elliot se quedó mirando al techo, su mente divagando entre la realidad y el mundo al que estaba entrando de manera inesperada. Las sombras de su habitación parecían moverse con el viento nocturno, proyectando formas fantasmagóricas que le recordaban a Blake, quien seguía allí, inmutable, a un lado de la habitación. No podía apartar la sensación de que, de algún modo, Blake estaba conectado a él de una manera más profunda, como si un hilo invisible los uniera desde antes de que siquiera se conocieran.

—¿Cómo es estar atrapado entre dos mundos? —preguntó de repente, sin saber si esa era la pregunta correcta.

Blake desvió la mirada hacia él, sus ojos brillando bajo la tenue luz que se filtraba desde la ventana. Se encogió de hombros con una suavidad que reflejaba su naturaleza etérea.

—No es vivir, pero tampoco es morir. —Su voz tenía un tono hueco, como si las palabras vinieran de un lugar lejano—. Es como si siempre estuviera a punto de desaparecer, pero algo me sigue reteniendo. Algo me mantiene aquí... incompleto.

Elliot sintió un nudo en la garganta. No podía imaginar cómo debía ser esa existencia suspendida, atrapado en un limbo donde ni siquiera tienes la certeza de quién eres o por qué sigues en este mundo.

—Pero te ayudaremos —dijo, esta vez con más convicción—. Resolveremos esto. Encontraremos las respuestas.

Blake lo observó por un momento antes de asentir ligeramente, aunque sin mucho entusiasmo. Parecía resignado a su situación, como si la esperanza fuera un lujo del que no podía permitirse disfrutar completamente. Aun así, Elliot decidió que no permitiría que Blake siguiera viviendo en ese estado de incertidumbre.

—Mañana será un día largo —añadió Elliot, intentando aliviar la tensión—. Será mejor que descanse, aunque... —se interrumpió, mirando a Blake—, no sé si los fantasmas descansan.

Blake sonrió ligeramente, la primera vez que Elliot lo veía mostrar un atisbo de algo parecido a una emoción genuina.

—No como tú, pero estaré bien. —El fantasma dio un paso hacia la ventana, mirando de nuevo hacia el exterior—. Buenas noches, Elliot.

Elliot sonrió a medias, cerrando los ojos y dejando que el sueño lo envolviera.

El silencio de la noche invadió la habitación, pero Elliot no pudo conciliar el sueño inmediatamente. Su mente estaba demasiado ocupada con la presencia de Blake, con la idea de que un fantasma —un alma atrapada entre la vida y la muerte— había aparecido en su vida de repente, buscando respuestas. El miedo que había sentido inicialmente ya se había disipado. Ahora, todo lo que sentía era una profunda curiosidad y empatía por Blake.

El reflejo de la luna atravesaba las cortinas, proyectando sombras suaves en el suelo de madera, y cada crujido de la casa parecía amplificado en el silencio. Blake, sin embargo, no hacía ruido al moverse. Seguía de pie junto a la ventana, quieto, como si también estuviera pensando o recordando fragmentos de una vida pasada que apenas podía alcanzar.

Elliot observó al fantasma a través de sus párpados entrecerrados, admirando lo real que Blake parecía. Casi se sentía como si, en cualquier momento, pudiera estirar la mano y tocarlo, sentir su piel cálida, sus latidos... Pero sabía que eso era imposible. Blake no era una persona viva, y la verdad de su estado era algo que Elliot no terminaba de comprender.

Horas más tarde, cuando el cansancio finalmente lo venció, Elliot cayó en un sueño intranquilo. Soñó con el río, con el puente abandonado que Blake había mencionado, pero en su sueño, el río no era un lugar común. Era oscuro, profundo, y parecía llamar a Elliot, susurrándole secretos en una lengua antigua que no podía entender. Caminaba hacia el agua, cada paso más pesado que el anterior, como si algo tirara de él, pero justo antes de sumergirse, una figura se materializó entre la niebla. Era Blake, de pie en la orilla, observándolo con una tristeza insondable en sus ojos.

—No te acerques más —le advirtió Blake en el sueño—. El río es peligroso, incluso para ti.

Elliot intentó retroceder, pero sus pies parecían clavados en el suelo, inmóviles.

—¿Por qué? —preguntó, luchando por moverse—. ¿Qué me estás ocultando?

Blake solo lo miró, su expresión inmutable, y luego desapareció en la niebla. En ese instante, el agua del río comenzó a elevarse, como si una fuerza invisible la controlara, y envolvió a Elliot en una ola fría y sofocante.

Elliot despertó sobresaltado, su cuerpo cubierto de sudor. Su respiración era pesada, y el sueño todavía pesaba en su mente. Miró alrededor de su habitación, tratando de calmarse. Todo parecía estar en su lugar, pero algo en el ambiente había cambiado. Blake ya no estaba en su lugar junto a la ventana. Había desaparecido.

Elliot se frotó los ojos, tratando de sacudirse el resto de su sueño. "Fue solo un mal sueño", se dijo, pero la sensación de inquietud no desaparecía. El río había sido un lugar clave en la historia de Blake, y ahora parecía estar invadiendo incluso sus sueños. Tal vez era una advertencia, o tal vez solo una manifestación de su propia ansiedad sobre lo que estaba por venir.

Decidió que no tenía sentido quedarse en la cama. Era muy temprano para levantarse, pero necesitaba despejar su mente. Se vistió rápidamente y bajó las escaleras en silencio, intentando no despertar a nadie más en la casa. Al llegar al vestíbulo, se encontró con un detalle que le heló la sangre: la puerta trasera estaba entreabierta, dejando que una ligera brisa entrara en la casa.

"¿La dejé abierta?", pensó, confundido. Estaba seguro de haberla cerrado antes de subir a su habitación.

Con cautela, se acercó y abrió la puerta por completo, mirando hacia el jardín trasero. Todo parecía normal, pero algo no cuadraba. El aire frío del amanecer estaba cargado de una extraña energía. Y entonces lo vio.

Blake estaba allí, en el jardín, de pie bajo el viejo roble que había en la esquina. Su figura translúcida se iluminaba con el tenue resplandor de la luz del amanecer. Parecía diferente a la noche anterior, más etéreo, casi desvanecido.

—Blake —llamó Elliot en voz baja, sin querer romper el silencio de la madrugada.

Blake no se movió de inmediato. Solo después de un largo momento, se giró lentamente hacia él, con una expresión de melancolía profunda. Parecía más distante que nunca, como si estuviera aún más atrapado entre este mundo y el otro.

—¿Qué haces aquí fuera? —preguntó Elliot mientras daba unos pasos hacia él, con cuidado de no acercarse demasiado.

—No puedo quedarme en un solo lugar —respondió Blake con su voz suave y distante—. No estoy hecho para eso. Este... estado en el que estoy, es... inestable. Siempre siento que algo tira de mí, como si estuviera a punto de ser arrastrado de vuelta al lugar del que vengo.

Elliot tragó saliva. Nunca había considerado la posibilidad de que Blake pudiera desaparecer en cualquier momento, y la idea lo asustaba. Había algo en Blake que despertaba en él una necesidad de protegerlo, de mantenerlo en este mundo. Pero, ¿cómo se protegía a alguien que ya estaba muerto?

—Tienes que aferrarte a algo, Blake —dijo Elliot, su voz llena de una urgencia que ni siquiera entendía por completo—. Si me necesitas, estaré aquí. Pero no puedes simplemente... desvanecerte.

Blake lo miró, sus ojos oscuros reflejando un sufrimiento que Elliot no alcanzaba a comprender del todo. Detrás de esa tristeza, había algo más. Algo que Blake no estaba diciendo.

—Tal vez, Elliot... tal vez es mejor que me deje ir.

Elliot negó con la cabeza. No podía aceptar esa idea.

—No. No hasta que encontremos respuestas. Tú mismo dijiste que necesitabas saber qué te pasó. Si te vas ahora, nunca sabremos la verdad.

Blake miró hacia el cielo, su rostro reflejando la primera luz del día que empezaba a asomar en el horizonte. Parecía atrapado en una encrucijada.

—No sé si hay respuestas que valgan la pena —susurró finalmente—. Tal vez algunas verdades están mejor ocultas.

Elliot no sabía qué decir ante eso. Sentía que, con cada palabra de Blake, algo crucial estaba escapándose, algo que ni él ni el fantasma estaban dispuestos a enfrentar todavía. Pero no podía permitir que Blake se rindiera. No después de todo lo que habían pasado en tan poco tiempo.

—Mañana iremos al río —dijo Elliot finalmente, con una firmeza en su voz que no había sentido antes—. Y resolveremos esto. Juntos.

Blake no respondió de inmediato, pero al final, asintió en silencio. Había un pacto implícito entre ellos, uno que Elliot no estaba dispuesto a romper.

Mientras el sol comenzaba a iluminar el cielo, ambos se quedaron en el jardín, inmóviles, sabiendo que lo que vendría a continuación no sería fácil, pero que no había vuelta atrás.

secretos bajo la superficie

El sol brillaba con fuerza al día siguiente, pero el aire seguía cargado de una sensación de inquietud. Elliot no podía apartar de su mente la conversación con Blake. Algo en las palabras de Blake seguía dándole vueltas. "Tal vez algunas verdades están mejor ocultas." ¿Qué quería decir con eso? ¿Blake sabía más de lo que estaba dispuesto a decir?

Blake estaba en la sala de estar cuando Elliot bajó, flotando cerca de la ventana como si hubiera estado allí durante horas. Parecía tranquilo, pero había una sombra en su expresión que antes no había notado. Elliot decidió no decir nada, al menos por ahora.

—¿Estás listo para ir al río? —preguntó Elliot, intentando sonar despreocupado.

Blake lo miró por un momento, sus ojos oscuros y misteriosos como siempre, antes de asentir lentamente.

—Lo estoy. Pero debes saber que, una vez lleguemos allí, puede que las respuestas que encuentres no sean las que esperas.

Elliot frunció el ceño. ¿A qué se refería Blake con eso? La advertencia parecía tan enigmática como el propio fantasma.

—Lo que sea que encontremos, lo enfrentaremos juntos —dijo finalmente.

Blake no respondió, pero una ligera sonrisa cruzó su rostro antes de desvanecerse.

---

El camino hacia el río era más largo de lo que Elliot recordaba. Él y Blake caminaron en silencio, cruzando las calles tranquilas hasta llegar a los márgenes del bosque. Elliot había estado allí muchas veces antes, pero hoy todo parecía diferente. Las sombras de los árboles eran más largas, las hojas más oscuras, como si el bosque los observara con expectación.

Cuando llegaron al río, el agua corría lentamente, su superficie reflejando el cielo nublado. El puente que Blake había mencionado en su historia seguía allí, antiguo y desvencijado, como si hubiera estado esperando. El lugar emanaba una sensación extraña, casi como si el tiempo se hubiera detenido.

—Aquí es donde ocurrió —murmuró Blake, sus palabras arrastradas por el viento.

Elliot miró hacia el puente, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. El lugar de la muerte de Blake. El aire se volvió más frío de repente.

—¿Qué recuerdas de esa noche? —preguntó Elliot.

Blake se acercó lentamente al borde del río, su figura apenas perturbando el ambiente. Por un momento, parecía más tangible, como si el lugar le devolviera fuerza o memoria.

—No mucho —respondió finalmente—. Caminaba por aquí, sentía el peso de algo importante en mis manos. Luego... una sombra. Alguien me empujó. Caí al agua. Sentí el frío... y luego, oscuridad.

Elliot tragó saliva. Esa breve descripción le dejaba con más preguntas que respuestas. ¿Qué era esa "sombra"? ¿Quién había empujado a Blake?

—Tiene que haber algo más —insistió Elliot—. No puedes haberte ahogado sin más. Alguien debió haber estado involucrado.

Blake lo miró, sus ojos llenos de tristeza.

—Lo sé. Pero no puedo recordar más. Es como si mi mente se negara a revivir ese momento.

Elliot miró a su alrededor, buscando alguna pista. Todo lo que veía era el río tranquilo, el puente antiguo y el bosque silencioso. Pero entonces, una idea cruzó su mente.

—¿Y si intentamos recrear esa noche? —sugirió—. Tal vez, si te pones en la misma situación, podrías recordar algo más.

Blake lo miró con duda.

—No sé si eso funcionará... y además, ¿qué tal si no me gusta lo que recuerde?

Elliot se acercó a él, su determinación firme.

—No podemos seguir con dudas, Blake. Si hay algo que necesitas saber, tenemos que descubrirlo, aunque sea difícil. No estarás solo. Estoy contigo.

Blake lo observó en silencio, y luego asintió, aunque sus ojos seguían reflejando un miedo que Elliot no había visto antes.

—De acuerdo —susurró—. Pero si algo sale mal, prométeme que me dejarás ir.

Elliot, sorprendido por la petición, dudó. Pero asintió.

—Lo prometo. Pero no dejaré que te vayas si no es absolutamente necesario.

Blake, con una sonrisa triste, se posicionó en el mismo lugar donde había estado aquella noche. Elliot retrocedió unos pasos, observando cómo Blake cerraba los ojos, concentrándose en el pasado.

Por un momento, todo permaneció en calma. Pero entonces, el ambiente cambió. Las sombras se alargaron, el viento comenzó a soplar con más fuerza, y el sonido del agua se volvió ensordecedor. Blake abrió los ojos de golpe, temblando.

—¡Lo recuerdo! —gritó, su voz rota por el terror—. Alguien... alguien me seguía. Pero... no puedo ver su rostro.

Elliot corrió hacia Blake, quien parecía a punto de desvanecerse.

—¿Quién era? —preguntó con urgencia.

Blake lo miró, sus ojos llenos de confusión y miedo.

—No lo sé. Solo una sombra... una presencia... y luego, nada más.

El misterio continuaba, más profundo que nunca, y aunque no tenían todas las respuestas, Elliot sabía que estaban más cerca de la verdad.

Elliot miró a Blake, quien ahora parecía más frágil que nunca. La desesperación en sus ojos era palpable, como si estuviera atrapado en un bucle interminable de incertidumbre.

—Una sombra... —Elliot repitió en voz baja, pensando en lo poco que tenían para continuar. Esa palabra era como un abismo; no había manera de saber quién o qué estaba detrás.

Blake asintió, aún temblando. Parecía agotado, como si revivir ese momento lo hubiera drenado de energía.

—Hay algo más —murmuró Blake, casi para sí mismo—. No es solo el empujón. Antes de que cayera, escuché una voz. Pero no era clara... era como un susurro, algo que no puedo descifrar. Una advertencia, tal vez.

—¿Una advertencia? —Elliot se acercó más, intentando entender cada palabra—. ¿Qué decía?

Blake se llevó una mano a la cabeza, como si le doliera intentar recordar.

—No lo sé. Es como si estuviera ahí, en la punta de mi lengua, pero cada vez que trato de concentrarme, se desvanece. Solo sé que era importante, algo que me cambiaría... o ya lo había hecho.

Elliot permaneció en silencio. Las respuestas parecían estar tan cerca y, al mismo tiempo, fuera de su alcance. Aún había tanto que no sabían, pero lo que estaba claro era que Blake no había muerto en un simple accidente. Alguien había jugado un papel en su muerte, y esa sombra, ese susurro, era la clave.

—Blake —dijo Elliot, su tono más firme—, si alguien te mató y te siguió hasta ahora, no nos detendremos hasta descubrir quién fue. Pero tienes que confiar en mí, ¿de acuerdo? Juntos podemos hacerlo.

Blake lo miró durante un largo momento. Luego, con un pequeño asentimiento, su expresión se suavizó.

—Confío en ti, Elliot —susurró—. Siempre lo he hecho.

El silencio entre ambos se volvió cómodo, casi reconfortante, mientras observaban el río. Por un instante, Elliot sintió que estaba un paso más cerca de descubrir lo que realmente había sucedido, aunque el camino adelante seguía siendo incierto.

---

Más tarde esa noche, Elliot y Blake se encontraban de vuelta en el apartamento, agotados por la tensión del día. Lilith llegó poco después, irrumpiendo por la puerta con su energía habitual.

—¡Chicos! —exclamó, quitándose el abrigo—. ¿Qué he perdido hoy?

Blake desapareció rápidamente de la vista, ya que Lilith no podía verlo, y Elliot no pudo evitar sonreír ante el contraste entre la ligereza de su amiga y la gravedad de todo lo que había sucedido.

—No mucho —respondió Elliot, tratando de sonar despreocupado—. ¿Tú qué tal?

Lilith lo miró con suspicacia mientras se sentaba a su lado en el sofá.

—Sabes que siempre noto cuando me ocultas algo, ¿verdad? Vamos, suéltalo.

Elliot dudó por un momento. Hablar de lo que había descubierto sobre Blake sería complicado, especialmente sin poder mencionar al propio Blake. Además, lo último que quería era preocupar a Lilith, aunque sabía que era inevitable.

—Es solo que he estado... investigando algo —dijo finalmente, sin entrar en detalles.

Lilith lo observó con atención, como si intentara leer más allá de sus palabras, pero luego simplemente asintió.

—Bueno, sea lo que sea, sabes que estoy aquí para ti, ¿verdad? Si necesitas hablar, o si necesitas ayuda... ya sabes dónde encontrarme.

Elliot sonrió, agradecido por su apoyo incondicional.

—Lo sé, Lilith. Gracias.

El teléfono de Elliot sonó en ese momento, rompiendo el ambiente relajado. Miró la pantalla y vio un número desconocido. Frunció el ceño, pero respondió de todas formas.

—¿Elliot? —Una voz profunda y desconocida sonaba al otro lado de la línea.

—¿Quién habla? —preguntó Elliot, desconfiado.

Hubo una pausa antes de que la voz continuara.

—Nos conocemos... o, al menos, lo haremos pronto.

Elliot sintió un escalofrío recorrer su espalda. No había reconocimiento en la voz, pero había algo en la manera en que hablaba que lo inquietaba.

—¿Qué quieres? —preguntó, su tono endurecido.

—Solo una advertencia —dijo la voz, con un toque de diversión—. Ten cuidado en quién confías, Elliot. Las sombras del pasado pueden ser más cercanas de lo que imaginas.

Antes de que pudiera responder, la línea se cortó. Elliot miró su teléfono, con el corazón acelerado.

—¿Quién era? —preguntó Lilith, curiosa por la expresión de Elliot.

—No lo sé —dijo lentamente, todavía procesando lo que había escuchado—. Pero creo que esto es solo el comienzo.

Blake apareció a su lado, habiendo escuchado parte de la conversación. Sus ojos reflejaban la misma preocupación que Elliot sentía.

—¿Crees que...?

—No lo sé, Blake —murmuró Elliot, guardando el teléfono—. Pero alguien sabe lo que estamos haciendo. Y eso no puede significar nada bueno.

Elliot sabía que la sombra de la que Blake hablaba no era solo un recuerdo borroso. Era real, y estaba mucho más cerca de lo que podían imaginar.

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