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Guardian Deluxe

Un sueño

En un mundo dominado por bosques y selvas extensas, existen ciertas zonas ocultas donde los civiles intentan subsistir con el temor constante de ser atacados por los Vorus, misteriosas criaturas del profundo bosque. No se sabe qué son, cómo surgieron ni cómo evolucionaron, pero una cosa está clara: son un peligro para todos los humanos. Algunos Vorus son cuadrúpedos con púas y colmillos afilados, capaces de correr rápidamente y despedazarte. Otros pueden volar y caer a gran velocidad con picos y ojos super desarrollados, capaces de ver el más mínimo movimiento. Algunos acechan en los océanos, y son aún más peligrosos, ya que si logran atraparte, te hundirán al instante, haciendo imposible cualquier intento de rescate. Incluso hay Vorus que han aprendido a camuflarse, tendiendo trampas y usando cadáveres para atraer a sus presas. Los pocos datos que se tienen de ellos provienen de los pocos que se han podido eliminar. Se recomienda huir si uno es acechado por una de estas entidades peligrosas. La naturaleza no siempre es benigna; hay plantas, como las llamadas "sepulcros de lianas", que pueden inmovilizar y absorber lentamente a quien se acerque demasiado.

En una noche lluviosa en el palacio de la capital del Fénix, dos niños de siete años estaban en su habitación, acostados en una litera junto a su madre, quien les leía un libro de historia.

—¿Y si todas las entidades del mundo mueren, ya no habría que temer a nada? —preguntaba la hija mientras se acomodaba en su cama.

—Quisiera que fuera así, pero las entidades no son lo único que tememos —respondió su madre, arropando a su hija y sentándose a su lado.

—La emperatriz nos ha estado dominando por muchos años y si ella no desaparece...

En ese instante, una voz joven interrumpió sus palabras con un tono de valentía.

—La emperatriz es solo un mito, mamá. Es un cuento que usan las madres para asustar a sus hijos. Nadie nunca la ha visto —exclamó Yeico.

—Mis amigos dicen que la emperatriz tiene súbditos que van buscando capitales y raptan príncipes. Yo seré princesa en el futuro y me da mucho miedo —temblorosa y tímida, Meily solo podía esconderse debajo de su manta.

—¡Qué bebé eres! No ves que todo es mentira. Además, yo seré un soldado que tendrá su propio escuadrón. Erradicaré a todos los entes y haré que la capital del Fénix sea el lugar más seguro del mundo —un joven valiente y soñador Yeico demostró tener un sueño noble frente a su hermana y madre, con una sonrisa llena de confianza y ojos que reflejaban la pasión y chispa de libertad.

—¿Increíble, hermano? ¿Eres capaz de hacer eso? —preguntaba una asombrada Meily, ya no tan asustada.

—Claro que sí, ¿verdad, mamá?

Su madre, quien permanecía atenta escuchando, solo podía sonreír levemente al notar que sus hijos, aun con la fuerte lluvia y la noche oscura, mantenían esa chispa infantil y soñadora que muchos en la capital ya habían perdido. El simple pensamiento de un mejor mañana no es sencillo para cualquiera en esta capital. Ha pasado tiempo desde que los ciudadanos pudieron respirar sin una pizca de temor. Si no pueden sentirse seguros, no hay esperanza para su futuro.

—Sea real o no esta historia, sé que ustedes dos, cuando crezcan y tomen el mando de la ciudad, serán personas ejemplares. No tienen idea de lo orgullosa que me hace sentir que tengan grandes sueños.

—Yo quiero ayudar a expandir la capital del Fénix, tomando otras tierras y conociendo otros lugares —dijo Meily, arropada hasta el cuello, mirando a su madre con una sonrisa plena hacia su futuro como princesa de la capital del Fénix. Iris se levantó para culminar la plática con sus hijos.

—Bien, mis amores, ya es tiempo de dormir.

Iris se dirigía a la puerta cuando una voz detrás de ella la detuvo con una pregunta inquietante.

—Mamá, ¿por qué no tenemos tantos Guardians Deluxe? Todas las capitales tienen al menos 10 de ellos para proteger sus tierras.

Un silencio inesperado llenó la habitación. Iris se quedó congelada sin responder por varios segundos hasta que finalmente se acercó a sus hijos, quienes estaban algo nerviosos por el silencio.

—La capital donde estamos ubicados no es un lugar apto. Hay más entes de lo normal y temo que los pocos Guardians Deluxe que nos han transferido aquí han caído. La única razón por la que hemos podido estar seguros es por la barrera que impide cualquier entrada o salida de un ser vivo. Siempre a las 6 de la tarde esta se activa, dejando caer un velo que impide toda comunicación física desde el otro lado de la barrera y camuflando nuestra presencia desde adentro.

—Pero mamá, la barrera está activa también durante el día —dijo un curioso Yeico.

—Como siempre, asertivo, hijo mío. No tenemos forma de defendernos de los Vorus. Si usamos la fuerza humana que tenemos, nos descubrirán y moriríamos todos. La barrera es lo más sagrado que tenemos, por eso la mantenemos activa tanto como podemos. Pero para recargarse, debemos sacrificar 3 días y 4 noches. Esos días y noches de augurio es vital que estemos lo más silenciosos y ocultos posibles para que no nos encuentren.

—¿Cuánto tiempo dura la barrera encendida hasta que se necesite recargar? —preguntó Meily, con el corazón bombeando más fuerte.

—Dos meses.

—Mamá, pero ¿qué pasa si los entes nos encuentran? —preguntó Meily, pero su madre la interrumpió con un gesto, poniendo un dedo sobre sus labios y arropándola.

—Es momento de ir a la cama. Buenas noches —dijo Iris, dándole un beso en la frente a cada uno de sus hijos antes de salir de la habitación.

Los dos niños, acostados en su cama, no podían conciliar el sueño. No tenían que tener miedo al vivir en el palacio, estaban más alejados del peligro, pero no sabían cómo vivían los ciudadanos en las afueras. Nunca se les había pasado por la cabeza que siempre en las noches había un silencio atroz. Un silencio tan grande que el sonido del aleteo de las aves podía escucharse desde lejos. Un silencio que siempre se pensó que era relajante, ahora se convirtió en temor, el temor de que cualquier Voru acechando no se percatara de ellos y mucho menos que los encontrara.

—Hermana, ya verás todo lo que me esforzaré para protegerte a ti, a mamá y a la capital —dijo Yeico, consciente del temor de su hermana.

—Yo también quiero pelear, hermano. No quiero quedarme sentada sin hacer nada, aunque tengo mucho miedo. Oye, ¿sabes una cosa? —preguntó Meily, con una voz temerosa pero firme al revelarle a su hermano un sueño.

—¿Qué cosa, hermana?—

—Quisiera tener conmigo, cuando sea coronada como princesa, a mi realeza de Guardians Deluxe. Con ellos no dependeríamos todo el tiempo de la barrera y podríamos tener una vida sin temor.—

Yeico permaneció incrédulo ante tal sueño.

—Pero están casi extintos, y los que quedan ya pertenecen a una capital. Además, escuchaste a mamá. Ninguno que haya pisado estas tierras ha podido sobrevivir. Es mejor que confíes en mí para protegerte.—

Meily se sintió reconfortada al saber que, aunque no lograra su objetivo, siempre tendría a su hermano para cuidarla.

—Lo sé, pero al menos quisiera poder un día cambiar todo esto y no tener que depender de alguien.—

—No te preocupes. Estaré para ti siempre, sin importar lo que pase. Buenas noches, hermana.—

—Buenas noches, hermano.—

Meily, acostada, miraba el espejo de su habitación. Podía ver el reflejo de la luna llena que se asomaba por la ventana. En ese momento, Meily solo pedía poder cumplir su sueño y explorar el mundo tal y como ella soñaba.

Pasaron 11 años desde aquella fatídica noche. A la edad de 18 años, Meily fue oficialmente coronada como princesa de la capital de Fénix. No obstante, aún no podía ejercer el mando total sobre la capital, ya que todavía era joven y su madre seguía siendo la Monarca. Yeico, por su parte, logró a la edad de 17 años convertirse en líder del escuadrón de cadetes, conformado por soldados de su misma edad. Poco a poco, los sueños anhelados de aquellos hermanos iban prosperando.

Tras la coronación de Meily, la capital de Fénix sufrió un descenso significativo en la población, que se redujo a 104 mil personas. La disminución se debió mayormente a los ataques de los Vorus. Muchos fueron raptados, otros migraron a otras capitales y unos pocos decidieron huir al bosque, donde nunca más se les volvió a ver. Las demás capitales ofrecieron alimento de sus cosechas a cambio de mejorar la resistencia de la barrera protectora para que durara más. Sin embargo, esto haría que la capital de Fénix no pudiera mantener a su civilización. Aun así, aceptaron la oferta por un año.

Los monarcas, antecesores de los príncipes, tenían el poder de decisión sobre todas las capitales en aspectos como la circulación del dinero, la comida, las armas y la lealtad de los Guardian Deluxe a su reino. En la reunión anual número 167, discutieron cambios, anécdotas, herederos y modificaciones sobre las tierras. Se acercaba la asamblea de reyes. Las capitales del Cuervo, León, Águila, Lobo, Hydra, Cobra, Grifo, Quimera y Fénix se preparaban para el encuentro.

La primavera dominaba las tierras luego del invierno, marcando el momento para la reunión de los monarcas. En la capital de Fénix, ocurrió una desgracia que cambió el rumbo de todo. La monarca Iris sufrió una enfermedad anémica que la incapacitó, confinándola en su cuarto. Meily, fue declarada sustituta de monarca, un cargo alto y a solo dos semanas de la asamblea de reyes.

-¡Ay no, ay no, ay no no no! No quiero hacer esto. Aún no sé cómo dirigirme ante los demás y son personas muy mayores. ¿Qué debo hacer? -una Meily de 20 años, sentada en el trono, se movía inquieta, mordiendo su labio inferior con ansiedad. Temía tener a toda la capital bajo su mandato. De pronto, su hermano entró repentinamente en la sala real.

—Monarca Meily —dijo Yeico, arrodillándose ante la monarca.

—Que me llames así me hace querer estar enferma también —exclamó una angustiada Meily.

—Ha ocurrido algo que debe ver usted misma. Los Vorus cerca de la entrada han desaparecido. No hay rastro de ellos por al menos 8 kilómetros de la capital.—

Atónita por la noticia, Meily se levantó del trono y caminó hacia su hermano para preguntarle.

—No es posible. Los Vorus no abandonarían este sector por voluntad propia. De ser así, algo los debió haber atraído. Quizás se están reacomodando o simplemente andaban cazando o quizás... —sus palabras fueron interrumpidas por Yeico, quien alzando la mirada hacia sus ojos solo dijo.

—O quizás algo o alguien los eliminó.—

Meily se asombró tanto ante tal respuesta que abrió los ojos ampliamente. Sus ojos, adornados con un color café, reflejaban una paz momentánea que en realidad no podía creer. Ninguna capital les había informado de ayuda militar contra estos entes antes.

—¿Cómo sabemos que no se están matando entre ellos mismos o, peor, que una nueva especie de Voru los esté devorando y no se haya fijado en nosotros por un milagro del cielo? Eso debe ser una señal para estar alertas ante cualquier posible ataque.—

—Tiene toda la razón, majestad. Es por eso que debe acompañarme para que con sus propios ojos pueda ver lo que descubrimos cerca de la entrada.—

Meily lo acompañó, resguardada de 8 soldados junto a su hermano. Afuera del palacio se encontraban casas enormes, de 3 pisos, fuentes prósperas de agua potable que fluía y salía por su orificio, jardines prósperos con frutas maduras luego de la época de invierno. Las personas mantenían escondidos dentro de sus hogares, desconfiando de la noticia de que no hay Vorus. A pesar de sus malas experiencias, ese temor se ve momentáneamente opacado por la presencia de su princesa ahora sustituta monarca. Toda la esperanza y luz de vida yacía sobre ella. Aquellos que aún creían en su monarca salían con confianza a inclinarse ante su alteza, con lágrimas en sus ojos implorando que todo pudiera mejorar, mientras otros habían perdido toda fe en ella y en sus vidas.

Cuando por fin llegaron al lugar cerca de la entrada, notaron lo que parecía ser un cadáver. La entrada tenía una puerta por la que únicamente se podía ver un camino recto, rodeado de maleza. A sus pies, traído por el escuadrón de Yeico, yacía la cabeza de un Voru terrestre que habían recogido exitosamente.

—Lograron matar a un Voru terrestre. ¿Qué sucede? —preguntó incrédula la monarca mientras su mano tapaba su nariz por el mal olor que desprendía el cadáver.

—Los Vorus son conocidos por despedazar a sus presas antes de devorarlas por completo, pero este parece haber recibido un corte limpio en su cuello. Si se fija bien, alteza, tiene los colmillos destruidos. Sus colmillos pueden atravesar incluso el metal, pero sea lo que sea que lo haya golpeado, parece ser que logró romperlos. Evidentemente, fue alguien de un tamaño similar al nuestro quien hizo tal hazaña —explicó Yeico, señalando dónde fue encontrado, diagonal derecho al camino a 8 kilómetros.

—Debemos averiguar de inmediato quién fue el causante de todo esto y saber si está de nuestro lado o no. Dame el permiso para ir con mis hombres a encontrar a este ser.— Dijo Yeico con suma confianza

—Concedido. Tienes hasta antes de que inicie el atardecer. Cuando lo encuentren, usen el dispositivo de holograma para poder comunicarme con ese ser. ¿Les quedó claro?— Exclamó Meily

—¡Sí, señora! —respondieron en voz alta, dejando anonadada y apenada a Meily, quien aún no se acostumbraba a esto de dar órdenes.

Rayo de esperanza

Tras el permiso de la monarca, los soldados liderados por Yeico, siendo un número de ocho en total, marcharon en busca de quien podría ser su salvación. Caminaron durante dos exhaustivas horas y media, notando que la maleza y el bosque habían cambiado hasta convertirse en un camino que ahora no era más que vegetación densa.

—La vida aquí parece ser inestable. Deberíamos volver antes de que perdamos el camino de regreso —dijo un soldado a su capitán, quien no parecía darse por vencido. Tomaron una pausa para descansar cerca de un arroyo, asegurándose de que no hubiera peligro cerca. Yeico tomó un comunicador para hablar con Meily. Este era un aparato cuadrado que cabía en la palma de su mano, con dos orificios verticales lado a lado y un botón en medio. Yeico, al tocar el botón, esperó a que su hermana contestara para decirle que no habían encontrado nada y que mejor optarían por volver y planear otra estrategia. Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada, un soldado asustado se puso en alerta.

—¿Dónde está Edward? ¡Ya no está! —Todos se pusieron de pie y se dieron cuenta de que eran solo siete; efectivamente, su compañero había desaparecido. La última vez que lo vieron estaba sentado a escasos centímetros del agua, por lo que intuyeron que se lo habían llevado, silenciando todo sonido que pudiera emitir pidiendo auxilio.

Todos estaban asustados; Edward había desaparecido sin que se dieran cuenta, por lo que supieron que estaban siendo acechados.

—Esto fue una terrible idea —exclamó una soldado—. Los Vorus habían sido eliminados, pero era claro que volverían. Capitán, por favor, es mejor que volvamos mientras podamos.

—¡No! Si nos vamos nunca podremos avanzar. ¿No lo ven? Hemos estado sufriendo de temor y hambre, y hasta el momento solo hemos tenido suerte. ¿Cómo se supone que vamos a crecer si no somos capaces de avanzar ante tal amenaza? —exclamó Yeico, de pie, dando un discurso motivador tratando de calmar a los demás.

—No se separen, no podemos permitirnos más bajas... —pero su voz fue interrumpida por sus soldados, quienes le advirtieron que algo se avecinaba detrás de él. Rápidamente, Yeico volteó y vio cómo un Voru, parecido a una serpiente grande con cuatro ojos, piel roja y cuatro filosos colmillos, se abalanzaba a gran velocidad sobre él, dispuesto a devorárselo. Tan rápido como pudo, Yeico sacó su espada dispuesto a enfrentar al Voru, a pesar de que era mucho más grande. A pocos metros cara a cara con esa criatura, de repente, el Voru fue apartado por una fuerte patada en la cara que lo lanzó unos metros al costado de los demás soldados. Todos quedaron perplejos al notar la silueta de la persona que los había salvado.

Un chico alto con una camisa gris rasgada, pantalón desgastado y sin zapatos, cabello corto, lacio y grueso, yacía de pie frente a ellos. Yeico, aún en shock, trató de decir algo, pero aquella persona lo miró a los ojos y, sin que él se diera cuenta, tomó su espada y la empuñó. Yeico, tambaleándose, apenas reaccionó ante tal acción, y lo único que pasaba por su cabeza era que el chico lo iba a matar con su propia arma. Los demás soldados tomaron sus armas para atacar al desconocido, creyendo que se trataba de un enemigo.

—Yo no me movería si fuera ustedes —dijo el chico en un tono lo suficientemente alto para que todos lo oyeran mientras se dirigía a ellos. Al escucharlo, solo se quedaron estáticos. En ese instante, el primero en darse cuenta de a qué se refería el joven fue Yeico: era una advertencia por el Voru que justo se había levantado de nuevo, dispuesto a contraatacar.

Yeico observó cómo el chico caminaba hacia el Voru mientras sacaba de su ropa un pequeño saco. El chico lanzó el saco al suelo cerca del Voru, y de él se desprendió un olor horrible que cubrió a toda la criatura. Esta, irritada y confundida, quedó aturdida. Yeico concluyó que el Voru, al igual que las serpientes comunes, basaba sus sentidos en el olor y el rastro de calor. Sea lo que fuera que contenía esa bolsa, era una peste horrible que entorpecía el sentido del olfato del Voru. Mientras Yeico procesaba todo eso, notó cómo ágilmente el chico se lanzó encima de la criatura y le cortó la cabeza con la espada, dándole fin al Voru agonizante y salvando sus vidas. El chico volvió hacia Yeico y le devolvió la espada, agradeciéndole por prestársela. Aquel chico de ojos verdes que les había salvado la vida se marchaba.

—Espera, tú eres quien se deshizo de todos los Vorus de aquí, ¿no es así? ¿Quién eres? —exclamó un soldado, recuperado del shock.

—No me podría llevar todo el crédito; después de todo, mi hermano ha matado a varios de ellos también —respondió el chico mientras se detenía y volteaba a verlos de nuevo.

—¿Hermano? ¿Hay otro? —preguntó asombrado Yeico.

—Así es, él y yo somos imparables juntos. ¿No es así, Markel? —respondió el chico, alzando la mirada hacia los árboles, lo que hizo que todos dirigieran la vista hacia donde él veía, notando a otro chico con el cabello alborotado y un vestuario ligeramente similar.

—Te expusiste mucho otra vez, Aka —respondió con un tono burlesco el joven llamado Markel.

—Sí, pero ellos hubieran muerto de no haber intervenido, así que no estuvo tan mal. Bueno, ya vámonos —dijo el joven llamado Aka mientras se reunía con su hermano de un salto.

—Ah, sí, lamento lo de su amigo o compañero. No debieron estar cerca del agua; hay muchos Vorus que son sigilosos —les mencionó Aka, dándoles la espalda y sus condolencias por su camarada mientras se marchaban. En ese momento, Yeico les gritó para detenerlos.

—¡Esperen! ¿Ustedes son lo que creo que son? —Los dos hermanos, con duda y curiosidad, prestaron atención al soldado que se dirigió hacia ellos con desesperación.

—Ustedes son Guardians Deluxe, ¿estoy en lo correcto? —preguntó Yeico.

—Ese nombre... —pensó detenidamente Markel.

—Hace tiempo que no escucho ese nombre. Nuestra hermana mayor y Clayton una vez nos lo contaron. ¿Qué buscan? —preguntó Markel.

—Señor, saque el comunicador, deprisa —le avisó un soldado a Yeico.

—Ah, sí, se me había olvidado —Yeico sacó su comunicador y, al presionarlo, tomó la opción de encender y proyectar a una persona. Era Meily.

—Monarca, los hemos hallado, y no solo eso, resultaron ser Guardians Deluxe.

La monarca los vio y se quedó perpleja, al igual que los hermanos, quienes no habían tenido comunicación con esa tecnología desde hace tiempo, por lo que estaban en alerta ante cualquier comportamiento hostil. Meily se dirigió a ellos solicitándoles sus identificaciones. Por alguna razón que escapaba del entendimiento de Aka y Markel, ambos sintieron el deber de responderle.

—Mi nombre es Markel y él es mi hermano Aka. Ambos tenemos 18 años de edad —exclamó Markel, presentándose.

—No, sus identificaciones físicas. ¿Qué capital es dueño de ustedes? Esas identificaciones —preguntó confundida la monarca.

—¿Dueño de nosotros? Nadie es dueño de nosotros. Nos hemos criado en el bosque y la selva toda la vida hasta el día de hoy —exclamó Aka.

—No es cierto. Todos los Guardians Deluxe tienen que estar asociados a una capital. Sabiendo lo preciados que son para la vida humana, es imposible que dos de ellos hayan estado sueltos en las entrañas del profundo bosque. ¿Cómo han sobrevivido tanto tiempo? —preguntó Meily, con un tono analítico, comenzando a pensar que le estaban gastando una broma, pero luego descartó esa idea al no ser posible.

—Él usó una bolsa que burló los sentidos de un Voru, logrando eliminarlo en el acto —exclamó un soldado, refiriéndose a Aka.

—Al estar aquí, es probable que se hayan adaptado y usado todo a su disposición para crear herramientas y armas para poder defenderse y sobrevivir. Monarca Meily, es mejor que los llevemos a nuestra capital. No podemos desaprovechar esta oportunidad —exclamó otra soldado.

—¿Por qué confiaríamos en ustedes y los seguiríamos? Hasta donde hemos visto, no son capaces de defenderse de estas criaturas. No veo cómo nos pueda beneficiar acompañarlos. Una vez intentamos acercarnos a una civilización y lo único que obtuvimos fueron gritos de terror, indiferencia y hostilidad. Pensaron que éramos monstruos, ¿y ahora ustedes necesitan de nosotros? No lo aceptamos —exclamó Markel con firmeza, su desconfianza y molestia hacia los humanos eran evidentes. Aka permaneció en silencio a su lado.

—Por favor, vengan conmigo —elevó la voz Meily, llamando la atención de Aka y Markel.

—Lamento mucho lo que han pasado, pero les prometo que aquí no será lo mismo. Les daremos estadía y suministro de alimento a cambio de que se deshagan de los Vorus que nos acechan día tras día. Con ustedes dos, al menos podremos organizarnos mejor y solicitar más ayuda en la próxima asamblea de reyes.

Los hermanos guardaron silencio, sorprendidos no tanto por las palabras, sino por la presencia de Meily. Parecía tener una autoridad y valor que los impresionaba. Con voz temblorosa, Aka preguntó:

—¿Quién eres tú?

—Mi nombre es Meily, soy la monarca sustituta de la capital del Fénix. Una princesa que vela por el bien de su gente, de su tierra y de ustedes dos. Estoy segura de que también desean una vida fuera del bosque. Pueden negarse, pero al menos vengan en persona para que les agradezca adecuadamente por habernos eliminado a tantos Vorus de nuestra zona.

—¿Qué son Vorus? —susurró Aka a su hermano.

—Creo que son esos bichos que matamos —le susurró de vuelta Markel.

En ese momento, todos los soldados se arrodillaron ante ellos dos, pidiendo que los acompañaran. Avergonzados, los hermanos finalmente aceptaron.

Llegaron a la capital casi a las seis. Notaron un muro de piedra que no parecía especial, pero a través de un pasadizo oculto ingresaron a la ciudad. Su primera reacción fue de asombro: era acogedora y bonita. Sin embargo, mientras caminaban, notaron que los ciudadanos se ocultaban en sus casas, asomándose por las ventanas con temor.

—¿Por qué se están ocultando? ¿Acaso les asustamos? —preguntó Aka, preocupado.

—Quizás fue mala idea venir —mencionó Markel.

—No es por ustedes, no se preocupen —interrumpió Yeico—. La verdad es que estar sin protección durante tantos años, acechados por los Vorus, ha quebrado casi toda esperanza en los demás.

Aka los miró con pena pero siguió caminando. Finalmente, llegaron al palacio real. Todos los soldados hicieron una reverencia a la monarca, excepto Aka y Markel, quienes no entendían lo que sucedía.

—Perdimos a Edward —Yeico inclinó la cabeza en señal de disculpa por la tragedia ocurrida.

—Alzad la mirada, lo hicieron bien. La pérdida de Edward no fue en vano y, lo más importante, estoy agradecida de que hayan vuelto sanos y salvos. Han hecho un fantástico trabajo, pueden volver a sus hogares.

—¡Muchas gracias, Monarca Meily! —exclamaron los soldados reconfortados.

—Hermano, quiero que vayas a darle la mala noticia a la familia de Edward, por favor —dijo Meily, con tristeza en su mirada.

—Pero te quedarás sola con ellos dos, no quiero dejarte desprotegida —respondió Yeico. Markel, atento, hizo un gesto de desagrado pero optó por quedarse en silencio.

—Estaré bien. Solo quiero conversar con ellos a solas y que se sientan cómodos —intentó tranquilizarlo Meily con una voz suave.

Aunque con dudas, Yeico aceptó y prometió volver lo más pronto posible. Una vez a solas, Meily les ofreció que se lavaran en el lavabo de hombres, a lo que los hermanos accedieron.

—Ha pasado tanto desde que me he bañado —una sonrisa juguetona apareció en el rostro de Aka mientras se limpiaba—. ¿Has visto todo esto? Es increíble. Está construido con materiales que hubiera deseado usar para reforzar el árbol.

—¿Viste sus caras? —preguntó seriamente Markel.

—Sí... Esta ciudad, por muy bonita que parezca, ha pasado por momentos difíciles. ¿No te parece triste? —respondió Aka con tono compasivo—. Sé que me dirás que no, pero pienso que es mejor quedarnos, no solo por ellos, sino por nosotros.

—Aka...

—Estar encerrados en ese bosque sin poder explorar este mundo tal y como es...

—Aka...

—Además, puede haber mejor comida aquí que esas criaturas que llaman Vorus. No tenemos que estar solos y...

—¡AKA! —gritó Markel, provocando que su hermano se callara y le prestara atención.

—Yo también quiero quedarme. Esto era lo que Vanessa quería para los dos y también es lo que yo quiero, pero aun así tengo una sensación extraña sobre todo esto. Quiero conversar un poco antes de aceptar o rechazar quedarnos aquí —exclamó Markel, con una mirada reconfortante que transmitió plenitud a su hermano.

Una vez aseados, Meily les dejó unos trajes nuevos. Agradecidos, se pusieron cómodas camisas grises, pantalones con cuatro bolsillos y botas resistentes. Al colocarse las camisas, notaron una gruesa raya negra horizontal curvada que identificaba su presencia como Guardians Deluxe.

Ya cambiados, se dirigieron a la sala real donde les esperaba una mesa con solo un plato de comida. Aka, visiblemente desilusionado, exclamó en voz baja:

—Me esperaba algo más grande para ser un palacio —su hermano lo golpeó en la cabeza y le susurró que no fuera malagradecido.

Meily dejó escapar una pequeña risa.

—Sé que esperaban una abundancia, pero la capital del Fénix ha sobrevivido con escaso alimento. No es algo que nos guste, pero no hemos tenido otra opción —explicó Meily.

—Eso es terrible. Esta capital nunca prosperará ni crecerá, aun con nuestra ayuda. Solo seremos dos bocas más que alimentar —dijo Aka, sorprendido.

—Tienen razón. En unos días se llevará a cabo una asamblea anual donde los monarcas de distintas capitales discutiremos nuestro progreso. Dependiendo de nuestro rendimiento y problemas socioeconómicos, se priorizará el sector agrícola sobre la capital menos próspera. Con ustedes, podré solicitar más Guardians Deluxe para mejorar nuestra seguridad y obtener más alimentos —explicó Meily.

—¿Y por qué no unen fuerzas las capitales para sobrevivir y fortalecerse? No veo razón para dividirse en capitales lejanas —comentó Markel.

—Esa posibilidad se ha escatimado con el tiempo. Han perecido cinco príncipes y, con ellos, grandes pérdidas humanas. Nosotros, al poseer parte del aura de la diosa Solaria, somos el objetivo principal. Esa aura que reside en nuestro interior es lo que buscan —explicó Meily.

—¿Cómo sabemos quiénes son los príncipes? —preguntó Aka.

—¿Ven la gema negra en mi collar? Esa llama naranja que parece atrapada dentro de la piedra no está pintada. Si una gema está cerca, reflejará el aura de Solaria. Tomen —Meily les dio su collar. Al observar la gema, notaron que la llama había desaparecido.

—Ah, entiendo. Es como un identificador para ustedes —exclamó Aka, devolviendo el collar.

—¿Estás segura de que aceptarán solo por lástima? Asumo que un mandatario con tanto poder no centrará toda su atención en unas tierras sin ganar algo a cambio —dijo Markel, incrédulo.

Meily se dejó caer en la silla, dándole la razón a Markel.

—Las asambleas políticas son complicadas. Una palabra mal dicha puede significar la exclusión total de una capital. Mi madre, la actual Monarca, debería encargarse, pero está enferma y no sé qué hacer. Estoy desesperada. Mi gente cuenta conmigo y yo aún no sé cómo dirigirme a los demás monarcas. Daría lo que fuera por poder cumplir las expectativas impuestas sobre mí —sollozó Meily, dejando salir sus verdaderos temores y emociones.

El salón quedó en silencio hasta que Aka lo rompió:

—Puedes lograrlo —exclamó Aka. Meily y Markel lo miraron, notando una sonrisa en su rostro que emanaba confianza y tranquilidad.

—Si pudiste encontrarnos y lograr que tu gente aún crea en ti, entonces puedes ponerte al frente de los altos mandos y salvar la capital del Fénix. Aceptamos ser tus Guardians Deluxe y proteger esta tierra —dijo Aka, alzándose frente a Meily, quien lo miraba perpleja.

—Me convenciste, Meily. Además, esto no puede ser peor que vivir con insectos molestos —exclamó Markel con tono burlesco.

Meily no podía creerlo. Respirando hondo, los llevó a la sala del trono para iniciar la ceremonia de reclutamiento.

Los soldados se pusieron en fila lateral, a un centímetro de tocar la alfombra roja por donde caminaban la Monarca y los dos hermanos. Meily les pidió que se inclinaran, a lo que Aka y Markel obedecieron de inmediato. Ella se acercó y extendió su mano hacia Aka.

—Por favor, dale un beso —mencionó Meily.

—¿Encima? O sea, ¿en el dedo? —preguntó Aka, confundido.

—En el centro de mi mano, tómala y dale un beso —respondió cortésmente Meily.

Aka le dio un beso y en su espalda comenzó a aparecer la silueta de un ave, pero no cualquier ave, sino un fénix. Luego Markel hizo lo mismo, y también un fénix apareció en su espalda, oficializando su rol como Guardians Deluxe de la capital del Fénix.

Todos en el palacio estaban felices de por fin tener, tras muchos años, dos Guardians Deluxe. Esperaban que no ocurriera ningún problema en los pocos días previos a la gran asamblea de reyes.

A pocos kilómetros de la capital, tres individuos no humanos notaron la falta de Vorus en cierto sector y vieron el cadáver putrefacto de uno de ellos.

—¿Lo ves? Tenía razón, aquí hay una capital cerca. Y si hay una capital cerca, entonces hay más de ellos —exclamó uno de los individuos, desbordando una sed de sangre mortal, acompañado de una sonrisa macabra. Un peligro se acercaba al sector Fénix.

Primer asalto

Oficialmente, tras convertirse en Guardians Deluxe, Aka y Markel pasaron a la sala de entrenamiento para medir su rendimiento, agilidad, destreza y fuerza. Aka tuvo un desempeño considerablemente físico, mientras que Markel sobresalió especialmente en agilidad. Una vez terminadas las pruebas, el profesor Doulas, encargado de supervisarlas, concluyó las identificaciones de ambos Guardians Deluxe. Luego, se dirigieron a la sala del trono donde los esperaban Meily y Yeico.

—¿Qué tal les fue? —preguntó Meily emocionada—. ¿Pudieron obtener sus identificaciones?

—Sí... —respondió Aka, agotado—, pero ¿podríamos hablar de no correr 80 km sin parar en una pista enorme? Casi me desmayo...

—Regular la respiración te podría ser de más ayuda. No paraba de escucharte exhalar fuerte muchas veces —dijo un agotado Markel, siendo más optimista.

Ambos entregaron las tabletas de identificación a Yeico, quien al verlas notó cómo Markel sobresalía por encima del promedio de un Guardian Deluxe.

—Esto debe de estar mal, las cifras de rendimiento superan al promedio.

—Déjame ver —dijo Meily. Al recibir las tabletas de Yeico, confirmó que las cifras no estaban erradas. La de Aka era equilibrada y estable, mientras que la de Markel reflejaba una agilidad excepcional.

—Markel, eso quiere decir que, o hubo un error con los datos, o él podría ser... —exclamó Meily.

—Un prodigio, exactamente —las palabras de Meily fueron interrumpidas por la voz adulta del profesor Doulas, quien portando una bata de laboratorio, entró caminando despacio a la sala—. Las pruebas que recibieron Markel y Aka, aun con los escasos recursos que tenemos, fueron lo suficientemente desafiantes para sacar a relucir sus habilidades, inteligencia y desempeño físico dignos de un Guardian Deluxe.

—Wow, hermano, eres un prodigio. Es genial y todo, pero, ¿qué es eso? —preguntó Aka, confundido.

—No estoy seguro, pero por lo que dicen y los datos revelados, debe ser que sobresalgo y soy mucho mejor que un Guardian Deluxe promedio. O sea, mejor que tú —exclamó Markel.

—Sí, claro, ya quisieras. ¿Crees que tú me ganarás a mí? —dijo Aka.

El profesor Doulas interrumpió la conversación para afirmar la brillante deducción de Markel. Sin embargo, esto cambiaba las cosas.

—Si los demás altos mandos se enteran de que tenemos un prodigio, harán todo lo posible por arrebatárnoslo. Debes ser precavida en la asamblea, Monarca —exclamó el profesor.

—No hable de nosotros como si fuéramos simple mercancía para ustedes —dijo Aka, ofendido. Antes de que el profesor pudiera responder, Meily intervino.

—Gracias por el consejo, profesor. Ha cumplido con su labor y puede retirarse.

El profesor asintió y se retiró de la sala.

—Lamento que hayan tenido que escuchar eso. Por favor, quiero que me digan quién será el líder entre ustedes dos —dijo Meily.

Los hermanos se miraron y, tras un momento de silencio, Aka dio el paso para nombrar a Markel como líder, considerando que al ser un prodigio, debía tomar el mando. Pero Markel discrepó, no estaba interesado en ser líder. Aunque fuese mejor que Aka, consideraba que era más importante un líder capaz de enfrentar cara a cara a los enemigos que alguien de soporte.

—¿A qué te refieres con soporte? —preguntó Yeico, confundido.

—Así es, no estoy acostumbrado a usar una espada, hacha, lanza o pistola. Me siento capaz de usarlos, pero no es mi tipo de arma. Además, por cómo nos hemos criado desde pequeños y al estar siempre cuidando de mi hermano, asumo mucho más ese rol. Si es que está usted de acuerdo, princesa —expresó Markel de manera analítica.

—A ella te diriges como Monarca, muestra algo de respeto ante tu alteza —dijo Yeico, molesto, sermoneando a Markel.

—Pero si ella es una sustituta, por lo que oficialmente no podría llamarla Monarca, a menos de que me tenga que dirigir a ella como "sustituta monarca" —respondió Markel, sonriendo de manera burlona.

—¡Yo te voy a...! —Yeico fue frenado por una mano en su hombro, la de Meily, quien ya apenada e incómoda, dijo:

—Sí, por favor, ustedes me pueden llamar princesa. Hermano, por favor, compórtate como es debido y llévalos a la bodega de armas.

Regañado, Yeico aceptó de mala gana. Sin embargo, cuando se disponían a ir, notaron cómo Aka y Markel se quedaron estáticos, con la mirada fija en el horizonte. Una gota de sudor se deslizó por el rostro de Aka y este solo pudo decir:

—¿Qué fue eso?

Markel respondió que sintió como algo o alguien había ingresado a la capi... no, eran dos entes. No eran humanos, pero tampoco Vorus. Meily se puso alerta y rápidamente le dijo a Yeico que llamara a los soldados y evacuara a las personas hacia el palacio.

—Sí, Monarca —respondió Yeico, nervioso. Aunque no se sentía preparado para la orden de su hermana, sabía que su prioridad era proteger a su gente. Sin embargo, cuando la amenaza es otra cosa, sea lo que fuese que esté amenazando a la capital, esperaba estar preparado.

Aka y Markel corrieron mientras seguían a Meily, quien los guiaba a la bodega de armas. Una vez allí, Meily les explicó que guardaban una amplia variedad de armas disponibles, como espadas, cuchillos, lanzas, hachas, dagas, alabardas, pistolas y escudos. Aka tomó una espada de hoja tan blanca como una perla y un mango que permitía empuñarla con ambas manos.

—Este es mi tipo de arma, sin duda. ¿Cuál vas a escoger, hermano? —preguntó Aka.

—No lo sé, no estoy seguro, ninguno me termina de convencer —respondió Markel, dudoso.

Su concentración se vio distraída al notar cómo Meily procedía a quitarse su característico vestido de princesa, luciendo un atuendo de combate ajustado, con marcas púrpura neón. Tomó dos dagas largas de filo negro y sus ojos cafés relucientes reflejaron una determinación de pelear.

—Espera, ¿no se supone que debemos protegerte? Si te arriesgas allá afuera, ¿cómo podremos concentrarnos en los enemigos? —preguntó Aka, confundido e impresionado por lo que planeaba hacer Meily.

—Desde pequeña, aun sabiendo que mi vida es de vital importancia para la supervivencia de mi capital, no puedo quedarme solo de brazos cruzados mientras todos dan todo de sí para luchar. Me niego a quedarme oculta con mi madre, no... voy a pelear junto con ustedes, quieran o no. He estado entrenando mucho con mi hermano y es buen momento de demostrar mis capacidades.

El discurso motivacional de Meily convenció a Aka y Markel. Aunque tuvieran dudas respecto a esa decisión, sabían que no podían detenerla, así que aceptaron con tal de mantenerse cerca.

Primero salieron del palacio Aka y Meily preparados. Lo primero que vieron fue una noche dominando el cielo. No solo eso, la barrera que protegía y camuflaba la capital no estaba activa. Meily lo había olvidado: habían comenzado los tres días y cuatro noches sin la barrera que los protegía de los Vorus. Es por eso que los dos entes lograron ingresar. Notaron cómo las personas corrían atemorizadas hacia el palacio, dirigidas por los soldados. Al notar que su gente estaba sana y salva, Meily se sintió tranquila, pero el verdadero problema estaba delante de sus ojos: la oscuridad que sumergió toda la capital. Rápidamente se adentraron más allá en el peligro, estando alertas ante cualquier ataque sorpresa.

En un momento, Aka notó una silueta estática sobre el techo de una casa, observándolos.

—Oh, pero mira nada más... eres una total ternurita —la voz femenina de la silueta lo dejó confundido. Entrecerró los párpados para tratar de observar mejor a aquella mujer que se dirigía hacia él. Cuando creyó verla, notó un cambio repentino: sus globos oculares se volvieron totalmente violetas y una sonrisa filosa decoró el rostro de la mujer, quien tomó una postura de ataque.

—Es una pena que tenga que despedazarte por completo —Meily, al escucharla, se puso al lado de Aka para esperar el ataque, pero en un parpadeo fue atacada por un Voru aéreo, que la tomó con sus garras y se la llevó en un descuido de ambos.

—¡Meily! —Aka se distrajo, lo que la mujer aprovechó para conectarle un fuerte golpe al costado.

—No te distraigas, más te vale no aburrirme —continuó golpeando mientras Aka trataba de esquivarlos.

—¿Quién eres y qué quieres? —pregunta Aka, angustiado por la situación mientras esquiva y bloquea los ataques de la mujer.

—¿No sabes quiénes somos? Aunque desertamos y solo somos tres, seguimos siendo reconocidos como paladines. ¿No te has enterado? —La mujer responde con regocijo y prepotencia, atacando a puño limpio mientras Aka solo se defiende—. Y hemos venido a asesinar a los descendientes de Solaría, incluyendo a tu princesa, raptada por ese Voru.

Aka intenta procesar la información, pero un escalofrío le recorre al recordar algo importante.

—Espera, ¿a qué te refieres con tres de ustedes? —pregunta, confundido.

—Oh, Guardian Deluxe... Tu princesa y los civiles están en peligro, pero tú no estás mejor. Voy a cortarte en pedacitos con mis garras —las uñas de la paladina comienzan a alargarse y afilarse de manera anormal.

—Odio admitirlo, pero no podré zafarme de esta tan fácilmente —exclama Aka, adoptando una postura de ataque.

Mientras tanto, Meily estaba atrapada por el enorme Voru con forma de ave, con dos cabezas y picos enormes. Cada cabeza tenía cuatro ojos y sus patas, con tres dedos cada una, mantenían a Meily atrapada. Sin embargo, logró liberar una mano y clavar una daga en la piel emplumada del Voru, que la soltó por el dolor. Meily se agarró de un dedo y trató de subir a su lomo, pero una de las cabezas intentó devorarla, haciendo que el Voru perdiera el equilibrio y girara sin control. Antes de estrellarse, Meily saltó, cayendo sobre el asfalto sin sufrir daño. El Voru, tras el impacto, quedó en el suelo incapaz de moverse. Cuando Meily se dispuso a ejecutarlo, notó una figura que salía de las sombras, vestido de negro y con una guadaña en la mano, acercándose hacia ella.

—Qué extraño, para ser una princesa eres muy tenaz para ponerte en el frente —mencionó el hombre—. O quizás solo estás loca, pero sea cual sea la razón, asesinarte valdrá mucho más la pena —el hombre reveló sus verdaderas intenciones, dejando a Meily petrificada.

—Muévete, vamos, muévete. ¿Por qué no me muevo? ¿Estoy asustada? ¿Yo? No puede ser. ¿Qué sucede? ¿Acaso moriré? ¿Dónde están Aka y Markel? Necesito que vengan rápido, por favor, yo... —sus pensamientos fueron interrumpidos al ver que el hombre estaba a un metro de ella. Observó su piel grisácea, venas prominentes y ojos violetas que la miraban fijamente.

—Vaya, ¿ya te asustaste? Qué guerrera más patética resultaste ser. No eres capaz ni de reaccionar ante un paladín como yo, qué desagraciada —Meily, enfurecida, intentó lanzar un ataque con su daga, pero el paladín le conectó un rodillazo en el abdomen, elevándola en el aire y causándole un daño considerable.

Meily cayó de rodillas, lastimada, y solo pudo vomitar.

—¿Lo ves? Podías moverte, pero hasta aquí llegaste, farsante —el paladín alzó su guadaña, preparado para acabar con ella. En ese momento, Markel apartó a Meily y detuvo el ataque con un hacha—. Tú sí que eres espantoso, amigo —dijo Markel a su contrincante, quien solo sonrió.

—Te tardaste mucho, Guardian Deluxe. Casi le arrebato la vida a tu querida princesa —exclamó el paladín mundano.

—Ma-Markel... —dijo Meily, recuperando el aire y alegrándose al verlo.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Markel.

—Sí, solo dudé... Necesito recuperar el aire. Gracias, Markel —respondió Meily, tratando de mantenerse en pie.

—¡Mejor preocúpate por ti mismo! —El paladín retrocedió su guadaña y se lanzó de nuevo hacia Markel, quien esquivó el ataque y contraatacó con una zancadilla giratoria. El paladín saltó para esquivarla, pero Markel aprovechó y, soltando el hacha, impulsó una doble patada directa al costado del paladín, enviándolo a varios metros de distancia.

—Este Guardian Deluxe es bueno... Bien, así debería ser un Guardian Deluxe —dijo el paladín, entusiasmado y ligeramente afectado por el golpe.

—¿Dónde está Aka? —preguntó Markel, preocupado.

—Está luchando con otra paladina. No sé cómo está —respondió Meily, recuperada.

—Bien, en ese caso, encarguémonos de este idiota deprisa, pero no bajes la guardia, Meily. Este tipo es más peligroso que un Voru ordinario —exclamó seriamente Markel, aunque en el fondo deseaba socorrer a su hermano.

Mientras tanto, en el palacio, los soldados patrullaban para asegurar que todos estuvieran a salvo. Yeico, al notar la seguridad, se disponía a dirigirse al campo de batalla, dejando a su cadete más confiable a cargo.

—Bien, cadete, me retiro. Necesito que todos estén aquí para evitar que nadie salga herido —dijo, pero en ese momento se escuchó un grito.

—¡Capitán, es uno de ellos! —Yeico vio cómo un intruso de piel gris, venas palpitantes y ojos violetas irrumpía en el palacio real con siete cuerpos sin vida de civiles a su espalda. Tenía a un soldado agonizando, arrastrándolo del cuello, mientras mostraba una mirada prepotente.

—Ojalá hubiera algún Guardian Deluxe por aquí, pero veo que para cuando lleguen, solo encontrarán una masacre hecha por mí —dijo, soltando una carcajada.

—¡Infeliz! —Yeico se abalanzó atacando con su espada al paladín, pero este dejó caer al soldado y no se movió, dejando que Yeico tratara de cortarlo. Sin embargo, Yeico atravesó el aire, sin entender qué había ocurrido. Rápidamente, reaccionó y vio al paladín preparando un golpe cargado directo a él, pero un soldado arrojó una lanza hacia el paladín, quien cesó el ataque y se volvió intangible.

—Hey, cuidado donde arrojas eso. No querrás darle a algún pobre civil, ¿no? —dijo el paladín, burlándose de los soldados que intentaban hacerle frente. Los ciudadanos comenzaron a correr despavoridos por el palacio, atrayendo a un Voru cuadrúpedo que irrumpió en el lugar.

—Esto no luce nada bien... —dijo Yeico, enfrentándose no solo al paladín, sino también a un Voru potencialmente peligroso, con civiles a quienes debía proteger. No podía contar con la ayuda de los Guardians Deluxe, pues ellos estaban en su propia pelea.

Las cosas comenzaban a lucir mal para la capital del Fénix. Tres desertores enemigos causaban estragos, y sin una barrera protectora, el peligro aumentaba con cada momento.

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