Lidia.
Me encontraba en mi exposición de arte, vine cómo una invitada más, me gusta mantener mi imagen en privado, también es satisfactorio escuchar lo que los demás piensan, sin saber que la artista los está escuchando, antes no creía posible lograr algo cómo esto. El camino hasta aquí ha sido muy difícil, estuvo lleno de lágrimas, sudor y esfuerzo, finalmente lo logré. Finalmente, puedo sentirme orgullosa de mi misma. Puedo presumir que no elegí mal mi vocación, tal vez no soy Picasso, no le llegó a los talones a van Gogh , pero si soy buena, los precios de mis cuadros lo demuestran.
— ¡Mamá! — Escuché un grito, posteriormente sentí unas manitas alrededor de mi cintura.
— ¿Quién eres tu? — No era un niño del orfanato que suelo visitar, los conozco a todos. O casi todos. Trate de entender por qué me agarraba.— Pequeño, te equivocaste de persona. — Intente razonar con él. ¿Cómo puedo tener un hijo y no saberlo? También está el hecho de que jamás he tenido intimidad.
— Mami, estás viva. — Sus ojos verdes iguales a los míos me hicieron sobre saltarme, imposible. No puede ser, esté niño es...
— Byron. — Podría reconocer esa voz en cualquier lugar. La tengo gravaba en mi memoria cómo si fuera mi maldita canción favorita.
— Papi, encontré a mamá. — Estaba a unos metros del hombre que ame por más de una década, el hombre de 1.87, cabello negro, ojos grises azulados, hombros anchos, labios sexis y rostro apuesto. El era la definición de perfección.
¿Alguna vez le han regalado flores a un hombre? Yo si. Es el que está frente a mí en éste momento.
Lo recuerdo de niño, ¿cómo no me dí cuenta antes? Quizás por qué has estado luchando por olvidar todo de el. Así que no notaste que el pequeño aquí es su viva imagen. Contestó mi voz interior.
— Aléjate de mi. — Ordene a al mocoso. Mi voz antes normal se volvió fría.
— No. No te dejaré. Eres mi mamá. — El niño se aferró a mi, eso me irrito. Su padre dió grandes zancadas hasta llegar con nosotros. Tomó a su hijo y me vio con desaprobación. El niño quiso abrazarme de nuevo pero me aleje. No puedo soportar al niño. Se que es cruel, pero no puedo cuándo el fue el culpable de mi desgracia.
— Aleja a tu hijo de mi. — Me di la vuelta, mis ojos se inundaron, los limpie disimuladamente y camine a la salida, no tenia la fuerza suficiente para permanecer en mi evento. Nadie sabía que yo era la artista, da igual si estoy o no.
— ¡Mamá! ¡Mamá no te vayas! — Los gritos del niño dañaron algo en mi interior. Pero no, yo no voy a ser la madre de ese niño. No cuando su padre eligió a mi hermana en lugar de a mi.
Luke.
Trate de calmar a mi hijo, el simplemente no podía, no sabía que la encontraría aquí, no sabía que su parecido con Layla sería un problema para mí pequeño.
— Es mamá. Quiero ir con mamá. Llévame con ella. — No pedía, exigía lleno de dolor. Me estaba matando verlo así. Pero esa no era su madre, esa ni siquiera era la Lydia que creía conocer.
Solía ser una mujer cálida, dulce y alegre, siempre llena de pintura en la ropa, rostro y cabello, siempre tratando de ganarse mi aprecio, recibía una flor de ella cada mañana, una ramo enorme en mi cumpleaños. Tarjetas con poemas, me perseguía cómo un perro a su dueño. Me miraba cómo una pervertida, era una completa molestia. Eso era lo único que podía pensar de ella.
De esa mujer que ahora no queda rastro. Ahora sus ojos verdes son más fríos que un iceberg, su ropa de colores alegres ha sido reemplazada por un sólo color, el negro. Desde hace años es el único color que usa. Lo sé por qué llegué a verla después de un tiempo casado con su hermana. Layla siempre decía lo preocupada que estaba por Lydia, que le dolía verla convertida en la mujer que se convirtió.
— Papá, llévame con mamá. — Mi hijo me devuelve al presente. ¿Cómo le voy a explicar que esa no es su mamá? Qué ella es la mujer que quiso matarlo cuándo apenas era un feto.
Lidia.
Maldita sea. ¿Por qué estoy llorando? Verlo fue más fuerte de lo que imaginé. Me fuí de mi ciudad natal para no volver a verlo nunca, sin embargo siguió apareciendo, sigue apareciendo. Sus ojos todavía me ven con esa desaprobación que siempre tuvieron para mí.
¿Pero quién en toda mi vida me ha visto diferente? Mis padres siempre prefieren a Layla, la dulce Layla que no rompe un plato. La estudiante más destacada, la políglota entusiasta, la popular, la buena en los deportes. La princesa del perfeccionismo.
¿Y yo que era junto a ella?
La melliza imperfecta.
La que no sabe más de dos idiomas, la que tenía notas pésimas, la que se pasaba los días acosando a un hombre, con él que jamás debió fantasear.
— Nunca serás nada.
— Tus cuadros nunca costará más de dos pesos.
Eso era lo que mis padres solían decírme. Lloró al recordar lo crueles que fueron conmigo.
Me acusaron injustamente de querer matar al bebé de mi hermana. En venganza quemaron años de trabajo, quemaron mis sueños. Quemaron mi esfuerzo. Quemaron mi yo bondadoso.
Flashback.
Los empleados sacaron todas mis pinturas y las pusieron en el jardín. Dos mucamas sostuvieron mis brazos mientras mis pinturas se reducían a cenizas.
No recuerdo haber llorado tanto en toda mi vida. Ni siquiera cuándo murió mi nana. La única persona que si me amaba.
¿Se saben la frase, "el dolor te hace más fuerte."?
Después de la muerte de mi Nana no fue así. Me desmorone. Había perdido al único humano decente que conocía. Estuve sola en su funeral, ella no tenía familia, a mis padres no les importó que ella hubiera trabajado más de veinte años en su casa, ni siquiera mi hermana fue, nadie estuvo conmigo en ese día tan triste. En mi corazón tenía la esperanza de ver a Luke, quizás yo era una molestia para el, pero mi nana siempre lo trato bien. ¿Por qué no se molestó si quiera en enviar un ramo de flores? Lo encontré en casa al volver, ingenuamente pensé que había ido a darme el pésame.
— Luke. — Abrace al hombre más frío que un iceberg. El no se compadeció de mi dolor. Me echo a un lado.
— No me toques. Eres una verdadera molestia.
— No seas duró conmigo. — Mis ojos seguían derramando lágrimas. — Hoy no podré soportar tu desprecio. Sólo por hoy se gentil, mi Nana...
— No quieras darme lastima. Me fastidian las chicas como tú. Siempre tratando de llamar la atención. Supéralo y sigue adelante. A mí déjame en paz. — Fuí ingenua al pensar que vino a darme el pésame, a apoyarme, a consolarme. Vino por otras razones, ¿pero cuáles eran esas razones? Me enteré unos días más tarde, el y mi hermana estaban en una relación.
Mi hermana estaba de novia con el hombre que yo había amado desde los siete años. ¿Cómo? ¿Cuándo empezó eso? ¿Se gustaban desde siempre y nunca me dí cuenta? No lo sabía.
Ella se disculpó conmigo. ¿Pero por qué lo haría? ¿Qué derecho tenía yo de recibir una disculpa?
Luke la eligió a ella. Todo el mundo la elegía a ella. ¿Por qué me sorprendería? No sé. Quizás era por qué ella nunca hizo nada para ganarse su afecto. Quizás por qué era mi bendita hermana y tenía que ayudarme en lugar de seducir al hombre que yo amaba.
— Tienes a todos los chicos de la escuela enamorados de ti. ¿Por qué tenías que aceptarlo a él? — Todo en mi se estaba rompiendo. No podía lidiar con esto también.
— Luke me gusta.
— ¡Luke le gusta a toda la puta escuela! — Grite frustrada. — Pensé que el no te gustaba, todo el tiempo estuviste fingiendo. Fingiste que me apoyarme cuando en realidad lo querías para ti. Lo que hiciste no tiene justificación.
Me encerré en mi estudio, los pinceles en mis manos no se movían. El cuadro frente a mi estuvo vacío por semanas. No podía pintar, el dolor me estaba matando más lento que un veneno.
Dormía en mi estudio, me bañaba, comía y cenaba en el. Ese era mi lugar seguro. Un día decidí salir. La falta de luz solar me estaba haciendo daño. Lo veía en mi espejo.
Hubiera deseado no cruzar la puerta, hubiera deseado que mi yo del futuro me detuviera, todo había estado tranquilo en la casa, nadie me molestaba, creó que habían olvidado que yo existía.
Sólo quería tomar el sol y un poco de limonada.
— Al fin sales de tu cueva. — Dijo Layla al verme. La Ignore y tome mi vaso. — ¿Me das un poco?
— Sirve tu misma. — Ella me arrebato mi vaso. En cuestión de minutos se empezó a sentir mal. Mi madre llamo una ambulancia y se la llevaron al hospital. Quizás era una traidora, pero seguía siendo mi hermana, estaba preocupada por ella. Espere a que mamá volviera.
— ¿Qué pasó? ¿Cómo está Layla? — Recibí una fuerte bofetada. — ¿Qué te pasa? — Nunca me había pegado, regañado y gritado si, pero golpeado jamas, no importa lo enojados que estaba, nunca recibí un golpe de mis padres.
— ¿Cómo pudiste? ¿Estás tan celosa de ella?
— No entiendo de que hablas. — Luke se unió, sus ojos tenían fuego, parecía que quería matar a alguien, era a mi, no tenía que ser muy inteligente para deducirlo. — ¿Qué pasa? ¿Por qué me ven así? — La situación era confusa.
— Si algo le pasa a Layla, o a mi hijo, vas a pasar el resto de tus días en la cárcel.
— ¿Layla está embarazada? — Un golpe más a mi pequeño corazón. Así de seria se había vuelto su relación. ¿Ya habían tenido sexo? Era obvio que si, ella no quedó embarazada del espíritu santo. Imaginé a ellos dos en la cama y me dieron ganas de vomitar, mi hermana y el hombre que ame por años tuvieron intimidad, apuesto que el fue el primero, por qué ella no había tenido novio.
— No finjas que no lo sabes. — Luke me agarró de los hombros. Puso tanta presión en ellos que casi me los rompe.
— Me estás lastimando. Suéltame.
— Te lo advierto Lydia. Mi bebé no será el único en morir.
No podía entender nada. ¿Por qué me estaban culpando a mi? ¿Qué se supone que le hice a la princesa de la perfección?
... Me encontraba en mi estudio pidiéndole a Dios una señal.
— ¿Acaso mis padres nunca me amará? Dime. ¿Por qué aman a mi hermana y a mi no? ¿Por qué si somos mellizas? Dios por favor salva a su bebé. No quiero ir a la cárcel. — Conocía muy bien a Luke, si el se lo proponía yo podía pasar el resto de mi vida en ese sitio, su familia era la más poderosa del país, un chasquido de sus dedos y mi vida estaría arruinada para siempre. — Dios salva a su bebé. Por favor. Y déjame ser feliz. Déjame encontrar mi propósito de vida. — Estando de rodillas, rezando, escuché cómo la puerta de mi estudio se rompía. Mi padre entró y dió una orden clara.
— Saquen todo.
— Papá, ¿qué estás?
— Tu ya no tienes padre. Me equivoqué al tenerte.
— Papá. — Su mano fue a dar a mi mejilla. Esa había dolido más que la de mi madre. El solía ser frío conmigo, pero de vez en cuando notaba cierta calidez en sus ojos. A diferencia de mi madre que sólo me miraba con desaprobación.
— Desde hoy, no eres más mi hija. No más privilegios para ti señorita. — El dolor no me importo. Al ver que se llevaba mi pintura favorita, sólo quería saber una cosa.
— ¿A dónde llevan mis cuadros?
— A dónde pertenecen. — No entendí. Perseguí a los hombres para darme cuenta del infierno que había en el jardín. Mi primer cuadro, el que pinte a los tres años, y el último de hace un año se volvieron cenizas. Sólo quedaba el de mi Nana conmigo, era el más importante, mi favorito, el más valioso, todavía recordaba el día que lo hice, ella estaba viéndome y felicitándome por lo bonito que yo pintaba.
— Por favor no quemen ese. Papá por favor. — Las lágrimas no dejaban de caer. Mis ojos parecían nubes en precipitación. — Déjame conservarlo. Sólo ese papá. Te lo ruego. — Vi a Luke en una esquina. — Luke por favor. Dile que no lo haga. — Suplique. El me vió como si estuviera disfrutando mi dolor. Mi papá hizo un gesto con la mano, uno de esos hombres lo tiró al fuego vivo. — ¡NO! — Grite llena de dolor mientras veía arder el último recuerdo de la persona que amaba, y que me amaba de regreso.
— Tú dolor no se compara a lo que está sufriendo Layla. — Escuchar su nombre movió algo en mi interior. Algo que había estado creciendo con el pasar de los años. Envidia, resentimiento, rabia, dolor, odio. Hasta ese día supe que tenía todas esa emociones atoradas en mi pecho, las reprimi por años, pensando que un día todos me amarían cómo la amaban a ella, pero ver mi trabajo arder fue la gota que derramó el vaso.
— Ella es la única que te importa. — Estando de rodillas levanté la cabeza, lo vi con tanto odio qué por un momento sentí que logré intimidarlo. Me puse de pie, hice que las sirvientas me soltaran. Seque mis lágrimas, acomode mi ropa y aclaré mi voz. — Acabo de perder años de trabajo, años de esfuerzo, pero planeó recuperarlos. Haré cuadros más bonitos que se venderán en millones. — Lo mire con una determinación que no sabía existía en mi. — No quemaste mis sueños. Me quemaste a mi. Acabas de perder a tu hija. Y grábate bien esto. — Aparte mis malditas lágrimas. — Nunca me vas a recuperar. — Sonreí. — Tu no renuncias a mi. Yo renunció a ti. A mi madre. Y toda esta maldita familia. — Su mano de nuevo se levantó para golpearme. No se de dónde saqué la fuerza, pero logré sostenerle el brazo. — No. — Lo empuje. — Nunca en tu vida me volverás a poner una mano encima. — Dirigí mi mirada a Luke. — Te di un amor que jamás nadie te dara. Lo despreciaste por una larga década. Así que nunca esperes nada de mi. Nunca te cruces en mi camino. Ustedes ya no son nada en mi vida, no significan nada. Los odio a todos. — Le di la espalda y corrí, corrí con todas las fuerzas que me quedaban.
El clima pareció alinearse a mi estado de ánimo. La lluvia fría empapó mi cuerpo. Mire al cielo, estaba completamente gris. En ese momento recordé una frase que leí, "puedes llorar en la tormenta, o bailar bajo la lluvia." No tuvo significado hasta este instante.
Me tomé la frase muy literal, comencé a bailar, a danzar cómo una sicópata, bailar me recordó a mi Nana, ella solía ser mi pareja en la cocina, ya que nadie quería bailar conmigo en las fiestas. Mi mente se aferró a los buenos recuerdos, brinque, reí y baile hasta quedarme sin energía.
... Desperté en el hospital, había estado ahí un par de días, no sabía cómo llegué. Lo último que recordaba era llorar, bailar y desmayarme.
— ¿Quién me trajo?
— Dijo que era su novio. — Imposible, no tenía eso. No tenía ni siquiera un galán. Todos los hombres estaban hipnotizados por Layla. No creía que alguien supiera mi nombre.
— ¿Les dijo su nombre?
— No. — Me hubiera gustado agradecerle por lo que hizo. Sin embargo no me dió la oportunidad.
No llevaba dinero en mis bolsillos, me pregunte cómo pagaría el hospital, por suerte el extraño había dejado todo pagado.
Salí de ese lugar sintiéndome renacida, y con dos objetivos. Uno, matar el amor que seguía sintiendo por Luke, y dos. Cumplir mi más grande sueño, triunfar cómo artista.
Desde ese día pasaron cuatro años. Las cosas no fueron fáciles para mí, estaba acostumbrada a tener todas las comodidades del mundo. Ahora no tenía nada. Sólo la ropa que traía conmigo. En el momento que lo necesite, apareció un milagro. Me llamaron del banco, mi nana no tenía familia, pero me consideraba la suya, me dejó todo lo que tenía, no pensé que fuera demasiado, pero sus cuarenta años trabajando habían logrado grandes frutos.
Fin del flashback.
— A ti te lo debo todo. — Le dije al cuadro que pinte de ella hace cuatro años. Fue el primero que quise restaurar. Suspiré sintiendo un peso desaparecer.
... La mañana había llegado sin darme cuenta. Sentí que no dormí bien, aún así me levanté y fui a bañarme. Después abrí mi armario y me sentí deprimida. Antes tenía hermosos colores en el, desde blanco hasta el rojo más intenso. Ahora todo lo que hay es ropa negra y gris, así se siente mi vida, así se siente mi carácter, y sobre todo, asi se siente mi mundo. No soporto vestir con ropa colorida, me recuerda a mi yo de hace cuatro años. Me recuerda todo el daño que le hicieron a esa joven, que, sólo anhelaba un poco de amor.
Tuve que alejar mis pensamientos y elegí una blusa negra con una cruz en el medio, pantalón negro, botines negros, calcetines negros y una chaqueta gris. Afuera está un poco frío.
Salí de mi departamento al ver llegar mi Uber. Me fuí a la universidad y hablé con mi amiga Sierra, no sabía si debía darle una oportunidad a esta chica, es decir, mi propia hermana me traicionó, ¿qué detenía a una extraña de hacer lo mismo? No sé porque, pero ella insistió más de dos años. Llevamos menos de un año siendo amigas, todo va bien hasta ahora. Deseó de todo corazón que así siga.
— Hola Lidia. No te vi en la exposición de ayer. — Teníamos planeado admirar el trabajo juntas. Todo se me olvidó con la presencia de ese imbécil.
— Me fui temprano.
— ¿Por qué?
— Tenía asuntos.
— Yo tomé fotos por ti. Te perdiste un gran espectáculo.
— ¿Qué sucedió?
— Pues verás. Joseph estaba saliendo con... — La detuve el escuchar ese nombre.
— No me interesa lo que haga ese tal Joseph.— escucho tanto su nombre que lo veo hasta en la sopa. Me cansa pasar por cualquier parte del campus y escuchar Joseph hizo esto, Joseph hizo aquello. Cómo si el fuera el centro del universo.
— ¿Qué problema tienes con el?
— Ninguno. — En realidad apenas lo he visto.
— ¿Y por qué actúas como si lo odiaras?
— No lo hago. Simplemente me da igual lo que hace. — Joseph me recuerda a Luke, el es cuatro años mayor a mi, pero en mi prepa todo el mundo hablaba de él, Luke ésto, Luke aquello, en ese tiempo me gustaba escuchar todos los rumores, ahora me irritan los hombres que son el centro de atención. Ya aprendí que estar alejada de ellos es la mejor opción.— Me voy a clase. Quiero terminar lo que empecé. — El salón estaba a unos dos minutos, llegué, acomodé mis materiales y empecé a pintar, ésto es lo único que tiene color en mi vida, mis cuadros. Pero incluso ellos se ven opacos. Una vez escuché a alguien decir que la pintora era una mujer llena de dolor, que sentía nostalgia al ver mis cuadros, quise acercarme, no entendi esa necesidad inexplicable por hablar con un extraño, a unos pasos de su espalda una mujer llegó y lo abrazó, fue entonces que recupere la cordura y me alejé, nunca supe quien era el, me quedé con la curiosidad, indudablemente tenía razón. Soy una mujer llena de dolor.
— Es lindo. — Una voz desconocida me obligó a girar. Mis ojos subieron por la camisa azul hasta llegar al rostro. Rasgos perfectos, ojos azules, cabello negro rojizo, cejas pobladas y sonrisa sexi. Todo en el me gritaba peligro, mujeriego, decepción, las alarmas en mi cabeza sonaban. Alarmas que apague al darme cuenta de que no soy su tipo, la clase de mujer que le gustaría a el sería Layla. No Lydia. — He visto varios de tus cuadros, pintas muy bien.
— Gracias. — Me di la vuelta y continúe con lo mío.
— ¿Crees que puedas aceptar un aprendiz?
— No. — Escuché una risita.
— No lo pensaste mucho.
— No hay nada que pensar. — Mis respuestas tranquilas me mantenían concentrada en mi cuadro. Quería que fuera perfecto, tan perfecto como todos los que he elaborado.
— Amor, ¿qué haces aquí? — Una joven esbelta de ojos azules y cabello rubio vino por su pertenencia. Imagino que así es cómo lo ve.
— Admirando el trabajo de una artista. ¿No es hermoso esté cuadro?
— No entiendo mucho de arte. — Dijo ella, sentí el desdén en su mirada. ¿Me importa? En lo absoluto. Estoy acostumbrada a que todo el mundo me odié, una más en la lista no hará daño. — Vamos. La clase está por empezar. — Los dos salieron, a través del espejo puede ver los ojos del chico, ambos nos vimos una fracción de segundo, antes de que yo apartará la mirada para seguir mi trabajo.
— Mamá. — Iba saliendo del campus cuándo ese niño me atrapó, se aferró a mi tan fuerte que pensé me rompería las caderas. — Mami ven a casa con nosotros.
— Yo no soy tu mamá. — Lo aparte con brusquedad. Me molestaba que me viera cómo reemplazo. Si su madre estubiera el ni siquiera preguntaría por mi.
— Mami, ¿ya no me quieres?
— ¡No soy tu madre! — ¿Cómo diablos se lo hacía entender? Su llanto llamo la atención de mis compañeros, todos me vieron con desaprobación. Cómo si yo fuera la villana de esté cuento.— Oye, cálmate. — ¿Ahora cómo lo callaba?
— Te extrañe mucho. Pero tú no me extrañaste. No me quieres. — Lloro más fuerte. Me recordó a su madre, siempre llorando para llamar la atención. Quise irme para no ver más esos ojos parecido a los míos. El de nuevo se aferró a mi cintura. — Seré un buen niño, ya no haré travesuras. Lo prometo. Sólo quiéreme. — Una lágrima se me escapó. Maldita sea, me recordó a mi, siempre necesitada de amor, nunca lo recibí, ni de mis padres, ni del hombre que amaba.
— Byron. — Estaba por ceder. Juro que estaba a dos segundos de ceder, pero escuchar su voz me recordó todo mi maldito sufrimiento. No quería pasar por eso de nuevo, seré egoísta, mi corazón está primero, el no resistiría más dolor.
— Aléjate de mi. — Empuje al pequeño. — No soy tu madre. — Vi con odio a Luke. — Te quiero a ti y a tu hijo lejos de mi. — Las lágrimas otra vez se apoderan de mis ojos. Fui fuerte y las contuve. No puedo dejar que un niño me manipule. El pudo ser mi hijo, pero Luke eligió a mi hermana. Igual que todo el mundo lo hacía.
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