La noche caía como un manto espeso sobre Verona. La ciudad, aunque elegante y majestuosa en su superficie, ocultaba un mundo de corrupción, donde las sombras se alargaban y los susurros de negocios ilícitos se escuchaban en cada rincón. En el corazón de ese inframundo criminal, "El Paraíso", un club nocturno que se levantaba en la avenida principal, era el lugar donde se cerraban tratos y se decidía el destino de muchos.
Alessandro Moretti, el capo más temido de la ciudad, atravesaba las puertas del club con su habitual aire de superioridad. Su estatura imponente, el traje de corte perfecto, y los ojos fríos y calculadores que observaban todo a su alrededor lo hacían destacar. La gente en su camino se apartaba con rapidez, y el murmullo del club descendía a medida que pasaba.
Todo el mundo conocía su nombre, y el poder que poseía le precedía.Mientras Alessandro tomaba asiento en su mesa reservada, sus guardaespaldas rodeándolo discretamente, algo captó su atención. No eran los grandes negocios que esa noche tenía en mente, ni el peligro latente de las otras familias mafiosas que intentaban socavar su poder. Era algo, o más bien, alguien que se movía con gracia entre las sombras del club.
Luca.
Luca era un joven omega, de no más de 22 años, que trabajaba como camarero en "El Paraíso". Su rostro tenía un atractivo sereno, una mezcla de dulzura y firmeza, con grandes ojos que observaban el mundo con cautela. Era un misterio cómo había logrado sobrevivir en un ambiente tan hostil, especialmente sin revelar que era omega. En un mundo donde los alfas dominaban, un omega como él podría ser fácilmente explotado, una mercancía que cambiaría de manos en un abrir y cerrar de ojos.
Esa noche, mientras Luca pasaba cerca de la mesa de Alessandro, sus ojos se cruzaron con los del capo. El tiempo pareció detenerse. Alessandro, acostumbrado a leer a las personas y descubrir sus secretos más oscuros, vio algo en Luca que lo intrigó profundamente.
No era solo la belleza física del chico, ni el aura de vulnerabilidad que a veces los omegas proyectaban. Había una fuerza en su mirada, una determinación que no encajaba con la suavidad de su apariencia.Luca, por su parte, sintió una oleada de adrenalina recorrer su cuerpo. Sabía perfectamente quién era ese hombre todos en el club lo sabían.
Alessandro Moretti no era solo un mafioso, era el mafioso. El alfa que controlaba no solo la ciudad, sino la vida de muchos que dependían de sus favores o temían su ira. Aunque Luca había aprendido a mantenerse alejado de los alfas poderosos, algo en la intensidad de la mirada de Alessandro lo desconcertó.
—Trae una botella de whisky a mi mesa —ordenó Alessandro, su voz grave y autoritaria resonando como un trueno en la distancia.
Luca asintió rápidamente y se dirigió al bar.
Su corazón latía con fuerza mientras servía la bebida, sus manos temblando ligeramente. Sabía que debía mantenerse alejado, ser discreto, y sobre todo, evitar cualquier tipo de interacción con alguien tan peligroso como Alessandro. Pero el destino, o quizás algo más poderoso, parecía tener otros planes.
Cuando Luca regresó con la botella de whisky, Alessandro lo observó detenidamente mientras servía la bebida. El omega evitaba hacer contacto visual, consciente de que cualquier signo de debilidad podía ser su ruina. Sin embargo, cuando colocó el vaso sobre la mesa, sus manos se rozaron apenas un instante. Fue un contacto breve, insignificante, pero Alessandro sintió algo que no había experimentado en mucho tiempo: un ligero temblor en su propio control
.—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el capo, su voz baja pero firme.Luca levantó la vista, sorprendido. Pocos clientes del club se tomaban el tiempo de preguntar su nombre, y menos alguien como Alessandro.
—Luca —respondió con voz tranquila, aunque por dentro luchaba por mantener la compostura.Alessandro asintió lentamente, su mirada no dejaba de analizarlo, como si tratara de descifrar un enigma complejo. Luca, por su parte, sintió que cada segundo bajo esa mirada era un peligro latente.
—Es todo por ahora —dijo Alessandro finalmente, permitiéndole retirarse.Luca se alejó con rapidez, sintiendo cómo el peso de esos ojos permanecía sobre él incluso cuando se perdió entre la multitud del club. Sabía que algo había cambiado en ese breve intercambio. No sabía si era para bien o para mal, pero una cosa era clara: había llamado la atención de uno de los hombres más peligrosos de la ciudad.
Los días pasaron, pero la sensación de haber cruzado una línea invisible no abandonaba a Luca. Cada vez que trabajaba en el club, sentía los ojos de Alessandro siguiéndolo. El capo volvía regularmente, y aunque nunca interactuaba directamente con él, Luca sabía que algo estaba en marcha. Algo que escapaba a su control.
Alessandro, por su parte, no podía dejar de pensar en Luca. En su mundo, los alfas dominaban, y los omegas, aunque raros, eran codiciados. Sin embargo, Luca no encajaba en el molde habitual. Había una fuerza en él, una resistencia que Alessandro encontraba intrigante. Más allá del deseo físico que comenzaba a crecer en su interior, había una curiosidad insaciable. Quería saber quién era realmente ese joven, qué secretos escondía.
Una noche, Alessandro decidió actuar. Ordenó a uno de sus hombres que trajera a Luca a su mesa, bajo el pretexto de discutir un asunto relacionado con el club. Luca, al ser llamado, no tuvo más opción que obedecer. Sabía que negarse no era una opción, y aunque una parte de él temía lo que estaba por venir, otra parte, más pequeña pero creciente, sentía una extraña emoción.
—Siéntate —ordenó Alessandro, señalando la silla frente a él.
Luca obedeció, tratando de mantener la calma.
Luca tomó asiento frente a Alessandro, tratando de disimular el temblor en sus manos. El capo lo observaba con una intensidad inquietante, como si estuviera despojándolo de todas sus defensas, capa por capa. A su alrededor, el ruido del club parecía desvanecerse, dejándolos a ambos en una burbuja donde solo existían ellos dos.
—He visto cómo trabajas aquí, Luca —dijo Alessandro, sin dejar de mirarlo directamente a los ojos
—Eres eficiente, silencioso. No te metes en problemas. Pero hay algo en ti... algo que me hace pensar que no encajas del todo en este lugar. Luca tragó saliva, sin saber cómo responder. Sabía que cualquier paso en falso podría costarle caro. Alessandro era conocido por ser implacable, y no había espacio para la debilidad o la duda.
—Solo hago mi trabajo, señor Moretti —respondió finalmente, intentando mantener su voz firme
—. No busco problemas.
Alessandro dejó escapar una pequeña sonrisa, más un gesto calculado que una verdadera muestra de simpatía. Sabía que Luca estaba midiendo cada palabra, cada movimiento, y eso solo incrementaba su interés. La tensión en el aire era palpable, una danza peligrosa entre depredador y presa.
—Eso es lo que me intriga —dijo Alessandro, inclinándose hacia adelante, acercándose lo suficiente como para que Luca sintiera el poder de su presencia
—. Un omega como tú, en un lugar como este… deberías haber llamado la atención de otros antes. Y sin embargo, aquí estás, intacto. Como si supieras cómo moverte en este mundo sin dejar huella.
El corazón de Luca se aceleró. ¿Cómo sabía Alessandro que él era omega? Había hecho todo lo posible por ocultarlo, por mantenerse bajo el radar. Pero, en retrospectiva, era ingenuo pensar que podría pasar desapercibido para alguien como Alessandro Moretti.
—No sé de qué habla —respondió Luca, tratando de sonar neutral, pero notando el leve temblor en su voz. Alessandro sonrió más abiertamente esta vez, un gesto cargado de peligro y diversión. Se reclinó en su silla, manteniendo sus ojos fijos en los de Luca, disfrutando del juego.
—No me mientas, Luca —su voz era suave, casi seductora, pero con un trasfondo de advertencia
— Sé lo que eres. Y, por alguna razón, has logrado mantenerlo oculto en este club lleno de alfas y betas sedientos de poder.
Eso, por sí solo, me dice que eres más inteligente de lo que dejas ver. Luca sintió una mezcla de terror y asombro. Nadie, en todo el tiempo que había trabajado allí, se había acercado tanto a descubrir su verdad. Sabía que debía ser cuidadoso. Alessandro Moretti no era alguien con quien se pudiera jugar. Pero lo que más lo perturbaba era que, a pesar del miedo, había una chispa de atracción en su interior que no podía negar.
—¿Qué quiere de mí, señor Moretti? —preguntó Luca, finalmente cediendo a la tensión. Sabía que la única manera de salir de esta situación era enfrentarla directamente. Alessandro lo miró en silencio por un largo momento, evaluando su pregunta. El club seguía funcionando a su alrededor, pero para ellos, parecía que el tiempo se había detenido.
—No quiero hacerte daño, Luca —respondió el alfa, con una sinceridad que lo sorprendió
--No estoy aquí para romperte, como muchos en mi posición harían. De hecho, quiero protegerte. Luca frunció el ceño, incrédulo. Las palabras de Alessandro sonaban sinceras, pero en su mundo, la protección venía con un precio. Nadie daba nada gratis, y mucho menos alguien como él.
—¿Protegerme de qué? —preguntó con cautela.
—De los otros alfas, de las familias rivales, de este mundo —respondió Alessandro sin rodeos
—Aquí afuera, un omega como tú es visto como una presa fácil. Si no fuera yo quien estuviera interesado en ti, ya habrías sido reclamado por alguien mucho menos... considerado. Luca no pudo evitar soltar una pequeña risa nerviosa.
—¿Y qué me hace pensar que usted es diferente?
—replicó, mirando a Alessandro a los ojos. El capo sonrió, no ofendido por la pregunta, sino más bien entretenido por la audacia de Luca. —Porque, a diferencia de otros, yo no quiero simplemente poseerte, Luca. Quiero que estés a mi lado... voluntariamente. Esa confesión dejó a Luca sin palabras. No era el tipo de oferta que esperaba de un hombre como Alessandro Moretti. Pero, de alguna manera, esas palabras lo dejaron aún más confundido. El omega sabía que nada era tan simple en el mundo de la mafia, y mucho menos cuando se trataba de relaciones entre alfas y omegas.
—No entiendo... —comenzó Luca, pero Alessandro lo interrumpió suavemente.
—Lo harás. Pronto lo harás. Pero quiero que sepas algo, Luca —su voz bajó un tono, volviéndose más seria
—Estás entrando en mi mundo ahora. Un mundo donde las lealtades son frágiles y el peligro es constante. Si decides estar conmigo, habrá riesgos. Y no solo para ti, sino también para mí. Pero si decides quedarte, te prometo que nadie te tocará sin mi permiso.
Luca lo miró, con el corazón en un torbellino de emociones contradictorias. Alessandro le ofrecía protección, pero al mismo tiempo lo estaba atrayendo hacia un abismo oscuro. Sabía que estar al lado de un hombre como él no sería fácil. Pero, por alguna razón que no podía entender, sentía que el destino ya había decidido por él. Finalmente, asintió lentamente.
—De acuerdo —susurró, sabiendo que su vida nunca volvería a ser la misma...
Luca despertó esa mañana con una sensación extraña, una mezcla de inquietud y anticipación. Las cortinas de su pequeño departamento dejaban entrar la tenue luz del amanecer, pero el silencio del exterior no era reconfortante. Habían pasado varios días desde que Alessandro Moretti había intervenido en su vida, transformándola de una rutina predecible a un constante estado de alerta. Y aunque esa cercanía con el capo le había ofrecido una protección que pocos podían siquiera soñar, Luca no podía negar que también lo había sumergido en un mundo mucho más peligroso del que imaginaba.
Desde que Alessandro lo había reclamado como suyo, de forma no oficial pero evidente para cualquiera con ojos, el ambiente en "El Paraíso" había cambiado. Los hombres que antes lo ignoraban ahora lo observaban con sospecha o recelo, sus miradas cargadas de intenciones desconocidas. Algunos incluso le dirigían miradas de envidia o deseo, conscientes de que cualquier avance hacia él sería un desafío directo a Alessandro. Pero si había algo que Luca había aprendido en su tiempo en ese lugar, era que la lealtad en el mundo de la mafia era volátil, y las alianzas podían desmoronarse en un suspiro.
Esa mañana, mientras se vestía para su turno en el club, su teléfono vibró sobre la mesa. El nombre de Alessandro apareció en la pantalla. Desde su encuentro más íntimo, las llamadas del capo se habían vuelto algo frecuente, pero cada vez que sonaba el teléfono, el corazón de Luca latía un poco más rápido, consciente de que cada interacción lo acercaba más a la red de intrigas y poder que envolvía a Moretti.
—¿Hola? —contestó Luca, su voz un poco tensa.
—Luca —la voz profunda de Alessandro resonó al otro lado de la línea, tan firme como siempre—. Hoy no irás al club.
El omega frunció el ceño, sorprendido. A pesar de la protección que Alessandro le brindaba, siempre le había permitido seguir con su vida normal. Era una manera de mantener un equilibrio, de no levantar más sospechas de las necesarias.
—¿Por qué no? —preguntó, sintiendo un nudo formarse en su estómago.
Hubo un breve silencio antes de que Alessandro respondiera.
—Las cosas se han complicado. Hay rumores de que alguien está planeando hacerte daño para llegar a mí. No puedo arriesgarme a que estés expuesto.
Luca sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que estar relacionado con Alessandro lo convertía en un blanco, pero nunca había considerado que los enemigos del capo actuarían tan pronto ni con tanta audacia. Su mente empezó a correr, recordando los rostros de los hombres que había visto en el club, las miradas furtivas, las conversaciones en voz baja. ¿Había estado en peligro todo este tiempo sin saberlo?
—No quiero ser una carga —murmuró Luca, consciente de que su situación era delicada. Sabía que Alessandro tenía mucho en juego y que protegerlo significaba desviar recursos y atención de asuntos mucho más importantes.
—No lo eres —respondió Alessandro con firmeza—. Pero no dejaré que alguien te use para debilitarme. Ya han intentado otras tácticas antes, y ahora saben que tocarte es la única forma de hacerme perder el control.
Luca permaneció en silencio unos segundos, dejando que esas palabras se asentaran. Sabía que Alessandro tenía razón. Desde que el capo había mostrado interés en él, Luca se había convertido en su punto débil, algo que los enemigos podían explotar. Pero lo que más lo desconcertaba era el hecho de que Alessandro, un hombre conocido por su implacable naturaleza, estuviera dispuesto a arriesgar tanto por él. ¿Por qué? ¿Qué veía el capo en él que lo hacía vulnerable de esa manera?
—¿Y qué hago entonces? —preguntó finalmente Luca, tratando de mantener la calma—. ¿Me escondo?
—No te escondes. Te quedas conmigo —respondió Alessandro, con una certeza que no dejaba lugar a dudas—. Mis hombres vendrán a recogerte en una hora. Te llevarán a uno de mis refugios fuera de la ciudad. Estarás seguro allí.
Luca apretó el teléfono contra su oído, sintiendo el peso de la decisión. Había algo en la forma en que Alessandro hablaba, en la manera en que lo incluía en sus planes, que le hacía pensar que, para el capo, esta no era una relación pasajera. Estar con Alessandro significaba mucho más que protección física. Significaba entrar de lleno en su vida, en sus problemas, en sus batallas. Y, aunque Luca no lo admitiría en voz alta, una parte de él sentía una extraña mezcla de temor y excitación ante la idea de formar parte de algo tan grande, tan peligroso.
—Está bien —susurró, sin estar completamente seguro de sus propias palabras—. Iré contigo.
El sonido de la respiración de Alessandro en el otro lado de la línea fue la única respuesta durante unos segundos, antes de que el capo hablara nuevamente.
—Confía en mí, Luca. No permitiré que te pase nada.
Al colgar, Luca se quedó mirando el teléfono por un momento. Sabía que no había vuelta atrás. Alessandro Moretti era como un huracán: arrasaba con todo a su paso. Y ahora, Luca estaba en el centro de esa tormenta.
Una hora después, tal como Alessandro había prometido, dos hombres vestidos de negro llamaron a la puerta de su apartamento. Luca no reconoció a ninguno de ellos, pero la insignia que llevaban, un pequeño símbolo plateado en sus solapas, lo identificaba como hombres de confianza de Alessandro. Sin decir una palabra, Luca recogió lo poco que tenía, una mochila con ropa y objetos personales, y salió de su pequeño hogar, consciente de que quizás no volvería allí por mucho tiempo.
El viaje fue en silencio. Los hombres no hablaban entre ellos ni con él, pero Luca sentía sus miradas ocasionales a través del espejo retrovisor. Era una sensación extraña, saber que ahora era alguien de interés, que su vida, tan ordinaria hasta hace unos días, había cambiado drásticamente. La ciudad pasó de ser un borrón de luces y calles familiares a un paisaje desconocido mientras salían de Verona y se dirigían hacia las colinas que bordeaban la ciudad.
El refugio de Alessandro no era lo que Luca había imaginado. Esperaba una mansión ostentosa, algo digno de un capo, pero en su lugar, el coche se detuvo frente a una casa modesta, bien cuidada pero discreta. Los alrededores estaban rodeados de árboles, y el aire olía a bosque y tierra fresca. Un lugar perfecto para desaparecer.
Cuando Luca bajó del coche, una figura familiar emergió de la puerta principal. Alessandro, vestido con un abrigo oscuro y un cigarro en la mano, lo esperaba en la entrada. Su porte imponente parecía fuera de lugar en ese entorno tranquilo, pero la mirada en sus ojos era inconfundible: preocupación.
—¿Estás bien? —preguntó Alessandro mientras se acercaba a Luca, con una suavidad que pocas veces mostraba en público.
—Sí... supongo —respondió Luca, aunque el nudo en su estómago no había desaparecido.
Alessandro asintió, lanzando una última mirada a sus hombres antes de que estos se retiraran. Cuando estuvieron solos, Alessandro lo guio hacia el interior de la casa. El lugar era cálido, acogedor, un refugio que parecía ajeno al caos del mundo exterior.
—Este lugar es seguro —dijo Alessandro mientras cerraba la puerta detrás de ellos—. Nadie sabe que estás aquí. Nadie puede encontrarte.
Luca miró a su alrededor, sintiendo una extraña mezcla de alivio y claustrofobia. Había esperado que la seguridad le brindara paz, pero la realidad era que estar aquí lo hacía más consciente de lo frágil que era su situación.
—¿Cuánto tiempo tendré que quedarme aquí? —preguntó Luca, su voz revelando su preocupación.
Alessandro lo miró con seriedad antes de responder.
—El tiempo que sea necesario..
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