Amelia es una joven dulce, estatura mediana, belleza inusual, cabello castaño en ondas y unos brillantes ojos azules que junto con sus orejas algo puntiagudas son lo que la condenan a su estado de esclava. Ella es una mestiza.
Para los humanos ser mestizo es sinónimo de ser esclavo, la mezcla de razas es una aberración, no hay finales felices para ellos, los humanos los tienen como esclavos, por su fuerza superior, por su vida larga o por su belleza.
Por otro lado, los elfos los quieren muertos, no hay peor insulto a la pureza de su sangre que permitir que un mestizo viva.
-¡Arriba Amelia!, ¡maldita sea! Ya salió el sol y sigues dormida como una marmota. Debes trabajar si quieres comer.
Se escucha un fuerte estruendo y la dueña de la posada Lucrecia sale enfurecida.
Las tropas del rey Augusto se han detenido a descansar unos días antes de cruzar la frontera y unirse al ejército de elfos. Eso implicaba más dinero, pero también más trabajo.
Amelia se levanta de un salto sabe bien que si vuelve Lucrecia ella regresará con el látigo y es mejor no estar lastimada para trabajar durante toda la jornada.
-¡feliz cumpleaños a mí!- Murmura Amelia- está más triste de lo habitual, hoy cumple 17 años, pero no es como si lo hubiera celebrado en todos estos años, la última vez que lo hizo fue cuando tenía 6 años y su madre le regaló un collar antes de morir, cuando aún era feliz y era amada.
Amelia se vistió rápidamente y salió de la bodega que es donde dormía, y se acercó a la cocina, ahí se quedó paralizada al escuchar a Lucrecia hablar con Horacio, jefe de la tropa.
-Entonces cerramos o no el trato mujer
- Te dije que 500 monedas por su primera vez y 100 por los siguientes... Digamos desahogos de tu tropa.
-100 es demasiado, ya estará usada e incluso no tan complaciente, puede que hasta maltrecha- lo dice sonriendo maliciosamente- qué te parece 50 para las siguientes veces. Además no estoy seguro si es pura, tienes un marido y además en tu posada pasan muchos viajeros. Ayer la vi, es una hermosura de joven, pero estaba bastante escuálida y escurridiza, no dejó que la nalgee, ni porque le ofrecí unas cuantas monedas, ¡esa belleza tuvo que ser tomada ya!
- Ella es virgen - insiste Lucrecia- y si dices que serás rudo con ella entonces debo cobrarte aún más por su primera vez... Mmm, 700 monedas - dice pensativa- y 75 después de eso. ¿Cuántos días estarán en el pueblo?
-¡Vaya negociante!, pensé que no ibas a permitirme ser rudo con ella, con gusto te daré las 700 monedas, incluso te daré 1 corona de oro por ella si me la dejas toda la noche y no solo su desflorada. Mis soldados pagarán las 75 monedas, ellos están necesitados, incluso pagarían por ti, aunque estés madurita y un poco amargada.
- y en cuanto a tu otra pregunta estaremos una semana más o menos, hemos caminado durante un mes hasta llegar aquí desde la capital, necesitamos descansar y abastecernos. Ayer estuvimos en el burdel, pero no hay mucho de dónde escoger y ella se ve fresca... Y deliciosa.
-¿Qué te parece 1 corona y media? y la tendrás todo el día, y 75 las siguientes tomas, puede que pierda algunos días si la dejas muy golpeada, no creas que no sé que casi matas a latigazos a la ramera peliroja. Entonces ¿Cerramos el trato?
El jefe de la tropa sonríe y exclama: ¡Trato hecho! Ahh pero me olvidaba, ¿tiene magia la mestiza? No quiero sorpresas
- Es débil, no tiene magia poderosa, a lo mucho crea esferas de luz pero la he castigado duramente para que no vuelva a hacer esas aberraciones.
-Esta bien mujer, la quiero mañana temprano bañada y perfumada junto con mi desayuno, hoy ya tengo una cita con una florecilla morena- palmeó a Lucrecia y saco 1 corona de oro - mañana temprano dijo y se despidió.
Amelia escuchó toda la conversación temblando de miedo, ¡la vendían!, al fin su mayor temor se hizo realidad, ¡vendían su pureza, como si fuera una prostituta!. Lucrecia quería venderla al burdel, pero ella le rogaba que no lo hiciera, ya le habían ofrecido 300 monedas de plata por ella, pero Lucrecia no accedía, decía que ella era su protectora, pero realmente lo que deseaba era más dinero y ahora hizo un gran negocio.
Amelia estaba aterrorizada, tenía un día para huir o suicidarse, no quería ser tomada a la fuerza, no lo soportaba más.
-¿Por qué madre? ¿por qué me has abandonado? - susurro mientras las lágrimas corrían por su rostro. Estuvo sentada ahí mientras miles de pensamientos e ideas cruzaban por su mente, secó sus ojos y tomó una decisión: Ella huiría esa noche.
Lucrecia volvió a entrar a la bodega y la vio ahí sentada, la tomó de los cabellos y la lanzó hacia los costales de patatas
- Apresúrate hay que preparar el desayuno para la tropa, las criadas ya llegaron hace tiempo y solo faltas tú.
Amelia corrió hacia la cocina y empezó su día, ella huiría en la noche, así que cada cierto tiempo guardaba en un morral alimentos para el viaje y los escondía muy bien. Tenía esperanza, tendría una nueva vida lejos de ahí, podría vivir en el bosque, sería duro, pero lo lograría, estaba segura. Con este pensamiento sonrió por primera vez en ese día.
...
La noche llegó al fin, Amelia limpiaba nerviosa las mesas, las demás criadas ya se habían marchado, la mayoría de la tropa estaba en el burdel y algunos soldados ya en sus habitaciones ebrios o algunos acompañados de alguna muchacha ilusa que creía haber encontrado el amor.
Lucrecia se había ido ya a dormir, y le había indicado que descanse también, que mañana tenía una misión que cumplir muy temprano en la mañana.
Una vez que reinó el silencio en la posada Amelia tomó algunas manzanas y se dirigió a la bodega a tomar el morral y huir de aquel lugar.
Apenas traspasó la puerta de la bodega cuando alguien la tomó de los cabellos y la sacudió con violencia - ¿Querías escapar bizcochito? - Tenemos algo pendiente, sé que mi esposa cerró un trato por ti, pero me niego a que alguien te disfrute primero, no me importa perder ese dinero, nadie me va a quitar el gusto de saborearte primero.
Holger pasó su lengua por la mejilla rosada de Amelia y saboreó sus lágrimas saladas, la pegó contra la pared y juntó sus manos tras su espalda, rápidamente las amarró y la sujetó con fuerza con una mano, mientras que con su otra mano acariciaba su busto de forma grotesca, levantó su falda y acarició sus nalgas- Ah dulzura, voy a ser gentil contigo - le decía pegando sus labios a su oído, mientras se fregaba contra su ropa interior.
Amelia estaba en shock, no se suponía que debía pasar esto, estaba indefensa, no pasaría de esta noche, Holger se fregaba contra ella gimiendo, ella trataba de soltarse de su agarre, pero la fuerza del posadero era descomunal. Amelia escuchó como se bajaba el pantalón listo para dañarla... Pero en ese instante entró Lucrecia enfurecida.
-¡Viejo desgraciado! Me vas a hacer perder una fortuna - descargó una pala sobre su marido y este se derrumbó inconsciente sangrando de la cabeza. -¡Tomás, ayúdame a amarrar a este viejo verde, y toma a la muchacha y llévala a mi cuarto!, ella dormirá ahí hoy. Mañana la bañaré y la entregaré al jefe de tropa, no puedo arriesgarme a perder mi dinero.
Tomás uno de los trabajadores de Lucrecia, miró con lástima a Amelia, él era un joven de unos 15 años, el no era malo con Amelia, pero tampoco tenía el valor de defenderla.
Amelia se derrumbó llorando en silencio mientras esperaba que la llevarán al cuarto de Lucrecia, agradecía que alguien había detenido a Holger pero ella sabía que no tenía salvación, mañana sería su fin, Horacio la tomaría contra su voluntad.
Sus sueños de libertad quedaron destrozados.
Amelia está temblando mientras Lucrecia y una criada la bañan y la peinan.
-Ponte este vestido - Lucrecia le entrega un vestido blanco con unas delicadas flores bordadas en el escote, es un vestido sencillo, pero hermoso, se ajusta a su busto y cae delicadamente hasta el suelo, luego le pone una corona con unas flores y parece una Elfa completa, de todas formas la deja con la melena suelta para que sus orejas puntiagudas no se vean, para Lucrecia son desagradables.
Amelia
Amelia nunca se ha sentido tan limpia y perfumada, si fuese otra la situación se sentiría hermosa, pero solo ve con tristeza su reflejo en el espejo.
-Sonríe muchacha, no es gran problema, solo deja que el hombre haga su trabajo, está noche podrás volver a tu cuarto y nada ha pasado. Si te portas bien te devolveré el collar de tu madre, así que pórtate bien. Lucrecia sonríe y envía a la criada a subir el desayuno al jefe del regimiento, mientras le pasa unas sandalias a Amelia para finalizar el atuendo.
Lucrecia lleva a la joven al cuarto del Horacio, en el camino se encuentran con Holger quien la mira con desprecio tocándose la cabeza vendada y corre a encerrarse a un cuarto cercano.
-Viejo infeliz casi me deja en la ruina- Murmura su esposa - Vamos camina muchacha, aún debo ir a supervisar el almuerzo.
Llegan a la habitación de Holger, él está sentado comiendo su desayuno, mientras la criada arregla su cama.
- ¡Bravo! Pero que belleza, Lucrecia deberías dedicarte a este negocio - ríe con jovialidad- si deseas te la dejo preñada y si sale hembra pues podemos empezar a hacer negocios, incluso si es machito, tu no sabes los gustos de la gente. Estoy seguro que saldrá con panza luego de estos días en que el regimiento esté presente, sabes que la poción de esterilidad no les sienta bien a los híbridos, no se sabe que reacción tengan: o se mueren, se esterilizan por completo o les vuelve extra fértiles- jajaja - de todas maneras lo dejo a tu decisión, si le das o no la pócima, no creo que ni mis hombres ni yo tengamos la delicadeza de terminar... Ehm pues sabes fuera - jajaja
-Bueno te la dejo- dice Lucrecia, lanza una última mirada a Amelia, recibe unas monedas más del hombre mientras sale de la habitación y se detiene en la puerta a escuchar las últimas palabras de Horacio.
- Si si, en unas dos horas mandaré a llamar a la criada para que nos prepare el baño, vi que la tina es amplia y me gustaría tomarla ahí también - ¡uff que delicia!- ¡¿Muchacha qué haces?!, ¡Deja las dos botellas de vino! Y trae dos más- grita a la criada que estaba arreglando su cuarto y dejaba unas copas sobre la mesa.
Con el último grito del hombre Amelia despierta de su shock y se da cuenta de lo que realmente va a pasar, mira a Lucrecia y le ruega que por favor no la deje ahí, Lucrecia la mira con desagrado y se marcha con la criada, dejándola sola con él.
Horacio camina a su alrededor, suspira y gime con emoción, la toma del mentón y le da un beso, ella intenta evitarlo, pero él le retuerce el brazo tras la espalda y le obliga a abrir la boca y mete su lengua. Un beso completamente desagradable, su primer beso y es un ultraje.
- Bueno, bueno mi bella dama siéntate, disfrutemos del desayuno, tómate una copita de vino a ver si se te afloja la lengua y otras cositas, porque déjame decirte que ese beso no fue muy agradable, pero no te preocupes hoy te enseñaré el arte del amor.
Amelia seguía de pie esperando, pensando cómo escapar hasta que un fuerte bofetón la hizo caer al piso.
-Mira dulzura- dice Horacio limpiándose la comisura de los labios de saliva- me gusta la obediencia, te dije que te sentaras y que disfrutes de una copa, no quiero ponerme violento antes de hora, los latigazos vendrán después- le guiña un ojo y le señala la silla donde debe sentarse.
Amelia obedece, se sienta y toma la copa mientras sus manos tiemblan. Horacio toma su desayuno y trata de conversar con ella, le da suaves toques en sus manos. Sin embargo, ella no está para conversar con él, solo agarra la copa con más fuerza rogando que alguien la salve.
Pasan unos cuantos minutos, entonces Horacio suspira, y se levanta, toma a la joven bruscamente y toca sus pechos con lujuria - muy bien es hora, quería bajar un poco la comida, pero puedo hacerlo mientras te acaricio, o mejor mientras tú despiertas con tu boquita a mi amigo, ¿sabes a quién me refiero verdad?
- No me fío de ti híbrida, puede que aún tengas algo de valor y quieras morder, creo que primero quebraré tu espíritu, luego serás como una cachorrita obediente.
Toma a Amelia y la acerca a su cuerpo y empieza a besarla en el cuello, ella está rígida, no se mueve, es una muñeca en sus brazos, él la pone de espaldas a él, sus manos tocan su busto con desesperación, lame su cuello y lentamente ella siente como algo duro empieza a tocar su espalda. La vuelve a dar la vuelta y la obliga a recibir sus besos, como ella no coopera como le gusta a ese animal, él la vuelve a abofetear, rompe su vestido, dejando al descubierto su busto virginal, toma uno de sus pechos y lo devora con lujuria, mientras masajea el otro.
Lanza a Amelia a la cama, abre sus piernas, ella se retuerce y él la agarra del cabello, Amelia grita con angustia y dolor, él se saca el cinturón y empieza a latigarla en las piernas y en la espalda, hasta hacerla sangrar, la toma de las piernas, las abre y se posa sobre ella, mete una mano bajo su vestido y baja sus bragas. Se arrodilla viendo la imagen, la tiene a su merced, se pone de pie abre su pantalón y saca su miembro.
- Lo vas a recibir y verás que es bueno, y vas a correrte y luego recibirás mi semilla.
Fuera de la habitación solo se escuchan gritos de la joven y fuertes golpes, saben lo que está pasando pero nadie hace nada.
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