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La Protegida Del Alfa

nuevos comienzos

**Capítulo 1: Nuevos Comienzos**

La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de la habitación de Valeria, iluminando los objetos que la rodeaban. Era una mañana tranquila en Seattle, pero para ella, todo era nuevo y abrumador. Con un suspiro, se estiró en la cama, sintiendo aún el peso del sueño en sus párpados. Había sido una semana de cambios drásticos desde que su familia se mudó a este pequeño y pintoresco pueblo. Valeria se incorporó lentamente, mirando a su alrededor. Las paredes de su habitación estaban decoradas con fotos de su vida anterior, momentos que parecían pertenecer a otra persona.

Se levantó y se dirigió al baño, el eco de sus pasos resonando en el pasillo. Mientras se lavaba la cara, pensó en lo que le esperaba ese día. La escuela. Era su primer día en la secundaria de Seattle, y el nerviosismo la invadía. No solo se trataba de ser la nueva chica en un lugar desconocido, sino que también tenía que lidiar con el secreto que su familia guardaba celosamente.

Mientras se vestía, eligió una camiseta sencilla y unos jeans. No quería llamar la atención, al menos no en su primer día. Se miró en el espejo y se peinó el cabello, dejando que caiga suelto sobre los hombros. Sus ojos marrones se encontraron con su reflejo, y una pequeña chispa de determinación brilló en ellos. “Es solo un día”, se dijo a sí misma. “Solo un día”.

Bajó las escaleras y se encontró con su hermano gemelo, Jonathan, sentado en la mesa del comedor. A sus 18 años, él siempre había sido su protector, una figura constante en su vida. Tenía el mismo cabello oscuro que ella y una mirada intensa que podía volverse penetrante. A pesar de que ambos compartían un rasgo distintivo, el aire que lo rodeaba era diferente. Jonathan había asumido el papel de hermano mayor, aunque solo fueran unos minutos mayores.

“¿Lista para conquistar el mundo?” preguntó Jonathan con una sonrisa burlona, mientras tomaba un sorbo de su café.

“Si conquistar el mundo significa sobrevivir al primer día de clases, entonces sí”, respondió Valeria, intentando devolverle la sonrisa. Pero su estómago revoloteaba con cada palabra.

Su madre, Emily, entró en la cocina, con una expresión amable y cansada en su rostro. “¿Ya se están preparando para irse? No quiero que lleguen tarde el primer día”, dijo con un tono maternal. Ella siempre había sido la que mantenía a la familia unida, incluso en los momentos más oscuros.

“Sí, mamá. Solo estamos disfrutando de nuestro desayuno”, respondió Jonathan, mientras Valeria comenzaba a preparar su tostada.

Mateo, su padre, apareció en la puerta, vestido con su traje habitual. “Asegúrense de comportarse. Recuerden, no son solo unos chicos normales. Lo que somos es un secreto que debemos proteger”, les advirtió con un tono serio. Sus palabras siempre tenían un peso especial. La familia había dejado atrás su antigua vida, una manada en Milwaukee que los había rechazado, y ahora vivían en un constante estado de alerta.

Valeria asentía, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus hombros. Era un secreto que no solo la afectaba a ella, sino a toda su familia. No podían dejar que nadie descubriera lo que eran realmente. A pesar de que sus padres querían proporcionarles una vida normal, ella sabía que había algo más en su sangre, algo que no podía ignorar.

Después de un desayuno rápido, los hermanos se dirigieron hacia la escuela. Mientras caminaban, Jonathan le hizo una serie de preguntas para aligerar el ambiente. “¿Crees que harás nuevos amigos? ¿Tal vez un chico guapo?”

Valeria se sonrojó ante la mención de un chico. “No lo sé, Jon. Solo quiero pasar desapercibida”, respondió, tratando de mantener la conversación ligera.

Seattle era diferente a Milwaukee, y no solo por el clima más templado y la vibrante vida urbana. Aquí, la gente parecía más abierta, pero también más distante. Mientras caminaban hacia la escuela, Valeria podía sentir las miradas de los estudiantes que llegaban, algunos curiosos, otros indiferentes.

La escuela se presentaba como un edificio antiguo, con ladrillos rojos y ventanas grandes que dejaban entrar la luz. A medida que se acercaban, una oleada de nerviosismo la invadió. Jonathan la miró y le dio un suave empujón. “Vamos, Val. No dejes que te intimide. Solo sonríe y sé tú misma”.

Con una respiración profunda, Valeria cruzó el umbral de la puerta. El bullicio de los estudiantes llenaba el aire, risas y conversaciones se entrelazaban en un caos armónico. Ella sintió que su corazón latía más rápido. Caminó por el pasillo, observando a los grupos de estudiantes que se reían y hablaban entre ellos. Se sentía como un pez fuera del agua.

Mientras buscaba su casillero, notó a un grupo de chicas que la miraban. Una de ellas, de cabello rubio y ojos azules, se acercó. “¿Eres la nueva? Soy Lara. ¿Te gustaría unirte a nosotros para el almuerzo?”

Valeria se sorprendió por la amabilidad de Lara. “Sí, claro. Me encantaría”, respondió, sintiéndose un poco más aliviada.

Después de obtener su horario y encontrar sus clases, Valeria se sentó en su primer aula. El profesor presentó a cada uno de los estudiantes, y aunque Valeria intentó concentrarse, su mente divagaba. Pensaba en cómo sería su vida aquí, lo que significaría ser mitad humana y mitad lobo. Era un secreto que debía mantener a toda costa, pero las preguntas estaban ahí, burbujeando en su interior.

A medida que avanzaba el día, Valeria comenzó a relajarse un poco, incluso disfrutando de las clases y las interacciones con sus nuevos compañeros. Sin embargo, su mente siempre regresaba a la advertencia de su padre. No podía permitir que nadie descubriera su verdadero ser.

Al final de la jornada, mientras caminaba hacia la salida, sintió una presencia. Un chico de ojos verdes, intensos y enigmáticos, la miraba desde el otro lado del pasillo. Su corazón dio un vuelco, y por un instante, el mundo a su alrededor se desvaneció. Era como si el tiempo se detuviera, y solo existieran ellos dos.

Ella apartó la mirada rápidamente, sintiendo que sus mejillas se sonrojaban. Era solo un chico, pero algo en su mirada la hizo sentir vulnerable y, al mismo tiempo, intrigada. Sin embargo, recordó las palabras de su padre y la necesidad de mantener su secreto.

Salió de la escuela con Jonathan a su lado, pero su mente seguía ocupada con la imagen del chico de ojos verdes. “¿Qué te pasa?”, preguntó Jonathan, notando su distracción.

“Solo... conocí a alguien”, murmuró Valeria, tratando de sonar casual.

“¿Alguien interesante?” bromeó él. Pero ella simplemente sonrió, sin poder revelar la verdad que se escondía en su corazón.

Mientras caminaban hacia casa, Valeria no podía dejar de pensar en su primer día. Había sido un torbellino de emociones, y aunque había hecho un nuevo amigo, la presencia del chico de ojos verdes seguía acechando su mente.

A medida que la noche caía, Valeria se sentó en su cama, mirando por la ventana hacia las estrellas. Se preguntaba qué significaría todo esto para ella, para su vida, y si algún día podría reconciliar su identidad con el mundo en el que ahora vivía.

Fue solo el primer día, pero sentía que su vida estaba a punto de cambiar de maneras que nunca había imaginado.

en el camino a Seattle

**Capítulo 2: En el Camino a Seattle**

El sonido del motor del auto se entrelazaba con el suave murmullo de la música que emanaba de los auriculares de Valeria. Estaba sentada en el asiento trasero, sumergida en su propio mundo, mientras las imágenes del paisaje se deslizaban rápidamente por la ventana. Seattle se acercaba, pero su mente estaba atrapada en el recuerdo del chico de ojos verdes y en la mezcla de emociones que había experimentado en su primer día de clases.

Mientras su hermano, Jonathan, jugaba videojuegos en su consola portátil, el sonido de explosiones y efectos de sonido resonaba en la cabina. A pesar de la distracción que eso representaba, Valeria no podía evitar pensar en cómo su vida había cambiado tan drásticamente. Dejar Milwaukee había sido una decisión difícil para todos, pero sus padres creían que era lo mejor. Ahora, estaban en un viaje hacia lo desconocido, y su corazón palpitaba con ansiedad y emoción.

“¿Vas a quedarte así todo el camino?”, le preguntó Jonathan, sin apartar la vista de la pantalla. “No tienes que preocuparte tanto, Val. Solo es una escuela.”

“Lo sé, pero no puedo evitarlo”, respondió Valeria, quitándose los auriculares y mirando a su hermano. “Es como si este lugar fuera completamente diferente, y yo no sé si encajaré”.

Jonathan apagó su consola y se giró hacia ella. “Escucha, solo sé tú misma. Recuerda que somos diferentes, pero eso no significa que no podamos hacer amigos. A la gente le gustan las cosas diferentes”, dijo, tratando de animarla.

“¿Tú crees?” Valeria lo miró con incertidumbre.

“Claro. Mira, yo soy el hermano mayor y tengo que ser un ejemplo, ¿verdad?” bromeó, haciéndola reír un poco. “Además, siempre puedes contar conmigo. Si alguien te molesta, solo dímelo y me encargaré”.

“Lo aprecio, Jon. Pero no quiero que pienses que soy débil”, contestó Valeria, sintiendo un nudo en su estómago. Era un tema delicado; la idea de mostrar debilidad ante su hermano siempre la había inquietado.

“No se trata de debilidad. Se trata de ser real. A veces, incluso los más fuertes necesitan apoyo”, dijo Jonathan, volviendo a encender su consola.

Valeria sonrió con gratitud, sintiéndose un poco más segura. Pasaron el resto del viaje hablando de cosas triviales, de películas y de la vida en su nueva escuela. Poco a poco, la ansiedad que había sentido se fue disipando.

Finalmente, después de horas de viaje, llegaron a Seattle. La ciudad se alzaba ante ellos como un mosaico de luces y sombras, y Valeria no pudo evitar sentir una mezcla de emoción y desasosiego. Los edificios altos parecían tocar el cielo, y la vida urbana palpitaba a su alrededor.

“Bienvenidos a Seattle”, dijo su padre, Mateo, con una sonrisa en el rostro. “Este es nuestro nuevo hogar”.

Mientras su madre, Emily, guiaba el auto hacia su nueva casa, Valeria miraba por la ventana, absorbiendo cada detalle. La diversidad de personas, los cafés en las esquinas, las pequeñas tiendas de artesanías, todo parecía vibrante y lleno de vida. Sin embargo, en el fondo de su mente, la sombra de su herencia sobrenatural seguía presente.

Llegaron a su nueva casa, una casa de dos pisos con un jardín pequeño. Aunque el lugar no era tan grande como su antigua casa en Milwaukee, tenía un encanto acogedor. Valeria sintió un leve cosquilleo de esperanza al imaginar que podría hacer de este lugar su hogar.

“Vamos a desempacar”, dijo su madre, bajando del auto y estirándose.

Valeria y Jonathan siguieron a sus padres, sacando las maletas del maletero. Mientras deshacían las maletas, Valeria notó que su madre estaba más ansiosa de lo habitual. Emily se movía de un lado a otro, organizando cosas, mientras Mateo se encargaba de las cajas más pesadas.

“¿Mamá, estás bien?” preguntó Valeria, notando la mirada preocupada de su madre.

“Sí, solo... estoy un poco cansada. Este cambio ha sido difícil para todos nosotros”, respondió Emily, forzando una sonrisa.

Valeria asintió, comprendiendo que sus padres también estaban lidiando con su propia ansiedad. Después de un par de horas de trabajo, la casa comenzó a tomar forma. El olor a pintura fresca y muebles nuevos llenaba el aire, y aunque todavía había mucho por hacer, Valeria sintió que se estaba convirtiendo en un hogar.

Esa noche, después de una cena sencilla, Valeria se acomodó en su cama, sintiendo la suavidad de las sábanas limpias. Se preguntaba cómo sería su vida aquí, si podría encontrar su lugar en Seattle y en su nueva escuela. La imagen del chico de ojos verdes volvió a su mente, y no pudo evitar sonreír. Era un misterio que quería resolver.

Con el sonido de la ciudad de fondo, se quedó dormida, soñando con un mundo donde lo sobrenatural y lo humano coexistían, y donde ella podría finalmente descubrir quién era realmente.

Al día siguiente, el sol brillaba con fuerza, y Valeria despertó sintiéndose más decidida. Era un nuevo comienzo. Se levantó, se preparó y se miró en el espejo. “Hoy será diferente”, se dijo, llenándose de determinación.

Después de un desayuno rápido, se dirigió a la escuela nuevamente, esta vez con una mezcla de nerviosismo y emoción. El camino se sentía más familiar, y cuando entró al edificio, notó que había un pequeño grupo de estudiantes reunidos en el pasillo. Entre ellos, estaba Lara, la chica que la había invitado a unirse a su grupo.

“¡Valeria! ¡Hola! ¡Ven aquí!” Lara la llamó con una sonrisa radiante.

Valeria sintió que su corazón se aceleraba. “Hola”, respondió, acercándose.

“Te presento a mis amigas. Este es Marco, y ella es Sophie”, dijo Lara, señalando a un chico delgado con cabello oscuro y a una chica de cabello rizado que sonreía ampliamente.

“Hola, Valeria. Bienvenida a Seattle”, dijo Marco, con un tono amigable.

“Es genial conocerte. ¿Qué te parece la escuela hasta ahora?” preguntó Sophie, inclinándose un poco hacia ella.

“Es un poco abrumador, pero creo que me acostumbraré”, respondió Valeria, sintiendo que poco a poco empezaba a relajarse.

A medida que avanzaba la jornada, Valeria se fue sintiendo más integrada en su grupo. Las clases eran interesantes, y las conversaciones fluían con facilidad. Sin embargo, en su mente, el chico de ojos verdes seguía apareciendo, como un enigma que no podía ignorar.

Al final del día, mientras se dirigía a la salida, Valeria decidió que no podía dejar que esa conexión se desvaneciera. Tenía que hablar con él.

“¿Sabes dónde puedo encontrar a ese chico de ojos verdes?” le preguntó a Lara, su voz temblando un poco.

“¿Te refieres a Alex? Es un poco misterioso, pero es genial. Siempre está en el área de los lockers después de clases”, respondió Lara.

Valeria sintió un escalofrío de emoción. “Gracias, Lara”, dijo, sintiéndose más decidida.

Con el corazón latiendo con fuerza, se dirigió hacia los lockers. Mientras se acercaba, pudo verlo. La luz del sol iluminaba su cabello oscuro, y sus ojos verdes parecían brillar con un destello intrigante.

Se tomó un momento para reunir valor antes de acercarse. “Hola”, dijo, intentando que su voz sonara casual.

Alex giró la cabeza, y cuando sus ojos se encontraron con los de Valeria, sintió que el tiempo se detenía nuevamente. “Hola. No te había visto antes. ¿Eres nueva aquí?” preguntó, su voz suave y amigable.

“Sí, me trasladé recientemente”, respondió Valeria, sintiendo que una chispa de conexión se encendía entre ellos.

“Bienvenida. Espero que te guste Seattle. Es un lugar interesante”, dijo él, sonriendo.

Mientras conversaban, Valeria sintió que se estaba abriendo una puerta hacia algo nuevo y emocionante. No solo estaba encontrando su lugar en la escuela, sino que también estaba comenzando a descubrir partes de sí misma que había mantenido ocultas.

Aquella tarde, mientras se despedía de Alex, sintió que su vida estaba a punto de dar un giro inesperado. Había algo en él que la atraía, algo que la invitaba a explorar no solo su conexión, sino también su propia identidad.

Con una sonrisa en el rostro, Valeria se dio cuenta de que su viaje en Seattle apenas comenzaba.

nuevos encuentros

**Capítulo 3: Nuevos Encuentros**

La tarde se deslizaba suavemente hacia la noche cuando Valeria y Jonathan llegaron a su nuevo hogar. Después de despedirse de Alex con una sonrisa que aún iluminaba su rostro, se sintieron emocionados por el siguiente capítulo de sus vidas. La casa, aunque modesta, tenía un aire acogedor que prometía ser un refugio en medio de los cambios que estaban experimentando.

“Vamos, chicos, tenemos que desempacar”, dijo su madre, Emily, mientras se acercaba al maletero del auto. “Hay mucho que hacer antes de que se haga de noche”.

Valeria se unió a su hermano para sacar las cajas y las maletas. Mientras trabajaban, el aire fresco de la tarde les daba una sensación de renovación, y el ruido de la ciudad se sentía distante, como un eco lejano. Valeria se sentía un poco nerviosa, pero la emoción de estar en un nuevo lugar y la posibilidad de nuevos comienzos la mantenían motivada.

“¿Cuál es tu habitación?” preguntó Jonathan mientras levantaba una caja llena de ropa.

“Creo que la de arriba, en el segundo piso”, respondió Valeria, mirando hacia el interior de la casa. “Me gusta la idea de tener un poco de privacidad”.

Jonathan sonrió, recordando sus propios momentos de soledad en su habitación. “¿Te imaginas? ¡Tendremos un lugar solo para nosotros! Sin padres rondando todo el tiempo”.

“Eso suena genial”, dijo Valeria con una risa. “Aunque no estoy segura de que nuestros padres nos dejen solos por mucho tiempo”.

Mientras continuaban sacando cosas del auto, una figura apareció al final de la calle. Era una chica de cabello castaño claro, con una sonrisa radiante y una energía contagiosa. Tenía una postura relajada y un aire de confianza que la hacía destacar. Valeria no pudo evitar sentirse intrigada.

“¡Hola! Soy Samanta, la vecina de al lado!” exclamó la chica, acercándose con un entusiasmo palpable. “He estado esperando que llegaran. Se siente un poco solitario por aquí a veces”.

“Hola, soy Valeria, y este es mi hermano, Jonathan”, respondió Valeria, sintiéndose de inmediato atraída por la personalidad vibrante de Samanta.

“¡Genial conocerte! Vi que estaban mudándose y pensé que podría venir a darles la bienvenida. ¿Cómo ha sido su primer día en Seattle?” preguntó Samanta, apoyándose en la cerca del jardín.

“Ha sido... diferente. Pero emocionante”, admitió Valeria, recordando su encuentro con Alex. “Aún tengo que acostumbrarme a todo”.

“Te entiendo. Yo también me mudé aquí hace un par de años. Al principio fue un poco abrumador, pero hay muchas cosas que hacer y gente genial por conocer. Si necesitas ayuda con algo, solo dímelo”, ofreció Samanta, con una sonrisa amistosa.

Jonathan se unió a la conversación. “¿Y qué es lo que más te gusta de vivir aquí?”

“Oh, hay tantas cosas. Los parques son increíbles, y a veces hacemos fogatas en la playa. También hay un montón de actividades en la comunidad. De hecho, este fin de semana hay un festival local. ¡Deberían venir!” dijo Samanta, emocionada.

Valeria sintió que su corazón se iluminaba. La idea de un festival, un lugar donde podría conocer más personas y quizás ver a Alex nuevamente, la entusiasmaba. “Eso suena divertido. ¿A qué hora empieza?”

“Empieza por la tarde. Si quieren, puedo llevarlos. Conozco a mucha gente allí”, ofreció Samanta, su energía inagotable contagiando a los hermanos.

“Nos encantaría”, respondió Valeria, sintiendo que la conexión con Samanta se forjaba rápidamente. A veces, era difícil encontrar personas con las que realmente conectaras, pero Samanta parecía ser una de ellas.

“Genial, entonces quedamos así. ¡Ahora, ayúdenme a llevar algunas de esas cosas!” dijo Samanta, señalando las cajas que Valeria y Jonathan todavía tenían en las manos.

Con la ayuda de Samanta, el proceso de desempacar se hizo más ligero. La chica les contaba anécdotas sobre el vecindario, las peculiaridades de los habitantes y los eventos que se llevaban a cabo en la comunidad. Valeria se dio cuenta de que, a pesar de los cambios, había algo cómodo en tener a alguien que ya conocía el lugar.

Mientras trabajaban, Valeria no pudo evitar preguntarse si Samanta también sabía algo sobre lo sobrenatural. Su familia había mantenido su herencia en secreto, pero la curiosidad sobre si había otros como ellos la intrigaba. Sin embargo, decidió que era demasiado pronto para hablar de eso.

Después de que la mayoría de las cajas fueron llevadas al interior, Samanta se despidió, prometiendo volver al día siguiente para mostrarles el vecindario. “Recuerden, el festival es el sábado. ¡No se lo pierdan!” dijo mientras se alejaba.

“Definitivamente estaremos allí”, prometió Valeria, sintiéndose un poco más ligera.

A medida que la noche caía, la familia se reunió en la sala de estar. Había un aire de satisfacción mientras miraban a su alrededor, viendo cómo poco a poco la casa se convertía en un hogar. Valeria se sintió agradecida por el apoyo de su familia y por la nueva amistad que estaba comenzando a florecer.

“¿Qué les parece el lugar?” preguntó Mateo, observando a sus hijos.

“Es genial, papá. Creo que nos vamos a sentir bien aquí”, respondió Jonathan, mientras Valeria asentía con entusiasmo.

“Me alegra escuchar eso. Y recuerden, es importante que nos apoyemos mutuamente en este nuevo comienzo”, dijo Emily, mirándolos con cariño.

Valeria sonrió, sintiéndose afortunada de tener una familia que la respaldaba. Sin embargo, en el fondo de su mente, la imagen de Alex seguía apareciendo. Había algo en él que la atraía, y la idea de verlo en el festival la llenaba de anticipación.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Valeria reflexionó sobre su día. Había encontrado un nuevo amigo en Samanta, y el misterio de Alex seguía latente. Pero también había una sensación de inquietud en su interior, un recordatorio constante de que su vida estaba marcada por su herencia.

Con esos pensamientos en mente, se acomodó en su cama, sintiéndose un poco más en paz. El mañana traería nuevas oportunidades, y con un poco de suerte, tal vez también respuestas a las preguntas que la atormentaban. El cambio era aterrador, pero también podía ser emocionante, y Valeria estaba lista para enfrentarlo.

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