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¿Entonces, Qué Somos?

Capítulo 01. Por una semana.

—Vamos, Ansel, hoy por mí, mañana por ti.

Emmett Dubois sacudió su brazo mientras él estaba concentrado leyendo el último cómic que había comprado. Ansel rodó los ojos y pasó la página, irritado por la tonta petición de su mejor amigo. Pero Emmett no planeaba rendirse, así que, dando un salto sobre la cama, se colocó detrás de él y lo abrazó con fuerza por los hombros.

—Por favor, Ansel, todos los amigos lo hacen —insistió, dándole pequeñas sacudidas que lograron que Ansel despegara los ojos de las páginas llenas de dibujos.

—Eso no es cierto, no he visto que Ronan y Alex lo hagan, y ellos también son mejores amigos —contraatacó con el ceño fruncido. No es que realmente no quisiera hacerlo, porque se moría por ello, pero sabía que Emmett no le daría la misma importancia que él, y eso no le agradaba en absoluto.

—Esos aburridos con suerte y sueñan con hacerlo. —Emmett se bajó de la cama y se puso de rodillas frente a él—. Por favor —volvió a suplicar, uniendo las manos delante de su rostro—. Tú eres el único que puede ayudarme.

—Es demasiado raro para dos hombres hacerlo, además, ¿por qué no lo haces con ella? Así aprendes.

—¿Enloqueciste? Sheira Finnegan es la chica más atractiva del último año; quiero que me considere un experto el día de la graduación, no puedo quedar en ridículo.

Ansel rodó los ojos y desvió la mirada. Su tonto amigo había tenido la estúpida idea de crearse una imagen falsa de playboy para impresionar a cuanta chica se le pusiera enfrente. Sin embargo, desde que ambos entraron al colegio, se obsesionó con Sheira, la rubia más codiciada del instituto y un año mayor que ellos, pero que, por razones que ignoraba, iba en el mismo año de estudios, pero en diferentes aulas.

Hace una semana se anunció la fiesta de graduación de los de último año, y la gran bocota de Emmett le dijo a ella que era el mejor besador que podría conocer, incluso mejor que los mayores con los que solía salir. Ella, por supuesto, se rió de él.

—Te lo probaré en la fiesta de graduación —dijo Emmett, confiado.

—Estaré esperando, niño.

Emmett no era feo; de hecho, estaba catalogado como uno de los más atractivos en el instituto. Alto, con una musculatura media a pesar de ser un chico de apenas diecisiete años. Cualquier chica lo quería como novio, pero él únicamente tenía ojos para Sheira.

—Entonces busca a otra persona, yo no pienso ayudarte.

Ansel agarró el cómic que había dejado a un lado y se dedicó a leerlo. Aunque Emmett no era consciente de todo lo que causaba en él, Ansel no podía hacerse de la vista gorda e ignorar sus sentimientos. Si lo hacía, seguramente saldría más herido de lo que deseaba.

—Todas las chicas piensan que soy un experto, no puedo ir con una y pedirle que me enseñe.

—Pues no le digas que es tu primer beso.

—Por favor, cualquier idiota se daría cuenta. —Bufó. Comenzaba a irritarle la actitud de su mejor amigo—. An, ¿no recuerdas nuestra promesa? Dijimos que nos íbamos a ayudar en todo, no hubo excepciones.

—Lo recuerdo, pero esto, Emmett, rebasa mis límites. Es nuestro primer beso. —Ansel bajó más el rostro para evitar que su amigo lo viera sonrojado; no quería parecer ridículo.

—Es un simple beso, no le des tanta importancia, Ansel —sus palabras llenaron de tristeza los ojos de Ansel, sin embargo, Emmett ni siquiera lo notó.

—Sí... un simple beso —repitió con decepción.

Ansel había aceptado hace mucho que sus sentimientos por Emmett iban más allá de una simple amistad. Cuando Emmett llegó, lo agarró de las manos y le dijo "An, quiero besarte", todo su cuerpo se puso rígido y los colores se le subieron al rostro. Sin embargo, las siguientes palabras y la razón detrás de ello lo decepcionaron completamente.

Para Emmett era un simple beso, un experimento para complacer a alguien más. Pero para Ansel, ese beso podría hundirlo aún más en sentimientos que no debería tener.

—Pero, aunque sea un simple beso, nosotros somos hombres; no está bien.

—¿Ese es el problema? —cuestionó, levantando una ceja—. Déjame arreglarlo.

Emmett se puso de pie y corrió hacia la habitación de la hermana mayor de Ansel. Emily era una chica de veintidós años que participaba en obras teatrales y poseía una gran cantidad de pelucas de diferentes colores.

—Em, ¿puedes prestarme una peluca negra? —pidió, haciendo pucheros. Sabía que su rostro de niño bueno siempre convencía a cualquiera.

—Claro, elige la que más te guste.

—Muchas gracias.

Emmett abrió el armario donde ella guardaba su material de trabajo. En una esquina divisó una peluca larga, lisa, del mismo color que su cabello. Sus ojos brillaron; la bajó con cuidado y regresó a la habitación de su amigo, poniendo el cerrojo a la puerta para evitar molestias innecesarias.

—¿Qué carajos? —preguntó Ansel entre carcajadas, viendo cómo Emmett se ponía la peluca y hacía una imitación barata de una chica.

—Ya está, An. Ya soy una linda y tierna chica —Emmett usó un tono de voz más delicado y se acercó a donde Ansel estaba, casi muriendo de la risa—. Ahora sí, déjame aprender a besar.

—Oye, amigo, esto es más turbio que antes. Ni siquiera tienes la delicadeza de una chica.

—¡Ay, cierra la boca! —Emmett se lanzó sobre Ansel, y ambos terminaron sobre la cama, con los rostros tan cerca que podían sentir la respiración del otro.

Ansel intentó empujarlo, pero Emmett fue más rápido y aprisionó sus manos, además de usar sus piernas para evitar que Ansel usara las suyas para empujarlo.

—Emmett, no quiero hacer esto —murmuró con el rostro completamente sonrojado.

—¿No soy atractivo? —Emmett bajó un poco más el rostro, rozando su nariz con la de su amigo. Ansel tragó saliva, sintiendo cómo el cosquilleo en la parte baja de su abdomen comenzaba a crecer. El sentimiento de estar acorralado lo estaba mareando y haciendo que deseara aún más probar los labios de su amigo.

—Eres mi mejor amigo; no está bien. —Con cada movimiento de labios sentía cómo su piel y la de Emmett se rozaban, lo que le hacía temblar inconscientemente.

—An, por eso eres el único que puede ayudarme. Por favor, te lo suplico, y cuando llegue el momento, te ayudaré a conquistar a la persona que te guste, ¿de acuerdo?

Ansel cerró los ojos. «¿Y si la persona que me gusta eres tú, me ayudarás aun así?» quiso preguntar, pero conocía la respuesta. «Pero si no puedo tenerte, al menos disfrutaré este momento».

—Solo... solo para practicar, ¿de acuerdo? —Desvió el rostro, y un beso sonoro llegó a su mejilla.

—Gracias, por eso eres mi mejor amigo.

—Sí, sí, apúrate antes de que me arrepienta.

Ansel miró nuevamente a su amigo; un brillo de expectación apareció en sus ojos, sin embargo, Emmett ni siquiera lo notó. Cerró los ojos esperando el contacto boca a boca, y unos segundos después sintió los cálidos labios de Emmett sobre los suyos. Emmett tenía razón, sus movimientos torpes dejaban ver que era un inexperto. Pero ambos lo eran, y no le importaba, así que se dedicó a disfrutarlo.

Emmett comenzó a mover su rostro, y el inocente y torpe beso pronto cambió. Sus labios se volvieron más intensos, y la falta de experiencia dejó de notarse, al menos para él.

—Abre la boca —susurró Emmett sobre sus labios.

—¿Para...?

Ansel ni siquiera terminó la pregunta cuando Emmett volvió a hacer de las suyas. Emmett metió su lengua en la boca de su amigo. Los ojos de Ansel se abrieron con sorpresa, pero el beso era tan intenso que, poco a poco, se dejó llevar por el placer que este le brindaba. El sonido del beso húmedo resonaba en la habitación; las manos de Ansel fueron apretadas por su amigo con fuerza.

Quién sabe cuántos minutos pasaron antes de que Emmett por fin lo dejara libre. Las respiraciones eran erráticas, y sus pechos se movían salvajemente tratando de recuperar el oxígeno. No sabía si Emmett estaba igual que él, pero Ansel sentía el corazón latir con fuerza, y no solo por la falta de oxígeno. Sus ojos estaban un poco llorosos y sus labios rojos por la intensidad con la que ambos se habían besado.

—¿Y bien? ¿Qué tal estuvo? —preguntó Emmett, quitándose de encima y sentándose junto a él.

—Bueno, nunca he besado a nadie, así que no tengo con quién compararte. Pero supongo que besas bien.

—¿Bien? ¿Solo eso? —replicó Emmett, alzando la voz y sobresaltando a Ansel.

—¿Qué más quieres que te diga? Por un momento, no sabía si me estabas besando o tratando de succionarme el alma —dijo Ansel, poniéndose de pie, exasperado. Señaló sus labios rojos y calientes—. Mira, aún siento un poco de dolor. Fuiste muy brusco.

—Joder, entonces tengo que seguir practicando hasta que me digas que beso increíble.

—¿Estás loco? No voy a seguir con esta tontería.

—¿Por qué no? Ya nos besamos. ¿Qué importan unos cuantos besos más? Al menos por esta semana, hasta que la bese a ella.

La duda brilló en los ojos de Ansel; sin embargo, tal vez podría aprovechar esa semana para sentir que sus sentimientos eran correspondidos.

—De acuerdo, por una semana.

Emmett saltó de la cama y lo abrazó con fuerza, completamente feliz.

...****************...

Hola espero que estén bien, este es el primer capítulo de esta nueva historia.

Ya saben, l@s que me conocen, que me encantan las cosas clichés, así que ahora me dispuse a escribir una historia de friends to lovers (⁠人⁠ ⁠•͈⁠ᴗ⁠•͈⁠) no será triángulo amoroso aunque quizá llegue a precerlo.

Ahora conoceremos a Ansel y Emmett, espero que les guste, dejen sus comentarios y sus likes.

Capítulo 02. Práctica de besos.

—Mamá, iré por las tardes, después de la escuela, a la casa de Emmett. Nos dejaron un proyecto en parejas y lo haremos en su casa —informó Ansel mientras ayudaba a su madre a colocar los platos y cubiertos de manera adecuada. Miró de reojo a la mujer que terminaba de preparar la cena, rogando internamente no ser descubierto en su mentira.

—De acuerdo, hijo.

Ansel a veces odiaba lo fácil que era para su madre creerle, pero en ese momento estaba agradecido. Emmett era hijo único y sus padres llegaban tarde a casa, así que sería mejor llevar a cabo la práctica de besos en su casa para evitar ser descubiertos por alguien.

El lunes por la tarde, los dos salieron del colegio y caminaron quince minutos hasta la casa de Emmett. Eran vecinos, vivían uno frente al otro, y sus padres habían sido mejores amigos desde hacía años. La relación entre ellos era muy buena, pero Ansel tenía miedo de que sus sentimientos se revelaran y arruinaran una amistad de tantos años.

Además, ¿cómo reaccionarían los padres de Emmett si se enteraran de lo que ellos dos estaban haciendo? Seguramente se sentirían decepcionados. Emmett era quien debería darles nietos y una nuera hermosa; él, en cambio, no estaba tan presionado y seguramente sus padres lo aceptarían. Después de todo, conocía a una tía lesbiana y toda la familia la apoyaba. Por otro lado, los abuelos de Emmett eran demasiado tradicionales, y las pocas veces que los había visto, siempre hablaban de los futuros bisnietos.

Al final, aunque Emmett pudiera llegar a aceptar sus sentimientos, su familia lo rechazaría, y Ansel no quería darle problemas con ellos.

—Ya llegamos —anunció Emmett, sacándolo de sus pensamientos. Ansel miró la casa, idéntica a la suya, pero sus piernas temblaron al saber a qué iba en ese momento.

Los dos entraron y, como todos los días, la casa estaba completamente silenciosa, excepto por el maullido de un gato persa. Nia salió caminando elegantemente y se pegó a las piernas de Ansel.

—Oh, hermosa, ¿cómo estás? —Ansel se agachó y la recogió en sus brazos. Nia era una gata muy cariñosa y siempre había disfrutado de su compañía.

—Gata malagradecida, yo soy quien te da de comer y te limpia el arenero, ¿por qué lo saludas a él primero? —bufó Emmett, fingiendo estar enojado. Ansel sonrió y negó con la cabeza.

—Vamos, Nia, saluda a tu padre también —Ansel acercó a la gata a Emmett, y ella le cabeceó la mano. Después, la dejó en el piso y la vio irse, con la misma elegancia con la que llegó.

—Tks, cada día más malcriada —Emmett se quitó la mochila y se la entregó a Ansel—. An, iré a ver su comida y arenero. Sube, y llevaré unos sándwiches y unos jugos.

—De acuerdo.

Ansel subió. Cada escalón que pisaba le hacía dudar y querer salir corriendo de ahí. Por otro lado, cumplir el deseo de besar a su amigo le impulsaba a subir cada escalón. Aunque para Emmett no fuese nada, él le daría toda la importancia que merecía.

Entró a la habitación, tan conocida y a la vez extraña. Dejó la mochila de Emmett sobre un sofá, y la suya también. Sacó los libros que iban a utilizar para hacer tarea primero y los dejó sobre el escritorio.

—¡Noooo! —el grito de Emmett lo hizo soltar el cuaderno de química que apenas estaba revisando—. Guarda todo, no quiero saber nada de eso.

Ansel rodó los ojos. Ambos iban en el mismo curso, sin embargo, mientras él disfrutaba de los números, Emmett los aborrecía.

—Tenemos que hacerlo.

Emmett negó con la cabeza y chasqueó la lengua. Terminó de entrar a la habitación y dejó los sándwiches y los jugos sobre el escritorio.

—Tengo una mejor idea —comentó con picardía, acercándose y levantando la barbilla de Ansel con su dedo índice—. ¿Qué tal si comenzamos a practicar?

—No —Ansel dio dos pasos atrás. La cercanía de Emmett lo ponía sumamente nervioso—. Primero hagamos los deberes, o no te ayudaré.

Emmett levantó una de sus cejas de manera interrogante, sin embargo, pronto se rindió ante la mirada seria de su amigo. Él lo conocía a la perfección y sabía que Ansel no iba a ceder, así que suspiró y buscó sus útiles.

Ansel, aunque al principio se encontraba nervioso, tan pronto como se sumergió en sus deberes, todo se le olvidó. Ayudó a Emmett a terminar su trabajo una vez que él terminó. Ansel amaba esos momentos en los que podía disfrutar de la compañía de su amigo sin restricciones, por ello, le preocupaba que Emmett pudiera darse cuenta de lo que sentía. Pero su amigo era un perfecto idiota; por supuesto que no iba a descubrirlo por su cuenta.

—¡Por fin! —exclamó Emmett levantando los brazos—. Esa bruja nos va a volver locos con tantos números y letras que se convierten en números.

—Oh, vamos, no es tan malo.

—Lo dices porque eres un sabelotodo. Pero para personas como yo, que apenas y podemos dividir, esto es el infierno.

Ansel no podía refutar eso; él era bueno en casi todo, pero aunque hacía ejercicio, odiaba los deportes. Y aunque preferiría no ir, asistía a los juegos de baloncesto, pero únicamente para apoyar a Emmett.

—Bueno, dejemos esto, es momento de practicar. —Ansel, que estaba guardando sus cosas, se puso nervioso al instante.

—De acuerdo —dejó la mochila a un lado y vio a su amigo acercarse, haciendo que el nerviosismo aumentara—. ¿Qué hago?

—Solamente sígueme el ritmo; intentaré hacerlo mejor.

—Bien, ¿dónde me siento?

—Ven —Emmett lo agarró de la mano y lo llevó hacia la cama. Antes era muy común que se tomaran de la mano, como cuando estaban aprendiendo a caminar, pero ahora, debido a la extraña relación en la que se encontraban como amigos que se besan, un simple roce ponía los pelos de Ansel de punta—. Soy más alto que tú, así que me sentaré en la cama y tú estarás en medio.

—Bien, bien.

—Pon tus manos sobre mi cuello, y yo las pondré en tu cintura. Supongo que ella hará lo mismo cuando nos besemos. —Ansel asintió, con un brillo de decepción en los ojos. Era claro que Emmett solo lo hacía para poder besar a la chica de sus sueños. Él era una herramienta que su amigo usaba para poder ser "el mejor besador" que ella hubiese conocido.

—Listo, ¿ahora qué? —Emmett lo acercó a él, y el nerviosismo volvió a invadir su cuerpo. Las manos de su amigo estaban afianzadas sobre su cintura, y podía sentir el calor de las manos ajenas traspasar la delgada tela de la camisa. Emmett lo estaba enloqueciendo.

—Comencemos.

Emmett se acercó a él, y Ansel bajó el rostro un poco. Sus manos se agarraron fuertemente detrás de la cabeza de su amigo, y sus dedos, por inercia, se enredaron en los sedosos cabellos negros.

El primer roce de labios fue tranquilo. Emmett solamente besó un poco estirando su labio y dejándolo, para tomarlos por completo unos segundos después.

El contacto era lento y llevaba un ritmo específico. Movían sus labios, ya no con la inocencia y torpeza de un primer beso. Ahora Emmett ya no lo devoraba con urgencia, y eso lo hacía temblar aún más. La delicadeza y calma con la que su amigo estaba actuando le hacía sentir las sensaciones con mayor intensidad. El calor de la boca ajena y la saliva mezclándose hacían que Ansel deseara poseerlo solo para él.

Pensar en que otra persona probaría esos labios lo llenaba de enojo, pero no podía expresarlo, y aunque lo dijera, Emmett seguramente lo tomaría como una broma o se alejaría de él. No quería perder siquiera su amistad y tomaría esa semana como la mayor bendición de su vida, como el sueño que siempre quiso realizar, aunque al despertar se encontrara con la cruda realidad.

—¡Ay! —se quejó al sentir una no tan leve mordida en su labio—. ¿Por qué me mordiste?

—No sé en qué piensas, pero sácalo de tu cabeza. Concentrate en mí solamente. Cuando nos besamos, no quiero que pienses en nadie ni en nada más. Piensa en mí, sólo en mí.

Luego de terminar de hablar, tomó los labios de Ansel de manera demandante. Ansel, por su parte, se permitió fundirse en el momento y en las palabras llenas de posesividad que su amigo había dicho. Él sabía que no debía tomarlas tan en serio, pero no pudo evitarlo. Tal como Emmett dijo, dejó de preocuparse y pensar de más, se dedicó a disfrutar las migajas que estaba recibiendo.

Emmett profundizó el beso metiendo su lengua en la boca de su amigo. Pequeños suspiros escapaban de sus labios cuando se separaban brevemente para tomar aire. La saliva mezclándose hacía un ruido erótico que resonaba en la habitación.

Emmett rodeó a Ansel con sus brazos y lo pegó más a su cuerpo. Comenzó a moverse hacia atrás, tratando de recostarse en la cama y haciendo que Ansel cambiara de posición. Ansel apoyó una de sus rodillas en el borde de la cama y la otra a un costado de la pierna izquierda de Emmett. Sus manos pasaron del cuello a los hombros de su amigo, y se dejó guiar hasta quedar sobre él, pegando su pecho al contrario.

—Es...pera —murmuró Ansel, despegando sus labios de Emmett—. ¿Acaso... no... respiras?

Emmett sonrió y le dio un beso corto—. Soy nadador, An, tengo más resistencia que las personas comunes.

—Pero yo no —Ansel se incorporó un poco y se dejó caer sobre la cama, tratando de controlar su respiración y el sonrojo en sus mejillas—. Así que déjame respirar un poco. —Emmett se rió y suspiró un poco.

—¿Qué tal estuvo? —Emmett giró su cuerpo y apoyó su cabeza en la mano, esperando la respuesta de Ansel.

—Bueno, aunque no me dejas tomar aire, creo que estuvo bien. Es más lento que la última vez. —A pesar de que los nervios lo mataban, pudo contestar sin tartamudear.

—De acuerdo, mejoraré eso.

Emmett se recostó con una sonrisa enorme en el rostro. Pronto cumpliría su sueño y dejaría una huella muy difícil de borrar en Sheira. Tal vez en el futuro podrían reencontrarse y comenzar algo más serio.

Por otro lado, la mirada de Ansel se entristeció al notar a su amigo con esa enorme sonrisa, pues sabía que no era él en quien pensaba.

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Dejen sus comentarios 😌🤌🏻

Capítulo 03. La última tarde.

La semana transcurrió más rápido de lo que Ansel hubiese deseado. Las tardes de tareas y besos en la habitación de su mejor amigo llegarían a su fin ese mismo día. Deseaba poder detener el tiempo o al menos ralentizarlo, pero la manecilla del reloj en la pared del aula parecía tener prisa por girar. Tal vez fue su imaginación, pero la vio moverse más rápido de lo normal.

Mordió la punta del bolígrafo y miró de reojo a Emmett. Él estaba tan tranquilo, riendo y bromeando como siempre. Parecía imperturbable. En cambio, Ansel casi se arrancaba el cabello por el estrés. Odiaba un poco a Emmett, o quizás solo envidiaba la manera tan natural con la que manejaba las cosas.

Mientras Ansel se moría de nervios cada vez que su amigo lo abrazaba con naturalidad al caminar por los pasillos del colegio o cuando veía sus labios, Emmett seguía siendo el mismo de siempre, como si esas tardes en su habitación no existieran.

—Hey, ¿te encuentras bien? —La voz de Alex lo hizo regresar a la realidad. Alex ocupó la silla vacía a su lado, observándolo con esos ojos oscuros que siempre le habían dado miedo. Parecían un pozo profundo donde podría caer y morir en cualquier momento.

—Sí, bien —aunque su respuesta fue positiva, su mirada reflejaba todo lo contrario. Bajó la vista y pestañeó un poco. ¿Tanto se notaba su semblante deprimido? Aunque, claro, Emmett nunca lo notaría.

—Vamos a mi casa en la tarde. Mi papá me compró el nuevo videojuego de Halo, ¿vienes? —Ansel sonrió. Alex era así, nunca preguntaba si no querías hablar, cambiaba de tema y parecía no importarle nada más que él, pero siempre trataba de animar a los demás a su manera.

—Bueno, yo…

—Ya tiene planes —intervino Emmett mientras dejaba un jugo de uva sobre el escritorio de Ansel—. Iremos a mi casa por la tarde.

—Bien, en otra ocasión será —Alex suspiró y se puso de pie cuando vio entrar al profesor.

Emmett ocupó su lugar, donde Alex estaba sentado—. ¿Ibas a ir con él en el último día de nuestras prácticas? —preguntó mientras sacaba su cuaderno y libro.

—Jugar Halo es más divertido que sentir tu inexperta lengua en mi boca —susurró Ansel. No sabía de dónde sacaba esa valentía momentánea.

—Jódete —murmuró Emmett con una sonrisa burlona, a lo cual Ansel también sonrió. Eso era lo que amaba de su amistad, pero también lo que temía perder si sus sentimientos continuaban creciendo.

Esa sería la última tarde en la que podría disfrutar de los labios de Emmett sin restricción alguna. La última tarde en la que podría engañarse a sí mismo y creer que tenía un romance oculto con su amigo. Sí, estaba dispuesto a dejar sus sentimientos de lado y obligarse a ver a Emmett como un amigo más.

Por la tarde, tras despedirse de sus amigos, los dos comenzaron a caminar hacia la casa de Emmett en total silencio. Los pasos de Ansel eran lentos, intentando, inocentemente, retrasar su llegada.

—An, ¿estás bien? —Emmett se detuvo a media acera, haciendo que Ansel chocara contra su cuerpo.

—Sí —Ansel retrocedió un par de pasos. La cercanía lo estaba poniendo muy nervioso.

—¿Seguro? Si querías ir con Alex, aún podemos hacerlo.

—No —casi gritó con urgencia, pero bajó la voz y cubrió su boca cuando se dio cuenta de que podía quedar descubierto—. Quiero decir, es el último día, ya te he seguido en esta mierda por una semana, ¿qué importa una tarde más?

Emmett sonrió con satisfacción—. Entonces deja de caminar como un perezoso. —Emmett pasó su brazo por el cuello de su amigo y lo hizo caminar más rápido.

Después de haber terminado su tarea, estaban sentados sobre la alfombra de la habitación, comiendo helado y viendo una película.

—¿Estás nervioso? —Ansel rompió el silencio entre ellos y miró a su amigo. Emmett giró su rostro hacia él.

—Sí —confesó con un ligero rubor en las mejillas. Emmett nunca se había sonrojado mientras lo besaba; eso era exclusivo de ella—. Mañana besaré a la persona que me gusta, An, por supuesto que estoy nervioso.

Una punzada de dolor golpeó el pecho de Ansel al escuchar esas palabras. Aunque era consciente de ello, aún le dolía escucharlo de la boca de Emmett. Bajó la mirada y comió un poco de helado, que antes le había sabido increíblemente dulce y delicioso, pero ahora le parecía insípido.

—Te gusta mucho, ¿eh? —Ansel le dio un golpe amistoso en el hombro para disimular la incomodidad que sentía.

—Desde que la vi, pero sabes la fama que tiene y un inexperto como yo no es alguien que pueda conquistarla. —Emmett se recostó sobre la cama y suspiró profundamente. Levantó su mano y miró sus dedos—. Siempre me imagino con ella, tomados de la mano, caminando y conversando de cualquier cosa, cosas así.

Ansel apretó las manos contra la copa de helado, preguntándose por qué no podía ser él la persona que despertara el lado cursi de su amigo. Por qué no era él a quien deseaba tomar de la mano y caminar juntos. «Tal vez si fuera mujer», pensó, pero pronto negó internamente. «Somos amigos, aunque fuera una chica, él nunca me vería de esa manera».

—Eres tan cursi, me empalagas más que el helado.

—Cállate, cuando te guste alguien estarás igual que yo.

—Quizá, pero yo sí podré caminar con esa persona de la mano conversando de cualquier cosa, y no me conformaré con un simple besito —se burló haciendo ademanes extraños con su rostro. Emmett se rió y rodó los ojos.

—A veces puedes ser bastante cruel, Ansel, burlarte así de mi situación amorosa. ¡Ay!, ni de un enemigo se espera —Emmett puso sus manos dramáticamente sobre su pecho y fingió llorar. Ansel solo se rió de la mala actuación de su amigo.

—Eres demasiado malo actuando, ¿y así quieres estudiar teatro y actuación? Morirás de hambre.

—Me subestimas, querido amigo. Tengo un rostro y cuerpo atractivo, con eso tengo la mitad resuelta.

—Pero te falta la mitad de talento. —Emmett hizo un mohín de supuesta irritación, aunque no aguantó mucho y se echó a reír.

—Como sea, basta de charla y más acción —Emmett se puso de pie y extendió su mano para que Ansel se levantara. Sin embargo, él la apartó y se puso de pie por su cuenta—. Deja tu helado por ahí, vamos a practicar.

Ansel obedeció y dejó el helado en el escritorio junto al de Emmett.

—Ella y yo estaremos de pie —continuó, agarrando a Ansel de la cintura y pegándolo a su cuerpo—, así que es mejor si practicamos de esta manera. —Ansel asintió, sintiendo cómo todo su cuerpo comenzaba a calentarse—. Pon tus manos en mi cuello, Sheira también lo hará.

«Deja de recordarme que no soy yo quien tienes en mente», pensó Ansel, pero mantuvo ese reclamo en sus pensamientos e hizo lo que Emmett ordenó, cerrando los ojos cuando vio a su amigo bajar su rostro para besarlo.

Los fríos labios de Emmett se fundieron con los suyos; el sabor a vainilla inundó su boca. Los movimientos de su amigo eran mejores que antes. Aunque Emmett seguía sintiéndose ansioso, ya no besaba con brusquedad, sino con una urgencia tranquila, pero que lo hacía sentir como si lo necesitara. Sus manos agarraban su cintura con fuerza y lo acercaban más a él. Su corazón latía rápido y fuerte, tan fuerte que creía poder escuchar sus propios latidos.

Sus lenguas bailaban en perfecta sincronización, se separaban un poco y volvían a unirse después de tomar suficiente aire. Al final, Emmett mordió tan fuerte su labio inferior que lo hizo sangrar, así que Ansel lo empujó con brusquedad.

—¿Estás loco? Eso me dolió —Miró a su amigo con las cejas fruncidas, se tocó el labio caliente y miró su dedo, comprobando lo que ya sospechaba: Emmett lo había hecho sangrar—. ¿Cómo le voy a explicar esto a mi mamá?

—Tranquilo, es solo una mordidita, casi ni se nota. Dile que te mordiste mientras comías —Emmett se sentó en la cama con una risa burlona—. Y eso fue porque te burlaste de mí y de mi mala actuación. —Ansel achicó los ojos y bufó, enojado.

—Te odio. —Emmett le mostró la lengua con una sonrisa traviesa.

—¿Qué tal estuvo?

—Quitando la mordida, diría que ya la puedes impresionar.

—¿De verdad? —Los ojos de Emmett se iluminaron con pura felicidad. Se levantó de un salto y le dio un beso rápido a Ansel—. Todo es gracias a ti, amigo. Ya sabes, cuando te guste alguien, no dudes en decírmelo y te ayudaré. —Ansel sintió cómo una sombra oscura nublaba su corazón, pero aún así asintió, forzando una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

En la noche de la graduación, todos se encontraban reunidos. La música resonaba con fuerza en cada rincón, envolviendo el ambiente en una energía vibrante. Ansel, Alex y Ronan se encontraban en la barra de bebidas, donde las opciones eran, por supuesto, sin alcohol.

—Iré al baño, ya regreso.

Ansel se apartó de sus amigos, abriéndose paso entre la multitud de estudiantes que bailaban al ritmo caótico de la música. Sin embargo, en lugar de dirigirse al baño, sintió la necesidad de escapar del bullicio, de encontrar un respiro. Caminó hacia el jardín, buscando un rincón donde la música no retumbara tan fuerte en sus oídos. Pero al doblar una esquina, sus pasos se detuvieron en seco.

A pocos metros de distancia, Emmett y Sheira se besaban con una pasión que parecía no conocer límites. Tal como Emmett había descrito, ella lo sostenía del cuello, y él la envolvía por la cintura, sus manos dibujando caricias en su piel. Ansel sabía que esto ocurriría, se había mentalizado para ello, pero la realidad era mucho más dolorosa de lo que imaginaba. Las lágrimas, traicioneras e inevitables, comenzaron a rodar por sus mejillas, empapando su ropa.

Sin poder soportar más, se dio la vuelta y salió corriendo, como si al huir pudiera dejar atrás ese dolor que le desgarraba el alma. Sin embargo, en su interior sabía que, por mucho que corriera, sus sentimientos no desaparecerían tan fácilmente.

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