"Duele profundamente, siento un vacío abrumador. Las circunstancias me obligan a tomar una decisión terriblemente difícil. Necesito buscar un futuro mejor, uno donde pueda prosperar. Miro el rostro de mi madre, sabiendo que dejarla y a mi hermano atrás por un mañana mejor es lo más doloroso que he tenido que hacer. Por eso tomo esta decisión: aquí, por ahora, no hay nada más para mí. Lágrimas, un último abrazo. La persistente promesa de regresar, aunque sé que este es un viaje de ida sin fecha de regreso. El vacío que siento es insoportable.
Subo al autobús que me llevará a mi nuevo destino, a un mundo desconocido. Dejar todo atrás (mi país, mi familia) se siente como una muerte y un renacimiento al mismo tiempo. Este viaje no fue una elección, fue una necesidad. Adiós, mi país, mi pueblo. No caminaré por tus calles por algún tiempo. Necesito grabar en mi memoria tus paisajes y aromas. Las lágrimas fluyen incontrolables. Mi corazón se siente partido en dos."
"Me llamo Gabriela Sánchez y esta es mi historia. Solo tengo 22 años y he vivido muchas carencias. A pesar de todas las dificultades, logré obtener un título universitario en Administración de Empresas. Sin embargo, no he podido ejercer mi profesión debido a los bajos salarios en mi país, incluso para los profesionales. Vengo de una familia pequeña: mi madre y un hermano menor. Desconozco la identidad de mi padre, ya que mi madre siempre evita hablar del tema. Además, hace poco se separó de mi padrastro, quien es el padre de mi hermano."
Creció en un pequeño pueblo donde las oportunidades eran limitadas, pero su espíritu aventurero y su deseo de superación la impulsaron a buscar algo más allá de las fronteras de su país.
La falta de oportunidades y los problemas económicos me obligaron a tomar esta difícil decisión. Dejar a mi familia atrás es lo más doloroso, pero la búsqueda de una mejor calidad de vida la llena de determinación.
Gabriela siempre había soñado con un futuro mejor.
Después de meses de planificación y con el apoyo de su familia, Gabriela decidió migrar a Estados Unidos, un país conocido por su calidad de vida y oportunidades laborales. Empacó sus pertenencias más preciadas."
"El autobús arranca y, con él, se aleja una parte de mí. El dolor de dejar a mi madre y a mi hermano es insoportable. Mis pies abandonan mi tierra natal, pero mi corazón se queda con mi familia. El sacrificio que hago hoy es por un futuro en el que podamos estar juntos. Trabajaré incansablemente para lograrlo.
Mientras el paisaje conocido se convierte en una borrosa franja en la ventana, las lágrimas caen silenciosamente por mis mejillas. Recuerdo las palabras de mi madre, su voz temblando mientras me abrazaba por última vez. 'Sé fuerte,' me dijo, 'recuerda siempre de dónde vienes y lucha por lo que quieres.'
Miro hacia adelante, a los rostros desconocidos de los pasajeros que comparten este viaje conmigo. Cada uno, sin duda, con su propia historia, su propia carga de despedidas y esperanzas. En el reflejo de la ventana, veo mi propio rostro, una mezcla de determinación y tristeza.
Pienso en los días difíciles que vendrán, en las noches solitarias y en el arduo trabajo que me espera. Pero también pienso en los momentos de triunfo, en las oportunidades que surgirán y en la esperanza de un reencuentro con mi familia, cuando pueda decirles que todo valió la pena.
El autobús sigue su camino, y con cada kilómetro recorrido, me acerco más a mi destino. Una ciudad nueva, un trabajo nuevo, y una vida nueva por construir. Este viaje es solo el comienzo de una historia llena de sacrificio, lucha y, finalmente, éxito. Porque por ellos, por mi madre y mi hermano, haré todo lo que esté a mi alcance para construir un futuro mejor.
EL viaje fue largo y complicado; Gabriela abordó distintos medios de transporte. Al llegar, fue recibida por su amiga Beatriz, quien trabajaba en una casa de familia desde hacía 12 años, razón por la cual no la pudo llevar con ella. Beatriz la ayudó a instalarse en un pequeño apartamento donde vivían varias familias. Era incómodo, pero Gabriela estaba agradecida de tener un lugar donde llegar. Luego trabajaría para buscar otro sitio, pero en esos momentos era imposible.
Los primeros días fueron difíciles. Gabriela se enfrentaba a un nuevo idioma, nuevas costumbres y un clima mucho más frío del que estaba acostumbrada. Pronto consiguió un trabajo en una cafetería local. Trabajaba largas horas, tratando de ganar más dinero para mejorar su situación. Sin embargo, cada vez que regresaba al apartamento, la incomodidad la abrumaba. El lugar estaba siempre lleno de gente, y llegar a su habitación era una odisea. La cocina común estaba siempre ocupada, así que Gabriela optaba por comprar comida preparada, aunque esto significaba gastar más de lo que quería.
En su pequeña habitación, compartía el espacio con tres chicas más. La falta de privacidad era constante, y a menudo se le perdían sus cosas. No tenía un lugar seguro para guardar sus pertenencias de valor, incluyendo el dinero que tanto le costaba ganar. La frustración crecía día a día, y Gabriela sabía que no podía seguir viviendo allí, pero su salario no era suficiente para alquilar un apartamento sola, por pequeño que fuera.
Beatriz, su amiga que la había ayudado a instalarse, había sido un gran apoyo, pero la situación se volvía insostenible. Gabriela pasaba más horas trabajando, solo para llegar a dormir en un lugar que no sentía como su hogar. La incomodidad y la falta de un espacio digno la hacían cuestionar sus decisiones y su futuro.
Una noche, después de un largo día de trabajo, Gabriela se sentó en su cama y miró las pocas pertenencias que tenía. Se prometió a sí misma que no dejaría que esta situación la derrotara. Recordó a su madre y a su hermano, y eso le dio fuerzas para seguir adelante. Decidió que, a partir de ese momento, ahorraría cada centavo para encontrar un lugar mejor.
Con determinación renovada, Gabriela sintio esperanza a pesar de la circunstancias. Sabía que, aunque el camino sería difícil, no se rendiría hasta mejorar su vida y la de su familia. Cada día era un paso más hacia su meta, y con cada obstáculo superado, su confianza crecía.
Gabriela está aprendiendo a adaptarse a su entorno y, poco a poco, el nuevo idioma y las nuevas costumbres comenzaron a ser parte de su vida diaria. Encontró consuelo en pequeños logros y en el apoyo de Beatriz. Sabía que el camino hacia un futuro mejor estaba lleno de desafíos, pero también de oportunidades, y estaba decidida a aprovechar cada una de ellas.
Una noche, después de un largo turno, Gabriela se sentó en su cama y miró a su alrededor. Las otras chicas dormían, y el silencio de la noche acentuaba su sensación de soledad y desesperanza. Sabía que necesitaba un cambio, pero no veía una salida clara. La frustración la invadía, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
Necesitaba respirar. Fue a la cocina a beber un poco de agua, tratando de calmar sus pensamientos. De repente, alguien la agarró del brazo. Era uno de los inquilinos que vivían también con su familia en el apartamento. Ella se zafó rápidamente, su corazón latiendo con fuerza. El hombre intentó acercarse nuevamente, pero ella, con una mezcla de miedo y determinación, lo golpeó entre las piernas y corrió hacia su habitación.
Con las manos temblorosas, recogió todas sus cosas rápidamente, cada segundo sintiéndose eterno. Abrió la puerta y se detuvo unos minutos antes de salir. Quería cerciorarse de que ese hombre no estuviera allí todavía. No había nadie, solo personas dormidas en el piso, completamente ajenas a su desesperación.
Como pudo, salió de ese lugar sin mirar atrás. No se percató de la hora ni de la forma en que estaba vestida hasta que bajó la adrenalina y sintió el frío. Eran las 3:00 de la madrugada, y el aire helado la envolvió como una bofetada. Temblando, caminó por las calles desiertas, sin saber exactamente a dónde ir.
Gabriela caminaba sin rumbo fijo por las calles desoladas. Temblaba de miedo y frío, sin saber qué hacer. Con manos temblorosas, sacó su teléfono y marcó el número de su amiga Beatriz.
Beatriz: (contestando rápidamente) ¡Hola, Gabriela! ¿Qué pasa?
Gabriela: (con voz entrecortada y nerviosa) Beatriz, ese hombre intentó propasarse. Salí corriendo de allí, no sé qué hacer. Estoy perdida y asustada. No conozco bien la ciudad y he caminado tanto que no sé dónde estoy.
Beatriz: (preocupada) Tranquila, Gabriela. Respira hondo. ¿Puedes ver algún lugar o señal que me puedas describir?
Gabriela: (mirando a su alrededor) Hay una tienda de conveniencia y un parque con una fuente grande… pero no sé el nombre de las calles.
Beatriz: (determinada) No te preocupes, voy a buscarte. Quédate donde estás y no te muevas. Voy a encontrarte, te lo prometo.
Gabriela asintió, aunque Beatriz no podía verla. Se sentó en un banco cercano, tratando de calmarse mientras esperaba a su amiga.
Beatriz, angustiada, caminaba de un lado a otro en la cocina de la mansión. La casa estaba en silencio, todos dormían. Miraba el reloj, sabiendo que cada minuto contaba para rescatar a su amiga.
Beatriz: (pensando en voz alta) ¿Cómo voy a salir sin que nadie se dé cuenta? Necesito hablar con la señora, pero… ¿cómo le pido permiso a esta hora?
Decidida, Beatriz se dirigió a la habitación de la señora. Tocó la puerta suavemente, esperando no despertar a nadie más.
Señora Julia: (medio dormida, abriendo la puerta) ¿Beatriz? ¿Qué haces despierta a estas horas?
Beatriz: (nerviosa, con lágrimas en los ojos) Señora, lo siento por despertarla, pero necesito su ayuda. Mi amiga está en problemas y tengo que ir a rescatarla. No sé cómo salir sin su permiso.
Señora Julia: (sorprendida pero comprensiva) Tranquila, Beatriz. Respira. Vamos a encontrar una solución. No puedes ir sola a estas horas, es peligroso. Déjame vestirme y te acompaño iremos con Henry(El Chófer).
Beatriz asintió, sintiendo un alivio inmenso. La señora cerró la puerta para vestirse mientras Beatriz esperaba, agradecida por su comprensión y apoyo.
(La señora Julia y Beatriz están bajando la escalera cuando son interrumpidas por Edward, el hijo de la Señora Julia.)
Edward: (con preocupación) Madre, ¿dónde va a estas horas? ¿Qué está pasando?
Señora Julia: (con calma) La amiga de Beatriz tiene un problema y la chica no conoce a nadie. Queremos ir a ayudarla.
Edward: (firmemente) No, no, mamá. Quédate aquí. Yo iré con Beatriz. (Volviéndose hacia Beatriz) ¿Sabes exactamente dónde es?
Beatriz: (asintiendo) Sí, señor Edward. Sé dónde es.
Edward: (decidido) Entonces vamos. Mamá, nos encargaremos de esto.
Señora Julia: Ten cuidado.
(En el coche, de camino a ayudar a la amiga de Beatriz. La noche es oscura y las luces de la ciudad pasan rápidamente por la ventana.)
Beatriz: (con voz temblorosa) Señor Edward, me disculpo por toda esta situación. Mi amiga acaba de llegar al país y le ocurrió algo terrible. Alguien intentó sobrepasarse con ella y ahora está sola y asustada.
Edward: (con voz firme y tranquilizadora) No te preocupes, Beatriz. Ya la vamos a encontrar. Llámala.
(Beatriz saca su teléfono y empieza a marcar el número de Gabriela. La tensión es palpable en el aire.)
Beatriz: (hablando por teléfono) Gabriela, ¿dónde estás? Estamos en camino. No te preocupes, en un momento estaremos allí.
Gabriela: (con voz nerviosa al otro lado de la línea) Estoy en la esquina de la calle principal, cerca de la tienda de comestibles. Por favor, apúrense.
Edward: (mirando a Beatriz) Tranquila, Beatriz. Llegaremos pronto.
Beatriz: (suspirando aliviada) Gracias, señor Edward. No sé qué haríamos sin usted.
Edward: (sonriendo) Todo estará bien. Solo mantén la calma.
Desde lejos, Edward y Beatriz visualizan a una joven. Está en pijama, temblando, con dos bolsos: uno en la espalda y otro en la mano. Se ve tan frágil. Edward nota lo linda que es, aunque tiene los ojos hinchados de tanto llorar. Es un mundo que él no conoce, tan distinto al suyo. Una persona que sufre y tiene tantas carencias, nada parecido a su vida.
Edward: (conmovido) Ahí está. Vamos, Beatriz.
Beatriz: (apresurándose) Gabriela, ya estamos aquí.
Gabriela: (con voz quebrada) Gracias por venir. No sabía qué hacer.
Beatriz: (abrazando a Gabriela) Tranquila. Él es mi jefe, el señor Edward.
Gabriela: (llorando) Gracias por venir. Mucho gusto, señor. Tenía tanto miedo.
Edward observa a la joven; es bonita, no muy alta si estatura debe ser 1.65 tez blanca ojos grandes y verdes una belleza natural y tan indefensa. Esta situación es tan ajena a su realidad. Con suavidad, dice:
Edward: Tranquila. Estás a salvo ahora. Vamos a casa.
Los tres suben al auto. El camino a la casa de los Thompson transcurre en silencio. Al llegar, Beatriz se vuelve hacia Edward.
Beatriz: (agradecida) Gracias por llevarme a buscar a Gabriela y por permitir que se quede esta noche.
Edward hace pasar a las dos mujeres. Su madre, la Señora Julia, espera angustiada al verlos llegar.
Señora Julia: (preocupada) ¿Cómo están?
Beatriz: (presentando a Gabriela) Señora Julia, esta es Gabriela.
Gabriela: (apenada) Disculpe por causar tantas molestias. Me iré apenas amanezca.
Señora Julia: (con amabilidad) No te preocupes, Gabriela. Descansa y luego buscaremos una solución.
Beatriz: (agradecida) Gracias, señora Julia. (Se retira a la habitación con Gabriela.)
Señora Julia: (dirigiéndose a su hijo) Qué susto pasé. ¿Y ahora qué hacemos con esta chica? Es muy linda, pero su mirada refleja tristeza.
Edward: (reflexivo) Sí, mamá. Son personas que luchan por sobrevivir. Debe ser duro comenzar de nuevo en un país sin familia y estar expuesto a cualquier peligro.
Señora Julia: (preocupada) No sé que haré con ella. .No necesitamos más personal, pero no la puedo echar.
Edward: (decidido) Claro que no. Esa chica corre peligro estando sola, y es hermosa de una manera tan natural que le puede traer problemas.
Señora Julia: (sorprendida) Edward, ¿te fijaste en su belleza? Eso es raro en ti, o al menos que me lo comentes.
Edward: (serio) Madre, no pienses lo que no es. Nunca sentiría atracción por una chica así porque no es mi estilo de mujer. Solo lo decía porque llama la atención, y habrá muchos hombres que lo noten. Bueno, mamá, voy a descansar. Nos vemos en un rato. (Sube las escaleras.)
Señora Julia: (pensativa) Mi hijo ya tiene 30 años, un hombre dedicado al trabajo. Sale con mujeres, pero no se compromete.
(Suspira) Gracias a Dios que no le ocurrió nada a la chica. Después decidiremos qué hacer.
......................
En la habitación, Beatriz y Gabriela están sentadas en la cama. Gabriela está llorando, le ha dado una crisis nerviosa. Beatriz la consuela.
Beatriz: (con voz suave) Tranquila, Gabriela.
Gabriela: (entre sollozos) No sé, Beatriz. Estoy dudando de haber venido a este país.
Beatriz: (con empatía) Gabriela, al principio es difícil. Tienes que persistir y aprender a cuidarte. Eres muy bonita y joven, siempre habrá hombres buscando aprovecharse de ti.
Gabriela: (con voz temblorosa) Beatriz, qué pena haber causado problemas en tu trabajo.
Beatriz: (con una sonrisa tranquilizadora) No te preocupes, Gabriela. La familia Thompson son buenas personas. La señora Julia es una mujer cariñosa, y compresiva, y su hijo Edward siempre ha sido un hombre muy serio y trabajador. Cuando llegué, ambos éramos jóvenes, pero él siempre se mantuvo serio. Pero en el fondo, Edward también tiene su lado amable y considerado.
Gabriela: (curiosa) ¿De verdad?
Beatriz: (asintiendo) Sí, pero tienes que aprender algo. Ese tipo de hombres, ricos, altos y apuestos, no son para chicas como nosotras.
Gabriela: (con determinación) Beatriz, yo no estoy buscando enamorarme. Eso no es lo que vengo buscando y no quiero complicaciones, y mucho menos con un hombre así como el señor Edward.
Beatriz: (asintiendo) Lo entiendo, Gabriela. Es importante que te mantengas enfocada en tus objetivos y no te dejes distraer. Aquí estoy para apoyarte en lo que necesites.
Gabriela: (agradecida) Gracias, Beatriz. Tu apoyo significa mucho para mí.
Beatriz: (sonriendo) Claro, pero hay que reconocer entre nosotras que Edward es un hombre de ensueño. Es imponente, mide como 1.85, y ese cuerpo y los ojos azules… es una belleza. Pero es solo para admirar desde lejos.
Gabriela: (riendo un poco) Sí, tienes razón. Es mejor mantenernos enfocadas y no complicarnos la vida.
Beatriz miró a Gabriela con una sonrisa tranquilizadora y le dijo: "Gabriela, ya estás a salvo aquí. Sé que ha sido una noche muy difícil, pero por ahora, lo mejor es que descanses. Mañana será un nuevo día y encontraremos una solución a todo esto."
Gabriela asintió, sintiendo un alivio momentáneo. Se recostó en la cama, cerrando los ojos y permitiéndose descansar por primera vez en lo que parecía una eternidad.
La casa estaba en silencio, y las primeras luces del amanecer empezaban a filtrarse por las ventanas. Beatriz sabía que aún había muchos desafíos por delante, pero también estaba segura de que, juntas, superarían cualquier obstáculo.
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