—Thailor, mañana el señor Dimitrei regresará de Europa —dijo el señor John, jefe del departamento de finanzas, con tono serio mientras revisaba unos papeles sobre su escritorio—. Debes preparar todos sus documentos porque habrá una reunión importante mañana por la mañana, y nuestro informe no puede tener ningún error.
—Está bien, señor, ya lo tengo todo listo —respondió Thailor con confianza, esbozando una pequeña sonrisa. Su voz tranquila y segura contrastaba con su apariencia discreta, pero detrás de su compostura, había una mente ágil y analítica.
El señor John, un hombre de mediana edad con canas esparcidas por su cabello oscuro, lo observó con una leve sonrisa, satisfecho con su eficiencia.
—Bien —respondió, relajando los hombros—. Espero que disfrutes trabajar aquí, a pesar de la alta presión. No sé qué haría sin ti, Thailor.
—Siempre disfrutaré trabajar aquí, señor... por el buen salario —contestó Thailor con sinceridad, provocando una risa suave de John. El jefe se apoyó contra su escritorio, divertido.
—Tienes razón, ningún otro lugar puede competir con el salario de esta empresa, Thailor. Agradece eso —dijo, con una sonrisa paternalista.
Thailor asintió, manteniendo su compostura. Aunque su relación con John era cordial, Thailor siempre mantenía una cierta distancia profesional.
—Aún no has conocido al señor Dimitrei, ¿verdad? —continuó John, su tono cambiando a uno más cauteloso—. Mi consejo es que no muestres nerviosismo frente a él. Es un alfa muy intimidante. No le gusta la gente indecisa o poco firme, así que mañana tendrás que enfrentarlo si te bombardea con muchas preguntas.
Thailor asintió, su mente procesando la información. Había leído mucho sobre Dimitrei, pero nunca lo había visto en persona.
—Está bien, señor —respondió Thailor, con una calma calculada—. Leí algunos artículos sobre él, aunque no sé cómo es su cara. Debe ser alguien muy intimidante.
—Sí, es peligroso para todos, especialmente para los omegas como tú —añadió John, con una sonrisa significativa en su rostro—. Ten cuidado.
Thailor mantuvo su sonrisa, aunque su mirada se endureció brevemente. Sabía que John no lo decía con mala intención, pero esos comentarios sobre los omegas siempre lo irritaban ligeramente. Sin embargo, no lo dejó ver.
—Lo tendré en cuenta, señor —contestó finalmente.
Al concluir la conversación, Thailor recogió sus pertenencias y se despidió con una inclinación respetuosa. Caminó por los pasillos de la empresa, mientras las luces de las oficinas comenzaban a apagarse, y finalmente salió al aire fresco de la ciudad.
Regresó a su pequeño apartamento. El lugar, aunque modesto, era cómodo y funcional. Alquilaba en una de las zonas más caras de la ciudad, pero mantenía un estilo de vida austero para ahorrar lo máximo posible. Las paredes estaban decoradas de forma simple, sin extravagancias, solo lo necesario para sentirse en casa. A pesar de las dificultades, Thailor había logrado amasar una cuenta de ahorros considerable, lo cual le daba cierta tranquilidad en caso de una emergencia.
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En su vida diaria, Thailor se mantenía reservado. Sus elecciones de vestimenta no eran casuales; siempre optaba por prendas que no atrajeran demasiada atención. Su cabello castaño, aunque grueso y brillante, lo mantenía siempre corto y bien peinado hacia atrás, algo que lo ayudaba a pasar desapercibido entre sus compañeros.
—Thailor, siempre tan discreto —le había dicho una vez una de sus compañeras de trabajo.
Pero para Thailor, la discreción no era solo una cuestión de apariencia, sino una estrategia. Sabía perfectamente cómo manejarse en un ambiente competitivo, especialmente siendo un omega rodeado de alfas. Optaba por camisas lisas y shorts largos que le llegaban por debajo de las rodillas, lejos del estilo formal y estructurado que dominaba la oficina. No deseaba atraer miradas, ni comentarios innecesarios.
Sin embargo, detrás de esa apariencia reservada, se encontraba una mente brillante. Thailor era un analista financiero excepcional, capaz de identificar patrones que otros pasaban por alto. Su habilidad para descifrar complejos números y cifras lo había convertido en un recurso invaluable para la empresa. No importaba cuánto intentara pasar desapercibido, su inteligencia lo hacía destacar.
A pesar de su éxito, Thailor tenía una historia familiar complicada que siempre lo mantenía al margen. Su padre, que había muerto hacía algunos años, lo había dejado completamente fuera de su testamento. Al ser hijo de la segunda pareja de su padre, la primera esposa, aunque no tenía hijos propios, se había asegurado de que Thailor no tuviera acceso a ninguno de los bienes de la familia.
Este rechazo lo había dejado en una posición vulnerable. Sin respaldo familiar, se vio obligado a confiar únicamente en su capacidad para trabajar, lo que lo impulsó a ser excepcional en su carrera. Aunque no lo mostraba, esa herida familiar lo marcaba profundamente, siendo una motivación constante para asegurarse un futuro donde no dependiera de nadie más.
Por eso, cada día en la oficina, Thailor trabajaba incansablemente, manteniendo su enfoque en asegurar su lugar en esa gigantesca compañía, mientras el resto veía a un omega que simplemente hacía su trabajo, sin saber la historia de lucha y perseverancia que llevaba detrás.
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...Thailor...
Un hombre carismático se encontraba sentado solo en un exclusivo club nocturno, con las luces tenues que proyectaban sombras en su rostro. Custodiado por dos guardaespaldas, su presencia imponía respeto. Él era Dimitrei Uvarov, un alfa dominante que, a sus 35 años, había construido un imperio propio, lejos de la sombra de su familia adoptiva. Su figura fuerte y elegante resaltaba en la oscuridad del local, mientras observaba el ambiente con una expresión calculadora.
A pesar de su éxito como empresario, su historia familiar siempre estaba presente. Dimitrei era el hijo adoptivo de Dom Petrov, uno de los mafiosos más poderosos de Rusia. A pesar de la conexión familiar, Dimitrei se había apartado del mundo criminal para construir su propio camino. Su decisión de dejar la mafia fue un desafío directo a Dom, quien, aunque no lo aprobó del todo, le ofreció una pequeña inversión.
Esa primera suma, que para muchos sería insignificante, fue el punto de partida para Dimitrei. Durante 15 años, convirtió ese capital en una fortuna impresionante, labrando su camino en el mundo empresarial con astucia y determinación. Aunque agradecía el apoyo de su padre adoptivo, había construido su éxito sin depender del imperio criminal de Dom.
Esa noche, sentado en el club, Dimitrei estaba inmerso en sus pensamientos, recordando una conversación 'reciente' que lo había dejado intranquilo.
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Un Mes Atrás...
—Debes casarte, Dimitrei. —La voz grave de Dom resonaba en la oficina, mientras su mirada penetrante observaba a su hijo adoptivo—. Tienes que asegurar que todo lo que has acumulado sea heredado algún día. Ya tienes 35 años, hijo. No querrás terminar como yo, sin un heredero.
Dimitrei, sentado frente a él, mantuvo la compostura. Sabía que Dom tenía razón, pero no podía evitar sentirse incómodo con la presión.
—Pero tú siempre estás rodeado de personas, tío —respondió Dimitrei, utilizando el término cariñoso con el que siempre se refería a Dom.
Dom soltó una risa profunda, cargada de ironía.
—Ellos solo están esperando mi muerte, Dimi. —Dimitrei notó el cansancio en la voz de su padre adoptivo—. No les importo. Solo desean mis bienes. —Hizo una pausa, su expresión se tornó seria—. Escucha, seré yo quien elija a tu pareja. Puedo ayudarte a encontrar a alguien adecuado.
—Tu elección siempre ha sido horrible, tío —replicó Dimitrei, sin dejar de mirarlo—. Mira a los que te rodean, ninguno es genuino. Solo están ahí por el sexo y el dinero.
Dom rió nuevamente, aunque con menos entusiasmo.
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Anoche...
Dimitrei había recibido noticias alarmantes: la salud de Dom estaba empeorando. Con esa noticia, llegó también la insistencia creciente de su padre adoptivo para que se emparejara. Dimitrei sabía que, aunque Dom quería lo mejor para él, la presión por formar una unión no era algo que le agradara. No deseaba apresurarse a tener una relación solo por cumplir con las expectativas de otros.
Dimitrei amaba profundamente a Dom, lo consideraba su verdadero padre, pero no quería que su vida personal fuera dictada por la insistencia de alguien más. Sabía que debía hacer algo para calmar las preocupaciones de Dom, quien, además de estar enfermo, veía la falta de un heredero como una carga adicional.
Fue entonces cuando Dimitrei tuvo una idea. Si bien no quería formar una unión real, podía encontrar un omega que pudiera presentarle a Dom como una pareja temporal, alguien que pudiera interpretar el papel y aliviar las preocupaciones de su padre. Aunque no deseaba una relación falsa, comprendía que, por el bien de Dom, tenía que hacer algo.
Durante la última semana, Dimitrei había evaluado a diez omegas, todos potenciales candidatos. Sin embargo, ninguno cumplía con sus expectativas. Eran caras bonitas, pero carecían de la profundidad que Dimitrei buscaba. Sabía que Dom, con su experiencia y perspicacia, no se dejaría engañar por una simple fachada.
Contratar a un omega solo para interpretar un papel era fácil, pero Dom vería a través de cualquier engaño. Dimitrei necesitaba a alguien que no solo fuera atractivo físicamente, sino que también impresionara a Dom con su intelecto y personalidad.
Con cada día que pasaba, la presión aumentaba. Dimitrei sabía que el tiempo se estaba acabando. Pero no permitiría que la desesperación lo guiara; encontraría al omega adecuado, uno que no solo pudiera interpretar una relación perfecta, sino que también fuera lo suficientemente fuerte y astuto para estar a su lado en este juego complicado.
Dimitrei apretó el vaso en su mano, observando las luces del club reflejarse en el cristal. Sabía que lo que se avecinaba no sería fácil, pero estaba acostumbrado a los desafíos. Y esta vez, no sería diferente.
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...Dimitrei...
Dimitrei Uvarov, un hombre cuya presencia imponente irradiaba poder, caminaba con paso decidido a través del vasto vestíbulo de la empresa. Su porte distinguido, acompañado por una elegancia natural, capturaba la atención de todos. Aunque era el CEO, Dimitrei rara vez visitaba la sede de Nueva York, prefiriendo operar desde su tierra natal, Rusia. Sin embargo, aquella ocasión era diferente. Una reunión de vital importancia lo había traído de regreso.
Al cruzar las puertas del imponente edificio, el ambiente se tensó de inmediato. Todas las miradas se posaron sobre él, admirando la seguridad con la que caminaba. Su autoridad era palpable, y quienes lo conocían sabían que era el tipo de alfa que no toleraba errores. Su reputación precedía a su llegada, y ese día, todos los altos ejecutivos esperaban ansiosos por lo que estaba por venir.
Thailor, un omega de carácter reservado que trabajaba en el departamento de finanzas, estaba al fondo del grupo de jefes de división que lo aguardaban. Al ver a Dimitrei, su corazón comenzó a latir más rápido. Era la primera vez que lo veía en persona, y aunque había oído historias sobre su intimidante presencia, enfrentarse a ella en la realidad era algo completamente distinto.
Intentando mantener la calma, Thailor inclinó la cabeza en señal de respeto, imitando a sus compañeros. Sabía que cualquier error podría costarle caro, así que siguió las indicaciones de su superior inmediato con total concentración.
Cada paso de Dimitrei hacía que el nerviosismo de Thailor aumentara. Había escuchado sobre cómo los empleados sentían una presión insoportable cuando estaban cerca del CEO, y ahora lo entendía perfectamente. La energía que Dimitrei emanaba era casi tangible, una mezcla de carisma y poder que dominaba el espacio.
Cuando llegó al grupo, los jefes de división lo saludaron respetuosamente. Ese día no era como cualquier otro, sabían que Dimitrei estaba allí para tomar decisiones cruciales, y cada uno de ellos estaba preparado para respaldarlo sin dudar.
Sin perder tiempo, Dimitrei se dirigió hacia los ascensores, dispuesto a subir al décimo piso, donde se encontraba la sala de reuniones principal. Los altos ejecutivos, incluidas figuras claves de la empresa, lo siguieron en silencio. Entre ellos estaba Thailor, quien no tenía otra opción más que acompañarlos, ya que su jefe le había ordenado estar disponible para cualquier requerimiento.
El ascensor estaba cargado de tensión. Nadie se atrevía a hablar, y Dimitrei, conocido por su carácter reservado, no rompió el silencio. Thailor se mantenía quieto, sin atreverse a levantar la mirada.
Al llegar al piso diez, las puertas se abrieron con un suave "ding", y Dimitrei salió primero. Su paso firme y decidido marcaba el ritmo del grupo que lo seguía de cerca. Sin embargo, de repente, Dimitrei se detuvo abruptamente, y en su distracción, Thailor, que caminaba justo detrás, no pudo reaccionar a tiempo.
Chocó directamente contra la espalda del alfa.
El tiempo pareció detenerse para Thailor, quien maldijo para sus adentros. Sabía que ese primer encuentro con el CEO no estaba yendo de la mejor manera. Su respiración se aceleró, intentando calmarse antes de que las cosas se salieran de control.
Dimitrei giró lentamente. Su mirada afilada se posó en Thailor, quien, con la cabeza aún baja, intentaba evitar cualquier contacto visual.
—Lo siento, señor —se disculpó Thailor, con una voz controlada pero cargada de nerviosismo. Sabía que Dimitrei no toleraba la falta de respeto, así que, recordando el protocolo, levantó la mirada rápidamente para encontrarse con los ojos penetrantes del alfa.
El silencio era ensordecedor. Nadie osaba moverse mientras el CEO observaba al omega. Dimitrei lo miró sin prisa, como si estuviera evaluando cada detalle de la situación.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Dimitrei, con esa voz grave y autoritaria que resonaba como una orden. Su tono tenía el peso de alguien acostumbrado a dar instrucciones sin réplica.
Thailor sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El corazón le latía desbocado, pero hizo un esfuerzo por mantener la compostura, enfrentando la intensa mirada de su jefe.
—Mi nombre es Thailor, señor Uvarov. Trabajo en el departamento de finanzas —respondió con una mezcla de seguridad y respeto. Aunque internamente el nerviosismo lo consumía, sabía que cualquier muestra de debilidad frente a Dimitrei no sería bien recibida.
El silencio volvió a reinar. Nadie en la sala se atrevía a interrumpir el tenso intercambio entre ambos.
De repente, Dimitrei dio un paso más cerca de Thailor. El omega contuvo la respiración cuando el alfa se inclinó ligeramente hacia él, sus labios peligrosamente cerca de su oído.
—Me gusta tu aroma —susurró Dimitrei, su voz baja pero cargada de una intensidad que hizo que el cuerpo de Thailor se tensara. El inesperado comentario lo tomó completamente por sorpresa. Su corazón latía desbocado, y la ansiedad que sentía se convirtió en una mezcla de sorpresa y desconcierto.
Thailor trató de controlar su respiración mientras sentía cómo el calor subía por su cuello. No había esperado que su primer encuentro con el CEO tomara un giro tan inesperado.
Dimitrei se enderezó lentamente, alejándose del omega, y sin decir una palabra más, continuó su camino hacia la sala de reuniones.
El jefe de división, John, notó el estado de shock de Thailor y le tocó el brazo suavemente, indicándole que debía seguir a Dimitrei. Aún aturdido, Thailor lo siguió, intentando procesar lo que acababa de ocurrir mientras entraban juntos en la sala de conferencias.
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