Camino por los pasillos de la universidad, fingiendo escuchar la charla de mis compañeros de clase. Pero en realidad, mi mente está en otra parte, atrapada en la imagen de Valeria al final del corredor. Desde que la vi aquí, en la facultad de medicina, no puedo evitar que mi corazón se acelere cada vez que nuestros caminos se cruzan. Es como si mi cuerpo recordara, aunque intente olvidarlo, lo que ella significó para mí... Valeria y yo compartimos tanto en el pasado. Pienso en los días de bachillerato, cuando solíamos pasar horas juntos. Ella, siempre con su sonrisa torpe, y yo con mi guitarra, creando canciones que hablaban de nuestros sueños, nuestras esperanzas, pero sobre todo de cuanto es que yo la amaba. Compartíamos la pasión por el arte, por las historias, y por un futuro que siempre imaginamos juntos. Pero todo se desmoronó por un malentendido que nunca tuvimos la oportunidad de aclarar.
El timbre que marca el fin de la clase me saca de mis pensamientos. Veo a Valeria guardar su teléfono en el bolsillo de su bata blanca y dirigirse hacia la puerta, evitando mirarme. Su rostro es frío, distante, como siempre desde que nos reencontramos aquí. Parece que quisiera hacerme entender que ya no soy nada para ella, que todo lo que una vez fuimos quedó en el pasado.
Intento convencerme de que es mejor así, que debo dejarla ir, pero no puedo. Por más que quiera olvidarla, por más que intente enterrarlo todo, hay algo en mí que se niega a apagar lo que siento por ella. Quiero acercarme, quiero hablarle, explicarle que todo fue un malentendido, que nunca la traicioné como ella cree, que todo eso fue un error. Pero cada vez que lo intento, me detengo. Tengo miedo. Miedo de que, si me acerco demasiado, ella se vuelva aún más fría, más distante.
Valeria pasa a mi lado sin siquiera mirarme, como si yo fuera un extraño. Y duele. Duele más de lo que quiero admitir. Aprieto los puños, conteniendo las palabras que tanto anhelo decirle, pero sé que no saldrán hoy, ni mañana. ¿Cómo podría decírselo? Ni siquiera sé si ella siente algo por mí, si es que en el fondo de su corazón aun queda algo de lo que alguna vez compartimos.
Me detengo justo antes de salir del aula, dejando que los demás estudiantes me adelanten. Respiro hondo, intentando calmar el torbellino de emociones que me consume. El dolor es real, lo siento en cada fibra de mi ser. Pero hay algo más, una pequeña chispa de esperanza que se niega a morir. Necesito que Valeria me escuche, necesito que recuerde lo que teníamos y que sepa que no quiero a nadie mas en este mundo que a ella.
¿Cómo me acerco a alguien que parece haber cerrado todas las puertas?
Mientras salgo del aula, esa pregunta se queda conmigo.
No sé si Valeria aún siente algo por mí, pero no puedo rendirme.
Debo intentarlo, incluso si fracasar significa perderla para siempre.
No puedo vivir sin saber si lo que alguna vez compartimos puede renacer de las cenizas.
El día siguiente comienza con la misma rutina monótona. Camino hacia mi siguiente clase, mi mente fija en la imagen de Valeria. Cada encuentro con ella es como una herida abierta que nunca cicatriza. Hoy he decidido que no puedo seguir esperando. Necesito hacer algo, cualquier cosa, para acercarme a ella. La clase de Anatomía comienza y durante toda esta mi cabeza estuvo componiendo melodías y letras pensando en ella. Después de la clase saco mi guitarra de su estuche. Mientras toco algunas notas, me doy cuenta de que la música es mi refugio en medio de todo esto. Cada acorde que toco me ayuda a ordenar mis pensamientos y a despejar mi mente. Sé que no puedo esperar mucho más; necesito actuar.
Después de la clase, me dirijo a la cafetería, esperando encontrar a Valeria allí. Al llegar, me acerco a la barra para pedir un café. Mientras espero, escaneo el lugar en busca de ella. Mi corazón da un vuelco cuando la veo, sentada cerca de la ventana con su cuaderno abierto frente a ella. La escena es tan familiar que me hace detenerme, recordando aquellos días en los que compartíamos momentos similares.
Me detengo a pensar si debo acercarme. El miedo de enfrentarla me paraliza. Estoy a punto de dar el paso cuando la voz de Fernando, uno de mis amigos, me saca de mis pensamientos.
—¡Alejandro! ¿Qué tal? —pregunta Fernando con una sonrisa.
—Hola, Fer. Todo bien —respondo, intentando mantener una expresión relajada mientras mi mente sigue enfocada en Valeria.
Fernando sigue mi mirada y ve a Valeria.
—¿Ella es…? —pregunta con curiosidad.
—Sí, es Valeria —digo, notando que mi voz revela más de lo que quisiera—. Solíamos estar muy cerca antes.
Fer me mira con comprensión y añade:
—Si quieres hablar con ella, ¿por qué no lo haces? No pierdes nada intentándolo.
Sus palabras me hacen reflexionar. Quiero acercarme, hablarle, pero el miedo sigue bloqueando mi camino. No es solo una cuestión de saludarla. Hay un malentendido sin resolver, un dolor persistente. Finalmente, decido hacer algo diferente. Me dirijo a un rincón tranquilo fuera de la cafetería, saco mi guitarra y comienzo a tocar una melodía que solíamos disfrutar juntos. Es una canción simple, pero significativa. La letra expresa amor y arrepentimiento, sentimientos que no han desaparecido con el tiempo.
Cada acorde es una pequeña declaración de mis emociones. Aunque sé que no puedo hacer mucho por ahora, al menos puedo expresar lo que siento a través de la música. La canción se convierte en un susurro de mis sentimientos, esperando que Valeria la escuche algún día, ya sea directamente de mí o de otra manera.
Cuando termino de tocar, siento una mezcla de alivio y tristeza. He hecho algo, aunque sea pequeño, para acercarme a Valeria. Me pregunto si ella alguna vez escuchará esta canción, si algún día entenderá el mensaje detrás de ella. Recojo mi guitarra y me dirijo a mi siguiente clase, Histología, echando una última mirada hacia la cafetería. Valeria sigue allí, pero no puedo hacer nada más hoy. Todo lo que puedo hacer es esperar y ver si mi pequeño intento tiene algún efecto.
Espero que, quizás, mañana sea el día en que finalmente pueda hablar con ella y aclarar el malentendido que ha marcado nuestras vidas.
Un día mas...
El día amanece con una mezcla de nervios y esperanza. No puedo dejar de pensar en cómo Valeria pasó por mi lado sin siquiera mirarme ayer. Cada encuentro con ella parece cargarme con una nueva ola de dudas y recuerdos. Sin embargo, hoy decido que no voy a permitir que la incertidumbre me paralice. Es hora de tomar otro paso hacia adelante, incluso si no estoy seguro de cuál será el resultado.
Mi día comienza con la clase de Anatomía. La docente nos guía a través de las complejidades del sistema nervioso, pero mi mente no puede concentrarse completamente en el material. A pesar de mi esfuerzo por prestar atención, mis pensamientos siguen regresando a Valeria. Las imágenes de nuestro pasado se entrelazan con los términos técnicos que escucho. Cada vez que cierro los ojos, veo su rostro y escucho su risa, como si no hubiera pasado tanto tiempo desde que estábamos juntos.
La clase finaliza y me dirijo a la cafetería, con la esperanza de encontrar a Fernando "Fer" y Cristian, mis amigos más cercanos. Fer es el tipo de persona que siempre sabe cómo levantar el ánimo, mientras que Cristian suele ser el más equilibrado del grupo, ofreciendo consejos sensatos en medio del caos. Los encuentro en nuestra mesa habitual, rodeados de "libros de texto" y tazas de café.
—¡Alejandro! —saluda Fer con entusiasmo—. ¿Qué tal tu mañana?
—Hola, Fer. Hola, Cristian —respondo mientras me siento, intentando ocultar la preocupación en mi voz—. Ha sido una mañana normal, pero no puedo dejar de pensar en ... olvidenlo.
Cristian me observa con una mezcla de curiosidad y preocupación. —¿Sigues pensando en ella? —pregunta, mientras chatea con su novia.(pobrecito lo tienen amarrado).
—Sí —admito—. Ayer intenté tocar una canción para ella, con la esperanza de que la escuchara. No sé si hizo alguna diferencia, pero necesitaba intentarlo.
Fer se inclina hacia adelante, su expresión se vuelve más seria. —¿Y qué pasó? ¿Pudiste hablar con ella?
—No, no pude —digo, sintiendo la frustración en mi voz—. Simplemente pasó por mi lado como si yo no existiera. Me duele mucho.
Cristian asiente, comprendiendo el dolor que siento. —A veces es difícil saber cómo reaccionar en estos casos. ¿Has pensado en intentar algo diferente? Tal vez un enfoque más directo.
Fer asiente con entusiasmo. —Sí, podría ser una buena idea. A veces, enfrentarse a la situación es la mejor forma de resolverla.
Me encuentro asintiendo, aunque el miedo sigue presente. —No estoy seguro de cómo acercarme sin que ella me rechace aún más. Ya me ha demostrado que quiere mantener su distancia.
Cristian da un sorbo a su café antes de hablar. —Quizás podrías encontrar un momento en el que ella esté más relajada, en lugar de forzar una conversación cuando la encuentres en el pasillo o en clase. Tal vez en un entorno más informal.
Las palabras de Cristian me hacen pensar. —Eso tiene sentido. Quizás en la cafetería o en algún lugar donde no haya tanta presión.
Fer sonríe. —¡Exacto! Además, podrías aprovechar cualquier oportunidad que surja para hablarle de algo que les interese a ambos. Quizás hablar de arte, de sus dibujos, o de alguna serie que les guste.
Mientras hablamos, la conversación se mueve a otros temas, pero mi mente sigue centrada en cómo aplicar el consejo de mis amigos. Durante el resto del día, paso las clases de Salud Pública y Embriología con la mente ocupada en el plan que estoy empezando a formar. Cada momento libre lo dedico a pensar en cómo puedo acercarme a Valeria sin parecer demasiado insistente. Al final del día, después de la clase de Histología, decido que es hora de poner en práctica lo que discutimos. Me dirijo a la cafetería, con la esperanza de encontrar a Valeria en un momento más relajado. Me doy cuenta de que esta es una oportunidad perfecta para intentarlo. La cafetería está más tranquila en esta hora, con estudiantes conversando en voz baja y tomando café.
La veo en una esquina, dibujando en su cuaderno. Mi corazón late con fuerza, pero decido que este es el momento. Me acerco lentamente, asegurándome de no parecer apresurado. Cuando llego a su mesa, tomo una respiración profunda antes de hablar.
—Hola, Valeria —digo, tratando de mantener la voz firme aunque me siento nervioso—. ¿Puedo sentarme?
Valeria levanta la vista, su expresión se vuelve sorprendentemente neutral. —Hola, Alejandro —responde, sin mucho entusiasmo, pero sin rechazarme—. Claro, siéntate.
Me siento frente a ella, tratando de mantener una actitud relajada. —He estado pensando en cómo hemos estado desde que empezamos la universidad —comienzo—. Creo que deberíamos hablar, aclarar las cosas. Lo que pasó en el pasado no debería afectarnos así.
Valeria parece vacilar por un momento antes de responder. —No sé si hay mucho que decir. Ya hemos pasado por esto antes, ¿no?
Siento que mis palabras se atascan en mi garganta, pero intento seguir adelante. —Lo que ocurrió fue un malentendido. Nunca quise herirte. Me gustaría que pudiéramos hablar sobre lo que pasó, entendernos mejor.
Valeria mira su cuaderno de dibujo antes de volver a mirarme. —No estoy segura de que sea tan fácil. Hay muchas cosas que han cambiado.
El diálogo entre nosotros sigue siendo tenso, pero al menos hemos comenzado a hablar. Aunque no he logrado resolver todo, siento que este es un pequeño avance. La conversación se desplaza hacia temas más neutrales, como nuestras clases y los proyectos actuales. A medida que hablamos, trato de ser sincero sobre mis intenciones, esperando que eventualmente pueda aclarar el malentendido que nos ha separado.
Finalmente, el tiempo pasa y Valeria comienza a prepararse para irse. —Fue bueno hablar contigo, Alejandro —dice con una ligera sonrisa antes de levantarse.
—Lo fue —respondo, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad—. Espero que podamos hablar más sobre esto en el futuro.
Valeria asiente y se aleja, dejándome con una sensación de esperanza y dudas. Miro hacia la cafetería, sintiendo que he dado un primer paso importante, aunque el camino hacia la reconciliación aún parece largo.
Recojo mis cosas y me encuentro con Fer y Cristian en la salida. —¿Cómo te fue? —pregunta Fer con una sonrisa esperanzada.
—Hablamos —digo, sintiendo que el peso de la conversación me ha dejado exhausto pero esperanzado—. No resolvimos todo, pero al menos comenzamos a aclarar algunas cosas.
Cristian asiente con aprobación. —Eso es un buen comienzo. Lo importante es que estás haciendo un esfuerzo por resolver las cosas.
Fer añade con entusiasmo. —¡Exacto! Sigue así, Alejandro. A veces, los pequeños pasos llevan a grandes cambios.
Mientras salimos de la cafetería y nos dirigimos hacia la siguiente clase, me siento aliviado de haber tomado el primer paso. Aunque el camino por delante sigue siendo incierto, estoy decidido a seguir intentándolo. Mi esperanza es que, con el tiempo, Valeria y yo podamos encontrar una manera de resolver el malentendido y reconstruir lo que una vez tuvimos.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play