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LA MARCA DEL ALFA

Capítulo 1: El Cumpleaños Inolvidable

Lena despertó esa mañana con una sensación extraña en el pecho, como si algo importante estuviera a punto de suceder.

La luz del amanecer se filtraba por las cortinas de su habitación, creando un resplandor dorado que iluminaba su pálida piel .

Se incorporó lentamente, intentando sacudirse esa sensación de anticipación que se había instalado en su estómago.

No era el tipo de persona que prestaba demasiada atención a su cumpleaños, pero algo en el aire esa mañana la hacía sentir que este cumpleaños sería diferente.

El reloj en su mesita de noche marcaba las 7:00 AM, un recordatorio de que su rutina diaria no se detendría solo porque era su cumpleaños.

Con un suspiro, Lena apartó las sábanas y se dirigió al baño. El agua caliente de la ducha la envolvió, relajando sus músculos tensos, pero no lograba calmar esa inquietud interna.

Mientras el vapor llenaba el pequeño cuarto, su mente comenzó a vagar hacia pensamientos de lo que podría estar causando esa sensación, pero ninguna explicación parecía adecuada.

Después de vestirse, Lena bajó las escaleras hacia la cocina, donde el aroma del café recién hecho la recibió cálidamente.

Su madre, una mujer de mediana edad con el cabello aún oscuro y ojos llenos de sabiduría, estaba ocupada en la cocina, como de costumbre.

—Feliz cumpleaños, cariño —dijo su madre con una sonrisa suave mientras colocaba una taza de café frente a Lena.

Lena le devolvió la sonrisa, aunque seguía sintiendo ese peso inexplicable en su pecho.

—Gracias, mamá. ¿Hay algún plan especial para hoy? Su madre se encogió de hombros.

—Nada fuera de lo normal. Pensé en preparar una cena especial esta noche, y tal vez podrías invitar a algunos amigos si quieres.

Lena asintió, agradecida por la oferta, aunque sabía que no tenía la energía para una gran celebración.

Sus amigos en la universidad eran agradables, pero ninguno de ellos la conocía lo suficiente como para entender lo que estaba sintiendo en ese momento.

Después del desayuno, Lena salió de casa para dirigirse a la universidad.

Esa mañana el cielo estaba nublado, y una brisa fría anunciaba la llegada inminente del otoño.

Mientras caminaba hacia la parada de autobús, el viento jugaba con su cabello largo y castaño, y la sensación en su pecho se intensificaba.

Lena intentó ignorarla esa sensación, enfocándose en el sonido de sus pasos sobre las hojas caídas y el suave murmullo distante del tráfico.

El día en la universidad transcurrió de manera normal. Las clases transcurren una tras otra, llenas de notas y presentaciones, pero Lena no podía concentrarse.

Su mente seguía volviendo a esa extraña sensación de anticipación. A medida que el día avanzaba, esa sensación comenzó a transformarse en algo más tangible, como una energía latente que burbujeaba justo debajo de su piel.

Durante la última clase del día, Lena sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, haciendo que se estremeciera involuntariamente.

Su compañera de clase, Sarah, que estaba sentada a su lado, la miró con preocupación.

—¿Estás bien? Pareces un poco... apagada hoy —comentó Sarah en voz baja.

Lena asintió con una sonrisa forzada.—Sí, estoy bien. Solo un poco distraída.

Sarah frunció el ceño pero no presionó más, y Lena agradeció el silencio.

El profesor continuaba hablando sobre la importancia de las fuentes primarias en la investigación histórica, pero las palabras se mezclaban en la cabeza de Lena, sin que pudiera concentrarse en el tema.

Finalmente, la campana sonó, señalando el final del día en la universidad.

Lena recogió sus cosas y salió del aula, sintiendo que necesitaba aire fresco. La sensación en su pecho había crecido tanto que ahora parecía una presión constante, como si algo intentara abrirse camino desde adentro.

En lugar de dirigirse directamente a casa, Lena decidió caminar hasta un parque cercano. Siempre había encontrado consuelo en la naturaleza, y pensó que tal vez un paseo entre los árboles podría ayudarla a despejar su mente.

El parque estaba casi desierto, lo cual le parecía perfecto. El sonido de las hojas crujiendo bajo sus pies y el suave murmullo del viento entre las ramas parecían calmarla, aunque solo un poco.

Se dirigió a su lugar favorito, un claro escondido entre los árboles donde el sol se filtraba a través de las ramas, creando patrones de luz y sombra en el suelo.

Se sentó en el césped, cerrando los ojos y respirando profundamente. El aire fresco llenó sus pulmones, pero la presión en su pecho no disminuyó.

De hecho, se intensificó, volviéndose casi dolorosa.De repente, Lena sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo, como una corriente eléctrica que la hizo jadear y abrir los ojos de golpe.

El claro a su alrededor parecía haber cambiado, los colores más brillantes, los sonidos más nítidos. El viento acariciaba su piel como si estuviera vivo, y Lena se dio cuenta de que podía sentir la energía de la tierra bajo ella, el latido constante del suelo, la vida palpitando en cada hoja y cada hierba.

Asustada, Lena se levantó de golpe, tambaleándose ligeramente. El mundo a su alrededor seguía vibrando con esa energía, y ella no sabía cómo detenerlo.

Su respiración se aceleró mientras intentaba controlar lo que estaba sucediendo.

¿Qué era esa sensación?

 ¿Qué le estaba pasando?

Cerró los ojos de nuevo, tratando de concentrarse, pero la energía dentro de ella continuaba creciendo, extendiéndose por sus extremidades, hasta que sintió que no podía contenerla más.

Un grito silencioso resonaba en su mente, y entonces, sin previo aviso, Lena levantó las manos y la energía explotó fuera de ella en una ráfaga de luz cegadora.

El claro se iluminó como si el sol mismo hubiera descendido sobre la tierra. La energía salió disparada de Lena en todas direcciones, arrasando con las hojas caídas y haciendo que los árboles se inclinaran ante su fuerza.

Lena sintió que algo dentro de ella se liberaba, un poder que siempre había estado allí, pero que nunca había reconocido.

Era como si una barrera se hubiera roto, permitiéndole acceder a una parte de sí misma que había estado oculta todo este tiempo.

Cuando la luz finalmente se desvaneció, Lena cayó de rodillas, jadeando por el esfuerzo. El claro estaba en silencio, como si el mismo bosque estuviera en estado de shock.

El viento había cesado, y no se escuchaba ni un solo sonido, ni siquiera el canto de los pájaros. Lena se quedó allí, temblando, tratando de entender lo que acababa de suceder.

—¿Qué... qué fue eso? —susurró para sí misma, su voz temblorosa.

No había nadie allí para responderle, pero Lena supo en su corazón que algo había cambiado.

El poder que había sentido no era normal, no era algo que una persona común debería experimentar. Y sin embargo, lo había sentido, lo había liberado.

¿Pero por qué? ¿Qué era lo que había desencadenado esa explosión de energía?

Con dificultad, Lena se levantó, sus piernas temblorosas por la experiencia. El claro a su alrededor parecía intacto, aunque el aire estaba cargado de una electricidad residual.

Se sentía diferente, como si una parte de ella hubiera despertado, una parte que no sabía que existía.

Miró a su alrededor, esperando que alguien hubiera presenciado lo que acababa de ocurrir, pero el parque estaba tan desierto como cuando llegó.

Nadie más había visto la explosión de luz, nadie más había sentido la energía que ella había liberado. Lena se abrazó a sí misma, sintiendo un frío que no era causado por el clima.

Algo estaba mal, algo dentro de ella había cambiado, y no sabía si era para bien o para mal.

Con pasos vacilantes, Lena salió del claro y se dirigió a casa. Mientras caminaba, intentaba ordenar sus pensamientos, pero la experiencia la había dejado demasiado aturdida para pensar con claridad.

¿Qué haría ahora? No podía simplemente ignorar lo que había pasado, pero tampoco sabía a quién acudir para obtener respuestas.

Cuando finalmente llegó a casa, el sol ya comenzaba a ponerse, y las luces cálidas de la casa la recibieron con un alivio inesperado.

Al entrar, fue recibida por su madre, que estaba ocupada preparando la cena en la cocina.

—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó su madre sin levantar la vista de la estufa.

Lena se quedó en silencio por un momento, debatiéndose entre contarle la verdad o simplemente decir que todo estaba bien. Finalmente, optó por lo segundo.

—Estuvo bien —respondió, aunque su voz sonó vacía incluso para sus propios oídos.

Su madre le dirigió una breve mirada, notando el cansancio en sus ojos, pero decidió no presionar.

Sabía que su hija era reservada y no quería forzarla a hablar, pero ella sabía exactamente lo que habia pasado.

—Bueno, la cena estará lista en unos minutos. ¿Por qué no te relajas un poco mientras termino aquí.

Capítulo 2: La Verdad Revelada

—Bueno, la cena estará lista en unos minutos. ¿Por qué no te relajas un poco mientras termino aquí.

Lena asintió a la sugerencia de su madre, aunque las palabras se sentían extrañas en sus labios.

 La cena estaba por comenzar, y su mente era un torbellino de pensamientos confusos y emociones encontradas.

Subió lentamente las escaleras hasta su habitación, donde el silencio solo amplificaba la inquietud que la había acompañado durante todo el día.

Intentó relajarse, pero la explosión de energía que había experimentado en el parque seguía viva en su memoria, como un recordatorio persistente de que algo en su vida había cambiado para siempre.

El aire en la habitación se sentía denso, casi sofocante, como si todo el peso de las revelaciones que estaban por llegar estuviera apretándose contra su pecho.

Lena se dejó caer en la cama, cerrando los ojos con fuerza, esperando que el simple acto de no ver pudiera detener la marea creciente de ansiedad que la inundaba.

La verdad era que ya no podía ignorar lo que había pasado. Sabía que algo dentro de ella había despertado, algo que iba más allá de la comprensión de una joven de veintiún años que, hasta ese momento, había creído ser una persona completamente ordinaria.

Pero ¿cómo podía explicarle a alguien lo que había sentido?

Esa energía, la luz, la sensación de un poder desbordante...

Nada de eso tenía sentido en el mundo que ella conocía.El sonido de la puerta abriéndose interrumpió sus pensamientos. Su madre apareció en el umbral, sonriendo suavemente, aunque sus ojos reflejaban una preocupación que Lena no pudo evitar notar.

—Lena, cariño, tu padre y yo queremos hablar contigo después de la cena —dijo su madre con una voz suave pero firme.

Lena sintió que su estómago se retorcía de nuevo. Algo en la forma en que su madre lo dijo le hizo entender que esto no era una conversación cualquiera.

Asintió lentamente, sin saber qué esperar, pero con la certeza de que lo que fuera que estuvieran a punto de decirle cambiaría su vida aún más de lo que ya había cambiado ese día.

La cena transcurrió en un silencio tenso. Lena apenas tocó su comida, su mente estaba demasiado ocupada tratando de anticipar lo que estaba por venir.

Sus padres intercambiaron miradas preocupadas a lo largo de la comida, pero ninguno de los dos dijo una palabra, lo que solo aumentó la sensación de inquietud en Lena.

Finalmente, cuando terminaron de comer, su madre se levantó de la mesa y comenzó a recoger los platos, pero su padre la detuvo con una mano suave en su brazo.

—Vamos a la sala —dijo él, dirigiendo su atención a Lena.

Lena se levantó de la mesa lentamente, sintiendo que cada paso hacia la sala de estar la acercaba a algo inevitable. Sus padres se sentaron en el sofá, y su padre le indicó que se sentara en el sillón frente a ellos.

La atmósfera estaba cargada de una tensión que casi podía tocarse, y Lena se dio cuenta de que sus manos estaban sudorosas por la ansiedad.

Su padre, un hombre de mirada firme y expresión solemne, fue el primero en hablar.

—Lena, hay algo que hemos estado esperando decirte desde hace mucho tiempo.

Algo que no podíamos revelarte hasta que estuvieras lista. Pero ahora, después de lo que sucedió hoy...

—Hizo una pausa, como si buscara las palabras correctas—. Ahora es el momento.

Lena sintió que el corazón se le aceleraba en el pecho. Estaba segura de que lo que estaban a punto de decirle tenía que ver con lo que había experimentado en el parque, pero no estaba preparada para escuchar algo que alterara aún más su ya frágil sentido de la realidad.

Su madre tomó la mano de su padre, entrelazando los dedos con los de él, antes de mirar a Lena con una expresión de profunda preocupación.

—Cariño, lo que te vamos a decir va a ser difícil de entender al principio, pero queremos que sepas que siempre hemos tenido tus mejores intereses en mente.

Solo queríamos protegerte... protegerte de lo que significaba realmente ser quien eres.

Lena se sintió mareada, como si el suelo bajo ella estuviera a punto de desaparecer. Las palabras de su madre resonaban en su mente, pero no lograban formar un significado coherente.

—¿De qué están hablando? —preguntó finalmente, su voz quebrada por la confusión.

Su padre tomó una respiración profunda, y sus ojos reflejaron una seriedad que Lena no había visto antes.

—Lena, nosotros no somos como las demás familias. Y tú...

tú no eres una joven común y corriente. Pertenece a algo mucho más grande, a una comunidad que ha existido desde hace siglos, oculta a la vista de los demás.

Lena parpadeó, tratando de comprender lo que estaba diciendo.

—¿Qué...? ¿Qué quieres decir con eso?—

Somos parte de una manada —continuó su padre—. Una manada de hombres y mujeres que tienen la capacidad de transformarse en lobos.

Somos licántropos, Lena. Y tú, como nuestra hija, también lo eres.

El mundo de Lena se tambaleó con esas palabras. Licántropos. Lobos. Todo sonaba como algo salido de un cuento de hadas o una película de terror. Y, sin embargo, la mirada en los ojos de su padre le decía que esto no era una broma.

—No puede ser —murmuró, negando con la cabeza—. Eso es... imposible.

Su madre se inclinó hacia adelante, su expresión suplicante.

—Sé que esto es difícil de aceptar, Lena, pero es la verdad. Hemos mantenido esto en secreto para protegerte, para darte una infancia normal, lejos de los peligros que nuestra gente enfrenta.

Pero ahora, tu poder se ha manifestado, y ya no podemos mantenerte al margen.

Lena sintió que su respiración se volvía irregular. Su mente se negó a procesar lo que le estaban diciendo. Licántropos. Manadas.

Todo esto era demasiado, demasiado irreal.

—No... no puedo ser uno de ustedes —dijo, su voz temblando mientras se levantaba del sillón, retrocediendo unos pasos—.

Esto no es real, no puede ser real.Su padre se levantó también, acercándose a ella con una calma que solo empeoró la confusión de Lena.

—Lena, sé que es difícil, pero debes entender que esto es parte de lo que eres. Lo que sentiste hoy, esa explosión de energía, fue tu naturaleza despertando.

No puedes huir de lo que eres.Lena dio un paso hacia atrás, sintiendo que las paredes de la sala se cerraban sobre ella.

—¡No quiero ser esto! —gritó, su voz llena de desesperación—.

No quiero tener nada que ver con esta locura.

Su madre se levantó también, con lágrimas en los ojos.

—Lena, escúchame, por favor. No puedes cambiar lo que eres, pero puedes aprender a controlarlo, a vivir con ello.

Hemos estado esperando este momento para ayudarte, para guiarte.

Pero Lena no quería escuchar. Todo lo que quería era salir corriendo, escapar de la pesadilla en la que su vida se había convertido en cuestión de minutos.

—No... no puedo —murmuró, sintiendo que las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos—.

No puedo aceptar esto. No soy una de ustedes, no quiero serlo.

Su padre la miró con tristeza, pero su voz fue firme cuando habló de nuevo.

—Lena, tu destino está escrito. No puedes cambiarlo. Lo que sucedió hoy fue solo el comienzo.

Hay cosas que están por venir, cosas que no puedes evitar. Tienes que aceptar quién eres, por difícil que sea.

—¡No! —Lena dio un paso atrás, sintiendo que su mundo se desmoronaba a su alrededor—.

No puedo... no puedo hacerlo.Se giró y salió corriendo de la sala, subiendo las escaleras lo más rápido que pudo.

No podía soportar estar en la misma habitación que ellos, no después de lo que le habían dicho.

Sentía como si su mundo hubiera sido arrancado de raíz, y todo lo que había creído saber se desvanecía como humo.

Se encerró en su habitación, apoyándose contra la puerta mientras las lágrimas corrían por su rostro.

Su respiración era entrecortada, y el dolor en su pecho era casi insoportable.

¿Cómo podían haberle ocultado algo así? ¿Cómo podían esperar que simplemente aceptara que era... un monstruo?

Las imágenes del día volvían a su mente en un torbellino: la explosión de energía en el parque, la confesión de sus padres, las palabras de su padre resonando en su mente.

"Tu destino está escrito." Pero Lena no quería aceptar ese destino, no quería ser parte de un mundo que no entendía y que la aterrorizaba.

Se dejó caer en la cama, enterrando el rostro en la almohada mientras las lágrimas continuaban fluyendo. Todo lo que quería era despertar de esa pesadilla, regresar a una vida en la que las cosas eran simples y normales. Pero sabía, en el fondo de su corazón, que nada volvería a ser igual.

Lena pasó las siguientes horas de esa noche en un estado de confusión y desesperación, sintiendo que su mundo se desmoronaba a su alrededor.

Las palabras de sus padres la atormentaban, y la sensación de que todo lo que había conocido hasta ese momento había sido una total mentira.

Capítulo 3: El Encuentro con el Alfa

Los días siguientes a la revelación de sus padres pasaron en una especie de niebla para Lena.

Cada mañana se despertaba con la esperanza de que todo lo que había sucedido hubiera sido solo un sueño, solo para recordar con una mezcla de horror y resignación que era su nueva realidad.

Había descubierto algo dentro de ella, algo que la aterraba y la fascinaba en igual medida. Desde ese fatídico día, Lena comenzó a notar cosas que antes le habían pasado desapercibidas.

Al principio, fueron los olores. Caminando por la calle, el aroma del pan recién horneado de la panadería de la esquina era tan fuerte que casi podía saborear el crujiente de la corteza en su boca.

Podía distinguir la mezcla exacta de especias en un restaurante con una sola inhalación, o identificar la fragancia de una flor a metros de distancia. Pero no únicamente era la intensidad; también estaba la complejidad.

Cada persona tenía un olor único, y Lena descubrió que podía decir mucho de alguien solo por cómo olían.

¿Era eso lo que sus padres habían mencionado? ¿Parte de lo que significaba ser un licántropo? Luego estaba la energía. Era algo más difícil de describir, pero Lena sentía una especie de vibración en el aire cuando estaba cerca de otras personas, como si cada individuo tuviera una frecuencia propia, una huella de energía que ahora ella podía percibir.

A veces, la energía era tranquila y relajante, como el calor del sol en una tarde de verano; otras, era inquietante y caótica, y Lena se sentía casi abrumada por ella.

Eran cambios sutiles, pero innegables, que la hacían sentirse más extraña y desconectada de su vida anterior. Intentaba actuar con normalidad en la universidad, interactuando con sus compañeros y profesores como siempre, pero el mundo a su alrededor había cambiado, y ella no sabía cómo encajar en él.

Sus amigos notaron su distancia, pero Lena se encontró incapaz de explicar lo que estaba pasando.

¿Cómo podía decirles que ahora podía oler el miedo en una persona o sentir la tristeza como un nudo en el aire?

Sin embargo, había algo más que comenzó a notar, algo que la llenaba de un miedo más profundo: la sensación de que alguien o algo la estaba observando.

Era una presencia de algo que desconocía, una energía poderosa y dominante que parecía seguirla a todas partes.

La primera vez que lo sintió fue unos días después de la revelación de sus padres.

Estaba caminando de regreso a casa, y de repente se detuvo, sus sentidos en alerta máxima. Era como si una sombra la estuviera acechando, aunque cuando se giró, no había nada allí.

Pero la sensación persistía, como una presión constante en su mente.

Esa noche, Lena apenas pudo dormir. Cada crujido de la casa, cada susurro del viento fuera de su ventana, la hacía saltar. Y entonces, en medio de la noche, tuvo un sueño.

 No, un sueño: era una visión. Estaba en un bosque oscuro, la luna llena brillando débilmente a través de las copas de los árboles.

Caminaba descalza sobre la tierra húmeda, y podía sentir el frío del suelo en sus pies.

No sabía hacia dónde se dirigía, pero sentía una fuerza tirando de ella, un impulso que no podía ignorar.

De repente, un fuerte aullido resonó a la distancia, un sonido que resonó en su alma. Y entonces lo vio: un lobo enorme, de pelaje oscuro como la noche, con ojos brillantes que la observaban desde las sombras.

Había algo en esos ojos que la paralizó algo familiar, era aterrador, pero al mismo tiempo su mirada la calmaba.

 Lena quería correr, pero su cuerpo no respondía. El lobo se acercó lentamente, y a medida que lo hacía, Lena sintió un tirón en su corazón, como si estuviera conectada a esa criatura de alguna manera.

Justo cuando el lobo estaba a punto de alcanzarla, Lena se despertó, su corazón latiendo con fuerza y el cuerpo cubierto de sudor frío.

Después de ese sueño, la presencia se hizo más fuerte. Lena sabía que alguien la estaba buscando, y aunque no entendía por qué, una parte de ella estaba aterrorizada por la inevitable confrontación.

Era una tarde de otoño, y Lena decidió tomar un desvío por el bosque de regreso a casa.

El bosque siempre había sido su refugio, un lugar donde podía perderse en la tranquilidad de la naturaleza y olvidar por un momento la caótica realidad de su vida en ese momento.

Pero hoy, el bosque no ofrecía la misma paz. Mientras caminaba, los olores y energías se intensificaron, haciéndola sentir abrumada.

Cada hoja que crujía bajo sus pies, cada soplo de viento entre los árboles, todo parecía amplificado, como si el mundo estuviera tratando de comunicarle algo.

De repente, se detuvo en seco. Allí estaba de nuevo, esa presencia, más cerca que nunca. Lena se giró lentamente, y su corazón casi se detuvo cuando lo vio.

A unos metros de distancia, de pie entre los árboles, estaba un hombre. Alto, de complexión fuerte y musculosa, con el cabello oscuro que caía desordenadamente sobre su frente y ojos penetrantes que la observaban con una intensidad que la dejó sin aliento.

Había algo en él que irradiaba poder, una energía que llenaba el espacio entre ellos y que Lena sintió casi tangible. Su respiración se aceleró, y sin entender por qué, un solo pensamiento cruzó su mente: peligro.

El hombre dio un paso hacia ella, y Lena retrocedió instintivamente.

—No temas —dijo él, su voz profunda resonando en el aire, tan suave como el susurro del viento pero tan firme como una orden.

Lena sintió que algo dentro de ella reaccionaba a esa voz, un tirón en su interior que la hizo temblar.

—¿Quién eres? —preguntó, su voz apenas un susurro.

El hombre la miró por un momento, como si estuviera debatiendo cuánto decirle. Finalmente, dio otro paso hacia ella.

—Soy Aidan —dijo simplemente. Su nombre resonó en la mente de Lena, aunque no tenía idea del por qué.

 Había algo en él, algo en la forma en que su presencia la afectaba, que le decía que este no era un encuentro cualquiera.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó Lena, aunque una parte de ella ya sabía la respuesta.

Aidan la miró con una intensidad que hizo que su corazón latiera con fuerza.

—No es lo que yo quiero —respondió—.

Es lo que tú eres, lo que siempre has sido. Lena, somos iguales.

Lena frunció el ceño, sin comprender.

—¿Iguales? ¿De qué estás hablando?

Ayudan dio un paso más hacia ella, hasta que solo unos pocos metros los separaban.

Lena podía sentir su calor, su energía envolviéndola.

—Licántropos —dijo él suavemente, observando su reacción—.

Al igual que tú, soy un licántropo. Pero no soy cualquier licántropo. Soy el alfa de mi manada.

Lena sintió un escalofrío recorrer su espalda. El alfa de su manada.

 Su mente se llenó de las historias que sus padres le habían contado cuando era pequeña, sobre la jerarquía de las manadas, sobre los alfas y su poder. Y entonces lo entendió.

La presencia que había sentido, la energía que la había estado siguiendo... todo tenía sentido ahora.

Él la había estado buscando.

—¿Por qué yo? —preguntó finalmente, su voz apenas un murmullo.

Aidan la miró con una mezcla de ternura y seriedad.

—Porque eres mi Luna —dijo, y Lena sintió que el suelo se movía bajo sus pies.

—¿Tu qué?—Mi Luna —repitió él—. Cada alfa tiene una Luna destinada, una pareja que está predestinada a estar con él.

Alguien que comparte su poder, su vida, su alma. Y tú, Lena, eres mi Luna.

El mundo de Lena se derrumbó una vez más. Luna, Destino, Pareja. Todo lo que Aidan estaba diciendo sonaba como algo salido de un cuento de hadas retorcido, y, sin embargo, la forma en que la miraba, la manera en que su presencia la afectaba, todo tenía sentido en un nivel que Lena no quería admitir.

—No... esto no puede ser cierto —murmuró, negando con la cabeza—.

Yo no soy nadie. No quiero ser parte de esto.

Aidan dio un paso más, y Lena sintió que el aire a su alrededor se comprimía.

—Lo sé, Lena —dijo con suavidad—. Sé que esto es abrumador. Pero no puedes huir de lo que eres, de lo que somos.

El vínculo entre un alfa y su Luna es sagrado, algo que no se puede romper. Lo que sientes ahora, esa atracción, ese tirón... es real. Es nuestra conexión.

Lena sintió que las lágrimas comenzaban a llenarle los ojos. No quería esto. No quería ser arrastrada a un mundo que no entendía, a una vida que no había elegido.

—No sé qué hacer —susurró, su voz quebrándose.

Aidan extendió una mano hacia ella, pero se detuvo a medio camino, como si temiera asustarla.

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