Autor: Oronguin-sensei
Titulo: Más Allá del Horizonte
Capítulo 1: El Encuentro Inesperado
Ana siempre había sido de las personas que preferían enfrentar sus problemas sola. Desde que se mudó a la ciudad, se mantuvo en un círculo pequeño de amigos y familiares. Sin embargo, lo que había comenzado como un intento de reconfigurar su vida tras una dura ruptura se había convertido en un laberinto de soledad y angustia.
La mañana era gris y la lluvia caía en cortinas delgadas desde el cielo nublado. Ana se encontraba en una cafetería cercana a su apartamento, el vapor de su café envolvía sus pensamientos en una niebla etérea. Era un lunes, y ella había decidido enfrentar uno de los mayores desafíos de su vida: pedir ayuda a Sergio, el ex cuñado que no había visto desde la separación de su hermana.
Sergio, un hombre de presencia imponente, había sido siempre el pilar de la familia en los días felices. Pero después de la ruptura, se había convertido en una figura ausente, casi fantasmal en la vida de Ana. Ahora, con la situación económica en picada y sin un rumbo claro, se vio obligada a recurrir a él.
Ana tomó un sorbo de su café y se preparó mentalmente para lo que se avecinaba. Su plan era simple: pedirle un pequeño favor financiero para cubrir unas deudas urgentes. Lo último que deseaba era involucrar a Sergio en su vida personal, pero la desesperación a veces lleva a tomar decisiones difíciles.
A las 11 en punto, Ana se encontró frente a la oficina de Sergio, un moderno edificio de cristal en el centro de la ciudad. La recepción era elegante y el personal profesional. Ana se identificó como la hermana de la exesposa de Sergio y, tras unos momentos de nerviosa espera, una asistente la condujo hasta la oficina.
La puerta se abrió y allí estaba él, tras un gran escritorio de caoba, con una mirada que todavía conservaba algo del encanto que solía tener. Sergio se levantó al verla, su expresión era una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—Ana, qué sorpresa —dijo, intentando ocultar el desconcierto en su voz—. No esperaba verte. ¿Qué te trae por aquí?
Ana forzó una sonrisa, tratando de mantener la calma. —Hola, Sergio. Siento mucho molestarte. No quería ser una carga, pero necesito tu ayuda con algo muy importante.
Sergio asintió, invitándola a tomar asiento. Ella se acomodó en la silla frente a él, sintiendo el peso de cada segundo que pasaba.
—Cuéntame, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó él, su tono era profesional, pero había un matiz de intriga en sus ojos.
Ana respiró hondo antes de hablar. —He tenido algunos problemas financieros recientemente y, bueno, me gustaría pedirte un préstamo para cubrir unas deudas urgentes. Prometo que te devolveré el dinero en cuanto me estabilice.
Sergio la miró fijamente, sus ojos eran intensos y analizaban cada palabra que decía. Ana sintió una oleada de nerviosismo y temor. El silencio que siguió a su petición parecía interminable.
—Entiendo —dijo finalmente Sergio, rompiendo el silencio—. Pero antes de hacer cualquier cosa, me gustaría saber más sobre tu situación actual. ¿Estás en algún tipo de problema grave?
Ana vaciló por un momento, dudando si debería revelar toda la verdad. Pero la urgencia de la situación la empujó a ser honesta.
—Sí, en realidad estoy atravesando un momento muy difícil. Mi situación laboral no es estable, y tengo varias deudas que no puedo manejar sola. Solo necesito un poco de ayuda para salir del apuro.
Sergio asintió lentamente, su expresión se tornó más seria. —De acuerdo. Pero antes de que tomemos una decisión, necesito asegurarme de que entiendas bien las implicaciones de aceptar un préstamo de esta magnitud. Hay ciertos requisitos y compromisos que tendrás que cumplir.
Ana se sintió aliviada al menos de que parecía dispuesto a ayudar, aunque no estaba del todo segura de cuáles serían esos requisitos. —Lo entiendo, Sergio. Estoy dispuesta a cumplir con cualquier condición que sea necesaria.
Sergio se levantó de su silla y se acercó a una ventana grande con vista a la ciudad. El cielo gris reflejaba la atmósfera tensa de la conversación. —Bien, hablemos de los detalles. Pero antes, quiero que sepas que mi intención es ayudarte, no hacerte daño. Sin embargo, debemos asegurarnos de que todo esté claro desde el principio.
Ana asintió, sintiendo una mezcla de alivio y aprensión. El hecho de que Sergio estuviera dispuesto a discutir los detalles era un paso positivo, pero también había una inquietud en el aire que no podía ignorar.
La conversación continuó durante la siguiente hora, detallando cada aspecto del acuerdo y clarificando los términos. Aunque Sergio parecía genuinamente dispuesto a ayudar, Ana no podía evitar una sensación de inquietud. ¿Qué motivos podría tener para involucrarse tan profundamente en su vida?
Con el final de la reunión, Sergio se levantó y le extendió la mano. —Nos veremos pronto para finalizar los detalles. Mientras tanto, si tienes alguna pregunta, no dudes en llamarme.
Ana aceptó su mano, agradecida pero cautelosa. —Gracias, Sergio. Lo aprecio mucho.
Capítulo 2: La Propuesta de Sergio
La tarde se arrastraba con lentitud mientras Ana regresaba a su apartamento. La lluvia había cesado, dejando las calles mojadas y resbaladizas. A pesar del breve respiro, la presión en su pecho no disminuía.
La conversación con Sergio había sido extensa y detallada, pero algo en la forma en que él había manejado la situación la inquietaba. No podía sacudirse la sensación de que había algo más detrás de su amabilidad.
Cuando Ana llegó a casa, se dirigió directamente a su pequeño salón.
El apartamento, aunque acogedor, parecía más sombrío de lo habitual. Las paredes desnudas y el mobiliario simple solo acentuaban su soledad. Dejó caer su bolso en la mesa y se dejó caer en el sofá, sintiendo el peso de la angustia acumulada.
Su teléfono sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Era un mensaje de Sergio. Lo abrió con nerviosismo.
“Ana, me gustaría que nos reuniéramos nuevamente mañana. Hay algunos detalles adicionales que debemos discutir antes de formalizar el préstamo. Por favor, confírmame si te viene bien. Saludos, Sergio.”
Ana se quedó mirando el mensaje, mordiéndose el labio inferior. No esperaba una segunda reunión tan pronto, pero entendía que era necesario aclarar todos los detalles. Respondió afirmativamente, dándole a Sergio la confirmación que necesitaba.
Esa noche, Ana no pudo dormir bien. La preocupación la mantenía despierta, y cada vez que cerraba los ojos, su mente se llenaba de preguntas sobre los términos del préstamo y lo que realmente implicaría involucrarse con Sergio.
Al día siguiente, la mañana se presentó despejada y soleada, un contraste agradable con el día anterior. Ana se preparó con esmero para la reunión. Quería dar una buena impresión y demostrar que estaba seria acerca del acuerdo. Se vistió con un conjunto sencillo pero profesional, y se dirigió de nuevo al edificio de oficinas de Sergio.
Llegó con tiempo de sobra, así que se sentó en la recepción, esperando. Cuando la asistente la condujo a la oficina de Sergio, Ana sintió una mezcla de nervios y determinación. La oficina estaba en el mismo estado que la vez anterior, pero el ambiente parecía diferente, más cargado de expectativa.
Sergio la recibió con una sonrisa cálida, pero su expresión era más seria que la última vez. —Ana, gracias por venir. Por favor, siéntate.
Ana se acomodó en la silla frente a su escritorio. Sergio se sentó detrás del mismo y comenzó a revisar unos papeles frente a él.
—He estado revisando tu solicitud y, como te mencioné ayer, hay ciertos detalles que debemos discutir antes de proceder —dijo Sergio, levantando la vista—. Pero antes, quiero que sepas que mi intención es ayudarte. Sin embargo, el préstamo no es algo que pueda ofrecer sin ciertas garantías.
Ana asintió, su corazón latía con fuerza. —Lo entiendo. ¿Cuáles son las garantías que necesitas?
Sergio sacó un contrato del cajón de su escritorio y lo colocó sobre la mesa. —Este contrato detalla las condiciones del préstamo. Necesitarás firmarlo para formalizar el acuerdo. Pero antes de que lo hagas, quiero aclarar algunos puntos.
Ana tomó el contrato con manos temblorosas y lo revisó rápidamente.
Las palabras legales y los términos financieros se entremezclaban, y aunque entendía lo básico, había detalles que no comprendía del todo. Sergio empezó a explicar cada cláusula con paciencia.
—Primero, el préstamo tendrá una tasa de interés que es estándar para este tipo de acuerdos. La cantidad que necesitas debe ser pagada en un plazo de seis meses. Además, necesitarás proporcionar un aval para garantizar el préstamo.
Ana frunció el ceño, tratando de comprender. —¿Un aval? ¿Qué tipo de aval necesitas?
Sergio se inclinó hacia adelante, sus ojos reflejaban una intensidad que hizo que Ana se sintiera incómoda. —Un aval puede ser cualquier bien de valor que puedas ofrecer como garantía. En este caso, dado el monto del préstamo, lo ideal sería algo significativo.
Ana se sintió abrumada. —No tengo muchos bienes valiosos. Mi apartamento es modesto y no tengo propiedades. ¿Hay alguna otra forma de aval?
Sergio se quedó en silencio por un momento, meditando la situación. —Podemos considerar otras opciones, pero es fundamental que el aval sea suficiente para cubrir el préstamo en caso de impago. Además, el contrato también estipula que, si llegara a haber retrasos en el pago, se aplicarán penalidades.
El ambiente en la oficina se volvió tenso. Ana sabía que estaba en una situación difícil, pero no podía permitirse rechazar la oferta. —Haré todo lo posible para cumplir con los términos. Solo necesito este préstamo para salir del apuro y estabilizarme.
Sergio asintió, pero su expresión no se suavizó del todo. —Entiendo. Si estás dispuesta a aceptar estas condiciones, podemos seguir adelante. Sin embargo, quiero que consideres muy bien el compromiso que estás asumiendo.
Ana respiró hondo, asumiendo que no tenía muchas alternativas. —Estoy dispuesta a hacerlo. Quiero salir de este problema.
Sergio le entregó un bolígrafo y le indicó el lugar donde debía firmar. Ana tomó el bolígrafo con manos temblorosas y firmó el contrato. Mientras lo hacía, una sensación de desasosiego se apoderó de ella, como si estuviera cruzando una línea invisible hacia un territorio desconocido.
Sergio revisó las firmas y guardó el contrato en su escritorio. —Perfecto. Ahora, hagamos una copia del contrato para ambos y haremos los arreglos necesarios para el préstamo.
Ana se levantó, sintiéndose aliviada pero también inquieta. Sergio la acompañó hasta la salida de su oficina, y mientras ella se alejaba, no podía sacudirse la sensación de que algo más estaba en juego.
El resto del día se pasó en un torbellino de pensamientos. Ana no podía dejar de pensar en las implicaciones de su decisión y en lo que Sergio podría esperar a cambio de su ayuda. Aunque la promesa de asistencia financiera era un alivio, el precio que tendría que pagar se sentía cada vez más incierto.
Cuando Ana llegó a su apartamento esa noche, se sentó en el sofá, exhausta
Capítulo 3: Nuevas Reglas del Juego
El día siguiente, Ana se despertó con la sensación de estar arrastrada por una corriente que no podía controlar. El contrato firmado con Sergio pesaba en su mente como una losa. Aunque su situación económica había mejorado al menos temporalmente con la promesa del préstamo, la sombra de la incertidumbre seguía presente.
Decidió empezar el día con una caminata para despejar su mente. El aire fresco de la mañana y el bullicio de la ciudad la ayudaron a despejarse, aunque no podía dejar de pensar en las condiciones del préstamo. A lo largo de la caminata, su mente volvía una y otra vez a los detalles de la reunión con Sergio y a la posibilidad de que hubiera más en juego de lo que había percibido.
Al regresar a casa, encontró un mensaje de texto de Sergio, pidiéndole que pasara por la oficina para recoger una copia del contrato y discutir algunos detalles adicionales sobre el préstamo. Aunque Ana estaba ansiosa, sabía que era importante cumplir con lo que él solicitaba.
Llegó a la oficina de Sergio a la hora acordada, y la recepcionista la condujo nuevamente a la misma oficina. Sergio estaba sentado en su escritorio, revisando algunos documentos. Al verla, levantó la vista y esbozó una sonrisa profesional, aunque Ana percibió un atisbo de algo más en su expresión.
—Hola, Ana. Gracias por venir. —Sergio se levantó y le extendió un sobre—. Aquí tienes una copia del contrato. Quiero que la revises cuidadosamente antes de que hagamos el primer desembolso del préstamo.
Ana tomó el sobre con cuidado y lo abrió. Dentro encontró una copia del contrato y una hoja adicional con lo que parecía ser una lista de términos revisados y nuevas condiciones. Mientras leía, Sergio se acercó y se apoyó en el borde de su escritorio, observándola con interés.
—He añadido algunos detalles adicionales —explicó Sergio—. Como mencioné anteriormente, es crucial que todo esté claro desde el principio. Quiero asegurarme de que no haya malentendidos.
Ana levantó la vista, sintiendo un nudo en el estómago. —¿Qué son estos términos adicionales?
Sergio se acomodó en su silla, su tono se volvió más formal. —Bueno, dado que el préstamo es significativo, he incluido una cláusula de revisión. Esto significa que cada mes revisaremos tu situación financiera para asegurarnos de que estás en camino de cumplir con el acuerdo. Además, si en algún momento surgen dificultades, deberás notificarme de inmediato para discutir posibles ajustes.
Ana asintió, aunque no podía evitar sentir que la cláusula de revisión era una carga adicional. —Entiendo. ¿Hay algo más que deba saber?
Sergio pareció considerar la pregunta antes de responder. —También he añadido una condición sobre las penalidades en caso de retraso en los pagos. Es importante que comprendas las consecuencias de no cumplir con el acuerdo. Los intereses adicionales pueden acumularse rápidamente si no se hace el pago a tiempo.
Ana sintió una oleada de preocupación. —Haré todo lo posible para cumplir con los pagos, pero ¿qué pasa si enfrento algún problema inesperado?
Sergio la miró fijamente, y su expresión se suavizó ligeramente. —Entiendo que las cosas pueden ser impredecibles. Si enfrentas dificultades, podemos discutir posibles soluciones. Pero es esencial que mantengas una comunicación abierta. El objetivo es que logres superar esta situación, no que te hundas aún más en problemas.
Ana se sintió un poco aliviada por su comprensión, aunque la sensación de estar bajo vigilancia constante la inquietaba. —Lo tendré en cuenta. Gracias por ser tan claro sobre las condiciones.
Sergio asintió y luego cambió de tema. —Hablando de otra cosa, me gustaría conocerte mejor. El préstamo es solo una parte de esta situación. A veces, es útil entender el contexto completo para ofrecer la mejor ayuda posible.
Ana lo miró, sorprendida por la sugerencia. —¿Qué quieres decir con eso?
Sergio sonrió, pero su mirada tenía un matiz de curiosidad. —Solo me refiero a que, si vamos a trabajar juntos en esto, es importante tener una buena relación. No quiero que sientas que estás sola en esto. Cuéntame un poco más sobre ti, sobre cómo llegaste a este punto.
Ana se sorprendió por la propuesta. Aunque normalmente no compartiría detalles personales con alguien con quien estaba teniendo una transacción financiera, decidió que era mejor mantener una relación abierta y transparente. Comenzó a hablarle sobre su situación actual, su carrera y las dificultades que había enfrentado desde la ruptura con su hermana.
Sergio escuchaba atentamente, asintiendo de vez en cuando. Cuando Ana terminó, él la miró con una expresión más relajada. —Gracias por compartir eso conmigo. Entiendo que no es fácil hablar de estos temas, pero es importante que tengamos una buena comunicación.
La conversación se alargó durante unos minutos más, y Ana descubrió que, aunque Sergio seguía siendo profesional, había un lado humano en él que no había notado antes. Sin embargo, la sensación de que había más detrás de su amabilidad persistía. No podía evitar preguntarse qué motivos podría tener para ser tan meticuloso con las condiciones del préstamo.
Finalmente, se despidió de Sergio, llevando consigo el contrato revisado y una serie de preguntas sin respuesta. Al salir de la oficina, la brisa fresca de la tarde la recibió, pero el nudo en su estómago no desapareció.
Regresó a su apartamento y comenzó a estudiar cuidadosamente la copia del contrato. Cada cláusula, cada condición parecía tener un peso específico que añadía una capa adicional a la situación ya complicada en la que se encontraba.
Mientras repasaba los términos, Ana no pudo evitar preguntarse qué vendría a continuación. ¿Estaba realmente en manos de alguien que quería ayudarla, o había algo más en juego? La sensación de estar en una cuerda floja seguía presente, y el camino por delante parecía cada vez más incierto.
Mientras caía la noche, Ana se recostó en el sofá, mirando el contrato con un sentimiento de creciente inquietud.
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