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ANÓMALOS

Capítulo 1: El despertar

¡Ring, ring!; ¡ring, ring!

Ese es el sonido que me acompaña cada mañana al despertar, aquel que me indica la hora de dejar el calor y la comodidad de mi cama; aquí es donde empieza mi rutina diaria: primero debía levantarme para apagar el reloj despertador, luego dirigirme a abrir las persianas de la ventana para apreciar el hermoso azul del cielo y que los rayos del sol iluminen mi habitación, pero ninguna de las dos cosas anteriores sucederían; hoy había amanecido nublado y, no podría apreciar el cielo y no sentiría el calor del sol. Habiéndome llevado tal decepción, simplemente cerré las persianas y me aleje de la ventana.

Ahora me dirigía al baño, donde me cepillaría los dientes, realizaría mis necesidades y tomaría un baño. Después de haber realizado todo lo anterior, tocaba el momento de vestirme, y mí siguiente objetivo es el armario.

Hoy tocaría llevarme unos pantalones negros, con una camisa de botones blanca, una corbata azul marino, un chaleco gris, y un abrigo por encima, este era del mismo color que el chaleco, mientras que mi calzado eran simplemente unos zapatos negros. Además, no podía faltar mi reloj de muñeca, aunque algunos lo conocen de pulsera, pero eso ya depende de la región.

El siguiente paso es el desayuno, que por lo general es simplemente un plato de cereal, pero hoy podrían ser unos huevos estrellados con un pan tostado y un café de acompañante. «Creo que lo decidiré al llegar a la cocina»

Al final me decidí por los huevos, el pan tostado y el café para el desayuno. Ahora solo me toca acomodar mi maletín y esperar la hora para partir a mi trabajo.

Mientras esperaba a que diera la hora, escuché un estruendo fuera de mi departamento, y estaba muy seguro de que lo había provocado, así que decidí acercarme una vez más a la ventana y poder observar como comenzaba a llover, siendo visibles las primeras gotas de lluvia.

—¡Genial, ahora comenzará a llover!— diciéndolo de forma sarcástica.

Ahora debía buscar el paraguas en el armario, no quería llegar empapado al trabajo, y mucho menos enfermarme.

Habiendo dado la hora, abrí la puerta de mi departamento y salí al pasillo; es un pasillo bastante simple, siendo sus paredes de un color crema y el suelo de madera clara, con varias puertas a sus lados, y todas estaban marcadas con un pequeño número en el centro.

Mi departamento se ubica en el piso más alto del edificio donde resido, teniendo un máximo de seis pisos, y teniendo que bajar y subir por las malditas escaleras todos los días; aunque no podía pedir demasiado, pues el alquiler que debo pagar esta bastante bien, aún así, siento demasiada envidia de aquellos que tienen un elevador en sus edificios, pero por ser un invención demasiado nueva, es normal que unos pocos edificios lo puedan empezar a implementar, en específico los que están siendo construidos.

Dejando mi lamento por no tener un elevador en mí edificio, y no tener suficiente dinero para mudarme a un mejor lugar; había llegado al primer piso, estando frente al vestíbulo.

En la recepción se encontraba Erika, una chica de 22 años, teniendo el pelo corto y de un color castaño, una piel de color ámbar y unos ojos marrones claros; llevando puesto su uniforme de trabajo.

Erika es una chica muy alegre y amable, pero ésas características no se apreciaban el día de hoy; teniendo una cara muy seria en estos momentos, y parece estar completamente atenta a la hoja de papel que está entre sus manos.

—Buenos días.

—Buenos días, señor Lian.— respondiendo con una pequeña sonrisa en su rostro.

Habiéndome regresado el saludo, ella simplemente volvió a centrar su atención en la hoja de papel que sostenía, pareciendo ser algo realmente importante, así que, no la molestaré más.

Habiendo dejado a Erika atrás, había llegado a la puerta del edificio. Ahora debía preparar el paraguas, pues ya llovía con más intensidad.

Tal vez el lugar donde vivía tenía un punto a favor, y eso era el transporte público, teniendo una estación del tranvía justo enfrente de mi edificio, solo teniendo que caminar unos pocos metros desde la entrada del edificio a la estación.

«Sí, este es un buen punto a favor, al menos puedo presumir de eso»

¡Titín, titín!; ¡tintín, tintín!

Saliendo de mis pensamientos por la campanilla tan característica del tranvía, la cual anunciaba su llegada a la estación.

Al llegar el tranvía a la estación, en ese momento debía prepararme para abordarlo lo más rápido posible y poder conseguir un asiento; aunque este se compusiera de cuatro vagones con dieciocho asientos cada uno, aún con ese tamaño, no era suficiente para todas las personas que lo llegan a abordar durante el día.

Y aquí estaba el momento. En el instante en que se detuviera completamente el tranvía debía entrar y buscar asientos libres, esto se convertía en una batalla contra las demás personas por esos asientos.

Y ahí me veían, abordando el tranvía y dirigiendo al primer asiento libre que captó mi visión, esto sucedió en cuestión de segundos.

Simplemente era perfecto, otro día más en que no perdía un asiento. Además, estos eran cómodos, tal vez tenga que ver con lo nuevo que es el tranvía, habiendo pasado solamente dos meses desde que fue abierto al público.

Y la campanilla volvió a sonar, avisando de la partida del tranvía a la próxima estación. Por suerte, yo simplemente debo esperar hasta la última estación que tiene esta línea, pudiendo relajarme el resto del trayecto.

Después de unos quince minutos había llegado a la última estación, ahora solo tenía que caminar tres cuadras desde la estación hasta lo que sería mi trabajo, realmente siendo de gran ayuda el tranvía, antes tardando el doble del tiempo desde mi departamento al trabajo.

Y por fin había llegado a mi destino. siendo una pastelería lo que se encontraba enfrente de mí.

Así es, este es mi trabajo, era el dueño de esta pastelería, habiendo pasado de generación en generación.

Aunque siendo sinceros, nunca fue de mi interés el heredarla; por ahora soy el dueño, pero en cuanto mi hermana cumpla la mayoría de edad, le cederé la pastelería; ella por el momento solo ayuda al pastelero a elaborar los pasteles, y yo me encargo de todas las cuentas y demás cosas legales, pero después deberá encargarse de todas esas cosas.

Habiendo entrado a la pastelería, deje mi maletín y el paraguas en la silla del mostrador para poder sacar del armario congelador los pasteles que sobraron del día anterior, pasándolos a las vitrinas expositoras, y de esta forma poder tener todo listo para abrir la pastelería.

—Muy bien, solo me falta este pastel.

Tras haber terminado de meter el último pastel en la vitrina, simplemente tome asiento y esperé a que llegarán los demás. Mi mirada se posó en el reloj que llevaba puesto en mi muñeca, el cual marcaba las 8:25 am.

«No falta mucho para que lleguen esos dos»

Tras unos minutos de estar en completo silencio, decidí encender la radio y poder escuchar las noticias.

"Y en otras noticias. El Departamento de Control de Anómalos detuvo esta mañana a un hombre de 35 años en Itzá. Debido a que presentaba altos niveles de Kuxtal, presentando una potencial amenaza."

«Ya es el segundo anómalo que se registra esta semana»

"El DCA soltó un comunicado esta tarde, en el cual se aclara la situación y la presenta como controlada por sus agentes. El sujeto será liberado esta misma noche, después de que haya recibido el tratamiento adecuado para reducir los altos niveles de Kuxtal presentes en su cuerpo."

«Parece que esté tipo no terminará como el sujeto de hace dos días»

"Ahora nos vamos a Arteri. En donde hace una hora se registro un incendio en un edificio de departamentos de cinco pisos. Las causas del incendio no se han especificado, pero podría tratarse de algún anómalo, según las palabras de algunos residentes. Por el momento, se reporta el fallecimiento de siete personas, entre ellos dos niños, mientras el saldo de heridos sigue aumentando, siendo trece las personas hasta ahora..."

—Buenos días.

Interrumpido por el saludo de una voz familiar, apagué la radio y gire mi cabeza en dirección a la puerta de la pastelería, viendo a una joven entrar al local.

—Buenos días, Lucía.

La chica de 17 años que estaba delante de mí era mi hermana Lucía; Lucía es una chica con el color de piel apiñonada, y su cabello era largo y de color negro; hoy vestía con una camisa de mangas largas de color blanco, con una falda negra que le llegaba hasta las rodillas y unas zapatillas de un color azul marino, y en su cuello se apreciaba una cadena de oro.

—Hoy es un día realmente horrendo.— dijo Lucía, mientras su mirada se posaba en el cielo nublado.

—Sí.— respondí con cierto desinterés.

—Creía que a tí te gustaban los días lluviosos.

—No es que me desagraden, simplemente no me gustan cuando tengo que venir a trabajar.

—Ya veo.

—Sí, en estos momentos desearía estar metido en mi cama, y estar leyendo algún libro de los que tengo pendientes de terminar.

Ella simplemente me observó con esos ojos grisáceos tan característicos de nuestra familia. «Si, realmente eran hermosos nuestros ojos»

—Bien, como sea, tampoco espero que lleguen muchas personas con éste día.

—Así es, yo también lo creo.

—Y el pastelero me dijo que no vendría hoy.

—¿En serio?

Respondiendo con un ligero movimiento de cabeza de arriba hacia abajo.

—Por cierto, Lucía, ¿Cómo vas con tus estudios?

—Podria decirse que voy bien. Simplemente no he dormido bien estos días, pero no es nada de lo que preocuparte.

—Solo recuerda no esforzarte más de lo debido.

—Sí.

Mi hermana siempre ha sido de las mejores estudiantes, todo gracias al esfuerzo que realiza, pero a veces siento que se esfuerza demasiado, poniendo sus estudios por encima de su salud.

Tras la pequeña charla con mi hermana, ambos nos sentamos en silencio y esperamos a que él último trabajador llegará.

«Ya casi es la hora de abrir, ¿Dónde esta ese tipo?»

—¡Buenos días compañeros!

—Buenos días.— respondió Lucía con desinterés.

—Creo que Lucía sigue enojada por lo de ayer.— lo dijo con una muy visible sonrisa en su rostro.

Y este chico es Alan, un jóven de la misma edad que Lucía, quien se encarga de atender a los clientes en el mostrador.

-Sí, ella no es de las personas que les gusta perder.

—¡Ja, ja, ja, ja!— rio con fuerza Alan.

—Me voy a la parte trasera.— dijo Lucía con una expresión en el rostro de seriedad.

Claramente mi hermana estaba enfadada. No era simplemente que haya perdido, si no que perdió contra el sujeto que se encontraba riendo en estos momentos. Lucía considera a Alan como un idiota, porque siempre se toma todo a la ligera, llegando a ser todo un juego para él.

—Alan, llegaste tarde, ¿Por qué?

—¡Ah!, perdón, es que se me olvidó poner mi alarma.

Simplemente suspiré ante su excusa. Puedo entender porque mi hermana lo ve como un completo idiota.

—Si la próxima vez vuelves a llegar tarde por algo como eso, entonces tendré que despedirte Alan.

—¡No!, no, prometo que ya no volverá a ocurrir.

—Bien.

Aunque quisiera, no puedo simplemente despedir a Alan, después de todo sus padres acogieron a mi hermana cuando nuestros padres murieron por la guerra, y cuando yo no me encontraba para poderla cuidar. Les debo mucho a su familia.

—Así que hoy vienes con camiseta y jeans.

—Sí, pero mi madre creé que me volví un adolescente rebelde. Yo simplemente me visto de esta forma porque me es muy cómoda la ropa.

Es cierto, hoy en día está muy presente en adolescentes el uso de camisetas con jeans, considerándose un acto de rebeldía por algunas personas.

—Bueno, vamos a abrir la pastelería, que ya es la hora.

Y el resto del día paso con normalidad. Mientras Alan se encargaba de vender los pasteles, Lucía por su parte tomaba los pedidos de algunos clientes, y yo revisaba que las cuentas estuvieran bien. Todo transcurrió de igual forma que los días anteriores, aunque no recibimos tantos clientes por el clima lluvioso del día de hoy.

—¡Alan, Lucía, ya es la hora de cerrar!— dije mirando el reloj en mi muñeca.

—Sí, señor.— respondió Alan.

—Yo me tengo que ir antes. Debo prepararme para el examen que tendré mañana.

—Está bien, ten cuidado de regreso a casa.

Ella solo asintió con su cabeza a mis palabras, y procedió a recoger su paraguas, dirigiéndose así a la puerta de la pastelería.

—Hasta mañana, Lucía.

Lucía simplemente dirigió su mirada a Alan por unos segundos, pero no realizó ningún otro gesto hacia él. Entonces, su mirada se centro nuevamente en la puerta de la pastelería y la abrió para proceder a salir del lugar e irse.

—Espero y mañana esté de mejor humor.— dijo Alan con una pequeña sonrisa en su rostro.

Con lo que conozco a mi hermana, lo más probable es que el día de mañana esté de mejor humor, pero eso también dependerá de lo bien que le vaya en el examen que tendrá.

—Vamos, nosotros tenemos que limpiar todo el lugar.

Después de haber limpiado todo el establecimiento, acomodamos los pasteles que sobraron en el armario congelador para al final apagar todas las luces y desconectar los aparatos eléctricos, terminando así con lo que debíamos hacer.

—Y eso sería todo. Ya te puedes ir Alan, yo me encargaré de cerrar la pastelería.

—Bien, si eso es todo, entonces me voy ya. Hasta mañana jefe.

—Sí.

Habiéndose retirado Alan del lugar, simplemente cerré la pastelería y me dirigí hacia la estación del tranvía.

«Que frío está haciendo» pensé mientras me ponía el abrigo.

Al llegar a la estación solo debía esperar a que llegará el tranvía para poder abordarlo. Para mí suerte, durante el trayecto de vuelta a mi casa no hay muchas personas que ocupen el tranvía, por lo tanto, no debo de correr para conseguir algún asiento vacío.

Durante el trayecto de regreso no sucedió nada interesante, solo siendo un recorrido tranquilo, en el que pude apreciar la ciudad de noche, como lo hice otros tantos días.

Tras unos minutos de recorrido pude ver a unos metros la estación en la que debía bajar, así que, preparé mis cosas.

—Bien, llegamos.— dije para mí mismo.

Preparándome así para descender del vagón tan pronto se abrieran las puertas, y justo en el momento que uno de mis pies piso fuera del vagón caí de rodillas para poco después quedar completamente acostado en el suelo. «¿Qué me esta sucediendo?» pensé mientras trataba de entender lo que sucedía.

El tratar de levantarme me era imposible, pues ninguna de mis extremidades respondía, era como si no estuvieran ahí, aunque las pudiera ver. Además, una sensación de cansancio me invadió de un momento a otro.

Al entrar en pánico y sin saber que hacer, intenté gritar tan fuerte como fuera posible por ayuda, pero mi voz tampoco me respondía. Ahora solo podía observar tal situación tan desesperante, rezando a los dioses para que alguien viniera a ayudarme.

Si mí situación no fuera ya desconcertante, entonces, se le sumaría mi perdida de consciencia a raíz del cansancio que estaba experimentando. Por cada minuto que pasaba me era más difícil mantenerme despierto.

Tras varios intentos de tratar de levantarme del suelo, me había dado por vencido, ya habiendo aceptado que así sería mí muerte. Solo pensaba en que me hubiera gustado despedirme de mi hermana y amigos cercanos, y me lamentaba de cosas del pasado.

Entonces, fuí sacado de mis pensamientos al escuchar pisadas acercándose. Traté de girar mi cabeza para poder ver de quien se trataba, pero como era de esperarse, me fue imposible girarla.

Y todo quedó en silencio de un momento a otro. Las pisadas se habían detenido, y no entendía que hacía la persona que se había acercado. «¿Me estará observando?» pensé, pero realmente no lo sabía, y todo volvió a empeorar, pues mi visión se empezaba a nublar. «Mierda, quedaré inconsciente en cualquier momento»

La persona que se acercó seguía sin decir nada; y aunque no pudiera ver a dicha persona, podía sentir su presencia, la sensación de ser observado era mi mayor prueba de que alguien estaba ahí; queriendo gritarle porque no hacía nada para ayudarme, pasando de estar desconcertado y atemorizado por mi situación, a estar un tanto enfadado con el sujeto. Pero eso ya no importaba, todo se oscureció de un segundo a otro, perdiendo completamente el conocimiento en cuestión de segundos.

Capítulo 2: Anómalo

Y aquí me encontraba, acostado en la cama de una habitación desconocida.

«¿Dónde estoy?» pensé mientras observaba la habitación y trataba de obtener algo de información.

En el cuarto solo se encontraba la cama en la que estaba acostado, una puerta metálica, y una pequeña bombilla en el centro de la habitación.

«¿Qué es este lugar?»

Entonces, traté de levantarme de la cama, pero cada movimiento que realizaba estaba acompañado por un dolor insoportable; tras intentarlo un par de veces más me rendí, dando por hecho que no podría moverme por ahora.

Después de unos cuantos minutos escuché pisadas acercandose a la puerta metálica, pasando solo segundos hasta que la puerta se abrió, entrando a la habitación una chica que llevaba puesto una bata de laboratorio.

Nuestras miradas se encontraron, pero ella simplemente se acercó sin decir ni una palabra, llegando a uno de mis lados tras unos cuantos pasos.

—¿Cómo se siente el paciente?— preguntó con una ligera risa en su rostro.

No sabía que pasaba, tampoco en donde me encontraba, y mucho menos sabía quien era esta chica, pero al no poder moverme libremente, respondí a sus preguntas, tratando de obtener más información.

—No puedo moverme con normalidad, porque cada vez que lo intento un fuerte dolor aparece.

Ella simplemente se acomodo los lentes, metió sus manos en los bolsillos de la bata, y procedió a salir de la habitación.

—¡ey!, ¿A dónde vas?

Y así, la chica se marchó de la habitación sin decir ninguna otra palabra.

Volviendo a pasar unos cuantos minutos, hasta que volví a escuchar unas pisadas acercandose nuevamente a la puerta metálica, entrando la misma chica de hace unos minutos, pero ahora no solo había regresado ella, si no que venía acompañada de otra persona, y siendo más específico, era un sujeto de mediana edad, quien también vestía una bata de laboratorio.

—Buenos días, señor Lian.

—Buenos días.

Tras ese pequeño saludo entre los dos, decidió acercarse más a la cama y procedió a observarme.

La chica por otra parte se había mantenido en silencio en todo momento, y con su rostro totalmente serio.

—Bien, parece que todo está bien contigo.

—¿Bien?...

Y antes de que pudiera decirle cualquier queja, empezó a explicar mi situación.

—Sí... mi asistente me informo de tú estado. Se que sufres fuertes dolores al tratar de moverte, pero es un síntoma muy común a la hora de presentar indicios del despertar. No hay nada de que preocuparse.

—¿El despertar?

Ante mí clara confusión, decidió explicarlo de otra forma.

—Bien, empecemos por lo básico. Tú estas presentando los síntomas de aquellos que están despertando, en el que sus cuerpos se están adaptando a la energía conocida como Kuxtal. Por suerte para tí, tu cuerpo se esta adaptando de excelente manera...

—Espera, ¿Estas diciéndome que me estoy convirtiéndo en un anómalo?

El sujeto pareció disgustado por unos segundos ante la palabra anómalo, pero rápidamente disfrazó su disgusto con una sonrisa claramente falsa.

—Si lo quieres ver así... sí... Te estas volviendo un anómalo.

Esto realmente era malo, pues convertirse en un anómalo es prácticamente una sentencia de muerte.

Aunque la iglesia y la sociedad dicen que son personas que hicieron pactos con demonios, y así, llegar a obtener poder, era lo que menos me preocupaba. El mayor riesgo vendría del Departamento de Control de Anómalos, pues ahora sería considerado una amenaza potencial; y si deciden que lo soy, entonces, estoy acabado. Podría terminar encerrado en alguna de sus instalaciones o hasta perder la vida.

—¡Oh no!... ¡¿Ahora qué hago?! ¡¿Estaré encerrado el resto de mi vida?!, ¡¿O voy a morir?!

Y antes de que me diera cuenta, la chica se había acercado con una jeringa en una de sus manos para después inyectarme algo en el brazo.

—¡¿Qué hiciste?!

—Nada.—mostrando una risa burlona en su rostro; esa risa es lo último que vería antes de volver a perder la consciencia.

Ahora me encontraba en un lugar en el que predominaba la oscuridad, y sin importar a que dirección viera, lo único que alcanzaba a observar era una oscuridad que parecía no tener fin.

—¡¿Hola?! ¡¿Alguien me escucha?!

Naturalmente no hubo ningún tipo de respuesta.

Trate de entender la situación en la que estaba, pero nada tenía sentido, solo formando más preguntas que respuestas en mi cabeza.

Y así, me hallaba una vez más en una situación que no lograba entender, generando preocupación en mí.

—Bien, cálmate Lian.— dije mientras me daba unas palmadas en mi cara.

Tras haberme tranquilizado, decidí sentarme por un momento y pensar mejor en un plan. Y después de haberlo pensado por un tiempo, tome la decisión de caminar en cualquier dirección. No parece ser el mejor plan del mundo, pero era lo único que se me ocurrió. Además, era mejor que simplemente quedarme inmóvil en este lugar.

Habiéndolo decidido, me levanté del suelo y escogí una dirección al azar, y así, comencé a moverme en esa dirección.

Y el tiempo transcurrió, en el que no dejé de caminar en ningún momento, pero nunca presente signos de cansancio, ni nada relacionado a eso, llevándome a pensar en algo.

«¿Será esto un sueño?»

Con esa idea en mente, y sin pensarlo dos veces, mi siguiente acción fue la de darme un pellizco en el brazo, pero mi sorpresa fue grande cuando sentí dolor.

«¿No estoy soñando?»

Tirando así a la basura la única idea razonable que podría explicar esta situación.

Y después de descubrir que realmente todo lo que estaba sucediendo era real o, por lo menos no se trataba de un sueño, seguí caminando en la misma dirección una vez más.

¿Habrá alguna forma de salir de este lugar? Realmente no lo sabía, pero tenía la esperanza de que si existiera tal posibilidad.

Y mientras estaba perdido en mis pensamientos, no me percaté de que una luz amarillenta apareció a la distancia; no fue hasta que brillo con más intensidad que me dí cuenta de su presencia.

«¿Qué es éso?»

Me detuve por un momento para pensar en que debía realizar ahora, y tras unos minutos, decidí acercarme a lo que sea que fuera aquello, teniendo la esperanza de que podría ser la puerta de salida de este lugar.

Y mientras más me acercaba a aquella luz, más segadora y molesta era para mi vista, por lo tanto, decidí seguir avanzando con la cabeza agachada.

—¡Lian!

«¿Qué?»

—¡Lian!

Y ahí estaba, esa voz tan familiar, esa voz que me siempre me daba la buenas noches antes de dormir cuando era niño, aquella que me decía siempre lo mucho que me quería, la que siempre escuchaba animarme en mis momentos más difíciles.

—¡¿Madre?!

Rápidamente mi visión se centro en buscar el origen de la voz, pero no pude ver a nadie por ninguna parte.

—Lian, ¿Dónde estás?

—¡¿Lucía?!

—No, esto no es real. ¡Ustedes no están aquí!

—Lian, ¿Por qué me dejaste sola?

«Esto no es real»

—¡¿Por qué huyes cobarde?! ¡¿Nos dejaras morir una vez más?!

«¿Esos son?... ¡No, esto no es real!»

—Debo salir de este lugar lo antes posible.— murmuré para mí.

Entonces, ignorando las voces que repetían mi nombre sin parar, seguí hacia delante una vez más, pero segundos más tarde sentí una fuerte presión sobre todo mi cuerpo, provocando que callera sobre una de mis rodillas.

«¿Ahora qué?»

Teniendo que poner un gran esfuerzo solo para volver a ponerme de pie. Cada paso que daba hacia delante era realmente un desafío, pero eso no me detendría para lograr llegar a la salida.

Y con esa determinación, pude llegar hasta el origen de lo que producía la luz. Solo pude ver una gran esfera, pero esto solo fue por un pequeño lapso de tiempo, ya que brillaba con tal intensidad que nublo mi vista en cuestión de segundos, teniendo que apartarla.

Pero algo había cambiado, y ese era el tamaño de la esfera. Aunque solo la volví a ver por un instante, estaba más que seguro de que habría crecido en tamaño, así que, dirigí mi visión una tercera vez hacía la esfera, viendo en esos pocos segundos como crecía una vez más.

Cuando la esfera volvió a crecer, solo se encontraba a dos pasos de distancia de mí, por lo que si volvía a aumentar de tamaño, probablemente me aplastaría.

Y sabiendo que sería mortal el quedarme en el mismo sitio por más tiempo, di media vuelta y comencé a moverme. Ahora estando en una carrera en la que estaba en juego mi vida, en el que tenía que escapar del ser aplastado por una esfera gigante, y con la desventaja de no poder moverme con normalidad, volviendo más lentos mis movimientos.

—¡Vamos!

Y cuando quería dar el siguiente paso, no pude hacerlo, pues mi pie izquierdo había quedado atrapado en algo, girando mi cabeza para ver que era lo que me detenía, llevándome la sorpresa de que mi pie estaba ahora dentro de la esfera.

Al principio estaba asustado, pero al ver que no me sucedía nada me tranquilice. Entonces, simplemente esperé hasta que la esfera volviera a crecer, y así, quedar dentro de esta, solo teniendo que esperar unos segundos para que eso sucediera.

Y vaya decepción me lleve, pues dentro de la esfera no se encontraba la salida, ni había nada sorprendente, simplemente se encontraba un pequeño orbe dorado.

Al menos agradecía de que no tenía ninguna presión sobre mi cuerpo, y que podía ver con normalidad dentro de la esfera.

—¡Aah!, que día de mierda. ¡Ja, ja, ja!

Primero descubro que me he vuelto un anómalo, después quedé encerrado en este maldito lugar y, posiblemente mi hermana está preocupada con mi repentina desaparición.

«Lo siento Lucia, parece que te dejare sola otra vez»

Entonces, el orbe comenzó a comportarse de forma extraña, girando sobre si mismo, bajando y subiendo, y moviéndose de un lado a otro, repitiendo ese patrón una y otra vez.

—¡¿Qué ocurre contigo?!

Y sin saber muy bien que hacer, me acerque al orbe y lo trate de sujetar, pero antes de que pudiera tenerlo entre mis manos, el suelo se empezó a agrietar, generándose en cuestión de segundos un gran abismo entre el orbe y yo.

El abismo llegó a medir varios metros de ancho en muy corto tiempo, pero no se había detenido ahí, pues seguía creciendo aún más.

«¿Esto se va a detener en algún momento?»

Y la repuesta rápida a mi duda fue no, pues ya lo tenía a menos de un metro de distancia.

Empecé a correr, tratando de ser lo más rápido posible, dando lo mejor de mí, pero fue en vano, porque no fui lo suficientemente veloz.

—¡¡No!!, ¡¡nooo!!

Cayendo así a las oscuras profundidades del abismo. Y como si de una pesadilla se tratará, abrí los ojos para encontrarme en la misma habitación de antes.

—¿Dormiste bien?

Entonces, fui recibido por la misma chica con lentes una vez más.

—¿Qué?.— «¿Si estaba soñando después de todo?»—¡Tú!, ¡¿Qué me inyectaste?!— preguntando con cierto enfado en mi voz.

Ella simplemente me miró con confusión en su rostro para poco después comenzar a reírse.

—¡Ja, ja, ja!

—¿Qué te causa tanta risa?

—Lo siento, es que parece que no conoces que es la anestesia. Si tuviste alucinaciones, tranquilo... Que es un efecto secundario.

—Ya sé como funciona la anestesia, también que producen alucinaciones, pero nunca oí que te hacían revivir recuerdos, ni que vieras esferas de energía que crecían con el tiempo, ni orbes que parecían tener mente propia, y mucho menos que todo eso se sintiera real.

Ella dejó de tener una sonrisa en su rostro para pasar a tener una cara de sorpresa por lo que dije.

«Seguro pensará que estoy loco»

—Olvídalo, mejor...

—No, espera aquí, voy por el señor David.

«¡¿David?! ¡¿Quién es ese?!»

Y la chica habiéndome dicho eso, salió rápidamente del cuarto.

—¡Espera!

Entonces, me percaté de algo, y eso era que ya podía moverme con normalidad, ya no sentía ningún dolor al mover mis extremidades.

—Bien, ya puedo irme de este sitio.

Y no esperé ningún segundo más para levantarme de la cama, dirigirme a la puerta metálica y, salir de aquel cuarto.

Ya una vez estando fuera de la habitación, era cuestión de decidir si ir a la derecha o a la izquierda. Como la chica se había ido a la derecha, yo tome el camino de la izquierda.

Y después de unos minutos estaba seguro de algo, y es que no sabía hacia donde estaba caminando. Además, no tenía conmigo mis cosas y tampoco sabía su paradero.

—¿Cómo salgo de este sitio?— murmuré con enfado.

Podía asegurar que llevaba horas dentro de este lugar, tiempo en el que no había encontrado aún la salida, volviéndose un tanto desesperante esta situación.

—¡Ahí estas!

Girando mi cabeza rápidamente, pude ver a lo lejos como una muy furiosa chica de cabello negro se acercaba.

Y no solo me asusté por aquella mirada llena de enfado que tenía la chica en estos momentos, también fue el hecho de que un bate se formó de la nada en su mano derecha.

«¿Qué fue lo que hizo?»

Y ahora no solo era el bate que se formó de la nada lo que me tenía sorprendido. La chica tenía alguna especie de aura que recorría todo el contorno de su cuerpo.

—Parece que ya puedes ver el Kuxtal. Realmente había terminado tu cuerpo de adaptarse. ¡Felicidades, ya eres un anómalo!

—¡¿Eh?!

—¿Por qué no te ves a tí mismo?

Haciendo caso de sus palabras, observé mis manos y brazos, pudiendo ver cómo a mí también me rodea un aura por todo el contorno, pero no siendo tan visible como la de ella.

—No te preocupes, solo es cuestión de entrenamiento. Una vez que puedas controlar de mejor manera el Kuxtal, entonces, tendrás un aura como la mía.— dijo con orgullo. —Pero dejemos las charlas por ahora, debo llevarte de regreso. Has hecho esperar mucho a mi superior.

—¿Qué quieren de mí? ¿Por qué tu superior quiere hablar conmigo?

—Simplemente quiere preguntar sobre lo que viste en tu alucinación.

No sabía si era realmente cierto lo que me estaba diciendo, pero también me ayudaron aún cuando soy un completó desconocido para ellos. Además, no creo poder librarme de esta chica.

—Bien, te acompañaré, pero después me voy de este lugar.

—Si es lo que quieres, está bien... Y no creo que mi superior vea inconvenientes en eso.

—Te sigo.

Ella solo dió media vuelta y procedió a caminar, sin embargo, el bate aún seguía estando en su mano, posiblemente por si intentaba escapar una vez más.

«Parece que no tengo otra opción»

Y después de unos minutos llegamos nuevamente a la habitación de la que había escapado. Estando dentro de esta el superior de la chica, quien era el tipo de antes.

—Hola, señor Lian, espero no haya sido tratado con rudeza por mi subordinada.— diciéndolo con una pequeña sonrisa.

—No, fuí invitado de una manera muy amable.— hablando de forma sarcástica.

—Ya veo. Bien, Sofía, espera afuera de la habitación.

—Sí.

Y una vez la chica llamada Sofía había salido de la habitación, el hombre empezó a preguntar sobre mi alucinación.

—Señor Lian, ¿Me podría decir lo que vió en su alucinación?— cambiando ese rostro amable por uno totalmente serio.

—Sí. Primero había aparecido en un espacio en el que...

Y así, le expliqué todo lo que había visto, omitiendo algunas partes que no ví necesarias de mencionar, como cuando escuché las voces.

—Bien, gracias por la información, señor Lian.

—Sí. Eh... tengo una pregunta para usted.

—¿Cuál es su pregunta?

—Sobre lo de ser un anómalo. ¿Cómo puedo ocultarlo?

—Pues, realmente la DCA no te podrá encontrar si no activas los sensores que tienen por toda la ciudad. Mientras no hagas eso, podrás vivir tranquilamente.

—¡¿En serio?!

—Sí, te lo aseguro. ¿Alguna otra duda?

—No, esa era mi única pregunta.

—Bien, entonces... ¡Sofía!

—¡Sí, señor!

—Guía al señor Lian hasta la salida.

—Sí, señor.

Y así, me despedí y le di las gracias al sujeto para después seguir a Sofía hasta la salida de este lugar.

—Solo sigue este túnel hasta el final y podrás salir a uno de los canales de la ciudad.

—Por cierto, gracias por ayudarme.

—No fue nada.— mostrando una pequeña sonrisa.

—Bueno, adiós.— dije mientras me alejaba de ella.

—Creo que nos veremos otra vez. Después de todo te buscarán.— diciéndolo en voz baja.

—¡¿Qué?!— pero cuando me giré ya no había nadie.

«¿Lo habré imaginado?» Sí, probablemente deba descansar y relajarme después de todo lo que pasé.

Y así, pude salir por fin de aquel lugar para poder seguir nuevamente con mi vida tranquila, o eso creía ingenuamente.

Capítulo 3: Departamento de Control de Anómalos

"John, el fin de los tiempos se acerca"

"Rick... por favor, ¿Cómo puedes decir eso?"

"¿No lo ves? Como más personas malditas aparecen por todo el mundo. Eso esta en El libro sagrado."

"Se que esta escrito en El libro sagrado, pero no creo que porque unos cuantos casos más de anómalos aparezcan, vaya a ocurrir el fin del mundo."

"Tú no me creerás, pero para aquellos que nos escuchan, recuerden esto... "

Y de un momento a otro una chica se puso delante de mí.

—Tenemos trabajo que hacer.— dijo la chica mientras apagaba la radio.

—¡Emily!, estaba escuchando la conversación que tenían esos dos.

—Lo siento, pero hay trabajo, Leo.

Simplemente la mire con decepción en mi rostro.

Y con un suspiro me levanté de la silla.—Bien, vamos a trabajar.

—Primero vístete adecuadamente.

—¿Qué tiene de malo como estoy vestido?

—Así no debe vestirse un agente de la DCA.

—Está bien, voy a cambiarme.

—Te espero afuera.

—Espera, ¿Cómo sabías dónde vivía?

—Me dijo Carolina.

—Esa tipa.— murmuré para mí.

Entonces, me dirigí al armario para poder poner ropa más adecuada. Una vez estando ahí, decidí llevarme un traje de tres piezas azul oscuro, solo no me pondría la corbata, y por encima del traje me pondré una gabardina de color negro, mientras mi cabeza sería cubierta por un sombrero estiló sedora, por otro lado, el calzado serían unos zapatos de color negro bien lustrados.

—Bien, casi listo.— dije mientras me veía en el espejo.

Entonces, solo tenía que sacar la identificación y el arma de uno de los cajones de la mesita de noche.

—Ahora si estoy listo para ir a trabajar.

Después de vestirme y recoger mis cosas me dirigí a la puerta de mi departamento para salir al pasillo, donde me esperaba Emily.

—¿Lista?

—¡Ja!, siempre lo estoy.

—Por cierto, ¿No te vistes de otra manera?

—¿Qué tiene mí vestimenta?— dijo con seriedad.

—No es eso. Simplemente es que no te veo vestida de ninguna otra forma.— dije mientras observaba lo que llevaba puesto.

Y hoy llevaba el mismo estiló de siempre; siendo una camisa blanca de mangas largas de botones, una falda negra que le llegaba a las rodillas, una gabardina de color gris; también llevando unas medias que cubrían el resto de las piernas que la falda no pudo, y por último, unos zapatos de tacón bajo de color negro.

—Eso lo dices porque solo nos vemos durante el trabajo.— exclamó mientras comenzaba a caminar

—Si tú lo dices.— murmuré para mí.

Y aunque lo haya dicho en voz baja, ella giro su cabeza y me miró de una forma no muy amigable.

(Suspira)

—Dejemos esta conversación hasta aquí.

—Sí.— dije mientras trataba de contener mi risa.

«Realmente era muy fácil hacerla enojar»

Y después de haber hecho todo el trayecto desde mi departamento al elevador en completo silencio, por fin se escucharon palabras entre nosotros dos.

—¿Planta baja o estacionamiento?

—Planta baja. Después de todo yo traje mi coche.

—Bien, hoy serás la que conduce entonces.— exclamé mientras le daba al botón del elevador.

—Y... ¿Cuál es la misión de hoy?

—Un edificio en llamas en los suburbios bajos del distrito 11. Varios vecinos afirman que el incendio se produjo por culpa de un anómalo.

¡Tin!

—Parece que será otro trabajo complicado.

—siempre son complicados.— replicó Emily.

Tras bajar del elevador cruzamos la recepción para poder llegar a la puerta que da a la calle.

—¿Dónde esta tu coche?.

—Es ese rojo.

Y posando mi visión en la misma dirección a la que miraba ella, ví un coche deportivo recién nuevo.

—¿Cómo pudiste comprar ese coche?

—Ahorrando parte de mi sueldo, y no gastándolo para vivir en departamentos tan costosos.— dijo mientras observaba el edificio donde vivía.

—¡Ey!, ¿Es tú venganza por lo de la vestimenta?.

—No lo sé.— exclamó con una muy visible risa en su rostro.

—Bien, no importa, vámonos ya.

Entonces, nos subimos al coche y nos dirigimos al lugar del incendio.

Y después de veinte minutos llegamos a nuestro destino. Siendo un barrio de bajos recursos, muy visible en las fachadas desgastadas de los edificios, y en el poco mantenimiento de la vía pública.

—Parece que ya hay algunos periodistas.

—¿En serio?— exclamé con desinterés.

—Acerquémonos.— dijo Emily mientras bajaba del coche.

Habiéndonos acercado al lugar, preguntamos por el oficial a cargo, presentándose un tipo de mediana edad.

—Buenas tardes... oficial... ¿?

—Lo siento, soy el oficial Lier.— dijo mientras mostraba su placa. —Y ustedes son los agentes de los que me informaron que vendrían, ¿Verdad?

—Sí, él es el agente Leonardo y yo la agente Emily, y somos del Departamento de Control de Anómalos. Queríamos hacerle algunas preguntas, oficial Lier.

—¿Qué dudas tienen, agentes?.

—¿sabe algo sobre el incendio?... Por ejemplo: ¿Alguien lo provocó? ¿Las causas que lo originaron?

—¿Si fue provocado por alguien?... No, la verdad es que no sabría responderle a esa pregunta, pero se rumorea entré los residentes y vecinos que pudo haber sido un anómalo, pero esto es solo un rumor, nada asegurado agente. En cuanto a las causas del incendio, por ahora solo se teoriza que pudo haber sido por el cableado defectuoso del edificio.

—¿Podría darme el nombre de las personas que han fallecido?

—Claro, déjeme buscar mi informe.

Entonces, el oficial partió hacia su patrulla, en busca de su informe.

—Emily, daré un vistazo por el área.

—Está bien.

Y así me marché del lugar, dejando a Emily con el oficial, mientras yo buscaba alguna pista o evidencia del anómalo.

Después de un par minutos dando vueltas por el área, y sin encontrar nada interesante, decidí acercarme a los afectados del incendio.

—Buenas tardes, soy el agente Leonardo de la DCA.— dije mientras mostraba mi identificación. —¿Serían tan amables de decirme cómo ocurrió el incendio?

—¡Ja!, si busca al anómalo que reportaron, lo siento, pero nosotros no sabemos nada de eso.— exclamó un anciano.

—Así es, eso es mentira.— ratificó una señora.

—Yo tampoco vi a ningún anómalo.

—De seguro es solo un rumor.

—¡¿Alguien que si lo haya visto?!

Y todos se miraron entre si, buscando a la persona que respondiera afirmativamente, pero eso no sucedió.

—Gracias por su...

—¿Qué sucede aquí?— pregunto una oficial mientras se acercaba al lugar.

—No es nada, oficial. Solo realizaba algunas preguntas.

—¿Y tú quién eres?... ¿Un periodista?

—No. Agente Leonardo del Departamento de Control de Anómalos.

—Yo soy la oficial Karen.

—Dígame oficial Karen, ¿Sabe algo del anómalo?

—Realmente no, yo lo he tomado como un rumor, ya que muchos afirman que no lo vieron, pero no estoy totalmente segura.

«¿Quién habrá reportado al anómalo?»

—¿Sucede algo?

—No, simplemente estaba perdido en mis pensamientos. 

—Bien, si es todo, paso a retirarme.— dijo mientras daba media vuelta y caminaba hacia un grupo de policías.

Yo simplemente asentí levemente a sus palabras.

—Parece que tendré que esperar hasta que los bomberos extingan el fuego por completo, y así, entrar al edificio.— murmuré para mí.

(Suspiro) «Veamos que dicen los periodistas»

Y así, me acerque a los periodistas.

—Como bien lo dijiste Arturo, son trece las personas heridas en estos momentos, y desgraciadamente siete personas han fallecido.

—...

—No, aún no se sabe si realmente fue causado por un anómalo. Ahora se habla de que el incendio se produjo por el cableado eléctrico del edificio...

—Bien señores, el fuego ya fue apagado por completo... Buen trabajo.— dijo un hombre vestido de bombero; después de escuchar al bombero decir tales palabras, me acerque rápidamente a ellos.

—Buenas tardes señores... Agente del Departamento de Control de Anómalos. ¿Pueden darme un poco de su tiempo?

—Claro, ¿Qué necesita, agente?.— dijo el bombero con mayor edad del grupo.

—No es nada complicado. Simplemente quería saber si ustedes notaron cosas sospechosas en el edificio... ¿Algo qué se les hiciera extraño?

—Por mi parte nada.— dijo uno de los bomberos.

—Yo tampoco note nada inusual agente.— exclamó otro.

—Lo mismo por mí parte, nada fuera de lo normal.— dijo el bombero con mayor edad.

—Ahora que recuerdo.— murmuró el bombero que estaba más alejado del grupo.

—¿Usted vio algo extraño?— preguntando con mucho interés.

—Sí... En el tercer piso... Para ser más específicos, en la segunda puerta a la izquierda... Ahí podría haber iniciado el incendio, pero no por el cableado eléctrico, sino que por otra cosa.

—Hum... Gracias por la información. ¿Alguien más notó cosas fuera de lo normal?

Nadie respondió a mi pregunta, por lo tanto, era toda la información que podría obtener. Aunque no me quejo, es muy buena la información que obtuve.

—Bien, gracias por su tiempo señores. ¡Ah!, y buen trabajo.

—No fue nada.— exclamaron unos, mientras otros simplemente asintieron con la cabeza.

Y tras despedirme de los bomberos, me puse en marcha para hablar con Emily.

"Sí. Le informaremos si encontramos algo."

—¿El jefe?— pregunté con curiosidad.

—Sí.

—Hum... Bueno, encontré información interesante.— dije con una muy visible sonrisa en mi cara.

—¿Qué conseguiste?.— dijo con un tono de duda en su voz.

«¿No crees que haya conseguido buena información?» pensé mientras veía a Emily.

—Y... ¿Qué conseguiste?

—Uno de los bomberos me dijo que en la segunda puerta a la izquierda del tercer piso había algo inusual.

—¿Inusual?

—Sí. Ahí pudo generarse el incendio, pero no por el cableado eléctrico como todos dicen, si no por otra razón.

—El anómalo.

—Exacto.

—Bien, entremos al edificio.

Y habiéndolo decidido, entramos al edificio. Una vez dentro, vimos como la recepción había sido reducida a nada, apenas pudiendo distinguirse lo que había en el lugar.

—Bien, busquemos las escaleras... Y ten cuidado.

—Lo se, el edificio puede venirse abajo en cualquier momento. Bueno, es lo que me dijo el bombero antes de entrar.— exclamé mientras buscaba las escaleras.

—¡Estan aquí!— grito Emily mientras las señalaba.

Y después de haber subido hasta el segundo piso, nos dirigimos a la segunda puerta del lado izquierdo.

La habitación no era muy diferente al restó del edificio. Las paredes y techos habían pasado a tener colores grisáceos y negros, al igual, se podían ver grietas muy visibles por todas partes, mientras que de los muebles apenas y quedaban rastros de estos. Todo el lugar tenía una atmósfera muy deprimente.

—¿Tú también lo sientes, verdad?.

—Sí, la concentración de Kuxtal en el departamento es alta. Definitivamente un anómalo causo el incendio.

—Bien, voy por la cámara, papel para el informe y por el medidor de Kuxtal.— dijo Emily mientras salía del departamento. —Tú busca más pistas por el lugar.

Simplemente asentí con mi cabeza.

—Veamos que hay en el dormitorio.— murmuré para mí.

Naturalmente el dormitorio se encontraba en el mismo estado que el resto del departamento, pero había algo inusualmente interesante en el suelo, y ese era el enorme agujero que estaba en el centro de la habitación. Además, no necesitaba un medidor para saber donde había más concentración de Kuxtal.

Y tras unos minutos de buscar alguna otra pista, sin tener mucho éxito, llegó Emily con un maletín en su mano derecha; dentro del maletín venía la cámara, un cuaderno de hojas de informe y un medidor de Kuxtal.

—¡Leo!, ¡¿Dónde estas?!

—¡En el dormitorio!

Después de unos cuantos pasos llegó hasta donde me encontraba, dejando el maletín en una de las esquinas de la habitación, y solo sosteniendo el cuaderno y un bolígrafo en sus manos.

—Sientes la ligera presión, ¿Verdad?

—Sí, así que aquí estuvo.— dijo Emily mientras veía el agujero en el suelo. —Entonces, tú tomas las fotos y mides el nivel de Kuxtal del lugar, mientras yo hago el informe.— exclamó Emily.

—Está bien.

El resto del día se baso en que yo tomaba fotos del lugar y medía con el medidor los niveles de Kuxtal, a la vez que Emily realizaba el informe.

—Por fin acabamos.— exclamé con alegría.

—Sí, pero no sabemos nada sobre la identidad del anómalo. Tampoco si está vivo o murió en el incendio.

—Tienes razón, pero dime Emily, ¿No se te hace raro todo esto?

—La verdad sí. Que nadie de los habitantes del edificio haya visto al anómalo, pero que aún así nos llegará un aviso, eso es muy extraño.

—Entonces, ¿Quién dió el aviso al DCA?

—El jefe me dijo que fue un informante anónimo.

—...

—Y otra cosa, este departamento estaba en desuso.

—¿En serio?

—Sí, mientras tú buscabas más pistas, yo me dediqué a preguntar sobre las víctimas del incendio, averiguando que un departamento del tercer piso no estaba siendo habitado. Puede que sea este... Además, tendría más sentido que nadie haya visto al anómalo.

—Pero... ¿Cómo el informante anónimo supo que había un anómalo en este lugar?

Tanto Emily como yo nos quedamos pensativos por la pregunta que realice.

—¿Y si fue el propio anómalo quien envío el aviso?— exclamó Emily.

Cuando Emily menciono tal cosa, solo la pude ver con duda en mi rostro.

—Sí, sería muy tonto pensar que un anómalo se delataría asi mismo, pero piénsalo, es lo más lógico.

—Si eso fuera cierto, entonces... ¿Qué quería lograr con esto?

—¿Distraernos?

—¿Distraernos de qué?

—¡Aaah!, no lo sé, es muy confuso todo.

Después de eso ambos nos quedamos en completo silencio, tratando de hallar una respuesta que nos ayudará a entender la situación, sin lograr llegar a nada.

—Hay que salir del edificio, ya está oscureciendo y no trajimos nada para iluminar.

—Sí.— respondió Emily mientras recogía la cámara, el medidor de Kuxtal y el informe para meterlos en el maletín. —Lista, vamos.

Al salir fuera del edificio nos percatamos de que gran parte de las personas afectadas se habían ido, por otro lado, solo quedaban dos oficiales en el lugar.

—Oficiales, ¿A dónde se fueron las personas?

—Hum... Algunos se fueron a los albergues preparados por el gobierno de la ciudad, mientras que otros decidieron irse con algún familiar.

—Ya veo, gracias oficiales.— dijo Emily con una sonrisa.

Los oficiales solo asintieron a las palabras de Emily para después regresar a su patrulla.

—Yo debo presentar el informe. ¿Tú qué vas a hacer?

—Yo...

¡Biiiip! ¡biiiip!

Y antes de que pudiera hablar, el comunicador de Emily sonó.

—Agente Emily, ¿Cuál es...? ¡¿Eh?!

—¿Qué sucede?— pregunté con curiosidad.

—Sí, señor. Se lo comunicaré de inmediato.— dijo con una cara de seriedad.

—¿Cuál es la emergencia ahora...?

—Ahora estas al mando de esta operación.

—¿Qué?¿Por qué?

—Carolina, quien era la que estaba a cargo de esta misión, fue asignada a otra de manera urgente, y sera enviada a Arames, así que, felicidades, ahora eres el responsable de la investigación.— dijo con una sonrisa burlona en el rostro. —Toma... Debía entregarle el informe a Carolina, pero como tú eres el responsable ahora, te deberás encargar de presentar todo al jefe.

—Espera, ¿Por qué no tú?

—Porque tú eres un agente de rango dos, mientras que yo soy del rango tres. Además, tú llevas más tiempo en la DCA.— exclamó Emily mientras se dirigía a su coche.

—¡Aah!, Bien... Llévame a la sede.

Y así Emily y yo nos retiramos del lugar para dirigirnos a la sede regional de la DCA.

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