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El día era lluvioso, lo suficiente para hacer que los alumnos de la prestigiosa Academia Evisine —quienes solían apreciar las reuniones sociales por sobre todo lo demás—, se quedaran en el interior de sus habitaciones luego de clases.
No obstante, aún con la lluvia que caía, un chico delgado y pelinegro se dispuso a aventurarse en el exterior. El pobre tenía el uniforme empapado de pies a cabeza, y su coleta se había desordenado ligeramente, pero la sonrisa en sus labios no disminuyó.
Por el contrario, con la energía desbordando su cuerpo, corrió por los bonitos jardines de la escuela, pasó entre los edificios, y luego de lo que le pareció una eternidad, por fin llegó al lugar en que había acordado reunirse con él.
Le daba vergüenza admitirlo, pero una parte de su corazón estaba ansiosa por lo que podría escuchar dentro de poco.
Astor había dicho que tenía algo importante que decirle, y le dio una hora y lugar para hablar. Él no quería sobrepasar la línea, sin embargo, era difícil no emocionarse al ser llamado en esa clase de encuentro, ¿cierto?
Con la respiración entrecortada y las mejillas sonrojadas por la carrera, él ni siquiera sintió el frío de la lluvia. En su lugar, miró en todas direcciones, buscando a Astor. No obstante, luego de dar un par de vueltas por aquella zona, no encontró ni su sombra.
—¿Todavía no llega? —Se preguntó.
Estaba por buscarlo nuevamente, cuando de la nada un chico alto y fornido —cuya imagen lo hizo sentir más pequeño de lo que ya era—, le sujetó con fuerza del brazo, y le obligó a dirigirse a un callejón.
Al ver el rostro de esta persona, reconoció quién era de inmediato. Y se dejó guiar, aunque estaba más que confundido.
—¿Rainer? —llamó sorprendido. —¿Qué estás haciendo aquí?
Este chico era el mejor amigo de Astor, y muchos decían que sería su mano derecha cuando subiera al trono. Por ello, al comprobar su identidad, se dejó conducir al interior del callejón.
Demasiado tarde cayó en cuenta que la situación no parecía ser la correcta. ¿Por qué apareció Rainer, y no Astor en su cita?
—¿Qué sucede? —preguntó. Pero Rainer no era conocido por responder preguntas. Al menos no las suyas. —¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde se encuentra Astor?
Sabía que era inútil seguir preguntando, aunque no podía evitarlo. Estaba comenzando a sentirse nervioso. Más cuando notó que no parecían ser los únicos ahí. Los estaban esperando cuatro chicos. Todos seguidores de Astor.
—Vaya, vaya. Ahora incluso llamas directamente el nombre de su Alteza —exclamó con burla uno de ellos.
—El príncipe me dio permiso —respondió. —¿Qué planean hacer?
Forcejeó un poco, y Rainer le sujetó con fuerza el brazo en cuanto se alejó. Así que le miró en busca de respuestas, claro que este chico se limitó a arrastrarlo hasta el final del callejón. Y fue entonces que se percató del sucio lugar al que había sido traído.
Aún con la lluvia se podía escuchar el ruido de las ratas royendo la basura, y el olor del ambiente era tan desagradable que las náuseas atacarían a cualquiera.
Le desconcertó encontrar esa inmundicia en uno de los rincones de la renombrada Academia Evisine. Sin embargo, no tenía tiempo para preocuparse por pequeñeces, pues su atención estaba concentrada en los cinco chicos que ya le rodeaban. Además, aún con el desagrado, presentía que no era una opción solicitar un cambio de ubicación.
—¿Qué hacemos en este lugar? —Tuvo que preguntar.
—¿No lo imaginas?
Uno creería que en la Academia no existía la típica división de clases sociales, pero vaya que lo hacía. Y ahora él se había convertido en un objetivo al parecer.
Tuvo que reconocer que en el último año jamás imaginó que llegaría un día en el que sería acorralado por los amigos más cercanos de Astor. Desde luego que un par de veces vio que algo similar sucedía con chicos nuevos, que de pronto se acercaban al príncipe… pero, nunca nadie le había volteado a ver a él. Bueno, no hasta ahora.
—¿El príncipe Astor sabe qué están aquí? Nos encontraremos fuera de este callejón. No le gustará si se entera que sus seguidores comienzan a actuar sin su permiso. Está bien si no les agrado, y no me quieren cerca de él. Sin embargo, están pasando por encima de sus deseos. Y no terminarán nada bien si continúan por este camino.
Los chicos se vieron unos a otros y hubo una evidente burla ante su advertencia. Esta acción le hizo dudar un poco. ¿No era que solo querían golpearlo porque creían que era demasiado inferior para estar cerca del príncipe?
Él tampoco era un idiota, sabía que algo andaba mal, aunque no podía asegurar qué.
“Astor…”, llamó un nombre en su mente. El de la única persona que admiraba aparte de su papá.
—De verdad crees que va a venir, ¿no es así, Jaden? —inquirió Rainer al fin. Era la primera frase que le dirigía en la semana.
Él se sorprendió por esto. No obstante, en un acto de rebeldía, apretó la mandíbula negándose a responder. Si Rainer no contestaba ninguna de sus preguntas, entonces él tampoco tenía la obligación de hablarle.
Pero ese chico desde luego que pudo leer bajo su débil máscara de indiferencia.
—No me digas, ¿piensas que el primer príncipe del imperio vendrá a rescatarte de nosotros? ¿Qué te ha dado la confianza?
El descontento que sintió al escuchar esa última pregunta hizo que no pudiese mantener la boca cerrada.
—¿Qué importa si eso es lo que espero? —replicó, haciendo que los cinco rieran con fuerza; y aún cuando Jaden se sintió avergonzado por esto, su esperanza no dimitió.
—¿No lo entiendes? —Se burló con sorna uno de ellos. Y al ver su rostro confundido, rieron con mayor ahínco.
—¡El idiota no lo ha notado todavía!
—¡Fue el príncipe quien nos envió tras de ti!
Apenas escuchar estas palabras, Jaden quizo desecharlas. Para su mala suerte, habían llegado para quedarse instaladas en su interior.
Fue entonces que por fin comenzó a sentir el frío de la lluvia, y no tardó en temblar de pies a cabeza.
—¡Mientes! —dijo con enojo. —El príncipe me pidió venir hasta aquí. Él no haría…
—¿De verdad creíste qué él vendría a este lugar para decirte algo? ¿Alguien de la familia imperial se rebajaría a poner un pie por aquí?
Su corazón comenzó a latir con rapidez, y un dolor sordo creció de a poco en su pecho.
“¡No! El príncipe dijo que soy su amigo. Me pidió que viniera para confesarme algo…”
—Claro que puedes dudar de lo que decimos —intervino Rainer sin dejar de sonreír. —Pero piensa un poco en ello, ¿quién te pidió que fueras a un lugar solitario, perfecto para ser emboscado con relativa facilidad?
Jaden apretó los puños. Eso no podía ser posible, ¿cierto?
El primer príncipe lo había rescatado de unos ladrones hace casi un año. Desde entonces, se había convertido en su seguidor. Incluso, hizo pequeñas tareas para él.
Y hace dos meses, cuando el príncipe estuvo de mal humor por perder en un duelo contra su hermano menor, fue él mismo quien estuvo a su lado. Gracias a eso, el príncipe Astor dijo que era su amigo. Y últimamente, se habían vuelto más cercanos, al grado en que pensó… que su relación cambiaría.
“¿No es así?”, se preguntó Jaden con el corazón latiendo a mil por hora. Y no se olvidó de repasar todas sus conversaciones con él. En sus recuerdos no había el menor indicio de que se desarrollaría algo como esto.
—¿Qué hice mal?
—Lo hiciste enojar con tus ridículas palabras de aliento. —Extrañamente, Rainer le dio una respuesta. —¿Querías animarlo? ¡Él no necesita tus discursos patéticos!
Esa burla fue suficiente para confirmar que —tal vez— estos chicos no estaban mintiendo.
En aquel momento, cuando intentó animar al príncipe, dijo cosas como: “su hermano no es tan poderoso como usted”, y mucho más. Sabía que eran frases cliché, pero realmente las creía. A sus ojos no había nadie tan sobresaliente como Astor.
Y solo ellos dos habían estado en el salón… así que, ¿cómo podría Rainer saber que intentó animarlo? Eso es porque el príncipe debió contarle.
—Intentaba consolarlo… —susurró, mientras apretaba los puños. El dolor que sentía en el pecho le dificultaba un poco la respiración, aunque hizo su mejor intento para mantenerse en pie.
—Si, bueno… él no lo necesita. No de ti, Jaden. —Cada palabra de Rainer era tan directa y tajante, que él no sabía cómo procesarlas.
—Pero… ¿por qué esperar hasta ahora para alejarme?
“Ël fue tan amable conmigo todos estos días… ¿solo para tirarme a un lado?”
—Entiéndelo Jaden. El príncipe ya no te quiere cerca. No importan sus motivos para hacerlo hasta ahora.
Estas palabras se sintieron como una tempestad que arrasaba todo a su paso. ¿En qué se había equivocado?
Desde que conoció a Astor, obedeció sus órdenes al pie de la letra, y fue tan leal como pudo. ¿Por qué ahora era enviado directo a un grupo de sus seguidores para ser amedrentado?
*“Es mi culpa. Debí haber dicho algo que le ofendiera aquel día…”*, pensó convencido, mientras resistía las ganas de llorar. Estaba tan ensimismado, que no se percató de lo ilógico de su razonamiento. “Si le pido perdón, quizás me deje seguir a su lado…”
El pánico a ser dejado de lado por Astor provocó que Jaden ignorara todo lo demás, incluyendo a sus acosadores. Y por supuesto, ellos no estaban contentos.
—Esto no es divertido. —Se quejó uno de los chicos.
—Es cierto —concordó otro. —Acabemos con esto de una vez. Tengo una cita con mi novia más tarde.
Sin decir más, Rainer se acercó y golpeó en el estómago a un ensimismado Jaden. Él solo volvió al presente cuando el dolor arremetió en su cuerpo.
Escupió un poco de saliva, y las lágrimas fisiológicas corrieron sin freno por su rostro, aunque estas pasaron desapercibidas gracias a la lluvia. Un solo golpe bastó para que sus piernas perdieran la fuerza y le hicieran caer al suelo.
Sus manos se cubrieron de barro, así como su uniforme. Ya imaginaba la imagen tan patética que estaba dando.
—No lo puedo creer, ¿de qué sirve que sea un mago oscuro, si ni siquiera puede mostrar un buen espectáculo? —reclamó alguien.
—¿Por qué es tan diferente del primer príncipe?
Jaden apretó los puños mientras escuchaba. Estaba confundido y adolorido, pero aún con todo eso, claro que deseaba atacarlos con la magia que mencionaban… era una lástima que le resultara casi imposible hacerlo.
—¡Idiota! El príncipe es un alfa. ¿Tal vez eso afecte en algo?
—Ah… los omega son realmente inútiles.
Él sabía que no podía pelear contra ellos porque solo perdería de forma patética, y aún así, la desgana a ser humillado se encendió en su pecho. Eso, y también quería hacerle pagar a alguien por la forma en que había sido lanzado a un lado.
A pesar del constante recordatorio de los profesores rondando en su mente, decidió mostrar un gramo de coraje. Tal vez así el príncipe reconsideraría el asunto de alejarlo.
Con el miedo a lo que sucedería a continuación, contuvo la respiración y se levantó.
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Portada:
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Jaden inhaló y exhaló profundamente aire en sus pulmones.
Sentía que nunca antes había estado tan nervioso, pues era el momento de probar su valía; así que a pesar de las risas burlonas, plantó bien los pies en el suelo lodoso, y limpió sus manos en el costado del pantalón.
La lluvia seguía cayendo sobre sus cabezas, pero parecía que ninguno se percataba de ello.
Su mirada era desafiante, tanto que Rainer dejó de reír y le miró con la misma actitud. Al menos en ese instante, le respetaba como un igual.
Y entonces, Jaden rezó al cielo, pidiendo que todo saliera bien.
Un segundo después, cerró los ojos y comenzó a sentir la energía oscura que recorría su cuerpo.
Con dificultad, condensó una pequeña —y ligeramente deforme— bola negra en la palma de su mano. Esta no excedía los dos centímetros de radio y tampoco se podía asegurar de qué material estaba hecha. Sin embargo, ¡era su primer hechizo exitoso en mucho tiempo!
“¡Perfecto!”, se dijo con emoción. “Ahora solo necesito asestarle un golpe a alguien…”
Su pequeña bola podía lucir ridícula, pero Jaden sabía lo peligrosa que era al contacto con tejidos vivos. Tan pronto como rozara a alguno de esos chicos, su piel sería corroída.
—Miren eso, intenta defenderse. —Se burló alguien, ignorando el peligro que los acechaba.
Jaden temblaba de pies a cabeza, pero no se distrajo. Apuntó hacia Rainer… y cuando menos lo esperaban, lanzó su mini proyectil directo a él.
Fue una lástima que su objetivo tuviese excelentes reflejos, y justo cuando la pequeña bola corrosiva estaba por estrellarse contra su cara, él inclinó la cabeza a un lado y esta pasó sin rozarle un solo cabello.
Su pequeña bola había desaparecido sin pena ni gloria. Y por supuesto, las risas ante su ataque fallido no se hicieron esperar.
—Ahora entiendo por qué el príncipe quiere deshacerse de él. ¡Es tan patético!
—Un mago oscuro que ni siquiera puede lanzar un simple hechizo. Y aparte es omega. ¿Existe alguien más inútil?
Jaden quería refutarlos, pero no pudo. De modo que se limitó a bajar la mirada, sintiéndose más pequeño y patético que antes.
Luego de sus primeros meses en la Academia, los profesores le pidieron reducir el uso de su magia tanto como fuese posible, dada su inestabilidad. Nadie supo decirle la causa exacta de esto, aunque lo describieron como si su cuerpo rechazara su propio poder.
Así que en teoría era un mago oscuro, y al mismo tiempo, no podía usar su poder a voluntad. Su existencia podía ser catalogada como inútil, en el mejor de los casos.
“Quizás esta es una de las razones por las que el príncipe no me quiere cerca. Es deshonroso para él tener que ser del mismo elemento que alguien como yo… y aún así…”
Aunque ya imaginaba que era poco probable, en el fondo deseaba que Astor llegara a rescatarle en ese momento. Que le dijera que estos chicos actuaron a su espalda… que sí lo consideraba un amigo… él lo creería sin dudar ni un poco.
Pero nadie vino. La entrada del callejón estaba tan vacía como antes, y la lluvia seguía empapándoles.
La burla de su fracaso hizo que su cara ardiera, y no ayudó que los chicos no dejaran de reírse de él. No obstante, hubo una persona que no sonreía. Por el contrario, su mirada era solemne, tal como si estuviese comunicando una orden del emperador.
—No vuelvas a acercarte a él, Jaden —dijo Rainer. Y aún en medio de todo ese bullicio, su voz fue increíblemente clara.
Jaden tembló. No tanto por el frío, sino por cuestionarse cómo sería su día a día a partir de ese momento.
Desde la muerte de su papá, él solía ser distante de casi todo lo que le rodeaba, pues a decir verdad casi nada despertaba su interés. Y la única persona que llamó su atención en todo ese tiempo fue el primer príncipe. Por ello se volvió su seguidor al principio. Y, ciertamente no le molestaba seguir así hasta el final de sus días. No obstante, nunca consideró qué haría si era el príncipe quien no lo quería cerca.
Sin saber cómo continuar, solo pudo quedarse ahí de pie, igual a una estatua. Parecía no sentir la lluvia que caía sobre su cuerpo, aunque vaya que sí lo hacía. Cada gota estrellándose contra su piel era dolorosa y un constante recordatorio de su abandono.
“Si… quizás es mejor así, no ser un lastre para el príncipe…”
Cubierto de una nube negra de depresión y autocompasión, Jaden se resignó a ser abandonado. Sin embargo, no supo qué vio Rainer en su rostro, que avanzó y le sujetó del cuello con fuerza.
Este era más alto que él, por lo que a pesar de su resistencia inicial, no fue capaz de alejarlo de sí mismo.
¿Iba a dejar que lo golpearan sin hacer algo más? Bueno, ya había intentado defenderse, y su esfuerzo fue en vano. Ni siquiera bajo presión podía hacer un hechizo decente…
¿Qué otra cosa podía hacer? Jaden se sintió impotente ante su propia inutilidad.
“¡Si tan solo mi magia funcionara correctamente…!”, se dijo. La frustración y la desgana se arremolinaron en su interior.
—Me molesta tanto. ¿Acaso no tienes otra expresión? —Le gritó Rainer en un extraño ataque de furia. —¡Deja de actuar como una víctima! Todos pudimos ver que nunca te tomó en serio, pero aún así ibas y sonreías para él como un idiota. ¡Todos notamos tu patético enamoramiento, y nos burlamos de ello tantas veces, que ya no puedo recordarlas! Incluso él se burló de ti.
Al recibir esa clase de confrontación, el rostro de Jaden palideció un segundo, y al siguiente se enrojeció. Y desde luego, un par de lágrimas se escaparon de sus ojos.
¿A qué persona no le dolería escuchar algo como eso? Desde el principio había sido un chiste andante para la persona… que admiraba.
—¿De verdad creíste que alguien como tú llamaría su atención? —El rostro de Rainer estaba deformado por la furia, pero Jaden no pudo entender qué era lo que le molestaba tanto. ¿Tal vez pensaba que se había acercado al príncipe solo por interés? —¡No eres más que un noble de clase baja que intentó volar demasiado alto!
Él no supo que responder. ¿Tal vez era cierto?
Astor era el primer príncipe de la familia real, y quien tenía el mayor apoyo de los nobles para convertirse en el próximo emperador. Incluso, era el hijo favorito del emperador actual.
Comparado con eso, ¿quién era él a su lado? Tan solo el hijo adoptivo de un Conde de clase baja.
En realidad, sus ligas estaban a kilómetros de distancia. Fue algo que siempre supo… y aún así…
“¿En qué estaba pensando cuando creí que obtendría una confesión al venir aquí?”, se burló de sí mismo con un toque de autodesprecio.
Cuando no obtuvo respuesta, Rainer se molestó tanto que lanzó un golpe, que aterrizó sobre su frente. Luego dos. Y Jaden tuvo que reconocer que este chico tenía una puntería excelente, pues logró golpearlo en el mismo lugar las tres veces.
—¡Mi3rda! ¡Deja de actuar como una esposa abandonada! —recriminó completamente exaltado. Y ante su extraña actitud, incluso sus compañeros se miraron sorprendidos entre ellos. —¡Ni siquiera es divertido burlarse de alguien como tú!
—¡Hey, tranquilo! —intervino uno.
—Rainer, detente. ¿Qué tal si algo serio le sucede? El príncipe tampoco lo quería muerto.
—Exacto. No ensucies tu expediente por el hijo de un Conde sin importancia.
Rainer lo lanzó contra el muro, y el impacto provocó que se quedara sin aliento por algunos segundos. Jaden no pudo sostenerse, y sus piernas se doblaron, haciéndolo caer una segunda vez en el fango.
—No vuelvas a acercarte al príncipe Astor. Esto es una orden directa de él.
—Yo… —sintiéndose como un diminuto insecto, Jaden apretó la camisa bajo su mano. Al mismo tiempo, las lágrimas se agolparon en el borde de sus ojos.
Sin ánimo de escuchar las burlas, miró hacia el suelo. Y lo reconoció… se sentía aturdido y desorientado por igual. La persona que siguió desde hace casi un año, le había tirado a la basura. No hubo advertencias, ni palabras de despedida.
En la mañana todavía recibió miradas amables, y ahora, solo tenía el barro y la lluvia como testigos de su desgracia.
—Si no obedeces las palabras del príncipe, no nos culpes por visitarte otra vez.
—No seremos tan amables como ahora, ¿sabes?
Jaden conocía el significado de las palabras que escuchaba, pero no alcanzaba a comprenderlas del todo. ¿Ya no podía seguir a lado del príncipe?
—Yo… —Su voz se quebró apenas salir de su garganta.
—Vámonos de aquí —ordenó Rainer. Y los chicos estuvieron gustosos de obedecer.
—Perfecto, no quiero resfriarme por la lluvia.
—¡Vamos, vamos! Mi preciosa novia me espera.
Sin darle otra mirada, los cinco se dispusieron a marcharse. Esta “conversación” había terminado.
Una parte de él quería prolongar la situación, aún si eso significaba ser golpeado nuevamente. Aunque en el fondo sabía que no tenía caso. Si Astor lo ordenó, era poco probable que cambiara de parecer. Encima, él ni siquiera estaba presente. ¿De qué servía retener a sus ayudantes?
Presionó sus manos contra el fango, y se ensució por completo las palmas.
—No se vayan… por favor… —susurró con la voz entrecortada. ¿A qué se aferraba después de todo lo que escuchó? Ni siquiera él lo sabía con certeza. Sin embargo, sentía que su lugar solo podía ser a lado del príncipe Astor. Fuera de eso, no tenía otro motivo para seguir existiendo.
Y aunque Rainer detuvo sus pasos por un segundo cuando lo escuchó, pronto reanudó su caminata. Ninguno volteó a verlo otra vez.
—Por favor… —imploró. Sin embargo, su voz fue tragada por el ruido de la lluvia que se había intensificado.
Bajó el rostro, y todo cuanto pudo ver fue el fango.
—¿Qué hice mal?
Lo más desgarrador de la situación era haber sido dejado a un lado, sin la posibilidad de una confrontación con la persona en cuestión. Quizás de ahí provenía su renuencia a todo esto.
Apenas podía procesar lo que acababa de suceder, cuando escuchó que los chicos gritaban del dolor.
“¿Eh?”
Sorprendido, levantó el rostro.
¡Alguien había llegado para ayudarle!
—¡Príncipe! —exclamó, lleno de emoción. Y la depresión que lo había cubierto, se vio lanzada al olvido en menos de un segundo.
“¡Sabía que ellos mentían! ¡Él dijo que somos amigos!”, pensó. Y las lágrimas no se hicieron esperar. Aunque esta vez de alegría.
Sentía como si el alma le hubiese regresado al cuerpo.
Sin embargo, cuando levantó el rostro no se encontró con el príncipe que tanto anhelaba, sino más bien con un desconocido. Y por extraño que pareciera, no hubo ninguna decepción; por el contrario, simplemente ya no pudo apartar la mirada.
Era como si algo muy dentro de él le atrajese a ese chico.
No sabía cómo describir dicha sensación, puesto que nunca había experimentado algo similar —ni siquiera cuando fue salvado por Astor se sintió así—. Pero algo sí podía afirmar, era un sentimiento avasallador y recorría cada centímetro de su cuerpo, haciéndolo sentir cálido como nunca antes.
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En ese momento, todo paso a segundo plano. Jaden no se preocupó por el dolor de cabeza que arremetía contra él de vez en cuando —tal vez por los golpes de Rainer—, ni la fiebre que parecía estar aumentando con rapidez. Y mucho menos recordó su apariencia desastrosa.
En su lugar, todo cuanto pudo y quiso concentrarse fue en aquel desconocido salido de la nada.
Él llegó desbocado, tal como un incendio; y sin importarle las probabilidades, enfrentó a los cinco chicos que le habían dejado atrás, y los golpeó, vaya que lo hizo. ¡Incluido Rainer!
—¿Cómo…? —inquirió sin poder procesar lo que veía.
Jaden siempre creyó desde el fondo de su corazón que Astor y Rainer eran personas intocables, más aún cuando entre ellos dos no había un claro ganador la mayoría del tiempo. En resumen, el príncipe y su mano derecha eran los mejores de la clase 2A, y nadie era capaz de estar a su nivel. Cualquiera que se enfrentara a alguno de los dos terminaría mordiendo el polvo.
Había visto la escena de aquel par ganando duelos tantas veces, que ya lo consideraba como una verdad irrefutable. Y aún cuando Astor ya había perdido una vez frente a su hermano en el pasado, aquella ocasión fue más bien por movimientos técnicos, que por una muestra de poder puro.
Por eso, él no pensó más en ello. Sin embargo, ahora mismo este desconocido no tardó ni dos movimientos en derribar a Rainer, y en el proceso, también destrozó su concepto de la verdad.
Y se dio cuenta, no es que Rainer fuera intocable, solo no había luchado contra alguien más poderoso. Encontrar a quien pudiera superarle era difícil, pero ya veía que no imposible.
¿Qué clase de dios guerrero era este desconocido? ¿Podría también derrotar con la misma facilidad a Astor?
Perplejo hasta los huesos, Jaden se olvidó incluso de la razón que lo había llevado a terminar en un estado tan lamentable en primer lugar.
El sonido de la lluvia, los gritos y el crujir de la piel al ser golpeada llegaron a sus oídos, y el estrépito le hizo apartar la mirada.
Para cuando se dio cuenta ya no había nadie en pie, más que el nuevo invitado.
Lo que él mismo no consiguió, este desconocido entrometido lo había logrado en menos de dos minutos. Todos, sin excepción, terminaron en el suelo, retorciéndose de un lado a otro, o ya inconscientes.
Era casi incomprensible para Jaden que los chicos que se burlaban de él hace unos momentos, ahora lucieran tan patéticos. Y luego de ver la terrible condición en que habían terminado, incluso consideró que su propia herida no era tan alarmante como la del resto.
“¿Qué está sucediendo?”
Agitó la cabeza de un lado a otro, intentando que su visión se aclarara; aunque solo provocó que el dolor de cabeza aumentara. Claro que lo ignoró, y alzó el rostro para tener un mejor vistazo de su salvador.
Realmente era extraño. Su corazón latía desbocado, pero ya no de forma ansiosa, como cuando enfrentaba a Astor, sino más bien se trataba de una sensación dulce y suave. Antes no tenía forma de saberlo, pero ahora notaba una diferencia en el ritmo de sus latidos.
Ajeno a sus desordenados pensamientos, ese chico se mantuvo en medio de todos, viéndolos como si estuviera en presencia de la inmundicia del mundo.
“Así es como debería lucir un héroe…”, pensó aturdido.
Jaden, sin comprender del todo que había sido ayudado, o mejor dicho, sin descifrar el “por qué”, de pronto se encontró con un par de ojos que le miraban fijamente. Estos eran de un increíble color carmesí.
Al principio se asustó, pensando que el siguiente objetivo sería él. Y su miedo aumentó cuando ese chico dirigió sus pasos en su dirección.
Cada pisada en el suelo le hizo temblar un poco, hasta que al fin quedó a unos escasos treinta centímetros. Lo sorprendente es que nunca llegó ningún golpe. Tan solo vio una mano que se extendía hacia él. Todo lo que tenía que hacer era levantar un poco el brazo y estaría a su alcance.
—¿No quieres golpearme? —preguntó sin poder evitarlo. Demasiado tarde se dio cuenta de lo extraño que sonaba eso.
—Te ayudo a levantarte —respondió el chico. Y su voz le hizo temblar por alguna razón. No de miedo, sino… ¿emoción?
El pelinegro no se percató de que debido a eso su fiebre aumentó un poco.
—Oh… es así…
—Descuida, no te haré nada —afirmó. —Y ellos ya no pueden lastimarte tampoco.
“¿Acaso no ve el color de mi cabello?”, se tuvo que preguntar al no entender el motivo del trato tan amable que estaba recibiendo. Sin embargo, cuando vio la sinceridad en ese par de ojos carmesí, cualquier duda salió sobrando.
Y por cierto, no pudo resistir el impulso de tomar esa mano que se le ofrecía. Claro que antes se limpió el fango en el costado del pantalón.
Tal vez era su codicia lo que le incitó a moverse, o quizás solo se sintió halagado por el gesto, pues para variar estaba ante alguien que lo trataba como a un ser humano; y luego de Astor, era la primera vez en mucho tiempo que experimentaba un trato similar. Como fuese, tomó su mano.
Esta era más amplia que la suya, así como masculina. Se podía percibir de un vistazo que entrenaba arduamente con la espada.
—¡Estás sangrando! —exclamó su salvador mientras se acercaba a examinar la herida en su frente. Pero Jaden no respondió, era como si hubiese olvidado que su boca podía moverse, todo debido a la cercanía sin previo aviso. En su lugar, solo pudo mirar de cerca a este chico.
Su rostro era atractivo; de piel trigueña; así como el cabello pelirrojo.
“Deslumbrante…”, tan pronto como pensó eso, sus mejillas comenzaron a arder.
No sabía qué sucedía con él. Hace un minuto todavía anhelaba ver a Astor. Y ahora mismo no apartaba la mirada de un desconocido.
“¿Siempre he sido tan… voluble? O, ¿me he vuelto loco?”
La lluvia sin duda ya le estaba afectando seriamente. Eso debía ser.
Sin saber a dónde mirar, y qué hacer para evitar ser tan consiente de la cercanía del otro, Jaden apartó la mirada de su rostro. Y al hacerlo, vio que el borde de la camisa de su salvador tenía bordadas dos diminutas cruces de color rojo, lo que indicaba que pertenecía a la clase 2B. La suya tenía dos cruces de color azul, demostrando que era de la clase 2A.
Se dio cuenta de que, en teoría, su salvador pertenecía a la facción enemiga…
—Disculpa por esto —dijo el pelirrojo, y colocó una mano sobre su frente, con el único propósito de examinar la herida en su frente. Jaden lo sabía, pero no pudo evitar el pequeño grito que escapó de su garganta.
—¡Ah!
Se avergonzó por su sobrerreacción, así que procuró quedarse tan estático cómo le fuese posible. Fue una lástima que su frente comenzara a arder, como si las manos del chico le quemasen.
“Es de la clase B…”, pensó con sentimientos encontrados. Sin embargo, nunca se apartó. ¿Cómo podría hacerlo, si este pelirrojo, a pesar de esa barrera, le había extendido una mano?
Era de conocimiento general que las clases en la Academia servían como un pequeño vistazo a la nobleza del futuro: [quién] seguía a [quién] en clases, se traducía en un indicio de [qué familia] serviría a [quién].
Claro que esto no era una regla escrita en piedra, y más adelante las personas podían cambiar de parecer, siempre en pro del beneficio propio. No obstante, cuando en la clase 2A estaba el primer príncipe del imperio, y en la clase 2B el cuarto príncipe… bueno, debías determinar con anticipación en qué clase querías estar.
Por ello, la enemistad era más intensa que en otros grados. Al punto en que los profesores escasas veces les hacían trabajar juntos.
Y aún así, ahí estaban ellos, como si nada de aquello importara.
—Debemos ir a la enfermería. Esta lluvia solo hará que tu herida empeore —dijo el pelirrojo. —Y pareces tener fiebre… ¿Sabes?
—¿Sí?
—Y este olor dulce… bueno, no importa. No te preocupes, no te atacaré.
Sin esperar una respuesta, este desconocido se quitó el saco del uniforme y lo colocó sobre su cabeza.
—¡No puedo aceptarlo! —Jaden quiso devolverlo de inmediato, pues era vergonzoso reconocerlo, pero estaba cubierto de barro. —Lo ensuciaré.
—Sé que esto es descortés, por lo que te pido que lo dejes pasar hasta que lleguemos a la enfermería, ¿vale?
—Yo… vale…
Su salvador puso una mano en su hombro, y lo condujo entre los chicos que seguían en el suelo. Al parecer, se habían desmayado ya para ese punto.
—Ellos… —musitó.
—Déjalos. Merecen ese trato por intimidarte, eran cinco alfas contra un omega. Realmente cobardes. Había escuchado rumores de que solían atacar a omegas, aunque no lo creí hasta ahora. Es deshonroso que estos chicos pertenezcan a familias nobles tan importantes.
El pelinegro se percató de que su salvador, tal vez, había entendido algo mal, pero no supo cómo aclarar la situación.
—¿No te meterás en problemas si les pasa algo…? —preguntó, intentando desviar la dirección de la conversación. No quería recordar el verdadero origen del problema.
—No importa. Además, con su físico, esta lluvia no les hará nada. Y créeme, no querrán decir una palabra cuando despierten. Pero no importa, los reportaré con el consejo estudiantil en cuanto te deje en la enfermería.
—¡No! —exclamó con pánico, mientras sujetaba su mano. —No los reportes… por favor.
El chico no esperaba su reacción.
—¿Tienes miedo?
—Sí —reconoció, y al percatarse de su posición retrocedió un paso. —Si esta situación es reportada, solo atraerá la atención de As… del príncipe Astor. Yo no quiero…
No sabía cómo terminar su frase. ¿No quería causarle problemas a Astor? O, ¿solo quería alejarse en silencio? Era difícil elegir una opción.
—Comprendo. No los reportaré. —Se comprometió el pelirrojo luego de alejarse de aquel lugar. —Pero si te buscaron una vez, lo pueden hacer de nuevo.
—No lo harán —negó con la cabeza. El mismo Rainer lo había dicho, a menos que intentara acercarse al príncipe, no le volverían a visitar. Era una advertencia y amenaza.
—¿Estás seguro?
—Sí…
Jaden alzó el rostro, y se encontró con los ojos carmesí que le habían estado viendo todo el tiempo. Le sorprendió un poco, y solo atinó a sonreír torpemente.
Y aun con su timidez, tuvo que reconocer que ese par de ojos eran agradables a la vista, tanto que no tardó en catalogarlos como los más lindos que había visto en sus dieciséis años de vida. Y no solo eso, sino que la presencia de su salvador era tan cálida, que él se sintió codicioso. ¿De qué? No lo supo con certeza, pero había una especie desconocida de anticipación que recorría su interior.
“Es justo como lo imaginé…”, pensó mientras su corazón aceleraba el ritmo. Que extraño. ¿Por qué pensaría algo así de un desconocido que veía por primera vez?
—¿Cómo puedes asegurar que no dirán nada? —cuestionó, y aunque sí sentía curiosidad por eso, también quería desviar su atención.
—No querrán decir que fui yo quien los venció —respondió el pelirrojo mientras se encogía de hombros. —Por lo que sé, hay quienes piensan que son invencibles, así que no dirán que un solo chico les venció, su ego no lo permitirá. Harán lo que sea para ocultarlo. Como sea, no pienses más en ello. Vamos, entremos a ese edificio. Ya tuve suficiente de esta lluvia.
Él asintió, sintiéndose conflictuado; pues hasta que vio la facilidad con la que su salvador les derribó, también pensaba que eran un grupo invencible… de cierta manera, era vergonzoso haber presenciado su derrota.
Caminaron un poco, y estaban por entrar en el edificio, cuando Jaden se dio cuenta de que ni siquiera le había agradecido por darle un poco de justicia.
—Por cierto… gracias por eso… por tu ayuda…
Él quería agregar algo más, pero hace tanto que no mantenía una conversación decente con alguien que no fuera el príncipe Astor, que ahora se encontró incapaz de hallar las palabras adecuadas.
—No fue nada —negó con la cabeza el pelirrojo. —A todo esto, ¿cómo te llamas?
—Jaden —respondió. —Y, ¿cuál es tu nombre?
—Es verdad, tampoco me he presentado —dijo, antes de detenerse y hacer una pequeña reverencia. —Un placer, Jaden. Soy Fegan.
—Fegan… —susurró Jaden casi en automático. —Fegan…
Ese nombre lo conocía. ¿De dónde? ¿Era algún noble importante que no debía ofender?
El pelinegro levantó el rostro y buscó la mirada de “Fegan”. Él lo miraba desconcertado, pues había sido llamado varias veces sin motivo alguno.
Fegan…
Fegan…
¡Fegan!
Un mar de recuerdos, violentos y dolorosos, estallaron en la mente de Jaden.
El dolor fue tal que intentó agarrar su cabeza para aliviar el tormento, claro que en vano. El dolor le hizo sentir mareado, y cayó hacia el frente. De no haber sido por el pelirrojo, es probable que hubiese caído al suelo otra vez.
No obstante, ya no pudo reparar en esos detalles, pues perdió el conocimiento ahí mismo.
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