Un día la muerte ahuyentó a mis oídos, no estaba preparada para morir, pero tampoco para matar. No sé si en ese momento mi cerebro estaba funcionado normal, pero mis estímulos me obligaron a tomar un cuchillo y clavarle en el pecho a mi novio mientras hacía el amor. Me tomó algo de tiempo tomar esta decisión, encontrar a mi novio y a mi mejor amiga gemir bajo mis sábanas, atasco mi circulación sanguínea, haciendo que por mis venas recorriera decepción.
Soy Aurora Ortiz, una joven de 19 años, reconozco mi crimen, formo parte de una sociedad moderna que oculta un sin fin de secretos, y hoy les contaré la mía. Un día permití que Darío Anthony, un hombre de unos treinta años, se adueñara de mi inocente corazón. La paranoia se desbordó de mi mente haciéndome creer que el amor me observaba de cerca y que no me haría sufrir.
Lo conocí cuando era estudiante en la facultad de ciencias, me dio algo de temor fijarme en un hombre mayor que yo. Pero el temor es una sensación compleja, que nos atrae y al mismo tiempo nos inquieta. Mi inquietud comenzó el día que lo conocí, me fue difícil quitarle la mirada, mi corazón palpitaba con su presencia, sus labios perfectos y la forma que los movía, despertaban miles de sensaciones hormonales. No era pecado desear la carne humana, pero si probarla en estas circunstancias.
Su figura varonil y madura me atraía como un imán, sus ojos azules y su brillo profundo me llevaban a un viaje sin vuelta. Era la primera vez que me sentía atraída por alguien, mi mente gozaba al imaginar un sin fin de fantasías. Creía que mi espera había llegado a su fin, que mi momento había llegado, me enamoré a primera vista, sin ver lo que había a los costados, ni atrás, ni mucho menos más adelante.
Mi tensión aumentó cuando se dio cuanta que lo observaba a lo lejos del auditorio, él estaba dando su clase mientras yo intentaba concentrarme en la lección. Sus sospechas eran ciertas, la forma en como lo miraba era muy evidente, noto que me atraía, fijo su vista en la mía y en ese momento mis endorfinas liberaron felicidad y le regale una pequeña sonrisa. El amor tenía dos enemigos una el tiempo y otra la mala decisión. Ahí tuvo comienzo esta historia de amor, que terminó en una gran tragedia.
Con frecuencia me quedaba más tiempo después de las clases para conversar y conocernos más.No me importaban todas las normas universitarias sobre las relaciones entre profesores y estudiantes, ese hombre despertaba muchas sensaciones curiosas en mi piel y quería saber más de él.
Mis padres se negaron a que yo saliera con mi profesor de la facultad, a pesar de su negación me encapriche y me fui a vivir con él en su departamento.
Al finalizar el semestre me fui de viaje con mis padres a París, una prima se estaba cansando y fuimos invitados, Darío estando en temporada de exámenes finales no pudo acompañarnos. No sabía que esa vuelta cambiaría mi vida para hundirme en un lago de sangre.
Mi novio sabía perfectamente cuando llegaría de mi viaje, pero jamás imaginó que yo quería volver antes, tampoco me dio las ganas de avisarle, porque quise darle una sorpresa y la sorprendida fui yo.
Silenciosamente, abrí la puerta del departamento, deje la valija en el comedor, vi prendas de una mujer en el suelo, reconocería si fueran mías, mi corazón en ese momento sintió miedo, la forma en como latía me alertaba de algo malo. Su hambre constante de decirme que esté alerta era muy claro.
Ambos estaban desnudos en mi cama entregándose y gimiedo como dos actores de porno, ninguno se dio cuanta que estaba ahí, me sentía que había venido de otro planeta, de otro mundo porque en ese instante sabía perfectamente lo que iba a hacer. Sandy después de unos segundos se dio cuanta que estaba ahí parada observándolos, se apartó de mi novio eh intento tapar su desnudez con las sábanas blancas.
—¿Aurora?...— sorprendido dijo mi novio al verme a los ojos.
—¡Tranquilos!... no se asusten, pueden continuar— dije con una voz sensual, quitándome la ropa para unirme a ellos.
Nunca tuve fantasías sexuales, pero al verlos desnudos me provocó deseó, no estaba mal hacer real esta fantasía que en unos segundos se había interpuesto en mi cabeza, sabía con claridad después cómo terminaría el día.
Para ambos fue atrayente la propuesta, me hicieron un espacio en la cama, Darío me besaba los labios mientras mi amiga me tocaba la vagina para hacer que liberé secreciones que facilitarán la penetración. Cuando estaba poseída por la excitación, mi novio me penetro lentamente para luego aumentar sus movimientos, me sentía especial, no podía contra los dos, era mucho para mí, no dejaba de gemir como una loca, toque las partes íntimas de mi amiga, en ese momento me olvidé de quien era, no solo se trataba de abrir las piernas, sino de vivir una experiencia. Ese día muchos sueños se me murieron, todas mis ilusiones habían entrado en coma. Quise ser por siempre la princesa de mi novio, porque a él así le gustaba decirme. Hoy dejaba de ser su princesa para convertirme en una pesadilla para algunos.
Tras saciar esta fantasía le pedí a mi amiga que nos preparé algo para comer, ella se levantó y fue a cocina mientras yo hacía el amor tantas veces como pude,cuando ya no podía más saque una navaja del cajón de la mesita de luz sin que Darío se de cuenta y le clave en la yugular sin darle tiempo a que se protegiera, fue tan rápido todo que no pudo ni siquiera gritar. La cama se lleno de sangre, le di el último beso en sus labios y me levanté de su encima.
Fui a la cocina mi amiga se veía sexy con la camisa de mi novio, me puse tras de ella y la abracé, metí mis manos sobre la camisa y le toqué los pechos, a ella le gustaba, dejo de picar las verduras para disfrutar del toqueteo, metí mis manos en su vagina para alterar sus sensaciones, estaba tan agitada que no sintió cuando tomé el cuchillo, el mismo con el cual picaba las zanahorias y le clave en el estómago, le saque y le volví a clavar hasta que cayó al suelo.
El cuerpo de Dario estaba frio en la cama, donde muchas veces nos abrazamos para dormir.No pude disfrutar más de su amor, porque le había quitado la vida. Me senté en la puerta de la habitación y empecé a llorar, llore tanto que al finalizar el día ya no había más lágrimas en mi sistema para derramar. Sentía odio por su traición, el arma del crimen estaba a mi lado, se me pasó por la cabeza también quitarme la vida, el amor de tres personas se había terminado dentro de mi casa. Después de tres días una agente de policía se sentó frente de mí.
—Estás detenida por ser sospechosa de dos muertes a sangre fría — con sus labios carnosos articulaba las palabras el policía, mirándome con sus ojos desconcertados y perfectos.
La vecina del departamento de lado y la del frente al sentir un olor extraño llamaron a las autoridades. Por tres días había estado en shock, solo sentía que respiraba, pero perdí la noción del tiempo.
—¡Póngase de pie!— me hablan y al mismo tiempo me ayudaban a ponerme de pie.
Estaba como fuera de este planeta, no podía decir ninguna palabra, el silencio se abalanzaba por encima de mi cuerpo y esto hacía para los policías más difícil su trabajo. Mis emociones estaban desestabilizados, mi comportamiento hablaba sin palabras, confundiendo más a los que estaban arrestándome y poniéndome las esposas en las manos. Con la mirada sin parpadear me estaba despidiendo del lugar donde había sido feliz.
Escuchaba como los sonidos de las patrullas me alejaban de los cuerpos putrefactos de mi novio y de la mujer que un día la considere mi amiga. Nunca más compartiría oxígeno con ellos, porque me deshice de sus vidas para siempre sin darles la oportunidad de una explicación acerca de su traición. Escuchaba voces, pero no entendía nada, me pusieron en una celda fría y solitaria.
Mi caso fue asignado a un buen abogado de la ciudad, pero alguien más tomó el caso con mucho interés.
—Mamá, no voy a estar tranquilo hasta que esa mujer se pudra en la cárcel— dice Enzo Franco, el hermano de Darío a su madre Renata, mientras disfrutaban de un almuerzo en su casa.
—Mi amor, no es bueno que involucres tu profesión con tus sentimientos— le dice preocupada.
—Mi trabajo es defender los derechos del hombre, pero también hacerlos pagar por sus errores.
—Esa mujer me quito a mi hijo y jamás la perdonaré, pero no puedo permitir que robe tu paz mental, deja que alguien más se haga cargo de ella mi vida— insistía doña Renata a su hijo menor.
—Mamá, ya tome la decisión, es más se me hace tarde, hoy por fin conoceré a esa maldita asesina— dice enojado saliendo de su casa tirando la puerta.
La facultad reportó la ausencia de Darío, dos días sin ir a dar clases eran sospechosas, él jamás falto a su trabajo desde que entro a trabajar. Por eso el rector llamó a su madre, después de cansarse de llamarlo a los teléfonos personales, pero su madre tampoco sabia nada, hasta que una llamada de la policía les dio la noticia trágica.
Tras las rejas me encontraba sin recibir ninguna visita, mis padres no sabían del crimen que había cometido, porque estaban en Londres atendiendo negocios familiares.
La policía de turno me tomó del brazo y me llevó a una sala de interrogación, me sentó en una silla de color opaco sin vida al igual que yo, luego me dijo que esperara ahí, antes de irse me quito las esposas de las manos.
Unos segundos después me tropecé con los ojos más bellos, su traje color negro me excitaba con tan solo imaginarme que se lo quitaba, su perfume era tan atrayente que me hacía olvidar donde estaba y de lo que había hecho. Él me miraba fijamente a los ojos sin querer esquivarla, no podía descifrar lo que ocultaba, pero iba más haya de mi imaginación.
—Mi nombre es Enzo, soy tu abogado que te defenderá, necesito que me escuches con mucha atención— decía mientras sacaba unos papeles de un sobre.
Estaba tan perdida en su encanto, creía que era un sueño, estaba fuera de la realidad, pero en frente de mi otra realidad, una realidad fuera del espanto que hace uno días me había arruinado la vida.
—¿En qué mundo se puede vivir sin herir?— fue lo que dije después de varios dias sin decir ninguna palabra.
—Estás en una situación complicada, necesito entender, ¿porque lo hiciste, porque herir en vez de buscar otra solución?
Me distraje en su forma de hablar, pero no en lo que decía, estaba completamente drogada en su rostro sereno que transmitía paz, pero al mismo tiempo era misterioso.
—¿Cómo podemos matar el dolor para luego vivir de nuevo?— procuraba buscar repuestas a mi inconsciente.
—Tú mataste.Tendrías que tener la respuesta.
—Yo no quise hacerlo, simplemente me ganó el dolor de la traición— le dije tocando su mano, para saber si era real.
Enzo enseguida apartó su mano de la mía, se puso nervioso y me miró con odió, pude sentir su mala energía, él a mi me atraía, después de días oscuros y negros, algo hermoso había visto, pero a él parecía no agradarle estar frente de mí, porque estaba al frente de una criminal que mancho sus manos con la persona que decía amar al primer engaño.
"Jamás imaginé que la mujer quien me quito a mi hermano era hermosa", pensó Enzo al verme sentada en la silla. Él creía que yo era de la misma edad de Darío, pero al verme me encontró más joven, mi tés blanca y el poco brillo en mis ojos, le despertó curiosidad.
—Nuestro tiempo terminó, no logré sacarte ninguna información para evitar que la condena sea menor. Mañana volveré, necesito que estés más concentrada por favor— fue lo último que dijo levantándose de la silla en frente.
Cuando escuché la puerta cerrarse fue como una ola que se atravesó en contra de mi para arrastrarme aún a más dolor. No tenía a nadie quien me sostuviera la mano en estos momentos, el fue la única persona que se ofrecía a ayudarme, bueno eso era lo que yo creía a un principio.
Enzo salió algo alterado, mi belleza le había llamado la atención, su instinto de deseo le llevó a imaginar que cubría sus labios con los míos, cuando se subió a su auto para irse a su despacho.
Golpeó con toda su fuerza el volante de su auto, al recordar mi mirada apagada y con poco brillo, la tristeza en su pecho le recordaba el motivo por la cual su destino tenía que mezclarse con la mía. Cuando nos vimos ninguno de los dos sabíamos que el destino ya tenía con que divertirse.
Enzo luego de un día diferente a los otros, llegó a su casa muy confundido, se tomó un trago para relajarse, pero esto le puso peor, caminaba de un lado a otro, de su mente no podía borrar mi rostro angelical envestida de homicida.
—Enzo, ¿Qué te pasa hijo?— su madre le preguntó al verlo inquieto.
—Nada mamá, solo que estoy algo estresado— le respondió.
—¿Conociste a la asesina de tu hermano?
—Si, es alguien muy joven.
—Darío no quería que la conociéramos, seguro ese era motivo. Ojalá se pudra en la cárcel.
—De eso me encargaré yo mamá, no te preocupes.
—Preferiría que otro abogado se encargue de eso Enzo.
—Ya lo hablamos mamá, no te lo voy a volver a repetir.
—Vamos a cenar que la cena ya esta lista, invite a Serena, espero no te molestes.
—¡Mamá!..
Mis lágrimas tenían un nuevo hogar, y ese hogar se llamaba amor. Las mujeres por naturaleza somos astutas y veraces, fingimos ingenuidad aún sabiendo que saldremos heridas, porque nos justa los juegos peligrosos para no tener una vida aburrida.
Esa noche tras las rejas me puse a pensar en los momentos felices que viví con Darío, su misión conmigo había terminado, me hizo reír, me acompaño en días felices y difíciles, me hizo sentirme amada. Debía haberme retirado del juego y seguir con mi vida lejos de él, pero no, los gritos alocados de mis sentimientos negativos me obligaron a sacarlo del juego definitivamente, tomando su vida, rompiendo su futuro y volverlo en nada.
Al día siguiente Enzo volvió a verme, tenía ojeras en los ojos, tanto pensarme se le hizo difícil montar la manta de los sueños sobre sus ojos. Fuera de sus ojeras se veía más hermoso que el día anterior, su elegancia y su lenguaje profesional ponía límites sobre nuestra realidad.
—¿Darío era tu profesor en la universidad?— me preguntó, tomando su virome para tomar nota.
Antes de contestar me extravie en su dulce mirada, la profundidad de sus ojos me recordaban a Darío, sabía que podía estar alucinando porque aunque no pareciera lo extrañaba en silencio, y una parte de Enzo me recordaba a mi amor muerto.
—¿Porque estas aquí?, es para ayudarme o para hundirme más...— le pregunté.
Los nervios le explotaban por las manos, creía que su propósito habia sido descubierto. Respiró profundo ocultando sus verdaderas intenciones.
—Quiero entender que fue lo que te llevó a arruinar tu futuro. Eres una joven hermosa con un futuro ahí afuera— después de calmar sus nervios fue lo que argumentó.
—¿Tienes novia?—le pregunté.
—No. Pero no estoy aquí para hablar de mi situación sentimental, sino para hacer tu condena menor.
—Si no tienes novia, no vas a entender mi situación. Mi futuro estaba a lado de Darío, pero ahora le hace compañía a los muertos por haberme sido infiel en mi cama y con mi mejor amiga.
—¿Estás diciendo que Dario te engaño?
—Si, me engaño, ese señor no era del todo santo, no fui la única estudiante a quien toco, son más. Aún principio lo tolere y le perdone, porque vivíamos juntos y me hizo muchas promesas.
—¿Por qué simplemente no terminaste con él y te fuiste?
—Porque el sabía como hacerme feliz, no me imaginaba estar sin él. Amaba con locura a ese hombre y lo único que el hizo fue herir mi corazón.
—¿No pensaste en el dolor que ocasionaste a sus familiares?
—No pensé en nadie, como nadie piensa ahora en mi.
—¿Crees que te mereces salir de aquí?
—Voy a salir, no se cuando pero saldré.
"Estas loca si piensas que voy a dejar que pongas un pie fuera de aquí", pensó Enzo mirándome con su ojos cálidos.
—¿Puedo hacerte una pregunta?— le interrogue para distraerlo un poco.
—Dime...
—¿Hay la posibilidad que un hombre llegue a amarme con mis antecedentes?
Enzo se puso a pensar un poco antes de contestar, su expresión mostraba espanto con la pregunta, era muy evidente que le provocó risa mi pregunta, simplemente lo ocultó porque no podía burlarse de su cliente.
No pude obtener ninguna respuesta, porque el detective necitaba hablar conmigo, y mi abogado debía dejarnos solos, nuestras miradas en secreto se dijeron adiós, mi intuición no me engañaba Enzo no solo era mi abogado, sino que venía en busca de algo más, aún no estaba segura de que, pero que más adelante lo descubriría.
—El arma homicida estaba llena de evidencias de tus huellas. La sangre rociada y salpicada en las paredes demuestran que no solo fue un homicida, sino dos, necesito que me digas donde ocultaste el otro cuerpo— argumentó el detective de unos 33 años más o menos, con su ropa desalineada y una mirada fría y absorbente.
Los policías solo habían encontrado el cuerpo de mi novio y no la de mi amiga. Mi mente eliminó esa escena, no recordaba con exactitud dónde se hallaba su cuerpo, mi cerebro se negaba a recordar.
Clave mi mirada fija a mi interrogante—¡no lo recuerdo!— dije suspirando.
—¡¿Mataste dos vidas y no sabes donde pusiste uno los cuerpos?!— golpeó la mesa el detective muy enojado.
No le estaba mintiendo, en realidad no recordaba nada.
—Cuando los policías fueron a tu casa tenías puesta un vestido blanco, estabas inmóvil y paralizada, ¿en qué momento te cambiaste?, porque el vestido no tenía ninguna mancha.
No entendía nada de lo que el detective me decía, preferí no decir ninguna palabra, sabía que en cualquier momento saldría la verdad para golpearme en el pecho. No sentía arrepentimiento de mis actos, porque aún sentía que todo esto era una pesadilla y que en cualquier momento despertaría y bajaría del avión en el que volvía a casa para encontrarme con Darío, el amor de mi vida.
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