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¡Ella O Yo, Tienes Qué Decidir!

Axel y Grettel

Grettel vendía empanadas qué hacía la señora que la "recogió" cuando era una recién nacida.

Ándele mi buen, cómpreme empanadas, están muy ricas.

Ahora no, niña, hazte a un lado.

Por favor, si no las vendo, doña "pelos" me va a matar.

El transeúnte no pudo evitar sonreír por las ocurrencias de la niña. Está bien, dámelas todas...

El hombre le tendió unos billetes.

Gracias, me ha salvado la vida. Pero, esto es mucho.

Así déjalo, cuídate, niña.

El hombre se fue, déjandola muy contenta por su venta.

Grettel se fue corriendo a su casa, estaba feliz porque había vendido todas las empanadas.

Iba tan absorta en su alocada carrera que tropezó con un niño casi de su edad.

Niña tonta, ¿por qué no te fijas por dónde caminas?

Ay si, tú muy inteligente, ¿no?

Al verla por un momento, Axel se enamoró de esos ojos verdes.

Y Grettel se enamoró de ese niño guapo, Grettel tenía 8 años y Axel 10.

La magia fue interrumpida por Rafael, el hermano mayor de Axel.

Axel es hora de ir a comer. No sé por qué tienes que hablar con niñas de la calle.

Mira, mira, yo no soy de la calle, pos este, yo soy Grettel... Le ayudo a doña Martha a vender empanadas.

¡Bah!, vamos Axel, nuestros padres no tardan en volver del viaje.

Ya voy, qué desesperado eres.

Los dos niños se fueron a su casa, Grettel quedó encantada con ese niño tan guapo.

Se fue a su casa, donde vivía con doña Martha. Esta señora la había recogido desde que era una bebé, porque su madre estaba muerta y su padre en la cárcel. Doña Martha estaba recibiendo dinero por hacerse cargo de ella. Solo que ella no desaprovechaba la oportunidad de maltratarla.

Ya llegué doña Martha...

Vaya, ¿por qué llegaste tan temprano?

Pues ya vendí todas las empanadas.

Ay sí, no me digas, ¿y dónde está el dinero?

Entonces Grettel sacó los billetes que le diera aquel buen hombre y se los dio a Martha.

¡Ahijuesu!, pues ganaste buen dinero. Te has ganado la comida, pero poquita porque es bendita.

Sí, doña Martha, tengo mucha hambre.

.

.

Al día siguiente, Grettel volvió al lugar donde tropezó con Axel, a ver si lo volvía a ver.

Hola, Grettel, ¿cómo estás?

Hola, bien, ¿y tú?

Oye, ¿ya comiste?

No, doña Martha me mandó sin comer.

Pues yo te invito a mi casa, ¿aceptas?

¿De verdad?

Por supuesto.

¿Y no vas a tener problemas?

No, mis padres aún no han llegado.

Bueno, pues acepto. La verdad es que me muero de hambre.

Pues entonces, no perdamos más tiempo.

Axel la condujo por un camino de piedra, hasta llegar a su casa.

Pasa...

En eso la sirvienta les dijo que pasaran al comedor, en seguida les sirvo, les dijo.

Ya estaban comiendo cuando llegó Rafael...

¿Por qué has traído a esta mocosa?, no voy a comer si ella está aquí, dijo.

Grettel no dijo nada, la comida estaba deliciosa como para prestarle atención a ese insolente.

Axel intervino: No tienes opción, o te sientas ahora a la mesa o vete.

Claro que no, la que se va es ella.

Fue entonces cuando Grettel se levantó de la mesa, cogió su plato de sopa y se la tiró encima a Rafael... Que te haga buen provecho... Luego, se fue corriendo y Rafael atrás de ella.

Axel solo observó la escena con una sonrisa en sus labios.

Rafael no pudo alcanzar a Grettel; maldita escuincla, pero juro que algún día me la pagarás.

Y tú, ¿por qué sonríes?, ¿te da gusto verme así?

Ay hermano, eres muy antipático a los ojos de Grettel, eso te sacas por mal educado.

Luego, Axel se levantó de la silla y se fue a su cuarto.

Rafael ya no comió, y mejor se fue a su cuarto a bañarse.

.

.

¿Y ora, tú?, ¿por qué vienes toda acelerada?, preguntó Martha al ver llegar a Grettel bañada en sudor y sofocada.

Nada, es que le vacié la sopa en la cabeza al sangrón de Rafael, jajajaj.

Muchacha estúpida, ¿por qué tiras la comida?, Y, a todo esto, ¿quién es Rafael?

Un niño muy sangrón que conocí hace varios días, es hermano de Axel, otro niño que también conocí, y al decir esto un suspiro brotó desde el fondo de su corazón. Él es todo lo contrario a su hermano.

Mmm, ten cuidado, todos los hombres son iguales. Solo buscan aprovecharse de la mujer...

Ay, doña Martha, yo solo soy una niña, además Axel tiene 10 años, también es un niño.

No importa, todos los hombres son iguales. No importa la edad.

Usted me dice eso porque vive muy amargada...

Claro que no estoy amargada, solo cuídate, después no digas que yo te dije. Y ahora, ya que estás aquí ayúdame a cuidar la taquería. Me quiero acostar un rato, estoy muy cansada.

Ay doña Martha, ¿y qué cree, que yo estoy en un lecho de pétalos de rosas?.

Ya sé que no, pero tú eres una niña, y yo ya estoy vieja. Ándale, ve, digo, si quieres cenar más tarde.

Voy a ir porque quiero, no porque usted me diga, ya bastante hago con vender sus dichosas empanadas.

¡Ay niña, pero qué rejega eres!, ni siquiera eso quieres hacer, quieres que te mantenga, ¿no?

Ya, doña Martha, no se queje, yo le ayudo en lo que pueda, pero no se mande.

Desde que conociste a ese disque amigo tuyo, andas muy cambiada niña, ¿qué te pasa?

Nada, doña Martha, no se meta en lo que no le importa.

Ay, mugrosa huerca, de todos modos a mí no me interesa lo que hagas.

Pues entonces no me esté perguntando, no tengo por qué contestar nada.

Niña malcriada, pero así te va a ir en la vida, ya verás.

Ay, déjeme en paz, doña Martha. Al rato regreso.

En otro rumbo de la ciudad.

Adrián Chávez era encarcelado por una injusticia.

Es que les digo yo no hice nada, por favor, no me encierren.

Lo sentimos, todas las pruebas demuestran que usted es culpable, ya le dictaron sentencia, se quedará ahí por muchos años.

"Malditos, pero juro que cuando salga de aquí me voy a vengar. Solo viviré pensando en la venganza".

30 años de cárcel

Haremos todo lo posible por sacarlo de aquí, don Adrián... El abogado Clemente le decía sin muchas esperanzas. Aquí el problema es que todas las pruebas apuntan en su contra.

Sí, Clemente, pero eso fue una trampa de Lorenzo Fuentes para quedarse con todo mi dinero y mis empresas. ¿Qué más puedo hacer para demostrarlo?

Bueno, como ya le dije antes, hacemos todo lo que está en nuestras manos.

Abogado, necesito hacerle una pregunta muy íntima, mi esposa al parecer, tuvo una hija. ¿Qué fue de ella?

Eso sí no lo sé pero lo investigaremos.

Sí, por favor, se lo encargo mucho.

A Adrián Chávez le tendieron una trampa y cayó en ella. Pero eso los jueces no lo vieron y le dieron 30 años de cárcel.

Desgraciadamente, las pruebas lo apuntaban a él como culpable.

Adrián oyó las palabras del juez y sintió que ya nada tenía sentido para él. A la edad que tenía, 28 años; 30 años de cárcel eran muchos, saldría ya viejo, y siendo inocente, una desesperación llenó toda su alma.

¡Dios mío! ¿Y ahora qué voy a hacer? Necesito estar libre para buscar a mi hija.

.

.

Grettel y Axel estaban sentados en una banca de un parque, su favorito.

Grettel, ¿qué tal si te enseño a leer y escribir?, ya que tu tutora no te manda a la escuela.

¿De verdad, Axel? ¿Harías eso por mí?

Por supuesto, eso y más, para que en un futuro puedas estar preparada para enfrentar todo lo que venga, con valentía y no seas una más del montón.

Gracias, Axel, sí quiero aprender, no me quiero quedar burra toda mi vida.

Bueno, pues desde mañana empezamos, ya verás que pronto aprenderás. Eres muy lista.

Y así día tras día, Grettel y Axel se encontraban en esa banca del parque, su favorita. Ahí Axel le enseñaba a leer y escribir. Como Grettel era muy lista e inteligente, pronto aprendió a escribir su nombre...

Mira, Axel, ya pude escribir mi nombre sin equivocarme.

¡Wauu!, qué lista eres.

Gracias, Axel, no sé qué hubiera hecho sin ti.

Grettel, todo esto es porque le estás echando ganas, yo solo soy el instrumento para que tú aprendas, el mérito es solo tuyo.

.

.

Lorenzo Fuentes platicaba con su esposa Josefina.

Ya le dictaron sentencia a ese malnacido de Adrián, ahora, la empresa, los bienes y todo lo que conlleva es nuestro.

¿O sea que ya somos ricos?, qué maravilla, dijo Josefina, que no ocultaba su gusto por el dinero.

En eso entraba Rafael... Hola, papá, mamá.

¿En dónde está Axel?, preguntó Josefina a su vez.

Afuera, con su "amiguita", una niña pobre que no deja de acosar a mi hermano.

Josefina estaba muy enojada por lo que acababa de decir Rafael, el mayor de sus hijos.

¿Estás seguro de lo que dices, Rafael?

Por supuesto que sí, mamá, ¿por qué piensas que te miento?

Si es una pordiosera, entonces, tengo que prohibirle a Axel que la siga viendo.

Tienes razón, mujer, Axel tendrá que escucharnos, Lorenzo era un hombre de mucho carácter, y no admitía que nadie de su familia se saliera del "huacal"...

En cuanto vuelva Axel me llamas para hablar con él, esto no puede seguir así. Voy a mi estudio, tengo algunos asuntos que atender.

Josefina se fue a su cuarto. "Tengo que ponerle un correctivo a Axel, de lo contrario nunca va a entender".

Rafael se fue a su cuarto a hacer su tarea, porque quería llegar a ser el mejor abogado del mundo.

En cuanto Axel llegó de ver a Grettel, Rafael le salió al encuentro...

Papá quiere que vayas a su estudio a hablar con él.

¿Qué le has dicho?, ¿para qué quiere verme?

No sé, pero yo que tú mejor me preparaba para un buen regaño, jajaja.

Axel lo miró interrogante, después se encaminó al estudio a hablar con Lorenzo, su padre.

Adelante, dijo Lorenzo, al escuchar el suave toquido a la puerta.

Papá...

Pasa, hijo, voy a ir directo al grano.

¿Cómo es posible que tengas por amiga a una pordiosera, una indigente?

¡Papá!, Grettel no es ninguna pordiosera, es una niña humilde, ella no tiene la culpa de haber nacido en un barrio pobre.

¡Como sea!, ¡te prohíbo terminantemente que vuelvas a verla!

Pero, papá, ella es mi amiga, la estoy enseñando a leer, es una niña muy inteligente y bella.

Será el sereno, tienes que echarle ganas a tus estudios, no voy a gastar en vano, mientras sigas viendo a esa niña pordiosera, no habrá ni un cinco más. ¿Entendido?

Al ver que Axel se quedaba callado...

¿Entendido?

Sí, papá...

Y ahora, lárgate a hacer tu tarea.

Axel no dijo nada, pero de ninguna manera pensaba dejar de ver a Grettel. Ella era una niña muy linda, con unos hermosos ojos verdes. Para Axel, era la niña más hermosa que había visto en su vida.

Y lejos de hacerle caso a su padre, Axel siguió frecuentando a Grettel.

.

.

Grettel, ubícate ya, ese niño rico solo te busca para una sola cosa. Él únicamente quiere jugar contigo. No seas mensa, le decía Martha.

Ya déjeme en paz, doña Martha, no todos son malos, como usted dice. Axel es el mejor niño que he conocido. Él me tiene paciencia, me está enseñando a leer, a escribir, con decirle que ya sé escribir mi nombre. Y he escrito varias cosas. Axel me dijo que si sigo así, pronto podré escribir un párrafo completo.

Deja de decir ridiculeces, el que nace para tamal, del cielo le caen las ojas.

Ay, doña Martha, ya no quiero hablar con usted, siempre anda de pájaro de mal agüero.

Pues luego no digas que no te avisé...

Grettel se puso a leer lo que Axel le había enseñado.

Hermano mala leche

Doña Martha no quería dejar a Grettel porque le resultaba una mina de oro, la madre de Grettel, antes de morir le dejó una cantidad de dinero más o menos aceptable a cambio de que ella se hiciera cargo de su hija en caso de que le pasara algo malo. Como si ya presintiera lo que le pasaría.

Al morir esta, (una semana después de dar a luz), ella se hizo cargo de la niña, no con muchas ganas, pero sí por el dinero que representaba. La tenía con ella desde que era una bebita recién nacida.

Claro, la calidad de vida que esta señora le daba a la niña era muy mala. Sin embargo, Grettel no decía nada porque no tenía a dónde más ir.

Por eso tenía ese carácter, porque así podía defenderse de todos.

Grettel solo tenía por amigos a Axel, y a una mujer que vivía en el mismo edificio que ella pero un piso más arriba, sentía que él le iluminaba sus días.

Axel siempre se había portado muy bien con ella, incluso hasta la estaba enseñando a leer y escribir. Esto hacía que la niña se fuera enamorando de él poco a poco. A pesar de que Grettel tenía 8 años, sentía que estaba muy enamorada de él.

Y tal vez, Axel sentía lo mismo por ella.

.

.

Grettel, ¿cómo estás? Mira, te traje un lonche.

Axel, muchas gracias por el lonche. ¡Qué bueno que me lo trajiste porque tengo mucha hambre!

¿Acaso doña Martha no te dio de comer?

No, me dijo que si no vendía todas las empanadas no iba a comer. Así que tuve que salir de mi casa solo con las empanadas y nada en el estómago.

Axel vio como Grettel se comía todo el lonche vorazmente. Sentía una infinita ternura de verla sola, tan desvalida.

Doña Martha no le daba nada de amor, al contrario, se la pasaba regañándola todo el tiempo y haciéndole la vida miserable.

No la mandaba a la escuela porque según ella, no tenía dinero. Sin embargo, gastaba para comer solo ella y a Gretel le daba solamente las sobras.

La amiga que vivía en el mismo edificio que ella, la ayudaba muchas veces con consejos. A veces hasta le daba de comer porque siempre la veía con mucha hambre.

Esta chica vivía con una tía, que era cantante. Ahí en ese lugar iban muchos hombres, a tomar, y a disfrutar con las chicas malas que abarrotaban el lugar.

El dueño era un tipo mal encarado que la obligaba a trabajar horas extras sin pagarle un peso más que su sueldo, qué, además, era mísero.

Pero era lo que había y ni modo.

.

.

Rafael vio a su hermano sacar unos tacos que Carmina, la sirvienta, había preparado minutos antes para la familia, aprovechando un descuido de esta.

Ándale, ya te vi. Le voy a decir a mamá, le dijo a su hermano.

Sí, ve con el chisme, pareces niñita, le contestó Axel molesto.

¡Mamá!, Rafael llegó corriendo al comedor donde estaban sus padres... Axel se está robando los tacos.

Pero, ¿cómo?, dijo Lorenzo.

Inmediatamente, se levantó de su silla y fue a la cocina.

Ahí solo estaba Carmina, dando el último toque antes de servir.

¿Dónde está Axel?, preguntó Lorenzo.

No ha venido por aquí, señor, dijo Carmina.

Rafael intervino, no mientas, Carmina, Axel se estaba robando los tacos, yo lo vi.

Señor, yo le aseguro que los tacos están completos, tal y como los dejé.

Lorenzo y Rafael observaron los tacos. En efecto, estaban completamente ordenados, no faltaba ni uno.

Está bien vamos a la mesa.

En cuanto se fueron... Axel, ya siéntate a la mesa, aquí te voy a dejar los tacos para que se los lleves a tu amiga.

Gracias, Carmina, te debo una.

¿Una?, muchas, jajaja.

Está bien, apúntamelas en el hielo.

A qué muchachito este. Se dijo Carmina.

.

.

Tiempo después... Axel se encontraba con Grettel en su banca favorita del parque, un poco apartada de las miradas burlonas.

Grettel, te traje estos tacos, están riquísimos. Ah, y un refresco.

Gracias, Axel... dijo Grettel, completamente agradecida con él.

No me las des, yo te los traje con todo mi amor.

A Grettel se le iluminó la cara con esa afirmación de Axel.

De amistad, claro, corrigió él.

Sí, claro.

Grettel se comió todos los tacos, además de que se sentía muy a gusto con Axel.

Él se portaba muy tierno con ella y la trataba con toda delicadeza.

Eres una niña muy hermosa, Grettel. Me siento muy feliz cuando estoy contigo.

¿De verdad, Axel?

Claro que sí, te lo digo con todo mi corazón.

¿Y tus papás qué piensan de mí?, preguntó Gretel un poco nerviosa.

Eso es lo de menos, tú no te preocupes por nada. Siempre podrás contar conmigo.

.

.

Cuando Grettel regresó a su casa, Martha la estaba esperando de no muy buen humor.

¿Me puedes decir por qué llegas a esta hora y de dónde vienes?...

No se sulfure, doña Martha, vengo de vender las empanadas. Aquí está el dinero.

Muy bien, niña, así ya no digo nada. Espero que hayas comido porque no hay nada.

No se preocupe, doña Martha, no tengo hambre.

Pues qué bueno que no tengas hambre, ahora vete a tu cuarto, ya no te quiero ver aquí.

Está bien, doña Martha, ya me voy. No me interesa ver caras largas.

Grettel se fue a su cuarto, estaba harta de escuchar quejas todos los días de Martha.

Pero, la verdad, eso no le importaba, porque detrás de todo esto estaba Axel, que la trataba como una verdadera reina.

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