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Desafortunadamente, Me Enamoré De Mi Mejor Amigo.

Capítulo 1

Presentación...

Mariana Sanna, de 26 años, es la hija mayor de Otávio Sanna y Maria Sanna, y hermana de Maria Luiza Sanna, de 22 años, la menor de los Sanna. El padre de Mariana tiene una empresa de deliciosos vinos y es socio de una empresa de quesos. Mari dejó Italia, su familia y a su mejor amigo a los 18 años para vivir en Portugal con sus abuelos maternos, Antônio y Ruth. ¿El motivo? Lo sabrán un poco más adelante. Mariana está enamorada de su mejor amigo Murilo desde que tenía 15 años, para ser más exactos, descubrió la pasión por él cuando bailaba con él en su fiesta de cumpleaños número 15, desde entonces, lo oculta e intenta olvidarlo al máximo.

Murilo Rossi, de 26 años, es el hijo menor de Paulo Rossi y Cíntia Rossi, también tiene un hermano mayor, Frederico Rossi, de 30 años. Murilo recientemente puso en orden la empresa de quesos de su padre, ya que su hermano mayor prefirió estudiar odontología y hoy es un gran dentista. Paulo y Otto, apodo del padre de Mariana, son amigos desde hace años y también socios, por lo que Murilo pretendía seguir con ello y en cuanto Mariana volviera a Italia para asumir el mando de la empresa de su padre, él se encargaría de renovar esa sociedad que viene de muchos años atrás.

8 años antes...

Mensaje on...

Murilo: Mari, ven a mi casa

Mariana: ¿Para qué?

Murilo: Necesito contarte algo y también enseñarte.

Mariana: ¿Por qué no me lo dices por teléfono o vienes aquí?

Murilo: Mah, por favor.

Mariana: ¡Vale! Pero no tardaré, la cena está casi lista.

Murilo: Te espero.

Mensaje off...

Aunque estaba enamorada de su mejor amigo, ella esperaba que ese sentimiento fuera solo suyo. No quería que nadie se enterara, y mucho menos Murilo, pues Mariana tenía mucho miedo de perder su amistad. Mari, que estaba en su habitación, sale y baja las escaleras para encontrarse con su madre y su hermana en el salón.

Maria: ¿Adónde crees que vas, jovencita?

Mariana: Voy a casa de Murilo, vuelvo enseguida.

Maria: La cena, hija...

Mariana: Lo sé, mamá. Prometo no tardar, será rápido. Luiza, ¿quieres venir?

Luiza: El tonto de Frederico no estará allí, ¿verdad? Estos días se ha dedicado a meterse conmigo.

Mariana: Seguramente no, creo que está en la universidad. ¿Vamos?

Luiza: Puede ser...

Maria: No tardéis las dos. Vuestro padre acaba de llegar y solo se está bañando para que podamos cenar.

Las chicas asienten y, tras despedirse de su madre con un beso, salen. Murilo y su familia vivían literalmente al lado de la casa de los Sanna, tanto que el balcón de la habitación de Mari y el de Murilo estaban uno frente al otro. Hacía algunos años, Paulo y Otto habían hecho un precioso jardín entre las casas para que los niños jugaran, este jardín daba acceso a las dos casas y es por este lugar por donde las chicas se dirigen a casa de los Rossi. Mariana llama al timbre y espera a que alguien abra la puerta, para decepción de Maria Luiza, quien abre es Fred, en ese mismo instante ella pone los ojos en blanco.

Fred: Mira quién está aquí, la mocosa jaja

Luiza: Cállate, Frederico. ¿Qué haces aquí?

Fred: Vaya, que yo sepa, esta es mi casa. Ahora soy yo quien pregunta, ¿qué haces tú aquí?

Luiza: Nada que te importe...

Fred: Cuida tu lengua, Maria Luiza.

Luiza: Vete a...

Mariana: Pensaba que estabas en la universidad, Fred.

Fred: Salí más temprano hoy, Mari.

Mariana: ¿Dónde está Lilo? Me dijo que viniera aquí.

Fred: Creo que está en la cocina. Llegué y fui directo a mi habitación, acabo de bajar. Id allí.

Mariana: ¡De acuerdo!

Mari entra cogida de la mano de su hermana y Fred aprovecha para sacar la lengua a la niña, que pone los ojos en blanco ante la actitud infantil de un chico de 22 años.

Luiza: Qué infantil, Fred. Hasta yo, que solo tengo 14 años, no soy así.

Fred se limita a sacarle la lengua de nuevo y se dirige al sofá. Mari y Luiza no necesitaron ir hasta la cocina, pues Murilo apareció en el salón y, para su desgracia, venía acompañado de una mujer de su misma edad y a la que ella conocía bien, era la amiga con derechos de Lilo, como Mariana le llamaba cariñosamente desde niños. Murilo se acerca a ellas y las saluda con un abrazo, la chica no las miraba con muy buena cara y en cuanto Murilo abraza a su mejor amiga, ella se acerca a ellos y le pone la mano en el hombro.

Raquel: Cariño, ¿quiénes son?

Mari: ¿Cariño?

Murilo: Eso era lo que quería deciros en persona, Mah. Estoy saliendo con alguien. Raquel, esta es mi mejor amiga, Mariana Sanna. Mari, esta es la chica de la que te hablaba.

A pesar de tener el corazón destrozado, Mari pone su mejor sonrisa y saluda a Raquel de forma amistosa. Luiza y Fred observan toda la escena en silencio y luego se miran como si conversaran solo con la mirada.

Mari: No sabía que ibais en serio, Lilo.

Murilo: Es que...

Raquel: Ya era hora, ¿no, cariño? jajaja Si eres su mejor amiga, entonces ya sabes que llevamos saliendo un tiempo.

Mari: Sí, pero...

Raquel: Cariño, ¿no me vas a presentar a tu hermano personalmente?

Murilo: Claro.

Rápidamente presenta a Frederico a su novia y también a Maria Luiza. Raquel saluda a la chica solo por cortesía, pero finge que las dos Sanna no existen en ese ambiente, solo ella y los Rossi.

Murilo: Mah, tengo otra novedad...

Mari: ¿En serio?

Murilo: Raquel también va a estudiar administración y, lo mejor, en la misma universidad que nosotros. Así que es muy probable que se una a nuestra clase.

Mari: Qué...

Raquel: Y tú, Fred, ¿cómo va la universidad? Por cierto, puedo llamarte Fred, ¿verdad?

Fred: La universidad está tranquila, Raquel. Y solo dejo que me llamen Fred los más íntimos y tú todavía no lo eres...

Raquel: Somos cuñados...

Fred: Aun así, te conozco desde hace menos de 5 minutos.

Antes de que nadie pudiera decir nada, Paulo y Cíntia bajan las escaleras. Saludan a las chicas y se unen a ellos. Luiza se da cuenta de que su hermana no está bien, está triste y, aunque intenta disimularlo, ve el momento exacto en que sus ojos se llenan de lágrimas.

Luiza: Mari, ¿nos vamos?

Paulo: ¿Tan pronto?

Cíntia: ¿Por qué no cenáis con nosotros, queridas?

Mari: Nuestros padres nos esperan para cenar, tía.

Luiza: Papá estaba terminando de bañarse. Lo dejamos para la próxima. Vamos, hermana.

Mari: Sí.

Se levantan y se despiden de todos. Cíntia acompaña a las chicas hasta la puerta y luego vuelve con su familia. Mari y Luiza caminan en silencio por el jardín que separa las dos casas.

Luiza: No me ha gustado esa chica, te prefiero mil veces a ti con él, Mariana.

Mari: ¿Qué estás diciendo, Maria Luiza? Lilo es mi mejor amigo, somos como herma...

Luiza: Sé que estás enamorada de él, Mari.

Mari: Son imaginaciones tuyas, Luiza.

Luiza: No, no lo son, observo las cosas y llevo un tiempo notándolo.

Mari: Eres muy lista para tener 14 años, ¿lo sabías?

Luiza: Lo sé jaja. Y tú eres muy tonta para tener 18 años jaja

Mari: ¿¡Maria Luiza!?

Luiza: Solo digo la verdad, hermana. Lo estás perdiendo por esa mocosa sin modales ni vergüenza.

Mari: En primer lugar, Maria Luiza... Tienes la boca muy sucia, ¿quién te ha enseñado eso? Y en segundo lugar, prefiero mil veces perderlo por ella que perder a mi mejor amigo para siempre. Murilo no siente lo mismo que yo, y si le hablo de mis sentimientos, estoy segura de que lo perderé. Así que, entre declararme y quedarme sin él, y aguantar a esa arpía y tener a mi mejor amigo, prefiero guardarme este sentimiento para mí. Y tienes prohibido contárselo a nadie.

Luiza: Si yo fuera tú, le provocaría besando a otros delante de él. Saldría con muchos...

Mari: Luiza, eres un diablillo, ¿lo sabías? No voy a provocar a nadie ni a salir con muchos, no soy una cualquiera para hacer eso.

Luiza: Tienes dos opciones haciendo eso, o bien él se pondrá celoso y se dará cuenta de que está enamorado de ti o bien te olvidarás de él.

Mari: Ya lo hago, Maria Luiza. Salgo con algunos chicos para olvidarlo, pero no sirve de nada. Ahora, por favor, no hablemos más de esto.

Luiza: Tienes miedo de que se aleje, pero ya se está alejando, Mari. Siempre viene a dejarte a casa, sin importar quién esté en su casa, y hoy no lo ha hecho.

Mari: Lo sé...

.................

Embarcaros en un nuevo viaje conmigo y recordad que las cinco estrellas que aparecen para que valoréis no son la valoración del capítulo, sino de toda la obra. Por favor, os pido que no valoréis la obra hasta el último capítulo.

Capítulo 2

Después de llegar a casa, Mariana se quedó callada y solo hablaba lo básico. Su corazón dolía cada vez que pensaba en Murilo con otra; le dolía mucho más imaginar declarándose y perder su amistad. Después de cenar, fue a su habitación y se permitió llorar, quedándose dormida entre sollozos. Al día siguiente, no quiso salir de su habitación. Maria Luiza fue a verla, pero Mariana le pidió que la dejara sola, que no quería hablar. María también fue a su habitación y le llevó un bocadillo a su hija; verla así y no poder hacer nada le partía el corazón. Por la tarde, Mariana finalmente salió de la habitación y encontró a su padre en la sala, trabajando en su computadora portátil.

Mari: Papá, ¿dónde está mamá?

Otto: Salió con tu hermana, pero ya vuelve. ¿Pasó algo?

Mari: No me siento bien.

En ese mismo instante, Otto se acercó a su hija y le puso la mano en la frente, comprobando que tenía fiebre.

Otto: Estás un poco caliente, hija. Vamos a la cocina.

Mari asintió y siguió a su padre. Allí, él le dio una medicina que ella tomó con un poco de agua.

Otto: Tu madre me dijo que no quisiste comer bien y que pasaste toda la mañana en tu habitación. ¿Sucedió algo?

Mari: Nada importante, papá. Son cosas de mujeres.

Otto: Está bien. Siéntate ahí que te prepararé algo de comer.

Mari: No tengo hambre, papá...

Otto: No hace falta esperar a tener hambre para comer, Mariana. Siéntate ahí que voy a buscar algo para comer. Casi no cenaste ayer, casi no comes hoy y todavía dices que no tienes hambre. Para colmo, estás enferma, así que vas a comer.

Mariana se limitó a asentir y a obedecer a su padre. Otto se dirigió a la cocina y empezó a preparar un plato para su hija. Mari se comió toda la comida que su padre le había servido. Después, él fue a la nevera, cogió el postre y ambos comieron. Después de recogerlo todo, fueron a la sala y Mariana se tumbó en el sofá, apoyando la cabeza en las piernas de su padre.

Mari: Me siento débil, papá.

Otto: Se te pasará pronto, hija.

Se acurrucó aún más en su padre y acabó durmiéndose, sintiendo las caricias que Otto le hacía. En cuanto él se disponía a levantarla para llevarla a su habitación, María llegó con Maria Luiza.

Otto: Mariana tiene fiebre.

María: ¿Qué?

Se acercó a su hija y le puso la mano encima, sintiendo que la niña realmente tenía fiebre.

María: ¿Ha comido algo?

Otto: Sí, la hice comer y ya ha tomado su medicina. Pronto estará mejor.

Luiza: ¿Se pondrá bien?

Otto: Sí que lo hará, hija. No te preocupes, solo es fiebre, pronto se le pasará.

María: Llévala a su habitación, cariño.

Otto asintió y con cuidado la cogió en brazos y la llevó a su habitación, acompañado de María y Luiza. La acostó en la cama mientras su esposa abría las ventanas para que la habitación tuviera una temperatura agradable para su hija.

Luiza: ¿Puedo quedarme con ella?

María: Claro que sí, hija. Si necesitas algo, llámanos, ¿de acuerdo?

Luiza: De acuerdo.

La pareja besó a sus hijas y salió de la habitación. Maria Luiza se tumbó en la cama junto a su hermana y dejó escapar un largo suspiro.

Luiza: Hasta Federico sabe que esa mocosa no tiene remedio.

Al cabo de un rato, Maria Luiza también se quedó dormida. Unas horas más tarde, Mariana se despertó y vio que ya había oscurecido. Sintió un dolor de estómago y mucho frío, además de sentir que su cuerpo ardía. Cogió su teléfono y comprobó la hora, las 7 de la tarde, luego entró en la aplicación de mensajería para ver si Murilo le había enviado algún mensaje, pero no había nada de él. Eso le dolió, porque siempre tenía algún mensaje suyo en su teléfono. Mari se levantó, fue al baño a asearse y decidió ir a buscar a alguien para que la ayudara, no se encontraba bien. Mientras caminaba por el pasillo de las habitaciones, rezó para que hubiera alguien allí, porque estaba segura de que no podría bajar las escaleras. Mariana se dirigió a la habitación de sus padres y llamó a la puerta, que María no tardó en abrir.

María: Ya iba a llamarte para cenar, cariño.

Mari: No me siento bien, mamá.

María comprobó si su hija seguía con fiebre; la niña ardía. La mujer llevó a su hija a su cama e hizo que se sentara. Luego fue a buscar un termómetro y se lo puso en la boca a su hija para comprobar la temperatura.

María: 40°, hija.

Antes de que Mariana pudiera decir nada, bajó la cabeza y vomitó todo lo que había comido ese día. María la sujetó por el pelo y la dejó vomitar.

Mari: Mamá...

María: Todo está bien, hija. Túmbate en la cama, que voy a llamar a tu padre.

María ayudó a su hija a acostarse y salió corriendo a llamar a Otto, que estaba en la planta baja con su hija pequeña. Cuando llegó a las escaleras, vio a Maria Luiza subiendo.

María: Luiza, ¿dónde está Otávio?

Luiza: En casa, ¿pasó algo?

María: Mariana se encuentra mal.

Luiza: ¿Qué?

María: Ve a llamarlo, hija. Estamos en mi habitación.

Luiza bajó corriendo las escaleras para llamar a su padre. Mientras tanto, María volvió a la habitación y encontró a Mariana vomitando una vez más. La mujer ayudó a su hija y, cuando Mari terminó de vomitar, Otávio llegó corriendo, sin aliento, junto con Maria Luiza. Otto se acercó y vio a la niña pálida y temblando de frío.

Otto: Está ardiendo, María.

María: Tiene 40°, Otto.

Otto: Tenemos que ir al hospital ahora mismo. Luiza, ve a buscar los documentos de tu hermana, te encontramos en el coche.

Luiza asintió y corrió a la habitación de su hermana. Otávio cogió a su hija y la llevó al baño para poder enjuagarle la boca. Mientras tanto, María cogió una sábana y, cuando Otto volvió con su hija en brazos, la envolvió para intentar aliviar el frío que sentía.

Mari: Me duele la barriga, papá.

Otto: Vamos al hospital, hija.

María: Pronto estarás bien, mi amor.

Bajaron y fueron al coche. Justo cuando estaban entrando, llegó Maria Luiza y se sentó en el asiento delantero, ya que María estaba con Mariana detrás. Otto salió prácticamente quemando rueda y fue lo más rápido posible al hospital. Por el camino, Mari se quejaba de dolor de estómago, frío y náuseas, además de sentir mucho frío por la fiebre alta.

En el hospital, Otávio entró corriendo con Mariana desmayada en brazos.

Otto: ¡SOCORRO!

Al ver la escena, los profesionales se acercaron, cogieron a Mariana y la pusieron en una camilla. Se dirigieron a una sala, pero antes de que pudieran entrar, Otávio, María y Maria Luiza vieron a la niña convulsionando sobre la camilla. Luiza se desesperó y empezó a llorar, gritando por su hermana. Los padres abrazaron a su hija y, aunque conteniendo el llanto, María dejó caer las lágrimas, mientras que Otto intentó con todas sus fuerzas ser fuerte, pero ver a su primogénita de esa manera le dolía mucho.

Capítulo 3

Las horas iban pasando y no había noticias, Luiza no paraba de llorar, un llanto silencioso y persistente. Alrededor de las 21:30 Paulo llega con Fred, Otto había llamado a su amigo y los dos decidieron ir hasta allí.

Paulo: ¿Cómo está?

Otto: Todavía no tenemos noticias.

María: No viene a hablar, ya estamos angustiados.

Fred: ¿Ya fueron a recepción?

María: Otto ya fue varias veces, Fred. Pero siempre dicen lo mismo, que esperemos a que el médico venga a hablar con nosotros.

Frederico ve a Maria Luiza toda encogida abrazada a su padre, sus ojos están rojos de tanto llorar. Al ver aquello, siente un nudo en el corazón, una inquietud. A Frederico le encantaba molestar a Luiza, le gustaba tomarla el pelo, así como ella hacía con él, pero verla de esa manera, tan vulnerable, le dolió. Se acerca a ella y se sienta a su lado.

Fred: ¿Estás bien, Luiza?

Luiza: Mi hermana, Fred. Ella... ella...

Fred: Va a estar bien, ya lo verás.

Paulo: ¿Vamos, Fred? Solo vinimos a preguntar por noticias y a saber si Luiza quiere quedarse en casa.

Luiza: Quiero quedarme.

María: Hija, no has cenado y es muy tarde, no puedes quedarte aquí.

Luiza: Pero...

Otto: En cuanto sepa algo, yo también me voy a casa, hija. Seguramente Mariana tendrá que quedarse aquí y tu madre se quedará con ella. Te prometo que en cuanto llegue iré a buscarte.

Fred: ¿Vamos, Luiza?

Aunque reacia y sin opción, Luiza accede y se despide de sus padres yéndose con Frederico y Paulo. Al llegar a casa, Cíntia los espera en la sala. Maria Luiza se acerca y es envuelta en un abrazo, ella lo corresponde y una vez más deja que las lágrimas bañen su rostro en un llanto silencioso.

Cíntia: Todo va a estar bien, mi amor. Mari es fuerte y pronto estará como nueva.

Luiza: Antes de que entraran a la habitación con ella, la vimos convulsionando, tía. No estaba bien, pasó el día en la habitación, casi no comió. Mi hermana no es así.

Paulo: Hoy solo fue un día difícil para ella. Mañana, cuando vengas a verla, verás cómo ya estará siendo nuestra Mariana.

Fred: Mamá, ¿hay algo que Luiza pueda comer? Todavía no ha cenado.

Luiza: No nece...

Cíntia: Vamos a ver qué puedo preparar para ti, Luíza.

Van a la cocina y allí Cíntia comienza a preparar algo para la niña. Maria Luiza echa de menos a Murilo en casa, pero no comenta nada. Mientras tanto en el hospital, ya se acercaban las 23h cuando el médico va a ver a los Sanna.

María: ¿Cómo está?

Otto: Por favor, dígame que mi hija está bien.

Médico: En primer lugar, les pido disculpas por la demora, pero estábamos haciéndole unos exámenes y también asegurándonos de que cuando viniera a hablar con ustedes, les trajera buenas noticias. Como les decía, le hemos realizado unos exámenes a su hija y hemos comprobado que la señorita Mariana tiene una infección alimentaria. La fiebre, los dolores abdominales, las náuseas y los vómitos, fueron los síntomas que presentó la enfermedad. Ya le hemos medicado adecuadamente y su hija ya se está recuperando bien.

Otto: Y la convulsión. La vimos.

Médico: Mariana llegó al hospital con mucha fiebre, alcanzando los 41°. Tuvo una hipertermia que le provocó la convulsión, le realizamos unas pruebas y se comprobó que no tendrá secuelas...

María: Gracias a Dios.

Médico: Antes de venir a hablar con ustedes, le he comprobado la temperatura corporal y tiene 38°. Vamos a estar controlándola y en caso de que aumente, le aplicaremos más medicación. Debido a la infección, tendrá que permanecer ingresada en el hospital durante tres días, quiero controlarla de cerca. Ya la hemos medicado en relación a eso y ahora solo queda acompañar su evolución.

Otto: ¿Podemos verla?

Médico: ¡Sí! Desgraciadamente solo podrá quedarse uno de ustedes con ella. Así que los llevaré y la persona que no se quede, solo tendrá cinco minutos para estar allí.

Ellos acceden y acompañan al médico hasta la habitación de su hija. Mariana estaba durmiendo y tenía algunos aparatos conectados a su cuerpo para monitorizarla, además del suero en el brazo. Otto y María se acercan a ella y cada uno se sienta a un lado de la camilla. Besan la frente de la niña y luego se quedan cogidos de la mano.

María: Parece tan frágil.

Otto: Sí, pero se pondrá bien, amor. Nuestra niña es fuerte y pronto estará al 100%.

María: Deberíamos haberla traído por la tarde, Otávio. Si la hubiéramos traído, no habría sufrido tanto.

Otto: No podíamos imaginarlo, María. Si lo hubiéramos sabido, nada de esto le habría pasado.

María: Me siento tan culpable.

Otto se levanta y se acerca a su esposa abrazándola.

Otto: No fue culpa tuya, no podíamos imaginarlo. Todos lo sabemos e incluso Mari.

María: Aun así...

Otto: Me gustaría tanto quedarme con ustedes.

María: Tienes que irte, no quiero que andes a estas horas de la noche por ahí, no sabemos los peligros que hay. Además tenemos otra hija y ella también nos necesita.

Otto: Mañana a primera hora vendré, ¿de acuerdo?

María asiente y besa a su marido cariñosamente. Otto besa la frente de su hija y se despide para irse a casa. Cuando llega a casa, Otávio se da una ducha y luego se dirige a casa de su amigo. En cuanto llama al timbre, Paulo abre y le hace entrar. Maria Luiza estaba durmiendo en el sofá toda acurrucada y con la cabeza sobre las piernas de Cíntia.

Otto: ¿Cómo está?

Cíntia: Ha comido un poco, Otto. Está muy afectada por todo lo que está pasando con su hermana.

Paulo: ¿Y Mari?

Otto: Tiene una infección alimentaria, pero ya está siendo medicada...

Le cuenta a la pareja lo que el médico les ha dicho en el hospital. Después de un rato, Otávio coge a su hija en brazos todavía dormida, Cíntia echa sobre Luiza la manta con la que la niña estaba envuelta en el sofá, Otto se despide de ellos, les agradece que se hayan quedado con la pequeña y se marcha con su hija dormida. Al llegar a casa, sube a la habitación de su hija y la acuesta en la cama.

Luiza: Papá...

Otto: Shhh...

Luiza: ¿Mi hermana?

Otto: Está bien, mi amor. Solo fue una infección alimentaria. Mañana te lo explico bien, ¿de acuerdo?

Luiza: Ajam... duerme conmigo, papá.

Otto se pasa al otro lado de la cama, se acuesta y acerca a su hija para abrazarla. Acariciándola, Luiza vuelve a dormirse y a los pocos minutos, el cansancio le vence y Otávio también acaba durmiéndose.

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