Esta mañana al levantarme no imaginé que este sería un día diferente, tanto que marcará un antes y un después en mi vida.
Mi nombre es Johanna Mendieta, hace un mes cumplí 38 años. Soy madre de dos, una adolescente de 16 años de nombre Mariela y un pequeño de 10 de nombre Luis.
Me casé a los 22 con Enrique Torres, nos conocimos en la Universidad cuando ambos estudiábamos la carrera de Contaduría.
Estábamos en el mismo salón y desde el primer día Enrique demostró su interés hacia mí. Dejé pasar un año antes de aceptar salir con él. Ese fue el comienzo de nuestra historia de amor que lamentablemente no está teniendo un final feliz.
Hace tres años decidimos separarnos, hoy puedo admitir que nuestro matrimonio había terminado unos años antes.
No hemos tramitado el divorcio más por desidia que por otra cosa. Puedo asegurar que me casé muy enamorada, pero hoy entiendo que éramos muy jóvenes y debimos de darle más tiempo a nuestra relación.
Habíamos hablado de matrimonio casi desde el inicio de nuestro noviazgo y cuando descubrí que estaba embarazada dimos por hecho que el paso siguiente era el matrimonio.
A pesar de que faltaba poco más de un año para graduarme y en contra de los deseos de mis padres decidí dejar de estudiar y dedicarme al hogar.
Ambos provenimos de familias emprendedoras. Mis padres Judith y Luis son dueños de un pequeño hotel en la ciudad de Guanajuato, México que es en donde residimos.
Los padres de Enrique, Catalina y Silvano son dueños de una de las joyerías más renombradas de la ciudad.
Nuestros padres nos ayudaron a comenzar nuestro hogar. De mis padres recibimos como regalo la casa en donde comenzaríamos nuestra familia y los padres de Enrique nos apoyaron para que él pudiese terminar su carrera y posteriormente tuviera su propio despacho contable.
A lo largo de los años tuvimos una buena vida, estabilidad económica y aunque ya no estábamos enamorados como en un principio entre nosotros había cariño y respeto.
Mariela fue nuestra primogénita y no podía ser más feliz. Me enfoqué en ser la mejor esposa y madre. Dedicaba cada día a mi hogar, mi esposo y mi hija. Seis años después llegó a nuestra vida Luisito.
Mientras estaba embarazada de nuestro hijo mi padre enfermó gravemente, cáncer de estómago en etapa terminal. Fue la época más difícil de mi vida y sin duda de mi mamá.
Un mes antes del nacimiento de mi hijo mi padre falleció y en su honor nuestro hijo lleva su nombre. Caí en una profunda depresión de la cual fui capaz de salir gracias al amor que le tengo a mis hijos.
Un año antes de decidir embarazarme ya mi matrimonio se tambaleaba. Enrique era cada día más frío conmigo y pasaba muy poco tiempo en casa.
Pensé que tener un hijo más nos uniría y fue cuando quedé embarazada de Luisito. Debí suponer que eso no arreglaría algo que ya estaba roto.
Los años siguieron pasando hasta que tanto Enrique como yo decidimos hablar de nuestra situación. Llegamos a la conclusión de que lo mejor era separarnos.
Siempre sospeché que había otra mujer en la vida de Enrique más nunca lo comprobé. Tampoco me esforcé en hacerlo porque me di cuenta de que ya no lo amaba y lo mejor era terminar con nuestra unión.
Con el objetivo de no hacernos daño y mucho menos dañar a nuestros hijos nos separamos de una manera muy civilizada. Los niños y yo nos quedamos en la casa que después de todo había sido un regalo de mis padres y Enrique se fue a vivir a un apartamento.
Siempre ha sido un hombre responsable con nuestros hijos y no tuvimos problemas al fijar el monto de la pensión y los horarios de visita.
En realidad puede ver a los niños sin restricciones. Es lo mejor para nuestros hijos.
Después de la separación yo tomé la decisión de iniciar un negocio. Con ayuda de mi madre inauguré mi Cafetería en el centro de la ciudad.
Todas las mañanas después de llevar a los chicos a la escuela me voy directo a la Cafetería. Llego poco antes de las ocho y comienzo con la rutina diaria.
Conmigo trabajan dos chicas, Karla y Romina. Están conmigo desde el primer día y son de mi entera confianza.
Ambas llegan puntuales cinco minutos antes de las ocho y entre las tres abrimos las puertas de la cafetería.
Hoy es un día lluvioso y nos espera un día de arduo trabajo. La primera en llegar es mi amiga de toda la vida Daniela González.
Al verla cruzar la puerta me percato de que no viene sola, la acompaña un hombre joven muy apuesto. ¿Quién me iba a decir que ese hombre llegaría a darle un giro inesperado a mi vida?
Más que un giro, va a poner mi vida de cabeza. Me hará cuestionarme cosas que hace tiempo no habría considerado, pero sobre todo me enseñará qué el amor puede aparecer en cualquier etapa de nuestra vida.
No logro apartar mi vista de ese hombre, es terriblemente atractivo. Alto (calculo que casi un metro noventa); cabello castaño claro lacio, ojos verdes, piel trigueña, aún con ese traje que seguro esta hecho a la medida es evidente que se ejercita e imagino que su cuerpo se aproxima al de esas esculturas de dioses griegos.
La voz de Daniela me hace volver a la realidad.
- Amiga, estás en la luna.
- Hola, Dani. Discúlpame, tengo mil cosas en la cabeza.
- Mira, te presento a mi colega- señala al hermoso hombre que la acompaña- Antonio Bianchi, ella es mi amiga Johanna Mendieta.
Él extiende su mano y yo evidentemente nerviosa la estrecho.
- Un gusto Antonio.
- Es un placer conocerte, Daniela me ha hablado mucho de ti.
- Cosas buenas, supongo- respondo y le lanzó a mi amiga una mirada de advertencia.
- Por supuesto que sí, amiga. Además le dije que tu cafetería es la mejor de la ciudad y lo traje para que lo compruebe por él mismo.
- Perfecto, qué les servimos?
- A mí lo de siempre, ya conoces mis gustos.
- Para mí un expreso doble- responde Antonio.
- Estarán listos en un momento. Los ponemos para llevar?- les pregunto.
- Sí, amiga. Vamos de camino a la oficina.
Romina se encarga de su pedido y en minutos la cafetería está abarrotada. Las chicas y yo ya estamos acostumbradas y somos muy eficientes.
El pedido de Dani y Antonio está listo y se acercan a la caja a pagar. Creo observar que Antonio me dedica una sonrisa y eso me hace sonrojar de inmediato.
- Te escribo más tarde amiga, nos vemos- se despide Daniela.
- Ha sido un placer conocerte, Johanna y ten por seguro que nos veremos muy seguido. Este café en verdad está delicioso.
- Qué bueno que ha sido de tu agrado Antonio y será un gusto tenerte por aquí.
Ambos se despiden agitando la mano y salen del local, un suspiro involuntario se escapa de mis labios y Romina que se encuentra a mi lado lo percibe.
- Vaya que está lindo el colega de Dani.
- Vamos a trabajar, tenemos mucha gente que atender- digo intentando ocultar mi interés por Antonio.
La mañana continua lluviosa y la gente entra y sale de la cafetería. Mi ciudad es hermosa, pero cuando llueve tiene un encanto especial.
Pasado el medio día la afluencia disminuye y podemos tomarnos un merecido descanso y disfrutar de una taza de delicioso café.
- El amigo de Dani es muy atractivo- menciona Romina.
- Es cierto- confirma Karla- y no te quitaba la mirada de encima.
- ¿A mí?- pregunto incrédula- Creo que necesitas lentes.
- No, yo también lo noté- asegura Romina.
- Es un hombre muy joven y muy atractivo que puede tener a cualquier chica a sus pies, ¿qué podría ver en una mujer de mi edad?
- Por favor, hablas como si tuvieras sesenta años, ni siquiera has cumplido cuarenta y te ves mucho mejor que una de veinte.
- Jajaja, gracias Karlita por darme ánimos.
- Karla solo dice la verdad y yo estoy de acuerdo con ella.
En ese preciso momento entran varios clientes y me salvan de esta incómoda conversación.
Soy consciente de mi edad y de mi apariencia, pero también soy realista. Mido 1.60, soy bajita; mi cabello es negro al igual que mis ojos y mi piel morena clara. Considero que mi cuerpo tiene buenas proporciones.
Después de que nació Luisito y como parte de mi tratamiento para la depresión comencé a hacer ejercicio y hasta hoy sigue siendo parte de mi rutina.
Obviamente, no tengo el cuerpo perfecto, pero me siento cómoda con él. Todo está en su lugar y hay curvas en donde debe de haber.
Mi mente divaga por unos segundos recordando a Antonio, definitivamente si tuviera 10 años menos la historia sería otra.
Falta poco para que mis hijos salgan del colegio. Enrique se encarga siempre de ir por ellos y tres días de la semana comen con él. Hoy debe de traerlos conmigo e iremos a comer con mi mamá.
- ¡Mamá!- grita mi hijo al pasar por puerta.
- Hola cariño- respondo y le doy un beso a él y a mi hija- Gracias por traerlos Enrique.
- Sabes que disfruto pasar tiempo con ellos. Saludos a tu mamá. Nos vemos mañana niños.
- Adiós papá- responden al unísono.
Enrique se marcha y me despido de las chicas para salir a reunirme con mi mamá en un restaurante cercano.
Puntual como siempre ya nos espera en la mesa.
- Hola mamá- la saludo con un beso en la mejilla y mis hijos hacen lo mismo.
- Hola abuela- saludan ambos.
- Hola, niños. Cada día están más grandes.
Ocupamos nuestros lugares y ordenamos la comida. El tiempo pasa entre conversaciones triviales.
Después de comer volvemos a la cafetería. Ahí los niños tienen un espacio apropiado para hacer sus tareas en lo que llega la hora de cerrar.
Los llevo a casa y me preparo para ir al gimnasio. Mis hijos se queden a cargo de mi vecina Rosario, nos conocemos desde que llegamos a vivir aquí y somos buenas amigas.
- Nos vemos en un rato, chicos, compórtense. Rosario ya viene.
- Claro mamá- responde Mariela- yo me encargo de este pequeño diablillo, no deberías molestar a Rosario, ya somos grandes.
- Sabes que no me gusta dejarlos solos. Luisito pórtate bien.
- Siempre lo hago mami.
Al llegar al gimnasio me encuentro con Dani que me lanza una pícara mirada.
- Y esa mirada, ¿qué significa?
- Creo que sabes lo que te voy a decir.
- Para nada.
- Antonio quedó deslumbrado contigo.
- ¡Ay Daniela! Por favor, no digas tonterías.
Camino hacia los vestidores rogando para que deje está conversación por la paz.
- ¿Por qué se te hace tan difícil creerlo?
- Es obvio, ¿acaso eres ciega? Antonio es mucho menor que yo.
- ¿Y ese es un problema para ti?
- Por supuesto. No quiero seguir con esta conversación, mejor vamos a hacer muestra rutina.
Me concentro en el entrenamiento y al salir me despido de mi amiga lo más rápido posible para evadir el tema que involucra a Antonio. Solo quiero volver a casa y descansar.
Como cada noche ceno en compañía de mis hijos y me aseguró de que se duerman temprano.
Ya en mi habitación recibo un mensaje de un número desconocido.
📩 Buenas noches Johanna, soy Antonio. Ante mi insistencia Daniela me dio tu número, espero que no te moleste.
No puedo creer que Daniela haya sido capaz de darle mi número. Mi primera reacción es reclamarle, pero otras preguntas se formulan en mi mente y no sé si responder este mensaje o más bien no tengo ni idea de que debo responder.
Johanna se queda pensando por varios minutos que hacer. No está segura de qué es lo que debe de contestar.
Desde que se separó de Enrique no se ha relacionado con ningún hombre y tiene muy claro que aún no está divorciada.
Se niega a hacer algo que después pueda salirse de su control y le traiga algún problema.
Han pasado casi veinte minutos desde que recibió el mensaje. Por fin decide darle respuesta.
📩 Hola, Antonio. Buenas noches. Por qué necesitabas mi número?
De inmediato llega la respuesta.
📩 Daniela me ha hablado mucho de ti y tenía mucha curiosidad por conocerte, hoy que por fin sucedió esa curiosidad creció aún más. Eres una mujer muy guapa y perdón por el atrevimiento, pero me gustaría que me dieras la oportunidad de conocerte mejor.
He quedado asombrada con esa respuesta, no la esperaba y de nuevo no sé qué contestar.
📩 No sé qué te habrá contado Daniela, pero aunque estoy separada sigo siendo una mujer casada y esto no me parece apropiado.
📩 Tener amigos no me parece algo inapropiado.
En eso tiene razón y no es algo que pueda debatir.
📩 Ok, si lo que buscas es una amistad y ya eres amigo de Daniela es muy probable que podamos ser amigos. Pasa buena noche.
📩 Buenas noches, descansa.
Esta vez Daniela me las va a pagar, ya repuesta de la sorpresa llamo a su celular.
📲 Hola, amiga. ¿Aún sigues molesta?
📲 ¡Estoy furiosa Daniela! ¿Cómo te atreviste a darle mi número a Antonio?
📲 ¿De verdad estás molesta por eso? Deberías agradecerme, Antonio es un papacito.
📲 No tienes vergüenza, Daniela. Me acaba de mandar un mensaje y me tomó por sorpresa.
📲 Eso no hubiese sucedido si me hubieras dejado hablar en el gimnasio. Te habría advertido que le había dado tu número y que además está muy interesado en conocerte.
📲 Tú sabes que sigo casada con Enrique.
📲 Y tú sabes que eso terminó mucho antes de que se separaran y sé muy bien que tú ya no amas. No entiendo porque no han dado el siguiente paso.
Me quedo en silencio porque tiene razón, ya no amo a Enrique y estoy segura de que él tampoco me ama a mí. Hemos postergado demasiado el divorcio.
📲 ¿Sigues ahí, Johanna?
📲 Aquí estoy.
📲 Ha llegado el momento de que finalices esto. No puedes seguir viviendo en pausa. Eres una mujer joven y mereces ser feliz y no estoy hablando de que vuelvas a casarte.
📲 No sé como tocar el tema con Enrique y me preocupan los niños.
📲 Deja de poner excusas, tanto Mariela como Luisito estarán bien. Ustedes llevan separados muchos años y Enrique ha sido un buen padre. El divorcio es un mero trámite.
📲 Tienes razón, buscaré el momento para hablarlo con él.
📲 Bien. Ahora dime, ¿qué te parece Antonio?
📲 Qué te puedo decir, es más que evidente que es un hombre muy atractivo.
📲 ¿Vas a darte la oportunidad de conocerlo?
📲 Es más joven que yo Dani.
📲 Otra vez tus tontos prejuicios.
📲 No son prejuicios. Dime la verdad, ¿cuántos años tiene?
📲 Tiene 32, son solo 6 años de diferencia.
📲 ¡¿Te parece poco?!
📲 Para mí la edad nunca ha sido un problema.
📲 Porque eres una descarada amiga.
📲 Pues te urge un poco de mi descaro.
📲 No creo que entre nosotros pueda haber algo más que una amistad.
📲 Deja que el tiempo decida eso.
📲 Jamás ganaré esta discusión contigo.
📲 No y que bueno que lo admites.
📲 Hablamos mañana, me voy a la cama. Buenas noches.
📲 Descansa amiga.
Esta noche no creo poder conciliar el sueño, tengo demasiadas ideas rondando en mi cabeza.
Daniela tiene razón en cuanto al tema del divorcio, necesito hablarlo con Enrique. Este fin de semana los niños estarán con él y quiero aprovechar cuando venga a recogerlos para tocar el tema.
Suena mi alarma, dormí muy poco. Antes de entrar en la ducha despierto a mis hijos.
Ya en la cocina me sirvo un café y me pierdo en mis pensamientos.
- ¡Mamá!- exclama Mariela.
- Sí, cariño. Dime.
- Estás muy distraída, te preguntaba si hoy puedo ir a casa de Regina.
- Por mí no hay problema, platicalo con tu papá. Hoy van a comer con él. Solo asegúrate de hacer la tarea.
- Gracias, mamá.
- Mami- habla Luisito- ¿puedo preguntarte algo?
- Claro, cariño.
- ¿Papá y tú volverán a vivir juntos algún día?
Me quedo sin palabras y Mariela habla antes de que yo pueda formular una respuesta.
- Ay, Luisito. Qué pregunta. Es obvio que no. Mamá ya no quiere a papá. Porque si fuese por papá, él jamás se hubiese ido. Él si la quiere.
- ¿Por qué dices eso, hija?
- No soy tonta mamá. Cuando yo era pequeña ustedes eran muy cariñosos el uno con el otro y después no lo fueron más.
- Mariela tiene razón, yo tampoco los veo ser cariñosos hace mucho tiempo.
- Nuestra relación cambió niños. Siempre nos va a unir un cariño muy especial, pero no de la misma manera. Es por eso que decidimos separarnos.
- Pero no se han divorciado y mientras eso sea así siempre tendremos la esperanza de que te vuelvas a enamorar de papá y lo dejes volver a la casa- asegura mi hija.
- Hijos, esos son temas de adultos. Siempre los vamos a amar y son lo más importante de nuestras vidas y no necesitamos estar juntos para que eso sea así. Vayan a lavarse los dientes que se nos hace tarde.
La conversación con mis hijos me deja con más dudas. Desconocía lo que pensaban acerca de mi relación con su papá. Supuse que habían asimilado bien la separación y no es así.
Llego corriendo a la cafetería, Romina y Karla ya me esperan.
- Hoy se te pegaron las sábanas- dice Karla.
- No pase una buena noche, deberemos apresurarnos y abrir.
Entre las tres preparamos todo en tiempo récord para abrir puntuales. La gente comienza a llegar y eso ayuda a distraer mi mente. Un leve codazo de Karla me hace dirigir mi atención a la puerta y ahí está él, mirándome fijamente, sus labios se curvan en una sonrisa que me parece de lo más seductora.
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