Está historia comienza con los padres de Betty, ellos son campesinos colombianos inmigrantes en los estados unidos, debido a la violencia que se vive en su país debieron salir con lo poco que tenían. Pascual castillo y margarita Rodríguez piden asilo en este país, y años después llega su pedacito de amor Betty castillo Rodríguez una jovencita tímida ,poco agraciada,cariñosa,positiva y muy amorosa con sus padres.
Pasan los años Betty crece y con mucho esfuerzo termina sus estudios trabajando de medio tiempo en una cafetería, para ayudar en casa y en la floristería que tenía su papá en Hell's kitchen en Manhattan.
Descripción de Betty
Una mujer de 25 años tímida que vive con sus padres podría tener una apariencia reservada y modesta. Su piel es suave y clara, con un brillo natural que refleja su juventud. Su rostro tiene facciones suaves, con mejillas ligeramente sonrosadas que se acentúan cuando está nerviosa o avergonzada. Usa lentes de montura delicada, tal vez redondeados o ligeramente ovalados, que enmarcan sus ojos, que son grandes y expresivos, de un color marrón claro o avellana, y a menudo muestran una mezcla de curiosidad y cautela.
Su cabello es de longitud media, tal vez un poco más abajo de los hombros, y suele llevarlo suelto o en una coleta baja. su cabello es castaño , liso, con una ligera ondulación, siempre bien cuidado pero sin peinados llamativos. En cuanto a su estilo, prefiere ropa cómoda y sencilla: suéteres suaves, blusas de tonos pastel, y jeans o faldas modestas. No usa mucho maquillaje, quizás solo un toque de brillo en los labios o un poco de rubor.
Su postura es algo encorvada, como si tratara de no llamar la atención, y sus gestos son suaves y contenidos. Aunque es tímida, hay una dulzura innata en su forma de ser, con una sonrisa tímida que aparece cuando se siente en confianza. Su vida con sus padres es tranquila, lo que refuerza su naturaleza introvertida y hogareña.
Con mucho esfuerzo y dedicación Betty ahora es diseñadora gráfica y empezará su vida laboral en uno de las empresas más prestigiosa de estados unidos DESIGN NYC.
Antoni Santino es el presidente de DESIGN NYC.es un hombre de descendencia italiana de unos 32 años podría tener una apariencia atractiva y cuidada. Su piel es ligeramente bronceada, reflejo de su herencia mediterránea. Tiene un rostro bien definido, con una mandíbula fuerte y pómulos marcados. Su cabello es oscuro, tal vez castaño o negro, ligeramente ondulado y peinado de manera casual pero elegante. Sus ojos son uno de sus rasgos más destacados: grandes, de un color marrón profundo o verde oliva, con una mirada cálida y envolvente que transmite confianza y serenidad.
En cuanto a su cuerpo, está bien proporcionado y atlético, resultado de una combinación de ejercicio regular y una vida activa. Su estilo al vestir es moderno pero con un toque clásico, tal vez optando por camisas ajustadas que destacan su físico y pantalones bien cortados. Su porte es seguro, con una mezcla de elegancia natural y un carisma propio de su cultura
Es un hombre mujeriego con una vida nocturna activa, piensa que todas las mujeres están loquitas por él, no hay falda que se le resista a su encanto natural.
será que Betty caerá en sus encantos?Antoni tendrá que cambiar táctica de conquista?
El sol apenas despuntaba cuando Betty salió de su pequeño apartamento en Hell's Kitchen, con una mezcla de nervios y emoción que revoloteaba en su estómago. Después de meses buscando empleo en su campo, finalmente había conseguido una entrevista para el puesto de secretaria en DESIGN NYC, una de las empresas más prestigiosas de diseño gráfico en el país. Sabía que era una gran oportunidad, aunque el puesto no era exactamente en su área, sería un excelente primer paso para acercarse a su sueño de convertirse en diseñadora gráfica profesional.
Betty se había levantado temprano para asegurarse de estar lista con tiempo. Había escogido con cuidado un conjunto sencillo pero profesional: una blusa blanca de botones, una falda azul marino que llegaba justo por debajo de las rodillas y unos zapatos negros de tacón bajo. Su cabello, como de costumbre, lo había atado en una coleta baja, y había aplicado un poco de brillo en los labios, lo suficiente para sentirse presentable sin perder su estilo natural y discreto.
La oficina central de DESIGN NYC estaba ubicada en un rascacielos imponente en el corazón de Manhattan. Al llegar, Betty observó la imponente entrada con una mezcla de admiración y temor. Respiró hondo y cruzó las puertas giratorias, dirigiéndose hacia la recepción donde una mujer elegantemente vestida la recibió con una sonrisa profesional.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó la recepcionista.
—Tengo una entrevista para el puesto de secretaria con el señor James Victorino —respondió Betty, esforzándose por mantener la voz firme.
La recepcionista asintió y le indicó que tomara el ascensor hasta el piso 22, donde sería recibida por la asistente del vicepresidente. Betty agradeció y, con el corazón latiendo a toda velocidad, se dirigió hacia los ascensores. Cuando las puertas se abrieron, entró rápidamente y se colocó en una esquina, tratando de calmarse.
Al poco tiempo, el ascensor se detuvo en otro piso y un hombre joven y atractivo entró. Betty, inmersa en sus pensamientos, apenas levantó la vista, pero cuando lo hizo, se encontró con una figura imponente que destilaba confianza. Era Antoni Santino, el presidente de la empresa, aunque Betty, en su nerviosismo, no lo reconoció de inmediato.
Antoni, acostumbrado a captar la atención de todos los que lo rodeaban, notó a Betty de inmediato. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue su apariencia modesta y su postura retraída. Al observarla con sus papeles en la mano, Antoni esbozó una sonrisa burlona. No era la clase de mujer que normalmente llamaba su atención, pero algo en su timidez lo hizo querer burlarse un poco.
—¿Vas a una fiesta de disfraces? —comentó con tono irónico, mirando su atuendo sencillo.
Betty, que no estaba acostumbrada a recibir ese tipo de comentarios, se ruborizó instantáneamente y bajó la mirada, sintiéndose aún más fuera de lugar. El ascensor continuó subiendo y Antoni, al ver su reacción, no pudo evitar sonreír para sí mismo. La incomodidad de Betty le resultaba divertida.
—No, es una entrevista —murmuró ella, sin atreverse a mirarlo.
—¿Entrevista? —repitió Antoni, ahora con un interés más genuino, aunque todavía con una pizca de burla en su voz—. Bueno, mucha suerte. Tal vez te encuentres con alguien interesante hoy.
Las puertas del ascensor se abrieron en el piso 22 y Betty salió apresuradamente, sin responder al comentario de Antoni. Sentía que su corazón iba a explotar por la mezcla de emociones: la ansiedad por la entrevista, la sorpresa por el encuentro con ese extraño tan seguro de sí mismo y la vergüenza por su comentario.
Al llegar a la oficina de James Victorino, fue recibida por su asistente, quien la condujo a una pequeña sala de espera. Mientras aguardaba, trató de calmar sus nervios recordando todos los consejos que su madre le había dado la noche anterior. Después de unos minutos que le parecieron eternos, la puerta se abrió y James Victorino apareció. Era un hombre de unos treinta y tantos años, de aspecto serio pero afable.
—Betty Castillo, ¿verdad? —dijo con una sonrisa cordial—. Por favor, pasa.
Betty asintió y lo siguió hasta su oficina. Una vez sentada, James comenzó la entrevista de manera profesional, haciendo preguntas sobre su experiencia, su formación y sus habilidades. A medida que la conversación avanzaba, Betty empezó a relajarse. Sentía que estaba haciendo un buen trabajo al responder, y que sus años de dedicación finalmente estaban dando frutos.
James la escuchó atentamente, notando la honestidad y humildad que emanaba de ella. Aunque su apariencia no era la típica de las aspirantes al puesto, había algo en Betty que le resultaba refrescante, una autenticidad que no se veía todos los días. Después de una larga conversación, James cerró la carpeta con su currículum y le dedicó una sonrisa.
—Betty, me has impresionado. Creo que serías un excelente añadido a nuestro equipo —dijo—. Si estás de acuerdo, nos gustaría ofrecerte el puesto de secretaria en la vicepresidencia.
Betty apenas podía creer lo que escuchaba. Asintió emocionada, sintiendo que todo su esfuerzo y sacrificio habían valido la pena.
—¡Sí, claro! Estoy muy agradecida por esta oportunidad, señor Victorino —respondió, luchando por contener las lágrimas de alegría.
—Perfecto —dijo James, estrechando su mano—. Nos vemos el lunes entonces. Bienvenida a DESIGN NYC.
Betty salió de la oficina con una sonrisa radiante, sin poder esperar para contarles a sus padres la buena noticia. Mientras caminaba hacia el ascensor, la asistente de James le entregó una pila de documentos que necesitaría revisar y organizar antes de su primer día. Era una tarea sencilla, pero Betty la tomó con la misma seriedad que si le hubieran encomendado un gran proyecto.
De regreso en el ascensor, mientras miraba los papeles, se encontró nuevamente con Antoni, quien estaba bajando al vestíbulo. Esta vez, al verla cargando los documentos, no pudo resistirse a hacer un comentario.
—Vaya, parece que ya te pusieron a trabajar duro —dijo con una sonrisa burlona.
Betty, todavía flotando por la emoción de haber conseguido el trabajo, respondió con más confianza que antes.
—Así es, es parte del trabajo —contestó, tratando de mantener la calma.
Antoni levantó una ceja, sorprendido por la respuesta. Había esperado que se intimidara de nuevo, pero en cambio, la vio mantener la compostura. Por un momento, consideró dejarla en paz, pero su naturaleza juguetona lo hizo insistir.
—Bueno, espero que no te pierdas en esos papeles —dijo, aunque su tono era más ligero esta vez.
—Gracias por el consejo —respondió Betty con una pequeña sonrisa, mientras las puertas del ascensor se abrían nuevamente.
Cuando ella salió, Antoni la observó mientras se alejaba. Había algo en esa mujer que lo intrigaba, aunque no lograba identificar exactamente qué era. Decidió que no valía la pena pensar demasiado en ello y se dirigió a su oficina, donde lo esperaba su mejor amigo, James Victorino.
—¿Y esa sonrisa, Antoni? —preguntó James al verlo entrar.
—Oh, nada, solo tuve un encuentro interesante en el ascensor —respondió Antoni, tomando asiento frente a la mesa de su amigo.
—¿Ah sí? —preguntó James, curioso—. ¿Con quién?
—Una chica nueva, creo. Una tímida con pinta de ratoncita —dijo Antoni, con un tono de burla—. No es mi tipo, ni de lejos. Jamás me metería con alguien así.
James, que sabía reconocer el sarcasmo de su amigo, sonrió pero no dijo nada. Antoni siempre había sido un hombre superficial cuando se trataba de mujeres, pero algo le decía que esa "ratoncita" podría sorprender a más de uno en la oficina, empezando por Antoni.
Y así, Betty Castillo comenzaba su andadura en DESIGN NYC, sin saber que su camino se cruzaría una y otra vez con el del carismático Antoni Santino. Dos personas tan diferentes que el destino parecía haber juntado para algo más que simples encuentros en un ascensor.
El lunes por la mañana, Betty Castillo llegó puntualmente a su nuevo trabajo en DESIGN NYC, con los nervios a flor de piel pero con una determinación renovada. Aunque el puesto de secretaria en la vicepresidencia no era exactamente lo que había imaginado al terminar su carrera en diseño gráfico, estaba decidida a dar lo mejor de sí misma. Después de todo, este era su primer trabajo en una empresa de prestigio, y sabía que cada experiencia contaba.
La oficina estaba situada en un rascacielos moderno y elegante, con vistas panorámicas de Manhattan. Mientras caminaba por los pasillos, saludando con una tímida sonrisa a las personas que se cruzaban en su camino, no pudo evitar sentirse un poco intimidada por el ambiente de alta gama. Todo era pulcro, elegante y moderno, muy distinto al humilde apartamento que compartía con sus padres en Hell’s Kitchen.
Al llegar a su escritorio, Betty comenzó a familiarizarse con su espacio de trabajo. Todo estaba ordenado y minimalista, con una computadora de última generación y un teléfono que apenas sabía cómo usar. Había una pila de documentos que había recibido el día de la entrevista y decidió comenzar por ahí, revisando cuidadosamente cada uno.
Mientras se concentraba en su tarea, una voz alegre la sacó de sus pensamientos.
—¡Hola! Tú debes ser la nueva, ¿verdad? —Betty levantó la vista para encontrarse con una joven alta, de cabello castaño oscuro, con un rostro amigable y ojos brillantes—. Soy Amanda Guzmán, trabajo en contabilidad. ¿Y tú?
—Hola, sí, soy Betty Castillo. Estoy empezando hoy como secretaria —respondió, tratando de no parecer demasiado nerviosa.
—¡Bienvenida! —exclamó Amanda con una sonrisa cálida—. Si necesitas algo, no dudes en pedirlo. He estado aquí un par de años y sé cómo funcionan las cosas. Me encanta conocer a las nuevas incorporaciones.
Betty se sintió aliviada de inmediato. Amanda parecía amable y accesible, lo cual la hizo sentir un poco más cómoda en este nuevo entorno. Mientras conversaban, Amanda la puso al tanto de algunos detalles importantes sobre la oficina: a quién acudir para qué asunto, cuáles eran los días más ajetreados y, sobre todo, a quiénes debía evitar.
—Si algún día te sientes abrumada, ven a verme —añadió Amanda, bajando un poco la voz—. También te recomendaría evitar cruzarte demasiado con Antoni Santino, el presidente. Es un tipo encantador, pero tiene fama de ser… complicado, por decirlo de alguna manera.
Betty asintió, recordando el incómodo encuentro que había tenido con Antoni en el ascensor. Sin embargo, decidió no mencionar nada al respecto. No quería empezar su primer día hablando de algo negativo.
Después de un rato, Amanda se despidió, prometiendo pasar de nuevo más tarde. Betty se quedó revisando los documentos y organizando su agenda para la semana. Estaba tan concentrada que casi no notó cuando otra persona se acercó a su escritorio.
—¡Holaaa, mi vida! —exclamó una voz masculina con un tono exagerado y una inflexión claramente cómica.
Betty levantó la vista y se encontró con un joven de unos treinta años, delgado, con una vestimenta peculiar y llamativa: llevaba una camisa ajustada con un estampado de colores chillones y unos pantalones de corte entallado que resaltaban su delgada figura. Su cabello, cuidadosamente peinado hacia un lado, era un reflejo de su personalidad vibrante.
—Soy Marquitos, cariño, y trabajo en publicidad. Si necesitas algo de glamour, aquí estoy yo —dijo con una gran sonrisa y un toque dramático en su voz.
Betty no pudo evitar sonreír. Marquitos tenía una energía contagiosa que aligeraba el ambiente. Además, sus modales amanerados y su forma exagerada de expresarse lo hacían un personaje memorable.
—Mucho gusto, Marquitos —respondió Betty—. Soy Betty, la nueva secretaria.
—¡Oh, honey, no te preocupes! —exclamó Marquitos mientras observaba su atuendo con detenimiento—. Veo que prefieres el estilo clásico y discreto, pero si alguna vez necesitas un cambio de look, soy tu hombre. Un poco de color aquí, un corte allá, y voilà, ¡serás la reina de la oficina!
Betty rió, sintiéndose más relajada en su compañía. A pesar de sus comentarios sobre su vestimenta, que eran más bien jocosos, había algo en Marquitos que la hacía sentir a gusto. Le recordó a sus amigos de la universidad, con quienes solía bromear sobre temas triviales como la moda.
—Lo tendré en cuenta, Marquitos —dijo, todavía sonriendo.
—¡Eso espero! —respondió él con una exagerada reverencia antes de dar una vuelta sobre sus talones y dirigirse hacia su departamento.
Poco después de que Marquitos se fuera, salió a sacar unas copias y se encontró en el pasillo con una mujer que llevaba unas tazas de café a presidencia. Era una mujer de mediana edad, de complexión robusta de rostro cálido y amable. Llevaba un uniforme de cafetería y una cofia en el cabello.
—Hola, querida, soy Angélica, trabajo en la cafetería —dijo, con un tono cálido—. Solo quería darte la bienvenida. Si algún día necesitas un café especial o un bocadillo, solo ven a verme, estaré encantada de ayudarte.
Betty le dio las gracias, sintiéndose abrumada por la amabilidad de todos. Aunque su primer encuentro con Antoni había sido incómodo, estaba empezando a pensar que quizás trabajar aquí no sería tan intimidante como había temido al principio.
Durante el resto de la mañana, Betty continuó con su trabajo, aprendiendo poco a poco los pormenores de su nuevo puesto. Aunque había mucho que asimilar, sentía que estaba haciendo un buen progreso. Sin embargo, no podía evitar pensar en Antoni Santino y su actitud altanera en el ascensor. Esperaba que sus caminos no se cruzaran demasiado, pero en una oficina tan grande, era inevitable que se vieran de vez en cuando.
Por la tarde, justo cuando estaba organizando algunos documentos, Antoni pasó cerca de su escritorio, sin prestarle mucha atención. Iba acompañado de James Victorino, que parecía estar contándole algo importante. Betty bajó la mirada, concentrándose en sus papeles, pero no pudo evitar escuchar parte de la conversación.
—Entonces, ¿qué dices, James? —preguntó Antoni con su tono confiado—. La inauguración de la nueva discoteca es este viernes. Será una noche épica, perfecta para olvidarnos del trabajo por un rato.
James, que siempre había sido más reservado que Antoni, pareció dudar por un momento antes de responder.
—No lo sé, Antoni. No soy tan fanático de esos lugares como tú, y además, tengo planes con Andrea este fin de semana.
Antoni soltó una carcajada.
—¡Vamos, amigo! Sabes que Andrea no se molestará si te tomas una noche libre. Además, necesito tu apoyo moral para lidiar con Samira.
Betty continuó trabajando, pero su curiosidad estaba despertada. Sabía que no debía prestar atención a las conversaciones ajenas, pero no pudo evitar escuchar el nombre de Samira, una modelo de la que había oído hablar en las revistas. Era famosa por su belleza exótica y su vida nocturna extravagante, y según parecía, tenía algún tipo de relación con Antoni.
—¿Samira? —respondió James, levantando una ceja—. ¿Otra vez ella? Pensé que ya habías terminado con ese lío.
—Ah, amigo, no es tan sencillo. Samira es… bueno, digamos que tiene ciertos talentos que no se pueden ignorar fácilmente —dijo Antoni con una sonrisa pícara—. Es una mujer que sabe cómo divertirse, y necesito un poco de ese tipo de diversión ahora mismo.
James suspiró, pero al final, aceptó la invitación.
—Está bien, iré. Pero no me hagas responsable si Andrea se enfada conmigo.
Antoni le dio una palmada en la espalda y ambos se alejaron, dejando a Betty con un sabor agridulce en la boca. No podía evitar sentirse un poco desilusionada al escuchar esa conversación. Antoni y James parecían ser dos hombres que no tomaban en serio las relaciones con las mujeres, algo que contrastaba fuertemente con los valores que Betty había aprendido de sus padres.
Esa tarde, después de terminar su jornada, Betty regresó a su hogar con una mezcla de sentimientos. Por un lado, estaba emocionada por haber conocido a gente tan amable como Amanda, Marquitos y Angélica, quienes la habían hecho sentir bienvenida. Por otro lado, la actitud de Antoni y su conversación con James la había hecho reflexionar sobre el tipo de personas con las que trabajaba.
Esa noche, mientras cenaba con sus padres, Betty les contó sobre su primer día. Pascual y Margarita la escucharon con atención, animándola y felicitándola por haber conseguido el trabajo. Sin embargo, Betty decidió no mencionar nada sobre Antoni o la conversación que había escuchado. Sabía que su madre se preocuparía innecesariamente.
Al día siguiente, Betty llegó a la oficina un poco más segura de sí misma. Había pasado la primera prueba y ahora estaba decidida a seguir aprendiendo y demostrando su valía. Mientras organizaba su escritorio, recibió una llamada de la asistente de James pidiéndole que llevara unos documentos a la oficina de Antoni para su firma. Betty respiró profundo, se levanta de su puesto con todo el ánimo del mundo, se dirige a presidencia y cuando llega se da cuenta de que la secretaria no está en su lugar y se decide a tocar la puerta.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play