El autobús se detuvo con un chirrido que resonó en los oídos de Orange. El calor húmedo de Cuernavaca lo envolvió como una manta, anunciando su regreso a casa. Con una maleta en cada mano, descendió del vehículo y respiró hondo, el aroma a tierra mojada y vegetación tropical inundando sus sentidos. Había pasado cuatro años desde la última vez que había pisado este suelo, cuatro años desde que había dejado atrás su pequeño pueblo y sus amigos.
Se dirigió a la parada de taxis, sus pensamientos divagando. Recordaba las calles polvorientas, las casas de adobe y el olor a leña que impregnaba el aire. Y, por supuesto, a Geovanni, su mejor amigo de la infancia. ¿Cómo sería verlo de nuevo? ¿Habría cambiado mucho?
Al llegar a su antigua casa, fue recibido con los brazos abiertos por su madre, Florencia, y con una cálida sonrisa por su padre, Pedro. El interior de la casa era el mismo que recordaba: los muebles de madera, las fotografías familiares en las paredes y el aroma a comida casera que emanaba de la cocina.
Los días transcurrieron entre charlas familiares, visitas a viejos amigos y recuerdos de la infancia. Pero era inevitable que sus pensamientos volvieran a Geovanni. Una tarde, decidió ir al campo de fútbol, lugar donde habían pasado tantas horas jugando. Al verlo, su corazón dio un vuelco. Geovanni estaba más alto, más fuerte y más atractivo que nunca. La camiseta de fútbol se adhería a su cuerpo, resaltando cada músculo. Orange sintió una mezcla de admiración y nerviosismo.
Después del partido, se encontraron en la tienda del pueblo. Mientras compartían una soda, hablaron de sus vidas. Geovanni le mostró a Orange las modificaciones que había hecho en su taller de carpintería. Orange quedó impresionado por la habilidad y dedicación de su amigo. La conversación fluyó con facilidad, y ambos se sintieron cómodos en compañía del otro.
Al caer la noche, Geovanni invitó a Orange a dar un paseo por el pueblo. Caminaron en silencio por las calles, disfrutando de la tranquilidad de la noche. La luna iluminaba sus rostros, revelando las emociones que luchaban por salir a la superficie. Orange sentía una creciente atracción hacia Geovanni, pero temía que fuera solo una ilusión.
Se detuvieron frente a la pequeña plaza del pueblo. Geovanni se giró hacia Orange y lo miró fijamente a los ojos. "Orange", comenzó, su voz suave y ronca, "he cambiado mucho en estos años, pero hay algo que nunca ha cambiado: lo que siento por ti".
"Orange sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de Geovanni lo dejaron sin aliento. Antes de que pudiera responder, Geovanni se acercó y lo besó. Era un beso suave y apasionado, que despertó en Orange una oleada de emociones que nunca antes había experimentado. Sin embargo, en lugar de corresponder al beso, Orange se apartó bruscamente, sus ojos llenos de miedo y confusión.
—¡Espera! —dijo Geovanni, intentando tomar su mano, pero Orange la esquivó.
Sin decir una sola palabra, Orange salió corriendo hacia la oscuridad, dejando a Geovanni solo en la plaza. Confusión y preocupación se apoderaron de él. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué Orange había reaccionado así? Geovanni se quedó mirando fijamente el lugar donde Orange había desaparecido, su corazón palpitando con fuerza. No entendía por qué su amigo había huido de él.
Esa noche, Geovanni no pudo dormir. Daba vueltas en la cama, repasando una y otra vez los acontecimientos de la noche. ¿Habría sido demasiado pronto para confesar sus sentimientos? ¿Habría asustado a Orange? La incertidumbre lo atormentaba. Decidió que al día siguiente hablaría con Orange y trataría de entender qué había pasado.
Los primeros rayos del sol se colaban por la ventana de la habitación de Orange, pintando de dorado el polvo que flotaba en el aire. El joven se despertó sobresaltado, el recuerdo del beso de Geovanni y su posterior huida aún latía en su mente. Se sentía culpable, confundido y lleno de dudas. ¿Por qué había reaccionado de esa manera? ¿Qué le pasaba?
Se levantó de la cama y se dirigió a la ventana. Observó el pueblo despertando, la vida cotidiana transcurriendo como si nada hubiera pasado. Sin embargo, para Orange, todo había cambiado. La simple idea de volver a ver a Geovanni lo ponía nervioso.
Durante todo el día, evitó cualquier contacto con su amigo. Se encerró en su habitación, sumergiéndose en un mar de pensamientos contradictorios. Por un lado, sentía una atracción irresistible hacia Geovanni, pero por otro, temía que sus sentimientos fueran rechazados o que su relación pudiera perjudicar su amistad.
Al caer la noche, Geovanni se presentó en su casa. Llamó a la puerta varias veces, pero Orange no respondió. Finalmente, se marchó, desanimado y preocupado.
A la mañana siguiente, Orange decidió que debía enfrentar sus miedos. Se dirigió al taller de carpintería donde trabajaba Geovanni. Al verlo, sintió un nudo en el estómago. Geovanni lo miró con una mezcla de esperanza y tristeza.
"Orange, necesito que hablemos", dijo Geovanni con voz suave.
Orange asintió con la cabeza, sin saber qué decir.
"Sé que ayer te comportaste de forma extraña", continuó Geovanni. "Por favor, dime qué está pasando. ¿Te hice sentir incómodo?".
Orange respiró profundamente y comenzó a hablar. Le contó a Geovanni sobre sus sentimientos de confusión y miedo, sobre su temor a ser rechazado y sobre la importancia que tenía su amistad para él.
Geovanni escuchó atentamente, sin interrumpirlo. Cuando Orange terminó de hablar, Geovanni lo tomó de la mano. "Orange, me gustas mucho. Pero si te sientes incómodo o asustado, no quiero presionarte. Tómate el tiempo que necesites".
Orange se sintió aliviado al escuchar las palabras de Geovanni. Se dio cuenta de que su amigo lo amaba de verdad y que estaba dispuesto a esperar.
"Gracias, Geovanni", dijo Orange, con los ojos llenos de lágrimas. "Significa mucho para mí".
En ese momento, la puerta del taller se abrió de golpe. Era Chayo, la exnovia de Geovanni, una mujer hermosa y ambiciosa que siempre había estado enamorada de él. Chayo miró a Orange con desprecio y a Geovanni con una mezcla de celos y deseo.
"Así que aquí estás, Geovanni", dijo Chayo con voz sarcástica. "Con tu nuevo juguete".
Orange se sintió incómodo ante las palabras de Chayo. Geovanni, por su parte, se puso tenso.
"Chayo, esto no te incumbe", respondió Geovanni con firmeza.
"Claro que me incumbe", replicó Chayo. "Tú eres mío, Geovanni. Y nadie me lo quitará".
La tensión en el taller era palpable. Orange se sentía atrapado entre dos fuegos. Por un lado, quería defender a Geovanni, pero por otro, temía que la presencia de Chayo arruinara todo lo que habían construido.
Mientras tanto, en la casa de Orange, sus padres, Pedro y Florencia, estaban preocupados por la actitud de su hijo. Habían notado que algo lo inquietaba y querían ayudarlo.
"Creo que deberíamos hablar con Geovanni", dijo Florencia. "Quizás él sepa qué le pasa a Orange".
Pedro asintió con la cabeza. "Tienes razón. Iremos a verlo mañana".
Al día siguiente, Pedro y Florencia se presentaron en el taller de carpintería. Al ver a Chayo, comprendieron de inmediato que algo estaba pasando.
"Geovanni, ¿qué está pasando aquí?", preguntó Pedro con voz severa.
Geovanni les explicó la situación, sin ocultar nada. Pedro y Florencia escucharon atentamente, y aunque al principio se mostraron reacios a aceptar la relación entre su hijo y Geovanni, finalmente decidieron darles su bendición.
"Los amamos a ambos, y queremos que sean felices", dijo Florencia, abrazando a Orange.
Sin embargo, la presencia de Chayo seguía siendo una amenaza constante. La joven no estaba dispuesta a renunciar a Geovanni tan fácilmente. Y así, la vida de Orange y Geovanni se volvió cada vez más complicada.
La relación de Orange y Geovanni florecía en secreto, pero una sombra amenazaba con ensombrecer su felicidad. Chayo, la exnovia de Geovanni, no estaba dispuesta a renunciar a él. Obsesionada por recuperar su amor, comenzó a urdir un plan para separar a la pareja.
Con una sonrisa venenosa, Chayo se acercó a algunos de los vecinos más chismosos del pueblo. Sembró la semilla de la duda y la desconfianza, pintando a Orange como una mala influencia para Geovanni. Pronto, los rumores comenzaron a circular por todo el pueblo. Algunos vecinos murmuraban a sus espaldas, mientras que otros los señalaban con el dedo.
La noticia llegó a oídos de Tebo y Ausencia, los abuelos de Geovanni. Conservadores y profundamente religiosos, no podían aceptar la relación de su nieto con otro hombre. Enfurecidos, se presentaron en el taller de carpintería, dispuestos a confrontar a Geovanni.
"¡Esto es una vergüenza para nuestra familia!", exclamó Tebo, golpeando la mesa con el puño. "Nunca permitiremos que mancilles nuestro apellido de esa manera".
Ausencia, con los ojos llenos de lágrimas, suplicó a su nieto que reconsiderara su decisión. "Geovanni, hijo, ¿cómo pudiste hacernos esto? Sabes lo que piensa la gente".
Geovanni trató de explicarles que amaba a Orange, pero sus palabras cayeron en oídos sordos. Sus abuelos se negaron a escuchar cualquier razón.
Mientras tanto, Orange se enteró de los rumores que circulaban por el pueblo. Se sentía solo y vulnerable. Temía perder a Geovanni y a su familia.
Una noche, mientras caminaba por las calles del pueblo, Orange y Geovanni fueron rodeados por un grupo de jóvenes que los insultaban y amenazaban. Afortunadamente, lograron escapar, pero el incidente los dejó profundamente conmocionados.
Al día siguiente, Chayo se acercó a Orange con una sonrisa triunfante. "Ves, te lo dije. Nunca podrás ser feliz con Geovanni. Este pueblo no los aceptará".
Orange sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Chayo lo hirieron profundamente.
"No te dejaré ganar, Chayo", respondió Orange con determinación. "Nuestro amor es más fuerte que cualquier rumor o amenaza".
Geovanni, al enterarse de lo sucedido, abrazó a Orange con fuerza. "No te preocupes, mi amor. Vamos a superar esto juntos".
Pero la situación se volvió cada vez más insostenible. La presión social era insoportable y la relación de Orange y Geovanni comenzó a deteriorarse. Una noche, en un arrebato de ira, Chayo decidió poner fin a todo.
Se dirigió a la casa de Orange y Geovanni, armada con un cuchillo. Los encontró a ambos en la cocina, hablando tranquilamente. Sin dudarlo, Chayo se abalanzó sobre ellos, gritando y amenazándolos.
En el forcejeo que siguió, el cuchillo se clavó en la pared, a centímetros de Geovanni. Los vecinos, alertados por los gritos, acudieron al lugar y lograron separar a Chayo de la pareja. La policía fue llamada y Chayo fue arrestada.
Orange y Geovanni quedaron traumatizados por el incidente. Se abrazaron con fuerza, sintiendo un profundo amor y gratitud el uno por el otro.
A la mañana siguiente, Orange y Geovanni se despertaron en el hospital, rodeados de sus seres queridos. Habían sobrevivido a la noche más terrorífica de sus vidas, pero sabían que su lucha aún no había terminado. La comunidad estaba dividida, algunos los apoyaban y otros los condenaban. El futuro de su relación era incierto. ¿Podrían superar todos los obstáculos y vivir juntos en paz? O ¿estarían condenados a vivir separados, atormentados por los fantasmas del pasado?
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