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Anabel

1# Anabel.

En un remoto pueblo más allá de las montañas, vive una hermosa joven con su numerosa familia.

Anabel acaba de cumplir los dieciocho años. Es la mayor de seis hermanos, cuatro de ellos varones y otra chica de trece.

Su familia es tremendamente humilde, viven de la tierra, se dedican a la siembra y cosecha, de una pequeña parcela propia, además de cultivar la inmensa finca de un terrateniente que básicamente los tiene esclavizados, a cambio de una choza en sus terrenos.

Desde que la joven tuvo uso de razón ha estado trabajando como una mula, dentro y fuera de casa. Al ser la mayor, la crianza de sus hermanos menores recayó prácticamente en ella.

Su ropa está vieja y roída por el uso, sus zapatos se han remendado tantas veces que ya no tienen remedio y es como andar descalza.

Al vivir en el campo, los pañales de los niños son de trapos usados que tiene que lavar a mano, al igual que el resto de la ropa de toda la familia. Al acabar las tareas domésticas, ayuda a su padre con el arado y la siembra.

Aunque hay una escuela cerca, a ella nunca le permitieron asistir. Según su madre no hay nada útil que puedan enseñarle. Lo importante en la vida para una mujer de campo es saber labrar la tierra y llevar una casa.

Anabel es feliz, al fin y al cabo esa es su vida, la única que conoce. A pesar de la dureza del trabajo y la falta de afecto por parte de sus progenitores, ella está feliz y agradecida por todo lo que tienen, se desvive por sus hermanitos y ellos la adoran. Siempre tiene una sonrisa en el rostro y palabras amables en sus labios.

A pesar de sus harapos y su cabello polvoriento y desaliñado, es una chica muy bella, con unos enormes ojos verdes, labios rosados y carnosos. Una melena lisa y espesa, en tonos dorados, aunque la parte de la frente y las patillas está chamuscada por el sol dándole un tono rubio platino.

Su piel es clara y sedosa, pero al estar expuesta a la intemperie y a la inclemencia del sol, luce bronceada y rojiza. Tiene una figura esbelta y bien proporcionada, con una cintura de avispa y unos pechos redonditos y generosos.

Desde que llegó a la pubertad, sus padres no han parado de buscarle un esposo, poco les importa si la ama, lo importante es que puedan sacar beneficio de ese matrimonio. Para su mala suerte, nadie viene por esas tierras y los vecinos son igual de pobres que ellos.

El verano está llegando a su fin y al igual que las hormigas, Anabel y sus padres andan como locos guardando provisiones para el duro invierno.

Este año no ha sido muy bueno y cuando eso ocurre, su situación se vuelve más dura. Deben entregar una cuantiosa parte, de la cosecha obtenida de su pequeña parcela, al terrateniente, puesto que fue él quien se la entregó, al igual que esa pequeña chabola donde viven. Esos son los beneficios que obtienen por trabajar las enormes hectáreas de ese hombre. Es una situación realmente injusta y desproporcionada.

Esos días la esposa del terrateniente estaba de visita, ella vive con sus hijos en la ciudad, pero cuando enferma su marido la manda traer a la hacienda, para que respire aire sano y se aleje del bullicio y el estrés.

La llegada de esta mujer siempre atrae algunos visitantes a ese lugar perdido. La mayoría familiares del matrimonio y amistades íntimas de ambos.

Los padres de Anabel no podían disimular su preocupación, otro verano estaba terminando, su situación era crítica y aún no habían conseguido un marido generoso que cuidara de ellos a cambio de ofrecerle en matrimonio a Anabel.

Estaban tan desesperados, que comenzaron a tomar en serio la proposición de un viejo amargado y mustio que deseaba casarse con Anabel desde que tenía nueve años. Si querido lector/a, has oído bien, así de despreciable era este engendro. Desde entonces, año tras año, viene a hablar con sus padres para corroborar su deseo de casarse con la chica, nunca pierde la esperanza.

Anabel siente ganas de vomitar cada vez que lo mencionan. Prefiere mil veces estar muerta, antes que caer en el poder de ese viejo pervertido, que más de una vez ha intentado abusar de ella, cuando la pilla lejos de casa. Gracias a la agilidad de sus piernas, siempre ha conseguido salir ilesa.

Mientras todos duermen, Anabel llora en silencio, es consciente de que esta vez no será como las otras. Sabe que acabarán cediendo y la entregarán a ese malnacido. No tiene claro que debe hacer para salvarse, huir no es una buena opción, puesto que están muy lejos de todo y le llevaría un día y medio de camino por bosques y senderos inhóspitos solo para llegar a una carretera. A esto hay que añadir el peligro de los lobos, que abundan por esa zona.

La alegría y esa luz que irradian sus ojos han desaparecido y ahora se muestra triste y pensativa. Piensa y piensa y solo ve una solución, que llevará a cabo llegado el momento.

Anabel fue por unos cubos de agua para lavar los pañales de sus hermanitos. El ruido de un motor la sacó de sus pensamientos, al girarse vio un coche del que salieron dos mujeres y el hombre que conducía - Menos mal, por fin encontramos a alguien. Llevamos dos horas perdidos ¿Sabes por dónde se va a la hacienda de García?

Anabel - Sí, todas estas tierras son suyas. No queda muy lejos. Pero por favor venir a descansar un poco y después mi padre los guiará hasta allí.

Los forasteros intercambiaron unas miradas y aceptaron, necesitaban soltar las piernas después de tantas horas en el coche.

La chica los llevo a su humilde casa, donde su madre y su padre los recibieron como si los conocieran de toda la vida y fuera un inmenso honor su visita. Si algo define a la gente de campo es su enorme hospitalidad, son las personas más generosas,, aquellas que no dudan en ofrecer todo lo poco que poseen al prójimo.

Y los padres de Anabel no serían la excepción,

Margarita delata a Anabel.

Los recién llegados se presentaron ante los padres de Anabel. El hombre habló - Buenas tardes, yo soy Andrés y ellas son mi esposa Rocío y su hermana María, mi cuñada. Hemos venido a visitar a mi primo García, pero al ser la primera vez que venimos aquí, nos hemos perdido. Su hija nos ha dicho que usted puede guiarnos.

El papá de Anabel también se presentó - Yo soy Juan y ella es mi esposa Rosaura, a mi hija Anabel supongo que ya la conocen. Pero por favor no se queden parados, entren y siéntense.

Andrés - No queremos molestar, nos gustaría proseguir nuestro camino cuanto antes.

Rosaura - De ningún modo, son nuestros invitados, descansen coman algo y después mi marido los lleva a la hacienda. Anabel hija , acompáñame a la cocina.

Andrés y Rocío eran encantadores, personas sencillas y amables, en cambio, María tenía una actitud más altanera, los miraba por encima del hombro y escudriñaba cada detalle con atención.

Pero al entrar en la chabola se quedó sorprendida por lo limpio y ordenado que estaba todo. Nada más atravesar el umbral de la puerta un aroma a lavanda inundó sus fosas nasales.

Al cabo de un rato, Anabel volvió con una bandeja, en la que llevaba algunos platos, con frutas de temporada, varios tipos de queso y una hogaza de pan casero. Dispuso todo en la mesa, de manera ordenada y volvió a entrar en la cocina, para volver con una cafetera humeante y algunas tazas, una jarra de leche hervida y un queso fresco aliñado con especias y hierbas aromáticas, un frasco de cristal con miel pura de abejas y unas pastas rústicas con harina integral y arándanos.

Eran alimentos sencillos, pero su modo de presentarlos era digno de las mejores revistas de gastronomía.

El matrimonio se deshacía en elogios hacia la joven, viendo que era claramente ella la artífice que hacía de una chabola un hogar acogedor. En cambio, María seguía observando todo con atención y saboreando cada bocado sin decir palabra.

Estuvieron un buen rato charlando animadamente, a Rocío le fascinaba saber más cosas sobre su estilo de vida que era totalmente distinta a la vida en la ciudad. Le sorprendía la enorme fuerza de voluntad de esas personas para poder desempeñar un trabajo tan duro y sacrificado. Se sintió secretamente agradecida por no vivir en esa situación y tener una vida mucho más fácil que esas pobres personas.

Llegó el momento de despedirse, pero antes prometieron que volverían a saludarles antes de volver a la ciudad.

Anabel recogió todo de la mesa, guardo cada cosa en su sitio y lavó los platos y tazas. Después se fue a lavar la ropa de los bebés que se estaba acumulando.

La inesperada visita de los forasteros, fue una distracción agradable, por un momento dejó de pensar en el tema que la atormentaba.

Pero su madre vino a recordarle sus miedos.

Rosaura - ¿ Dónde está tu hermana?

Anabel - En casa, cuidando a los niños.

Rosaura - Te he dicho muchas veces que tiene que empezar a hacerse responsable de todas las tareas y tu deber es enseñarle,, ya no es una niña y muy pronto tendrá que hacerlo todo ella sola.

Anabel - De momento sigo aquí y lo hago encantada.

Rosaura - Ese es el tema del que vengo a hablarte. Ya eres toda una mujer y necesitas un marido. Manuel espera una respuesta. Vendrá en un par de días.

Anabel - Antes muerta y lo digo en serio.

Rosaura - La decisión ya está tomada. De nada servirán tus berrinches.

La mujer soltó la bomba, se puso de pie y se fue, dejando a su bella hija inundada en lágrimas.

A los pocos minutos vino su hermana Margarita enfadada.

Anabel - ¿ Qué haces aquí? Tú odias salir de casa.

Margarita - Me manda mamá, dice que tengo que ser yo quien lave la ropa. Ella pariendo mocosos sin cesar y a mi toca criarlos, es injusto.

Anabel - No hables así, Margarita, ella es nuestra madre y esos mocosos nuestros preciados hermanitos.

Margarita - No sabes cuánto te odio Anabel, por tu culpa ella espera que sea como tú, que trabaje dentro y fuera de casa, mientras ella solo sabe traer al mundo más bocas que alimentar.

Anabel - Pero ... Hermana...

Margarita - Lárgate de aquí, no soporto verte delante mía. A ver si ese viejo pervertido te lleva ya con él.

Esta fue la gota que colmó el vaso para Anabel, siempre supo que su hermana sentía muchos celos de ella. Por eso siempre lo hacía todo para ganarse su cariño, pero oír de sus labios estas crueles palabras justo después de la conversación con su madre, era demasiado.

Ya no había vuelta atrás, corrió hacia el bosque en busca de unas hierbas venenosas, las escondió entre los pliegues de su roída falda, más tarde haría una infusión bastante concentrada con ellas y se la tomaría antes de dormir, con suerte ya no volvería a despertar.

Volvió a casa y las escondió bajo su almohada. Todavía tenía que hacer una sopa para la cena y acostar a los niños.

Esperó ansiosa a que se durmieran todos, para hacerse la infusión. Pero cuando fue a coger las hierbas, sus padres y su hermana estaban de pie junto a su lecho, que no era más que un colchón de paja cubierto por una manta de lana gruesa.

Su padre le mostró las hierbas - ¿Buscas esto? Margarita, ya puedes retirarte , gracias hija por avisarnos.

Acto seguido le dio una bofetada que la hizo perder el equilibrio y caer al suelo.

Rosaura - Nos has decepcionado, mala hija. Me avergüenzo de ti. No solo nos has querido desobedecer, además quieres cometer un pecado mortal.

Anabel reunió las fuerzas que le faltaron durante toda su vida, para enfrentar a sus padres - ¿Acaso no es un pecado lo que me quieren hacer ustedes? Se lo advertí madre, y se lo repito ¡ANTES MUERTA!

Juan - Ingrata, no eres más que una egoísta, incapaz de mirar por el bien de su familia.

Anabel - Pues aplíquese el cuento usted mismo, nadie a se ha esforzado más por esta familia que yo y así es como me lo agradecen mis propios padres vendiéndome como si fuera un trozo de carne.

Juan nunca antes le había levantado la mano a su hija, y lejos de arrepentirse, le dolieron tanto sus palabras que se desató el cinturón y la golpeó sin clemencia.

A la mañana siguiente, Anabel se despertó sin hablar con nadie, atendió a sus hermanitos y se fue a trabajar fuera de casa, no quería verle la cara a su hermana y a su madre. Se arrepentía de haber mimado tanto a esa demonia ingrata, cargando con todo el trabajo para librarla a ella.

Pero Margarita no había tenido suficiente al chivarse de su hermana y ser la culpable de la paliza que le dio su padre.

Margarita - Buenos días, hoy papá ha salido más temprano. Ha ido a buscar todas esas hierbas, por si se te ocurre volver a intentarlo.

Anabel - Me alegro, así tú no tendrás escapatoria cuando te llegue el turno. Deseo con toda mi alma, que cuando yo desaparezca ocupes mi lugar.

Margarita se rió con burla .

Anabel - Tú ríete, pobre tonta. Si no les cuesta deshacerse de mí que soy el pilar y el sustento de esta familia¿Crees que se apiadarán de una inepta como tú que no sirve para nada?

Anabel le planta cara al viejo .

Las palabras de Anabel tuvieron el efecto deseado en el corazón de su hermana. Ella sabía perfectamente que Anabel era la favorita de sus padres y aun así no dudaban en sacrificarla por el bien de la familia ¿ Qué no harían con ella que no aportaba nada y solo era un estorbo?

Anabel estaba tan resentida con todos que descargaría toda su rabia en esa pequeña traidora desagradecida. La muerte había dejado de ser una salida a su problema así que tendría que buscar otra alternativa.

Entró en casa y todo seguía sucio y desordenado, los niños lloraban hambrientos y con el pañal mojado.

Anabel - ¿Qué has estado haciendo toda la mañana? Los niños tienen hambre y se van a irritar, no les has cambiado. Tampoco has hecho la comida, no has recogido la casa.

Margarita - Todo eso lo sueles hacer tú.

Anabel - Pues eso se acabó. Yo me iré muy pronto y tú tienes que hacerte cargo de todo.

Margarita - Déjame en paz. Todavía sigues aquí, así que hazlo tú.

Su madre había oído toda la discusión y su corazón brincó de alegría, al suponer que ya comenzaba a aceptar su futuro matrimonio.

Rosaura- Ponte en pie ahora mismo, holgazana, la casa parece una pocilga y tu padre vendrá en un rato a comer y aún no has hecho nada.

Anabel - Que lastima me dais, os van a comer los gusanos cuando yo no esté. Hubiera sido mejor que se casara ella, ya que no aporta nada.

Margarita - Tú eres la mayor , ese honor te corresponde a ti.

La chica dejó caer la indirecta y se fue afuera a dar de comer a las gallinas.

Rosaura estaba estresada desde que Anabel le cedió el mando de la casa a Margarita, nada era como antes. Si no fuera porque el viejo estaba obsesionado con su hija mayor, no le importaría hacer un cambio de novia.

El padre no fue tan paciente con la niña, al llegar a casa a comer y ver qué aún no estaba lista la comida entró en cólera. Todo este tiempo su vida había sido muy tranquila y organizada, gracias a su hija mayor., pero de repente nada era como antes.

Habían pasado varios días y la situación empeoraba cada vez más. Tanto Juan como Rosaura estaban de mal humor y hasta los niños habían notado el cambio y estaban más irritados que de costumbre e incluso enfermaban fácilmente.

Anabel disfrutaba en silencio, cada vez que su padre se llevaba la comida a la boca y acababa escupiendola.

Juan - ¿ Qué demonios es esto? Está asqueroso ¿acaso crees que nos sobran los alimentos para desperdiciarlos de esta forma? Anabel, haz algo.

Anabel - Lo siento padre, si sigo haciendo todo, ella no aprenderá nunca y no creo que sea eso lo que ustedes quieren.

Juan - Maldita mocosa, más te vale que pongas empeño en tu trabajo o te voy a moler a golpes

Rosaura - Yo no aguanto más, Juan, esta niña es un desastre, no sirve para nada.

Margarita, lejos de disculparse con su hermana mayor y pedirle consejos Seguía con su actitud hostil, destilando veneno con cada palabra que salía de su boca.

Anabel estaba superada por la situación, de ser una muchacha feliz y alegre, ahora estaba totalmente triste y decepcionada por todos.

Fue a dar un paseo por el bosque y allí estaba ese viejo desgraciado frente a ella. Lejos de huir de él como hacía de costumbre, siguió caminando en su dirección.

Manuel - Mi bonita esposa, veo que ya has entendido que muy pronto serás mía. No te conviene enfadarme, querida.

Anabel - ¿Y si te enfado que harás? Pobre viejo arrogante ¿Acaso no ves que te gano en fuerza? Puede que me asustaras cuando era más pequeña, pero ahora eres tú el que me debe tener miedo. Te mataré antes de que llegues a tocarme un solo pelo y me quedaré con todo lo tuyo, soy la única que saldrá ganando. Mejor búscate una niña a la que puedas dominar.

El hombre no entendía nada, esa chica lo había amenazado y lo peor es que tenía razón. Era mucho más fuerte que él, la había visto levantar sacos con el doble de su propio peso. No podría obligarla a nada y sería humillante reconocerlo ante los demás. Se convertiría en el hazmerreír de todos los hombres de la zona.

Al volver a casa, reconoció el coche de los forasteros, tanto ella como su familia habían pensado que ya se habrían ido. No esperaba volver a verlos.

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