NovelToon NovelToon

Mujer Lobo

Capítulo 1

Era una noche horrible, muy fría, oscura y tétrica como una postal que solo pintaba el miedo. Salí muy tarde de la universidad y estaba asustada, porque no había nadie en las calles y el viento rebotaba fuerte en los ventanales y remecía los árboles, produciendo una música horripilante y fantasmagórica que me martillaba sin compasión. El alumbrado público era muy pobre, además, amarillento y escuchaba voces aisladas, lejanas y risas que también me aterraban mucho. Ladraban los perros desvelados y emergían las siluetas de los gatos saltando por los techos, persiguiendo sus sombras.

El examen se había prolongado más de la cuenta porque estaba muy difícil. Fui apurada, incluso, por la mitad de la pista, para evitar los callejones oscuros, sin embargo la esquina se alargaba como un elástico que m espantaba y sumía en el pánico. Lo que antes recorría en apenas un minuto ahora me parecía estirarse una veintena. Las distancias se me hacían kilométricas e interminables.

Entonces escuché varios pasos detrás mío. Parpadeé angustiada, fui aún más apurada, casi corriendo, mi corazón se alborotó en el pecho y sentí rayos y truenos estallando dentro de mi cabeza. Me puse fría y  un horrible escozor trepó mi espalda.

  Ya no era uno sino dos hombres los que me seguían. Las lágrimas me ganaron y de repente tenía los ojos encharcados de llanto. Quería llorar. Corrí a toda prisa, pero un tercer hombre me cerró el paso justo en la esquina.  Grité espantada.

  -No te resistas, preciosa, dame todas tus cosas-, dijo uno de ellos. Yo tenía los ojos desorbitados, los pelos erizados, temblaba y tenía mucho miedo. Me aferré a mi cartera y a mi mochila donde tenía la laptop con las clases de la universidad.

  -No me hagan daño-,  supliqué tapándome la boca con las manos, presa del miedo.

  Los hombres me rodearon. El silencio era una capa tupida que me asfixiaba y ahogaba. Solo escuchaba mi corazón tamborileando frenético en el busto, rebotando como una pelota. Mis piernas se resbalaban al suelo igual a la mantequilla y sudaba, sudaba mucho.

  Uno de los tipos esos, el más grande y tosco, quiso arrancharme la mochila. -Trae acá-, me dijo, pero me resistí. El otro hombre, entonces, me zarandeó del brazo, lastimándome y después me jaló el pelo con mucha ira, haciéndome gritar aún más aterrada.

  Fue en ese momento que de repente mis pupilas se inyectaron de una  furia colosal, igual  a una poderosa luz que emergió entre mis pupilas y que me hizo desorbitar aún más mis ojos, abriéndose paso entre mis párpados, tumbando las cejas y los párpados.

  Mis manos empezaron a enderezarse, cubriéndose de un tupido pelaje y  mis dientes se afilaron haciéndose largos, como dagas, brillando con las luces amarillentas y empobrecidas del  del alumbrado público. Mi boca se fue ajando, torciéndose, haciéndose interminable, emergiendo delante de mis ojos, emitiendo un largo gruñido , saliendo de un hocico grande donde exhalaba el humo de mi inusitada furia, dando poderosos bufidos.

-¡¿Qué demonios sucede!?-, se espantó uno de los hombres, trastabilló, y cayó al suelo de bruces boquiabierto y terriblemente asustado.

  Yo los miraba con ira, quería despedazarlos, sentía mis uñas convertidas en garras y exhalaba fuego y gruñía con mucho coraje, con mis colmillos afilados, ansiosos de destrozar a esos hombres a dentelladas.

-Es un monstruo-, dijo el más grande de ellos e intentó atacarme pero yo le salté encima y le hundí mis garras en la espalda. Lo miré enfurecida a la cara espantada del tipo y sin darle tiempo, siquiera a gritar, de un solo mordisco le arranché la nariz, provocándole una inusitada catarata de sangre. El fulano se desplomó al suelo aullando de dolor.

Luego ataqué al otro sujeto, el más delgado. Le mordí el cuello y con mis garras lo despellejé  igual si fuera un muñeco de paja, arranchando sus tripas. El pobre hombre convulsionó en el suelo arqueándose angustiado, resistiéndose a morir.

El tercer ladrón quiso escapar, gritando aterrado, pero de un brinco le caí encima y le trituré el cuello de un mordisco, matándolo también en el acto.

  Me desperté asustada. Mi rostro estaba duchado de sudor y mi corazón pataleaba en el pecho. Abaniqué mis ojos tratando de convencerme que estaba en mi cuarto, en mi cama, pero las luces de la mañana que se colaban por las persianas entreabiertas, me mareaban.

Traté de recordar lo que había pasado, pero solo tenía imágenes borrosas y confusas, de tres hombres rodeándome, queriendo robarme mi mochila. Por instinto miré mis manos. Mis uñas seguían intactas, pintaditas de violeta, como me gusta, y no tenían ningún rasguño.  Me palpé mis mejillas y mi boca y todo estaba normal. Ufffff, soplé entonces  mi angustia. Todo había ido una pesadilla tan real que aún repicaba en mi cabeza los alaridos de esos hombres sufriendo arcadas, desangrados a mitad de la pista.

  Me duché tranquilamente, más aliviada y me cambié. Mientras secaba mi pelo, prendí el televisor. Un periodista hablaba de un horrendo triple crimen ocurrido en una avenida poca transitada, muy cerca de la universidad.

-Tres hombres murieron destrozados, igual si hubieran sido atacados por una jauría de perros rabiosos-, dijo el reportero estupefacto ante la sangre desperdigada en el asfalto.

  -Eran delincuentes comunes, asaltantes de mujeres solas. A uno de ellos una de las fieras le arrancó la nariz antes de arrancharle de un mordisco el corazón-, detalló el hombre de prensa.

El secador se cayó de mis manos, igual que mi quijada, y quedé aturdida y pálida.

No había sido una pesadilla. Yo había matado a esos tres hombres.

Capítulo 2

Me llamo Fiorella Malinova y estudio veterinaria en la universidad, pero se me hace difícil  estudiar por el asedio de los chicos, impactados de mi belleza y encanto. Casi todos están prendados de mí, además se me hace imposible pasar desapercibida entre mis compañeras de estudios porque mido un metro ochenta, soy hermosa, de ojos claros, casi amarillos, de interminables curvas, delgada y muy voluptuosa, súper atractiva.  Eso me ha traído  muchos problemas, también. Los muchachos se pelean por salir conmigo.

   John era mi enamorado pero terminamos porque lo sorprendí besando a otra mujer.  Me pidió perdón, me dijo que fue una equivocación, que me amaba y que solo me quería a mí. Me suplicó que le diera otra oportunidad por lo felices que habíamos sido, pero yo estaba muy dolida, lastimada en lo más hondo de mi corazón porque lo amaba mucho, lo quería demasiado y estaba ilusionada con él. Pese a todo, no le perdoné.

   Dos meses después, empecé a salir con Fabrizzio, un chico lindo, mayor que yo, que ya estaba por culminar la carrera.  Me gustaba porque era sencillo,  distendido y de metas firmes en la vida. No era de fumar ni beber y tampoco asiduo de fiestas o diversiones y era muy guapo, alto, delgado, no muy musculoso pero sí súper lindo, romántico y cariñoso.

  Yo lo besé primero porque, como les digo, me gustaba bastante. Él se sorprendió ya que esperaba entablar primero una relación amical conmigo para conocernos de a pocos, pero luego, recuperado del impacto inicial, Fabrizzio disfrutó febril de mis labios, tanto que se deleitó con la tersura de mis brazos y quedó muy ebrio de mi boca.

John nos vio besar muy acaramelados en un parque muy cerca de la universidad y los celos lo calcinaron en un santiamén. Se enfureció y se propuso, entonces, atacar a Fabrizzio y darle una paliza.

  Un viernes por la noche, cuando Fabrizzio me acompañaba a mi apartamento, después de clases, John lo atacó, aprovechando la poca luz del vecindario, cerca a mi casa. Le dio con un gran fierro en la cabeza, dejándolo inconsciente tendido, en el asfalto en medio de un gran charco de sangre.

  Vi a John correr a toda prisa por un callejón oscuro. La rabia me había obnubilado por completo y sentía la ira convertida en un volcán en plena erupción. Las garras aparecieron de inmediato y percibí mi boca echando baba, con los colmillos afilados. Mi espalda se encrespó de muchos pelos y  sin poder contener mi furia, corrí detrás de John oliéndolo, siguiendo su sombra que emergía en mis ojos, igual si lo apuntara con un rifle de alta precisión.

Y me le lancé encima de él, iracunda y rabiosa, destrozándolo con mis colmillos, arranchando sus pellejo, desgarrándolo por completo, sin importarme sus gritos y chillidos de dolor, ni su llanto ni sus intentos por tratar de apartarme. Lo mordí con tanta furia que le arranché las oreja, la nariz, le abrí surcos en todo su cuerpo, su espalda, el pecho y las piernas, dejándolo malherido.

Las ambulancias llegaron de prisa ante la alarma de los vecinos que escucharon los alaridos angustiados de John y se encontraron con su cuerpo hecho pedazos, aún con vida. También auxiliaron a Fabrizzio que había sufrido un severo traumatismo en el cráneo por el fortísimo golpe que recibió en la cabeza.

-Lo atacó un gran perro, enorme, violento y furioso-, dijo una mujer que había sido testigo de todo lo ocurrido.

No habían cámaras de vigilancia y las evidencias le daban la razón a la mujer. Balbuceando completamente extraviado en el espanto, John confirmó que fue un gigantesco perro que lo hizo pedazos a mordiscos y con sus potentes garras.

  Fabrizzio murió poco tiempo después, al igual que John que no se pudo recuperar de los mordiscos ni las profundas heridas que le provocaron las garras del animal. La policía realizó operativos por todo el sector en busca del gran perro asesino como tituló la prensa, pero no hallaron ninguna evidencia de ese extraordinario animal.

  Me quedé mirando las luces tenues de la noche, iluminando pobremente el vecindario, sin saber qué había pasado. No recordaba gran cosa, tan solo la furia y la ira estallando como petardos de dinamita dentro de mi cabeza  y sentía mi corazón rebotando en el pecho, frenético, convertido en una pelota.

  Yo tengo las uñas muy largas, me gusta tenerlas así, y esa noche las había pintado de blanco, sin embargo no había ni un solo rasgo de sangre, tampoco en mis dientes ni en mi busto. Nada. Si yo era ese dantesco animal, debía tener evidencias de lo que pasó con John, pero no había nada que me involucrara. Empero los gritos y alaridos de mi ex enamorado seguían estallando dentro de mi cabeza martillando mis sesos, igual a un horripilante eco o tétricas campanadas, provocándome aún más terror y pánico.

Capítulo 3

-Disculpe señorita, ¿usted es Fiorella Malinova?-, me preguntó un hombre alto y tosco. Me había estado esperando  en la escalera que conducía a la facultad de veterinaria, la carrera que estudiaba y ya estaba pronto a terminar.

  -Sí, señor-, quedé turbada viéndolo tan enorme y amenazante.

-Soy el teniente de policía, Weston-, me dijo mirándome a los ojos. Me asusté aún más y sentí helar mi sangre en los tubos de las venas. De inmediato pensé en Fabrizzio y John.

-¿En qué le puedo ayudar?-, parpadeé angustiada. Creo que estaba pálida.

-Usted salía con los dos hombres que encontraron heridos en la calle y que luego murieron, sin recuperar los sentidos-, revisó el sujeto afanoso en su móvil.

Tragué saliva perpleja. -Sí, John y Fabrizzio-, dije.

  -Testigos dicen que vieron a Fabrizzio salir con usted, esa noche fatídica-, estrujó él su boca.

  -Así es, Fabrizzio me dejó en mi casa  y supe que después fue atacado por John-, tartamudeé. Me aferraba a mi mochila y aplastaba mi cuaderno de apuntes en el pecho. Me sentía acorralada.

  -Era muy celoso John-, el policía parecía incrédulo o indiferente, como extraviado en ideas.

-Bastante-, se me ocurrió decir.

-¿Ha visto al enorme perro que lo atacó? El ataque fue muy cerca a su casa-, se fijó en mis dientes. Yo tenía la boca entreabierta y de inmediato apreté los labios.

-No,  pero dicen que debió ser muy grande para provocarle semejantes heridas-, intenté evadir su mirada.

-¿Usted tiene perro, señorita Malinova?-, esta vez auscultaba con interés mi nariz. Eso me turbó aún más.

-No, no tengo mascotas-, estaba yo muy nerviosa. Ese hombre me intimidaba demasiado.

-Malinova, Malinova, eso es serbio o croata, ¿no?-, pasó el tipo la lengua por su boca.

-Es búlgaro. Mi padre era búlgaro, se apellida Malinov-, le aclaré molesta.

-Ahhh-, no más dijo Weston, guardó el celular en su gabán y me hizo una venia.

-Sus ojos claros son muy bonitos, señorita, parecen ámbar,  y también su pelo marrón es muy liso y hermoso como si fuera un pelaje-, musitó cuando bajábamos los peldaños de la escalera.

Yo tenía la sangre helada. Temblaba y sentía mis piernas doblarse como alambre. Cerré los ojos y vi el rostro de John lleno de sangre, con el pellejo arranchado a mordiscos.

  -Ojos claros casi ámbar-, empecé a musitar una y otra vez.

Bajé de prisa y corrí hacia la biblioteca de la facultad que estaba al lado del gimnasio. -Necesito un libro sobre cánidos-, le pedí al bibliotecario trastabillando con mi impaciencia, soplando apurada. Él estaba recostado al pupitre, sumido en sus pensamientos. Me miró distendido y sonrió.

  -Estudio sobre los cánidos, Howard Memphis, fila cuatro, letra c, Fiorella-, me dijo en forma mecánica.

-Wow, qué memoria-, me asombré, pero él ni me miró. Volvió a fijar las pupilas en la nada y siguió naufragando en sus ideas.

  Allí estaba, en efecto, el libro.  Lo tomé, jalé una silla y me senté en una mesa, donde acomodé mi mochila. Abrí mi cuaderno de apuntes y saqué de la cartuchera un lápiz. Empecé a buscar en el índice algo que me pudiera ayudar. Yo seguía balbuceando sin detenerme, ojos ámbar, ojos ámbar, ojos ámbar, como una autómata.

En el índice encontré "sentidos entre los cánidos". De inmediato lo abrí y encontré un párrafo que me llamó, ipso facto, la atención.

  "Muchos animales poseen ojos de color ámbar,  como los lobos, perros, gatos, águilas, búhos, palomas y algunos  peces.  A este peculiar color de ojos se le conoce como ojos de lobo”, decía el texto.

La quijada se me descolgó y empezaron a  reventar truenos y relámpagos dentro de mi cabeza. Mi corazón se alborotó y comenzó a tamborilear frenético dentro de mi busto.

-Ojos de lobo-, volví a balbucear, esta vez más tonta que al principio.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play