Clara Winters observaba las luces de la ciudad a través del enorme ventanal de su nuevo apartamento en Manhattan. La noche se extendía como un lienzo negro tachonado de estrellas y rascacielos, cada uno representando sueños alcanzados, promesas hechas y vidas que transcurrían en una vorágine de éxito y poder. Este lugar, con su lujoso mobiliario minimalista y las vistas que quitaban el aliento, debería haberla hecho sentir plena, satisfecha. Pero, como era habitual, el vacío en su pecho no se llenaba con la grandiosidad material.
Suspiró, dándose cuenta de que este nuevo comienzo, tan cuidadosamente planeado, traía consigo la pesada carga de su pasado. Clara había dejado atrás Londres, los recuerdos de una vida que ya no le pertenecía, y la dolorosa despedida de quien había sido su mundo. Pero aunque había cruzado un océano, los fantasmas seguían allí, susurrando en cada rincón, recordándole que las cicatrices más profundas no se ven en la piel, sino que se llevan en el alma.
El sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de bienvenida de su nueva asistente, Amelia.
*"Bienvenida a Nueva York, Sra. Winters. Mañana a las 10 a.m. tiene una reunión con el Sr. Blackwood en su oficina. Estoy a su disposición para lo que necesite."*
Clara frunció el ceño, leyendo el nombre de su próximo desafío. Alexander Blackwood. Había oído hablar de él, un empresario temido y respetado en partes iguales. Sabía que trabajar con él no sería sencillo, pero no tenía intención de dejarse intimidar. Era parte del trato, parte de ese nuevo comienzo que tanto había deseado.
Respondió rápidamente.
*"Gracias, Amelia. Estoy lista para mañana. Que tengas una buena noche."*
Dejó el teléfono sobre la mesa y caminó hacia la cocina. Se sirvió una copa de vino y se dirigió de nuevo al ventanal, observando las luces parpadear en la distancia. **Necesitaba algo que la ayudara a calmarse antes de la tormenta que presentía venir.**
Justo en ese momento, su teléfono vibró otra vez, una notificación inesperada.
Era un mensaje de voz.
*"Clara, ¿cómo estás?"* La voz del otro lado era profunda, conocida, dolorosa.
Clara sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era Logan. El hombre que había dejado atrás en Londres. Sabía que debía ignorarlo, pero su dedo tembló sobre el botón de reproducir.
Logan continuó, *"No puedo dejar de pensar en ti. No sé cómo llegamos a esto, pero... te extraño. Si alguna vez necesitas hablar, estoy aquí. Siempre."*
Clara cerró los ojos, sintiendo el peso de cada palabra. Pero no era el momento de caer de nuevo en los viejos patrones. Con determinación, borró el mensaje sin responder y apagó el teléfono. **Tenía que ser fuerte.**
Mañana sería el verdadero comienzo, y no había espacio para las sombras del pasado. Con la cabeza en alto, Clara se dirigió a la cama. Aunque sabía que el sueño sería difícil de alcanzar, estaba decidida a enfrentar el día siguiente con la determinación de una mujer que ya no temía al dolor, sino al conformismo.
El sol apenas empezaba a bañar de luz las calles de Nueva York cuando Clara salió de su apartamento. La mañana estaba fresca, con un ligero viento que revolvía sus cabellos oscuros mientras caminaba hacia el café que había visto en la esquina la noche anterior. Era temprano, pero sabía que necesitaba un momento de tranquilidad antes de enfrentarse a la reunión con Alexander Blackwood.
El aroma del café recién hecho la envolvió en cuanto cruzó la puerta del pequeño local. Era un lugar acogedor, con una decoración industrial que contrastaba con la calidez de la luz que entraba por los grandes ventanales. Clara se dirigió al mostrador, pidiendo su café con leche habitual.
*"Un café con leche y un croissant, por favor."*
La barista le sonrió mientras comenzaba a preparar su pedido. Clara observó el lugar, sintiendo una extraña calma mientras su mirada se perdía en los detalles del entorno. Por un instante, se permitió olvidar las preocupaciones que la aguardaban. Este era su momento, su pequeño refugio antes de sumergirse en la vorágine de la ciudad.
Justo cuando se giraba para buscar una mesa, chocó de frente con alguien. El impacto fue suave, pero suficiente para hacer que el contenido del vaso de café que llevaba el hombre se derramara un poco.
*"Lo siento mucho, no te vi,"* se disculpó Clara rápidamente, mirando hacia arriba para encontrarse con unos ojos azules y penetrantes que la observaban con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
*"No es nada,"* respondió el hombre, su voz profunda y controlada, aunque un brillo de diversión cruzó sus ojos. *"Soy tan culpable como tú."*
Clara notó cómo su corazón se aceleraba al estudiar los rasgos del hombre frente a ella. Era alto, de hombros anchos y una presencia que resultaba difícil ignorar. Llevaba un traje impecable, perfectamente cortado, que insinuaba tanto poder como elegancia. Pero lo que más la desconcertó fue la intensidad de su mirada, como si esos ojos pudieran ver más allá de su fachada.
*"Déjame comprarte otro café,"* ofreció Clara, intentando recuperar la compostura.
Él la observó por un segundo más antes de asentir ligeramente. *"No hace falta, pero acepto la oferta si me acompañas."*
Clara sintió una extraña mezcla de nerviosismo y emoción ante su propuesta. **No había planeado compartir su refugio matutino con nadie, pero algo en la forma en que la miraba la intrigaba.** Finalmente, asintió.
*"Soy Alexander,"* dijo él mientras ambos se acercaban al mostrador, y Clara sintió como el suelo desaparecía bajo sus pies.
**Alexander Blackwood.**
El nombre retumbó en su mente, haciendo que sus pensamientos se desordenaran. **El hombre que había estado anticipando conocer en su reunión estaba aquí, frente a ella, y de la manera más inesperada.** Pero no podía permitirse mostrar sorpresa.
*"Clara,"* respondió, extendiéndole la mano con una sonrisa profesional. *"Clara Winters."*
Alexander tomó su mano, sus dedos envolviendo los de ella con una firmeza que transmitía tanto control como calidez. *"Es un placer conocerte, Clara,"* dijo, su voz suave, pero con un trasfondo de autoridad. *"Parece que hoy será un día lleno de sorpresas."*
Clara intentó sonreír mientras su mente se adaptaba a la situación. **No esperaba conocerlo en un café, y mucho menos de esta manera tan íntima.** Mientras ambos tomaban asiento, una parte de ella no podía evitar preguntarse si este encuentro casual era una señal de lo que les esperaba a ambos.
*"Entonces, Clara,"* continuó Alexander, inclinándose ligeramente hacia ella. *"Cuéntame, ¿qué te trae a Nueva York?"*
**La pregunta era sencilla, pero la forma en que la hizo, como si sus palabras pudieran desvelar mucho más de lo que estaba dispuesta a compartir, la puso en alerta.** A pesar de su nerviosismo, Clara no podía evitar sentirse atraída por la manera en que Alexander la miraba, como si ella fuera un enigma que deseaba resolver.
*"Una nueva oportunidad,"* respondió finalmente, tomando un sorbo de su café. *"Una oportunidad para empezar de nuevo."*
Alexander la observó con interés. *"Todos venimos a Nueva York en busca de algo,"* dijo él, su tono cargado de insinuaciones. *"La cuestión es, ¿qué estás dispuesta a hacer para conseguirlo?"*
**Clara mantuvo su mirada, sintiendo que estaba al borde de algo más grande de lo que había imaginado.** Este hombre, que ya ejercía un control magnético sobre ella, estaba a punto de convertirse en una figura central en su vida, aunque no sabía si para bien o para mal.
Pero una cosa era segura: no iba a retroceder.
El aire en la oficina de Alexander Blackwood era tan denso como su presencia. Clara intentó concentrarse en los documentos que tenía frente a ella, pero sentía sus ojos sobre ella, como si fueran un peso tangible en sus hombros. Cada palabra que pronunciaba tenía el poder de estremecerla, su voz grave resonando en el espacio como una melodía oscura y tentadora.
**Habían pasado apenas unos días desde su primer encuentro en aquel café, y desde entonces, cada interacción con él parecía envolverla en una red de atracción que no podía ignorar.** La primera reunión había sido estrictamente profesional, pero incluso en medio de cifras y estrategias, había sentido la corriente subterránea de tensión que fluía entre ellos.
*"¿Tienes alguna duda, Clara?"* La voz de Alexander rompió el silencio, obligándola a alzar la vista. Lo encontró observándola con una intensidad que la dejó sin aliento.
*"No, todo está claro,"* respondió, intentando sonar firme, aunque su corazón latía con fuerza bajo su blusa de seda. **Cada vez que sus miradas se cruzaban, Clara sentía una punzada de deseo, un anhelo peligroso que intentaba reprimir.**
Alexander se levantó de su silla, caminando con una gracia depredadora hacia el ventanal que dominaba la ciudad. Con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte, proyectaba una imagen de control absoluto, un hombre acostumbrado a conseguir todo lo que quería.
*"Este proyecto es importante para ambos, Clara,"* dijo, sin mirarla. *"Pero necesito saber que estás completamente comprometida."*
Clara se enderezó en su asiento, entendiendo que se refería tanto al trabajo como a algo más que no se atrevía a mencionar. **La forma en que lo había dicho, como si no hablara solo del proyecto, sino de algo mucho más profundo, hizo que su piel se erizara.** Se preguntó si él sentía lo mismo que ella, si esa tensión que se formaba en el aire cada vez que estaban juntos era algo que también lo perturbaba.
*"Lo estoy, Alexander,"* aseguró ella, intentando ocultar la turbación en su voz. Pero no pudo evitar que su nombre se escapara de sus labios con una suavidad que no pasó desapercibida para ninguno de los dos.
Alexander se giró hacia ella, sus ojos azules perforándola con una mirada que parecía despojarla de todas sus defensas. Se acercó, apoyando ambas manos en el escritorio, inclinándose lo suficiente como para que Clara pudiera oler su colonia, una mezcla de madera y especias que hacía que su cabeza diera vueltas.
*"Hay cosas que son inevitables, Clara,"* murmuró, su voz baja, llena de una promesa peligrosa. *"Y cuando las reconoces, es mejor no luchar contra ellas."*
Clara tragó saliva, sintiendo que estaba al borde de algo que no podría controlar si daba un paso más. Sabía que lo que había entre ellos no solo era inapropiado, sino prohibido. **Era su jefe, un hombre con poder y una reputación impecable, mientras que ella no era más que una recién llegada buscando un nuevo comienzo.**
*"No estoy segura de entenderte,"* mintió, intentando alejarse de la línea que sabía que él estaba dispuesto a cruzar.
Alexander la observó durante unos segundos que se sintieron como una eternidad, y luego, como si hubiera tomado una decisión, se enderezó y volvió a su lugar detrás del escritorio.
*"Claro que me entiendes,"* dijo él finalmente, su tono más frío, pero no menos intenso. *"Y sé que ambos estamos lo suficientemente conscientes de lo que está en juego."*
**Clara no respondió.** Sabía que cualquier palabra que pronunciara en ese momento la traicionaría. **Se sentía atrapada en una batalla interna entre el deseo que empezaba a arder en su interior y la razón que le gritaba que mantuviera la distancia.**
Finalmente, Alexander rompió el silencio.
*"La reunión ha terminado,"* dijo, despidiéndola con un simple gesto de la mano. *"Nos veremos mañana para discutir los próximos pasos."*
Clara asintió, recogiendo sus cosas con manos temblorosas. Mientras se dirigía a la puerta, sentía la mirada de Alexander quemándole la espalda. Sabía que este era solo el comienzo de un juego peligroso, uno en el que las reglas eran tan inestables como el terreno en el que se encontraban.
Y aunque sabía que estaba jugando con fuego, una parte de ella no podía evitar sentir la emoción de la atracción prohibida que estaba empezando a consumirla.
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