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Cadenas Invisibles.

Cap 1

Capitulo 1

Regla número uno: No pases con un chico más de dos meses.

Desde hacía días, escapaba de la vista de Julián, un chico lindo, alto, inteligente, atractivo y buena persona. ¿Qué vi en él? No lo sé, tal vez la frescura del momento, pero de lo que estoy segura es que no quería tener una relación seria con él. Nunca creí que se volvería una pesadilla que me perseguiría con absurdas promesas de amor eterno.

Ya habían pasado los dos meses, y fui clara con las condiciones desde el principio: yo no quería un novio. A Julián le dejé mucho más claro que mi libertad era innegociable. Sin embargo, a pesar de todas las advertencias, él siguió insistiendo, aferrándose a una ilusión que yo nunca alimenté.

¡Tenía casi veintiún años! Y ya había hecho planes para mi vida, no quería complicaciones. Aunque para ser honesta, lo que me daba Julián me gustaba, era dulce y detallista y no pensaba solo en… ya saben que.

Pero para mi cabeza hueca, solo fueron unos cuantos revolcones muy placenteros que en algún momento tenía que terminar, y así lo hice.

Un viernes por la noche me encontré con Brenda, mi mejor amiga y nuestro grupo de amigos en un bar para pasar el rato. Mi móvil no dejaba recibir notificaciones en todas mis redes sociales y en WhatsApp. Julián estaba en modo “Intenso”.

Lo que recuerdo de esa noche es que había apagado mi móvil y lo guarde en mi bolso. Pero una hora después se me apareció en el bar con unos amigos, con cara de no haber dormido, desalineado y con los ojos rojos. Me lo saque de encima esa noche y fui bastante cruel con él.

—¿Qué demonios haces aquí? —Le dije casi gritando. — ¡¿No te había dejado claro no somos nada?! Ni siquiera eres mi novio como para que me persigas así. ¡Déjame en paz!

Me había tomado del brazo para levantarme de la silla en la que estaba sentada y vi algo nuevo en su rostro. Estaba haciendo una escena y yo estaba pasando vergüenza, cosa que a él en ese momento no le importaba.

Entonces, con una frialdad calculada, solté las palabras que sabía que lo destrozarían.

—Eres patético, Julián. ¿De verdad pensaste que esto era algo más que unos cuantos revolcones? ¡Despierta! Nunca fuiste más que un pasatiempo para mí. Ya me aburriste y no quiero verte nunca más. Búscate a alguien más que tolere tus ridículas promesas de amor eterno, porque yo no tengo tiempo para tus tonterías.

Lo vi estremecerse, pero no me importó. Había terminado y era hora de que él lo entendiera de una vez por todas.

Me dije a mí misma que estaba bien, que no era mi culpa ni tampoco era responsable de sentimientos ajenos. Pero, al parecer, Julián no lo vio así. Él sí se había enamorado de mí y que lo haya cortado cruelmente lo hizo cometer la estupidez de atentar contra su propia vida. Nadie vino a buscarme ni a reclamarme nada días después, pero recuerdo claramente lo que me dijo antes de irse.

—Te arrepentirás de haberme usado y de haber jugado con mis sentimientos.

Esa noche simplemente me reí. No quería quedar como una estúpida frente a mis amigos ni a las personas que presenciaron toda la discusión, así que seguí bebiendo con ellos.

En ese momento, tomé sus palabras como las de un dramático que quería dejarme pensando, no como las de un chico con el corazón roto que eligió el árbol más grande para chocar su auto y lastimarse.

Afortunadamente, el airbag de su coche le salvó la vida y solo sufrió lesiones leves.

No voy a ser tan perra al decir que no estaba preocupada por su salud, porque si lo estaba; fui varias veces al hospital para informarme sobre su evolución, pero no hable con nadie, cuando supe que estaba bien puse en marcha mi plan.

Dos semanas después era mi cumpleaños y mi mejor amiga y yo habíamos hechos planes para ese día. Iría a Miami a festejar mis veintiún años. Mis padres estaban en Europa con mi hermano mayor, el que si era digno de su atención, porque era inteligente, responsable y los enorgullecía. A mí solo me daban todo el dinero que me podían proporcionar y si me ausentaba por largos periodos de tiempo, mejor, porque no estaban de acuerdo con mi estilo de vida y los avergonzaba.

Sí, yo era la mancha que la familia quería ocultar. Solo recibí una felicitación por parte de los tres y un deposito enorme en mi cuenta bancaria para que use a mi antojo, y aunque sintiera ese dolorcito en el corazón por sentirme desplazada y poco importante para ellos, sabía que no tenía ningún sentido volver a llorar en soledad o reclamarles a mis padres algo que ellos jamás me darían.

Significancia.

Eso dejo de dolerme mucho tiempo después.

Me subí a un avión a Miami y dejé atrás Nueva York. Tenía planes y los llevaría a cabo, sin importar si fracasaba o no, nadie se enteraría, porque nadie lo sabía.

— ¡Sorpresa! —Gritó Brenda en cuanto puse un pie dentro de la casa en la playa que habíamos alquilado—. ¡Feliz cumpleaños, Cassie!

Todos mis amigos estaban allí y sonreí. Me encantaba pasar tiempo con ellos y desmadrarme. ¡Era mi maldita fiesta y la iba a disfrutar!

Brenda corrió hacia mí y su delgado cuerpo chocó contra el mío, abrazándome fuerte y entregándome su regalo.

—Ahora a disfrutar y celebrar. —Frotó mis hombros y enderecé la espalda, levantando la barbilla. Era mi cumpleaños y quería celebrarlo.

—Está bien, amiga. Esta noche es tuya.

Asentí, porque en ese momento me sentía un poco triste, y ella era una de las personas que siempre estaban ahí para acompañarme en mis locuras y nunca me abandonaban.

— ¡Que comience la fiesta! —Grité tan fuerte que la música empezó a sonar y los tragos pasaron de mano en mano. Como ya había dicho antes, era la típica chica rica que hacía lo que le daba la gana, y esa noche, claro no fue la excepción.

Cap 2

Las horas pasaban y yo la estaba pasando de lo mejor, hasta que a las dos de la madrugada, Brenda se acercó a mí y al chico con el que yo estaba bailando, esa sonrisa la conocía bastante bien.

—Ábrela. —Brenda sostenía una pequeña pastilla con forma de corazón entre sus dedos índice y pulgar—. Es hora de llevar la diversión a otro nivel, ese en el que no te lamentas y te follas al más guapo de la fiesta.

Y como idiota, saque la lengua y ella dejo la pastillita que me trague después de beber un trago de cerveza.

—Buena chica, ahora descontrolémonos un poco. — no sé de donde las sacaba, pero todas las fiestas eran así, alcohol y algunas cosillas ilegales que nos hacía olvidar que todo era una mierda.

Se dio vuelta para irse y la seguí con la mirada hasta que se detuvo frente a un tipo bastante grande y de mucha más edad que nosotras que le sonrió pícaramente. No estaba mal, él tendría unos treinta, era alto, musculoso y de cabello rubio cortado a la moda. Era muy atractivo y sonreí por mi amiga que ya había conseguido a alguien con quien “Descontrolarse.”

Las horas pasaron y casi eran las cinco de la madrugada cuando subí a bailar sobre una mesa. Había personas que nunca había visto antes, pero así eran las fiestas de Brenda. Mis amigos se agruparon alrededor de la mesa y dos chicas más se unieron para moverse al ritmo de la música. Estábamos ofreciendo un buen espectáculo, eso era innegable. Mis ojos pasaron de observar a mis amigos disfrutando y bailando, a los de un chico muy parecido al que Brenda se había llevado a los cuartos de arriba, pero este parecía un poco más mayor que el otro.

Era como un dios griego, con el cabello largo recogido descuidadamente en un moño. Me observaba con atención clínica, sin perderse ni un movimiento. Con sus enormes brazos tatuados cruzados contra la pared en el otro extremo de la sala, me guiñó un ojo

¿Por qué había gente tan atractiva y tan adulta en mi fiesta? No tenía idea, quizá se colaron y ya. No tenía problema con eso.

Bajé de la mesa cuando desvié la mirada del hombre impresionante por un segundo y, al volver a mirar, ya no estaba. Estaba ebria y algo drogada, así que lo único que quería era beber algo para calmar mi garganta seca y tomar un poco de aire fresco antes de que el efecto de la droga empeorara y arruinara mi noche por completo.

No estaba tan mal, caminaba con paso firme, aunque me sentía un poco abrumada por la multitud en la casa. Poco a poco la gente empezó a marcharse y yo, descalza, dejé mis zapatos tirados en algún lugar. Me abracé a mí misma para combatir el frío y caminé hasta la orilla. El sol estaba a punto de salir y me senté en la arena húmeda, sin preocuparme si mi vestido se arruinaba o no.

No me importaba.

Tenía uno de esos momentos en los que sentía que estaba malgastando mi vida y no estaba haciendo nada útil ni para mí ni para mi futuro. Había sido aceptada en tres de las mejores universidades, pero no se lo había dicho a nadie porque sabía lo que dirían.

“¿Tú, que no tienes ni un gramo de inteligencia y te daba igual todo porque tenías suficiente dinero para vivir sin preocupaciones?” “Te aburrirás en cuanto tengas que abrir un libro”, y así sucesivamente.

Pero no podía culparlos, porque eso era lo que mostraba de mí todo el tiempo. Además, estaba cansada de que mi familia me viera como un caso perdido. Quería demostrarles que era inteligente y que podía ser algo más en la vida que ser solo la hija que derrochaba dinero y se la pasaba de fiesta en fiesta.

Nadie lo sabía, esa sería la última fiesta a la que asistiría con mis amigos y con Brenda, a quien quería mucho. Sin embargo, me di cuenta de que ella llevaba la misma vida loca que yo, pero a diferencia de mí, Brenda era amada por lo que era y no le importaba en absoluto su futuro. No sabía cuál de las dos arrastraba a quién, pero ya no quería eso.

Tenía la mirada fija en el inmenso océano. Adoraba ver el amanecer; el aterrizaje había sido perfecto y la lucidez volvió a mí. Estaba pensando en regresar a la casa y dormir unas horas antes de partir, cuando el tipo con pinta de dios griego que vi adentro se sentó a mi lado y me pasó la botella de ron que tenía en la mano.

—¿Por qué estás aquí sola? —Me sorprendió verlo. Había pensado que se había marchado con los demás, pero ahí estaba, mirando al frente con las piernas extendidas y el cabello largo suelto, acariciado por la brisa de la playa. Era como una versión mejorada de Brock O'hurn, hermoso desde cualquier ángulo. — Pareces triste.

No lo miré mucho, busqué algo en el agua para mantener mi vista allí y asentí.

— ¿Y tú qué haces aquí? — Me tomé un largo trago de ron y le pasé de nuevo la botella. — La fiesta terminó.

Él soltó una risita y bebió también.

—Estoy esperando a que mi hermano termine con tu amiga. Solo no quiero dejarlo solo, ha bebido más que yo. No vaya a ser cosa que se estrelle contra un árbol y termine en cuidados intensivos.

El hecho de que hiciera ese chiste me estremeció, porque recordé a Julián. Un escalofrío me recorrió y sacudí eso de mi mente rápidamente.

—Por Dios, espero que no. Eso suena horrible. —Le dije con un poco de horror, y él asintió con una sonrisa de esas que derriten a cualquiera.

Se acomodó mejor y recogió su cabello con una liga, mientras sus preciosos ojos verdes me observaban detenidamente.

— ¿Qué parte? —Fruncí el ceño sin entender a qué se refería.

— ¿De qué hablas? No entiendo lo que quieres decir con eso.

Cap 3

Me pasó nuevamente la botella, pero esta vez no tomé más, ya quería tener los pies en la tierra.

—¿Qué parte es terrible? ¿Chocar contra un árbol o terminar en cuidados intensivos?

—Ambas. —Respondí tajante. — Es horrible.

Él volvió a asentir y nos quedamos en silencio por un momento.

— ¿Cómo te llamas? —preguntó. Es lindo, pero no tengo ánimos de ligar con un tipo mucho más grande que yo, no llegaba a los cuarenta, pero estaba muy cerca. — ¿Y cuántos años tienes? Pareces una bebita, una muy hermosa.

En cuanto dijo eso, le sonreí. No parecía uno de esos tipos que dice cosas solo por decir, ni tenía pinta de querer algo más que charlar.

—Cassandra, acabo de cumplir veintiún años. ¿Y tú?

Me había propuesto dejar de ser una idiota con todos los chicos que se me acercaban. Quería que me conocieran de otra manera y él era el primero.

—Treinta y seis. —respondió, revelando su edad pero no su nombre. — Te llevo quince años, así que eres una linda y sexi bebé. Feliz cumpleaños, Cassandra.

No sé si fue casualidad, destino o maldita mala suerte, pero ahí mismo me dirigía esta tarde y compartir el avión con ellos no estaría mal.

—Gracias, pero no me dijiste tu nombre.

Era uno de esos tipos que destilaba misterio; era hermoso y, aunque la edad se le notaba, no dejaba de parecer más atractivo que un chico de mi edad.

—Jasper. —Incluso su nombre sonaba bonito.

—Un placer, Jasper. ¿Eres de aquí?

Él negó con la cabeza.

—De Boston. Vinimos a descansar unos días, mi hermano y yo, pero nos vamos esta tarde.

—¿Crees en las casualidades, Jasper?

—No. —Respondió directo y seguro. — Yo creo en las causalidades. ¿Por qué?

Esta vez había curiosidad en su mirada, y sus ojos se entrecerraron ligeramente.

—Porque esta tarde tomaré un avión a Boston, voy a la universidad. —Sonreí, emocionada por comenzar uno de mis objetivos.

—Eso significa que te volveré a ver. Me alegra eso. Sabes, pensé que después de hoy no te volvería a ver y solo recordaría a la hermosa chica triste en la playa.

—¿Por qué crees que estoy triste? —Pregunté, intrigada por su observación.

Era la segunda vez que lo mencionaba y me llamó mucho la atención.

—Porque pareces estarlo. La pregunta es ¿Por qué? —Volvió a mirar al frente, ofreciéndome una vista perfecta de su perfil que lo hacía ver más atractivo de lo que ya era. — Tuviste una buena fiesta, no terminaste con cualquier idiota en la cama y me conociste a mí.

Me reí ante su comentario y le quité la botella de la mano. —Sí, fue una buena noche.

—Y me conociste. Es una lástima que… —Volvio a decir y sonrió, revelando unos lindos hoyuelos en las mejillas. Tipos como él deberían llevar un cartel de advertencia en la playera citando "Cuidado, inflamable". — No tengas un par de años más.

Sabes, en ese momento me di cuenta de que era la primera vez que hablaba con un desconocido mayor que yo. Aunque se veía increíblemente atractivo, también noté que era un hombre maduro, decidido y que definitivamente sabía lo que quería y por qué estaba allí conmigo. No era solo para compartir un trago.

Bebí un poquito más, el sol por fin ascendió y calentó mi cuerpo. Era un día precioso, lástima que no lo disfrutaría. ¿Qué más daba? Era cierto que era quince años menos que él, pero de pronto se me había antojado no parecerle una cría idiota.

— ¿Y para que querrías que tenga un par de años más? ¿Cuál sería la diferencia? —Lo deje con los ojitos bien abiertos y me causo tanta gracia su reacción que me reí, me reí como hacía tiempo no lo hacía y cuando me recupere, continúe. — Ya tengo edad legal para que no termines tras las rejas.

Bromee con eso último, claro.

—Eres bastante directa, me gusta. Pero para ser honesto, detestaría que después de que te haga todo lo que mi pervertida y retorcida mente quiere hacerte, te enamores perdidamente de mí.

Ahí sí que me reí con todas las ganas, nada me había acusado tanta gracia como las estúpidas palabras de Jasper. Jamás me había enamorado de un x, ni después de tener épicos revolcones, a todos los había despachado por aduana y con estampilla en el trasero para no volverlos a ver nunca más. ¿De verdad creía que me enamoraría de el por más atractivo que fuera? No, imposible. Tenía mis reglas y nunca las rompía.

—Pero ¿saben qué? Yo tenía reglas, y las tenía por una razón. Una vez fui una chica buena, me rompieron el corazón y sentí ese dolor en la adolescencia. Puede que por la edad lo haya exagerado, pero me bastó para no querer pasar nunca más por ese horrible proceso. Hasta ahora, solo he quebrado una de ellas al pasar más de tres meses con Julián.

—Lo siento, amigo. Pero esas cosas no van conmigo. Además, te dije que iría a la universidad y no tendré tiempo para enamorarme de casi cuarentones sexys.

Fingió indignación por de “Casi cuarentón.”

Era agradable el rumbo que estaba tomando nuestra conversación, porque era un poco de coqueteo con límites y era divertido. No quería que me viera como una chica con el cerebro del tamaño de una nuez; de hecho, era bastante creativa con las respuestas.

—Tienes límites, interesante. —Se bebió lo que quedaba en la botella y la dejó de lado. —No lo habría adivinado cuando te vi bailando sobre la mesa.

Por esa razón me trataban como me trataban. Si no me hubiera tomado esa pastilla, seguramente no me habría subido a esa estúpida mesa.

—Tengo muchos límites. Por ejemplo, uno de ellos es no involucrarme con tipos que pasen de los veinticinco años. Esos tipos suelen ser los típicos dominantes que quieren ponerte cadenas, buscan amor, casarse y todo eso. Y pensándolo mejor... —Esta vez le sonreí con malicia. — Creo que reduciré un poco más el límite de edad, ya que el último chico me dio problemas. Así que lo siento, pero no podrás recrear lo que te muestra tu pervertida cabecita.

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