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El Despertar Del Amor

Capitulo I Hechos lamentables

La vida para Daphne cambio de manera inesperada, cuando se vio involucrada en una situación profundamente injusta.

Daphne era una estudiante ejemplar; su pasatiempo era leer e instruirse. Por eso, visitaba la biblioteca todos los días. Su pasión eran los libros y su meta era terminar su carrera de derecho y encontrar un buen trabajo.

Siendo la mejor de su clase, se ganó una beca para estudiar en la mejor universidad del país. Emocionada por este logro, pensó que finalmente lograría una de sus metas. Sin embargo, no contaba con que conocería a Alberto Hoffmann, el segundo de hijo de la familia más adinerada del país. Debido a su posición social, este joven de diecinueve años se crecía el dueño del mundo, no conocía de límites y nunca había recibido un "no" como respuesta hasta que conoció a Daphne López. A pesar de sus reiteradas invitaciones a salir, ella siempre lo rechazo. Esto logro que el interés de Alberto creciera más por ella. Era inconcebible para Alberto que una "don nadie" se atreviera a menospreciarlo, y por eso se obseciono con ella.

Una noche fría, mientras regresaba a casa sumida en la oscuridad, Daphne fue atacada en un solitario callejón. El brillo metálico del cuchillo reflejaba la mirada siniestra de su agresor. Llena de miedo, intento huir; sin embargo, Alberto era mucho más fuerte que ella y logró dominarla. Ella se defendió con todas sus fuerzas y, en medio del forcejeo, su agresor dejo caer el cuchillo. Todo ocurrió tan rápido que Daphne no supo en qué momento el arma terminó en sus manos y encajada en el cuerpo de Alberto.

En la actualidad:

Inmersa en un mar de emociones contradictorias, Dhapne se sentía acorralada por la oscuridad de una verdad distorsionada. El eco de sus propios latidos retumbaba en su pecho mientras las frías paredes de la celda parecían cerrarse lentamente a su alrededor. Recordaba con claridad aquella fatídica noche que cambió su vida para siempre: el brillo metálico del cuchillo reflejaba el miedo en los ojos de su agresor, mientras perdía la vida. En un instante cargado de desesperación y defensa propia, todo se desvaneció en un trágico acto que sellaría su destino. Sus sueños y ganas de surgir se fueron por el desagüe.

A medida que los recuerdos se entrelazaban con la amarga realidad, Daphne sabía que las sombras del pasado la perseguirían incansablemente, acusándola de un crimen que no cometió..."

Debido al poder de los Hoffmann la condenaron sin tener derecho a una defensa Esa familia jamás permitiría que su apellido y la reputación de su hijo se manchara por alguien que consideraban insignificante. Apenas tenía dieciocho años cuando todo aquello ocurrió. Han pasado dos años desde aquella tragedia; su mamá Lidia la visitaba siempre que podía, aunque Daphne sabía que Lidia, ya que Lidia también tenía que cuidar a su hermana menor.

Durante esos dos años; Daphne comenzó a estudiar desde la cárcel; ella quería continuar su carrera de derecho y así poder defenderse a sí misma. Llevaba tres años en la carrera, uno que había hecho en libertad y dos que había hecho privada de la misma. A pesar de todo, mantenía una actitud positiva; su profesor le daba animos y confiaba en que juntos lograrían esclarecer su inocencia. Pero un buen día todo cambió cuando recibió una visita inesperada: un hombre desconocido.

"¡Así que eres tú la asesina de mi hermano!",

Daphne se quedó paralizada ante la llegada de aquel hombre imponente: mirada fría, cabello negro al igual que sus ojos y un aura amenazante; parecía un auténtico demonio con un atractivo inigualable.

"¿Quién es usted?", pregunto asustada.

"Soy Gabriel Hoffman, hermano de Alberto Hoffmann el hombre que asesinaste", la revelación de Gabriel hizo retroceder a Daphne; quería escapar de las garras de un depredador peligroso.

"¿A dónde crees que vas?", dijo Gabriel al agarrarla por el brazo y acorralarla contra la pared.

"Señor por favor suélteme. No me haga daño", rogaba Daphne por su vida. La imagen de aquella noche se le presentaba en la mente como un flash cegador, dejandola inmóvil.

Gabriel observó cómo la mujer frente a él se paralizaba, con la mirada perdida y un terror abrumador. Sin más remedio, la soltó e instó a que se sentará.

"Eres tan patética. Mírate muerta de miedo. Aunque, en realidad eso es lo que quiero: que me temas, quiero que sientas el mismo terror que sintió mi hermano al saber que estaba muriendo", decía Gabriel con frialdad. No tenía buenas intenciones y Daphne lo sabía perfectamente.

"Si ya terminó de ofenderme, entonces mejor me retiro", respondió Daphne. No quería más problemas con esa familia. Había jurado a los padres de Alberto que era inocente y que su hijo fue quien la atacó primero, pero nadie le creyó; la hundieron en la cárcel por el resto de sus días.

"¿Crees que voy a permitir que te quedes aquí recluida como si fueras una reina? Estás muy equivocada mugrosa. Tú le quitaste la vida a mi hermano y tienes que pagar por ello". Gabriel había oído que Daphne estaba estudiando en prisión y que no le iba tan mal; desde su perspectiva, eso era injusto para su hermano, quien no tuvo ninguna oportunidad, mientras su verdugo vivía como si nada.

"Señor Hoffman déjeme en paz. Ya estoy pagando por la muerte de su hermano. ¿Qué más quiere de mí?" La tristeza y el resentimiento llenaban a Daphne; no quería seguir hablando con nadie relacionado con esa familia.

"Eso no va a suceder. Conocí a tu mamá y a tu hermana; por cierto, es una hermosa jovencita. El asunto es que Lidia está muy enferma y sin dinero". Las palabras de Gabriel fueron como una bomba para Daphne.

"Le recomiendo que se aleje de mi familia Además, no le creo ni una palabra", grito Daphne incrédula.

"Jajaja no sabes lo fácil que sería enamorar a tu hermanita. Ella está bien para pasar el rato y después dejarla tirada como si no valiera nada que es". Gabriel disfrutaba con la agonía de Daphne.

"¿Por qué no nos dejan en paz?, Ya es suficiente con que esté pagando por algo que yo no hice", las lágrimas de Daphne brotaban de sus hermosos ojos azules como cascadas; sin embargo, Gabriel no sintió ningún atisbo de simpatía por ella.

"Es fácil: quiero que te cases conmigo. Yo mismo me encargaré de hacer de tu vida un infierno".

Las palabras de Gabriel dejaron a Daphne aturdida. Ese hombre había perdido completamente la razón; ¿como podía pretender casarse con ella si supuestamente ella le quitó la vida a su hermano?

Capitulo II Es mi mayor tesoro

Sola en la oscuridad de su celda, Daphne recordaba las palabras de Gabriel. Si ella no accedía a su propuesta, el iría en contra de su hermana menor, algo que no podía permitir. Pero aceptar esa descabellada propuesta sería sufrir en manos de Gabriel Hoffman. Estaba entre la espada y la pared y no sabía que hacer.

Llegada la media noche una de las celadoras le entrego un sobre. "Aquí tienes", le lanzó la celadora con desdén. Dentro del sobre habían fotos de Tiffany, su hermana menor, en una situación muy íntima con Gabriel. Daphne empezó a pedir ayuda a gritos a la celadora, pero nadie fue a auxiliarla. En las sombras una figura familiar se escondía disfrutando del sufrimiento de la joven. No supo en qué momento se quedó dormida; el cansancio la venció finalmente y no fue hasta que la celadora fue por ella que despertó.

"No estás en un hotel, despierta, tienes una visita", informo la mujer con desdén.

"¿Quién es?", pregunto Daphne con las pocas fuerzas que le quedaban.

"¿Acaso soy tu mxxxxxx secretaria?, muévete que no tengo todo el día". Aunque Gabriel pensaba que Daphne llevaba una vida tranquila en ese lugar, no había nada más lejos de la realidad. Lo único bueno que le había pasado estando ahí, era poder seguir estudiando; por lo demás su vida era un verdadero infierno.

Mientras caminaba, la guardia la empujaba y le gritaba que se apurara. Al intentar apresurarse, tropezó y cayó a los pies de un hombre.

"Así vas a estar siempre: rendida a mis pies", se burló Gabriel con arrogancia.

Daphne se levantó y limpio sus manos maltratadas por la caída.

"Tanto le urge mi respuesta que vino temprano a escucharla", dijo Daphne resignada.

"A la única que le urge es a ti, el reloj avanza y mi paciencia se está perdiendo", Gabriel estaba ansioso por esa respuesta, ya quería empezar el infierno que le tenía preparado a la asesina de su hermano.

"Está bien señor Hoffman, haré lo que usted me pida; solo dejé en paz a mi familia", , suplico Daphne con lágrimas en los ojos.

"Muy bien, aquí tengo nuestro acuerdo, fírmalo y hoy mismo saldrás de este lugar", Gabriel le entrego un contrato en el que solo salía beneficiado él.

Daphne agarró el contrato y empezó a leerlo, pero Gabriel perdió la paciencia y la obligó a firmar sin terminar de leer. Estaba bajo mucha presión, había pasado muy mala noche y el saber que se iría con ese sujeto solo empeoraba su situación. Sin embargo, lo hacía por el bien de su madre y hermana. Una vez firmado el contrato, Gabriel ordeno que se retiraran los cargos que pesaban sobre la joven.

"Voy por mis cosas", dijo ella cabizbaja.

"Ni pienses que llevarás esos harapos sucios a mi casa. Salgamos de una vez de aquí", ordeno Gabriel arreglando su traje.

"Necesito llevar algo muy importante, no tardaré", insistió Daphne ansiosa.

La curiosidad por saber que era tan importante para ella hizo que Gabriel le permitiría ir por eso que tanto anhelaba, Daphne fue rápidamente a buscar eso que tanto temía perder. Al encontrarlo regreso a la sala de visitas abrazando un libro; aunque no era cualquier libro, este era un libro de cuentos.

"¿Por esa estupidez me hace perder mi tiempo?", pregunto Gabriel enfadado.

"No es una estupidez; es un recuerdo muy preciado, no lo entendería", Daphne cuidaba ese libro como su mayor tesoro, ese libro se lo había dejado su padre antes de morir y no lo perdería por nada del mundo.

"Salgamos de aquí; aún tengo mucho por hacer", Gabriel salió primero y Daphne lo siguió.

Una vez fuera de la prisión, Daphne respiro profundamente, ella no podía disfrutar de la libertad, ya que lo venidero sería peor que el infierno al cual estuvo sometida por dos años. Subieron a un auto de lujo, este vehículo tenía el olor de Gabriel impregnado en su interior. Ella se sentó lo más distante que el espacio le permitía de Gabriel y solo se limitó a mirar por la ventana. Las calles de su ciudad natal le trajeron viejos recuerdos, y una lágrima fugitiva escapó de sus ojos sintiendo el frío y la soledad que la acompañaron y la acompañará toda la vida.

Gabriel miró el delgado cuerpo de la mujer preguntándose el por qué de su delgadez, ¿acaso en la prisión no había comida suficiente?, recorrió su cuerpo lentamente, ella llevaba un vestido viejo y espantoso, le quedaba algo grande, su larga cabellera negra lucia descuidada, su piel estaba marchita y a través del reflejo de vidrio de la ventana pudo observar sus ojos azules llenos de lágrimas y un dolor reprimido, «¿cómo alguien que parece un ángel puede ser tan malvado para quitarle la vida a otra persona?», ese pensamiento hizo reaccionar a Gabriel quien volvió a endurecer su corazón.

Al llegar a la casa de Gabriel, del auto de manera muy elegante, se quedó parado fuera esperando a que Daphne también bajará, pero ella se había quedado inmóvil ante el miedo de lo que vendría, la paciencia de Gabriel era muy poca y ya la había perdido, así que de un tirón abrió la puerta del lado en el que iba la joven haciéndola dar un brinco hacia atrás.

"Baja del mxxxxxx auto o ¿acaso quieres que te baje a la fuerza?", pregunto Gabriel lleno de ira.

"Lo siento señor", respondió Daphne bajando rápidamente del auto.

"No me gusta esperar, así que aprende tu primera lección", regaño Gabriel siguiendo su camino.

Ya dentro de la casa una señora de unos cincuenta años los recibió.

"Bienvenido señor", saludo, la mujer respetuosamente.

"Gracias Gertrudis, ella es Daphne y será la nueva empleada, por favor llévala a una de las habitaciones de servicio, que se de un baño y se ponga el uniforme, después te digo cuál será su función en la casa", Gabriel dejo a Daphne con Gertrudis el ama de llaves, la señora muy amable obedeció las órdenes de su jefe al pie de la letra.

Capitulo III Dolor

Gertrudis había llevado a Daphne a una habitación de servicio, no estaba tan mal después de todo, había una pequeña cama, con sábanas limpias, una mesita que seguramente le daría un buen uso, pero lo que más le gustó era que tenía vista a un hermoso jardín en el que se encontraban sus flores favoritas; rosas blancas.

“Tienes diez minutos para estar lista. Vendré por ti en ese tiempo“, indicó Gertrudis saliendo de la habitación.

Daphne entro al baño; se duchó, lavando su cabello por primera vez después de mucho tiempo sin utilizar champú, limpio su piel con un jabón suave cuya fragancia le hacía recordar su vida antes de aquella tragedia. Al menos en esa casa estaría limpia, pensó. Salió del baño envuelta en una toalla, encontrando el uniforme que usaría tendido en la cama. Procedió a vestirse, estuvo lista antes de los diez minutos.

"¿Estás lista niña?", pregunto Gertrudis entrando a la habitación con prudencia.

"¡Así es señora!", respondió Daphne a quien todavía no se le secaba el cabello.

El ama de llaves quedó sorprendida al ver la belleza de Daphne. Ahora que estaba limpia y peinada parecía otra persona; su larga cabellera caía sobre su espalda formando ondas naturales de la mitad del cabello hacia abajo, el blanco tono de su piel brillaba naturalmente, sus azules ojos destacaban su fino rostro, aunque sus labios estaban pálidos se podía observar un ligero tono rosado en ellos, «esta niña hará perder la cabeza al señor", pensó Gertrudis.

“¿Tengo algo malo"?, pregunto Daphne al notar la mirada perdida de Gertrudis.

"No, lo siento vamos y te enseño tus labores", indico la señora llevando a Daphne a la sala.

Daphne la siguió con la cabeza gacha, no quería tener problemas, mientras menos llamara la atención mejor, así Gabriel podría olvidarse de que ella estaba ahí.

"Hoy limpiarás la sala. Al señor le gusta todo ordenado y reluciente, encárgate de eso en lo que el señor da nuevas órdenes", dijo Gertrudis entregándole el material de limpieza y enviado a buscar unas escaleras para que Daphne limpiara las lámparas del techo.

Daphne empezó con la limpieza, comparado con las labores en la prisión, esto está un paseo; pulió cada pieza de la enorme habitación, limpio los pisos y por último dejo las lámpara. Subió por.las escaleras hasta llegar al techo y con mucho cuidado limpio la cristalería que adornaba las lámparas, había pasado todo el día desde que llegó haciendo el trabajo que se le fue encomendado. Gabriel llegó a la casa antes de lo previsto y al entrar a la sala se encontró con Daphne subida en las escaleras limpiando cuidadosamente el adorno colgante del techo. Recorrió su cuerpo con la mirada quedando hipnotizado con sus largas y bien formadas piernas, el uniforme era lo suficientemente largo para no dejar ver más allá.

"¿Qué haces ahí arriba?", pregunto Gabriel asustando a Daphne quien perdió el equilibrio.

Estuvo a punto de caer al suelo y como pudo se estabilizó para no salir lastimada.

"Lo siento señor, estaba limpiando las lámparas", contesto Daphne mirando a Gabriel a los ojos.

Él quedó impresionado por la belleza de la joven frente a él, su cabello estaba peinado y su rostro limpio, la hermosura natural de Daphne lo hechizo.

"¡Señor!, llegó temprano a casa", comento Gertrudis al salir de la cocina después de escuchar voces.

"Es mi casa, puedo llegar cuando me dé la gana", expreso Gabriel su mal genio.

"Disculpe señor, ¿se le ofrece algo?", pregunto Gertrudis indiferente al mal humor de su jefe.

"¿Qué hace ella limpiando en la sala?", pregunto Gabriel molesto.

"Como no me dijo que iba a hacer la muchacha decidí que limpiará aquí", respondió Gertrudis restándole importancia al hecho.

"Ella debe estar a mi disposición para cuando la necesite, solo ten en cuenta eso", Gabriel no especificó nada más y se fue a su habitación, no entendía por qué la presencia de esa mujer lo inquietaba tanto.

"Vamos niña, ayúdame a servir la cena", pidió Gertrudis amablemente.

Daphne siguió a Gertrudis. Una vez en la cocina, ayudó a Gertrudis a poner la mesa y sirvió la comida para Gabriel.

"¿Qué te pasó ahí?", pregunto Gabriel señalando el brazo de Daphne.

"Eh, nada, solo un golpe", respondió Daphne nerviosa.

"No parece nada, déjame ver", Gabriel agarró del brazo a Daphne y ella gimió ante el dolor.

"No es nada señor, soy algo torpe, por eso tropecé y golpeé mi cuerpo contra el piso.

Gabriel agarró a Daphne de la muñeca y la arrastró a su habitación. Gertrudis se quedó inmóvil ante la reacción de Gabriel, ella nunca lo había visto maltratar a nadie y ahora de la nada se llevó a la joven de mala manera a su cuarto, «¿Qué habrá hecho la muchacha para que Gabriel perdiera el control de esa manera?», pensó Gertrudis aturdida.

Mientras tanto en la habitación de Gabriel, el hombre estaba como loco.

"Te hice una pregunta y exijo una respuesta real, no un invento", Gabriel gritaba dejando a Daphne casi sorda.

"No entiendo que más le da como me hice ese moretón, ¿acaso está molesto porque no me lo hizo usted o qué?", Daphne alzó su voz por primera vez, estaba cansada, muerta de hambre y harta de todo eso.

"Tienes muchas agallas para contestarme de esa manera, ya verás como te bajo la valentía", Gabriel empujó a Daphne a la cama y subió encima de ella.

"¿Qué hace?, no por favor suélteme, no me lastime, déjeme por favor", Daphne pedía ayuda desesperada mientras que Gabriel quería propasarse con ella.

"¿Acaso no es esto lo que te gusta?, ¿acaso no eres una cualquiera que se mete con los hombres solo por dinero?", preguntaba Gabriel con los ojos inyectados de sangre por la rabia.

"Solo si yo lo deseo y con usted no quiero nada, me repugna que me toque, déjeme en paz", Daphne estaba muerta de miedo, pero no se doblegaría ante Gabriel, ya le habían quitado muchas cosas, pero su dignidad no se la quitarían fácilmente.

"Fuera de aquí, me das asco, nunca tocaría a una mujer que ha estado con tantos hombres", Gabriel soltó el agarre que tenía sobre Daphne y la dejo ir.

Ella salió lo más rápido que pudo de aquella habitación, con lágrimas que salían de sus ojos por el dolor que le ocasionó forcejear con Gabriel, ella había recibido una golpiza antes de salir de prisión y esa era la razón de las marcas en su piel.

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