Kallias ha vivido creyendo en la promesa de un amor eterno con su alfa destinado. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que su alfa ha sido infiel durante mucho tiempo. Su compañero de alma, también herido por la situación, se encuentra atrapado en el mismo sufrimiento.
En medio de esta crisis, el alfa sufre un accidente y entra en coma, lo que lleva a Kallias a una encrucijada. Decidido a no seguir atado a un lazo roto, toma la difícil decisión de romper el vínculo que los une. Con el corazón destrozado, se embarca en un viaje en busca de sanación y autodescubrimiento.
En su travesía, buscará conocer el amor propio, la confianza y la fortaleza. A medida que explora nuevos horizontes, descubre que el camino hacia la recuperación no es firme, pero está lleno de oportunidades para el autodescubrimiento. Con el tiempo, Kallias se enfrenta a la posibilidad de un nuevo comienzo, libre de las cadenas del pasado y listo para aceptar lo que el futuro le depara.
Kallias esa mañana se levantó temprano, como todos los días desde que se había casado, un evento memorable para él y su familia. Se sentó en la orilla de la cama observando a su Alfa dormir, Jerry es su nombre y era uno de los hombres más guapos de la ciudad, sin duda alguna se había ganado la lotería con un hombre así, especialmente por el contraste que tenían, porque por su parte su belleza era delicada y refinada como la de cualquier omega, pero con esos detalles que te harán ver a uno de los omegas más bellos de esa manada; y, por su parte, la belleza de Jerry estaba en su atractivo y masculinidad.
Se levantó de la cama enfundando sus pies en sus pantuflas de conejo rosa, y aunque a muchos (la mayoría) de los hombres Alfa y Omega no les gustara el rosa, a él le encantaba, era su color favorito desde siempre. Era una contradicción con su manera de ser y de actuar, como el negro y el rosa, porque donde hay maldad, desafío y entereza, también podía haber compasión, generosidad y humildad.
Suspiró mirando la habitación rosa que compartía con su Alfa y con una sonrisa se dirigió al baño desnudándose en el camino y tirando la ropa en la canasta finalmente, luego la lavandera se encargaría de ella.
Kallias puso el agua en buen estado antes de meterse y tomar una relajante ducha. 20 minutos es lo que duró en el baño antes de salirse y vaciar la bañera, se observó en el espejo que estaba frente a él y suspiró con tristeza, porque, a pesar de ser destinados Jerry se negaba a marcarlo, todos los días se repetía que debía de tener paciencia, pero la verdad era que ya no sabía de donde sacarla, llevaba quince años esperando y llegaría un punto en el que explotaría.
Ignorando todo sentimiento de tristeza salió del baño encontrando a su esposo en la misma posición en la que lo dejó. Sonrió. Le era muy tierno y asqueroso a partes iguales verle con ese hilo de saliva saliendo de sus labios.
Rió suavemente antes de dirigirse nuevamente a la cama y depositar un suave beso en los labios del mayor, quien ni se inmutó por esa acción, y no lo culpaba, anoche había llegado muy tarde que ni cuenta se había dado pues ya estaba dormido, de lo que sí estaba consciente es que llegó tarde, pues se durmió como poco después de la media noche, le atribuía al hecho de que estaba trabajando, pues era el presidente de una empresa, de la que el mismo era dueño de la mitad de las acciones, gracias a su queridísimo suegro, quien, se las dio según él para estar seguros.
El padre de Jerry era un Alfa que a simple vista aparentaba tener menos edad de la que tenía, pero en verdad ya rondaba los 50 años, con su suegro siempre había tenido una buena relación donde él le confiaba sus más grandes secretos como su gran tristeza por la reticencia de su Alfa por marcarlo y otras cosas más, su suegro resultaba ser casi su mejor amigo, o por lo menos eso creía él.
Sin más abandonó la habitación bajando por las escaleras con camino a la gran cocina hecha en su mayoría de loza blanca con algunos detalles en negro.
Suspiró antes de ponerse a hacer su labor. Terminó decidiéndose por hacer unos panqueques de avena con jugo de mora y miel, un desayuno sencillo pero muy delicioso. Con una sonrisa de satisfacción llevó los platos y cuidadosamente los puso en la mesa justo a tiempo, antes de que, Jimmy, su hijo bajara por las escaleras portando el uniforme de la escuela y con su mochila en el hombro, seguido Jerry con su elegante traje intentando inútilmente de ponerse la corbata.
Sonrió observando a su pequeña familia, de verdad estaba feliz con las personas que tenía en su vida, su guapo Alfa y su lindo hijo.
— Hijo, corazón siéntate a comer — Le dijo cariñosamente a quien es el fruto de su relación.
— Si papi — Jimmy a pesar de ser un Alfa muy serio y que a veces intimidaba a casi todo el mundo y aunque parezca raro a algunos Alfas también, cambiaba todo su carácter cuando se trataba de su padre o como bien le dice, papi o mami.
Kallias con una sonrisa se dirigió hasta donde estaba su esposo todavía peleando con su corbata y llegando a su lado apartó las torpes manos del medio para él mismo arreglar la corbata que todos los días le daba batalla a su pareja.
— Gracias mi vida — El Alfa le plantó un casto beso en la boca a su hermoso Omega antes de, como su hijo, tomar asiento frente su plato. Kallias imitó esa misma acción.
— Amor ayer llegaste muy tarde y me quedé esperándote — Dijo Kallias con un tinte casi imperceptible de reproche en su voz.
— Oh sí, sí, estaba en la oficina — Respondió el Alfa claramente nervioso lo que Kallias notó y hace que sus detectores de mentira se encendieran, pero decide callarlos al menos por ese momento, no quería discutir un tema que seguramente terminaría en pelea frente a su hijo.
— Mmm, como te esperé hasta pasadas la media noche se me hizo raro — Respondió encogiéndose de hombros restándole importancia a la situación.
— Estaba en la oficina ¿ok? — Pronunció toscamente el Alfa dejando de comer abruptamente, pero sin apartar la vista del plato frente a él.
—— Si, pero... —
— Pero nada — Interrumpe a Kallias — Y sabes ya me arruinaste la comida — Dijo y se levantó para luego salir de casa dando un portazo en el camino.
Kallias no lo siguió solo se dedicó a seguir comiendo y escuchó el gran estruendo que causó la puerta al ser azotada con fuerza. Suspiró pues sospechaba que su marido le ocultaba algo y por lo que veía desde hacía bastante tiempo.
— Parece que hoy te voy a llevar yo a la escuela — Se dirigió a su hijo — Así que termina de comer para irnos — Ordenando suavemente.
Jimmy solo se dedicó a asentir pensando, al igual que su mamá, que su padre se traía algo entre manos y no quería que su progenitor ni él se enteraran y él solo deseaba que no fuese nada malo que pudiera comprometer su estabilidad como familia.
Cuando terminan de comer los dos hombres abandonaron la casa pasando por un hermoso jardín llegando hasta el auto del mayor el cual montaron y pusieron en movimiento.
En el camino platicaron sobre cualquier cosa hasta llegar a la entrada del instituto en donde asistía el menor quien bajó del auto con su mochila en manos.
— Adiós papa — Se despidió el Alfa menor mientras caminaba y ascendía por las escaleras.
— Adiós corazón! — Gritó fuerte el Omega llamando la atención de varios estudiantes que por allí pasaban dirigiendo su mirada al pequeño Alfa quien estaba intentando ocultar su sonrojo como cada vez que su mamá lo traía al cole, y es que el omega parecía tener la necesidad de avergonzarlo frente a los demás, sea por besarle las mejillas, abrazarlo, hasta mimarlo en público y es que el Omega siempre se había caracterizado por ser una persona con un fuerte carácter pero que a la vez tenía una simpatía abrazadora y que no se molestaba en demostrar el amor por su hijo o esposo en público, aunque este último estuviera pasando últimamente menos tiempo con ellos.
— Te amo! — Kallias gritó nuevamente antes de que la espalda de su hijo se perdiera entre la multitud de hormonales adolescentes.
El Omega lleno de determinación decidió ir a la empresa para pasar tiempo con su marido así sea separados por una pared de cristal pues su oficina se encontraba separada de la del mayor ciertamente por una pared de grueso cristal.
Llegó a las instalaciones de una empresa de moda y belleza y aparcó el carro en el estacionamiento privado de dicha compañía antes de entrar por las grandes puertas de cristal de la entrada captando la mirada de los trabajadores que laboraban en ese piso.
— Buenos días — Saludó a la recepcionista quien no dejaba de mirarlo y es que muy pocas veces el Omega del presidente iba a la empresa y siempre se queda embobada viendo cuan hermoso era.
— Buenos días — Le devolvió el saludo cuando salió de su ensoñación todavía observando a su otro patrón que ahora se encontraba en el ascensor.
Kallias presionó el botón del piso en donde se encontraba su oficina y su Alfa, el piso 30, la verdad es que era bueno tener ascensores en esa gran edificación, pues se creía incapaz de subir 30 pisos por las escaleras ni para hacer ejercicio, se desaparecía porque sorprendentemente después de dar a luz todavía conservaba su curvilíneo cuerpo del que tan orgulloso se sentía.
Las puertas del ascensor se abrieron dando vista libre del piso donde trabajaban las personas más importantes de la empresa junto con sus secretarios y secretarias Betas y Omegas quienes dejaron de hacer lo que estaban haciendo para observar a su superior en las puertas del ascensor algunos mirándolo con sorpresa y otros con... Algo diferente. Pero Kallias no parecía darse cuenta.
Ignorando las miradas de todas las personas allí presentes se dirigió hasta quedar frente a la secretaria de su esposo quien no había separado las vistas de la pantalla del monitor en ningún momento y que tampoco se enteró de su llegada.
Kallias carraspeó para llamar su atención a lo que la secretaria respondió:
— Un segundo — Antes de escribir unas cosas en el teclado del computador para finalmente dirigir sus vistas a Kallias viéndolo con... ¿burla?, pero Kallias no le prestaba demasiada atención a las expresiones de las personas así que no se dio cuenta de nada.
— Lucía querida, ¿mi esposo está en la oficina? — Preguntó dulce como acostumbraba ser la mayoría del tiempo aun con las personas le caían mal, como era el caso de dicha secretaria con más silicona que carne en el cuerpo.
— ¿Para qué lo necesita? — Preguntó la secretaria sin ningún interés.
Kallias retuvo las ganas de tirarle un golpe para que se ubicara y se comportara como la secretaria y empleada que era.
— Porque es mi esposo y necesito saber si está en su oficina o no — Respondió obvio disfrazando su molestia.
— ¿Tiene cita con él? — Se atrevió a preguntar la mujer como si Kallias fuera algún cliente en vez del dueño o medio dueño de la empresa en la que ambos laboraban.
Un pequeño tic apareció en su ojo izquierdo mientras que sin poder evitar la rabia que sentía, se inclinó quedando su cara cerca de la de la contraria apoyando sus brazos en el escritorio.
—Haber igualada, no sé si la plancha o la pintura te estarán quemando las pocas neuronas que tienes, o si el montón de silicona está afectando tu sentido común, pero una cosa te tiene que quedar en claro. Yo — Se señaló a sí mismo — Soy el dueño de la mitad de todo esto — Señalando a su alrededor — Y tú no eres más que una reemplazable secretaria que con solo chasquear mis dedos — Hizo la mímica — Te puedo dejar en la calle. Así que ubícate y respeta, claro querida, eso si no te quieres quedar sin trabajo y si me lo propongo puedo hacer que no te contraten en ningún lugar, ¿escuchaste pedazo de silicona andante? — Preguntó a la enojada secretaria y tras de no recibir respuesta golpeó fuertemente el escritorio haciendo sobresaltar no solo a la secretaria sino también a las demás personas en esa sala quienes escucharon y estaban viendo todo lo que pasaba con los dos personajes frente a sus ojos — Te pregunté que si escuchaste —Recalcó sin elevar la voz mirando la cara roja de la secretaria quien estaba hirviendo por dentro de la furia.
— Sí —Pronunció finalmente la aludida.
— ¿Sí?, ¿qué? — Cuestionó burlón Kallias.
— Sí señor —
— Eso está mejor y ahora sé una buena perra y dime si mi esposo está en la oficina si quieres un premio — Se burló.
— Sí señor — Respondió duramente la mujer sintiéndose humillada.
— Gracias — Habló el Omega — Aquí está tu premio — Sacando una galleta con forma de hueso de su bolsillo metiéndola en la boca de la furiosa mujer y, luego de darle unas palmadas en la cabeza entró en la oficina de su marido sin mirar atrás.
La secretaria llena de furia se sacó la galleta de su boca antes de tirarla con coraje en el suelo mientras pensaba cómo vengarse del bonito, pero para ella despreciable Omega.
Kallias entró en el lugar encontrándose a su marido revisando unos papeles desde su escritorio sentado en su gran sillón de cuero.
— Buenos días amor — Dijo Kallias haciendo sobresaltar al Alfa quien, concentrado con sus papeles, no se había dado cuenta de la presencia de su esposo en el cuarto.
— ¿Amor?, ¿qué haces aquí? — Preguntó claramente confundido el Alfa mirando el cuerpo de su esposo en la puerta de su oficina.
— ¿No te alegra verme? — Preguntó Kallias con un tierno pucherito llegando donde su esposo y sentándose en su regazo.
— Sí, sí amor, solo me sorprendiste — Respondió el Alfa y debajo de la mesa su pie pateó sutilmente un condón usado empujándolo debajo de un locker en donde tenía algunos papeles y demás cosas.
Kallias lo observó por unos segundos antes de besar los labios del otro castamente para luego levantarse del regazo ajeno tomando asiento en la silla que estaba enfrente de ellos.
— Y dime amor, ¿por qué disidiste venir hoy? — Le preguntó su esposo un poco nervioso lo cual le confirmó a Kallias que le estaba ocultando algo.
Suspiró.
— Siento que no me estoy interesando tanto por la empresa y la verdad me aburro solo en la casa así que decidí venir a pasar tiempo contigo —Respondió con una sonrisa que no fue correspondida.
— Amor ahora estoy muy ocupado — Se quejó el Alfa dirigiendo su vista nuevamente a la pila de papales en su escritorio.
Kallias frunció el ceño molesto y es que él intentando pasar tiempo con su esposo y este simplemente se negaba a hacerlo.
— ¿No quieres pasar tiempo conmigo? — Le reprochó.
El Alfa rodó los ojos con molestia y suspiró.
— No empieces — Demandó.
— No, no me digas que no empiece —Habló el contrario — Dime de una puta vez, ¿por qué no quieres pasar tiempo conmigo? — Preguntó molesto.
— Te dije que no empieces — Repitió el otro.
— Pero......— Kallias se vio interrumpido por el Alfa.
— Te dije que no empieces — Al Omega se le aguaron los ojos cuando su marido le habló de esa manera y es que era la primera vez que él, la tercera persona a la que más amaba después de su madre y su hijo, lo hacía.
— Bien — Dijo cortante, luego se levantó e ignorando los llamados de su esposo, salió dando un portazo, el mismo que el mayor había hecho al salir furioso de casa.
El Alfa suspiró un poco más relajado porque, aunque hizo que su esposo se enojara con él, por lo menos consiguió que este no descubriera su secreto.
uspiró y dirigió su vista a la oficina que estaba al lado de la suya observando a su Omega entrando por la puerta y tomando asiento en su escritorio, de verdad que estuvo cerca, el Alfa estiró su mano al teléfono y marcó el número de su secretaria.
— ¿Si señor? — Le respondieron al otro lado de la línea.
— Más tarde en tu departamento — Dijo y sin esperar respuesta colgó para luego sonreír, de verdad la iba a pasar bien esa tarde.
Lucía puso el teléfono en su lugar pensando que esa era la mejor manera de vengarse del detestable Omega, ella con una sonrisa malévola en la cara cogió un cuadernillo y lapicero para escribir una carta y luego levantarse y pasarla por debajo de la puerta de la oficina del nombrado.
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...
Esta historia la excribí hace dos años y hoy decidí darle vida nuevamente.
Estaba devastado, lo que vio le destrozó de varias maneras, la verdad no sabía por qué había decidió hacer caso a lo que decía la nota, pero de algo estaba seguro y es de que no se arrepentía, aunque su corazón se estuviera desmoronando en cada segundo y su omega estuviese tan dolido que ya casi no lo notaba. Lo único que esperaba es que nada malo le pasase.
Ignorando los llamados de su alfa tras sí, siguió corriendo por el pasillo de aquel departamento en el que se encontraban ese par de malnacidos. Así los llamó desde su mente herida.
Debió de hacerle caso a su mamá cuando le dijo que exigiera una marca. Debió escucharla cuando le dijo que le parecía sospechoso que su Alfa no le hubiera marcado, y es que es obvio, los alfas son muy posesivos y marcan al omega antes del primer cachorro, pero él estaba siego, no quería ver las señales. El porqué había noches en las que llegaba tarde. Sus repetidos viajes de trabajo. La gran cantidad de dinero retirado en el banco. TODO. Todos era obvio ahora.
Se sentía inútil, poca cosa, frustrado, enojado.
Llegó al estacionamiento y sin importarle nada subió a su auto casi llevándose a una señora por delante, pero no le importó, como no le dio importancia a sus insultos. Estaba muy ocupado ahogándose en su inmundicia.
Violando varios semáforos y reglas de tránsito, condujo como loco hasta la casa de sus padres, a ver a su mamá, su fiel consejera. En el camino fue incapaz de detener las lágrimas, ni cuando llegó y bajó del auto recibiendo muchas miradas de los que antes fueron sus vecinos. Llegó a la puerta y la tocó desesperadamente.
— ¡¿Me van a tumbar la puerta o qué mierda?! - Escuchó que le gritaron tras esta, dentro de su mente nublosa reconoció la voz de su madre.
— QUE… ¿Kallias? – Preguntó extrañada y preocupada a partes iguales.
— Mamá - Sollozó. Se lanzó a los brazos de su madre, siendo recibido por esta, y se acurrucó en su pecho. — Te… Tenías razón, de… Debí haber exigido respeto, debí haber exigido mi lugar, y… Y no te hice caso - Sollozó. - yo… Yo… —
— Shhh, shhh bebé, ya pasó — Dijo su madre, seguido le jaló dentro de la casa cerrando la puerta tras de sí.
— ¿Qué paso? — Llegó su padre a la sala con una expresión de preocupación en el rostro.
— Papi… — Sollozó. Su padre se unió al abrazo dándole su apoyo como su mamá. Lloró, lloró mucho mientras se calmaba y quedaba sin lágrimas.
…
— ¿Ahora si me vas a decir que paso? — Preguntó su madre tendiéndole una taza de té de manzanilla que recibió y luego agradeció, con un intento de sonrisa.
Suspiró.
— Lo vi mamá — Respondió. Su madre frunció el ceño.
— ¿Qué? — Preguntó entre confundida y molesta, pues su hijo llevaba rato diciéndole lo mismo una y otra vez y estaba dándole su espacio, pero necesitaba respuestas y no obtenerlas, le frustraba.
Suspiró nuevamente.
— A Jerry — Respondió luego de un minuto. Aunque sentía una extraña opresión en su pecho, de alguna manera el estar rodeado de dos de las personas más importantes en su vida le tranquilizaba.
— ¿Qué te hizo? — Fue el turno del alfa de preguntar.
— Me engañó — Kallias llevó su bebida a su boca, soplando antes de tomar un sorbo, sintiendo el calor derramarse por el interior de su cuerpo. - Con su secretaria – Concluyó.
— Ese malnacido — Gruñó el mayor en la habitación.
La habitación se fundió en un silencio, cada quien perdido en sus pensamientos.
— ¿Qué vas a hacer? — La omega es quien se encarga de romper el silencio.
— La verdad no sé — Suspiró. — por lo pronto me gustaría que me dejen quedar aquí - Pidió mirando a sus padres en el sillón frente a él.
— Claro – Contestaron ambos al unísono.
Kallias les sonrió antes de levantarse e ir a la cocina a dejar el vaso en el fregadero para luego y con la mirada de sus padres en él, subir a su habitación o la que ocupaba antes de irse de casa.
Él entró a la que fue su habitación, la cual se encontraba en el mismo estado en la que la dejó, salvo que la omega se encargaba de cambiar el cubrecama y eliminar el polvo en ella. Sacó su celular del bolsillo de su pantalón y marcó el número de su hijo.
— ¿Papá? — Contestó la voz de Jimmy desde el otro lado de la línea.
— Hijo… — Suspiró. Era lo único que podía hacer para callar sus insistentes pensamientos que le atormentaban.
— Sí, papá, ¿qué está pasando?, ¿dónde estás? — Preguntó su hijo un poco exaltado.
— Escucha corazón. Ahora tu papá y yo tenemos un problema, pero es algo de lo que no se debe hablar por teléfono. Ahora estoy en la casa de tus abuelos y mañana voy a mandar a tu abuelo a buscarte para que hablemos ¿sí? – Le informó.
— Sí, papá — Afirmó el menor.
— Ok corazón hasta mañana. Te amo — Expresó el Omega.
— Yo también te amo. Hasta mañana papi — Respondió Jimmy y luego colgó.
Kallias respira temblorosamente mientras sus piernas, incapaz de mantener su peso, se debilitan al punto de que termina sentado en el suelo con los brazos a sus costados y gruesas lágrimas derramándose por sus sonrojadas mejillas.
— ¿Por qué? — Le preguntó a la nada — ¿Por qué me hiciste esto? —
Sollozó y escondió su cara entre sus brazos cruzados en sus rodillas.
—Te di todo — Sollozó nuevamente. — ¿Y qué recibí a cambio? — Sonrió triste. — Solo traición y un corazón que se despedaza a cada minuto —
Inhaló.
— Pero no me puedo rendir. No importa cuán roto esté o si me esté muriendo lentamente. Todavía tengo una persona por la que luchar —
Madre, no sé a qué juego retorcido estés jugando, pero. Por favor, no permitas que me hunda… Al menos no por ahora.
...
Tengan paciencia, por favor, mi nivel de narración ha mejorado más a comparación de lo que es ahora.
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