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La Sombra Del Dragón

Capítulo 1: El Secreto Antiguo

El viento soplaba suavemente entre los árboles de Eldoria, una brisa fresca que parecía susurrar secretos olvidados. Elara, con sus cabellos oscuros ondeando como llamas a su alrededor, se adentró en el corazón del bosque, donde la luz del sol apenas alcanzaba el suelo cubierto de hojas. Con cada paso, sentía la energía mágica que vibraba en el aire, una conexión profunda que había conocido desde pequeña.

“¿Por qué siempre te alejas tanto, Elara?” preguntó su amiga, Lila, tratando de seguirle el ritmo. Lila era una elfa de piel pálida, con ojos dorados que reflejaban la luz del sol. “¿No te da miedo perderte?”

“No puedo evitarlo,” respondió Elara, girándose para mirarla. “Hay algo aquí… una sensación. Es como si el bosque me estuviera llamando, como si guardara algo importante.”

Lila frunció el ceño. “A veces creo que tu conexión con la magia te está llevando a lugares peligrosos. La última vez que exploraste sola, casi te encuentras con un espectro.”

“Fue un malentendido,” replicó Elara con una sonrisa traviesa. “Aquel espectro solo quería compartir historias. Además, estoy más preparada ahora. He practicado mis hechizos.”

“Eso no cambia el hecho de que deberías tener más cuidado,” insistió Lila. “Este bosque tiene sus sombras. No todos los seres que habitan aquí son amistosos.”

Elara se detuvo y miró a su amiga con seriedad. “Lo sé, pero tengo que descubrir la verdad sobre mi magia. Hay algo en mi linaje que no comprendo del todo.”

Lila suspiró, sintiendo la determinación en la voz de Elara. “Está bien, pero no te alejes demasiado. Prométeme que regresarás antes del atardecer.”

“Lo prometo,” dijo Elara, con una sonrisa tranquilizadora. “Voy a buscar un lugar donde pueda sentir la magia más intensamente.”

Mientras Lila se alejaba hacia el campamento, Elara continuó su camino. Después de unos minutos de andar, encontró un claro rodeado de árboles altos. En el centro, había un viejo altar cubierto de musgo y enredaderas. La estructura parecía llamar su atención, como si hubiera estado esperando su llegada.

“¿Qué es lo que escondes?” murmuró Elara, acercándose al altar. Se agachó y tocó la superficie fría de la piedra, sintiendo una oleada de energía recorrerla. “Es tan antigua…”

De repente, un destello de luz iluminó el claro, y Elara se apartó, sorprendida. Una figura etérea apareció ante ella, una imagen difusa de un anciano con una larga barba blanca y ojos profundos que parecían conocer todos los secretos del universo.

“¿Quién… quién eres?” preguntó Elara, su voz temblando ligeramente.

“Soy Eldrin, el guardián de los secretos antiguos,” respondió el anciano con una voz resonante. “He estado esperando a alguien como tú.”

“¿A mí?” Elara parpadeó, incrédula. “¿Por qué?”

“Porque llevas la sangre de los antiguos hechiceros,” dijo Eldrin, señalando su pecho con un gesto. “Tu conexión con la magia elemental es más poderosa de lo que imaginas. El destino de tu reino depende de ti.”

El corazón de Elara latía con fuerza. “¿Qué destino? ¿Qué tengo que hacer?”

Eldrin inclinó ligeramente la cabeza. “Para salvar tu hogar de la oscuridad que se aproxima, debes despertar al último dragón. Su poder es la clave para restaurar el equilibrio en el mundo. Pero para ello, debes enfrentar tus propios miedos y buscar la verdad que se oculta en tu linaje.”

“¿El último dragón?” repitió Elara, asombrada. “¿Es real? Pensé que solo era una leyenda.”

“Las leyendas a menudo ocultan verdades profundas,” respondió Eldrin con un brillo en sus ojos. “El dragón ha estado dormido, esperando a que un verdadero heredero de la magia lo despierte. Pero no serás la única en buscarlo. Otros, con intenciones oscuras, también lo quieren.”

“¿Otros?” Elara sintió un escalofrío recorrer su espalda. “¿Quiénes son?”

“Seres de la oscuridad, aquellos que buscan aprovecharse del poder del dragón para sus propios fines,” explicó Eldrin. “Están dispuestos a hacer cualquier cosa para encontrarlo primero. Debes actuar con rapidez.”

“¿Cómo puedo hacerlo?” preguntó Elara, sintiendo una mezcla de emoción y temor. “¿Dónde lo encuentro?”

“Las respuestas están en la montaña de fuego,” dijo Eldrin, levantando una mano y señalando al horizonte. “Allí encontrarás la clave para despertar al dragón. Pero ten cuidado, el camino está lleno de peligros y pruebas que pondrán a prueba tu valentía.”

Elara asintió, sintiendo que una chispa de determinación se encendía en su interior. “Lo haré. No dejaré que la oscuridad se apodere de mi hogar.”

Eldrin sonrió, como si hubiera visto este momento venir. “Recuerda, no estarás sola en esta búsqueda. Formarás alianzas inesperadas, y juntos enfrentaréis la adversidad.”

“¿Qué debo hacer ahora?” preguntó Elara.

“Confía en tu instinto, sigue el llamado de la magia y busca a aquellos que comparten tu objetivo,” dijo Eldrin antes de desvanecerse en una nube de luz brillante.

Elara se quedó sola en el claro, con el eco de las palabras de Eldrin resonando en su mente. El destino de su reino estaba en sus manos. Con determinación renovada, se levantó y se dirigió hacia la salida del bosque, lista para enfrentar lo que viniera.

Mientras caminaba, su mente se llenó de preguntas. ¿Quiénes serían sus aliados? ¿Cómo encontraría la montaña de fuego? Y, lo más importante, ¿podría realmente despertar al último dragón?

Al salir del bosque, se encontró con Lila, quien la miraba con preocupación. “¿Estás bien? Te vi hablar con alguien.”

“Sí, estoy bien,” respondió Elara, tratando de ocultar la emoción que burbujeaba en su interior. “Pero tenemos que prepararnos. Hay algo que debo hacer.”

“¿Qué es?” preguntó Lila, frunciendo el ceño.

“Debemos ir a la montaña de fuego. Hay un dragón que necesita ser despertado,” dijo Elara, sintiendo el peso de su decisión.

“¿Un dragón? ¿De verdad?” Los ojos de Lila se abrieron con sorpresa. “Esto suena peligroso, Elara.”

“Lo sé, pero es nuestra única esperanza,” insistió Elara, con firmeza en su voz. “Debemos encontrar a quienes puedan ayudarnos. No podemos hacerlo solas.”

Lila asintió, sintiendo la gravedad de la situación. “Está bien, hagámoslo juntas. Pero primero, necesitamos más información. Hablemos con los ancianos del pueblo.”

Elara sonrió, agradecida por la lealtad de su amiga. “Sí, eso es lo que necesitamos. Vamos.”

Mientras se dirigían hacia el pueblo, Elara sintió que el destino la guiaba. La magia estaba en el aire, y la promesa de una aventura épica la llenaba de emoción. Sabía que el camino sería difícil, pero estaba dispuesta a enfrentar cualquier desafío. Su viaje para despertar al último dragón había comenzado, y no se detendría hasta cumplir su misión.

A medida que se acercaban al pueblo, Elara miró hacia el horizonte, donde las montañas se alzaban imponentes. La montaña de fuego la esperaba, y con ella, la oportunidad de cambiar el destino de su reino. Con cada paso, se sentía más fuerte, lista para enfrentar la oscuridad que se avecinaba.

Capítulo 2: Luz y Sombra

El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas. Elara y Lila llegaron al pueblo de Eldoria, donde las luces de las antorchas empezaban a encenderse, creando un ambiente acogedor pero también lleno de inquietud. Los murmullos de los aldeanos se mezclaban con el sonido del viento, como si el bosque mismo estuviera compartiendo sus secretos.

“¿Crees que los ancianos nos creerán?” preguntó Lila, con una pizca de nerviosismo en su voz.

“No lo sé,” respondió Elara, mirando a su alrededor. “Pero debemos intentarlo. Si hay algo que hemos aprendido, es que la verdad siempre encuentra la manera de salir a la luz.”

Se acercaron a la gran plaza central, donde los aldeanos se reunían alrededor de una fogata. En el centro, un grupo de ancianos se sentaba en bancos de madera, conversando en voz baja. Elara sintió un cosquilleo en su estómago, una mezcla de emoción y ansiedad.

“¿Y si nos rechazan?” murmuró Lila, apretando su mano.

“Si somos honestas y les decimos lo que hemos descubierto, no tendrán más remedio que escucharnos,” dijo Elara, tratando de infundir confianza en su amiga.

Con el corazón latiendo con fuerza, se acercaron al grupo de ancianos. Al notar su presencia, uno de ellos, el anciano Thalion, levantó la vista. Era un hombre de cabello canoso y una mirada sabia que parecía haber visto muchas cosas a lo largo de los años.

“¿Elara? Lila?” preguntó Thalion, sorprendiendo a las jóvenes. “¿Qué las trae aquí a esta hora?”

“Necesitamos hablar con ustedes sobre algo importante,” dijo Elara, sintiendo la urgencia en su voz. “Es sobre la magia y el último dragón.”

Los murmullos entre los ancianos se intensificaron. “¿Un dragón? Eso es solo una leyenda,” replicó una anciana llamada Miriel, con voz temblorosa. “No hay verdad en esos relatos.”

“Lo hay, de verdad,” insistió Elara, sintiendo la necesidad de convencerlos. “He hablado con Eldrin, el guardián de los secretos antiguos. Me ha revelado que el último dragón está dormido y que debemos despertarlo para salvar nuestro reino de la oscuridad que se avecina.”

“¿Eldrin?” interrumpió Thalion, frunciendo el ceño. “¿Estás segura de que no fue una ilusión? Muchos han perdido la razón al buscar la magia en el bosque.”

“Lo vi, y él me guió a un antiguo altar,” dijo Elara, recordando el destello de luz. “Me dijo que llevo la sangre de los antiguos hechiceros. Necesitamos su ayuda para encontrar al dragón.”

Los ancianos intercambiaron miradas, algunos escépticos, otros intrigados. “Si esto es cierto, la misión es peligrosa,” dijo Thalion, su tono grave. “Despertar al dragón podría atraer la atención de fuerzas oscuras.”

“Lo sé, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras la amenaza se acerca,” respondió Elara, su voz firme. “Debemos actuar ahora, antes de que sea demasiado tarde.”

“¿Y cómo planeas encontrarlo?” preguntó Miriel, cruzando los brazos. “No hay mapas que indiquen la ubicación del dragón.”

“El camino nos llevará a la montaña de fuego,” explicó Elara. “Eldrin me dijo que allí encontraré la clave para despertarlo.”

Un murmullo de preocupación recorrió al grupo. “La montaña de fuego está llena de peligros,” advirtió un anciano llamado Orin. “Las criaturas que habitan allí no son de fiar, y los caminos son traicioneros.”

“Pero si no lo hacemos, ¿qué pasará con nuestro hogar?” replicó Lila, sintiéndose cada vez más decidida. “La oscuridad no se detendrá, y nosotros nos quedaremos sin esperanza.”

Thalion se quedó en silencio, considerando las palabras de las jóvenes. Finalmente, habló: “Si es cierto lo que dices, y Eldrin realmente te ha guiado, entonces es nuestra responsabilidad ayudar. Pero necesitarás más que valentía. Necesitas aliados.”

“¿Aliados?” preguntó Elara, sorprendida.

“Sí,” respondió Thalion. “No podrías enfrentar este desafío sola. Deberías buscar a aquellos que comparten tu destino. Quizás incluso algunos de los guerreros del pueblo.”

“¿Guerreros?” Lila se iluminó. “Eso podría funcionar. Podríamos hablar con Kael, el guerrero desterrado. Dicen que es un experto en combate y tiene un gran sentido del honor.”

“Eso es arriesgado,” advirtió Orin. “Kael ha estado apartado de la comunidad durante años. Su pasado es oscuro, y no sabemos si podemos confiar en él.”

“Pero si hay alguien que puede ayudarnos, es él,” insistió Elara. “He escuchado historias sobre su valentía en batalla. Tal vez pueda ver más allá de su pasado.”

“Si decides buscarlo, ten cuidado,” dijo Thalion. “Su camino ha sido solitario, y puede que no esté dispuesto a unirse a tu causa.”

“Lo haré. Necesitamos hablar con él,” afirmó Elara, sintiendo la determinación arder en su interior.

“De acuerdo,” dijo Thalion, asintiendo lentamente. “Pero antes de que te vayas, hay algo que debes saber. La magia que llevas dentro puede ser tanto un regalo como una maldición. Debes aprender a controlarla antes de que te consuma.”

“Lo haré,” prometió Elara, sintiendo el peso de la responsabilidad caer sobre sus hombros. “No dejaré que la oscuridad me venza.”

“Ten cuidado, Elara,” advirtió Miriel. “El camino hacia el dragón no solo es físico, sino también espiritual. La sombra puede tomar muchas formas.”

Con esas palabras resonando en su mente, Elara se despidió de los ancianos y salió de la plaza con Lila a su lado. La noche comenzaba a caer, y la oscuridad se cernía sobre el pueblo.

“¿Dónde está Kael?” preguntó Lila mientras caminaban.

“Escuché que vive en las afueras del pueblo, cerca del río,” respondió Elara. “Debemos apresurarnos. No sé cuánto tiempo tenemos antes de que la oscuridad nos alcance.”

Mientras se dirigían hacia la casa de Kael, el aire se volvió más fresco y el silencio del bosque se hizo más palpable. Las sombras danzaban entre los árboles, y Elara sintió una punzada de nerviosismo. ¿Realmente podrían confiar en un guerrero desterrado? ¿Acaso él vería el valor en su misión?

Al llegar a la cabaña de Kael, se detuvieron un momento. La estructura era rústica, hecha de madera envejecida, y parecía estar rodeada de una atmósfera de melancolía.

“¿Estás lista?” preguntó Lila, notando la expresión de duda en el rostro de Elara.

“No sé,” dijo Elara, sintiendo el peso de la incertidumbre. “¿Y si no quiere ayudarnos?”

“Entonces buscaremos a alguien más,” respondió Lila con determinación. “Pero al menos lo intentamos.”

Tomando una respiración profunda, Elara golpeó la puerta con suavidad. Después de un momento, la puerta se abrió, revelando a Kael. Era un hombre alto y musculoso, con cicatrices que contaban historias de batallas pasadas. Sus ojos grises miraban a las jóvenes con curiosidad y un leve destello de desconfianza.

“¿Qué quieren?” preguntó Kael, su voz profunda y grave.

“Kael, soy Elara y ella es Lila,” comenzó Elara, sintiendo que las palabras se agolpaban en su garganta. “Necesitamos hablar contigo. Es sobre el último dragón.”

“¿El dragón?” replicó Kael, arqueando una ceja. “Eso es solo un cuento. No tengo tiempo para leyendas.”

“Es más que una leyenda,” interrumpió Lila. “Eldrin, el guardián de los secretos antiguos, se le apareció a Elara. Nos ha revelado que el dragón está dormido y que debemos despertarlo antes de que la oscuridad se apodere de nuestro hogar.”

Kael la miró fijamente, y Elara sintió que su corazón latía con fuerza. “¿Y por qué debería ayudarles?” preguntó con desdén. “No tengo nada que ver con la magia ni con criaturas de cuentos de hadas.”

“Porque si no lo hacemos, todos estaremos en peligro,” insistió Elara, sintiendo que su voz se volvía más intensa. “La oscuridad se acerca, y necesitamos tu fuerza. Eres un guerrero, y hay muchos peligros en el camino hacia la montaña de fuego.”

Kael cruzó los brazos, su expresión impasible. “¿Por qué debería arriesgarme por algo tan incierto? Ya he visto suficiente sufrimiento. No estoy interesado en involucrarme en otra guerra.”

“Pero esta vez no es solo una guerra,” dijo Elara, su voz casi suplicante. “Es una lucha por la supervivencia. La magia que llevamos dentro tiene el potencial de cambiarlo todo. No puedes seguir huyendo de tu pasado.”

“¿Y qué sabes tú sobre mi pasado?” Kael replicó, acalorándose. “No tienes idea de lo que he pasado. No puedo volver a arriesgarme.”

“Pero no estás solo,” dijo Lila, sintiendo que la tensión aumentaba. “Podemos hacerlo juntos. No tienes que cargar con esto por tu cuenta.”

Kael las observó, la lucha interna evidente en su rostro. Finalmente, suspiró, mirando hacia el horizonte. “¿Y si fracaso? ¿Y si el dragón no es lo que esperan? ¿Y si todo esto resulta ser un error?”

“Lo sabremos solo si intentamos,” respondió Elara, sintiendo una chispa de esperanza. “Y si fracasamos, al menos habremos luchado juntos.”

“Está bien,” dijo Kael, su voz más suave. “Me uniré a ustedes. Pero solo porque creo que hay algo más en esta historia. No quiero ser solo una pieza más en su juego.”

“Gracias, Kael,” dijo Lila, sonriendo. “Tu valentía es lo que necesitamos ahora.”

Con un asentimiento, Kael se volvió hacia su cabaña. “Entonces, preparémonos. Deberemos partir al amanecer. No perderé tiempo en palabras vacías.”

Mientras se alejaban, Elara sintió que una nueva energía se apoderaba de su ser. Había encontrado un aliado inesperado en Kael, y juntos enfrentarían los desafíos que les aguardaban. La oscuridad no podría vencerlos si permanecían unidos.

“¿Crees que tomará en serio nuestra misión?” preguntó Lila mientras caminaban de regreso hacia la plaza.

“Lo hará,” respondió Elara con confianza. “Veo en él un fuego que aún no se ha apagado. Y si hay algo que he aprendido, es que incluso las almas más perdidas pueden encontrar su camino de regreso a la luz.”

Mientras las estrellas comenzaban a brillar en el cielo nocturno, Elara sintió que el destino se estaba entrelazando. La montaña de fuego los esperaba, y la búsqueda del último dragón había comenzado. Con cada paso, la promesa de una nueva aventura se hacía más real, y Elara estaba lista para enfrentarlo todo.

Capítulo 3: La Llamada de la Magia

El amanecer llegó con un resplandor dorado que iluminó el pueblo de Eldoria, dispersando la niebla de la noche y trayendo consigo un nuevo día lleno de promesas. Elara se despertó en su cabaña, sintiendo la energía vibrante que la rodeaba. Sabía que hoy era el día en que comenzaría su búsqueda para despertar al último dragón.

Se vistió rápidamente y salió al exterior, donde el aire fresco de la mañana la recibió. Lila ya la esperaba en la plaza, con un mapa desplegado sobre una mesa de madera.

“¡Buenos días, Elara!” saludó Lila, sonriendo. “He estado revisando el mapa. Según las leyendas, la montaña de fuego está al norte, más allá del río y del bosque.”

“¿Y las criaturas que se dicen que la habitan?” preguntó Elara, preocupada. “¿Cómo nos protegeremos de ellas?”

“Podemos usar trucos de magia elemental,” sugirió Lila, entusiasmada. “Podrías crear una barrera de protección temporal o algo similar. Pero primero, necesitamos saber cómo llegar.”

“Está bien,” dijo Elara, acercándose al mapa. “Si seguimos este camino, deberíamos llegar al río en un par de horas. Después, la montaña estará a nuestra vista.”

En ese momento, Kael apareció, con su armadura de cuero desgastada y su espada a la cadera. “¿Listas para partir?” preguntó, su voz grave resonando en el aire. “La montaña no esperará.”

Elara y Lila compartieron una mirada de determinación. “Sí, estamos listas,” dijo Elara, sintiendo que la emoción burbujeaba dentro de ella.

“Entonces, vámonos,” ordenó Kael, señalando el camino hacia el norte. “No tenemos tiempo que perder.”

Mientras caminaban, el trío se adentró en el bosque, donde los árboles altos creaban un dosel que apenas dejaba pasar la luz del sol. Elara se concentró en la magia que la rodeaba, sintiendo cómo vibraba en el aire. Había algo especial en este lugar, algo que parecía resonar con su propia energía.

“¿Sientes eso?” preguntó Elara, deteniéndose un momento. “Es como si el bosque estuviera vivo.”

“Es la magia del lugar,” respondió Lila, sonriendo. “Nunca subestimes el poder de la naturaleza.”

“Cuidado con lo que tocas,” advirtió Kael, su tono severo. “No todas las criaturas de este bosque son amistosas.”

A medida que avanzaban, Elara comenzó a practicar algunos de los hechizos que había aprendido. Extendió su mano y un pequeño destello de luz emergió de sus dedos, iluminando el camino frente a ellos.

“Eso es increíble, Elara,” exclamó Lila, admirada. “Tu control sobre la magia está mejorando.”

“Gracias,” respondió Elara, sintiéndose más segura. “Pero aún tengo mucho que aprender. Quiero ser lo suficientemente fuerte como para despertar al dragón y proteger a mi hogar.”

“Lo serás,” dijo Kael, aunque su voz estaba cargada de seriedad. “Pero recuerda que la magia puede ser tanto un aliado como un enemigo. Mantente enfocada.”

Después de un rato de caminar, llegaron al río. El agua cristalina fluía serenamente, y el sonido del agua era tranquilizador. “Necesitamos cruzar,” dijo Kael, mirando a ambos lados. “¿Cómo lo haremos?”

“Puedo crear un puente de agua,” sugirió Elara, sintiendo la magia fluir a su alrededor. “Solo necesito concentración.”

“Hazlo,” animó Lila, observando con expectación.

Elara se concentró, extendiendo sus manos sobre el río. Con un susurro, invocó la magia del agua, y una serie de corrientes comenzaron a unirse, formando un puente etéreo que conectaba ambas orillas. Cuando terminó, se giró hacia sus compañeros con una sonrisa triunfante. “¡Listo!”

“Eso es impresionante,” dijo Lila, cruzando el puente con cuidado. “Nunca había visto algo así.”

Kael la siguió, sus ojos fijos en el camino. “No te distraigas. Aún estamos en riesgo.”

A medida que cruzaban, Elara sintió una sombra moverse en el agua. “¿Qué fue eso?” preguntó, inquieta.

“No lo sé, pero mantente alerta,” respondió Kael, mirando hacia el río. “Podría ser cualquier cosa.”

Una vez que llegaron a la otra orilla, continuaron su camino por un sendero que se adentraba en el bosque. Las sombras parecían alargarse a su alrededor, y Elara no podía evitar sentir que algo las observaba.

“¿Estás bien?” preguntó Lila, notando su preocupación.

“Sí, solo… tengo un mal presentimiento,” admitió Elara. “Siento que hay algo más aquí.”

“Eso no me gusta,” dijo Kael, frunciendo el ceño. “Sigamos avanzando, pero mantengamos la guardia.”

De repente, un sonido sordo resonó entre los árboles. Era un crujido, como si algo grande se moviera en la maleza. Elara se detuvo, su corazón latiendo con fuerza.

“¿Lo escucharon?” preguntó, mirando a sus compañeros.

“Sí,” respondió Kael, su mirada aguda. “Prepárense.”

En un instante, una criatura emergió de la sombra: un lobo enorme, con ojos brillantes y pelaje negro como la noche. Sus colmillos eran afilados, y un rugido bajo resonó en su garganta.

“¡Retrocedan!” ordenó Kael, colocando su mano en la empuñadura de su espada.

“¿Qué vamos a hacer?” preguntó Lila, temblando de miedo.

“Déjamelo a mí,” dijo Elara, sintiendo la magia burbujear dentro de ella. “Puedo intentar calmarlo.”

“¡Es peligroso!” gritó Kael, pero ya era demasiado tarde. Elara se acercó un poco, levantando las manos.

“Escucha, amigo,” dijo Elara, su voz suave y calmada. “No venimos a hacerte daño. Solo buscamos pasar.”

El lobo se detuvo, sus ojos fijos en ella, como si estuviera evaluando la situación. Elara cerró los ojos, concentrándose en la energía que emanaba de la criatura.

“Siento tu dolor,” murmuró, sintiendo cómo la magia comenzaba a rodearla. “No somos enemigos. Estamos aquí para ayudar.”

El lobo se acercó lentamente, su rugido disminuyendo hasta convertirse en un suave gruñido. Elara extendió la mano, y el lobo, después de un momento de duda, se acercó y la olfateó.

“¡Lo lograste!” exclamó Lila, sorprendida.

“Es solo un lobo,” dijo Kael, aún en guardia. “No debemos bajar la guardia.”

“¿Ves? No está aquí para atacarnos,” dijo Elara, sonriendo al lobo. “Probablemente solo está protegiendo su territorio.”

El lobo inclinó la cabeza, como entendiendo la conexión que Elara estaba formando. Su mirada se suavizó, y finalmente se sentó, manteniendo los ojos fijos en ella.

“¡Increíble!” dijo Lila, dando un paso hacia adelante. “¿Puedes comunicarte con él?”

“Creo que sí,” respondió Elara, sintiendo la magia fluir entre ellos. “Puedo sentir su tristeza. Ha perdido a su manada.”

“Quizás podamos ayudarle,” sugirió Lila, entusiasmada. “Si lo llevamos con nosotros, podría unirse a nosotros y ser un aliado.”

“Es una buena idea,” dijo Kael, sintiéndose un poco más relajado. “Pero debemos asegurarnos de que no nos traicione.”

Elara se agachó, acercándose al lobo. “Si decides unirte a nosotros, seremos amigos,” prometió. “Te ayudaremos a encontrar a tu manada.”

El lobo la miró intensamente, como si entendiera cada palabra. Luego, inclinó la cabeza de nuevo y, para sorpresa de todos, dio un paso hacia Elara, aceptando su oferta.

“¡Lo logró!” gritó Lila, emocionada. “Ahora tenemos un compañero.”

“Vamos a llamarlo Sombras,” sugirió Elara, sonriendo. “Por su pelaje oscuro y porque puede ser nuestra guía en la oscuridad.”

“Sombras,” repitió Kael, cruzando los brazos. “Eso suena adecuado.”

Con su nuevo aliado a su lado, el grupo continuó su camino. Elara se sentía más segura ahora, con la presencia de Sombras a su alrededor. La conexión que había formado con el lobo le daba confianza, y su magia parecía fluir más libremente.

“¿Qué sigue?” preguntó Lila, mirando el mapa que todavía sostenía. “La montaña de fuego está más cerca, pero todavía tenemos un largo camino por recorrer.”

“Debemos encontrar un lugar seguro para descansar antes de continuar,” dijo Kael, mirando a su alrededor. “No quiero arriesgarme a que nos sorprendan en la oscuridad.”

“Podemos intentar llegar a un claro que conozco,” dijo Elara, recordando un lugar que había visitado en su infancia. “Es un lugar tranquilo, perfecto para descansar.”

“Entonces, vayamos,” dijo Kael, dirigiéndose en la dirección que Elara indicaba. “Mantened los ojos abiertos.”

El grupo se movió con cuidado, manteniendo la vigilancia mientras avanzaban. Elara sentía que la confianza en su magia aumentaba con cada paso. Cada vez que Sombras se movía a su lado, la conexión entre ellos se fortalecía.

Finalmente, llegaron a un claro rodeado de altos árboles. Un arroyo serpenteaba a través del lugar, y el sonido del agua era reconfortante. Elara sonrió al ver el espacio tranquilo.

“Este es el lugar,” dijo, aliviada. “Podemos descansar aquí.”

“Bien,” asintió Kael, mirando a su alrededor. “Pero manténganse alertas. Aún no estamos a salvo.”

Lila se sentó en una roca cerca del arroyo. “¿Qué tal si hacemos un fuego? Podríamos cocinar algo y compartir historias.”

“Eso suena bien,” dijo Elara, sintiéndose aliviada por un momento de tranquilidad. “Puedo usar magia para encenderlo.”

“Hazlo,” animó Kael, cruzando los brazos. “Pero asegúrate de que no llame la atención de criaturas no deseadas.”

Elara se concentró, extendiendo sus manos hacia el suelo. Con un susurro, invocó una pequeña llama que danzó frente a ella, iluminando el claro. Pronto, el fuego crepitaba suavemente, creando un ambiente cálido y acogedor.

“¡Qué magia tan hermosa!” exclamó Lila, mirando las llamas con admiración. “Esto es perfecto.”

“Sí,” dijo Kael, sentándose en el suelo, una expresión más relajada en su rostro. “Ahora podemos hablar con más calma.”

“¿Qué tipo de historias quieres escuchar?” preguntó Elara, sintiéndose más a gusto.

“Cuéntanos sobre tu vida en el pueblo,” sugirió Lila. “Siempre he querido saber cómo era antes de que te conectaras con la magia.”

Elara sonrió, recordando. “Crecí jugando en el bosque, siempre explorando y buscando aventuras. Siempre supe que había algo diferente en mí, algo que me hacía sentir más conectada con la naturaleza.”

“¿Y tus padres?” preguntó Kael, curiosidad asomando en su voz.

“Eran hechiceros,” respondió Elara, sintiendo una punzada de nostalgia. “Me enseñaron sobre la magia elemental y cómo conectarme con el mundo que me rodea. Pero perdí a mi madre cuando era muy pequeña, y mi padre se volvió un poco… distante después de eso.”

“Lo siento,” dijo Lila, su voz suave. “Debió ser difícil.”

“Lo fue,” admitió Elara. “Pero fue su legado el que me impulsó a aprender más sobre la magia. Quiero honrar su memoria y usar mis habilidades para hacer el bien.”

“Eso es admirable,” comentó Kael, mirándola con respeto. “No todos tienen el valor de seguir el camino de sus padres.”

“Y tú, Kael, ¿qué hay de ti?” preguntó Lila, cambiando de tema. “¿Por qué te desterraron?”

Kael miró el fuego, su expresión volviéndose seria. “Cometí errores en el pasado. Estaba tan enfocado en la batalla y la venganza que perdí de vista lo que realmente importaba. Perdí amigos, y al final, fui expulsado del pueblo por mis acciones.”

“¿Venganza?” repitió Elara, intrigada. “¿Quién te hizo esto?”

“Eso no importa,” respondió Kael, su voz dura. “Lo que importa es que he aprendido de mis errores. No quiero volver a caer en la oscuridad.”

Elara sintió que había algo más detrás de sus palabras, algo que lo atormentaba. “Todos tenemos sombras en nuestro pasado,” dijo suavemente. “Lo importante es cómo elegimos enfrentarlas.”

Kael la miró, sorprendiendo a Elara por un momento. “Tienes razón. Quizás estoy demasiado centrado en mi pasado. Quizás este viaje sea una oportunidad para redimirme.”

“Y lo será,” dijo Lila, sonriendo. “Juntos, podemos enfrentarlo todo.”

“Sí,” asentió Elara, sintiendo que el fuego crepitante simbolizaba su nueva amistad. “No estamos solos en esto.”

Mientras el fuego iluminaba el claro, el grupo compartió historias y risas, creando un vínculo que los unía más allá de sus pasados. Elara sintió que, a pesar de los desafíos que aún tenían por delante, tenían la fuerza necesaria para enfrentar cualquier cosa que se interpusiera en su camino.

La noche avanzó, y aunque el camino hacia la montaña de fuego aún estaba lleno de incertidumbres, Elara sabía que su viaje apenas comenzaba. Con Sombras a su lado, y sus amigos dispuestos a luchar junto a ella, la magia que emanaba de su interior parecía más fuerte que nunca.

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