En las profundidades de este mar oscuro, una figura iluminaba mi entorno. Espera, ¿qué está pasando? Apenas podía recordar nada, cuando me encontré acostada en una cama y vi a un hombre mirándome con desprecio y ojos fríos.
“No puedo creer que me tuve que acostar contigo”, dijo con veneno en su voz.
“¿Qué?“, fue lo único que alcancé a decir antes de que una fuerte punzada atravesara mi cabeza, trayéndome recuerdos de cómo llegué a este extraño escenario.
Era un día lluvioso. Estaba huyendo de alguien, sintiendo un horrible dolor en mi vientre y sangrando por la frente. Horas antes, yo era una exitosa pianista y escritora. Mi vida no podía ir mejor. Fui al médico porque llevaba meses sintiéndome fatal. El diagnóstico fue devastador: anemia severa. Tenía una cita con mi prometido en una hora, así que decidí ir a su trabajo un poco antes. Eran las nueve de la mañana y el personal de recepción no estaba. Subí por las escaleras en lugar de usar el elevador, y lo que encontré en su oficina fue aterrador.
“Vamos, cariño, ¿por qué no la usas como sacrificio?”, oí decir a una mujer.
“Déjalo, Bell. Bien sabes que ella no se toca, y más te vale no hacerlo”, respondió mi prometido, Ian.
Hubo un silencio incómodo.
“Sería un problema... sus amistades y su familia son personas con las que no te debes meter...”
“¿Agentes secretos? ¿Mafiosos?”
Ian trató de evadir el tema. No podía creer lo que estaba escuchando. Con manos temblorosas y lágrimas en mis ojos, intenté huir hasta que oí:
“Ian, vamos a mi casa hoy, ¿vale?”
La curiosidad me venció y los vi besándose. Lo que me sorprendió no fue el beso, sino el charco de sangre sobre el escritorio. Mi celular sonó: era mi doctor. Intenté huir, pero ya era tarde. Alguien me apuñaló en la oscuridad. Antes de que pudiera gritar, Ian y su amante me observaban en silencio.
“Oh querida, ¿sigues viva? Parece que mi envenenamiento no funcionó”, dijo Ian sonriendo perversamente.
Di un paso atrás por reflejo. ¿De qué demonios hablaba? Entonces lo reconocí: era el chef del restaurante donde mi prometido me pidió matrimonio. ¡Qué tonta! Incluso íbamos allí cada fin de semana con mis padres.
“No te preocupes, solo quería eliminarte a ti de mi camino”, añadió Ian.
Sentí alivio, pero no podía confiar en él. Con la luz de mi teléfono, vi algo abultado cerca del pasillo. Me acerqué rápidamente al interruptor y al encenderlo quedé horrorizada. ¿Quién pudo haber hecho esto? Los únicos con una mente tan enferma eran Ian y su amante. Mi prometido me miraba con lástima. ¿Quién necesita su lástima?
Corrí con el dolor en mi vientre, bajando las escaleras lo más rápido posible. Las paredes estaban llenas de marcas de manos. No solo intentaron asesinarme, sino que mataron a todo un edificio. Al llegar al primer piso, llamé a mis padres.
“¿Cariño? ¿Qué pasa? Te he estado llamando por tu cumpleaños, pero no contestabas ni tú ni tu asistente.”
¡Maldición, lo había olvidado! Hoy es mi cumpleaños.
“Mamá, escucha primero. Investiga a mi prometido y saca a relucir todos sus secretos. Contacta a Mónica, ella sabrá qué hacer.”
“¿Cariño, qué pasa? Me estás asustando.”
Ya había salido del edificio, escuchaba disparos, pero no volteé. Corrí por las calles hasta un parque y me senté en una banca.
“Escúchame... no sé qué secretos tengan ustedes conmigo, pero solo quiero decirles que los amo. Ian no es quien creemos. Cometió un crimen imperdonable. Tienes que creerme.”
“Siempre te creo, hija.”
Grabé la llamada y la envié a mis tres mejores amigas del FBI. Sentía que no me quedaba mucho tiempo. Una señora llamó a una ambulancia y llegaron los paramédicos.
“Mamá, no sé si sobreviviré, pero por favor descubre la verdad y no te compadezcas de él.”
“¿Qué pasó? ¿Dónde estás?” su voz se escuchaba preocupada
“Madre, investiga al chef del restaurante. Y no llores demasiado.”
Perdiendo el conocimiento, escuché la voz de mi madre en el teléfono.
Al abrir los ojos, me encontraba con un niño que decía venir de otro mundo. Me preguntaba si quería seguir aquí, aunque dormiría para siempre, o tomar su lugar y vivir una nueva vida. Vi a mis padres y no quería verlos sufrir. Acepté su propuesta con una condición: vivir mi vida sin restricciones. Él, con una sonrisa, aceptó y me pidió ser lo más feliz posible, ya que él no tuvo opciones.
Todavía no salía el sol, pero ya estaba en la bañera. A pesar de que el agua caliente me relajaba, no estaba del todo despierta. Suspiré y traté de analizar mi situación. Ahora soy un chico. Para ser sincera, ya me lo esperaba, pero me sorprende no ser más “varonil”. Salí de la bañera al sentir que llevaba demasiado tiempo, me puse la bata de baño y miré el rostro del dueño original en el espejo: parecía un ángel.
“No puedo creer que luzca tan lindo, es como si fuera mi hermanito pequeño”, murmuré para mí misma.
La gran pregunta era: ¿por qué no querías regresar? Supongo que tus motivos tendrás.
“Joven Ansel, voy a entrar”, dijo una voz desde la puerta. Miré con desdén al intruso. Ya sabía que lo trataban mal, pero ni siquiera preguntar si puede pasar...
“¿Qué se te ofrece?”, pregunté.
Ella se sorprendió, pero prosiguió. “La señorita Leonora llegará a la una de la tarde, por favor procura no estar aquí. Esas fueron las órdenes del joven amo.”
Suspiré. Ser tratado como un intruso era humillante, pero no hice reclamos. Lo último que quería era darle más satisfacción a esa gente viendo mi humillación.
“Está bien, ya te puedes retirar”, dije con frialdad.
Miré hacia la puerta y me dispuse a salir después de ella. “Creo que tarde o temprano tenía que salir. Nada mejor que unas compras para distraerme”, pensé.
Más tarde, tendría que analizar sus recuerdos. Si no mal recuerdo, su nombre era Ansel Winston, profesor de música, con una gran herencia de su abuela, amado por su familia y amigos.
“Tenías todo, ¿por qué viviste peor que una cucaracha?”, reflexioné.
Terminaba de arreglarme para salir cuando se me ocurrió una gran idea. Según sus recuerdos, su suegra lo adoraba y odiaba a Leonora. Tal vez tener aliados no estaría mal. Aunque nunca le dijo nada por miedo a su esposo, ese temor ya no existía, porque ahora yo controlaba la situación.
“Buenos días, señora Ross Western.”
“Oh, querido, no me digas señora. Mejor dime Rosy o Madre.”
“Como guste... Madre.”
“Oh, eso está mejor querido. ¿Y dime, por qué me citaste tan temprano? ¿Cómo te trata mi hijo?” Su sonrisa desapareció cuando vio mi expresión pensativa y preocupada.
“Soy una persona madura e independiente. Sin embargo, cuando hablé con usted no mencionó en ningún momento que iba a ser tratada peor que una cucaracha... Madre.”
Suspiré y continué. “Soy una persona de pensamientos maduros y abierta a diferentes ideas, pero pedirme que me vaya después de aprovecharse y traer a su amada como si fuera una persona de la vida galante... ¿Ese es el trato que yo me merezco?”
“¿Qué pasó esta mañana?”
Entonces recordé el momento más cómico de cómo le pidió graciosamente al dueño original que fuera su nuera.
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**Flashback**
Ansel llevaba un atuendo suelto que solo descubría su hombro. En ese entonces tenía el pelo más largo que ahora. Estaba esperando pacientemente su cita a ciegas, que ya llevaba un retraso de más de 20 minutos, pero en su lugar llegó su madre.
“Disculpe, ¿acaso es Ansel Winston?”
“Así es, ¿usted es Dick?”
“Oh no, mi hijo tuvo un retraso en su viaje, pero me dijo que no te quería perder y que eres totalmente su tipo.”
Ansel se sonrojó por tales palabras, pero solo sonrió.
“Igualmente, su hijo es muy apuesto.”
Ansel no tenía ningún interés en su hijo, pero sí le gustaba su primo. Sin embargo, el primo descubrió a Dick abusando de Ansel, se acobardó y lo abandonó a su suerte. Fruto de ese abuso, Ansel esperaba un niño y por eso necesitaba casarse con él.
“¿Te gusta la comida rápida?”
“La como una vez al mes.”
La señora Ross trajo una tableta y le hizo preguntas durante unos 30 minutos.
“Por último, ¿quieres tener hijos?”
“Si mi pareja lo quiere, por supuesto le daré los hijos que quiera.”
“¡Excelente! Tendremos la boda en un mes y te mudarás unos tres días antes.”
Ansel estaba asombrado, no esperaba tener éxito. “Oh bien, se lo comentaré a mis padres adoptivos.”
“No te preocupes, ya les informé a mis consuegros.”
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**Fin del flashback**
“¿Es en serio? No puedo creer que solo asintieras, pero no puedo juzgar tus decisiones”, pensé, volviendo al presente. La señora me veía intrigada.
“Estaba adolorido por culpa de su hijo, así que me estaba tomando un baño relajante cuando una empleada entró sin avisar... prácticamente me corrió de ahí. Me avisaron que iba a llegar una tal Leonora y que debía retirarme antes de la una de la tarde por órdenes de su hijo.”
“¿Qué? ¿Amada? Qué tonterías te dijo esa niña, no hay nada como eso.”
“Lo siento, Madre, no sabía que Dick estaba en una relación. Creo que es mejor cancelar...”
Antes de que pudiera terminar la frase, la madre de Dick se tensó y trató de convencerme de que lo mejor era pensar con la cabeza fría y que ella arreglaría todo.
“Está bien, le daré una oportunidad más a su hijo. Sin embargo, si resulta estar en una relación, no tendré más opción que marcharme. No quiero ser una disputa entre una pareja.”
“Así será hijo. Ya verás que solo fue una criada mal hablada. Si gustas, cambiaré a todos y pondré unos que solo te sean fiel a ti.”
“No es necesario.”
Después de unas cuatro horas en el centro comercial, la señora se ofreció a llevarme a casa. No encontramos las llaves de mi auto, así que me vine en taxi.
Me encontraba sumergido en mis pensamientos mientras observaba cómo el día amanecía a través de la ventana. Nunca imaginé que mi día sería tan ajetreado. Solo quería relajarme antes de comenzar a poner la basura en su lugar, pero esta situación... realmente...
¡Es muy divertido! ¿Quién iba a imaginar que estas personas eran tan cómicas y absurdas? Era como estar en una de esas telenovelas que veía mi nana cuando era niño. La verdad es que estos sucesos, aunque ocurren en tan poco tiempo, me resultan muy interesantes. Tal vez no sea muy normal pensar así, porque al terminar en otro mundo donde las cosas funcionan de manera distinta, la reacción más común sería buscar la forma de salir y esconderme...
Pero yo no soy así. Estas personas hicieron sufrir al dueño original, y aunque no lo hayan hecho ahora, lo harán en el futuro. Debo hacerles saber su verdadero lugar. Jugaré mis mejores cartas.
“Señora, mire, ahí está mi auto todo rayado. ¿Qué es eso?... Oh, es mi Kitty bebé. ¡Esto es demasiado!”
Al llegar, descubrí que Ansel tenía una linda gatita, que extrañamente se parecía mucho a una que tuve de joven, llamada Clara, quien me dejó de una forma imprevista. Ver a esta gatita así me enfurecía. Sean sirvientes o dueños, iré por todos aquellos que me falten al respeto. Espero que estén preparados, porque los bajaré de su nube arrogante.
“No te sobresaltes, querido. Ya verás que esto es un malentendido y muy pronto tu suegra lo resolverá“, dijo Lady Ross, tratando de tranquilizarme y dándome palabras de apoyo.
Llegando a este punto del drama, me di cuenta de algo... ¡Demonios! ¿Estoy embarazado? Definitivamente, un rotundo NO. Ni siquiera es mi tipo. Santo cielo, ni siquiera puedo cuidarme a mí mismo... Ya pensaré en algo.
“Buenas tardes, Lady Ross”, saludaron muy hipócritamente, ignorando mi presencia. No me enfadaba por el simple hecho de que tarde o temprano, aquel que se atreviera a mirarme por debajo acabaría comiendo polvo.
La señora Ross hizo un gesto de disgusto. “¿No piensan saludar a su amo?” Ella realmente no estaba enojada, sino más bien furiosa.
“Madre, no te exaltes. Como ya lo había comentado, solo soy una basura que entra a una relación ajena”, dije mirando a la mayoría de los criados.
“¿Qué dices? ¿Quién te dijo algo parecido?”, preguntó ella, viendo a cada uno con desprecio.
“Escúchenme bien todos ustedes. Él es el único nuero que aceptaré, y no se le hará ninguna falta de respeto. Es el único que aceptaré en mi familia”, proclamó Lady Ross, haciendo una mirada amenazadora que hizo temblar a algunos sirvientes.
Todos estaban en silencio, hasta que una de las empleadas se atrevió a hablar. “Madam, ¿puedo preguntarle algo en mi humilde opinión?”, se acercó una sirvienta que casi no hablaba y obedecía cada orden de Leonora.
“Siempre y cuando respetes a tu amo... puedes tener la palabra”, mencionó Lady Ross, advirtiéndole con la mirada que hablara con especial cuidado.
“Bueno... ¿qué pasaría si el señor nos despide por faltarle al respeto a su libertinaje?”
“Eso es algo muy obvio. Si respetas a tu amo legítimo, no les pasará nada. Yo soy la que les paga su salario, y recuerden, al más mínimo descuido, varias cabezas rodarán”, respondió Lady Ross con confianza.
“Entonces… ¿podemos maltratar al amante?”, preguntó, intentando ocultar su sonrisa.
“Por supuesto, ya que es indigna de estar aquí.” En ese momento, sonó una campana, normalmente utilizada para atender a su amo en los cuartos de arriba. Después de un silencio, alguien habló.
“Es la amante”, mencionó una criada menor.
“Déjenla que siga sonando su llamado... Escúchenme bien, nadie va a asistir al llamado”, ordenó Lady Ross.
Esto apenas empezaba. Mientras tramaba algunas trampas para la persona que despreciaba a Ansel por su cuerpo “especial”, pensé que era hora de hacerle frente.
“Madre, creo que es hora de echarla de mi vista.” Lady Ross se alegró por mi iniciativa e instintivamente me dirigí a la terraza privada de mi cuarto. Realmente me emocionaba jugar el papel de víctima doble cara. Esto solo lo veía en las series, y sinceramente, no eran de mis villanos favoritos. Pero en este caso, me encanta meterme en este papel. ¿Quién iba a pensar que podría ser tan divertido?
“Espera, querido, yo subo contigo”, dijo Lady Ross, agarrándome del hombro.
Traté de oponerme, pero Lady Ross estaba segura de que solo intervendría cuando fuera necesario.
A casi llegar a la puerta de mi habitación, escuchamos a alguien molesta, gritando porque la estaban ignorando. Decía que ella era la señora de la casa...
Ya podía imaginar la expresión de Lady Ross. Prácticamente no quería verla ni en pintura. Empezando a decir ese tipo de cosas en un lugar que es prácticamente la propiedad de otra persona, es como cavar su propia tumba. Hay personas que de verdad no aprecian su vida ni su integridad. Por supuesto, eso era algo bueno para mí, y no pude evitar sonreír deliberadamente antes de abrir la puerta.
“¿Qué descaro es ese?”, alzó la voz Lady Ross.
“¿Quién anda ahí?”, preguntó bajando la voz, como si tuviera precaución. Mmm, al parecer, sabe cómo reconocer el peligro.
Abrí la puerta lentamente, dejando que el suspenso llenara el aire. Allí estaba ella, Leonora, con una expresión de incredulidad y furia en su rostro. La miré fijamente, permitiendo que una sonrisa sarcástica se formara en mis labios.
“Buenos días, Leonora. ¿Te molesta algo?”, pregunté con voz suave, pero llena de ironía.
“¿Cómo te atreves a hablarme así?”, gritó, claramente fuera de sí.
“¿Hablarte así? Solo estoy siguiendo el ejemplo de mi querido esposo”, respondí, mirando a Lady Ross con una expresión de complicidad.
Lady Ross se adelantó, su voz fría y autoritaria. “Leonora, en esta casa, Ansel es el único que tiene mi respeto y apoyo. Si no puedes entender eso, tal vez deberías reconsiderar tu lugar aquí.”
Leonora palideció, su furia transformándose en miedo. “Pero... pero yo...”
“Ya basta”, interrumpí, levantando una mano. “No quiero que esta discusión continúe. Si tienes algún problema, puedes irte. No tengo tiempo para lidiar con tus caprichos.”
Ella abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, Lady Ross habló de nuevo. “Y recuerda, Leonora, aquí tu palabra no vale nada. Ansel es el amo de esta casa, y cualquiera que no lo respete, no tiene lugar aquí.”
Leonora se quedó sin palabras, su mirada alternando entre Lady Ross y yo. Finalmente, bajó la cabeza y salió de la habitación, su orgullo evidentemente herido.
“Eso fue... impresionante”, dije, volviendo a mirar a Lady Ross.
“Solo hice lo que debía”, respondió ella con una sonrisa.
“Gracias, Madre. Realmente aprecio tu apoyo”, dije, sinceramente conmovido.
“Siempre estaré aquí para ti, Ansel. Ahora, ¿qué te parece si bajamos y disfrutamos de un buen desayuno? Creo que ambos lo necesitamos después de este espectáculo.”
Asentí, sintiéndome más seguro y fortalecido que nunca. Sabía que con Lady Ross de mi lado, podría enfrentar cualquier cosa que viniera. Juntos, pondríamos a todos en su lugar y restauraríamos la paz en nuestra casa. Pero antes, tenía una misión: descubrir todos los secretos ocultos en esta familia y asegurarme de que el verdadero Ansel obtuviera la justicia que merecía.
Bajamos juntos, listos para enfrentar el nuevo día con determinación y fuerza. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero estaba dispuesto a afrontarlo con valentía y astucia. Este era solo el comienzo de una nueva era en la vida de Ansel Winston, y yo estaba decidido a escribir cada capítulo con mi propia mano.
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