El Estadio Olímpico de Seúl estaba en un frenesí de emociones y vítores. Las gradas estaban abarrotadas de espectadores que esperaban ansiosos la final de los 200 metros libres. En la pista, el nadador más prometedor de la competencia, Kim Seok-jin, estaba a punto de enfrentarse a su mayor desafío.
Seok-jin había trabajado durante años para alcanzar este momento, y todos los indicios apuntaban a que él era el favorito para llevarse la medalla de oro. Su entrenador, Han Joon-soo, y sus compañeros de equipo estaban igualmente emocionados, aunque algunos miraban con una mezcla de admiración y celos.
El silbato sonó, y Seok-jin se sumergió en el agua con una técnica impecable. Desde el principio, su velocidad era abrumadora. Cada brazada lo acercaba más a la victoria. En la última vuelta, el público estaba en pie, y el cronómetro se detenía mientras Seok-jin cruzaba la meta en primer lugar, con una marca impresionante.
La ovación fue ensordecedora. Seok-jin había logrado lo imposible, y la medalla de oro era suya. Sin embargo, mientras la celebración comenzaba, una sombra oscura se cernía sobre él. Han Joon-soo, su entrenador, se acercó con una sonrisa falsa, y sus compañeros de equipo, que habían aparentado alegría, mostraban miradas cargadas de resentimiento.
La celebración en la piscina era solo una distracción. Esa noche, mientras Seok-jin regresaba a su hotel, sintió una creciente incomodidad. La alegría del triunfo pronto se tornó en una sensación de inquietud. Su éxito había desatado una envidia feroz.
En su habitación, Seok-jin escuchó unos golpes en la puerta. Cuando la abrió, se encontró con Joon-soo y varios compañeros de equipo que parecían ansiosos y nerviosos. Sin entender del todo, Seok-jin fue conducido a un lugar apartado del hotel, donde un grupo de personas esperaba en la penumbra.
Antes de que pudiera reaccionar, fue atacado. La traición fue rápida y brutal. Joon-soo y los otros, que habían fingido ser sus aliados, lo sometieron sin piedad. Su éxito había generado celos y resentimientos que culminaron en esta traición despiadada. El golpe final llegó en forma de una dosis letal de veneno, y Seok-jin se desplomó en el suelo.
Mientras sus fuerzas se desvanecían, Seok-jin miró a los traidores, su última visión mezclada con una sensación de desilusión y furia. La vida se le escapaba, pero su espíritu no estaba dispuesto a rendirse.
En el instante final, el universo pareció ofrecerle una segunda oportunidad. Con el último aliento, un destello de luz lo envolvió, y su cuerpo, ahora sin vida, se desvaneció en la oscuridad. Un nuevo comienzo le esperaba en una forma que nunca podría haber imaginado.
La oscuridad era profunda y silenciosa. Seok-jin sentía como si estuviera flotando en un vacío sin fin. No había dolor, solo una especie de paz en la penumbra. Sin embargo, esa tranquilidad se rompió abruptamente cuando una luz brillante apareció ante él, cegándolo momentáneamente. Sintió un tirón, un movimiento que lo arrastraba hacia un nuevo destino.
Cuando la luz se disipó, Seok-jin se encontró en una habitación pequeña y modesta. El lugar estaba decorado con posters de ídolos del pop coreano y una cama estrecha en un rincón. El aire era fresco, y el silencio era ahora interrumpido por los murmullos distantes de una televisión y los sonidos típicos de una casa.
Seok-jin miró alrededor, confundido. La habitación le era completamente ajena. A medida que su mente se aclaraba, se dio cuenta de que no estaba en su cuerpo de nadador olímpico. En su lugar, miró hacia abajo y vio un cuerpo delgado y juvenil. Se observó en un pequeño espejo sobre una cómoda y se dio cuenta de que estaba en el cuerpo de un joven de 16 años, con un aspecto frágil y una figura enclenque.
Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras trataba de comprender la situación. Este no era su cuerpo, ni su vida. Se sentía atrapado en la piel de alguien más, alguien que claramente había sido víctima de bullying y tenía una vida difícil. El nombre que aparecía en la habitación era Ji-ho.
Un sonido de pasos se acercó, y la puerta se abrió lentamente. Una mujer de mediana edad, con un semblante cansado, entró en la habitación. "Ji-ho, ¿estás despierto?" preguntó con preocupación.
Seok-jin intentó hablar, pero su voz sonó débil e inexperta. "¿Dónde estoy? ¿Quién soy?"
La mujer frunció el ceño y se acercó. "Ji-ho, soy tu madre. Has estado durmiendo todo el día. Tienes que prepararte para la escuela."
Seok-jin asimiló la información lentamente. Era evidente que estaba en el cuerpo de un joven que llevaba una vida difícil. Su madre, preocupada, se dio cuenta de que algo no estaba bien en él. "¿Te sientes bien, hijo? Pareces un poco... diferente."
Seok-jin, aún intentando adaptarse a esta nueva realidad, asintió con dificultad. "Sí, solo... estoy cansado."
Su madre le dio una sonrisa triste y salió de la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos. Seok-jin se sentó en el borde de la cama, mirando su nuevo cuerpo en el espejo. Sabía que necesitaba adaptarse rápidamente a esta nueva vida. No solo debía comprender quién era este Ji-ho, sino también cómo usar el conocimiento y la disciplina que tenía del nadador olímpico para cambiar su destino.
Mientras se preparaba para ir a la escuela, Seok-jin sintió una mezcla de determinación y confusión. El odio y la traición que había experimentado en su vida pasada ahora alimentaban un nuevo propósito. Sabía que debía encontrar una forma de volver a recuperar su poder y, quizás, buscar justicia por lo que le habían hecho.
Al salir de la casa, Seok-jin notó que su nuevo entorno era una escuela secundaria de bajo perfil en las afueras de Seúl. La gente parecía despreocupada, pero él podía sentir la tensión en el aire, especialmente cuando los estudiantes comenzaron a mirarlo con desdén. Su nuevo cuerpo, delgado y vulnerable, no ayudaba en absoluto.
En el camino hacia la escuela, Seok-jin decidió que su primer objetivo sería recuperar su confianza y fuerza. Con la guía de la mente del nadador olímpico, empezaría un nuevo capítulo de disciplina y transformación. Pero también sabía que el camino sería arduo y que el pasado aún tenía muchas cuentas que saldar.
Con cada paso, Seok-jin se sentía más decidido a enfrentar el desafío que tenía por delante. No solo se trataba de rehacer su vida, sino también de hacer justicia por el traicionero final que había tenido en su vida anterior. Este nuevo comienzo sería su oportunidad para recuperar lo que había perdido y para demostrar que, incluso en una nueva forma, la fuerza y el coraje eran suyos para comandar.
El primer día en la nueva escuela de Ji-ho era una mezcla de incertidumbre y desasosiego. Seok-jin, aún adaptándose a su nuevo cuerpo y vida, se dirigió a la escuela con una determinación silenciosa. Cada paso que daba en el pasillo estaba cargado de la esperanza de transformar esta nueva realidad.
El edificio escolar era un edificio de concreto desgastado con paredes adornadas por carteles descoloridos de eventos pasados. La atmósfera en la escuela estaba marcada por un aire de apatía. Los estudiantes, divididos en grupos pequeños, charlaban entre ellos mientras Seok-jin se dirigía hacia su salón de clases.
Cuando entró en el aula, las miradas se posaron en él. Seok-jin se sintió incómodo bajo el escrutinio de sus nuevos compañeros. Su delgadez y postura encorvada llamaron la atención, y no tardó en percibir que el bullying era una realidad constante para Ji-ho. Los comentarios susurrados y las miradas de desdén eran indicativos de que la vida en la escuela no iba a ser fácil.
Seok-jin tomó asiento en la esquina del aula, tratando de mezclarse con el ambiente. La maestra, una mujer de mediana edad con una actitud autoritaria, entró en el salón y comenzó la clase. Mientras la lección se desarrollaba, Seok-jin se esforzó por concentrarse, aunque su mente estaba ocupada con los desafíos que enfrentaba.
A la hora del almuerzo, la situación empeoró. En la cafetería, Seok-jin intentó encontrar un lugar para sentarse, pero pronto se dio cuenta de que era evitado por la mayoría de los estudiantes. Finalmente, encontró un rincón solitario y comenzó a comer su comida, sintiendo los constantes murmullos y risas a sus espaldas.
De repente, un grupo de matones se acercó a su mesa. Eran chicos que claramente se habían tomado la molestia de hacer de la vida de Ji-ho un infierno. Uno de ellos, un chico corpulento con una actitud arrogante, se acercó con una sonrisa burlona. "¿Qué tal, Ji-ho? ¿Hoy también vas a ser nuestro entretenimiento?"
Seok-jin levantó la vista, tratando de mantener la calma. "¿Qué queréis?"
El matón lo miró con desprecio. "No te hagas el importante. Solo queríamos asegurarnos de que recuerdes tu lugar. Nadie quiere estar cerca de ti."
Sin decir nada, Seok-jin terminó su comida en silencio, con la mente girando a mil por hora. Sabía que debía ser cauteloso. No podía dejarse llevar por el odio y la frustración. En cambio, tenía que planificar y actuar con inteligencia.
Al final del día, Seok-jin regresó a casa, agotado pero determinado. Se dirigió a su habitación, donde se sentó en el suelo, tratando de reconectar con la mente del nadador olímpico que aún residía en él. Era un vínculo mental que le proporcionaba fuerza y enfoque, pero ahora debía encontrar una manera de fusionar esa disciplina con su nueva realidad.
Cerró los ojos e hizo una respiración profunda. "Es hora de empezar. No solo para mí, sino para encontrar una manera de recuperar lo que perdí y asegurarme de que esto no se quede así."
Con el sol poniente como telón de fondo, Seok-jin comenzó a planificar su transformación. Sabía que necesitaría fuerza y resistencia para enfrentar sus adversarios y ganar el respeto que se le había negado. También debía encontrar una forma de prepararse para el desafío de la natación, un deporte que sabía que podría ser su vía de escape y su herramienta para demostrar su valía.
En las semanas siguientes, Seok-jin se dedicó a un régimen de entrenamiento riguroso en casa. Usando el conocimiento de su vida anterior, comenzó a realizar ejercicios físicos para fortalecer su cuerpo delgado. También se centró en la nutrición, preparándose con comidas saludables y equilibradas.
Al mismo tiempo, mantuvo un perfil bajo en la escuela, evitando confrontaciones innecesarias y acumulando la fuerza necesaria para eventualmente enfrentarse a sus matones. Se dio cuenta de que para superar el bullying y la traición de su pasado, necesitaba una estrategia más sólida que simplemente enfrentarse a sus adversarios.
La vida en la escuela seguía siendo dura, pero Seok-jin estaba decididamente en una misión. Su nueva vida estaba llena de desafíos, pero cada obstáculo era una oportunidad para crecer y cambiar. Su transformación había comenzado, y con cada día que pasaba, se acercaba más a la versión más fuerte y capaz de sí mismo.
Las semanas pasaron rápidamente y cada día Seok-jin se sumergía más en su régimen de entrenamiento. Las primeras horas de la mañana lo encontraban corriendo por el vecindario, con el frío aire de Seúl golpeando su rostro. A medida que su resistencia aumentaba, se encontraba capaz de correr distancias mayores sin perder el aliento.
En casa, Seok-jin había improvisado un pequeño gimnasio en su habitación. Utilizaba pesas improvisadas y realizaba ejercicios de calistenia para fortalecer su cuerpo. Con la mente del nadador olímpico guiándolo, cada movimiento era preciso y calculado. Su cuerpo, aunque todavía delgado, comenzaba a mostrar signos de definición muscular.
El cambio no pasó desapercibido en la escuela. Aunque Ji-ho seguía manteniendo un perfil bajo, algunos de sus compañeros notaron la transformación. Sin embargo, el bullying persistía, especialmente por parte de los mismos matones que lo habían atormentado antes. Seok-jin, no obstante, se mantenía enfocado y decidido, soportando las burlas y los empujones con una calma renovada.
Un día, después de clases, Seok-jin decidió visitar la piscina pública local. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había sumergido en el agua, y sentía la necesidad de reconectar con su pasión por la natación. Al entrar en el recinto, el olor a cloro y el sonido del agua chapoteando le devolvieron una sensación familiar y reconfortante.
Seok-jin se cambió rápidamente y se dirigió a la piscina. Al deslizarse en el agua, todos los recuerdos y habilidades de su vida pasada regresaron con fuerza. Comenzó a nadar con una técnica impecable, cada brazada lo impulsaba hacia adelante con una velocidad y gracia que no había sentido en mucho tiempo.
Pasó varias horas entrenando, perfeccionando sus tiempos y técnicas. Su cuerpo, aunque aún en proceso de transformación, respondió sorprendentemente bien. Sentía que el agua era su verdadero hogar, el lugar donde podía ser él mismo sin las limitaciones de su nuevo cuerpo.
Al salir de la piscina, Seok-jin se encontró con un grupo de chicos de su escuela que también estaban entrenando. Entre ellos estaba Min-ho, el capitán del equipo de natación de la escuela, y uno de los pocos estudiantes que no participaba en el bullying.
Min-ho observó a Seok-jin con curiosidad. "No sabía que sabías nadar tan bien, Ji-ho. No te había visto por aquí antes."
Seok-jin, aún respirando con dificultad por el ejercicio, respondió con una sonrisa tímida. "Me gusta nadar, pero no he tenido muchas oportunidades."
Min-ho asintió, impresionado. "Bueno, tienes talento. Deberías considerar unirte al equipo de natación de la escuela. Estamos buscando nuevos miembros y creo que podrías encajar bien."
La oferta tomó a Seok-jin por sorpresa, pero también lo llenó de una renovada esperanza. Unirse al equipo de natación podría ser la oportunidad que necesitaba para demostrar su valía y continuar su transformación.
"Lo pensaré, gracias," respondió Seok-jin, sintiendo una chispa de emoción que no había sentido en mucho tiempo.
Esa noche, de regreso en casa, Seok-jin se sentó en su habitación y reflexionó sobre la oferta de Min-ho. Sabía que unirse al equipo de natación sería un gran paso, pero también implicaría enfrentarse a sus miedos y a las miradas de sus compañeros.
Sin embargo, la mente del nadador olímpico dentro de él le recordó la importancia de aprovechar cada oportunidad. "Este es tu camino para renacer, Seok-jin," se dijo a sí mismo. "Debes enfrentar tus miedos y demostrarte a ti mismo de lo que eres capaz."
Con una nueva determinación, Seok-jin decidió que al día siguiente hablaría con Min-ho y aceptaría su oferta. La natación no solo sería su vía de escape, sino también su herramienta para recuperar la confianza y el respeto perdido.
Al día siguiente, Seok-jin se dirigió a la escuela con un propósito claro. Durante el almuerzo, se acercó a la mesa de Min-ho y, con una voz firme, le dijo: "He pensado en tu oferta, y me gustaría unirme al equipo de natación."
Min-ho sonrió ampliamente y le dio una palmada en la espalda. "¡Excelente! Nos vemos en la piscina después de clases. Te presento al resto del equipo."
Seok-jin sintió una oleada de emoción y nerviosismo. Sabía que este era el comienzo de un nuevo capítulo en su vida. La disciplina del nadador olímpico y la determinación de Ji-ho se unían en una fuerza imparable. Estaba listo para enfrentar cualquier desafío que viniera y demostrar que, aunque su cuerpo y su vida habían cambiado, su espíritu seguía siendo fuerte y resiliente.
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