Lia Morán siempre había pensado que su último año de secundaria sería simplemente un trámite. Con el estrés de los exámenes y el peso de las responsabilidades familiares, el instituto era solo una parada más en su camino hacia un futuro mejor. Sin embargo, ese martes nublado, algo cambió.
Mientras se dirigía a la biblioteca con su cargado bolso de libros, chocó accidentalmente con alguien en el pasillo. Los papeles y libros cayeron al suelo, y cuando levantó la vista, se encontró con los intensos ojos de Mateo Delgado, el chico más popular de la escuela. Su sonrisa despreocupada y su postura relajada contrastaban dramáticamente con la expresión seria de Lia.
“Lo siento, no te vi,” dijo Lia, apresurándose a recoger sus cosas. Mateo se agachó rápidamente para ayudarla, sus manos tocando brevemente las de ella mientras alcanzaban un libro al mismo tiempo.
“No te preocupes,” respondió Mateo con una sonrisa que hizo que Lia se sintiera incómoda, pero también extrañamente intrigada. “Creo que ni tú ni yo estamos en nuestro mejor día.”
Lia no pudo evitar una pequeña sonrisa ante su comentario. “¿A qué te refieres con eso?”
Mateo encogió los hombros, “Solo que no es común ver a la chica de los libros en la misma pista que el equipo de fútbol. Es un día raro, supongo.”
Lia frunció el ceño, “¿El equipo de fútbol? ¿De qué estás hablando?”
Mateo se echó a reír suavemente, “Nada, olvídalo. Solo estaba tratando de romper el hielo. Soy Mateo, por cierto.”
Lia dudó un momento antes de responder, “Lia.”
Fue un encuentro breve, pero la manera en que Mateo la miró y la forma en que se comportó dejó una impresión en ella. Mientras se alejaba, Lia no podía sacudirse la sensación de que ese momento casual había sido el comienzo de algo inesperado. Sabía que su vida estaba a punto de cambiar, aunque no tenía idea de cómo ni en qué dirección.
Lia llegó a la biblioteca y dejó caer su bolso en una mesa libre. Mientras se acomodaba en su asiento, su mente seguía vagando hacia el breve encuentro con Mateo. La sonrisa del chico y su actitud relajada contrastaban tan marcadamente con la seriedad que ella llevaba consigo, que no pudo evitar sentirse desconcertada.
Con un suspiro, Lia se sumergió en sus libros, intentando concentrarse en la tarea de matemáticas que tenía por delante. Sin embargo, su mente divagaba hacia el pasillo, a ese par de ojos que parecían ver más allá de su fachada de chica reservada.
Poco después, escuchó el sonido de la puerta de la biblioteca abrirse. Miró por encima de sus libros y vio a Mateo entrar, buscando un lugar donde sentarse. Sus ojos se encontraron brevemente antes de que él se dirigiera hacia una mesa cercana, donde se sentó y comenzó a sacar sus propios materiales. Lia intentó volver a concentrarse en su trabajo, pero la presencia de Mateo era difícil de ignorar.
Mateo levantó la vista y le dirigió una sonrisa. Lia sintió un ligero rubor en sus mejillas y, para su sorpresa, él se levantó y se acercó a su mesa.
“¿Estás estudiando para los exámenes también?” preguntó Mateo, su tono amable y casual.
Lia alzó una ceja, algo sorprendida por su interés. “Sí, pero no estoy segura de si estoy haciendo un buen trabajo. ¿Y tú?”
Mateo se encogió de hombros. “Un poco. Solo intentaba evitar que me aburriera en casa. Mi hermana está ocupada con sus propios estudios, así que pensé que venir aquí sería una buena distracción.”
Lia lo miró con curiosidad. “No pensé que alguien como tú necesitara distraerse de nada.”
Mateo se rió. “¿Alguien como yo? ¿Y cómo es alguien como yo?”
Lia se encogió de hombros. “Popular. Siempre parece estar ocupado con cosas importantes.”
Mateo sonrió de manera divertida. “Te aseguro que no todo es tan glamuroso como parece. A veces, solo quiero tener un momento tranquilo para mí.”
Un silencio cómodo se instaló entre ellos mientras Lia pensaba en sus palabras. Era raro para ella encontrar una conexión, incluso una pequeña, con alguien de su entorno social. “Bueno, supongo que todos necesitamos un respiro de vez en cuando,” dijo finalmente.
Mateo asintió. “Exactamente. ¿Quieres que te ayude con algo? Puede que no sea un experto en matemáticas, pero nunca está de más tener una segunda opinión.”
Lia, sorprendida por la oferta, no pudo evitar sonreír. “Eso sería genial. Gracias.”
Mientras Mateo se sentaba junto a ella y comenzaba a repasar los problemas, Lia se dio cuenta de que, a pesar de sus diferencias, había algo agradable en la forma en que él se comportaba. Tal vez, solo tal vez, este encuentro inesperado podría llevar a algo más interesante de lo que había imaginado.
Lia entró en la escuela al día siguiente con una mezcla de ansiedad y curiosidad. La presencia de Mateo Delgado en la biblioteca había sido inesperada, y su oferta de ayuda había dejado una impresión duradera. Mientras pasaba por el pasillo hacia su clase de matemáticas, no pudo evitar preguntarse si todo había sido una simple casualidad o si había algo más detrás de aquel encuentro.
En clase, Lia intentó concentrarse en la lección, pero sus pensamientos estaban distraídos por la imagen de Mateo ayudándola con sus problemas de matemáticas. No había sido solo su sonrisa o su actitud relajada; había algo genuinamente amable en la forma en que le había ofrecido su ayuda. Su actitud contrastaba tanto con la imagen de chico popular que ella había construido en su mente, que le resultaba difícil encajarlo en su percepción de él.
Durante el recreo, Lia se dirigió a la cafetería para recoger algo de comida. Mientras esperaba en la fila, escuchó fragmentos de conversaciones sobre el partido de fútbol de la tarde anterior, y el nombre de Mateo seguía saliendo a relucir. Su estatus de estrella del equipo parecía atraer la atención de todos, y Lia se preguntó si realmente conocía al chico que había visto en la biblioteca.
Cuando finalmente se sentó en una mesa para comer, notó que Mateo se acercaba a la cafetería con sus amigos. Su risa alegre y la forma en que interactuaba con sus compañeros mostraban un lado despreocupado que Lia nunca había visto antes. Aunque él estaba rodeado de su grupo, cuando sus miradas se encontraron brevemente, Mateo le dedicó una sonrisa amistosa, lo que hizo que Lia se sintiera incómodamente consciente de su propia presencia.
A lo largo del día, Lia luchó por mantenerse enfocada en sus estudios y evitar pensar demasiado en Mateo. A pesar de sus intentos por concentrarse en las tareas y el trabajo escolar, su mente volvía una y otra vez a la forma en que él la había tratado con amabilidad.
Después de la última clase, Lia se dirigió hacia su taquilla para recoger sus cosas. Mientras lo hacía, se encontró con una nota que alguien había dejado en el compartimiento de su taquilla. Al abrirla, vio que era un mensaje breve que decía: "¿Quieres estudiar juntos mañana? Mateo."
Lia sintió un nudo en el estómago. Era inesperado, pero al mismo tiempo, algo en el gesto le pareció genuinamente agradable. Mientras sostenía la nota, se preguntó si este nuevo vínculo con Mateo podría ser una oportunidad para descubrir algo más sobre él, y sobre sí misma también.
Con la nota en la mano, Lia salió de la escuela, su mente llena de preguntas y expectativas. Aunque intentaba mantenerse cautelosa, no podía negar que una parte de ella estaba emocionada por la posibilidad de conocer a Mateo en un nivel más profundo. Quizás este encuentro inesperado estaba comenzando a abrir nuevas puertas en su vida, y Lia no estaba segura de qué esperar, pero estaba dispuesta a averiguarlo.
El timbre de la última clase resonó en los pasillos de la escuela, y Lia se dirigió rápidamente a su taquilla, ansiosa por salir de la institución. El proyecto grupal asignado en la clase de ciencias había sido el último de una larga serie de tareas que la mantenían ocupada. Mientras sacaba sus libros, un mensaje de texto llegó a su teléfono. Era de Mateo.
“Hola, Lia. Espero que te llegue bien la nota. ¿Te parece si nos reunimos para trabajar en el proyecto mañana después de clase? Podemos hacerlo en la biblioteca. Avísame si estás de acuerdo. - Mateo”
Lia miró el mensaje con una mezcla de sorpresa y escepticismo. La idea de pasar tiempo adicional con Mateo, aunque era tentadora, la inquietaba. Después de un momento de vacilación, respondió: “Está bien, nos vemos en la biblioteca.”
Al día siguiente, después de las clases, Lia se dirigió a la biblioteca con una mezcla de anticipación y nerviosismo. Mateo ya estaba allí, esperando junto a una mesa con libros y apuntes esparcidos. Cuando Lia entró, él levantó la vista y le sonrió.
“Hola, Lia. Gracias por venir,” dijo Mateo, moviendo una silla para que se sentara. “Creo que será más fácil si dividimos el trabajo. ¿Qué te parece si empezamos con la investigación sobre el tema?”
Lia se sentó y comenzó a revisar los materiales. “Claro, suena bien. ¿Por dónde quieres empezar?”
Mateo comenzó a explicar su plan para dividir el trabajo. Mientras hablaba, Lia no podía evitar notar lo cómodo que se veía Mateo en este entorno, completamente diferente del chico popular y confiado que conocía. La forma en que organizaba la información y se enfocaba en el proyecto mostraba un lado más serio y comprometido.
A medida que avanzaban en el proyecto, Lia y Mateo comenzaron a compartir detalles sobre sí mismos, hablando de sus intereses, sus metas y sus miedos. Lia se sorprendió al descubrir que Mateo tenía una pasión por la biología, algo que nunca habría imaginado dado su estatus social. Por su parte, Lia habló sobre sus aspiraciones académicas y su deseo de estudiar en una universidad lejana para escapar de las complicaciones de su vida familiar.
El tiempo pasó rápidamente, y antes de darse cuenta, las horas se habían desvanecido mientras trabajaban. Mateo, con una sonrisa satisfecha, cerró su cuaderno y dijo: “Creo que estamos en buena forma para presentar el proyecto. ¿Cómo te has sentido trabajando juntos?”
Lia se detuvo a pensar antes de responder. “Es diferente de lo que esperaba. No solo hemos hecho un buen trabajo, sino que también me he dado cuenta de que tienes un montón de intereses que no conocía.”
Mateo la miró con curiosidad. “¿Y eso es algo malo?”
“No, en absoluto,” dijo Lia, sonriendo. “Es solo que… pensaba que ya sabía todo lo que necesitaba saber sobre ti. Me alegra que haya más de lo que se ve a simple vista.”
Mateo se rió suavemente. “Yo también me alegro. Me ha gustado conocerte mejor, Lia.”
Cuando terminaron de recoger sus cosas, Lia se sintió extrañamente satisfecha, no solo por el progreso del proyecto, sino también por la conexión inesperada que había comenzado a formar con Mateo. Mientras se dirigía a su casa, no pudo evitar pensar que este proyecto forzado había resultado ser una oportunidad para descubrir algo nuevo, tanto sobre él como sobre ella misma.
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