Lucía caminaba con paso firme por las puertas giratorias de la imponente torre Ferrer. Los nervios le revoloteaban en el estómago, pero su rostro mostraba determinación. Había trabajado duro para llegar hasta aquí, y este nuevo trabajo era su oportunidad de empezar de nuevo, lejos de los fantasmas de su pasado.
La recepción estaba decorada con mármol blanco y relucientes cristales. Un moderno y elegante mostrador dominaba el centro, donde una recepcionista con una sonrisa profesional le indicó que tomara asiento. Mientras esperaba, Lucía no podía evitar sentirse pequeña ante la majestuosidad del lugar. Los empleados pasaban apresurados, hablando en susurros, con expresiones serias y concentradas. Era evidente que la Torre Ferrer no era un lugar para los débiles.
Finalmente, una mujer de mediana edad con un elegante traje gris se acercó a ella. “Señorita Hernández, soy Marta, la directora de recursos humanos. Sígame, por favor.”
Lucía la siguió por un largo pasillo adornado con obras de arte modernas. Marta le explicaba los detalles del trabajo mientras caminaban, pero Lucía apenas podía concentrarse. Su mente estaba ocupada con la figura del hombre al que iba a conocer. Alejandro Ferrer, el CEO de la empresa, era conocido no solo por su impresionante éxito empresarial, sino también por su carácter implacable y reservado.
Llegaron a un ascensor privado que los llevó directamente al último piso. Las puertas se abrieron a una oficina que parecía sacada de una revista de diseño. Ventanas de piso a techo ofrecían una vista panorámica de la ciudad, y en el centro de la habitación, detrás de un amplio escritorio de madera oscura, estaba Alejandro Ferrer.
Era aún más imponente en persona. Alto, con el cabello negro cuidadosamente peinado hacia atrás, y unos ojos grises que parecían ver a través de ella. Vestía un traje negro impecable que resaltaba su figura atlética.
“Señor Ferrer, esta es Lucía Hernández, su nueva asistente,” anunció Marta con profesionalidad.
Alejandro levantó la vista de sus documentos y la miró fijamente. Lucía sintió que sus piernas flaqueaban por un instante bajo la intensidad de su mirada, pero se recompuso rápidamente y le ofreció una mano firme.
“Encantada de conocerlo, señor Ferrer,” dijo con voz clara, aunque su corazón latía desbocado.
Alejandro estrechó su mano con firmeza, sin apartar la vista de sus ojos. “Bienvenida, señorita Hernández. Espero que esté lista para trabajar duro. Aquí no toleramos la mediocridad.”
Sus palabras fueron frías y directas, pero Lucía no se amedrentó. “Estoy lista para dar lo mejor de mí, señor,” respondió con la misma firmeza.
Alejandro asintió levemente y volvió a sus documentos. “Marta, por favor, muéstrele su estación de trabajo y asegúrese de que tenga todo lo necesario para empezar de inmediato.”
Lucía siguió a Marta fuera de la oficina del CEO, sintiendo que había superado la primera prueba. Su estación de trabajo estaba ubicada justo afuera de la oficina de Alejandro, lo que significaba que estaría bajo su mirada atenta todo el tiempo. Marta le dio una rápida introducción a sus tareas y le dejó un paquete de documentos para que se familiarizara con ellos.
Mientras se sumergía en el trabajo, Lucía no podía evitar preguntarse qué tipo de hombre era realmente Alejandro Ferrer. Había escuchado rumores sobre su dureza y su falta de piedad en los negocios, pero también había historias sobre su lealtad y su integridad. Decidió que lo descubriría por sí misma, sin dejarse llevar por las habladurías.
Las horas pasaron rápidamente y, cuando el reloj marcó las seis de la tarde, la oficina comenzó a vaciarse. Lucía seguía trabajando en su estación, revisando y organizando los documentos que le habían dejado. De repente, sintió una presencia detrás de ella. Al voltear, encontró a Alejandro de pie, observándola con esos ojos grises que ahora parecían llenos de curiosidad.
“Ve que ha decidido quedarse después de la hora,” comentó él, cruzando los brazos sobre su pecho.
“No quería dejar nada pendiente para mañana,” respondió ella, tratando de mantener la calma.
Alejandro esbozó una leve sonrisa, una rareza según los rumores. “Eso es bueno. La dedicación es algo que valoro en mis empleados. Pero no se exceda. El equilibrio también es importante.”
Lucía asintió, agradecida por el consejo. “Lo tendré en cuenta, señor.”
“Puede llamarme Alejandro,” dijo él, sorprendiéndola una vez más. “Nos veremos mañana, Lucía. Buenas noches.”
“Buenas noches, Alejandro,” respondió ella, sintiendo una extraña mezcla de satisfacción y nerviosismo.
Mientras veía a Alejandro desaparecer por el pasillo, Lucía se dio cuenta de que trabajar para él no sería fácil, pero también supo que no se rendiría. Había algo en ese hombre que la intrigaba, algo que despertaba su curiosidad y su determinación.
El nuevo comienzo había sido desafiante, pero Lucía estaba lista para enfrentarlo. Sabía que esta sería una experiencia que cambiaría su vida para siempre.
El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando Lucía llegó a la Torre Ferrer. La ansiedad de su primer día no se había disipado del todo, pero estaba decidida a demostrar su valía. Entró al edificio y saludó a la recepcionista con una sonrisa, sintiéndose un poco más segura que el día anterior.
Mientras se dirigía a su estación de trabajo, notó que Alejandro ya estaba en su oficina, inmerso en documentos. Su presencia parecía llenar la habitación, y Lucía sintió un nudo en el estómago al recordar la intensidad de su mirada. Se instaló en su escritorio y comenzó a revisar los correos electrónicos y las tareas pendientes.
A media mañana, Marta se acercó con una pila de archivos. “Estos son los contratos que necesita revisar y organizar para la reunión de esta tarde,” explicó. “El señor Ferrer espera que estén listos antes del mediodía.”
Lucía asintió y se sumergió en el trabajo, leyendo cuidadosamente cada documento y asegurándose de que todo estuviera en orden. Mientras revisaba los archivos, encontró un contrato en particular que llamó su atención. Era un acuerdo con una empresa rival, y la cláusula final parecía inusualmente estricta. Frunció el ceño y decidió investigar más a fondo.
Justo cuando estaba a punto de buscar más información, Alejandro salió de su oficina y se detuvo junto a su escritorio. “¿Cómo va el trabajo con los contratos?” preguntó con su habitual tono serio.
“Todo va bien, señor… Alejandro,” corrigió rápidamente. “Pero encontré una cláusula en este contrato que me parece un poco… problemática. Me preguntaba si podría explicármela.”
Alejandro tomó el contrato de sus manos y lo examinó. Una sonrisa fugaz apareció en su rostro. “Tienes buen ojo, Lucía. Esta cláusula es una táctica que usamos para asegurarnos de que nuestros socios cumplan con sus compromisos. Pero es importante que entiendas el contexto detrás de cada detalle.”
Lucía asintió, agradecida por la explicación. “Gracias, Alejandro. Quiero asegurarme de hacer un buen trabajo.”
“Lo estás haciendo,” respondió él, devolviéndole el contrato. “Sigue así.”
La mañana pasó rápidamente, y antes de darse cuenta, era hora de la reunión. Lucía acompañó a Alejandro a la sala de conferencias, llevando consigo los documentos organizados y listos para presentar. La sala estaba llena de ejecutivos y socios importantes, todos esperando ansiosamente la llegada del CEO.
Alejandro entró con paso firme y comenzó la reunión con su usual autoridad. Lucía observó atentamente, tomando notas y aprendiendo de cada palabra. A mitad de la presentación, uno de los socios planteó una objeción sobre el contrato que Lucía había revisado. Alejandro le dirigió una mirada a Lucía, y ella entendió que era su momento de intervenir.
“Si me permite, señor,” comenzó Lucía, levantándose de su asiento. “La cláusula en cuestión está diseñada para garantizar el cumplimiento de ambas partes. Nuestra empresa se compromete a proporcionar todos los recursos necesarios, y esta cláusula asegura que nuestro socio mantenga su parte del acuerdo sin desviaciones.”
La sala quedó en silencio por un momento, y luego Alejandro asintió, aprobando su intervención. “Exactamente,” dijo, mirando a los socios. “Lucía ha explicado perfectamente la intención detrás de esa cláusula. Espero que esto aclare cualquier duda.”
La reunión continuó sin más interrupciones, y al final, varios de los ejecutivos felicitaron a Lucía por su claridad y precisión. Alejandro no dijo nada, pero le dedicó una mirada que transmitía aprobación y, tal vez, un atisbo de orgullo.
De vuelta en su escritorio, Lucía se sentía más segura que nunca. Sabía que había hecho un buen trabajo y que Alejandro lo había notado. Pero mientras revisaba los correos electrónicos, uno en particular llamó su atención. Era de un remitente desconocido, y el asunto decía: “Sombras del Pasado.”
Lucía abrió el correo con cautela. El mensaje era corto pero perturbador: “No puedes escapar de lo que hiciste. Tu pasado te alcanzará.”
Sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había dejado su antigua vida atrás, o al menos eso creía. Pero este correo era una señal de que los fantasmas de su pasado aún la perseguían. Decidió no mencionar nada a Alejandro ni a nadie en la oficina. Necesitaba tiempo para pensar y decidir qué hacer.
Mientras las sombras del pasado amenazaban con oscurecer su nuevo comienzo, Lucía se prometió a sí misma que no dejaría que nada ni nadie arruinara su oportunidad. Era fuerte, y estaba lista para enfrentar cualquier desafío, incluso aquellos que preferiría olvidar.
El cielo se teñía de un suave color naranja cuando Lucía llegó a la Torre Ferrer. La inquietud del correo anónimo aún la atormentaba, pero estaba decidida a no dejar que eso afectara su desempeño. Mientras caminaba por los pasillos, se repetía a sí misma que era fuerte y que podía manejar cualquier cosa que se le presentara.
Lucía se instaló en su escritorio y comenzó a trabajar en los documentos pendientes. Sin embargo, no podía evitar que su mente divagara hacia el misterioso correo. ¿Quién lo había enviado? ¿Qué querían decir con "no puedes escapar de lo que hiciste"? Sabía que tenía que resolver este misterio, pero también debía concentrarse en su trabajo.
A media mañana, Alejandro salió de su oficina y se acercó a su escritorio con una expresión pensativa. “Lucía, necesito que me ayudes con un proyecto especial,” dijo, entregándole una carpeta. “Es confidencial y requiere de absoluta discreción.”
Lucía tomó la carpeta, intrigada. “Claro, Alejandro. ¿De qué se trata?”
“Estamos evaluando una posible fusión con una empresa internacional. Necesito que investigues todo lo que puedas sobre ellos: su historial, sus finanzas, cualquier cosa que pueda ser relevante para nuestra decisión. No quiero sorpresas.”
Lucía asintió y se sumergió en la investigación. Pasó horas recopilando información, revisando informes financieros y analizando datos. A medida que profundizaba en los documentos, descubrió que la empresa en cuestión tenía un pasado turbulento, con varios escándalos financieros y disputas legales. Decidió preparar un informe detallado para Alejandro, resaltando los puntos más importantes.
A la hora del almuerzo, Lucía tomó un descanso y bajó a la cafetería de la empresa. Mientras esperaba su café, escuchó a dos empleados hablando en una mesa cercana.
“¿Has oído los rumores sobre el CEO?” preguntó uno de ellos en voz baja.
“Sí, dicen que tiene un pasado oscuro. Algo relacionado con su familia y negocios turbios,” respondió el otro.
Lucía sintió un escalofrío. No le gustaba escuchar chismes, pero no pudo evitar preguntarse si había alguna verdad en esos rumores. Decidió ignorarlos y volver a concentrarse en su trabajo. Después de todo, Alejandro había sido justo con ella hasta ahora.
De vuelta en su escritorio, continuó trabajando en el informe. Alrededor de las cuatro de la tarde, recibió un mensaje de Alejandro pidiéndole que se reuniera con él en su oficina.
“Lucía, ¿qué has encontrado?” preguntó Alejandro cuando ella entró.
“Hay muchos aspectos positivos sobre la empresa, pero también varios problemas potenciales,” respondió ella, entregándole el informe. “He resaltado los puntos más importantes. Creo que es crucial tener en cuenta sus disputas legales y los escándalos financieros antes de tomar una decisión.”
Alejandro revisó el informe en silencio, asintiendo ocasionalmente. “Buen trabajo, Lucía. Este tipo de análisis detallado es exactamente lo que necesitamos. Has demostrado ser una valiosa adición a nuestro equipo.”
Lucía sintió una ola de satisfacción. “Gracias, Alejandro. Estoy aquí para ayudar en lo que necesite.”
Alejandro sonrió levemente. “Lo sé. Por eso confío en ti con proyectos tan importantes. Sigue así.”
Lucía salió de la oficina de Alejandro sintiéndose más segura que nunca. Sabía que estaba haciendo un buen trabajo y que Alejandro valoraba su contribución. Pero mientras caminaba de regreso a su escritorio, un nuevo correo electrónico apareció en su bandeja de entrada. El remitente era el mismo desconocido, y el asunto simplemente decía: “No te olvides.”
El mensaje era aún más críptico que el anterior: “Tu tiempo se está acabando. El pasado siempre vuelve.”
Lucía sintió una mezcla de miedo y frustración. Decidió no responder y borrar el correo, pero sabía que no podía ignorar esta amenaza. Tenía que descubrir quién estaba detrás de estos mensajes y por qué la estaban acosando. Pero primero, necesitaba concentrarse en su trabajo y seguir demostrando su valía.
Mientras las sombras del pasado seguían acechando, Lucía se prometió a sí misma que no dejaría que nada ni nadie la desviara de su camino. Estaba decidida a enfrentar cualquier obstáculo, y sabía que, con el tiempo, encontraría las respuestas que buscaba.
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