Valeria observaba a Lucas mientras servía el café de la mañana. La luz del sol entraba por la ventana, iluminando su rostro tranquilo y sereno. Habían pasado siete años desde que se habían prometido amor eterno en aquella pequeña capilla del campo, rodeados de amigos y familiares emocionados. En aquel entonces, todo parecía perfecto, como sacado de un cuento de hadas.
—¿Quieres más azúcar? —preguntó Lucas, rompiendo el silencio matutino con su voz suave y cálida.
—No, está perfecto así —respondió Valeria con una sonrisa, apartando la mirada por un momento para no perderse en esos ojos verdes que tanto amaba.
Lucas se sentó frente a ella y tomó su propia taza de café, mirándola con ternura. Era difícil creer lo rápido que había pasado el tiempo desde aquel primer beso bajo la lluvia en aquel parque que ahora parecía tan lejano.
—¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó Lucas, rompiendo el silencio de nuevo mientras tomaba un sorbo de café.
Valeria titubeó por un momento, preguntándose si debía mencionar la reunión de trabajo que tenía programada esa tarde. Decidió no hacerlo. No quería arruinar la atmósfera tranquila de la mañana.
—Nada en particular. Probablemente me quede en casa y trabaje en algunas cosas pendientes —respondió, sonriendo débilmente.
Lucas asintió con comprensión. Ambos tenían carreras exigentes que a menudo los mantenían ocupados. Pero siempre encontraban tiempo para estas pequeñas rutinas matutinas que, aunque simples, eran sagradas para ellos.
El timbre del teléfono interrumpió su conversación, y Lucas se levantó para contestar. Valeria aprovechó ese momento para dejar su taza vacía en el fregadero y contemplar por un momento la vida que habían construido juntos. Sin embargo, algo en su interior comenzaba a preguntarse si realmente conocía a Lucas tan bien como creía.
Lucas regresó a la cocina con una expresión preocupada en el rostro. Valeria lo miró con curiosidad, preguntándose quién podría estar llamando a esas horas de la mañana.
—Era el trabajo. Parece que surgieron algunos problemas urgentes que necesito resolver hoy mismo —explicó Lucas, apoyando las manos en el borde de la mesa.
Valeria asintió con comprensión, aunque una pequeña punzada de decepción se hizo sentir en su pecho. Sabía que su esposo a menudo tenía que lidiar con situaciones imprevistas en su trabajo como abogado corporativo, pero no pudo evitar sentirse un poco desilusionada por la interrupción.
—No te preocupes, yo me ocuparé de las cosas por aquí. Llama si necesitas algo —respondió Valeria con una sonrisa forzada, tratando de ocultar sus emociones.
Lucas se acercó y le dio un beso en la frente antes de dirigirse hacia la puerta.
—Te amo, Valeria. Nos vemos esta noche —dijo, antes de desaparecer por completo.
Valeria se quedó sola en la cocina, sintiéndose un poco desolada. No podía evitar recordar los días en los que Lucas no solo trabajaba duro, sino que también encontraba tiempo para ella. Suspiró y se obligó a volver al presente. Tenía mucho por hacer ese día, y permitirse perderse en sus pensamientos no ayudaría en nada.
Con determinación, recogió las tazas vacías y comenzó a limpiar la cocina, intentando alejar los pensamientos negativos que comenzaban a surgir en su mente.
Valeria había estado notando pequeños cambios en Lucas últimamente. Pequeñas grietas en la fachada de su matrimonio perfecto que antes no había visto. Lucas llegaba tarde a casa con más frecuencia, a veces con excusas vagas sobre reuniones que se extendían hasta tarde en la noche. Las conversaciones se volvían más superficiales, y Valeria empezaba a sentirse como si estuviera viviendo con un extraño en su propia casa.
Intentaba ignorar esas pequeñas señales, atribuyéndolas al estrés de su trabajo y a las demandas crecientes de sus respectivas carreras. Pero una parte de ella no podía evitar preguntarse si había algo más detrás de esos cambios. La duda comenzaba a sembrar una semilla de inquietud en su corazón.
Esa noche, mientras cenaban en silencio en la mesa del comedor, Valeria decidió enfrentar directamente el problema que había estado evitando. Miró a Lucas fijamente, buscando respuestas en sus ojos verdes que siempre habían sido su refugio.
—Lucas, ¿hay algo que quieras contarme? —preguntó, tratando de mantener la calma a pesar de los nervios que sentía.
Lucas la miró por un momento, como si estuviera evaluando qué decir. Luego, suspiró y bajó la mirada hacia su plato.
—Valeria, he estado ocupado últimamente con el trabajo. Sé que no he sido tan presente como solía serlo, y lo siento por eso —respondió, evitando su mirada.
Valeria apretó los labios, sintiendo que sus peores temores comenzaban a confirmarse. No era solo el trabajo lo que los estaba distanciando. Había algo más, algo que Lucas no quería o no podía contarle.
—Lucas, necesitamos hablar sobre esto. No podemos seguir así —dijo finalmente, con voz firme pero con el corazón latiendo desbocado en su pecho.
Lucas levantó la mirada hacia ella, y en esos ojos verdes que solían ser su refugio, Valeria vio una sombra de culpabilidad que la hizo estremecerse por dentro.
Lucas se quedó en silencio por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para responder. Valeria aguardó en tensa expectativa, preguntándose qué revelación podría surgir después de tantas semanas de distancia emocional.
Finalmente, Lucas suspiró y apoyó las manos sobre la mesa, mirando a Valeria con una mezcla de tristeza y resignación.
—Valeria, te prometo que no hay nada importante que no te haya dicho. Sé que las cosas han estado difíciles últimamente, pero te amo más que a nada en este mundo. No quiero perderte —dijo, con sinceridad en su voz.
Valeria sintió un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. Quería creer en él, quería aferrarse a la promesa de que todo podría volver a ser como antes. Pero las dudas persistían, alimentadas por las señales que había estado ignorando durante demasiado tiempo.
—Lucas, necesitamos ser honestos el uno con el otro. No podemos seguir adelante si no confiamos plenamente el uno en el otro —respondió Valeria, luchando por mantener la compostura.
Lucas asintió lentamente, pareciendo entender la gravedad de la situación. Pero aún así, Valeria no pudo evitar notar la sombra de algo oculto en sus ojos, algo que no estaba dispuesto a revelar por completo.
El resto de la cena transcurrió en un silencio incómodo, cargado con la tensión de palabras no dichas y verdades evitadas. Valeria se retiró a la cama esa noche con el corazón pesado, preguntándose cuánto más podrían soportar las grietas en la fachada de su matrimonio antes de que todo se desmoronara por completo.
Valeria había estado notando las grietas en su matrimonio con Lucas durante semanas. La distancia emocional, las excusas vagas y las conversaciones superficiales habían comenzado a pesarle cada vez más. Sin embargo, nada la había preparado para el devastador descubrimiento que hizo aquella tarde.
Mientras buscaba una vieja factura en el cajón del escritorio de Lucas, encontró un sobre blanco sin marcar que captó su atención. Lo abrió con curiosidad, sin saber que estaba a punto de enfrentarse a una verdad que cambiaría su vida para siempre.
Dentro del sobre, encontró una serie de cartas con una caligrafía femenina que reconocía de inmediato. Eran cartas de amor dirigidas a Lucas, con fechas que se remontaban a varios meses atrás. El corazón de Valeria se hundió al leer las palabras apasionadas y comprometedoras que no estaban dirigidas a ella.
Sus manos temblaban mientras continuaba leyendo, incapaz de apartar la mirada de las pruebas incriminatorias que tenía delante. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras el mundo a su alrededor parecía desmoronarse.
—No puede ser verdad —susurró en voz baja, deseando con todas sus fuerzas que fuera una pesadilla de la que pudiera despertar.
Pero las cartas estaban ahí, testimonio silencioso de una traición que no podía ignorar. Su mente se llenó de preguntas sin respuestas, de emociones encontradas que la dejaron sin aliento. Todo lo que creía saber sobre su matrimonio se desvaneció en un instante, reemplazado por una verdad amarga y dolorosa que no podía ignorar.
Valeria se quedó allí, sosteniendo las cartas en las manos temblorosas, preguntándose cómo podría enfrentarse a Lucas después de descubrir su traición.
Valeria se sentó en el borde del escritorio, con las cartas extendidas frente a ella. Cada palabra escrita con amor y pasión por otra mujer resonaba en su mente como un eco doloroso. Intentó contener el torrente de emociones que amenazaba con abrumarla, pero era imposible.
Finalmente, con manos temblorosas y un nudo en la garganta, decidió confrontar a Lucas. Salió de la habitación con las cartas en la mano, buscándolo en la casa que solían compartir. La encontró en el estudio, absorto en su trabajo como si nada hubiera pasado.
—Lucas, necesitamos hablar —dijo Valeria con voz firme, tratando de mantener la calma a pesar del huracán de emociones que la consumía por dentro.
Lucas levantó la mirada hacia ella, sorprendido por la seriedad en su tono de voz y la expresión en su rostro. Frunció el ceño al ver las cartas en sus manos, reconociendo de inmediato la gravedad de la situación.
—Valeria, yo... —comenzó Lucas, pero ella lo interrumpió con un gesto de la mano.
—¿Qué es esto, Lucas? ¿Cómo pudiste hacerme esto? —preguntó Valeria, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con escapar de sus ojos.
Lucas bajó la mirada, incapaz de enfrentarla directamente. Sabía que no había excusa para lo que había hecho, pero también sabía que tenía que explicarse si quería salvar lo que quedaba de su matrimonio.
—Valeria, lo siento. No quería lastimarte —murmuró, con la voz quebrada por el peso de sus propias mentiras.
Valeria cerró los ojos por un momento, intentando controlar las emociones que amenazaban con desbordarse. Cuando los abrió de nuevo, una determinación fría había reemplazado la desesperación en su mirada.
—No puedo creer que me hayas hecho esto, Lucas. No sé si alguna vez podré perdonarte por esto —dijo Valeria con voz entrecortada, girándose para salir del estudio.
Lucas la observó alejarse, sintiendo cómo se desmoronaba todo lo que alguna vez había amado y cuidado. Sabía que había perdido algo invaluable, algo que no podría recuperar fácilmente.
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