Mi nombre es Fátima D'alessio, de padres italianos, nacida en el hermoso país de Sur América, Argentina, aunque solo estuve allí los primeros años de mi vida, luego mis padres regresaron a Italia debido a que papá obtuvo una mejor oferta laboral.
Desde muy pequeña todos alababan mi belleza, era una mezcla de la belleza de mis dos padres.
Aunque mi belleza fue mi perdición, pues creí tener el mundo bajo mis pies. Esa misma idea me llevó a traicionarlo a él, al hombre que más me amo y de quien no he sabido durante 13 años.
En la actualidad tengo 36 años, trabajo para una compañía como la cara principal, pues aunque ya tengo mis años, mi belleza sigue intacta, aunque ya no es lo más importante para mí.
Como les venía diciendo, hace 13 años tenía una relación con quien fue mi mejor amigo por muchos años, todo estaba bien hasta que se hizo novio de aquella chica, que según yo, no me llegaba ni a los pies. Me propuse a conquistarlo, aunque no tuve que hacer mucho esfuerzo, pues después me confesó que siempre estuvo enamorado de mí.
Fue mi primer hombre, solíamos tener momentos de mucha pasión, demasiada pasión, sin embargo, yo deseaba más, quería lujos, joyas y dinero, cosas que él no me podía dar, pues solo era un estudiante y un trabajador de medio tiempo.
Así la vida me presentó a aquel chico guapo multimillonario que me empezó a llenar de todo aquello que ansiaba. En lo s3xual no estaba mal, pero no era Guido.
Mi relación con Guido se acabó el día que llamé a la policía y pasó 72 horas preso a causa de mi denuncia.
Para ese entonces nada me importaba, solo yo, era mi prioridad.
Cinco semanas después, pero recibí una noticia que me cambió la vida por completo, aún lo recuerdo tan claro como el agua.
- Señorita D'alessio, usted está embarazada. - me dijo la médico que me atendió en aquella urgencia, luego de que me descompensé en el restaurante que estaba con mi conquista.
La doctora salió y solo quedamos Benicio y yo, su mirada era de miedo.
- ¿Cómo es posible que estés embarazada, si se supone que nos cuidamos? - sus ojos me arrojan un juicio.
- No... no lo sé... - es todo lo que doy para decir.
- Si quieres seguir conmigo, te desharás de eso que tienes ahí. - me dice señalando mi vientre - Sí no, es mejor que no me vuelvas a buscar.
Desde ese momento, jamás lo volví a ver, podía ser una sinvergüenza, una ramera, como me quieran llamar, pero jamás podría deshacerme de una criatura inocente que jamás pidió venir al mundo.
Me fui de esa ciudad hacia Londres Inglaterra, donde inicié una nueva vida junto a mi precioso hijo, que es idéntico a su padre.
Mi nombre es Guido Morante, tengo 37 años, soy italiano de madre brasileña y padre italiano. Desde pequeño crecí con el ejemplo de un gran amor, basado en el respeto y la confianza.
Eso quise tener con Fátima, pero ella solo aspiraba tener cosas materiales.
La amé por muchos años, era la mujer más hermosa que he podido conocer, así mismo, era tan vacía, una cabezahueca que solo se movía por las cosas materiales.
Tuvimos muchos encuentros de pasión, el s3xo con ella era alucinante, ambos aprendimos en el camino.
Debo confesar que nunca he vuelto a tener una mujer como ella en mi cama.
Les sigo contando, me alejé de ella el día que toqué fondo, jamás le había alzado la mano a una mujer, me sentí tan desesperado, mendigando su amor y yo solo era un perro fiel al que ella alimentaba con sobras, mientras que su amor y devoción era para ese riquillo hijo de papis.
Así fue como por última vez la vi, mientras era arrestado, según, por maltrato a una mujer. Ese día me juré no volverla a ver nunca más, por ella dejé a una buena chica y me pelee hasta con mis padres.
Hace dos años volví a ver su rostro en una pancarta que vislumbré desde la ventana de mi oficina, se veía tan hermosa como siempre, con su mirada de superioridad y para tener 36 años, sigue siendo toda una diosa de la belleza.
Roma, Italia año de 2010.
La familia D'alessio celebraba el cumpleaños número 16 de su segundo hijo. Todos reían muy felices mientras que el adolescente apagaba las velas de su pastel, pidiendo un deseo.
A lo lejos, una hermosa mujer con lentes grandes oscuros, observaba aquella escena con anhelo y melancolía.
Hace poco, Fátima había regresado a la ciudad que la vio crecer y donde fue feliz, pero también desgraciada.
Una lágrima se le escapa, no intenta secarla, nadie la ve ya que su auto tiene vidrios polarizados.
Cada día de su vida se arrepiente por todo aquello que hizo debido a su alta soberbia. Sus padres no quisieron volver a saber nada de ella, desde que hizo meter preso a quien fue el hombre que más la amó.
Para los padres de ella, él era otro hijo y no merecía el trato que ella le daba.
Fue tan descarada, que no le importaba que la vieran llegar con aquel hombre que luego la despreció en cuanto se enteró de su embarazo.
- ¿Se encuentra bien, señora? - le pregunta el chofer.
- No, es solo que me entró una basurita en el ojo, - se removió en su asiento - lléveme por favor al hotel. - le indica.
El chofer hace lo que la hermosa mujer le pide. Pronto el carro se estaciona en la entrada del lujoso hotel.
Fátima se encontraba en Roma, debido a que una compañía joyas y perfumes, la contrató para que fuera la imagen principal. Pese a que al principio lo rechazó, para no volver a Roma, el contrato que le ofrecieron era demasiado tentador y jugoso, como para rechazarlo.
En otra parte de la ciudad, en una majestuosa oficina, Guido Morante se hallaba tecleando en su laptop, investigando toda la trayectoria profesional de quien fue su adorado tormento en el pasado.
En la actualidad se hallaba comprometido con Fabiana Cassini, una de las modelos de su compañía y quien hizo una rabieta al enterarse de quien sería la cara de la portada de la campaña más importante del año en L'Bella CIA.
- ¿Por qué tenías que contratar a esa anciana? Me prometiste que yo sería la cara de esta campaña, igual que el año pasado. - le dice muy enojada.
- Fabiana por favor, no hagas una rabieta, yo no te prometí nada, sabes que L'Bella cambia cada año a la modelo que será la publicidad. - le dice como siempre, serio.
- Pero ella es una anciana, dicen que tiene 40 años, aunque se quita la edad. - seguía la mujer con su pataleta.
Eso era lo que aburría a Guido, eso lo hacía querer retractarse de haberle pedido que fuera su esposa.
- Fabiana basta, no voy a cambiar de parecer, así que mejor anda y ve a comprar lo que gustes. - le dice, estirando su mano con una tarjeta negra en ella.
Los ojos de la mujer se iluminaron e inmediatamente se le olvidó el motivo de su discusión apriori.
Guido vio aquella reacción que de inmediato lo llevó al pasado.
14 años antes...
- Mi amor, mira lo que te traje. - le dijo a Fátima, mostrándole un hermoso brazalete con piedras de murano.
Los ojos verdes de la muchacha se iluminaron como dos brillantes esmeraldas de la mejor calidad.
- Gracias bebé, eres el mejor. - le dijo ella sin despegar los ojos de aquella joya con hermosas piedras y baño en oro.
El moreno había trabajado hasta el cansancio en aquella bodega, para poder comprar la joya que le daría a su amada para su primer aniversario.
Esa noche el sexo fue alucinante, mucho más que otras veces...
.........
- Ya me voy amor, nos vemos en mi departamento, te espero bebé. - le dice la mujer, que ostentaba el título de prometida.
La vio salir alegre por la puerta, como niño al que le dan su dulce favorito.
¡Todas son iguales!
Pensó, recordando los ojos brillantes de cada mujer que ha tenido en cuanto les regala alguna joya, ropa o cualquier otra banalidad.
- Pronto nos volveremos a ver la cara, serpiente, pronto sabrás que ahora soy yo quien tendrá el poder.
Quizás su amor se terminó, pero su odio y resentimiento, seguían presentes a pesar de los años.
En el hotel, la rubia llamaba a su pequeño retoño, no tan pequeño, heredó la estatura de su padre, entre otras facciones y actitudes.
- ¡Mom! - era así como la llamaba - ¿Cómo estás?
- Bien mi príncipe, extrañándote un montón. - le dice su madre - Espero pronto poder volver a Londres.
- Yo también quiero verte, tía Tina está loca. - dice el chico, bajando la voz como diciendo algo muy secreto.
Fátima solo ríe por los comentarios de su hijo, con respecto a quien es su mejor amiga desde que llegó a aquella ciudad extranjera. La pelirroja jamás la juzgó, pese a que Fátima le contó toda su vida y de lo mala leche que fue con todo el mundo.
- Mom, espero que me traigas algo de allá, te dejo porque debo hacer mis deberes. - le dice su hijo - Te amo, por favor te cuidas.
Ella sonríe ante las palabras de su hijo, a veces él parecía su padre y no ella su madre.
Luego de colgar, se dispuso a darse un baño de tina, no tenía ganas de bajar a cenar, así que pidió el servicio a la habitación. Ya mañana tendría que ir a L'Bella CIA, donde por fin conocería a su nuevo jefe.
La noche fue ligera, en un abrir y cerrar de ojos, ya era de día, como todas las mañanas, se levantó e hizo su rutina de cuidado de la piel. Se dio una ducha larga, aprovechó que es una madrugadora, para poder consentirse antes de ir a L'Bella CIA.
Una vez salió del baño, secó su melena rubia, se colocó un cardigan negro cuello alto y uso un maquillaje natural, aunque optó por usar labial rojo, resaltando sus hermosos labios.
Bajó al livin del hotel, donde ya se encontraba el chofer que le había sido asignado. Como no solía desayunar tan temprano, lo haría luego de verse con su nuevo jefe.
El carro se detuvo frente a un hermoso edificio de arquitectura clásica, con gargolas en cada esquina de la azotea, sin embargo, al entrar notó que lo clásico solo era en la parte externa.
La recepcionista la recibió con una linda sonrisa, muy amable con cada persona que llegaba al lugar.
- Buenos días, soy Fátima D'alessio, soy...
- Es la modelo de la campaña de este año... - la interrumpe la chica, ensanchando aún más su sonrisa - ¡wow! Es mucho más hermosa en persona. - confiesa.
- Muchas gracias, eres muy linda. - agradeció la rubia ante el cumplido que le hizo la chica pelinegra frente a ella.
Luego de anunciarla, le dio las indicaciones hacia donde debía dirigirse.
Pronto el ascensor abrió las puertas del piso donde estaba la oficina del presidente y propietario de la compañía.
- Buenos días, soy Fátima D'alessio. - se anunció con la secretaria.
- Buenos días, señorita D'alessio, el señor ya la está esperando. - le contestó la mujer de unos 40 años.
- Gracias, es usted muy amable. - respondió Fátima.
La secretaria se puso en pie y se acercó a la puerta, después de dos toques muy suaves, se escuchó desde adentro un ''puede pasar''.
Ambas mujeres entraron, la secretaria iba de primero, así que Fátima aún no veía el rostro de su nuevo jefe. Al hacerse un costado la secretaria, el mundo le dio vueltas a la rubia recién llegada. No se permitió mostrar su nerviosismo.
Era él, quien en antaño fue su amor, aunque hoy en día lo seguía siendo.
Quiso salir huyendo de ese lugar, sabía perfectamente las intenciones del hombre frente a ella.
- Señorita D'alessio, la estaba esperando. - fingió no recordarla.
- Buenos días señor... - ella también sabía jugar.
Él la miró fijamente, su rostro no mostraba ni la más mínima emoción. Ya no era aquel muchacho de ojos soñadores y hermosa sonrisa.
- Morante, es mi apellido. - le respondió.
- Muy bien, señor Morante, es un gusto conocerlo. - su cinismo hacía hervir la sangre del hombre.
- Apolonia, puede retirarse, la señorita D'alessio y yo vamos a discutir los puntos del contrato. - le habla a su secretaria.
- Como ordene señor, si necesita algo, me avisa. - le dice y Guido solo asiente.
Una vez la secretaria salió de la oficina, la expresión de Guido cambió a una de desprecio. Fátima no bajó la cabeza ni la mirada, ella sabía perfectamente que si demostraba debilidad, le daría pie a él, para humillarla, porque era claro que no estaba allí por azares del destino.
- Veo que sigues siendo altiva, ni siquiera los ojos se te llenan de vergüenza. - escupe, luego de un silencio nada agradable.
- No tengo porqué bajar la cabeza delante de ti ni de nadie. - contestó con soberbia, aunque por dentro se estaba muriendo de nervios.
- Siempre tan soberbia, tan altiva... - se pone de pie y se acerca a ella, quedando frente a ella, luego camina a su alrededor para quedar detrás. Se acercó a su oído - tan cínica. - concluyó.
- Ya sabes, siempre fui así, para qué bajar la cabeza, si mi rostro siempre fue mi carta de presentación. - volvió a ser altiva.
- Esas ínfulas te las arrebataré. - le dijo.
- He venido aquí por trabajo, no ha estar jugando a la venganza, si usted no es un profesional en su trabajo, no es mi asunto. - ella da vuelta y quedan de frente, en un duelo de miradas - Si usted maneja líos personales, lo mejor es que este contrato quede anulado. - le dice.
- Pues fíjate, serpiente, que si quieres anular este contrato, deberás desembolsar del triple de lo que estoy pagando por ti. - sonríe malicioso.
El corazón de Fátima, comienza a latir fuerte y no sabe exactamente por qué, si es por la cercanía que tienen, o por esa amenaza económica.
- Además, se haría público el incumplimiento y falta de seriedad de la gran modelo, Fátima D'alessio. - espeta, triunfal.
Fátima apreta los dientes, con levedad, para que él no note que ya se imaginó mil maneras de matarlo ahí mismo, su favorita fue meterle su tacón aguja en el cráneo.
- Muy bien, jugaremos tu ridículo juego, para que tus huevos crezcan más. - le dijo con sarcasmo.
Guido ya no dijo nada más, regresó a su silla y la observó detenidamente.
- Puede retirarse señorita D'alessio, mañana dará inicio la campaña y debe lucir fresca, la edad ya se empieza a marcar. - habló, creyendo que eso la lastimaba, al ser una mujer vanidosa.
- Je... - mostró una sonrisa burlesca - La mujer que es bella, no necesita de muchas cosas, mi belleza siempre ha sido una bendición, - ''y una maldición'', pensó - así que hasta trasnochada, siempre me voy a ver bien, nos vemos mañana, señor... Morante.
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